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Mora (Buenos Aires)

versão On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.29 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2023

http://dx.doi.org/34096/mora.n29.i.i2704 

Dossier

“Sociabilidades eróticas y amorosas en América Latina (Siglo XXI)”

Karina Felitti1 

Mariana Palumbo1 

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Investigaciones en Estudios de Género, Universidad de Buenos Aires, Argentina. karinafelitti@gmail.com. mrnpalumbo@gmail.com

La historia de la sexualidad y los estudios sobre el amor han demostrado que los vínculos sexo-afectivos construyen sus gramáticas en confluencia, negociación y disputa con las estructuras sociales, económicas y políticas de cada época. A su vez, el universo de lo erótico y la experiencia amorosa se ubican en el límite de lo decible, como explican algunos estudios que recuperan aportes de la crítica literaria y el psicoanálisis. En este sentido, ya sea por las cambiantes condiciones en las que tiene lugar, como por el abismo que implican los encuentros, la vida sexo-afectiva, en sus deseos, representaciones y prácticas, desborda lo estipulable.

Las investigaciones feministas dedicadas a estos temas han denunciado las desiguales condiciones en las que mujeres y varones viven el amor y el sexo (Esteban y Távora, 2008). Estos aportes se insertaron en el proceso de “giro afectivo" en las ciencias sociales (Lutz, 1986) y en la necesidad feminista de visibilizar todas las formas de opresión. De acuerdo con Anna G. Jónasdóttir (2011), es en el “poder del amor" donde encontramos un bastión de resistencia del patriarcado moderno, una explicación de la dominación masculina en las sociedades formalmente igualitarias. En torno al sexo los principales debates han estado polarizados. El ejemplo más claro fueron las “Guerras del sexo", tal como se conoció a las discusiones y propuestas en torno a la pornografía y el sexo comercial en la década de 1980 en los Estados Unidos (Ferguson, 2019 1984).

En 1984, Gayle Rubin, en su texto “Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality", analizó la política interna de la sexualidad a partir de la identificación de dos grandes áreas. En el “círculo mágico de la sexualidad" que dibujó allí, presentaba un tipo de sexualidad que la sociedad consideraba buena, normal, natural, sagrada. Esta era heterosexual, en matrimonio, monógama, procreadora, no comercial, en pareja o en una relación, entre miembros de la misma generación, en privado, sin pornografía, solo cuerpos y suave (“vainilla"). En los límites exteriores de este círculo se encontraba la sexualidad “mala", anormal, antinatural, maldita, que detallaba como homosexual, sin matrimonio, promiscua, no procreadora, comercial, en soledad o en grupos, esporádica, intergeneracional, en público, con pornografía y objetos manufacturados y sadomasoquistas.

A poco más de cuarenta años de esta publicación, la aceptación social de algunas prácticas y deseos que se ubicaban en los márgenes de la sexualidad “normal" han ido modelando otros escenarios eróticos pensables, deseables, sentibles, posibles. Por ejemplo, el uso de juguetes sexuales ha ido perdiendo su carácter estigmatizado. Estos artefactos se incluyen en la industria cultural como una opción legítima y positiva -en especial para las mujeres cis-, se utilizan en tratamientos médicos y hasta fueron recomendados por representantes de la salud pública como alternativas para experimentar placer sexual en los períodos de confinamiento que exigió la reciente pandemia de COVID-19. El consumo de pornografía también se ha generalizado y suele considerarse como parte de los consumos sexuales aceptables. Si bien los feminismos no han abandonado una mirada crítica que en algunos casos apunta a su cancelación, se han generado también alternativas a la industria hegemónica, como el porno feminista y el posporno (Milano, 2021).

El sexo sin amor, el amor sin sexo, las relaciones sexo-afectivas sin formalización legal, sin convivencia, ni descendencia, con o sin monogamia, son alternativas que muchas personas eligen para determinados momentos de sus vidas. De hecho, la denominación “vínculos sexo-afectivos" que usamos en las ciencias sociales para dar cuenta de estas variantes, circula cada vez más en la vida cotidiana, cuando se juegan creencias, prejuicios, estereotipos, deseos y frustraciones ante la pregunta “¿qué somos?". A su vez, prácticas hasta hace poco solo imaginadas y permitidas a las personas cis heterosexuales, como el matrimonio, la reproducción y la formación de familias, son deseadas, reclamadas y vividas por personas que no se identifican como tales. El reconocimiento legal de estas posibilidades, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el acceso a métodos anticonceptivos y el aborto, ha resultado de la politización de la sexualidad y del amor, en un proceso que derivó en la necesidad de establecer definiciones, de nombrarnos y estipular lo que hacemos, deseamos y exigimos.

Rubin (2011), cuando se cumplieron veinticinco años de la publicación del artículo que antes citamos, escribió otro texto en el que profundizó sobre las circunstancias de las “Guerras del Sexo". Allí recordó que, en ese momento, en los Estados Unidos, la anticoncepción era inaccesible e incluso ilegal, lo mismo que el aborto; no había educación sexual y las mujeres sexualmente activas eran estigmatizadas. Contra la homosexualidad se libraba una “guerra", las personas homosexuales eran expulsadas del mercado laboral, impedidas de entrar a las Fuerzas Armadas, investigadas por el sistema de justicia y por el Estado, acorraladas por la policía, encarceladas, tratadas como psicópatas sexuales. Su satisfacción frente a los avances contemporáneos en términos de derechos, se atempera con la persistencia de uno de los legados más desafortunados de las Guerras del Sexo, la dificultad de los feminismos para formar una oposición unida ante las agendas reaccionarias de los actores conservadores, y resistir intelectualmente la tentación de las simplificaciones y las posiciones dogmáticas.

Esta lectura encuentra un dramático eco en la política sexual actual. Las vueltas, quiebres y rupturas de este círculo de la sexualidad que definió Rubin no son valoradas de igual forma en todos los grupos sociales, ni por todas las personas, y se enfrentan a resistencias organizadas, muchas de ellas amalgamadas tras la denuncia de la “ideología de género". Estos actores conservadores proponen la vuelta a un orden de género y sexual que tiene a la familia cis-mono-hetero-patriarcal y reproductiva como estandarte. En paralelo a los avances de los feminismos, han alcanzado importantes logros como la reversión del fallo Roe vs. Wade que pone límites en el acceso al aborto legal en los Estados Unidos y los obstáculos a la sanción e implementación de políticas de derechos sexuales y reproductivos en América Latina. La articulación de estos movimientos reactivos con las “nuevas derechas" y los discursos “libertarios" plantean un escenario complejo para la interpretación de las consignas de autonomía y libertad que proponen, defienden y exigen los feminismos y activismos de la diversidad sexual, tal como analiza Filomena Gregori en este dossier.

Es importante señalar que los juicios y críticas a las nuevas formas de vinculación sexo afectiva no son patrimonio exclusivo de los actores conservadores. Algunas producciones e intervenciones políticas y públicas de los feminismos señalan que esta nueva etapa de la “revolución sexual” no es ajena a las violencias y la perpetuación de las desigualdades. Dentro de las ciencias sociales, los análisis de Zygmunt Bauman (2005) sobre la Modernidad tardía y las formas de vinculación contemporánea y su metáfora del “amor líquido” es un buen ejemplo de este pesimismo. En su diagnóstico leemos un contexto de fragmentación social en el que prevalece la sacralización de la individualidad. El estado de liquidez del amor se expresa en una lógica vincular basada en cálculos de costo/beneficio y una fluidez que lleva a la falta de compromiso. La sexualidad acumulativa y descartable la aleja del misterio, la hace liviana; y las relaciones ya no generan seguridad. La flexibilidad que exige y valora el “nuevo capitalismo” es un elemento clave para entender un nuevo tipo de individualidad que se plasma en el ya controvertido territorio de los vínculos amorosos y sexuales (Sennett, 2000). Son amores atravesados por las nuevas tecnologías de comunicación, por el auge de la cultura terapéutica y las dinámicas del mercado (Illouz, 2012).

Este breve recorrido por algunos textos de referencia desde ya no es exhaustivo, pero nos permite posicionar a este dossier en un ámbito histórico y transnacional de discusión. Nuestra premisa para organizar la convocatoria fue incentivar la producción de artículos que, a partir de las herramientas analíticas y reflexivas de las ciencias sociales y humanas, dieran cuenta de los modos de construcción de lazo social, erotismo y deseo en las sociedades latinoamericanas contemporáneas. Ambas coordinadoras de este dossier tenemos un recorrido en este campo de indagación: los encuentros y desencuentros de las personas solteras de sectores medios del Área Metropolitana de Buenos Aires en la actualidad, el impacto de las tecnologías en las formas de vinculación (Palumbo, 2019; Felitti y Palumbo, en prensa), la relación del modelo de “amor romántico” con la violencia de género (Palumbo, 2017), la creciente importancia del capital erótico y del coaching sexual como parte de una cultura emprendedora centrada en el trabajo sobre sí y la seguridad personal (Elizalde y Felitti, 2015; Felitti y Spataro, 2018); la asociación entre consumos del mercado del sexo y la liberación sexual de las mujeres (Felitti, 2017); las construcciones discursivas de los feminismos en torno al amor en tiempos de su popularización (Felitti, 2022) y los efectos de la pandemia en la vida y moral sexual (Felitti, 2021).

Esta trayectoria nos hizo confirmar la necesidad de hacer confluir andamiajes teóricos, algunos de ellos pensados para otras realidades socioeconómicas, políticas y culturales, con indagaciones específicas en nuestros países, en pos de comprender los sentidos, idearios, tensiones y experiencias que involucran a los agentes que ingresan y egresan, de manera zigzagueante, al mercado erótico y afectivo (Palumbo, 2019). Partimos de considerar que este mercado y los espacios de encuentro, presenciales y virtuales, tienen códigos de sociabilidad atravesados por distintos criterios, como el de clase, raza, edad, identidad de género, elecciones sexo-afectivas y una más visible incorporación de interpretaciones y consignas feministas. De ahí que las preguntas orientadoras para los temas del dossier hayan colocado el foco en esta interseccionalidad.

En el caso de la Argentina, desde 2015, con la primera convocatoria de “Ni una Menos” contra las violencias machistas y las movilizaciones por la despenalización y legalización del aborto en 2018 y 2020, los feminismos fueron logrando un importante nivel de masificación. “La Marea Verde”, el nombre con el que se conoció a este movimiento que era más que una ola y tuvo como distintivo el pañuelo verde de la Campaña nacional por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito en la Argentina, se extendió por América Latina e incluso más allá de sus fronteras, enlazándose con las agendas de cada país y comunidad. Esta presencia fue permeando los códigos de lo deseable y decible a la hora de presentarse y elegir con quien tener un encuentro sexual y/o proyectar un vínculo. Por ejemplo, la aplicación de citas OkCupid que opera en base a algoritmos que indican similitud entre los perfiles, incluye entre las preguntas iniciales que los construyen, la afinidad a la causa feminista. A su vez, en Tinder, otra app muy usada en nuestro país, pudimos comprobar que, durante los debates en torno al aborto legal, los posicionamientos a favor y en contra, se hacían visibles en las fotografías y descripciones de las personas usuarias.

Más allá de la posibilidad de asumir una posición explícita respecto a la política sexual que ofrecieron estas tecnologías, las personas han ido tramando sus aspiraciones y prácticas en este contexto de época. Y si bien estos parámetros se hacen más visibles en los sectores medios identificados con ideas de equidad de género, otros sectores sociales también se han apropiado de las nuevas definiciones, en especial las mujeres heterocis-género, más atentas al tipo de intercambio que se da con los varones heterocisgénero. Un valor fundante de los feminismos críticos, que permea las lógicas del mercado erótico y afectivo en la actualidad, es la búsqueda de igualdad entre los sujetos. Se tornan deseables aquellos discursos donde aparece la idea de respeto hacia lxs otrxs, su cuidado y la reflexión sobre las dinámicas y contenidos de los intercambios. Esto se observa, por ejemplo, en los artículos de Estefania Martynowskyj y Constanza Ferrario sobre grupos “amorlibrenses” de la Argentina, y de Laura Mercedes Oyhantcabal y Laura Recalde Burgueño sobre personas poliamorosas en Uruguay, incluidos en este dossier.

De todos modos, es evidente que no todas las personas que buscan relaciones no monógamas lo hacen con reflexividad, ni consideran sus prácticas como una apuesta política. Resulta necesario entonces, como propone Brigitte Vasallo (2021), una de las autoras que más ha reflexionado sobre el sistema monógamo y sus alternativas, distinguir entre las excepciones al continuo amor, pareja, monogamia, heterosexuali-dad y reproducción. Esto lleva necesariamente a no “romantizar” lo que se presenta como “contranorma” y exige también no solapar ni ignorar la diversidad y mutabilidad de lo normativo. Es decir, en lugar de pensar a las relaciones poliamorosas como un fenómeno totalmente nuevo, indagar en sus desarrollos desde enfoques interseccionales. Lo mismo vale cuando pensamos la heterosexualidad de modo homogéneo. Quizás sea útil distinguir entre la heterosexualidad como institución y como experiencia, así como hizo Adrienne Rich (1984) con la maternidad, y visibilizar las resistencias no explícitas a la norma y su reproducción en las propuestas que buscan desafiarla.

A su vez, así como hay quienes manifiestan su inconformidad con los resultados de las aplicaciones de citas y llegan a compararlas con “góndolas de supermercado”, otras experiencias hablan de deslizamientos y zonas grises, de transiciones entre el amor romántico y la cosificación de los cuerpos, como muestran Lucas Díaz Ledesma, Ramiro Garzaniti y Ernesto Navarro Martínez en su artículo. Maximiliano Marentes en su análisis sobre la aplicación Grindr, muestra que los varones gays no solo buscan y tienen sexo, allí también suceden interacciones vinculadas al registro de la amorosidad. Ante esto surge la pregunta, ¿es posible marcar una barrera entre sexo y amor? Varios de los textos reunidos en el dossier nos muestran que se trata de una línea siempre difusa, como sucede con las implicaciones emocionales de los “gateros” que participan del circuito del sexo comercial analizados por Martynowskyj y Ferrario.

Tal como ha desarrollado Carol Vance (1989 1984) vivimos la sexualidad en una pendulación infinita entre placer y peligro. Ese peligro no solo implica la posibilidad de vivir violencia, también la incertidumbre, el abismo, el dolor que generalmente acompañan el encuentro con otras personas. Ante esta situación inevitable, la literatura de autoayuda propone explicaciones simples a fenómenos complejos, se concentra en la necesidad de desarrollar más amor propio y de establecer reglas claras en las relaciones para superar los “problemas" de la intimidad. Como ya dijimos, el auge de la cultura terapéutica es un emergente de la época, así como la masificación de consignas que retoman idearios políticos de los feminismos sobre la autonomía y la libertad de decisión. En muchos casos, estas derivan en una mercantilización de la propuesta y en la creación de normatividades que buscan delimitar lo difuso e inabarcable del amor y el peligro que involucra siempre el placer. El erotismo es un capital que se pone en juego en el mercado de citas -y en otras áreas de la vida cotidiana como el ámbito laboral- tal como visibiliza Catherine Hakim (2012), pero también es un poder para las mujeres, vinculado a la capacidad de acción y transformación que surge de reconocer las energías y deseos, como planteó Audre Lorde en el texto “Usos de lo erótico: Lo erótico como poder", presentado en la Berkshire Conference on the History of Women, realizada en Mount Holyoke College en 1978.

Este dossier está conformado por cinco artículos que, como hemos anticipado, abordan diferentes modos y aspectos de las vinculaciones sexo-afectivas contemporáneas. Filomena Gregori examina las articulaciones entre género, sexualidad, erotismo y violencia en la política y sociedad del Brasil actual. Su trabajo inicia con un balance de los estudios realizados en Brasil sobre sexualidades, el problema para definir consensos en contextos de desigualdad y la tensión entre autonomía y vulnerabilidad. El recorrido sobre los estudios que presenta le permite ubicar su propio tema de indagación dentro de un conjunto de preocupaciones analíticas, y en un contexto más amplio de discursos de odio e intolerancia, un backlash que se articula con desigualdades de poder y las propias dinámicas de la sexualidad y el erotismo.

Laura Mercedes Oyhantcabal y Laura Recalde Burgueño reflexionan sobre la diversidad de formas que adopta el erotismo, en particular aquellas prácticas que se alejan y quedan por fuera de las normativas. Llevan a cabo este objetivo a partir de un abordaje antropológico realizado durante 2021, con personas practicantes de BDSM y del colectivo Libres Para Amar Uruguay. Como ya señalamos al citar a Lorde, las autoras muestran el desafío teórico y metodológico de abordar el erotismo, y la necesidad de no pensarlo solamente como sinónimo de lo sexual, sino desde su politicidad y potencia transformadora.

Para el caso de la Argentina, Estefanía Martynowskyj y Constanza María Ferrari analizan las disputas de sentidos sobre algunas normas que regulan las relaciones sexo-afectivas entre varones y mujeres. A partir de una serie de entrevistas en profundidad a integrantes de un grupo de amor libre en una ciudad bonaerense y de una etnografía virtual en un foro argentino de intercambio de experiencias de sexo comercial, su texto analiza los sentidos que sus participantes producen sobre nociones como las de monogamia/poliamor, fidelidad/infidelidad, comercio/afecto-amor, igualdad/asimetría. La propuesta analítica cuestiona la estandarización de estas dicotomías y posiciona a dos grupos aparentemente distantes en un mismo contexto, atravesado por cambios normativos y culturales sobre los modos de emparejamiento y las propuestas de equidad, libertad y no violencia de la Marea Verde. El esfuerzo puesto en la gestión de las emociones es un elemento clave en ambos grupos que también resulta un marcador de época y de clase social.

Maximiliano Marentes examina los modos en que la aplicación Grindr opera de manera específica en un circuito erótico mayor de “tecnologías de levante", del “ligue" gay, virtuales o presenciales, como salones de chats, páginas de contactos, boliches y bares, saunas y darkrooms, entre otros. A partir de una investigación cualitativa, localizada en el Área Metropolitana de Buenos Aires, entre octubre de 2017 y noviembre de 2018, que reconstruye las historias amorosas de treinta varones gays, el autor observa los usos de esta aplicación a la que considera un actante que produce erotismo. Su trabajo visibiliza el proceso de reflexividad que implica la construcción del perfil, las circulaciones por las “tecnologías del levante", las diversas relaciones que pueden surgir (sexo casual, amistad, amor) y deja planteadas algunas de las transformaciones que trajo la pandemia de COVID-19.

Grindr resulta también la puerta de entrada para el artículo de Lucas Díaz Ledesma, Ramiro Garzaniti y Ernesto Navarro Martínez, quienes buscan comprender los núcleos de articulación entre los debates del giro afectivo y las lógicas de homosocialización en personas que usan la aplicación. Desde un anclaje trans-inter-disciplinar, se analizan discusiones contemporáneas en torno a los vínculos sexorrománticos a partir de las descripciones de algunos perfiles. Desde esta aproximación, los autores consideran que emergen dos maneras de gramaticalizar las formas de desplegar emociones, afectos y sentimientos: por un lado, un modelo hegemonizante del amor romántico heteronormado; por otro, la mercantilización de la subjetividad y el devenir de los cuerpos en meros andamiajes de policonsumo. Ante este entramado bifronte, su indagación encuentra vestigios de otros modos de habitar las trayectorias erótico-afectivas por fuera de los márgenes de la mono y heteronorma y de la mercantilización de la subjetividad. Estas experiencias incitan a más preguntas sobre alternativas al amor romántico y apuntalan “la posibilidad de vivir los amores como afectaciones dinámicas, cambiantes, colectivas y en perpetua fuga".

Como puede advertirse, los artículos reunidos aquí muestran una variedad de temas y abordajes metodológicos, que hacen dialogar al amor, al erotismo y al sexo entre sí, y con las estructuras económicas, sociales, culturales y políticas del capitalismo tardío, la popularización de los discursos feministas, los avances concretos de sus agendas y las resistencias organizadas ante estos logros. Las particularidades de las sociedades latinoamericanas, los trazos de la historia colonial y dependiente, no son aquí tan visibles, y los sectores medios tienen un mayor protagonismo. Estos son datos a tener en cuenta en los espacios académicos para delinear nuevas investigaciones que expandan las preguntas y los espacios de indagación. Al mismo tiempo, aventuramos un público ávido de lecturas sobre un tema que parece ocupar y preocupar a muchas personas; ante contextos de incertidumbre económica y política, vigilancia y autovi-gilancia sobre nuestros cuerpos y deseos, el duelo pospandemia que se transita y/o esquiva, el amor y el placer sexual se vuelven refugio. Aquí no hay recetas, tan solo y tan mucho, ejercicios analíticos que invitan a reflexionar y conversar.

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