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Sociohistórica

versão On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.51 La Plata mar. 2023

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.24215/18521606e184 

Artículos

Abuelas, nietos/as e H.I.J.O.S. frente a la impunidad: activismos transgeneracionales por el derecho a la identidad (1990-2004)

Grandmothers of the Plaza de Mayo, Grandchildren and H.I.J.O.S. against Impunity: Transgenerational Activisms for the Right to Identity (1990-2004)

1CONICET, Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de José C. Paz

Resumen

Algunos años antes de la aparición de H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), un grupo de hijos/as de desaparecidos/as había hecho ya su irrupción en la esfera pública. Los unía una trayectoria y una causa compartida: eran en su mayoría nietos y nietas de integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo (Abuelas) y su acción pública estuvo orientada a apoyar la lucha por la restitución de los niños/as apropiados/as durante el terrorismo de Estado. En este trabajo indagaremos en esa experiencia temprana de activismo juvenil por los derechos humanos. A partir del relevamiento de fuentes diversas y de entrevistas propias, analizaremos el repertorio de acción y los discursos públicos de estos actores juveniles, su rol al interior de Abuelas y la interacción con otros colectivos (como H.I.J.O.S.). Este análisis nos permitirá ver de qué manera el diálogo intergeneracional planteado contribuyó (no sin conflictos) a la formulación de nuevas perspectivas y modos de acción para la causa de Abuelas.

Palabras clave Historia Reciente Argentina; Derechos Humanos; Abuelas de Plaza de Mayo; HIJOS; Juventudes

Abstract

Some years before the appearance of H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio - Sons and Daughters for Identity and Justice against Oblivion and Silence), a group of sons and daughters of the disappeared had already made their appearance in the public sphere. They were united by a shared trajectory and cause: they were mostly grandchildren of members of Abuelas de Plaza de Mayo (Grandmothers of the Plaza de Mayo) and their public action was aimed at supporting the struggle for the restitution of appropriate children during the State terrorism in Argentina. In this paper, we will investigate that early experience of youth human rights activism. Based on the survey of diverse sources and interviews by ourselves, we will analyze the repertoire of contention and public discourses of these youth actors, their role within Abuelas, and their interaction with other groups (such as H.I.J.O.S.). This analysis will allow us to examine in what way the proposed intergenerational dialogue contributed (not without conflicts) to the formulation of new perspectives and modes of action for the cause of Abuelas.

Keywords Recent Argentine History; Human Rights; Grandmothers of the Plaza de Mayo; HIJOS; Youths

1. Introducción

El movimiento de derechos humanos argentino, que había sufrido un marcado retroceso tras la sanción de las leyes de Punto Final (1986) y de Obediencia Debida (1987), y de los indultos del presidente Carlos Menem (1989 y 1990), vivió un proceso de revitalización durante la segunda mitad de la década de 1990. En esos años, la discusión sobre las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura volvió a ocupar un lugar significativo en la agenda pública y los organismos recuperaron parte importante de su capacidad de movilización y de construcción de consensos sociales. Uno de los factores que contribuyeron a esta reactivación fue la emergencia pública de los hijos e hijas de los/as desaparecidos/as y de otras víctimas del terrorismo de Estado como un novedoso (y renovador) actor dentro del movimiento.

Las investigaciones suelen señalar que el primer gran hito en el salto a la escena pública de este actor fue la conformación de la agrupación H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), entre fines de 1994 y 1995. Sin embargo, algunos años antes de la aparición de esta agrupación se dieron otras experiencias previas, en diferentes ciudades del país y en el marco de diferentes organismos de derechos humanos. Uno de estos grupos, integrado por hijos e hijas de la Capital Federal y sus alrededores, alcanzó particular visibilidad a partir de numerosas acciones, como movilizaciones, publicaciones, presentaciones en congresos y entrevistas a los medios de comunicación. Los unía una trayectoria y una causa compartida: eran en su mayoría nietos y nietas de integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo (Abuelas) y su acción pública estuvo orientada a apoyar los reclamos de esa organización en pos de la restitución de los niños/as apropiados/as durante la última dictadura militar, denominados en aquella época como “niños desaparecidos”.1 Con el tiempo, su participación dentro de Abuelas no solo fue en aumento, sino que empezó a cuestionar y proponer nuevas miradas y preguntas sobre el pasado dictatorial y nuevos modos de acción y perspectivas políticas en las luchas del presente.

La actividad de este grupo, a diferencia de la de la agrupación H.I.J.O.S., no ha sido estudiada hasta el momento, y solo aparecen referencias aisladas en algunos relatos institucionales. En el presente trabajo nos proponemos indagar en esta experiencia de activismo y participación política juvenil. El análisis se enmarca temporalmente entre las primeras formas de aparición pública de estos/as hijos/as, a fines de la década de 1980, hasta principios de los años 2000, cuando esta participación se encontraba ya ampliamente consolidada e institucionalizada dentro de Abuelas de Plaza de Mayo. A partir del relevamiento y análisis de diferentes fuentes escritas (especialmente prensa de la época, publicaciones de los propios actores y documentos de terceros que dan cuenta de su acción pública) y de entrevistas propias, examinaremos las prácticas y los discursos públicos de estos actores juveniles y analizaremos sus transformaciones a lo largo del periodo. Como podremos observar, estas mutaciones estuvieron signadas por los cambios en los contextos políticos, los marcos sociales de la memoria y el propio desarrollo etario y político de los jóvenes. Examinaremos, en particular, el impacto de la emergencia de H.I.J.O.S., con sus nuevas preguntas y modos de acción, en las transformaciones de las prácticas y los discursos de estos/as jóvenes. Así, podremos observar la influencia de este activismo juvenil en las luchas de Abuelas de Plaza de Mayo. Si bien en parte estos jóvenes se hicieron eco del discurso y los modos de acción de la organización, también surgieron tensiones o contrapuntos entre sus propias inquietudes y perspectivas y las de los/as adultos/as que la integraban. Veremos, entonces, en qué medida este diálogo intergeneracional (no exento de conflictos) contribuyó a la reformulación discursiva y estratégica de las luchas por la restitución de los/as niños/as apropiados/as durante la última dictadura militar.

El análisis recupera herramientas teórico-conceptuales provenientes de la teoría de la acción colectiva, como la noción de repertorio de acción, acuñada por Charles Tilly (2008), que permite abordar las formas múltiples que adopta la acción contenciosa de los movimientos sociales en el espacio público, así como otros aportes más recientes que destacan el papel de las emociones en la movilización política (Jasper, 2013; Poma y Gravante, 2017). En esta misma línea, el artículo dialoga con una consolidada tradición académica que analiza en clave de movimiento social a las luchas por el esclarecimiento y juzgamiento de las violaciones a los derechos humanos en Argentina términos. Entre estos trabajos, cabe destacar las investigaciones pioneras de Elizabeth Jelin (1995, 2007, 2017) sobre los organismos del Área Metropolitana de Buenos Aires. También los trabajos sobre H.I.J.O.S., como los de Benedetta Calandra (2004), Luciano Alonso (2005), Pablo Bonaldi (2006), Santiago Cueto Rúa (2009) y Emiliano Tavernini (2019), que destacan las innovaciones y las rupturas introducidas por el grupo en el activismo del movimiento de derechos humanos, pero también las líneas de continuidad y las reformulaciones de prácticas y discursos preexistentes. Por último, debemos señalar las investigaciones que, en los últimos años, han ampliado las escalas de análisis para observar las dinámicas locales, regionales e internacionales del movimiento (Alonso, 2011 y 2015; Kotler, 2014; Catoggio, 2016; Jensen, 2017; Scocco, 2018; D’Antonio, 2018; Crenzel, 2019, entre otros). Al respecto, es importante remarcar una vez más que la experiencia histórica que analizamos en este artículo se ciñe al grupo de jóvenes que participaban de las acciones de la sede central de Abuelas, en la Capital Federal. Será tarea de futuras investigaciones indagar en la existencia de otros grupos que pueden haber participado de iniciativas similares en las filiales de la organización, en diferentes ciudades del país, o de otros posibles activismos a escala regional o internacional.

2. Cumpleaños, música y poesía: las primeras instancias de sociabilización de dentro de Abuelas

Durante de la década de 1980, Abuelas de Plaza de Mayo se convirtió en un espacio de sociabilización para muchos/as de los/as niños/as que eran localizados/as y restituidos/as a sus familias biológicas. La sede central de Abuelas, en la Capital Federal, fue el marco principal de una interacción en la que estos/as niños/as se encontraron con otros/as hijos/as de desaparecidos. Allí se festejaban los cumpleaños y los/as niños/as pasaban días de verano y varias tardes del año mientras sus abuelas realizaban diferentes tareas y encuentros organizativos. Así lo recuerda Tatiana Sfiligoy, una de las nietas recuperadas que compartía estos espacios:

A mí me gustaba ir a los cumpleaños de otros nietos o alguna fecha que nos invitaban. Había toda una cuestión social. Se armaban ya grupitos, no muchos, pero se armaban grupitos de chicas, sobre todo. Me gustaba ir.2

Estos “grupitos” no solo se encontraban en actividades infantiles sino que a veces también concurrían a otros eventos del mundo adulto de Abuelas, aunque en un comienzo con un cariz lúdico o de mero acompañamiento, similar a otras experiencias donde los/as niños/as se sumaban a las actividades políticas de sus madres, padres o encargados de crianza (Collazo et al., 2014). Una de estas participaciones fue el concierto de rock en el estadio de River Plate organizado por Amnistía Internacional en 1988.3 En este recital, Sting cantó la canción “Ellas bailan solas” (inspirada en la “cueca sola” de las madres y esposas de desaparecidos chilenos) e invitó al escenario a integrantes de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Varias de las jóvenes del grupo de nietas acompañaron a sus abuelas al recital y esta ocasión permitió el encuentro con otros de los jóvenes con los que después comenzarían a organizar diferentes acciones.

Una primera forma activa de participación de algunas nietas en las actividades de la organización fue la publicación de cartas, poemas y relatos. En agosto de 1990 Abuelas lanzó el libro Algún día..., una compilación de poemas y textos breves escritos por Mariana Eva Pérez y Yamila Grandi. Las jóvenes tenían 13 y 16 años respectivamente y habían mostrado desde niñas interés por la escritura creativa, como ellas mismas relataban en el prólogo a sus textos. Los relatos y reflexiones de Yamila Grandi tocaban temas diversos, vinculados con su búsqueda artística como joven escritora que estaba dando sus primeros pasos sus dudas sobre el talento, la originalidad y la potencialidad de su obra, el anhelo de trascendencia inherente a toda producción artística, el sentido del tiempo, de la escritura y de la vida misma. Solo uno de sus escritos, titulado “Pobre cuaderno”, hace alusión de forma explícita a los legados del terrorismo de Estado. Por el contrario, los textos de Mariana Pérez, escritos entre los 8 y los 13 años de edad, tenían como tópicos dominantes el secuestro y desaparición de sus padres y la búsqueda de su hermano nacido en cautiverio y apropiado por las fuerzas armadas. Otros escritos hablan del cariño ofrendado por sus abuelas y su abuelo en una crianza forzada por las circunstancias y del anhelo por encontrar a su hermano Rodolfo, a quien escribe sucesivas cartas contándole detalles de su vida y prefigurando un futuro encuentro.

Después de la publicación de este libro, Abuelas repitió la iniciativa a través de las páginas de su boletín periódico, Informaciones. Esta vez los textos publicados fueron los de dos jóvenes que habían sido recientemente restituidas e intentaban expresar los sentimientos generados por este proceso de cambios en sus vidas. En la edición de octubre 1990-febrero de 1991 de Informaciones se publicaba una carta dirigida a la abuela de Elena Gallinari Abinet, la primera niña restituida nacida en cautiverio. La joven contaba con alegría las últimas novedades de su vida, halagaba a las abuelas por su labor y les compartía un poema que le había valido el primer puesto en un concurso literario de su escuela.4 En la misma edición del Boletín aparecía la carta de otra nieta, María Victoria Moyano Artigas, también nacida en cautiverio y restituida a su familia biológica en 1987. Su carta no estaba dirigida a las Abuelas, como la de Elena, sino que tenía como destinatario a su madre desaparecida.5

Estos escritos tocaban temas diversos (algunos vinculados con el evento traumático de la desaparición forzada de los padres y las madres, otros no) y su análisis literario merecería un desarrollo que aquí no podemos abarcar. Nos interesa, en cambio, reflexionar sobre el hecho mismo de la publicación de estas cartas y poemas, a la par de severas denuncias y de minuciosas crónicas de medidas de lucha. Podemos pensar en su significado en una doble dirección, hacia adentro y hacia afuera de la organización. Hacia adentro, este tipo de manifestaciones artísticas permitían a estas jóvenes expresar y socializar sus sentimientos individuales en torno a temas sensibles y complejos de su propia biografía. Su inclusión en el boletín legitimaba esos sentimientos y les ofrecía un marco de inteligibilidad dentro de una narrativa común y un conjunto de emociones colectivas (Jasper, 2013). Era, asimismo, una forma de integrarlas al grupo y reforzar una identidad compartida.

Al mismo tiempo, con estos textos la organización buscaba abonar a la legitimación social de su reclamo por la restitución a sus familias biológicas de los “niños desaparecidos”. Como han señalado las investigaciones sobre los problemas públicos, para hacer prevalecer la definición de un problema y el reclamo por una posible solución, frente a otras alternativas planteadas por actores antagonistas, los grupos de interés buscan la adhesión de diferentes audiencias (Schillagi, 2011). Esto resulta particularmente cierto para los grupos que carecen de recursos financieros y de acceso directo a los hacedores de políticas públicas, para los cuales, como señala Dieter Rucht, “obtener atención pública y apoyo social es el principal mecanismo a través del cual se puede lograr el cambio político o social esperado” (2004, p. 200). La movilización emotiva es un recurso fundamental para lograr este apoyo; como señala James Jasper (2013), quienes impulsan una acción colectiva buscan generar o aprovechar “shocks morales”, “informaciones o eventos que les sugieran a las personas que el mundo no es lo que pensaban” (53), así como otros recursos retóricos y performáticos, que ponen en juego emociones diversas, como la indignación, la ira, la ansiedad o el amor, para incorporar nuevos miembros o persuadir a quienes no lo integran.

En el caso de Abuelas, en un momento histórico en el que la Justicia tomaba medidas ambiguas y contradictorias, trabando el avance de restituciones de niños ya identificados, y en el que además diferentes medios de comunicación e incluso algunos psicólogos y profesionales de la salud cuestionaban estos procedimientos, Abuelas buscaba demostrar el fundamento ético de su reclamo y el efecto psicológicamente reparador del conocimiento de la “verdadera identidad” (Regueiro, 2013). Para ello desplegaba una intensa batalla de ideas en la esfera pública, que era sostenida por sus equipos técnicos a partir de la conjunción de diferentes saberes disciplinares que terminaron de tomar forma hacia finales de la década del 80 (Quintana, 2018). Pero para lograr la adhesión emotiva de una parte importante de la sociedad era necesario, además, mostrar estas experiencias en primera persona, dándoles la palabra a las niñas restituidas y a las hermanas de otros “niños desaparecidos”. En el fondo, quizás, de lo que se trataba era de mostrar a la sociedad la felicidad de esas nietas y el orgullo que sentían por ellas sus abuelas y sus familias, lo que acentuaba la importancia de su restitución.6 Otros escritos presentes en las publicaciones de la organización permiten reforzar esta idea, como las crónicas sobre la vida de los/as nietos/as restituidos/as, que generalmente enfatizaban su alegría y plenitud y las notas sobre celebraciones de cumpleaños y otros encuentros de los/as nietos/as en la sede de Abuelas. Con la particularidad de cada género discursivo, todos estos escritos forman parte de lo que Teresa Basile (2019) ha denominado la “narrativa restitutiva”.7

Al mismo tiempo, como efecto de sentido estos discursos reforzaban el carácter “familista”, para decirlo como Jelin, del activismo de la organización. En su clásico trabajo, Judith Filc (1997) mostró cómo el movimiento de derechos humanos, alterando los sentidos del discurso castrense hegemónico, articuló sus denuncias en términos de parentesco. La familia, que se encontraba en el centro del discurso del régimen militar, se transformó en el eje de la acción de quienes lo denunciaban. En esta línea, Jelin (2007) señala cómo el parentesco estructuró también el activismo de estos grupos, lo que generó una comunidad política con una división estratificada y diferentes legitimidades para la toma de la palabra y la acción. Como veremos, estas jerarquías internas se pusieron de manifiesto y fueron foco de conflicto cuando, algunos años después, el grupo de jóvenes comenzó a querer tener un rol más activo, propositivo, y, también, cuestionador dentro de Abuelas

3. El paso a la acción pública

En su estudio sobre H.I.J.O.S. de Santa Fe, Luciano Alonso (2005) muestra cómo la agrupación experimentó dos etapas claramente diferenciadas: una primera de constitución del grupo hacia el interior, y una segunda de una acción social orientada hacia afuera. El desarrollo de una sociabilidad grupal fue la condición de posibilidad de esta segunda instancia de emergencia en el espacio público. Un derrotero similar puede observarse en los/as jóvenes que participaban de la vida social de Abuelas de Plaza de Mayo. Una vez consolidados un vínculo afectivo y una sociabilidad interna, el grupo comenzó a querer implicarse cada vez más en las tareas de la organización y progresivamente fue cobrando mayor visibilidad en su acción pública. Este proceso de involucramiento activo se dio por iniciativa propia pero también por estímulo de los/as adultos/as de la organización.8

Las movilizaciones contra los indultos que finalmente firmó el presidente Carlos Menem, en 1989 y 1990, propiciaron diferentes apariciones públicas de los hijos e hijas de los desaparecidos/as. El 8 de septiembre de 1989, una de estas masivas marchas, convocada en el Congreso de la Nación, concluyó con la palabra de la joven Laura Soto, hija de Delfor Soto, dirigente de la Juventud Peronista detenido-desaparecido en 1976. “Señor presidente, yo no quiero el indulto ni la amnistía, pero tampoco quiero venganza, solo quiero justicia, justicia, justicia…”, sentenció la joven, que según las crónicas de la época recibió un aplauso atronador.9 Estas movilizaciones también fueron el escenario de las primeras acciones colectivas del grupo de jóvenes que participaba con Abuelas. Junto con otros hijos/as de desaparecidos/as no vinculados/as directamente con la organización, participaron el 20 de octubre de 1989 de una marcha a Plaza de Mayo en la que los organismos entregaron al ministro del Interior, Eduardo Bauzá, un petitorio contra el indulto con cerca de un millón de firmas. Los/as jóvenes llevaban una bandera que los identificaba como “Hijos y nietos de desaparecidos” y, según la crónica de Página 12, cantaban “dónde está la democracia y el gobierno popular si lo largan a Videla y gobierna Alsogaray”, en referencia a las medidas de impunidad, pero también del plan económico neoliberal que empezaba a perfilar el gobierno menemista.10

Posteriormente, el 27 de septiembre de 1991, este grupo realizó una intervención pública con considerable repercusión mediática. Ese día se presentaron ante las puertas de los Tribunales de la Capital Federal Mariana Eva Pérez, Tania Waisberg, Laura y Tatiana Sfiligoy, Laura Scaccheri, las hermanas María y María José Lavalle Lemos y los hermanos José y Guillermo Freire, todos entre 14 y 18 años de edad. Reclamaban ser recibidos por el juez federal Ricardo Weschler, a cargo de la causa por la restitución de los mellizos Gonzalo y Matías Reggiardo Tolosa, apropiados por Samuel Miara (subcomisario recientemente retirado de la Policía Federal) y su esposa Beatriz Castillo. Se trataba de un proceso de restitución con fuerte impacto internacional (ya que los apropiadores se habían fugado con los niños a Paraguay) y amplia repercusión mediática (sobre todo, por el apoyo brindado a Miara y Castillo por varios periodistas) (Arditti, 2000, Abuelas de Plaza de Mayo, 2007). Frente a este panorama, los/as jóvenes movilizados demandaban “la restitución a su familia de sangre de todos los hijos de desaparecidos cuya situación legal está en la justicia”.11 El juez se negó a recibirlos y solo les prometió una posible audiencia para febrero del año siguiente.

En cambio, sí pudieron concitar la atención de varios medios de comunicación. Los periódicos Clarín, Crónica . Página/12 cubrieron la manifestación. Una de las jóvenes presentes, María José Lavalle Lemos, declaró al diario Crónica que pedían la restitución para que los mellizos “no sufran más”: “Sabiendo con quienes viven nos resulta horroroso, no solo por los secuestros de los que se lo acusa ahora a Miara, sino por los que hizo durante el proceso”.12 Consiguieron también aparecer en vivo en el programa FAX de Canal 13, que conducía Nicolás Repetto. En diálogo con el conductor, varias de las jóvenes insistieron en el reclamo de que el juez restituyera “de una vez por todas” a los mellizos Reggiardo Tolosa porque su situación era “urgente” y señalaron que querían reunirse con el magistrado para que escuchara sus propias experiencias como nietas restituidas o como hijos e hijas de desaparecidos/as que buscaban a sus hermanos nacidos en cautiverio. Durante la entrevista, Repetto quiso indagar en la experiencia del proceso de restitución de estos jóvenes. Una de sus preguntas encontró una respuesta muy contundente de María José Lavalle Lemos, según reproducía el diario Página 12:

—Después que los restituyeron, ¿ustedes no extrañaban a las familias con las que habían vivido?, porque supongo que los querían –preguntó entonces Repetto.

—Cuando supe la verdad me di cuenta de que la relación que me unía con mis apropiadores estaba basada en la mentira y ya no quise verlos más; además yo no iba a seguir viviendo con los secuestradores de mis padres –le respondió María José Lavalle Lemos.13

Nuevamente, vemos en las palabras de Lavalle Lemos y las/os otras/os jóvenes la correlación con el discurso institucional de Abuelas de Plaza de Mayo, al rechazar una vida “basada en la mentira” y enfatizar la capacidad liberadora de la verdad, del “reencuentro con nuestros orígenes”, a pesar de cualquier dificultad que pueda acarrear al principio la separación de los “apropiadores”.

Finalmente, el 6 de febrero de 1992 el grupo fue recibido por el juez Weschler. En declaraciones ante la prensa, las/os adolescentes reconocieron “la buena voluntad del magistrado al recibirnos y responder sobre nuestros requerimientos”.14 Aunque el encuentro se desarrolló en término cordiales, las/os jóvenes salieron con impresiones encontradas: “Weschler hizo un poco de demagogia diciendo a todo que sí, pero al menos nos llevamos su promesa de que cuando le devuelvan la causa [que se encontraba en manos de la Cámara Federal], va a resolver rápido”.15 En la conversación, se produjo un tenso intercambio que habría puesto de manifiesto las diferencias de expectativas entre el juez y el grupo de jóvenes, como afirma uno/a de ellos/as:

El juez nos dio la razón en todo, cada cosa que le decíamos le parecía lógica, pero sin embargo en ningún momento habló de restitución, siempre se refirió a un “acercamiento” de los mellizos con la familia de sangre (...) Tanto fue así que yo le pedí una aclaración. “¿Usted habla de restitución o de acercamiento?” le pregunté y no se comprometió con su respuesta. Me contestó: “Yo lo llamo acercamiento, vos llamalo como quieras. Pero nosotros sabemos que una cosa no es la otra”.16

No se trataba de una mera disquisición semántica, como lúcidamente advertía una de las nietas a pesar de lo que intentaba deslizar el juez. Por el contrario, era una diferencia fundamental en el asunto sobre el cual Weschler tenía que fallar. Mientras que “acercamiento” podía significar un encuentro o algún régimen de visitas de los mellizos con su familia biológica, pero sin dejar de vivir con el matrimonio Miara-Castillo, la “restitución”, como la entendía Abuelas y seguramente también este grupo de adolescentes, suponía cortar el vínculo de los niños con los apropiadores y entregarle la guarda a algún integrante de la familia biológica.

Más allá de las respuestas obtenidas del magistrado, la movilización de este grupo de adolescentes fue un aporte más en la intensa campaña de Abuelas para conseguir la restitución de los mellizos Reggiardo Tolosa. Estas intervenciones en Tribunales fueron similares a otras realizadas en los años previos por la organización: una acción directa, visible, pacífica pero no prevista por las autoridades, dirigida al poder judicial y, de manera específica, al magistrado a cargo de una causa, lo que concitó la atención de los medios de comunicación. Las semejanzas con el repertorio de acción colectiva de Abuelas es un indicio más de que, aun cuando los adolescentes hayan actuado por cuenta propia y con bastante autonomía, es muy probable que la organización haya tenido alguna injerencia en la protesta, aunque más no fuera de forma indirecta.

De hecho, la visibilidad obtenida por este grupo de adolescentes a través de estas acciones de protesta y la exposición pública de sus experiencias fue potenciada por la propia institución. Entre el sábado 11 y el lunes 13 de abril de 1992, Abuelas de Plaza de Mayo celebró sus 15° aniversario con la realización del Seminario Internacional “Filiación, Restitución, Identidad”, que se desarrolló en el Centro Cultural General San Martín de la Capital Federal. El seminario contó con la participación de genetistas, psicólogos, abogados, intelectuales y referentes de otros organismos de derechos humanos, que analizaron las problemáticas relacionadas con la restitución de los “niños desaparecidos con vida”, como los llamaban en declaraciones al diario Clarín17. A pesar de la presencia de todos estos especialistas, la atención del seminario la atrajo el grupo nietas, que expusieron al cierre de la última jornada:

Con 15 años, la misma edad que acaban de cumplir las Abuelas de Plaza de Mayo como institución, Mariana Pérez llevó la voz cantante del grupo de adolescentes restituidos o hermanos de desaparecidos (...) Mariana logró que el auditorio pusiera su mirada en el futuro y cosechó el mejor de los aplausos, a pesar de compartir el panel con experimentadas figuras como la psicoanalista californiana Nancy Hollander, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel o el fiscal Luis Moreno Ocampo.18

Mariana Pérez ya había intervenido en un par de ocasiones durante el día para pedir a un panel de psicólogos que “hablen fácil para que nosotros [los jóvenes] podamos entenderles”, ya que “si estamos aquí es porque queremos y ustedes tienen la obligación de ayudarnos”.19 El grupo de jóvenes también tuvo un lugar destacado en el cierre del seminario. Según recuerda Elena Gallinari, se habían organizado para hacerles a las abuelas un “agasajo”:

Nos habíamos juntado un par de nietos y era un aniversario de Abuelas, creo que de 15 años de Abuelas. Entonces nos juntamos e hicimos un agasajo para ellas. No me acuerdo si había sido en el Centro Cultural, ahora no sé si está cerrado o abierto. El que está en Corrientes, el San Martín. Hubo un evento y habíamos hecho unos regalos y unas cosas para ellas.20

Según los registros del seminario, las nietas le regalaron a cada una de ellas un crisantemo en reconocimiento por sus quince años de lucha. También leyeron un discurso en el que, además de celebrar la lucha de sus abuelas, hablaron de su rol en el presente y en el futuro de la organización:

Queridas Abuelas: Hoy es, para ustedes y para nosotros, un día especial. Hace ya 15 años de los días oscuros en que el Proceso nos robaba tanta gente emprendedora, tanta sangre nueva. Y 15 años hace ya de la época en que varias mujeres con un fuerte amor de madres y abuelas, unía su lucha. Por sus hijos, por sus hijas embarazadas, por el nieto de un año que había desaparecido o esa nieta que se espera para tal mes. Es decir, por nosotros.

Han pasado 15 años. Hubo alivio al ver asumir a un gobierno democrático, que luego fue una gran decepción: “Punto Final”, “Obediencia Debida”, asesinos en la calle y en cada chico que se encontraba, la desesperación de pensar que pasaba otro día y quedaban cientos por localizar.

Luego un nuevo gobierno y un nuevo golpe. Si antes los culpables directos habían quedado en libertad, ahora los hombres cuyas mentes perversas habían planeado el genocidio, eran indultados. Pero no van a decretar nuestro perdón, no van a imponernos el olvido.

Nosotros vamos a apoyarlas. Somos el fruto de su lucha, somos sus nietos. Cada una de ustedes es un poquito nuestra abuela. Estamos acá y el día en que ustedes no puedan buscar más, nosotros vamos a hacerlo. Continuaremos su trabajo, tan amplio y, aunque no lo parezca, con tantos momentos felices. Copiaremos el ejemplo de vida que nos dan. Juntos vamos a encontrar a los que faltan, por ellos mismos y por ustedes. Y por vos, hermanito, que estás en algún lado (Citado en Abuelas de Plaza de Mayo, 1994, p. 386).

“Somos el fruto de su lucha, somos sus nietos.” Esta frase se asemeja mucho al futuro lema de H.I.J.O.S.: “nacimos en su lucha, viven en la nuestra”. Pero mientras que para H.I.J.O.S. la “lucha” que los había gestado era la militancia revolucionaria de sus padres y madres, para el grupo de nietas la “lucha” era la acción colectiva de las Abuelas, quienes para encontrar a sus nietos/as (“varias mujeres con un fuerte amor de madres y abuelas, unía su lucha (...) por nosotros”) enfrentaron a la dictadura y no se detuvieron ante las “leyes del perdón” y los indultos de la democracia (“no van a decretar nuestro perdón, no van a imponernos el olvido”). Es en esta gesta en la que las jóvenes se reconocían, la que las convocaba y de la que se asumían como continuadoras: “Estamos acá y el día en que ustedes no puedan buscar más, nosotros vamos a hacerlo”. A diferencia de la posición pública que en años posteriores esgrimirá la agrupación H.I.J.O.S., el documento no se detenía en la memoria ni en la reivindicación de los actos de sus progenitores. Su militancia política solo recibía una alusión muy vaga, cifrada en su mención como “gente emprendedora” y “sangre nueva”, que fue “robada” por el “Proceso”. En última instancia, seguían operando entre estas jóvenes los marcos de enunciación del régimen de memoria construido en la temprana posdictadura, que subsumía a los/as desaparecidos/as a su mera condición de víctimas inocentes del horror (Crenzel, 2008 y 2010).

En el cierre de este seminario del 13 de abril de 1992 intervinieron brevemente, además de Mariana Pérez, tres nietas recuperadas: Paula Logares, María José Lavalle Lemos y Laura Scaccheri. Las palabras de esta última resonaron fuertemente en el auditorio:

Quiero dar las gracias a las Abuelas porque me encontraron e hicieron posible mi restitución. Quiero decirles que estoy muy bien. Que en estos días oí hablar de dificultades y dramas psicológicos y les quiero decir que yo no tengo ninguno. Nada más. (Abuelas de Plaza de Mayo, 1994, p. 386).

Nuevamente, como meses antes frente al juez federal y los medios de comunicación, el testimonio directo de una nieta restituida cobraba mucha fuerza para la búsqueda de adhesión emotiva y la construcción de legitimidad social de la causa de Abuelas, al contradecir el núcleo duro del argumento de sus antagonistas (las “dificultades y dramas psicológicos” que podrían estar asociados a la separación de las “familias de crianza”). Laura Scaccheri volvió a tener una participación relevante menos de un año después, cuando el 22 de febrero de 1993 presentó su historia en la Asamblea de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra.21 Como en otras ocasiones, Abuelas de Plaza de Mayo pudo exponer en el encuentro en su calidad de integrantes de una organización internacional con estatus consultivo en el Consejo Económico y Social de la ONU, en esta oportunidad, gracias a su pertenencia a la Federación Latinoamericana de Familiares de Desaparecidos (FEDEFAM). Siempre en nombre de FEDEFAM y con respecto al punto del temario referido a las desapariciones forzadas, habló primero una integrante de Abuelas, que denunció la persistencia de dichas prácticas en América Latina y la impunidad para quienes las habían perpetrado en las dictaduras de la región en los años previos. Pidió “dar especial tratamiento a la desaparición de niños” y “prestar atención a la restitución de ellos en Argentina, Uruguay y Chile”, y, a continuación, le cedió la palabra a la joven Scaccheri, que tenía solo 15 años en ese momento:

Viví durante ocho años con unas personas que falsificaron mi documento y mi partida de nacimiento. La lucha por la verdad hizo que en el año 1985 Abuelas de Plaza de Mayo me encontrara y junto con mi familia hiciera posible mi restitución. Hoy, por mi experiencia, sé lo que significa la restitución y que es algo alcanzable. Lástima que hombres que tendrían que defender la justicia y la libertad sean en realidad un obstáculo para lograrlas.

Ahora vivo con mi familia. Allí con ellos pude preguntar, buscar, mirar para atrás poco a poco, llorar y reír, con cariño y sobre todo sin mentiras.

Si se logró mi restitución y la de otros cincuenta chicos, ¿por qué se hacen tan difíciles las que faltan? (...) Como por ejemplo, un caso vigente en Argentina, el de los mellizos Reggiardo Tolosa. La restitución da la posibilidad de reencontrarse con la verdad, con la familia, la que estuvo desde siempre, en el proyecto de vida de nuestros padres hoy desaparecidos.

Quiero agradecer a FEDEFAM por haberme invitado a participar de este espacio tan importante, que me da la posibilidad de contarles mi historia y pedirles ayuda para los chicos que continúan desaparecidos, porque yo sé lo difícil que le resulta a la gente entender que los chicos restituidos –a pesar de lo dolorosas que son algunas restituciones– estemos bien.22

La exposición retomaba muchos de los tópicos del discurso de Abuelas y también algunas de las afirmaciones de la propia Laura en el Seminario Internacional “Filiación, Identidad, Restitución” del año anterior: ella no fue abandonada, sino apropiada; la restitución fue el inicio de un camino de construcción de la verdad con su familia biológica y, pese a que mucha gente le “resulte difícil de entender”, ella estaba bien. Por eso se dirige a los presentes para pedirles ayuda para restituir a los otros “chicos”, como los mellizos Reggiardo Tolosa, frente a los hombres que en vez de administrar justicia “son un obstáculo para lograrla” o pretenden que “ellos elijan” (como planteaban los abogados defensores de los Miara y replicaban diversos medios de comunicación en Argentina), cuando eso sería “delegar en los chicos lo que tendrían que decidir los adultos”. En suma, se trata de conceptos muy similares a los vertidos por las referentes de Abuelas y por los profesionales de sus equipos jurídicos y psicológicos en su disputa pública contra quienes se oponían a las restituciones (Arditti, 2000; Oren, 2001; Villalta, 2012; Regueiro, 2013).

Las diferentes acciones analizadas del grupo de nietas y nietos, conformado por un conjunto fluctuante de aproximadamente una decena de adolescentes de entre 14 y 18 años, hijas e hijos de desaparecidos, casi todos criados por integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo o ellos mismos nietos/as restituidos, supusieron una muy temprana participación de los “hijos de desaparecidos” como colectivo distintivo en las luchas por los derechos humanos. Sus manifestaciones, sus publicaciones y sus discursos públicos constituyen así uno de los antecedentes de la movilización de este actor político que, a partir de 1995, alcanzó gran visibilidad pública gracias a la emergencia pública de la agrupación H.I.J.O.S.

Sin embargo, las diferencias entre el “grupo de nietos/as” y lo que luego será H.I.J.O.S. son múltiples, tanto a nivel de la acción colectiva como del discurso público. Como hemos visto, la palabra pública de las adolescentes que integraban el grupo de nietas de Abuelas estaba muy ceñida al discurso institucional de esa organización. Dicho discurso tenía una dimensión muy específica dentro del movimiento de derechos humanos, en la medida en que se focalizaba en la cuestión de la “restitución de niños”, y a la vez se sostenía sobre una representación del pasado reciente dictatorial todavía muy anclada en el discurso humanitario de las “víctimas inocentes” elaborado en la transición a la democracia. Todo esto repercutía en la palabra pública de las jóvenes que participaban en este pequeño grupo, cuyas acciones estaban dirigidas exclusivamente a acompañar la lucha de Abuelas por la restitución de sus nietos/as. La trayectoria de vida de sus padres y madres, sus afectos, sus decisiones políticas o su militancia revolucionaria todavía no aparecían como ejes de su discurso. Sus elecciones u opciones vitales no aparecían ni reivindicadas ni mucho menos cuestionadas o puestas en tensión (como ocurrirá desde principios de los 2000 en la producción literaria y cinematográfica de algunos/as hijos/as). En las vagas y aisladas menciones a sus padres y madres lo que primaba era una sublimación o idealización abstracta, expresada en imágenes propias del universo infantojuvenil (los padres como “estrellas”, “gente emprendedora”, “reyes”, etc.)

Por su parte, si bien el discurso de H.I.J.O.S. fue mutando a lo largo del tiempo y en un primer momento también estuvo más apegado a la narrativa humanitaria, progresivamente fue planteando nuevos interrogantes y cuestionamientos, que se plasmaron en diversos modos de acción. En este sentido, su emergencia y consolidación y el nuevo momento memorial inaugurado en gran medida por el vigésimo aniversario del golpe de Estado, en 1996, supusieron un punto de inflexión para este grupo de nietos y nietas, que adquirirán un renovado papel dentro de Abuelas.

4. H.I.J.O.S y Abuelas

En la segunda mitad de la década de 1990, las denuncias a las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la última dictadura militar volvieron a ocupar un lugar importante en la esfera pública argentina, después de un periodo de reflujo que había comenzado con las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. La masiva movilización por el vigésimo aniversario del golpe de Estado en 1996, el repudio a las declaraciones de algunos represores, como Adolfo Scilingo (partícipe en los “vuelos de la muerte”), y la eclosión de testimonios de sobrevivientes y de antiguos militantes produjeron lo que Lvovich y Bisquert (2008) han denominado “el boom de la memoria”, un proceso local que estaba en sintonía con lo que ocurría en la misma época en gran parte del mundo occidental (Huyssen, 2002; Wieviorka, 2006).

Este “boom” estuvo fuertemente impulsado por el crecimiento del protagonismo de los hijos e hijas de los/as detenidos/as desaparecidos/as y de otros afectados por la persecución política, que para entonces alcanzaban la mayoría de edad o transitaban sus veinte años. En abril de 1994 un grupo de quince hijos e hijas de desaparecidos/as participó en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata de un homenaje a los desaparecidos de esa institución. Estas y otras participaciones propiciaron el encuentro con otros/as hijos/as de distintos lugares del país, quienes confluyeron en un campamento realizado en Río Ceballos, Córdoba. En este encuentro surgió la idea de formar la agrupación H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). A partir de 1995, las diferentes filiales de la agrupación (La Plata, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Rosario, entre otras) comenzaron a intervenir activamente en las acciones del movimiento de derechos humanos (Alonso, 2005; Bonaldi, 2006, Cueto Rúa, 2009).

H.I.J.O.S. agrupaba en primer lugar a quienes tuvieran madres y/o padres detenidos/as-desaparecidos/as o asesinados/as. Progresivamente (en algunas filiales, no en todas) se fueron incorporando hijos e hijas de presos/as políticos/as y de exiliados/as, e incluso en algunos casos se abrió el espacio a la participación de “población abierta”, es decir, no afectada directamente por el terrorismo de Estado (Bonaldi, 2006). La organización se planteó desde sus inicios dos objetivos principales: denunciar la impunidad de los culpables de las violaciones a los derechos humanos y restituir la identidad de los/as desaparecidos/as, y la suya propia, en tanto hijos e hijas de aquellos (Calandra, 2004). En el campo político y del movimiento de derechos humanos, la agrupación H.I.J.O.S. aportó nuevas miradas, formas de acción y reivindicaciones. Su lema (“Nacimos en su lucha, viven en la nuestra”) sintetizaba en gran medida la concepción de su activismo. Tanto frente a la imagen de los desaparecidos como “terroristas subversivos”, que habían intentado imponer los militares, como frente a esa otra imagen, la de “víctimas inocentes”, que hegemonizó el discurso humanitario desde la publicación del “Nunca Más” y el juicio a las Juntas Militares, el lema de H.I.J.O.S. mostraba la firme intención de devolverles a sus padres su identidad militante, recuperando sus ideales y opciones políticas. En este sentido, H.I.J.O.S. se constituyó como un organismo que, sin rechazar la narrativa humanitaria característica del movimiento de derechos humanos, reivindicó también activamente el pasado militante de los desaparecidos, sus padres y madres (Cueto Rúa, 2009).

La reivindicación de la militancia de los años setenta no se tradujo en una interpretación homogénea de ese pasado ni en un programa político consensuado y bien delimitado. En algunos hijos e hijas implicó la adhesión al proyecto revolucionario e incluso una reivindicación de la opción por la lucha armada adoptada en su contexto histórico; en otros, en cambio, supuso una recuperación más general del “espíritu de lucha” de sus padres y madres. En cualquier caso, la valorización de la militancia paterna y materna marcó la acción política de la organización, tanto en sus formas (entre las que destacaron los escraches, por su magnitud y visibilidad) como en sus reivindicaciones (que no se restringieron al reclamo de justicia reparatoria, sino que en muchos casos se extendieron a la denuncia de la represión institucional y las políticas neoliberales de los años 90) (Cueto Rúa, 2009).

La aparición de H.I.J.O.S. también marcó una serie de innovaciones en el repertorio de acción del movimiento de derechos humanos. Ana Oberlin, una de sus fundadoras afirma: “Habiendo surgido H.I.J.O.S. en ese momento donde los canales institucionales se encontraban bloqueados, la organización llevó adelante una serie de innovaciones tendientes a lograr el repudio por parte de la sociedad a esta situación” (Oberlin, 2011, p. 203). Así, con el lema de “si no hay justicia, hay escrache”, H.I.J.O.S. introdujo una nueva práctica para denunciar a los represores: los “escraches”, manifestaciones en los domicilios de los represores con el objetivo de hacerle saber a los/as vecinos/as quién vivía allí y tornarlo visible para su entorno social (Cueto Rúa, 2009; Oberlin, 2011).23 Como señala Emiliano Tavernini, el escrache puede ser pensado como una performance, un dispositivo complejo de transmisión de la memoria:

[En el escrache] intervienen diversos archivos (por ejemplo con la utilización e intervención de las fotos de los genocidas o el diseño de los mapas que marcan qué represores viven en un barrio determinado) en la realización de repertorios que actúan como memoria corporal: performance, gestos, oralidad, movimiento, danza, canto, en continuas variaciones de sí mismo (2019, p. 6).

La teatralidad y espectacularidad de estas intervenciones (con cantos, pintadas, murgas y cierto espíritu festivo inhabitual en las protestas callejeras) llamaron la atención de la prensa de la época, que no lograba encuadrar a este modo de acción dentro los parámetros de las manifestaciones políticas tradicionales.24

La fuerza transformadora y revitalizadora del movimiento de derechos humanos que implicó la emergencia de H.I.J.O.S. impactó de manera directa en el activismo del grupo de jóvenes que participaba en Abuelas de Plaza de Mayo. En 1996, en el marco de los actos por los veinte años del golpe de Estado de 1976, sus integrantes escribieron una carta abierta a las Abuelas indicativa del protagonismo que esperaban ocupar en la nueva etapa que se abría:

Nosotros somos parte viviente de la historia que relatan las Abuelas. Algunos buscamos a nuestros hermanos. Otros nos perdimos en manos extrañas. Algunos recuperamos nuestra identidad y estamos aquí por los que todavía necesitan reencontrarse con su historia y con ellos mismos. Más allá de la importancia que han tenido las Abuelas en nuestra historia personal, nos han enseñado algo que nos acompañará siempre: es el compromiso con la vida, la lucha incesante por la verdad y la justicia. (...) Queridas Abuelas. Hoy les decimos que no somos sólo el futuro de esta causa: somos también el presente (citado en Dillon, 2002, p. 10).

Esta vocación de protagonismo que el grupo reclamaba para sí (“Somos parte viviente de la historia que relatan las Abuelas”, “somos también el presente”) se expresó en la organización en los años siguientes, lo que dinamizó numerosos aspectos de su activismo pero también generó tensiones y algunos conflictos. En una entrevista a Marta Dillon del año 2002, Mariana Eva Pérez señalaba que les había llevado dos años conseguir que en Abuelas aceptaran incorporarlas al trabajo cotidiano de la organización. En su imaginario ellas también seguían siendo, como los “niños desaparecidos”, unos/as “bebés”:

Es que hay que entender que son nuestras propias abuelas, las que nos criaron, y no es fácil. Pocos años atrás, desde su perspectiva, era un peligro para ellas que tocáramos la fotocopiadora. Les costó entender que habíamos crecido (citado en Dillon, 2002, p. 11).

El relato muestra una tensión, en el diálogo intergeneracional planteado, entre la vocación de las jóvenes de comprometerse activamente con la organización (y su deseo concomitante de que su palabra fuera escuchada y tenida en cuenta) y una mirada “adultocéntrica” dispuesta a integrarlos/as dentro de un encuadre limitado, pero sin reconocer plenamente su agencia. La propia Mariana Pérez, en sus trabajos posteriores como investigadora social, ha señalado cómo esta perspectiva “adultocéntrica”, inherente a las lógicas “familistas” del movimiento de derechos humanos, ha contribuido a invisibilizar a niños/as y jóvenes, primero en su carácter de víctimas del terrorismo de Estado y luego como sujetos políticos del movimiento, que quedaron ceñidos, en la acción y en los discusos, a su condición filiar como “hijos de” (Pérez y Capdepón, 2022).

A pesar de estas tensiones, algunas iniciativas del grupo de jóvenes pudieron prosperar, y, según numerosos testimonios, fueron muy importantes en la reorientación estratégica que vivió Abuelas de Plaza de Mayo por aquellos años. En especial, la idea de dirigirse directamente a los “nietos”, de idear acciones para convocarlos en sus propios espacios de sociabilización y el hecho de que se “busquen a sí mismos” parecen haber surgido de ellos. En el mismo testimonio del año 2002, Mariana Eva Pérez hablaba de la importancia que había tenido, desde su punto de vista, la participación de los/as jóvenes en la reconfiguración de la organización:

Necesitaba estar ahí para participar directamente de la búsqueda de mi hermano y del resto de los chicos. Y pude hacerlo cuando se tomó conciencia de la necesidad de un cambio en la metodología de trabajo a partir de que se empezaron a acercar chicos con dudas sobre su identidad (citado en Dillon, 2002, p. 11).

Al respecto de esta participación juvenil, Marcelo Castillo recuerda los orígenes de la propuesta de organizar un recital con bandas de rock para el vigésimo aniversario de Abuelas, en 1997:

Los jóvenes decían “queremos Rock por la Identidad porque si no estamos buscando bebés, estamos buscando”… “Y pero nosotros queremos que esté León Gieco, los históricos”. Entonces se decidió hacer un festival que cubría las expectativas de Abuelas y las expectativas de los jóvenes. Uno fue un viernes y el otro fue un sábado.25

A pesar de la disidencia inicial de las abuelas, los/as jóvenes insistieron y el “Festival por la Identidad” finalmente contó con dos eventos gratuitos en Plaza de Mayo: uno el viernes 21 de noviembre, que fue promocionado por la organización como “Encuentro de música popular”, en el que tocaron Ignacio Copani, Juan Carlos Baglietto, Víctor Heredia, Opus 4 y Piero, y otro al día siguiente, el sábado 22, que fue un recital de rock con la presencia de bandas muy convocantes de la época como Las Pelotas, Los Caballeros de la Quema, Bersuit Vergarabat y Los Visitantes.26

Todos los testimonios coinciden en afirmar que este recital de dos días fue de suma importancia para la construcción de la imagen de Abuelas, sobre todo de cara al público juvenil. Según afirmaban en un comunicado previo al espectáculo, las Abuelas esperaban “despertar, en los jóvenes, la consciencia y el interés por el trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo”. El evento, en opinión de sus protagonistas, habría alcanzado en alguna medida estos objetivos. Castillo afirma que al festival de rock asistieron alrededor de 50.000 personas.27 Tatiana Sfiligoy, una de las nietas restituidas que integraba el grupo de jóvenes y que participó de la organización, recordaba lo que sintió al subir al escenario y ver tanta gente reunida en una actividad de las Abuelas:

Era muy loco, había un montón de gente, sobre todo jóvenes. En un momento subimos al escenario [el grupo de jóvenes que participaba en Abuelas] y aprovechamos para decir unas palabras. Era muy emocionante hablar para un montón de gente. Viste cuando el público empieza a cantar una canción y vos la tenés que tomar, porque si no, no hay feedback. “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta es militar”, y yo saltando en el escenario. Lindos recuerdos también de esa época, de todas las movidas que se generaron y también eso ayudó a que la sociedad en su conjunto legitimara la búsqueda de Abuelas. De la mano de los jóvenes, fue una buena iniciativa.28

Una actividad para la juventud y “de la mano de los jóvenes”; este es el tono de muchas de las acciones e iniciativas que comienzan a llevarse a cabo durante estos años. Este proceso se dio tanto desde afuera como desde adentro de la organización, en un movimiento interrelacionado con numerosos vasos comunicantes. Varios de los/as jóvenes que participaban del activismo de Abuelas por lo menos desde comienzos de la década de 1990 se involucraron en H.I.J.O.S., como la propia Tatiana Sfiligoy, Hugo Ginzberg y María Lavalle Lemos. Estos/as jóvenes, con su doble pertenencia, funcionaron como correa de transmisión, al llevar las inquietudes que se planteaban en la nueva agrupación a las discusiones dentro de Abuelas. Estas discusiones atravesaban el marco de la militancia en los organismos de derechos humanos, y, también, se experimentaban en otros ámbitos por los que circulaban los/as integrantes del grupo de jóvenes, como la universidad y la militancia estudiantil, de donde también provinieron otros/as jóvenes que, sin vínculos de parentesco con jóvenes apropiados/as, se sumaron a la lucha de Abuelas.29 Por todos estos canales varios elementos innovadores comenzaron a impactar dentro de la organización, lo que devino en nuevas inquietudes y también cuestionamientos a las prácticas y los relatos consuetudinarios.

La irrupción en escena de la agrupación H.I.J.O.S. es un elemento central para entender este proceso de transformación. Al igual que Abuelas, H.I.J.O.S. otorgaba un lugar central a la cuestión de la identidad en sus prácticas, a punto tal que formaba parte del nombre de la organización (“Hijos e hijas por la Identidad…”). Ahora bien, ¿qué entendían desde esta organización por “identidad” y en qué medida estas concepciones confluyeron, colisionaron o tendieron a modificar las de Abuelas? En su estudio sobre H.I.J.O.S., Benedetta Calandra (2004) señala que el problema de la identidad adquirió varias dimensiones en el activismo de esta agrupación. En primer término, el trabajo en torno a la identidad hacía referencia a la elaboración de la propia experiencia vivida por parte de los/as hijos/as y al mismo tiempo a la recuperación de la memoria de sus padres y madres. Ambas eran facetas de un mismo proceso de reconstrucción identitaria al que la organización le dio un lugar central. Así pues, una de las comisiones más importantes de H.I.J.O.S. y a la que se sumaban casi todos los nuevos integrantes era la Comisión de Identidad. Esta comisión funcionaba como un espacio de contención e integración colectiva, en el que cada integrante narraba su propia historia, muchos de ellos por primera vez. Según Calandra, la similitud de las vivencias narradas les infundía coraje y les ayudaba a dar forma propositiva y activa al dolor (Calandra, 2004, p. 80). La Comisión de Identidad también abordaba el proceso de reconstrucción de la memoria de los padres y las madres desaparecidos, para recuperar sus trayectorias de vida y realizar homenajes y recordatorios. Con el paso del tiempo, la Comisión Identidad en diferentes filiales se fue disolviendo, pero, en su lugar, con algunas funcionales similares (como la de reconstrucción memorial) surgió la Comisión de Memoria.

En esta primera dimensión, el problema de la identidad en H.I.J.O.S. era retomado desde una perspectiva que incorporaba a la reconstrucción de la memoria y a la experiencia personal históricamente situada como elementos fundamentales. Sin embargo, para H.I.J.O.S. la noción de identidad también adquirió un significado similar al de Abuelas: la búsqueda y restitución de la identidad de los/as jóvenes apropiados/as. De Vecchi Gerli (2010) señala que al comienzo se dio la discusión en las diferentes filiales acerca de si tenía sentido que se creara una comisión que trabajara sobre los casos de chicos apropiados, dado que Abuelas se encargaba del tema desde hacía dos décadas.30 Finalmente, a partir de un argumento eminentemente generacional, se llegó a la conclusión de que desde su lugar podrían hacer y pensar cosas quizás diferentes a las que hacían las Abuelas y también creían que muchos jóvenes verían más fácil acercarse a un grupo de pares por una cuestión de identificación. María Lavalle Lemos, integrante de ambas organizaciones, era una de las que pensaban de esta manera: “A muchos chicos les resulta más fácil hablar con gente de su generación y por eso prefieren acercarse a H.I.J.O.S. cuando tienen dudas, pero trabajamos en conjunto y es fundamental contar la experiencia acumulada en Abuelas” (citado en Dillon, 2002, p. 11).

Esta idea era compartida, por ejemplo, por Mariana Eva Pérez, que no participó activamente de H.I.J.O.S., pero que sin embargo reflejaba un punto de vista similar con respecto a la importancia de los jóvenes como interlocutores para sus congéneres. En una entrevista al diario La Nación en 1998 describía de esta forma su trabajo en Abuelas de Plaza de Mayo:

Lo que hacemos con otros chicos que también trabajan con Abuelas (algunos restituidos, otros hermanos de los sustraídos) es hablar a los de nuestra generación. Si naciste entre 1972 y 1980, podés ser un chico desaparecido. Es para que se tome conciencia de que hasta que no se resuelva va a quedar el tema inconcluso. Hasta que no aparezca el último chico, cualquiera puede ser hijo de desaparecidos. Esta duda pesa sobre nuestra generación.31

En definitiva, con la idea en mente de “hablarle a los de nuestra generación”, cada regional de H.I.J.O.S. que lo encontraba dentro de sus posibilidades organizó una comisión, denominada Comisión de Hermanos, que estaría encargada de realizar tareas relacionadas con la búsqueda y restitución de los jóvenes apropiados. En cada provincia el grupo de Hermanos realizaba tareas de recepción de denuncias, investigaba, recopilaba información sobre casos sospechosos de apropiación y realizaba acciones de difusión (Calandra, 2004).

Estas comisiones, que se originaron de manera autónoma y con diferentes tiempos en las regionales de H.I.J.O.S., pronto comenzaron a centralizarse y a articular de manera estrecha con Abuelas de Plaza de Mayo. Un primer momento en este proceso se dio en 1999, cuando luego de una serie de reuniones entre ambas organizaciones se creó una Comisión de Hermanos unificada. El primer paso de este proceso fue un encuentro que mantuvieron en 1998, durante el congreso nacional de H.I.J.O.S., algunos representantes de esta agrupación con el grupo de jóvenes que militaba en Abuelas. En esa reunión, los integrantes de H.I.J.O.S. manifestaron las dificultades que se presentaban en las comisiones de hermanos de sus filiales: dificultades para manejar las denuncias recibidas, falta de organización y de experiencia para llevar a cabo las investigaciones a nivel local. En 1999, quince miembros de la agrupación H.I.J.O.S. de Capital Federal, La Plata, Tucumán, Córdoba y Rosario se encontraron en Buenos Aires con integrantes de Abuelas, en el primer contacto formal entre ambas organizaciones, y decidieron crear una Comisión de Hermanos de alcance nacional. Tras el encuentro, los/as representantes de H.I.J.O.S. reconocieron como punto de partida para esta tarea de búsqueda la trayectoria de lucha de Abuelas (se decidió “dejar de lado las diferencias políticas” que pudieran tener con la organización), pero a la vez remarcaron que su interés no era el de ser simplemente “observadores”, sino que querían encarar estas tareas desde su propia organización.32

Una segunda instancia en este proceso de alineamiento entre las iniciativas de H.I.J.O.S. y la acción de Abuelas se dio a partir del año 2003 con desarrollo progresivo de la Red Nacional por el Derecho a la Identidad. La creación de esta red fue posibilitada por un importante financiamiento de la Unión Europea, que a su vez propició un proceso de profesionalización y reestructuración institucional.33 El objetivo primario del financiamiento era permitir a integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo viajar junto con funcionarios de la CONADI y de la Defensoría del Pueblo por todo el país durante dos años, entre 2003 y 2004, para llegar a aquellas personas con dudas sobre su identidad. La iniciativa surgía a partir de las numerosas consultas que recibían de jóvenes que vivían en el interior pero que no podían acercarse hasta la capital. La propuesta de Abuelas era realizar en cada lugar una difusión previa y tratar de generar lazos con organizaciones locales para posteriormente continuar vinculados y conformar la red:

En cada localidad que vayamos a visitar, durante aproximadamente quince días antes, realizaremos una campaña de difusión con la participación de la televisión, la radio y los periódicos locales. Además, el proyecto incluye la idea de organizar una Red de trabajo conjunto en la defensa y promoción del derecho a la identidad.34

Luego de un año y medio de viajes por todas las provincias del país, en octubre de 2004 Abuelas anunciaba que había quedado conformada la Red Nacional por el Derecho a la Identidad. Cada nodo contaba con un referente para que todos/as aquellos/as que tuvieran dudas o quisieran acceder a información sobre el derecho a la identidad tuvieran a dónde y a quién dirigirse. Lo importante aquí es que en varias ciudades dicho nodo estaba compuesto por representantes de H.I.J.O.S. e incluso directamente por la Comisión de Hermanos local. De esta forma, estas comisiones comenzaron a trabajar muy estrechamente con Abuelas y con la CONADI.35

La afinidad entre la Comisión de Hermanos y el trabajo de Abuelas puede notarse en el hecho de que, si bien la difusión ocupaba un lugar muy importante en las actividades de la primera, esta comisión nunca produjo campañas propias, sino que en todo caso impulsó las que llevaba a cabo Abuelas (De Vecchi Gerli, 2010). En los casos en los que se desarrollaron algunas estrategias gráficas, como por ejemplo pósteres y volantes, estos solían usar consignas que se proponían en las campañas nacionales de Abuelas de Plaza de Mayo. Por ejemplo, un volante de la agrupación afirmaba: “Hay 5000 jóvenes desaparecidos, que todavía no conocen su verdadera identidad. Vos podrías ser uno de ellos. Vos podrías conocer a uno de ellos. Ayudanos a encontrarte” (citado en Calandra, 2004, p. 87).

Es interesante notar, entonces, cómo en el mediano plazo Abuelas logró encuadrar detrás de sus lineamientos todas estas experiencias que habían surgido de manera relativamente espontánea y autónoma. Del mismo modo, la organización logró incorporar a su seno a otros/as jóvenes que habían emprendido de manera individual la búsqueda de sus hermanos/as apropiados/as. Esta capacidad de aglutinar diferentes iniciativas nos habla del papel de Abuelas como actor clave y socialmente legitimado de la búsqueda de los niños/as apropiados/as. Ahora bien, al mismo tiempo que se daba este proceso de centralización, las propuestas de H.I.J.O.S., sus miradas distintivas sobre el pasado reciente, y, en particular, su aproximación al problema de la identidad también generaron un impacto en la organización motorizado, como hemos visto, a través del grupo de nietos/as y hermanos/as que participaban de ella. Uno de los cuestionamientos procedentes de este grupo, y sin dudas relacionados con la experiencia de H.I.J.O.S., tuvo que ver con la concepción de identidad excesivamente biologicista y desanclada de los procesos de construcción de memorias familiares y políticas. Este cuestionamiento fue formulado a los/as adultos/as de la organización (tanto a las abuelas como a la generación intermedia, que integraban tíos, un padre –Abel Madariaga– y los colaboradores no ligados familiarmente) de manera muy directa por el grupo de jóvenes:

Hay un día en Abuelas que vienen casi las mismas nietas estas que te conté, casi como en patota y me acuerdo de que estábamos en una oficina ahí en Corrientes, estaba Remo, Abel y yo hablando de otra cosa, y entran así y lo encaran a Abel las chicas. Y le dicen: “¿cuándo carajo nos van a contar quiénes eran nuestros padres?” (…) Esa es una pregunta que viene de H.I.J.O.S... H.I.J.O.S. empieza a trabajar sobre esto: “Quiénes eran nuestros padres”.36

La demanda en un primer momento habría generado ciertas tensiones en Abuelas, pero, a partir de diferentes conversaciones entre las abuelas y este grupo de jóvenes, terminó aceptándose dar curso a algún tipo de respuesta a esta inquietud. De esta forma, surgió la propuesta de avanzar en un proceso de reconstrucción de las trayectorias de los/as desaparecidos/as. Para ello, se pensó en recuperar el testimonio de quienes los conocieron y acompañaron en diferentes momentos de su vida. Este proyecto cobró forma en 1998 bajo el nombre de Archivo Biográfico Familiar. Esta iniciativa, que comenzó como un proyecto UBACyT en el marco de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, a partir del 2007 se transformó en un Área de Abuelas y con el tiempo ha llegado a ocupar un lugar significativo dentro del activismo y de las configuraciones discursivas de la organización (Durán, 2019).

5. Conclusiones

A comienzos de la década de 1990, la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo por la restitución de los/as niños/as apropiados/as durante el terrorismo de Estado sumó un nuevo actor: un grupo de adolescentes y jóvenes, nietos/as restituidos/as o hermanos/as de “niños desaparecidos”. Este grupo se conformó al menos un lustro antes de la creación de H.I.J.O.S., por lo que representa una de las primeras apariciones en la escena pública de un colectivo de hijos e hijas de desaparecidos/as. Las modalidades de participación de estos jóvenes comenzaron teniendo un carácter lúdico y artístico, y fueron mutando a otras eminentemente políticas a medida que pasaban los años. Marchas y solicitadas en apoyo al reclamo de Abuelas, entrevistas con magistrados y medios de comunicación y participación en actos institucionales fueron algunas de sus iniciativas. Algunas de estas acciones mostraron cierta iniciativa autónoma por parte de estos/as jóvenes, pero en general se desarrollaron dentro de los cauces propuestos por la organización. Abuelas alentó a que estos/as jóvenes contaran sus experiencias de vida ante periodistas, magistrados, políticos, activistas de derechos humanos y profesionales de distintos campos del conocimiento para convencerlos, a ellos/as y a la opinión pública en general, de la urgente necesidad de hacer más esfuerzos por buscar a los “niños desaparecidos” (cada vez más, “niños apropiados” o “hijos de desaparecidos”) y por restituir a sus familias biológicas a los que ya habían sido positivamente identificados.

A mediados de la década de 1990, el grupo nietos/as tomó mayor protagonismo dentro de Abuelas. También se sumaron a colaborar con la organización otros/as jóvenes, muchos/as de ellos/as en el marco de los proyectos iniciados con universidades públicas. Por fuera de la organización, otros emprendieron también sus búsquedas personales, en general hermanos/as de niños/as apropiados/as. Algunos/as lo hicieron de manera organizada y colectiva, especialmente a través de su participación en H.I.J.O.S., mientras que otros/as lo hicieron individualmente. En muchos casos (pero no siempre) estas acciones terminaron canalizadas por Abuelas.

El análisis de la participación de este grupo de jóvenes en las luchas por la restitución de los niños y las niñas apropiados pone en evidencia una de las características distintivas de esta causa: su particular sensibilidad al paso del tiempo. Ciertamente, las posibilidades del movimiento argentino de derechos humanos de impulsar sus reclamos se encontraron condicionadas por diferentes factores, que habilitaron, en cada época, diversos modos de acción y también diferentes discursos. Sin embargo, hubo un elemento que incidió de forma específica en las luchas por la restitución y no en otras demandas de la agenda del movimiento de derechos humanos, y tuvo que ver, como analizamos, con las transformaciones del propio sujeto buscado y en el sujeto que impulsaba la búsqueda: el primero fue atravesando diferentes etapas vitales y pasó de ser un bebé durante los años de la dictadura, a un niño en los años 80, un adolescente en la primera mitad de los 90, un joven de edad universitaria a finales de esa década y un joven-adulto para el año 2004. El segundo, el sujeto que impulsó la búsqueda, también se vio afectado por el paso del tiempo y las transformaciones generacionales. Lo que comenzó como una búsqueda impulsada por la generación de los padres y madres de los desaparecidos/as (las abuelas) incluyó con el tiempo a la generación de los propios desaparecidos/as (a través de los/as hermanos, tíos y tías de los/as niños/as que eran buscados, así como también de activistas, colaboradores y especialistas de esa misma franja etaria), y, más adelante, a la generación de los hijos/as, es decir, a quienes eran congéneres de los/as nietos/as buscados. Ambos procesos sincrónicos afectaron y transformaron los discursos públicos y el repertorio de acción vinculado a los procesos de búsqueda y las luchas por la restitución.

Abuelas adquirió una temprana conciencia acerca del carácter sensible al tránsito temporal de la causa que emprendía, por lo que desarrolló diferentes estrategias para promover la transmisión generacional de su agenda entre la generación de los/as hijos/as, es decir, con la generación de sus nietos/as. Esto ocurrió tanto de cara a la sociedad como al interior de la propia organización, a cuyo activismo se integró un grupo de hijos/as y nietos/as a principios de los ’90, varios años antes de que cobrara forma la agrupación H.I.J.O.S. No obstante esta atención dedicada al problema de la transmisión generacional, la transición del esquema de búsqueda de “niños desaparecidos” a otro que se orientaba hacia jóvenes y adultos fue compleja. En esta transformación fueron decisivos los/as mismos/as jóvenes que, desde adentro y desde afuera de la organización, aportaron nuevas miradas e ideas para acercarse a quienes eran sus pares generacionales, propiciando un diálogo intergeneracional que tampoco resultó sencillo.

La participación activa de los jóvenes de la “segunda generación”, así como las transformaciones en el sujeto de la búsqueda que ponían de manifiesto, tensionó los discursos y modos de acción heredados y planteó nuevos desafíos y horizontes. Al menos en parte, sus planteos llevaron a problematizar la concepción tan fuertemente biologicista y esencialista de identidad que promovía la organización, al proponer incorporar la recuperación de la memoria de los padres y madres desaparecidos/as como una dimensión cultural e histórica indispensable en la elaboración de la identidad.

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Notas

1La categoría “niños desaparecidos” fue la primera forma de designar públicamente el problema de los niños y las niñas nacidos/as en cautiverio y/o secuestrados/as con sus padres y/o madres, cuya restitución a sus familias biológicas se reclamaba. Se observa en el discurso público del grupo original de “madres-abuelas” que luego se consolidaría como Abuelas de Plaza de Mayo ya en sus primeras solicitadas de prensa de 1979, en las que hablaban de “nietitos desaparecidos” o “niños desaparecidos”. En los años siguientes, este sintagma se popularizó y llegó a condensar en la esfera pública, tanto en Argentina como en el exterior (con traducciones como “enfants disparus” en los países francófonos y “missing children” en los angloparlantes) esta particular dimensión de las secuelas del accionar represivo militar. Recién durante la década de 1990, y de manera progresiva, esta categoría fue desplazada en el discurso de Abuelas (y luego en la discusión pública) por la diada “niños apropiados”/”nietos restituidos”. Utilizamos este concepto en este trabajo en tanto “categoría nativa”, o, en término de Bourdieu, “categoría de la práctica” (Brubaker y Cooper, 2001), elaborada por los actores en su propia práctica social históricamente situada. Por este motivo, a lo largo del trabajo la escribiremos entrecomillada y en el masculino genérico con el que se empleaba en su contexto histórico de uso.

2Entrevista del autor a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.

3Como parte de la gira mundial “Derechos Humanos ¡Ya!”, que reunió a Sting, Peter Gabriel, Bruce Springsteen y otros reconocidos músicos y cuyo objetivo era recaudar fondos para la organización, Amnistía Internacional organizó dos fechas en la Argentina: una en Mendoza, el 14 de octubre de 1988 (a la que asistieron miles de chilenos y tuvo como principal foco la denuncia del régimen de Pinochet) y otra en Buenos Aires, el 15 de octubre, donde además de los artistas internacionales tocaron dos músicos locales: Charly García y León Gieco. Cfr. Ares, Carlos, “El último concierto de Amnistía, homenaje a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, El País (España), 17 de octubre de 1988. Recuperado de: https://elpais.com/diario/1988/10/17/internacional/593046017_850215.html.

4“Únicas, como las nubes”, Informaciones, 30, octubre 1990-febrero 1991. Archivo Institucional de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo (AI-AAPM), Caja Publicaciones (CP).

5“Carta de María Victoria a su madre”, Informaciones, 30, octubre 1990-febrero 1991. AI-AAPM-CP.

6Agradezco a Emilio Crenzel y Diego Galante, quienes contribuyeron con sus valiosos aportes a la reflexión sobre estos materiales.

7Es importante señalar que, en sus escritos posteriores (muchos de ellos reunidos en el Diario de una princesa montonera), Mariana Eva Pérez comenzó a cuestionar y distanciarse de muchos de los tópicos de esta narrativa de Abuelas, hasta cierto punto ofreciendo, al decir de Basile, una “contranarrativa”.

8Entrevista del autor a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017; Entrevista del autor a Elena Gallinari Abinet, Córdoba, 2 de agosto de 2018.

9“En la calle, codo a codo”, Página 12, 9 de septiembre de 1989, p. 2. Consultado en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Hemeroteca BNMM).

10“Otro No masivo para el indulto”, Página 12, 21 de octubre de 1989, p. 4 (Hemeroteca BNMM).

11“Bregan por la restitución”, Clarín, 27 de diciembre de 1991. Consultado en el Archivo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Fondo Institucional del CELS, Serie Documentos Periodísticos. Salvo indicación contraria, todos los artículos de prensa fueron consultados allí.

12“Clamor: Miara debe restituir a los mellizos”, Crónica, 27 de diciembre de 1991. Miara estuvo imputado junto con varios comisarios y oficiales de la Policía Federal por la comisión de una serie de secuestros extorsivos. A estos hechos refiere la declaración de Lavalle Lemos cuando dice “los secuestros por los que se lo acusa ahora”. Al poco tiempo, fue sobreseído por estos cargos, pero continuó detenido por la apropiación de Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa.

13A nosotros nos pasaba lo mismo que a los mellizos”, Página 12, 27 de diciembre 1991.

14“Piden por mellizos”, Crónica, 6 de febrero de 1992, p. 8.

15“Reclamo por los mellizos”, Página 12, 6 de febrero de 1992, p. 6.

16Este testimonio fue recogido por el diario Página 12, sin aclarar el nombre de la persona que realizó la declaración. Cfr.: “Reclamo por los mellizos” (6 de febrero de 1992). Página 12, p. 6.

17Rago, Héctor, “Quedan casi cien casos de niños desaparecidos”, Clarín, 10 de abril de 1992.

18“Jóvenes restituidos, en el camino de las Abuelas”, Página 12, 14 de abril de 1992.

19“Jóvenes restituidos, en el camino de las Abuelas”, Página 12, 14 de abril de 1992.

20Entrevista del autor a Elena Gallinari Abinet, Córdoba, 2 de agosto de 2018.

21“Testimonio en Ginebra”, Página 12, 23 de febrero de 1993.

22 Intervención de Laura Scaccheri para FEDEFAM en la 49ª Sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, 22 de febrero de 1993. Centre National des Archives de l’Eglise de Francia (CNAEF), Fondo ACAT, Caja 107. Issy-les-Moulineaux, Región Parisina, Francia.

23Los escraches consistían en un proceso que partía de identificar los lugares donde vivían los represores. Luego, se difundía en el barrio qué delitos habían cometido, y, finalmente, se señalaban sus casas en un acto público en el que se daba cuenta también de quiénes habían sido sus víctimas.

24En particular el diario La Nación llamaba la atención sobre este “curioso modo de protesta”al que le veía un “tono carnavalesco”, lo que en opinión de sus periodistas casi con seguridad se debía a la presencia de “pocos pañuelos blancos y muchos pelos largos y caras jóvenes”. Véase: “Protesta frente a los domicilios de Massera y de Harguindeguy”, La Nación, 24 de marzo de 1998; “Manifestación frente al domicilio de Galtieri”, La Nación, 18 de junio de 1998.

25Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018,

26Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: Festival popular de las Abuelas”, 15 de octubre de 1997. AI-AAPM, Caja “Comunicados de Prensa”.

27Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.

28Entrevista del autor a Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.

29Como señala Yann Cristal (2020), en la década de 1990 se produjo una fuerte imbricación entre el movimiento de derechos humanos y el movimiento estudiantil universitario. H.I.J.O.S. dinamizó este vínculo, ya que muchos integrantes de esta organización fueron también activos militantes universitarios. Al mismo tiempo, otros activistas estudiantiles, no necesariamente emparentados con víctimas del terrorismo de Estado, comenzaron a relacionarse con los organismos de derechos humanos. En el caso que estamos analizando, estudiantes de las facultades de Ciencias Sociales, Filosofía y Letras y Diseño, Arquitectura y Urbanismo de la UBA llegaron a colaborar con Abuelas a partir de su participación en agrupaciones estudiantiles.

30H.I.J.O.S presentaba una estructura organizativa horizontal, basada en la toma de decisiones en asamblea y con acuerdos alcanzados por consensos. Cada regional se organizó de manera autónoma, con su trabajo dividido en comisiones y formando entre ellas una red (Bonaldi, 2006).

31“La búsqueda de un hermano de 20 años”, La Nación, 9 de diciembre de 1998. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/politica/la-busqueda-de-un-hermano-de-20-anos-nid120884. Última consulta: 19 de octubre de 2019.

32Ginzberg, Victoria, “Los hermanos, el nuevo nombre de la memoria”, Página 12, 4 de junio de 1999. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/1999/99-04/99-04-06/pag02.htm. Última consulta: 12 de octubre de 2019.

33Abuelas de Plaza de Mayo, “Se terminó de conformar la red Nacional por el derecho a la identidad”, Mensuario, 37, octubre de 2004, p. 1. AI-AAPM-CP.; Entrevista del autor a Clarisa Veiga, Buenos Aires, 29 de junio de 2018.

34Abuelas de Plaza de Mayo, “La esperanza de las Abuelas: la difusión hace que los jóvenes sean partícipes de la recuperación de su identidad”, Mensuario, 18, marzo de 2003, p. 1. AI-AAPM-CP.

35Abuelas de Plaza de Mayo, “Se terminó de conformar la red Nacional por el derecho a la identidad”, Mensuario, 37, octubre de 2004, p. 1. AI-AAPM-CP.

36Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.

Fuentes documentales utilizadas

Testimonios

Entrevista del autor a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.

Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.

Entrevista del autor a Elena Gallinari Abinet, Córdoba, 2 de agosto de 2018.

Publicaciones de Abuelas de Plaza de Mayo

Informaciones

Mensuario

Prensa periódica

Crónica

Clarín

El País (España)

La Nación

Página/12

Otros documentos éditos

Intervención de Laura Scaccheri para FEDEFAM en la 49ª Sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, 22 de febrero de 1993.

Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: Festival popular de las Abuelas”, 15 de octubre de 1997.

Recibido: 20 de Septiembre de 2021; Aprobado: 24 de Octubre de 2021; : 01 de Marzo de 2023

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