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Sociohistórica

versão On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.45 La Plata mar. 2020

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.24215/18521606e096 

Artículos

Formación sindical en la Argentina postdictadura: pluralismo ideológico, unidad e integración latinoamericana

Union training in post-dictatorship Argentina: ideological pluralism, unity and Latin American integration

Mónica Gordillo1  gordillo.monica@gmail.com

1Instituto de Humanidades- CONICET- Universidad Nacional de Córdoba

Resumen

La democracia actuó como oportunidad política para que saliera a la luz una serie de iniciativas –no suficientemente estudiadas– tendientes a fomentar la discusión y capacitación de los trabajadores en nuevos contenidos y formas de organización. El objetivo de este trabajo es recuperar algunos proyectos de formación sindical que contaron con el apoyo de redes transnacionales, buscando a su vez promover la democratización sindical. Metodológicamente el trabajo se inscribe en la reflexión sobre las formas de acción colectiva del activismo transnacional, concentrándome en una de las modalidades que adquirió durante la salida de la dictadura y los primeros años de recuperación democrática. También gira en torno a la preocupación sobre la reinserción de las tradiciones de izquierda frente a la recuperación de la democracia y, en particular, al replanteo efectuado por el peronismo revolucionario de su relación con el campo sindical. Las dimensiones trabajadas refieren a las acciones específicas desarrolladas por esas redes. La hipótesis sostiene que habrían confluido diversos emprendimientos de sectores de la izquierda peronista con otras iniciativas más novedosas como la de los Centros de Formación Sindical (CEFS) o de la propia Central Latinoamericana de Trabajadores, en torno a valores comunes. Concluyo que si bien esas experiencias fueron neutralizadas durante los años ‘80, lograron una concreción efectiva en la década siguiente.

Palabras clave Redes transnacionales; Formación sindical democrática

Abstract

Democracy acted as a political opportunity to show initiatives –not sufficiently studied– aimed at encouraging discussion and training of workers in new contents and forms of organization. The objective of this work is to recover some union training projects that had the support of transnational networks, seeking to promote union democratization. Methodologically, the work is inscribed in the reflections about collective action forms of transnational activism, concentrating on one of themdeveloped during the exit of the dictatorship and the first years of democratic recovery. It also revolves around the concern about the reinsertion of leftist traditions in the face of the recovery of democracy and, in particular, the rethinking of the relationship with the trade union field by revolutionary Peronism. The dimensions worked refer to the specific actions developed by these networks. The hypothesis is that various ventures of sectors of the Peronist left would have converged with other more innovative initiatives such as the Trade Union Training Centers (CEFS) or the Latin American Workers' Central, based on common values. I conclude that although these experiences were neutralized during the 1980s, they achieved an effective concretion in the following decade.

Keywords Transnational networks; Democratic trade union training

Introducción

La tarea de formación fue siempre una actividad propia de la acción sindical, llevada a cabo por los gremios o por distintas organizaciones y centros que se multiplicaron en el marco de la guerra fría (Scodeller, 2016,p. 94). Pero, como la mayoría de las tareas que los sindicatos realizaban, aquella también fue restringida a partir de la implantación de dictaduras militares en los países del Cono Sur desde mediados de los años ‘60. Fueron entonces algunas organizaciones y redes transnacionales las que se encargaron de contribuir a esa formación, a través de una serie de instrumentos y contenidos ideológicos para enfrentar a esos regímenes y promover la recuperación democrática. Para ello se utilizaron estructuras ya existentes y otras articuladas a partir de diferentes experiencias de exiliados, en interacción con contactos y activistas nacionales.

Las conexiones y redes transnacionales de diferentes actores sociales han comenzado solo recientemente a concitar la atención de los historiadores en Argentina y, en general, lo han hecho ligados al desarrollo de los estudios sobre exilios, campo que empezó a ser transitado sistemáticamente sobre todo a partir de los estudios de Yankelevich y Jensen (2007), de Franco (2008) y de Jensen y Lastra (2014), entre otros. Aportes significativos en esa dirección pueden encontrarse también en los trabajos de Catoggio (2016, 2018), Confino (2018), Basualdo (2006) Ayala (2018) y Scodeller (2016). Los tres últimos autores han investigado específicamente sobre las conexiones internacionales de actores sindicales. Basualdo analizó la creación de algunas organizaciones de sindicalistas exiliados y las relaciones mantenidas con centrales europeas; por su parte, Ayala reconstruyó las campañas de denuncia contra la última dictadura militar argentina llevadas a cabo por la Central Latinoamericana de Trabajadores (CLAT) y, en particular en el caso de Scodeller, las tareas de formación desarrolladas por esa central y por su antecesora, la Confederación Latinoamericana de Sindicalistas Cristianos (CLASC) en los años ‘60 y ‘70. En un trabajo pionero, esta autora ha mostrado la importante tarea de la CLAT, particularmente a partir de 1971, cuando en su VI Congreso la central adquirió este nombre considerando que se adecuaba mejor al proyecto político-social y económico que promovía. En efecto, la CLAT buscaba ampliar las bases de incorporación de trabajadores incluyendo tanto a asalariados como a los que no lo eran, dentro de lo que empezaron a definir como “Movimiento de los Trabajadores”. La autora aportó también evidencias para comprender los objetivos del ambicioso programa de formación que lanzó la central, lo que incluyó –entre otras cosas– la creación de la Universidad de los Trabajadores de Latinoamérica (UTAL) en Caracas y el Instituto de Capacitación Sindical para el Cono Sur (INCASUR) en Argentina en 1971, con la intención de proyectar su acción en este país, Uruguay, Brasil, Paraguay y Chile.

Los trabajos señalados, al igual que muchos otros sobre las organizaciones creadas en el exterior y sobre las políticas de los gobiernos frente a la problemática de los exiliados y su retorno (Lastra, 2016), sin duda representan aportes fundamentales. Sin embargo poco se ha avanzado en la reconstrucción de las relaciones que esas organizaciones y redes mantenían simultáneamente con los actores nacionales y regionales en los países del Cono Sur, lo que permitiría observar su actuación en múltiples escalas.

En trabajos anteriores indagué las redes construidas entre activistas sindicales de Argentina, Uruguay y Brasil para enfrentar a las dictaduras y conformar estructuras de movilización, denuncia y búsqueda de fondos para la protección de trabajadores exiliados y de otros que, en sus países, eran perseguidos o intentaban crear organizaciones opositoras a las conducciones en sus gremios. En ellosdestaqué, entre otras iniciativas, las impulsadas por la CLAT (Gordillo, 2017). Mostré también que algunos de los sindicalistas actuaron como “cosmopolitas arraigados”, según la definición dada por Tarrow (2006) y avancé en el análisis de las actividades desarrolladas por esas redes en los primeros años de recuperación democrática en la región.

En efecto, el marco de la democracia como idea fuerza propiciada desde distintos sectores y, en el caso de Argentina, desde el propio gobierno de Alfonsín al promover un proyecto de democratización sindical (Gordillo, 2013), actuaron como oportunidad política para que saliera a la luz una serie de iniciativas –no suficientemente estudiadas– tendientes a fomentar la discusión y capacitación de los trabajadores en nuevos contenidos y formas de organización, que referían no solo a cuestiones técnicas en el marco de crisis de la organización del trabajo fordista sino, fundamentalmente, a perspectivas ideológicas y organizativas frente a lo que entendían como las demandas del momento. En este trabajo me focalizaré en una de las dimensiones de la acción transnacional, la referida a los proyectos de formación sindical para hacer efectivo un verdadero proceso de democratización que, a su vez, reposicionara a actores antes excluidos o minoritarios dentro del campo sindical. Es decir, analizaré las características que según esas redes debían tener los trabajadores y las organizaciones sindicales para lograr esos objetivos, considerando que los años de interrupción de la vida sindical “normal” por parte de las dictaduras habrían ayudado a desmantelar estructuras burocráticas y generado la ocasión propicia para una recuperación sindical que modificara los considerados errores del pasado. En este sentido habrían confluido diversos emprendimientos de sectores de la izquierda peronista que, desde el exilio o bajo lo que denominaban como una “segunda resistencia”, revisaron el papel antes asignado a los dirigentes sindicales, con otras iniciativas más novedosas como la de los Centros de Formación Sindical (CEFS) o las propiciadas por la propia CLAT.

De allí que en este artículo identificaré primero algunos de los activistas sindicales que actuaron en la creación de esas redes en los años de la dictadura en Argentina, mostrando luego los instrumentos utilizados y los contenidos prácticos e ideológicos que promovieron con el objetivo de formar y organizar nuevas camadas de sindicalistas que pudieran representar una alternativa. Sostengo que los componentes de pluralismo ideológico, unidad sindical, de organización desde las bases y, sobre todo, de integración latinoamericana, fueron los elementos comunes en los que convergieron las experiencias que serán aquí analizadas. Destacaré también el apoyo explícito brindado por ellas al proyecto de democratización sindical planteado por el gobierno alfonsinista, lo que lleva a pensar en la posibilidad de haber construido un consenso alternativo con apoyo sindical, en la medida en que se hubiera tramitado ese proyecto de otro modo, buscando abrir el diálogo, atraer aliados e instalar el debate de manera amplia (Gordillo, 2013).

Este trabajo se inscribe en la reflexión sobre las formas de acción colectiva del activismo transnacional (Tarrow, 2006), concentrándome en una de las modalidades que adquirió durante la salida de la dictadura y los primeros años de recuperación democrática. También gira en torno a la preocupación acerca de la reinserción de las tradiciones de izquierda ante la recuperación de la democracia y, en particular, al replanteo efectuado por el peronismo revolucionario de su relación con el campo sindical.

La “recuperación” sindical, acciones en dictadura

Gonzalo Cháves, integrante de la conducción nacional de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) y quien se convirtió en uno de los principales organizadores de la resistencia sindical durante la dictadura, se fue del país en marzo de 1977 pero en septiembre de 1978 regresó con la consigna de organizar la resistencia sindical de manera clandestina en la zona sur del GBA1. Esto formaba parte de la tarea de resistencia pacífica lanzada por el Movimiento Peronista Montoneros, constituido en Roma en abril de 1977. Para entonces se lanzó el Programa de Pacificación y Liberación Nacional. Este Programa constaba de ocho puntos y colocaba como prioridad la destitución del ministro Martínez de Hoz y de su política económica, a la vez que pedía la liberación de los presos políticos, el respeto de los derechos humanos denunciando las torturas, secuestros, asesinatos y pillaje; la rehabilitación de todos los partidos políticos y la convocatoria a elecciones en todos los niveles del Estado. En lo que refiere al ámbito sindical demandaba la restitución de la CGT, de los sindicatos intervenidos y de toda la legislación laboral2.

Hacia 1978 había quedado organizado el MPM en seis ramas: la sindical, política, femenina, de la juventud, de intelectuales y profesionales y de los pequeños productores agropecuarios. La primera, integrada por la JTP y la “CGT en la resistencia”, era conducida por Gonzalo Cháves3. Es de destacar que el llamamiento realizado refería a que “Resistiendo debemos conquistar la pacificación del país”, por lo que la consigna era apoyar las pequeñas luchas de los trabajadores, comparando esta situación con lo que había ocurrido luego de 1955. La diferencia, sin embargo, era significativa porque el MPM, constituido en el exterior y con una serie de grupos en el exilio, había dejado de ser un movimiento solo nacional para actuar ahora transnacionalmente. La estrategia de la lucha armada seguía vigente, pero ahora el Ejército Montonero no se consideraba la vanguardia que lideraba sino que como “brazo armado del MPM, [es] el sostén militar de su política. Nuestro objetivo es apoyar con las armas las luchas de nuestro pueblo”4. Sin embargo esa decisión de subordinar su accionar a las iniciativas del activismo sindical aparecía para entonces como un doble discurso, ya que a la vez que se proclamaba ese objetivo se transmitía: “Sostener la Resistencia y Preparar la Contraofensiva”5, sin haber puesto esta última táctica a discusión entre las bases obreras.

Luego del fracaso de la contraofensiva, la estrategia pareció concentrarse en el campo sindical, sosteniendo entonces la necesidad de normalizar los sindicatos. A fines de 1979, con el apoyo económico de Montoneros, Cháves comenzó a editar en Argentina el periódico mensual Confluencia sindical, que llevaba como subtítulo “por la unidad y normalización gremial”. Como lo planteaba el título de la publicación, su intención era promover la unión de distintas tendencias privilegiando el interés de clase por sobre las divisiones ideológicas y colocando como prioridad la reconstrucción de la trama sindical desde las bases, con el objetivo de lograr la unidad y la normalización6. Cabe destacar que estas tomas de posición se relacionaban con las profundas discusiones que el peronismo revolucionario tenía en el exilio y que, a su vez, llevaron a la autocrítica de Rodolfo Galimberti en febrero de 19797.

Por otra parte, las acciones de la CLAT en lo que definía como el objetivo de luchar contra las dictaduras y la liberación de América Latina, llevaron también a la creación del Consejo de Trabajadores del Cono Sur (CTCS) que luego fue el Consejo Coordinador Sindical Argentino, (CCAS) presidido por Miguel Gazzera y constituido el 8 de septiembre de 1977, a pocos días de la visita de la delegación de la central a Montevideo8. Desde este organismo se apoyó la creación de agrupaciones internas opositoras a las conducciones sindicales consideradas burocráticas, por ejemplo se proveyeron recursos para la organización de la Agrupación Nacional Unidad y Solidaridad de la Asociación de Trabajadores del Estado (ANUSATE) a fines de 1977. La mayoría de los dirigentes que confluyeron allí comenzaron también a participar en el Instituto de Formación y Capacitación Social que formaba parte del CCAS (INFORCCAS). De Gennaro, futuro secretario general de ATE en 1984 y uno de los principales dirigentes de ANUSATE, llegó a presidir el INFORCCAS y en marzo de 1982 se ofreció su dirección a Germán Abdala, de la misma agrupación y que también ganaría la seccional Capital Federal de ATE en 19849. Durante los años de las dictaduras, la CLAT realizó permanentes denuncias pero, a su vez, elaboró propuestas para la formación en lo que definía como una “democracia real”, que respetara la autonomía, la justicia social y económica y la democracia sindical. Estas ideas se difundían en sus manifiestos, en sus congresos y, también, en los coloquios para la formación de dirigentes. Es de destacar el que tuvo lugar en la UTAL entre el 12 y 15 de julio de 1981 titulado “Participación de los trabajadores en la vida económica: la autogestión”, al que asistieron expertos internacionales, dirigentes sindicales y economistas, y en el que se abordaron como temas de discusión la participación de los trabajadores en las estructuras económicas de la sociedad, el papel de la autogestión como forma superior de participación, la etapa de tránsito a la democracia y el papel del Movimiento de los Trabajadores en el marco de la globalización. Entre los cuatro dirigentes argentinos que asistieron al coloquio se encontraba Germán Abdala de ATE10.

El escenario cambió luego de la derrota en la guerra de Malvinas. A partir de la segunda mitad de 1982, durante la salida del régimen, la mayoría de los dirigentes sindicales que se encontraban presos fueron liberados. Este fue el caso, entre muchos otros, de Alberto Piccinini, secretario de la UOM de Villa Constitución, provincia de Santa Fe, que había desarrollado una experiencia antiburocrática en los años '70 y se encontraba en prisión desde 1975. Otros dirigentes de esa seccional, tales como Pascual D’Errico y Ángel Porcú, miembros de la Comisión Interna de Acindar, Zenón Sánchez y Victorio Paulón del Comité de Lucha de marzo de 1975, también habían caído presos de la dictadura pero en 1978 obtuvieron la posibilidad de exiliarse. En Europa realizaron una importantísima tarea para difundir la situación que se vivía en Argentina y, a su vez, crear contactos para financiar la reorganización sindical. Consiguieron el apoyo de redes canadienses y francesas, por ejemplo Paulón de la CGT francesa, de la Confederación Mundial del Trabajo (CMT), a la que adhería la CLAT, y de otros sectores sociales como el Comité Católico contra el hambre. Otro grupo invitó a Piccinini a visitar Canadá luego de su excarcelación. Allí conoció a un educador sindical canadiense y con la cooperación y financiación de ese país hasta 1986, surgió la idea de crear los Centros de Formación Sindical (CEFS) en Argentina. Desde un comienzo los CEFS se propusieron actuar como expresión política sindical, manteniendo los contactos tejidos en dictadura. También contaron con el apoyo de la Fundación Ebert11.

A través de los cursos de los distintos CEFS que se fueron creando, comenzó a discutirse la construcción de un nuevo modelo sindical democrático, a formar cuadros de jóvenes que no tenían tradición sindical previa pero que se aglutinaban en torno a la mítica figura de Piccinini y que, luego, nutrirían a distintos gremios. Parte de la tarea de formación fue realizada a través de la edición de un Boletín, que comenzó a aparecer en octubre de 1983 y, al año siguiente, de la revista Democracia Sindical. Además de actuar como red de apoyo para los sectores que, en el proceso de normalización sindical, disputaron las conducciones con las “burocracias” que habían controlado los gremios, estas publicaciones difundieron una serie de experiencias desarrolladas en los países centrales para enfrentar los procesos de reconversión productiva que se estaban llevando a cabo.

Volviendo ahora a las iniciativas de la línea que se reconocía en la tradición peronista, hacia 1983 se habían constituido diferentes nucleamientos sindicales que tenían en común la intención de promover la democratización sindical. El grupo reunido en torno a Gonzalo Cháves en La Plata comenzó a editar el periódico El Diecisiete, en septiembre de 1983, como órgano nacional de las Agrupaciones Sindicales Peronistas (ASP), conformadas a comienzos de ese año. Desde allí sostenían la necesidad de proseguir con la movilización no para desestabilizar sino para afianzar la democracia y “lograr que su salida [de los militares] sea en desbande, para que no se puedan reacomodar y no les sea posible nunca más dar un golpe de estado”12. Frente a la coyuntura electoral del 30 de octubre, manifestaban su apoyo a la fórmula justicialista Luder-Bittel, pero aclaraban que luego de las elecciones –que daban por supuesto ganaría el peronismo– exigirían que se cumpliera lo que los trabajadores habían apoyado: “una democracia sindical que se ejerza de abajo hacia arriba, como siempre debió ser”13

Laformación sindical para la democracia

Ahora bien, este discurso no quedaba en puras abstracciones sino que las ASP, así como veremos también otros sectores dentro del movimiento obrero, manifestaron un amplio apoyo a las iniciativas lanzadas por el gobierno radical para lograr la democracia sindical. En efecto, en una nota titulada “La batalla por la democracia sindical”, las ASP señalaban cómo la entendían y asimismo manifestaban su apoyo a la propuesta del gobierno14. Estaban en un todo de acuerdo con el proyecto de ley de Reordenamiento Sindical, conocido como Ley Mucci, que Alfonsín envió al Congreso apenas asumió, salvo en el punto que mantenía la legislación de la dictadura, es decir la Ley de Asociaciones Profesionales (LAP) 22.105 en vez de la 20.165 votada por el Congreso de la Nación en 1973.

Un nuevo Plenario Nacional de las ASP tuvo lugar el 17 y 18 de diciembre de 1983 en la Capital Federal. Como síntesis se destacó la decisión de recuperar un sindicalismo “democrático y combativo al servicio de los trabajadores y por la liberación nacional”15. Esto se materializó en el lanzamiento del Plenario Sindical Nacional el 23 de enero de 1984 en el Teatro Roma de Avellaneda, al parecer planteado como un espacio amplio de convergencia entre distintos sectores que entendían la recuperación del movimiento obrero como sinónimo de democratización sindical. El término Plenario hace pensar en cierta semejanza con el uruguayo Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), constituido el año anterior, donde habían participado activistas sindicales argentinos. Pero, ¿con qué sectores se buscaba la confluencia? Estos eran nuevos agrupamientos como el Encuentro Nacional de Trabajadores (ENTRA), la Asamblea Gremial Argentina (AGA), el oficialista Movimiento de Renovación Sindical (MRS) o la Coordinadora de Recuperación Sindical, que nucleaba a gremios y agrupaciones de Tucumán, Salta y Santiago del Estero; entre todos conformaban la Mesa de Enlace gremial. Se hablaba de un “nuevo sindicalismo” que incorporaría camadas de jóvenes dirigentes reafirmando en sus cargos a hombres de conducta, tales como Julio Guillán, “Cholo” García, Raymundo Ongaro, Carlos Cabrera –todos ellos habían mantenidorelaciones con la CLAT– Alberto Piccinini, César Bustos, Lorenzo Sánchez, entre otros, lo que implicaba redefinir la relación del movimiento obrero con el Estado, el gobierno y el propio peronismo, propiciando una oposición constructiva.16 Se diferenciaban de las CGT de Ubaldini y Triaca, que se habían unificado para enfrentar el proyecto Mucci. Según ellos la CGT reunificada quería las elecciones en base a la LAP 20.615 de 1973, pero con la vigencia de estatutos proscriptivos. En cambio los sectores autodenominados “antiburocráticos” querían el restablecimiento de esa ley pero con adecuaciones como las planteadas por el gobierno para que pudieran participar todos.

El 24 y 25 de marzo se realizó en Córdoba un nuevo plenario de las ASP. Fue presidido por Francisco Gutiérrez (metalúrgico bonaerense), Aldo Morán (mineros de Mendoza) y Juan Godoy (docentes de Córdoba); se analizó la situación planteada y se elaboró un documento para ser discutido por todas las agrupaciones del país, titulado “Normalización sindical: las bases toman la iniciativa”, donde se insistía en la necesidad de que la normalización comenzara por la elección de delegados17.

La propuesta de las ASP abarcaba a su vez otros aspectos de la democratización, es decir consideraban que la recuperación democrática aparecía como una oportunidad política para replantear el papel del sindicalismo en la nueva sociedad a construir. Así desarrollaron un trabajo intenso para recuperar la memoria de los militantes sindicales caídos por la represión. En cada número de su periódico sacaban una nota bajo el título “Los que hicieron posible la democracia”, convirtiendo a su vez a esos dirigentes en referentes para el futuro. Recordaron a Tomas Di Toffino (Secretario adjunto del S. de L. y Fuerza de Córdoba; ReneéSalamanca (Secretario general del SMATA Córdoba); Oscar Smith (Secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de Capital Federal); Ernesto Ramírez (Secretario general de la Asociación de Trabajadores de la Universidad de La Plata); Leandro Forte (dirigente azucarero de Tucumán); Melitón Vázquez (Secretario general del Sindicato del Ingenio Ledesma); Jorge Di Pasquale (Secretario general de la Asociación de Empleados de Farmacia), Agustín Sánchez (Secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de Tucumán), entre otros18.Como se podrá apreciar, todos ellos de posiciones sindicales e ideológicas muy diferentes.

A su vez, en su revista incluían entrevistas o referencias sobre otros dirigentes sindicales del Cono Sur que habían librado luchas similares contra las dictaduras en sus países19. En relación con lo anterior, fue también constante la campaña para instalar el problema de los exiliados en el espacio público, bregando por el regreso irrestricto de todos20.

Me he detenido en la propuesta de las ASP y de su publicación, con el antecedente directo de la revista Confluencia Sindical, porque la mayoría de los que llevaron a cabo esta iniciativa pueden considerarse activistas transnacionales, es decir militantes sindicales que trascendieron en su acción las fronteras nacionales y formaron parte de redes que implicaron tanto a actores e instituciones locales como internacionales. Además propiciaron la creación de un nuevo tipo de sindicalismo y una nueva función en la sociedad democrática a construir y para ello entendían como imprescindible la tarea de formación sindical, capitalizando las experiencias aprendidas en otros países.

Sin embargo, ASP era un agrupamiento político-sindical que entre sus actividades realizaba la de formación. Pasaremos a considerar ahora la tarea y contenidos asignados a la formación y capacitación por dos centros de diferente matriz ideológica creados con ese objetivo tras haber internalizado su importancia para el fortalecimiento democrático.

a) Los CEFS y la Democracia sindical

La revista apareció en julio de 1984 como una publicación mensual de los CEFS. Sus directores eran José Luis Mangeri y Martha Fernández, con un staff de importantes colaboradores. Se habría editado hasta diciembre de 1985. Resulta muy representativo de cómo entendían la tarea a realizar el lema con el que encabezaban la revista, las palabras de uno de los principales dirigentes del “cordobazo”, el dirigente del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba Agustín Tosco:

Nuestra experiencia nos ha enseñado que, por sobre todas las cosas, debemos ser pacientes, perseverantes y decididos. A veces pasan meses sin que nada aparentemente suceda. Pero si se trabaja con ejercicio de estas tres cualidades, la tarea siempre ha de fructificar: en una semana, en un mes o en un año. Nada debe desalentarnos. Nada debe dividirnos. Nada debe desesperarnos21.

Es decir, los editores de la revista creían que la tarea de construcción de un nuevo sindicalismo llevaría su tiempo, sería un proceso acumulativo lento porque era necesario educar en nuevos valores y contenidos, pero creían que era posible frente a las oportunidades que abriría la democracia.

Por eso los CEFS definen su tarea como la de “capacitar, formar y preparar a los cuadros obreros a la luz del principio directriz de la democracia sindical, dotándolos de los elementos teóricos y prácticos para que puedan desarrollar su función”.A través de la revista invitaban a inscribirse en sus cursos y ofrecían asesoramiento gratuito en cuestiones laborales, médicas, psicológicas y para la actividad de prensa de las agrupaciones y comisiones internas22.

La revista registraba también diversas experiencias de constitución de listas o agrupaciones “antiburocráticas y pluralistas”, en distintos sectores y partes del país, dispuestas a confrontar en los procesos de normalización que comenzaron a llevarse a cabo tras la aprobación de la nueva ley para la normalización de los gremios en julio de 1984. Así se daba cuenta de diferentes “frentes gremiales” o “movimientos de base”, como el de Metalúrgicos de Dálmine-Siderca que surgió como consecuencia de la posibilidad estatutaria que tuvieron de elegir delegados en las zonas norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe, donde se conformó un cuerpo de delegados de 125 miembros de los cuales el 85% no había tenido militancia sindical. Se destacaba que allí existía una concepción nueva sobre el sindicalismo: “queremos la participación de todos en el gremio, no queremos que nos sigan dirigiendo los Lorenzo Miguel o Luis Guerrero, […] queremos que Campana sea un polo pluralista, donde confluyan radicales, peronistas, intransigentes y comunistas”23

Por su parte, Alberto Piccinini se había conectado con los metalúrgicos brasileros que en 1983 conformaron la Central Única de Trabajadores (CUT). En efecto, esta central también consideraba esencial la sistemática formación político sindical de los trabajadores, tanto del campo como de las ciudades. Para ello fueron creadas secretarías especiales y se organizaron regularmente cursos de formación sobre diversos temas, en algunas oportunidades con el apoyo y asesoramiento de centrales internacionales, como en 1987 de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), para intercambiar experiencias e información sobre contrataciones colectivas, o el realizado en el mes de junio con la Confederación General del Trabajo (CGDT) francesa sobre la misma temática, ambos en el Instituto Cajamar de São Paulo24.

En las reuniones entre integrantes de los CEFS y metalúrgicos brasileños, algunos recuerdan la creación de una comisión donde estaba Ignacio (Lula) Da Silva, que impulsaba la coordinación de todos los metalúrgicos a nivel nacional. Miembros de los CEFS empezaron a participar en encuentros con representantes de las principales fábricas argentinas y de Brasil en los congresos de la CUT y entraron también en contacto con otras ramas, por ejemplo con bancarios; en esas reuniones los brasileños insistían en la necesidad de construir el partido de los trabajadores en Argentina25. Para 1986 ya existían sedes de los CEFS en Villa Constitución, Rosario, Morón y Capital Federal.

Asimismo se habían multiplicado los centros de formación con otras orientaciones ideológicas, como el Instituto Americano de Sindicalismo Libre (IADSL), dependiente de la AFL-CIO, afiliada a la Central Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) cuya expresión regional era la Organización Regional Interamericana del Trabajo (ORIT). El INCASUR continuaba con una intensa actividad ligada con las desarrolladas por la UTAL; como vimos, por allí pasaron destacados dirigentes de ATE como De Gennaro, Abdala, Quagliaro, Zapata, entre otros. Se creó también el Centro de Estudios Sindicales y Sociales (CESS) y el Centro de Estudios Laborales (CEL), ligado en sus orígenes al grupo de los “25”26, que había surgido en 1977 como una agrupación de sindicatos peronistas que mantenían sus autoridades legítimas, es decir que no habían sido intervenidos por el gobierno militar pero que sin embargo se opusieron a su política.

B) El Centro de Estudios Laborales (CEL) y los Cuadernos Gremiales

El CEL, creado como una asociación civil, obtuvo la personería jurídica en agosto de 1983 y funcionaba en la Capital Federal. El editor responsable de los Cuadernos Gremiales era Federico Castro y la Secretaria de Redacción María Marta Pepé. Se trataba de una edición mensual y en el subtítulo planteaba su objetivo, ser una “Revista de Capacitación Sindical”. Contaba con un grupo de colaboradores pero, al menos en los primeros números, ni la editorial ni las notas aparecían firmadas. Tampoco se hacían pronunciamientos explícitos de adhesión a alguna organización política, sin embargo el contenido de la editorial y de las notas, así como las referencias realizadas sobre ciertos personajes como “compañeros”, permite ubicarla en el campo del peronismo revolucionario y habría sido también financiada por Montoneros27.

¿Cómo se pensaba esa tarea de capacitación? A través de la revista y de la realización de cursos específicos en el interior del país, donde se creía existía mayor posibilidad de conformar ese nuevo sindicalismo por el que se bregaba. Por ejemplo, para el mes de mayo de 1984 se proyectaba realizarlos en Córdoba, Mendoza, Mar del Plata, San Nicolás, Baradero, entre otras localidades. Especial atención se prestaría a los sucesos de mayo, bajo el título “mayo en la historia”, donde se destacaría también el Programa del 1° de mayo de la CGT de los Argentinos, lanzado en 1968, y el “cordobazo” del 29 y 30 de mayo de 1969.

En lo que refiere a los núcleos temáticos de la revista, comenzaba con un análisis de la actualidad gremial, donde se registraban principales conflictos en fábricas o empresas que, por lo general, no eran destacados por los principales medios de comunicación. Otro núcleo era el seguimiento de la discusión relacionada con la normalización sindical propuesta por el gobierno, recogiendo también posiciones de otros sectores que no se registraban en los medios masivos. Especial atención prestaban a la situación de la mujer en el trabajo, ilustrando con lo que ocurría en diferentes gremios y espacios del interior. Una sección destacada era la referida a “Economía para trabajadores”, donde se explicaban conceptos claves para entender la situación general, así como la destinada a la legislación laboral; allí se analizaba minuciosamente el contenido de la Ley de Convenciones Colectivas (14.250) y se alertaba sobre las consecuencias de su no aplicación bajo el slogan: “Paritarias o FMI”. También trataban el problema de la seguridad e higiene en el trabajo. Pero, en realidad, la publicación sentaba claramente posición política en todas sus notas, más allá de la sección denominada “Política y organización sindical”.

Cabe destacar que con respecto a cómo debía encararse la normalización sindical, se observan muchas coincidencias con los objetivos de los CEFS y de las ASP, dado que para el CEL ésta también debía plantearse como una oportunidad de democratización. Esa posición queda clara en cómo analizan el recambio en el ministerio de Trabajo, luego de la derrota del proyecto Mucci en el Senado:

Para el radicalismo la alternativa nacional dejó de ser Liberación o Dependencia y pasó a ser Concertación o Libanización [...] En primer término se deduce un cambio de objetivos. La democratización sindical pasó a un segundo plano. La Concertación ocupa el primer plano en la nueva estrategia del gobierno […] En segundo término, se deduce también un cambio en el papel de la burocracia sindical. Ella será la encargada de canalizar, frenando, la protesta de los trabajadores. Tiene una larga experiencia en este tipo de servicios. Los trabajadores recuerdan muy bien el papel que jugó a favor de la dictadura oligárquico-militar […]28

Se manifiestan en contra de concertar con la CGT unificada, conducida por Ubaldini y Triacca, apoyando en cambio el proyecto de la Mesa de Enlace Gremial. Para ellos se:

[…] deberá retomar también el programa de ese peronismo que los compañeros quieren escuchar, un peronismo claro, que oriente hacia la activa participación de las bases sindicales, en un diálogo permanente con la dirigencia. La realidad nos está indicando que el poder sindical se construye con un programa claro, desde abajo, con el irremplazable papel que deben jugar los referentes sindicales regionales. Esta realidad deberán captarla y sumarse de igual a igual, los sectores más honestos y revolucionarios que levantan las banderas antiburocráticas del movimiento obrero. […]29

La manera que preveían para su concreción práctica era la de conformar frentes gremiales o movimientos de base. Ponían como ejemplo el conformado en Campana, luego de haber realizado un curso de capacitación sindical del CEL. Ese Frente de Movilización Gremial celebró el 1° de mayo invitando a otros movimientos de la zona. Las fotos muestran banderas de la Juventud Peronista (JP). Allí habló Mario Aguirre (ex secretario de ATE Rosario y co-fundador de la CGT de los Argentinos). El Programa del Frente es representativo de cómo entendía el CEL la democratización sindical:

1)No a la ley 22.105 de la dictadura ni a la 20.615 de la burocracia sindical. Elecciones de delegados por sector para conformar los cuerpos orgánicos de nuestros gremios...AHORA […] sin injerencia del Estado; 2) CGT única, representativa, permanentemente movilizada. Queremos un real federalismo sindical, para todos los trabajadores a través de la participación de las CGT regionales en las estructuras de los cuerpos directivos a nivel nacional. 3) Fuero sindical para todos los trabajadores, activistas, delegados, partícipes de agrupaciones; 4) Decisión en asamblea general en la resolución de todos los problemas existentes en los establecimientos. 5) Por un salario mínimo de 20.000$ (para abril) indexado todos los meses de acuerdo al alza del costo de vida. 6) Vigencia de la ley 11.544, 7) Efectivización de todos los trabajadores que realicen tareas normales en un establecimiento y sean contratados, 8) Solidaridad con los compañeros de la zona que estén en conflicto; 9) La obra social debe ser manejada por los trabajadores sin injerencia estatal ni patronal; 10) Derogación de todas las leyes represivas de la dictadura. 11) Aparición con vida de los detenidos-desaparecidos.30

El periódico mantenía también una Sección sobre Movimiento Obrero Latinoamericano, donde pasaban información o entrevistaban a diferentes activistas. Esto ocurrió con la nota escrita por Joao Batista Goncalves, metalúrgico del ABCD paulista hasta 1982, fundador del Fondo de Huelgas del Partido de los Trabajadores (PT). La nota se titulaba “Por la unidad en la acción” y era una breve historia del movimiento obrero brasileño hasta la formación de la CUT en 198331. Mostraba también preocupación por ofrecer formación histórica, bajo lo que denominaban “Unidades de autocapacitación”. Para ello en la revista se brindaba material de estudio, “lecciones”, con las que se iba avanzando en diferentes etapas de la historia desde la conquista española, pero centrándolas desde la perspectiva de los trabajadores y en el movimiento obrero. No se hace referencia al autor de la parte histórica ni a bibliografía alguna; cada lección termina con “Ejercitaciones” que se plantean para leer y discutir en grupo y comparar con la situación actual.

Resulta interesante el número correspondiente al mes de mayo de 1984 porque su contratapa tiene un dibujo con hitos históricos: “1810: Liberación o dependencia; Semana de Mayo de 1909: Los trabajadores contra la represión oligárquica; 1° de mayo: Día internacional del Trabajo”. En el dibujo, que es como una corriente de trabajadores, aparece en el centro un cartel con la palabra Regional Córdoba, también la palabra Sanidad y CGT de los Argentinos, Materfer, cerca del 29 de mayo de 1969: el Cordobazo. También las referencias: “Los trabajadores y el pueblo contra la dictadura militar-oligárquica”; “Socialismo nacional”, “Juventud Peronista”, “Perón o Muerte” y “25 de mayo de 1973: Cámpora Solano Lima: El Frente de Liberación Nacional contra la dependencia”. Los trabajadores se encuentran en el dibujo acechados desde afuera por las fuerzas represivas en dos momentos 1909 y 1969. El dibujo termina en Mayo de 1984 con la consigna: “El CEL SALUDA A LOS TRABAJADORES Y AL PUEBLO.”32

Me he detenido en este dibujo porque, si bien no quedan dudas de la adscripción ideológica del periódico al peronismo, no representa su iconografía clásica que relacionaba el origen del movimiento obrero organizado con la llegada de Perón y sus políticas. Por el contrario, en esta trayectoria se reconoce el aporte del anarquismo en 1909 y también de los trabajadores del interior, con la importancia asignada a la Delegación Regional Córdoba de la CGT y a la CGT de los Argentinos. Hay que tener en cuenta que el cordobazo de mayo de 1969 fue rápidamente apropiado por los diversos sectores de la izquierda, tal vez por esto no resulte tan llamativo que aparezca la palabra Materfer, una de las tres plantas de la empresa Fiat en Córdoba y no el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), protagonista principal del cordobazo y de clara filiación peronista. Podría pensarse en un error, ya que los sindicatos de las plantas de la Fiat cordobesa: el Sindicato de Trabajadores de Concord (SITRAC) y el Sindicato de Trabajadores de Materfer (SITRAM) no participaron orgánicamente del cordobazo, pero también que al mencionar a Materfer se pretendía incluir al “clasismo”, de extracción no peronista por su protagonismo en lo que se conoció como segundo cordobazo o “viborazo” en marzo de 1971. ¿Cuál podía ser el sentido de esta operación? Creo que se intentaba construir una tradición de pluralismo en las luchas obreras, donde lo que debía prevalecer como enseñanza hacia el futuro era la unidad de los trabajadores, afianzada desde las bases obreras y el interior, donde se había consolidado una alternativa antiburocrática como la CGT de los Argentinos, para enfrentar a los enemigos de siempre que, como en 1909 y 1969 seguía siendo el imperialismo.

¿Qué ocurrió con estas iniciativas de formación sindical tras la normalización de los gremios? Los CEFS continuaron con su accionar; podría sostenerse también que las propuestas de la CLAT se encarnaron en algunos gremios como en ATE, a través de distintos institutos para el estudio y formación. Las propiciadas por el peronismo de izquierda parecen haber perdido impulso más rápidamente. En efecto, la sanción de la ley N° 23.071 sobre régimen electoral para las asociaciones sindicales en julio de 1984 impuso las pautas sobre las que se realizarían las elecciones en los sindicatos, es decir de arriba hacia abajo, y postergó el debate de fondo sobre el modelo sindical. Por otra parte, el rápido deterioro de la situación económica llevó a priorizar las demandas salariales por parte de los gremios. También el acceso a fondos internacionales, que había sostenido las experiencias de capacitación y formación sindical en sus inicios, se vio restringido en particular cuando las políticas de ajuste se fueron generalizando en los países centrales. Sin embargo, más allá de sus éxitos inmediatos, algunas de las iniciativas estudiadas contribuirían a delinear nuevas agendas para el futuro.

Reflexiones Finales

En este artículo intenté mostrar una serie de proyectos construidos con el apoyo de redes transnacionales, que se conformaron durante los años de las dictaduras en América Latina. Aunque algunos de ellos fueron olvidados y aparecieron como experiencias fallidas, su recuperación es importante porque da cuenta de una serie de contenidos que estaban presentes y/o se reconvirtieron en el contexto democrático. De allí que una visión integral del período no pueda obviarlos.

En efecto, el campo sindical durante la salida de la dictadura era mucho más heterogéneo de lo que se ha sostenido regularmente, pudiendo encontrarse sectores sindicales con una fuerte vocación democrática.

Entre las novedades de la etapa de reconstrucción democrática podemos destacar la revalorización que el peronismo revolucionario realizó de la acción sindical, buscando apoyar y subordinarse a esas estructuras, en la medida que las mismas se democratizaran. Para ello consideró imprescindible formar a los trabajadores en nuevos valores, tales como el pluralismo y la unidad en la acción, y en la superación de la mera lucha corporativa. Es decir, sin descuidar las reivindicaciones gremiales, se pretendía que el sindicalismo ocupara el rol político de representar las demandas populares convirtiéndose en el articulador de luchas más generales. Otra novedad fue el planteo de nuevas formas organizativas que incluyeran a los trabajadores no asalariados, tal como sostenía la CLAT con su propuesta de Movimiento de los Trabajadores. Del mismo modo, los CEFS bregaban no solo por efectivizar la democracia sindical sino, también, por ampliar la representación a través de formas organizativas que permitieran el intercambio de experiencias con los trabajadores de la región y de los países de capitalismo avanzado, para poder incidir positivamente en los desafíos que los cambios en la organización del trabajo iban imponiendo.

El hecho que no se convirtieran en propuestas predominantes dentro del sindicalismo argentino no parece haberse debido solo a la fragilidad de los apoyos conseguidos sino, también, a las prioridades del momento y a cómo fueron definidas por otros actores de poder, entre ellos por el propio gobierno radical que optó por sostener a las dirigencias más tradicionales. Tampoco dentro del peronismo triunfaron las iniciativas que buscaban revalorizar el papel del movimiento obrero en la construcción de una nueva hegemonía, como eran las posiciones de los sectores ligados al peronismo revolucionario. Por el contrario, la disputa por la democratización quedó asociada casi de manera exclusiva con el sector de la renovación peronista, como la única variante aceptada dentro de las nuevas reglas de juego político.

Sin embargo, los contenidos que estuvieron presentes en los años inmediatos a la recuperación democrática siguieron difundiéndose en círculos más estrechos hasta volver a la superficie cuando se produjo una fuerte crisis de representatividad sindical, para dar lugar esta vez a la conformación de una alternativa, como fue el Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA) en 1992, diseñado con contenidos similares a los que desde 1970 venía sosteniendo la CLAT. La CTA pasaría a condensar así parte del trabajo de formación e integraría a núcleos del activismo sindical, como los de los CEFS y sectores de la izquierda peronista, constituidos a partir de las experiencias de recuperación y de renovación sindical ejercitadas durante los años ‘80.

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Notas

1 Entrevista a Gonzalo Cháves, La Plata, 2/5/2016

2Estrella Federal. N.º 1, mayo de 1977

3Movimiento/7. Órgano oficial del Consejo Superior del MPM. Septiembre de 1978. Los demás miembros del Consejo Superior del MPM eran: por la rama política Oscar Bidegain y Ricardo Obregón Cano; por la rama femenina Lidia Masaferro y Adriana Lesgart; por la rama de la JP Rodolfo Galimberti y de la JUP Manuel Enrique Pedreira; por la rama de intelectuales y profesionales Rodolfo Puiggrós; por la rama de pequeños productores agropecuarios, el secretario general de las Ligas Agrarias Osvaldo Lovey.

4 Estrella Federal. N.º 1, mayo de 1977

5Estrella Federal. N.º 3, primer trimestre de 1978

6Confluencia Sindical. A. II N.º 2, mayo de 1980. En la página final aclaraba que se trataba de un “Periódico de información y doctrina sindical. Amparado en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

7 El Jefe montonero sostuvo para entonces en un extenso documento “la guerra ha terminado”. Controversia. Para el examen de la realidad argentina. A. II N.º 6, México, mayo de 1980. p. 11

8 Entrevista a Carlos Custer. Buenos Aires, 1/3/2016

9Carta de De Gennaro a H. Quagliaro, marzo de 1982.

10Informativo CLAT. Vocero del Movimiento de los Trabajadores comprometido con la liberación de los pueblos de América Latina. A. 6 N.º 60, agosto de 1981 pp. 9-14

11Entrevista a Eduardo Menajovsky, Capital Federal, 4/5/2015

12 El Diecisiete. AI N.º 1, p. 7

13 Ibídem. La cursiva es mía

14 Ibídem, p.5. La cursiva es mía. Ensabella, militante de la Asociación Bancaria de Córdoba, señaló que desde Montoneros “les bajaron línea de que apoyaran el proyecto Mucci”. Entrevista realizada el 2/10/2017.

15El diecisiete. A II N.º 3, febrero de 1984 p. 2

16El Diecisiete. A III N.º 4, abril de 1984 p. 1

17 Ibídem, p. 8

18 El Diecisiete A I N°2- A III N°4

19El Diecisiete. A III N.º 3, febrero de 1984 p. 6

20 Ibídem p. 3

21Democracia Sindical. A. I, N.º 2, agosto de 1984

22 Ibídem, p. 4

23 Ibídem, p.2

24Informacut N° 11, 27/4 al 3/5/1987 p. 79

25Entrevista a Eduardo Menajovsky ...cit

26Documento sobre Escuelas Sindicales, inédito, fecha estimada 1986, archivo personal de Eduardo Menajovsky

27 Según el testimonio de algunos militantes que conservaron la revista, ésta era financiada por Montoneros.

28Cuadernos Gremiales, N.º 5, mayo de 1984 p.1

29 Ibídem, p.8 [en negrita en el original]

30Ibídem p.26

31 Ibídem p. 16-19

32bídem

Recibido: 13 de Enero de 2019; Aprobado: 17 de Abril de 2019

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