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Revista del Museo de Antropología

versão impressa ISSN 1852-060Xversão On-line ISSN 1852-4826

Rev. Mus. Antropol. vol.16 no.2 Córdoba  2023  Epub 31-Ago-2023

http://dx.doi.org/10.31048/1852.4826.v16.n2.42317 

Dossier

El regreso de la migración silenciosa: adopción internacional, raza y diferencia

The Quiet Migration Redux: International Adoption, Race, and Difference

Jessaca B. Leinaweaver1 

1Profesora de Antropología en Brown University. E-mail: jessaca_leinaweaver@brown.edu

Resumen

Los demógrafos consideran a la adopción internacional principalmente como un tipo inusual de migración. Esta perspectiva ofrece a los antropólogos nuevas formas de pensar sobre el parentesco. Basándose en el cuerpo de trabajo demográfico y en los estudios antropológicos sobre parentesco y migración, este artículo desarrolla un enfoque nuevo e híbrido para abordar la adopción internacional como un proceso social complejo el cual es, al mismo tiempo, migratorio y productivo de parentesco. Ver la adopción internacional como una forma de migración revela que los supuestos “factores de empuje” y los “factores de atracción” del hecho no se alinean de manera perfecta. Utilizando una perspectiva antropológica del curso de vida, el artículo explora cómo las experiencias de estos “migrantes” y las personas cercanas a ellos, a lo largo del tiempo, se pueden comprender no únicamente como producto de la migración, sino también como racialización. Observar las vidas de las personas adoptadas a través de la lente de la migración revela algunas de las incomodidades persistentes que impiden tener conversaciones abiertas sobre la diferencia racial y el estatus de minoría en el contexto adoptivo, es decir, un contexto donde los niños han sido forzados a migrar, integrados a familias. Este artículo se basa en datos de trabajo de campo etnográfico con padres españoles que han adoptado niños peruanos para construir el argumento de que la adopción internacional es un tipo de migración particular que produce una categoría minoritaria dentro de una población mayoritaria.

Palabras clave: Adopción; Demografía; Migración; Parentesco; España

Abstract

Demographers frame international adoption primarily as an unusual kind of migration. This insight offers anthropologists new ways to think about kinship. Drawing on demographic scholarship and anthropological kinship and migration studies, this article develops a new and hybrid approach to international adoption as a complex social process that is both migratory and productive of kinship. Viewing international adoption as a form of migration reveals how the stated “push factors” and actual “pull factors” of international adoption do not align perfectly. Using an anthropological life course perspective, the article then explores how the experiences of these “migrants” and those close to them, over time, are better understood as racialization than solely the product of migration. Looking at adoptees’ lives through a migration lens reveals some of the persistent discomforts that prevent open conversations about racial difference and minority status in an adoptive context, that is, one where children have been caused to migrate, recruited into families. This article draws on data from ethnographic fieldwork with Spanish parents who have adopted Peruvian children to argue that international adoption is a unique form of immigration that produces a minority category within a majority population.

Keywords: Adoption; Demography; Migration; Kinship; Spain

Introducción

Los demógrafos toman un rumbo interesante al analizar la adopción internacional. Escriben sobre el fenómeno principalmente como un tipo inusual de migración.1 Como disciplina, la demografía se preocupa principalmente de los cambios en el tamaño de la población y la estructura etárea de los países, y por ende pone su enfoque en el nacimiento, la muerte y la migración. De estos tres procesos demográficos clave, la adopción internacional se acerca más a la migración, ya que los niños ingresan a una nación a través de tierra o aire, y no a través de un canal uterino. En términos simples, la población de un país decrece en uno, mientras la de otro crece en uno-esto es la migración2. Este enfoque consistente del abordaje demográfico alza la pregunta de qué pueden estar perdiendo de vista los antropólogos al no analizar la adopción internacional primordialmente como una forma de migración3.

De todas maneras, al leer con mayor detalle, se hace evidente que, al mismo tiempo que la academia demográfica denomina migración a la adopción internacional, también la califica consistentemente de alguna manera: “la inmigración desconocida” (Lozano y Kossoudji 2009), o la “migración silenciosa” (Davis 2011; McGuinness 2000; Selman 2002; Weil 1984). Efectivamente, ha sido demostrado por investigaciones cualitativas que muchos de los actores involucrados en la adopción rechazan explícitamente la categoría de inmigración. Por ejemplo, una maestra en Barcelona le dijo a la antropóloga Diana Marre (2009:228) que en la escuela que estaba estudiando “no tenemos niños inmigrantes, tenemos niños adoptados internacionalmente”. También la socióloga Sara Dorow (2006:210) recolectó un posteo de listserv de un padre adoptivo que decía directamente: “Nuestros hijos NO son inmigrantes. Son, una vez adoptados, ciudadanos de los Estados Unidos”4.

En este artículo, exploro por qué-para demógrafos, antropólogos del parentesco, y para los participantes de nuestros estudios- no cierra del todo el denominar “migración” a la adopción internacional sin calificarla.

Empiezo por la cuestión planteada por los demógrafos: que la adopción internacional es migración, pero de un tipo inusual. Examino esta cuestión desde la perspectiva de los estudios antropológicos sobre parentesco y migración con el fin de desarrollar un abordaje nuevo e híbrido para la adopción internacional. Mi objetivo es crear una fusión productiva entre la comprensión demográfica que indica que la adopción internacional es literalmente migración, con la perspectiva antropológica sobre el parentesco y la migración como procesos sociales complejos.

¿Por qué no es del todo correcto hablar de la adopción internacional como migración? ¿Cuáles son las diferencias clave? ¿Por qué es “silenciosa”? Una respuesta, aunque tal vez una con una orientación más vale demográfica, puede ser simplemente que su incidencia numérica sigue siendo baja en comparación con otros movimientos de población, como la migración laboral y el desplazamiento de refugiados. Otra respuesta-una con orientación más antropológica- puede ser el hecho de que involucra a quienes Collinson (2007) denomina “los inmigrantes más pequeños”: los niños y jóvenes menores de edad, que son sistemáticamente desempoderados y desfavorecidos en las diferentes culturas (Hardman 1973; Hirschfeld 2002) y quienes, por ende, no pueden “hablar” (en el sentido de Spivak 1988) de la misma manera que los migrantes adultos (Orellana et al. 2001). O, partiendo de un análisis histórico de representaciones en los medios, podemos observar también que al menos una parte de los datos públicos accesibles no apoyan la analogía mencionada: “Los niños casi nunca aparecen en las imágenes de los medios como inmigrantes, lo cual resalta la posición especial que los niños adoptados nacidos en el exterior ocupan en el imaginario de los EEUU” (Collinson 2007:137).

La respuesta que deseo desarrollar en este ensayo, de todas maneras, toma aportes al mismo tiempo de la demografía y de la antropología. La adopción internacional no se considera idéntica a los procesos sociales complejos y matizados de la migración laboral que hemos llegado a entender tras décadas de investigación. De acuerdo a las normativas y guías éticas internacionales, la adopción internacional debería ser relativamente simple: debería tratarse explícitamente sobre darle al niño o niña un hogar y una familia. Ningún otro factor de empuje o atracción, para usar terminología clásica de los estudios de migración, debería tener relevancia. El hecho de que varios factores adicionales o “confusos” claramente están presentes-como demostraré a continuación y como este marco conceptual sobre la migración expone abiertamente-es desconcertante, y puede dejar a los proponentes de la adopción internacional en una posición contradictoria.

Ver a la adopción internacional como una forma de migración también puede proveer conocimientos importantes sobre lo que ocurre luego de la migración inicial. Estos conocimientos se pueden encontrar siguiendo el camino de los estudios antropológicos sobre migración, los cuales no se enfocan en el acto de migrar, sino en el día a día, en lo mundano e íntimo de las vidas personales de los migrantes (e.g., Coe et al. 2011; Dreby 2010; Margolis 1994; Orellana 2009). Este enfoque también requiere el uso de una perspectiva antropológica de curso de vida para discernir cómo las experiencias de estos “migrantes” y de las personas cercanas a ellos cambian a través del tiempo, en relación con el desarrollo de sus identidades además de cambios más amplios en la sociedad y en perspectivas culturales. Examinar las vidas de personas adoptadas internacionalmente a través de la lente de la migración revela fuertemente algunas de las incomodidades que persisten, y que impiden tener conversaciones abiertas sobre la diferencia racial y el estatus de minoría en un contexto adoptivo, es decir, uno en el que los niños han sido empujados a migrar como parte de su unión a familias. La raza y las diferencias raciales juegan un rol crucial en el desarrollo de las identidades de los niños adoptados, y su significado es aún más grande debido a los efectos contrarios del discurso de parentesco, es decir, porque los adoptados son familia.5

Contexto de la investigación

Los historiadores de la adopción suelen trazar los comienzos de la adopción internacional como una combinación de presiones humanitarias y deseo de hijos durante la Guerra Coreana, cuando Bertha y Harry Holt promovieron la adopción transnacional y permanente de niños asiático-americanos nacidos de soldados estadounidenses y mujeres coreanas.6 Lovelock (2000) sugiere que durante este período predominaron las tendencias humanitarias, pero después de 1970, estas se combinaron con presiones adicionales: el decrecimiento de la fertilidad en países occidentales y la disminución de la población de infantes “adoptables” dentro del país7. La tendencia a interpretar la adopción internacional como un acto benevolente y humanitario tiñe el comentario público, y muchas personas creen que hay innumerables huérfanos en países pobres, en guerra, o afectados por desastres que necesitan los hogares permanentes que puede proveer la adopción internacional hacia países afluentes (ver Graff 2008). También existe una línea de pensamiento que sugiere que las altas tasas de fertilidad en países subdesarrollados significa un exceso de niños adoptables. De todas maneras, la evidencia empírica hace dudar de la validez de esta afirmación, ya que países como Corea del Sur y China tienen tasas de nacimiento por debajo de la tasa de reemplazo y son relativamente ricos, pero continúan siendo fuentes significativas de niños adoptables (Selman 2002).

En las décadas de 1990 y 2000, la cantidad de adopciones internacionales creció de manera dramática, aumentando globalmente un 42 por ciento entre 1998 y 2004, con algunos países receptores experimentando crecimiento aún más rápido-España, por ejemplo, vio un aumento de 273% durante el mismo período (Selman 2009). Durante este “boom”, Rusia (año pico 2004), China (año pico 2005), Guatemala (año pico 2007), y Etiopía (año pico 2010) fueron los países remitentes más significativos en términos numéricos (Selman 2009, 2010). Desde 2004, la cantidad de adopciones ha bajado drásticamente, aunque la cantidad de aplicaciones para adopción completadas por parejas e individuos en países más adinerados ha seguido creciendo (Selman 2009, 2010).

Desde 2009 he desarrollado trabajo de campo cualitativo con peruanos adoptados y migrantes en Madrid, España. El propósito de la investigación fue trazar de manera etnográfica las conexiones entre la migración y la adopción (Leinaweaver 2015). En un total de ocho meses desarrollados a lo largo de cuatro años (2009-2012), desarrollé una o más entrevistas (en la medida de lo posible haciendo entrevistas adicionales en años posteriores) con más de 20 familias adoptivas o migrantes, e individuos profesionales, residentes de Madrid. Los participantes fueron seleccionados de manera oportunista utilizando muestreo de bola de nieve, con el objetivo de alcanzar una saturación temática y de registrar experiencias diversas (tales como la crianza transnacional, la migración de reunificación de familia, adoptar niños mayores, o adoptar como padre/madre soltero/a). También registré notas de campo basadas en observaciones de reuniones informativas sobre la adopción internacional y presentaciones educativas para padres adoptivos. Finalmente, analicé materiales públicos, incluyendo folletos informativos sobre adopción, documentos legales nacionales y convenciones internacionales regulando la adopción y la migración8.

España tuvo una “fecha de comienzo” para la adopción internacional tardía en comparación con otros países europeos, debido en parte a los efectos de la larga dictadura de Francisco Franco. La adopción internacional comenzó ahí a mediados de los años noventa (Howell and Marre 2006; Selman 2009). La adopción nacional legal ha sido muy inusual en España hasta tiempos recientes (ver Frekko, Leinaweaver, y Marre 2015), y la subrogación de vientres se encuentra prohibida, aunque las industrias de donación de óvulos y fertilización in vitro prosperan (Bergmann 2011). En los 15 años entre 1997 y 2012, más de 40.000 niños de más de 35 países han sido adoptados por padres españoles y mudados a España (Giró 2012). Estos niños llegan a un país que también ha visto un crecimiento importante en inmigración internacional. Recientemente se estimó que la población migrante es de más de 6 millones de personas (OECD 2010), lo cual constituye un 14% de la población total9. Este contexto demográfico es relevante para entender cómo la adopción internacional se parece a otros tipos de migración, y el significado que tiene para los adoptados compartir el espacio urbano con una gran cantidad de inmigrantes que pueden ser similares físicamente a ellos.

Los peruanos fueron una de las poblaciones más significativas numéricamente durante los primeros dos años de adopciones en España. En 1998, el año pico de envío de niños de Perú a España, los tres países de los que las familias españolas adoptaron más niños fueron Colombia con 393 niños, China con 196, y Perú con 151 (Instituto Nacional de Estadísticas 2009). Los peruanos (como otros adoptados latinoamericanos) continúan teniendo importancia simbólica aunque sus números hayan decrecido a una cantidad relativamente pequeña10. En base a ideologías del lenguaje y creencias sobre afinidad cultural, muchos españoles creen que los niños (y migrantes) latinoamericanos se integrarán a la nación y sociedad española con más facilidad que, por ejemplo, niños chinos o etíopes. La presencia de niños peruanos en las corrientes de adopción tempranas significa que muchos de ellos son ahora adolescentes o jóvenes adultos, con lo cual han tenido un rango de experiencias más amplio que los niños más jóvenes adoptados en mayores cantidades de China, Rusia o Etiopía. Me baso en este rango de experiencias cambiantes para desarrollar mi argumento.

Siguiendo el ejemplo de la demografía: identificar la adopción internacional como migración

En esta sección, examino el trabajo demográfico sobre la adopción internacional, poniéndolo en el contexto de las convenciones internacionales sobre la adopción para identificar las maneras en las que la adopción se parece o no a la migración, con el fin de determinar qué es lo que este marco con orientación demográfica puede ofrecerle a la teoría antropológica del parentesco.

Hace treinta años, Richard H. Weil (1984) fue el primero en identificar la adopción internacional como una forma de migración, al establecer las condiciones requeridas para su desarrollo: suministros de niños y aceptación social del fenómeno en los países de envío, demanda de niños en los países receptores, y un marco legal compartido por ambos. La analogía continúa, y recientemente la demógrafa Mary Ann Davis (2011:784-785) describió la adopción internacional como “similar a otras corrientes migratorias” ya que “se ha conformado generalmente a las tendencias a originar en regiones globales específicas, factores de empuje y atracción internacionales, y disponibilidad de niños adoptables nacionales.”

Los términos utilizados por Weil y Davis-suministro y demanda, empuje y atracción-recalcan la manera en la que equiparan la adopción internacional con otros tipos de migración, y la analizan dentro del mismo marco. Notablemente, este marco se basa en parte en terminología de la teoría del equilibrio, como “factores de empuje y atracción”, conceptos criticados desde hace tiempo por antropólogos por el racionalismo despersonalizado que los subyace, y por la manera en la que ocluyen la variación y la explicación a cambio de la descripción general (Kyle 2000). De todas maneras, antes de examinar la variación y la explicación en la adopción internacional, creo que es provechoso revisar lo que estos académicos han encontrado como “factores de empuje y atracción”, ya que nos revelarán algunas de las razones por las cuales la adopción internacional no se suele equiparar con la migración.11

Davis, recurriendo a Lovelock (2000), identifica una suerte de factores de “empuje” que varían de acuerdo al período de tiempo y a los países de origen de los niños adoptados internacionalmente. Guerra y violencia, inestabilidad política o económica, políticas de población, preferencia por los varones, y SIDA han servido como “factores de empuje” (Davis 2011).12 En el acercamiento a la migración desde la teoría del equilibrio, los mismos tipos de factores han motivado a personas a dejar los “países de envío”. Los migrantes se trasladan por las dificultades sociales, económicas o políticas con las que se enfrentan en sus países. Se mueven en el contexto de las decisiones familiares y los planes del hogar, y frente a un trasfondo de narrativas del éxito.

Una diferencia importante, como han observado los antropólogos de la infancia, es que los niños migrantes por adopción internacional no tienen agencia de la misma manera que los migrantes políticos o económicos adultos. La persona que toma la decisión sobre la migración no es la persona que se muda (Weil 1984).13 Los niños son enviados por actores motivados por sus “mejores intereses”. Si estos niños también eligen irse, o responden activamente a circunstancias sociales o políticas, es mucho más difícil de ver para los investigadores. Además, estos niños no son “empujados” a dejar sus países (como implica la terminología sobre los migrantes laborales), más bien, ocurre un proceso de dos etapas: han sido declarados adoptables, y las autoridades han seleccionado para ellos una adopción internacional. La separación formal de sus familias de origen y la emigración de sus países natales son confundidas a través del uso de esta terminología. De todas maneras, el hecho de que los factores de empuje que llevan a los migrantes y los niños adoptados a dejar sus países de origen son muy similares es significativo, y da apoyo a la propuesta de considerar a la adopción internacional como migración.

Por su parte, el “factor de atracción” es un conjunto muy específico de fines y deseos: un adulto o una pareja, en uno de los países más ricos del mundo, quiere tener un hijo. Como expresa Lovelock (2000:910), la adopción internacional “es instigada y llevada a cabo por individuos motivados por preocupaciones y necesidades individuales… dentro de un contexto doméstico/internacional/político particular.” Con “contexto” se refiere al hecho de que esta demanda no se satisface por medio de las fuentes que antes respondieron a ella. Estas fuentes, antes productivas, incluyen la fertilidad (los países receptores típicamente tienen tasas bajas de fertilidad),14 adopción nacional (en países donde existe la opción, suele ser vista como una opción indeseable por razones complejas abordadas por Gailey 2010, entre otros), o países anteriormente productivos de envío para la adopción internacional (Davis 2011; ver también Selman 2002). Pero Davis también nota, perceptivamente, que la atracción es más compleja que la mera demanda por un niño. También existe una infraestructura de agencias que, como lo expresa ella, “tienen incentivos financieros como mediadores de [adopciones internacionales] y están sumamente dedicadas a obtener niños para la inserción adoptiva” (Davis 2011:804), como también un cierto nivel de aceptación social que significa que la adopción internacional no se encuentra proscrita.

De todas maneras, los factores de atracción de la demanda y las redes existentes no deberían ser los factores dominantes-el caso va en contra de los mandatos de las convenciones internacionales y guías éticas. La Convención de La Haya de 1993 insiste en que “para el desarrollo armónico de su personalidad, el niño debe crecer en un medio familiar, en un clima de felicidad, amor y comprensión… la adopción internacional puede presentar la ventaja de dar una familia permanente a un niño que no puede encontrar una familia adecuada en su Estado de origen” (La Haya 1993). Lo que “empuja” al niño a cruzar fronteras para convertirse en un hijo adoptivo internacional, dicho de otra manera, deberían ser únicamente sus propias necesidades (Davis 2011).

Una complicación clave revelada por el abordaje de la migración es el hecho de que el factor de “atracción” consistente es la demanda (apoyada por una infraestructura existente y un contexto social alentador). La motivación del padre potencial es el determinante inmediato de la migración de un niño a través de la adopción internacional. Aun así, las guías internacionales y la ética de la adopción demandan que las adopciones sean impulsadas por factores de “empuje” individuales, dentro de los cuales no cuentan la violencia e inestabilidad generalizada en los países de envío, sino las necesidades específicas de cada niño en particular.15 Se supone que la migración beneficia de alguna manera al migrante al mejorar las condiciones de seguridad, trabajo, educación, el bienestar del resto de su familia, u otros factores.16 La adopción internacional, también, se supone que beneficia al niño. La demanda por estos niños en países más adinerados complica esta situación.

Una segunda complicación expuesta por el abordaje de la migración, es que la migración del niño es expresada como algo indeseable dentro de la normativa actual sobre la adopción internacional. La cita previa de la Convención de La Haya refiere a “un niño que no puede encontrar una familia adecuada en su Estado de origen”. La Convención de La Haya requiere explícitamente que, para el desarrollo de una adopción internacional, las autoridades hayan “constatado, después de haber examinado adecuadamente las posibilidades de colocación del niño en su Estado de origen, que una adopción internacional responde al interés superior del niño” (La Haya 1993: Artículo 4b, énfasis añadido).17 Se implica que, dentro de lo posible, los niños deben permanecer en sus países de nacimiento. De esta manera, la adopción internacional es un tipo de migración con un fin muy específico: la colocación de un niño en una familia. Sin ese fin, la migración no sería permitida, ni sería promovida; en efecto, aparece aquí como indeseable, tolerada por los cuerpos internacionales sólo en cuanto apoya a los intereses superiores del niño.

En síntesis, vemos que abordar a la adopción internacional desde la perspectiva demográfica es un acto revelador. Al considerar la adopción internacional como un tipo de migración, aprendemos que la posición clara de que la adopción se debe tratar únicamente de darle un hogar a un niño puede ser exagerada. Tal como en otros tipos de migración, hay áreas grises llenas de complejidades y matices. Utilizar un abordaje inspirado en los estudios de migración nos permite identificar con mayor claridad cuáles son estos factores adicionales o “confusos”: problemas en los países “de envío”, deseos profundos de cierto tipo de hijo que la adopción internacional puede satisfacer con exactitud, la infraestructura existente, entre otros. En la próxima sección, tomo una perspectiva más explícitamente antropológica, partiendo de la comprensión demográfica de la adopción como migración para exponer una perspectiva de curso de vida y averiguar lo que ocurre luego de la migración inicial.

Perspectiva antropológica del curso de vida: ¿migración silenciosa o adopción transracial?

Como reconocen la mayoría de los demógrafos, las personas adoptadas internacionalmente no entran perfectamente en la comprensión demográfica de la migración internacional. Técnicamente, por supuesto que son migrantes, ya que cruzan fronteras y se convierten en ciudadanos de nuevos países. Pero son un tipo de migrante único, clasificado por edad y privilegiado, cuya reubicación se hace posible porque son incorporados a nuevas familias, al mismo tiempo que son extirpados de sus familias de origen.

Por ende, seguir la perspectiva demográfica que identifica a la adopción internacional como una forma de migración e identificar el origen de la discrepancia en esta ecuación es solo el primer paso. Ahora debemos introducir una perspectiva antropológica del curso de vida (ej., Bledsoe 2002; Goody 1982) y examinar cómo se han desarrollado a lo largo del tiempo las experiencias de los migrantes adoptados y las personas que han provocado su migración adoptiva (Leinaweaver 2015), en relación con otros cambios en sus vidas y con transformaciones sociales y culturales más amplias. En esta sección, reviso abordajes antropológicos sobre el análisis del curso de vida y saco provecho de datos etnográficos (en particular entrevistas familiares y análisis textual) de investigaciones con peruanos adoptados y sus familias en España para construir un retrato de los tipos de experiencias de vida que se desarrollan para estos jóvenes.

Nicholas Townsend (1997:100, 105) sugiere que se considere la fertilidad como “reclutamiento social,” no como “un evento biológico, sino como una relación socialmente construida de mater-paternidad.” A través de distintas culturas, los antropólogos han identificado varias formas que tienen las familias de integrar en sí nuevos miembros además de la reproducción biológica: adopción, acogimiento, casamiento, hermandad de sangre, padrinaje y reproducción (Bledsoe 1990; Brady 1976; Kottak 1986; Mintz and Wolf 1950; Smith 2004). Las adopciones internacionales pueden ser consideradas el resultado de las estrategias de construcción de familia de los adultos. Estas estrategias se ven afectadas por las políticas y prácticas migratorias. Lo que resta ahora es examinar los cursos de vida que emergen de esta estrategia de fertilidad como acto migratorio.

Como nota Johnson-Hanks (2002:870) sobre Beti en Cameroon, “Lo que establece el estatus de alguien como niña o mujer no es haber logrado un conjunto de transiciones de historia de vida, más bien el rol que ella ocupa en determinada interacción social”. La perspectiva de curso de vida desarrollada por antropólogos al trabajar sobre problemáticas de población hace énfasis en interacciones sociales, cambio y diferenciación (Townsend 1997). La cuestión de poner en práctica este foco dentro del trabajo analítico es desafiante, pero Johnson-Hanks (2002) ha propuesto un examen de la “coyuntura vital” que ella define como “una zona de posibilidad socialmente estructurada que emerge alrededor de períodos con potencial transformativo en una vida o vidas… una duración de incertidumbre y potencial… en la que hay más en juego de lo que suele haber”. Identificar el evento vital -la migración adoptiva del niño- es un paso importante, pero ahora debemos explorar los futuros potenciales y las posibilidades que nacen de tal evento.

El abordaje demográfico sobre la adopción transnacional enfatiza que es una forma de migración, pero no explora las implicaciones de esta observación. Desde una perspectiva antropológica, podemos contribuir la observación de que la adopción transnacional, como otros tipos de migración internacional, puede resultar en una integración a una comunidad minoritaria dentro de una sociedad dominante. Muchas veces, los migrantes difieren de los miembros “sin marca” del país receptor en fenotipo, lengua y prácticas culturales. Para los adoptados internacionales, si son muy pequeños durante la adopción (lo cual no siempre es el caso), las diferencias de lenguaje y cultura pueden minimizarse. Pero las diferencias fenotípicas persisten.

Los casos examinados aquí de adopción internacional de Perú a España también son interpretados localmente como adopción transracial.18 Un foco analítico sobre la migración nos hace examinar el significado y las interpretaciones locales de las diferencias fenotípicas observadas. La pregunta infame dirigida a personas racializadas en Europa: “¿de dónde sos originalmente?” (Beck 2006), implica una asunción de que alguien que es visiblemente diferente de la población mayoritaria o dominante debe venir de otro lugar. Para los migrantes, esta asunción puede describir su historia correctamente, pero para las minorías nativas, se puede sentir como una expresión de racismo, y para las personas adoptadas transracialmente, puede ser eso y más. La perspectiva de curso de vida permite elaborar lo que ha llegado a significar esta diferencia fenotípica observable para las familias adoptivas y la sociedad española. En lo siguiente, hago foco en cómo los padres adoptivos experimentan su relación con alguien que aparece como racialmente diferente a ellos, y en cómo los jóvenes adoptados viven el ser identificados como inmigrantes.

La raza en España se predica principalmente en base a diferencias visibles y otras marcas tales como lugar de origen y habilidades de lenguaje.19 Los niños adoptados y los jóvenes migrantes pueden compartir atribuciones raciales, lo cual provoca angustia para muchas personas asociadas con la adopción. Durante los comienzos de la adopción internacional en España, esta diferencia visible, acoplada con las tasas bajas de inmigración, significó que los niños pequeños racializados eran identificados fácilmente como adoptados. Como me contó Carmela, la madre española de tres niños peruanos, “cuando son pequeños todo el mundo se fija en ellos porque son tan lindos”. Los extraños, otros miembros de la sociedad española, reconocen a los niños adoptados como familiares al leer la diferencia racial entre padre e hijo, e interpretar esta como adopción transnacional.

Las experiencias de adoptados transraciales adolescentes indican que la migración es una lente importante para la interpretación de sus experiencias. A medida que crecen los adoptados, y que ha crecido la migración internacional hacia España, los adoptados pueden ser “incorrectamente identificados” como inmigrantes (Hübinette and Tigervall 2009). Coloco comillas sobre la frase “incorrectamente identificados” porque, siguiendo la tradición demográfica y las experiencias de los adolescentes adoptados, puede que de hecho sean inmigrantes. Pero creo que cabe examinar la experiencia estridente de esta “incorrecta identificación”. Los adoptados internacionales, al ser interpelados como inmigrantes, viven una identificación errónea cuando alguien los llama de cierta manera, y reconocen que se están dirigiendo a ellos (Althusser 1972).

Durante entrevistas familiares, recolecté varios ejemplos de estas experiencias.20 Cuando le pregunté a Tina, de 12 años, “Si alguien te dice de dónde eres, ¿qué le contestas?”, “De Perú”. “Y si te dicen: ¿eres española?”, agregó su madre. “Pues vale”. “Pues vale” copió su madre con una risa. Respondí que Tina a mí me parecía, básicamente, española, en todo salvo su lugar de nacimiento, y su madre rápidamente asintió. Pero a un nivel inmediato, local, Tina parece saber que cuando un extraño le pregunta de dónde es, la pregunta tiene la intención de darle sentido a la desconexión racializada entre su cuerpo y su alrededor. Cuando sabe el significado de la pregunta, y responde acorde, es interpelada como una extranjera.

Otro ejemplo proviene de un artículo reciente en los medios españoles que informó sobre una experiencia que debe ser extremadamente común para las miles de niñas adoptadas de China que residen en España: Lucía “[ha] entrado en algún bazar regentado por familias chinas […] se siente incómoda porque una vez la confundieron con una vendedora. Al preguntarle si se siente identificada cuando va a una tienda de este tipo o a un restaurante chino, dice que siente ‘en medio’” (Giró 2012: párrafo 4). Si un español nativo confunde a Lucía con una vendedora, y Lucía sabe que se está dirigiendo a ella al pedir ayuda con los productos, entonces ya ha reconocido que es identificada por otros como diferente, como china, como una potencial vendedora. Beatriz San Román (2013:230) hace un comentario similar al describir las experiencias de niñas adoptadas transracialmente de origen chino en España, notando que “al igual que en la palabra ‘transexual’, el término ‘transracial’ puede contener la experiencia de habitar un cuerpo en particular como una contradicción evidente y dolorosa para con la identidad de uno”.

Esta “incorrecta identificación” de los adoptados como migrantes (laborales) ocurre por varios factores. En primer lugar está el lento desglose del grupo familiar, la independencia que viene con la adolescencia. Es decir, cuanto más crecen, más probable es que puedan transitar las calles de Madrid sin la compañía de un familiar blanco. La ausencia de un familiar blanco para ayudar a “ubicar” al adoptado hace toda la diferencia. En segundo lugar está el enorme crecimiento de inmigrantes a España, con varios proviniendo de los mismos países o regiones que estos adoptados internacionales. La chica china descrita en el artículo de periódico es un ejemplo concreto. En 2009, conocí a un estudioso de la migración español cuyo hijo había adoptado a una niña china. Opinó casualmente que los chinos tenían la idea correcta: insertan a sus hijos directamente en la clase media (es decir, vía adopción) en lugar de mandarlos a través de los rangos más bajos (es decir vía migración laboral). Este dicho contradice la presencia creciente de personas chinas en España -en 2011 fueron el quinto grupo de migrantes no europeos, luego de los de Marruecos y de las tres naciones andinas de Ecuador, Colombia y Bolivia (Instituto Nacional de Estadísticas 2011:4)- al mismo tiempo que resalta el contraste que continúa existiendo entre la adopción y la migración, expresado en términos de clase.

A medida que miembros de la sociedad dominante interpelan adolescentes adoptados internacionalmente como si fueran jóvenes migrantes, estos adoptados están en el proceso de desarrollar sus propias identidades complejas. Es una pregunta abierta para seguir investigando la cuestión de cómo estos dos procesos -la identificación de la diferencia por parte de uno mismo y de otros- se relacionan y se producen en conjunto. Pero los datos que recolecté en España sugieren que también hay muchos adolescentes adoptados que comienzan a identificarse con los migrantes. Diana Marre (2009:239-240), que ha trabajado sobre la adopción internacional en Catalunya, nota que algunos padres adoptivos han declarado “que sus hijos adolescentes han comenzado a tener contacto con inmigrantes de su país de origen, buscando a ‘su gente’ o un sentimiento de pertenencia, hablando como ellos y adoptando sus formas de vestir”.

En una entrevista, Diego y Gabriela, una pareja española, me contaron sobre su hijo Pedro, de 16 años, adoptado del Perú. De acuerdo a las palabras de Diego, unos meses antes de nuestra entrevista Pedro era “muy rebelde […]. Se metió así en un grupo, en una banda”. Gabriela aclaró: “Tipo Latin Kings”. Diego siguió: “Sí…pero parece que lo ha dejado. Con la chica esta [su enamorada], está más centrado”. La novia de Pedro es hija de inmigrantes peruanos y originalmente llegó a España a través de la reunificación familiar cuando tenía “puede que ocho años”, estimó Diego. Diego explicó que Pedro “se viste… no lo has visto, pero a veces se pone sus pendientes, se pone sus pañuelos, ‘Córrala, aquí no lo queremos.’ Porque se los pone a la esquina, yo sé que se los pone ¿no? Hasta hace nada, sus amigos eran españoles todos… Pero ya se ve al espejo y se trata de identificar con los otros”.

La novia inmigrante de Pedro ofreció una influencia atenuante, pero Diego estaba convencido de que eran los inmigrantes quienes habían causado el mal comportamiento de su hijo en primer lugar. Comparó a su familia con otra pareja con un hijo peruano, que vive en una ciudad del norte de unas 25 mil personas, y dijo que “ellos [los hijos adoptivos] no tienen tanto problema para integrarse […]. Hay menos inmigrantes”. Este dicho sugiere que Diego sintió que la presencia de inmigrantes dificulta la situación de los niños adoptados. No pude darme cuenta si esto era porque los extraños creen que los adoptados son inmigrantes, creando las condiciones para una malinterpretación dolorosa, o si la coexistencia crea una tentación y posibilidad de afiliación para con inmigrantes. En cualquiera de los casos, no obstante, su afirmación demuestra que los jóvenes adolescentes están siendo interpelados como inmigrantes por otras personas, y muchos de ellos terminan buscando inmigrantes como amigos o compañeros románticos.21

Es difícil determinar hasta qué punto el deseo “repentino” de estar alrededor de los que se parecen a uno se alinea con cambios demográficos en España (i.e., el incremento de inmigrantes) y hasta qué punto es una consecuencia de la adolescencia en sí. Para Diego y otros padres, si los hijos adoptados comienzan a buscar otros inmigrantes, esto comienza en la adolescencia, cuando negocian preguntas sobre su propio abandono, sobre diferencias raciales dentro de sus familias. Como Gailey (2010:51) advierte sobre el contexto estadounidense, “los adolescentes cuyos padres son insensibles al racismo suelen tener problemas en estos años clave para la formación de la identidad, habiendo sido criados de manera que piensan sobre sí mismos como blancos, y de repente teniendo que negociar un mundo en el que son inmediatamente juzgados de acuerdo a su color de piel”. Hay algo dentro de la adolescencia que los padres en España entienden como una búsqueda de identidad, no solo en el sentido de “quién soy?”, sino también en el sentido de buscar aquellos que son idénticos de alguna forma significativa. Esta observación es adecuada al momento ya que -como me recordó un trabajador social de Madrid en 2012- este es el momento en que la mayoría de los niños adoptados internacionales, los “boomers”, están al borde de la adolescencia. Los desafíos con los que se encontraron los “adoptantes tempranos” como Diego y Gabriela solo aumentarán en los próximos años.

Estos ejemplos sugieren que la presencia de inmigrantes tiene consecuencias potencialmente significativas para los adolescentes adoptados que provienen de la misma región que aquellos. Para Diego y Gabriela, las consecuencias son potencialmente positivas, en cuanto vieron la influencia calmante de la novia inmigrante de Pedro, es decir, los inmigrantes pueden ayudar a los adoptados a saber de dónde provienen. Pero Diego y Gabriela también sostuvieron que Pedro no estaría yendo por este camino si no hubiese inmigrantes a su alrededor. En efecto, el análisis de Diego sugiere que un contexto multicultural puede ser un factor de riesgo para los niños adoptados internacionalmente.

La sugerencia de que un adoptado es en realidad un inmigrante (laboral) -implicada en la pregunta “¿de dónde sos originalmente?”- cuestiona las bases de la presencia de los adoptados en la nación. Como con otros migrantes, hace referencia al hecho de que vinieron de otro lugar, y fueron adoptados transnacionalmente. Con lo cual resurge la memoria del acto migratorio, de la adopción en sí. Esta pregunta implicada, de manera indirecta, marca a la persona adoptada como diferente por haber nacido en otro lugar, pero también por haber sido adoptada. Esta pregunta también puede “solo” ser racismo, solo una evaluación de la persona adoptada como racialmente distinta. Pero esto también puede resonar de maneras complicadas para una persona adoptada porque, de nuevo, señala el potencial de que son (probablemente) racialmente distintos de sus padres y otros familiares, dentro de un contexto en el que se supone que los lazos familiares indican concordancia racial (Bergmann 2011). Y significa que “representan la paradoja de tener una apariencia percibida como un signo de otredad dentro de los grupos sociales a los que se supone que pertenecen” (San Román 2013:240). En suma, estos argumentos sugieren que mi análisis de la adopción como migración funciona con mayor efectividad para jóvenes adoptados transracialmente, es decir no todos los niños de la adopción internacional, pero potencialmente incluyendo a los jóvenes adoptados nacionalmente que pertenecen a minorías raciales. La perspectiva de los demógrafos sobre la adopción como una forma de migración silenciosa o desconocida puede sentar las bases para un entendimiento productivo de cómo las adopciones transraciales (sean o no internacionales) desencadenan un proceso complejo de racialización y diferenciación.

Conclusión: escuchando una migración silenciosa

La perspectiva demográfica sobre la adopción internacional como migración, en su disonancia con los puntos de vista de muchos padres adoptivos y profesionales de los países más adinerados, señala de manera sutil e incisiva algunas de las problemáticas que varios adultos adoptados transracial o transnacionalmente han traído a medida que comienzan a hablar sobre sus vidas como “otros” racialmente distintos en un norte global multicultural (ver, ej., Trenka, Sudbury, y Shin 2006). Si miramos a la adopción desde la perspectiva de alguien que ha anhelado ser padre por mucho tiempo, aparece como algo relacionado principalmente con la construcción de familia. Si la miramos desde la perspectiva de alguien que ha sido trasladado de un país a otro, y que ha crecido viéndose diferente, puede parecer más relacionada a la migración, y como consecuencia, a la racialización de los migrantes.

La adopción internacional es, como han argumentado demógrafos, “una migración silenciosa”; una que es instigada por padres potenciales (no migrantes) como estrategia de construcción de familia. Esta migración silenciosa es complicada cuando se reconoce que debería darse por el interés superior del niño, pero la normativa internacional mantiene aún que el ideal es que el niño permanezca en su país de origen, y no migre. Los niños adoptados, a lo largo de su juventud, y con grandes divergencias de acuerdo a sus experiencias personales, geografía, y carácter, pueden tener experiencias que pongan en relieve las maneras en las que son similares a los inmigrantes y a las minorías racializadas. Las personas adoptadas transracialmente pueden ser vistas por otros en su sociedad como migrantes, y simultáneamente, pueden ser alentadas por familiares a desarrollar afecto por sus países de origen. En un plano mayor, las naciones que incorporan niños adoptados a veces los cuentan, técnicamente, como pequeños inmigrantes, como es el caso de los Estados Unidos. En efecto, el marco legal de la migración de reunificación familiar también se utiliza para traer niños adoptados a España (Leinaweaver 2011). De todas maneras, esa misma nación puede desarrollar modelos de incorporación de inmigrantes que no incorporen a los jóvenes adoptados, sugiriendo que no entran del todo en esta categoría.22

Este abordaje a la adopción internacional es complicado, intrincado y procesual, pero captura lo que la adopción representa para las personas involucradas. Es crucial reconocer las maneras en las que la adopción internacional es, al mismo tiempo, el resultado de una estrategia de fertilidad o una integración social a la propia familia, y una forma de migración infantil que desencadena una coyuntura vital, presentando una multiplicidad de futuros posibles para cómo ese joven adulto se entenderá a sí mismo y será entendido por otros dentro de un contexto multicultural y social específico. Acercarse a la adopción internacional como una forma de migración es ganar claridad sobre cómo la intersección de la movilidad con los procesos y prácticas familiares está incrustada en, y ayuda a producir, formaciones raciales globales y transnacionales.

Agradecimientos

Reconoce, agradecida, el apoyo del National Science Foundation bajo el Grant Number 1026143, la Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research, el Programa Fulbright IIE, el Social Sciences and Humanities Research Council of Canada (SSHRC) Standard Research Grant, la Howard Foundation, y Brown University, particularmente su Population Studies and Training Center (R24 HD041020). También agradece a Nicole Berry, Susan Frekko, David Kertzer, Erica Mullen, Mark Moberg, y a los evaluadores anónimos de Human Organization por sus sugerencias generosas. El artículo también se ha beneficiado de la excelente revisión de literatura de Kristin Skrabut. Finalmente, la autora agradece a todos los participantes de la investigación, y señala su aprecio por la traducción de Rachel Shpuntoff.

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1 Este abordaje también se ve en la política. Por ejemplo, los datos del Departamento de Inmigración y Naturalización de los EEUU sobre números de migrantes incluyen a los niños adoptados como categoría.

2Lovelock (2000:933) incluso ha observado que en Canadá, la adopción internacional fue promulgada a fines de los 1980s y principios de los 1990s “como un método para aumentar la proporción de personas jóvenes en el total de inmigrantes a Canadá”, atándolo de manera directa a “problemas demográficos nacionales.”

3Ver algunas excepciones excelentes, incluyendo Howell y Melhuus 2007; Hübinette y Tigervall 2009; Marre 2009.

4Por supuesto, esta afirmación ignora que los inmigrantes también pueden convertirse en ciudadanos, mediante un proceso de naturalización (aunque requieren de pasos adicionales, como primero obtener la residencia permanente, que los adoptados no).

5Gracias a un editor anónimo de Human Organization por esta observación.

6Ver Ceniza Choy 2013, Hübinette 2007 y Kim 2010 para examinaciones consideradas de la adopción coreana.

7Este “decrecimiento” se puede entender mejor como una combinación de factores sociales y políticos que significaron que las mujeres solteras tenían mayores capacidades para criar hijos solas. En los EEUU antes de 1973, el 9 por ciento (19% blancas y 2% negras) de las madres solteras renunciaban a sus bebés; entre 1973-1981 este porcentaje bajó al 4 por ciento y entre 1982-1988 al 3 por ciento (Briggs 2012).

8Las referencias a los participantes de la investigación son con seudónimos.

9Estos números comenzaron a bajar en los últimos años, sin duda en parte por la crisis económica, pero también por políticas de naturalización en España que de a poco sacan a los inmigrantes de la categoría de “extranjero”.

10En 2009, Rusia envió 868 niños a España, Etiopía 722 y China 573. Ese mismo año, solo 17 niños peruanos fueron adoptados en España (Instituto Nacional de Estadísticas 2009). En años recientes, España y EEUU recibieron alrededor de la misma cantidad de adopciones peruanas, y ambos fueron superados por Italia (Dirección General de Adopciones 2012).

11Para aplicar esta crítica al estudio de la adopción internacional como forma de migración, no nos podemos limitar a observar los factores de empuje y atracción. Lozano y Kossoudji (2009:20) también sugieren que es importante analizar “ambos: (1) cambios políticos y económicos en países de envío; y (2) los incentivos que distintos padres pueden tener al adoptar un niño.” Podemos preguntar, por ejemplo, por qué hay tantas adopciones de Guatemala pero no de Costa Rica, o por qué algunos niños son considerados adoptables mientras que otros con circunstancias similares no, o por qué es más probable que adopten las personas en Noruega o España que las de Alemania, o por qué ha existido una preferencia tan grande por las adopciones internacionales por sobre las nacionales en los países adinerados. Los estudios comparativos de esta naturaleza son un área vital para la continuación de la investigación y nuevas investigaciones.

12 Lindley identifica otro “factor de empuje” que se relaciona de manera directa con la migración, en este caso, con la migración rural-urbana: en las Filipinas, las madres que dan niños en adopción suelen ser inmigrantes recientes de áreas rurales (2010).

13En esto, se parece a la migración de reunificación familiar—los padres migrantes trayendo a sus hijos a un nuevo país a reunirse con ellos.

14En realidad, la baja fertilidad no es el único determinante inmediato de las decisiones de adoptar internacionalmente. Por ejemplo, las personas solteras o las parejas del mismo sexo pueden no ser biológicamente infértiles, pero igual preferir la adopción por sobre otras estrategias de reproducción. Datos sobre adoptadores estadounidenses de niños chinos (Rojewski y Rojewski 2001) y sobre aplicantes a la adopción catalanes (Marre 2009) sugieren que la infertilidad motiva a menos de la mitad de ciertos subgrupos de adopciones internacionales.

15En muchas de las prácticas adoptivas actuales, esto se resuelve con el argumento de que lo que un niño más necesita es padres que anhelan profundamente ser padres (Berástegui Pedro-Viejo 2006; Charro y Jociles 2007; Dorow 2006; Jociles, Isabel, y Lobato 2008). Esta formulación permite que la “demanda” se convierta en una parte aceptable de la atracción.

16Los estudios sobre migración infantil concuerdan en que por más que los niños viajen solos, está “enmarcado en el objetivo de ‘desarrollar’ a los niños en dirección de un destino adulto valorado por sus familias” (Orellana et al. 2001:582).

17Una implicación es que una familia es el mejor espacio de crecimiento para un niño, sin importar sus circunstancias. Aunque la preferencia sería que el niño se quede en su Estado de origen, la adopción internacional prioriza el estar en una familia por sobre continuidad de residencia (y cultura, nacionalidad, comunidad, etc).

18De hecho, algunos adoptados no son percibidos como racialmente distintos de sus padres. Presuntamente se encuentran con distintas problemáticas. Mis datos son sobre niños que no son similares a sus padres en términos de fenotipo (ver también Ishizawa et al. 2006). Se requiere más investigación sobre si los adoptados no-transraciales pueden encontrar afinidad articulándose como migrantes.

19Ver Nobles 2002 sobre la complejidad de las categorizaciones raciales.

20Los ejemplos de esta sección son tomados de Leinaweaver 2015, capítulos 5 y 6.

21Muchos también responden a esta interpelación mediante un rechazo hacia los inmigrantes y al Perú; esta reacción también es entendible dentro de esta interpretación (ver Leinaweaver 2015).

22Otros más implicados en la adopción internacional pueden ver la transacción con ojos muy diferentes. Los padres biológicos pueden verla como una disminución de sus propias familias, capaz hasta una disminución de su fertilidad (Briggs 2012). La nación que perdió un niño puede verla como una emigración -en efecto, puede emitir una visa a tal fin- pero reconocer al mismo tiempo que es una migración hacia afuera de tipo peculiar, que no requiere consentimiento por parte del migrante. Johansson y Nygren (1991) argumentan que un análisis de datos de adopción de China ayuda a explicar el fenómeno de las “niñas perdidas”, ya que los padres pueden informar que nacieron muertas y luego ponerlas en adopción, sugiriendo las fuertes implicaciones políticas que tendría traer la temática de adopción de lleno al análisis de problemáticas de población.

Recibido: 11 de Octubre de 2022; Revisado: 11 de Octubre de 2022; Aprobado: 11 de Noviembre de 2022

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