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Cuyo

versão On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.38 no.2 Mendoza dez. 2021  Epub 19-Abr-2022

 

Reseñas

Romero, Francisco. Epistolario (Selección). Edición y notas de Clara Alicia Jalif de Bertranou. Introducción de Juan Carlos Torchia Estrada. Buenos Aires: Corregidor, 2017, 1008 p.

Laura Aldana Contardi1 

1Dra. en Filosofía. Profesora en la Universidad Nacional de Cuyo. Miembro del Instituto de Filosofía Argentina y Americana. aldana.contardi@ffyl.uncu.edu.ar

Romero, Francisco. Epistolario (Selección). Edición y notas de Clara Alicia Jalif de Bertranou. Introducción de Juan Carlos Torchia Estrada, Buenos Aires: Corregidor, 2017. 1008p.

Francisco Romero (España, 1891-Argentina, 1962) es una de las figuras insoslayables de la cultura nacional y regional latinoamericana durante la primera mitad del siglo XX. Su epistolario permite reconstruir una gran red intelectual valiosísima para la historia del pensamiento filosófico argentino y latinoamericano. En el volumen se publica una selección de cartas personales del filósofo Francisco Romero, quien mantuvo comunicación con colegas, intelectuales y discípulos de distintas partes del mundo. No se incorporan cartas institucionales hallables en el archivo, que exceden el propósito de la selección.

La excepcional tarea de rescate de este epistolario la ha llevado a cabo Clara Alicia Jalif, Profesora Consulta de la Universidad Nacional de Cuyo, quien ha sido investigadora en CONICET y ha sido durante más de dos décadas Directora del Instituto de Filosofía Argentina y Americana, perteneciente a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Ha trabajado en el proyecto junto a otros investigadores, mediante un subsidio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y bajo los auspicios de la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo, en el proyecto denominado “Redes epistolares en América Latina: Francisco Romero, la filosofía como disciplina y la Historia de las Ideas”.

Dentro de un archivo de alrededor de dos mil cartas se accede a ideas, preocupaciones, inquietudes intelectuales y formas de sostener prácticas que buscaban la integración y consolidación de la filosofía en la región, por lo que la investigadora debió hacer una selección, tal como se indica. El epistolario muestra los diálogos que se inscriben en la historia cultural argentina y las redes intelectuales de Francisco Romero, es decir, sus lazos sostenidos a través de su participación en proyectos comunes. Posibilita acercarnos y entender algunas de las circunstancias vividas, sus preocupaciones, sus objetivos, sus ideas.

Las cartas, como práctica discursiva, aluden y eluden, dan cuenta de ciertos valores y códigos de un grupo social y cultural. Estos documentos, que pueden ser considerados textos paralelos a otros, colaboran en una comprensión abierta, posibilitan acceder a otras categorías no siempre explícitas en los libros y publicaciones de los interlocutores. La correspondencia presentada en este volumen abre a indagar y conocer también aspectos vitales de quienes las escribieron. Relatos que hacen visibles afectos, preguntas, idas y venidas. Abren, en síntesis, a la intertextualidad y extra textualidad.

Sin ánimos de exhaustividad pueden nombrarse algunos de los interlocutores de Romero: Coriolano Alberini, Enrique Anderson Imbert, Arturo Ardao, Edgar Brightman, Martin Buber, Adolfo Carpio, Carlos Cossio, João Cruz Costa, Alejandro Deustua, Vicente Fatone, Macedonio Fernández, José Ferrater Mora, Risieri Frondizi, José Gaos, Juan David García Bacca, Alain Guy, Nicolai Hartmann, Edmund Husserl, Eugenio Ímaz, Alejandro Korn, Alexandre Koyré, Ezequiel Martínez Estrada, Angélica Mendoza, Francisco Miró Quesada, Rodolfo Mondolfo, José Ortega y Gasset, Eugenio Pucciarelli, Alberto Rougès, Delfina Varela Domínguez de Ghioldi, José Vasconcelos, Carlos Vaz Ferreira, Juan Adolfo Vázquez, Miguel Ángel Virasoro, Joaquín Xirau, María Zambrano y Leopoldo Zea, entre otros.

Un aspecto destacado, además del trabajo de selección de cartas y organización de los documentos, es la inclusión de las notas con referencias biográficas de los corresponsales y la cita al pie de obras de los interlocutores mencionadas en las misivas, tratando de rescatar las ediciones aludidas. Sumado a esto, la tarea realizada incluye la traducción de todas las cartas que se encontraban en otros idiomas, un apéndice con la enumeración y descripción de las principales revistas y periódicos citados en las mismas y la bibliografía sucinta de Francisco Romero, realizada por Juan Carlos Torchia Estrada, quien fuera albacea del fondo documental.

La multiplicidad de los corresponsales da cuenta del afán de Romero por constituir redes intelectuales internacionales, con especial énfasis en consolidar el diálogo en el quehacer filosófico latinoamericano y en la constitución de un archivo común. Debido a la profusa información de las cartas la exhaustividad en esta presentación no es posible. Sin embargo, no pasan inadvertidas ciertas cuestiones centrales que pueden ser de interés para dimensionar la solidez del epistolario.

Son temas de reflexión en las cartas el legado y la memoria de Alejandro Korn; la filosofía de Romero: sus tesis, sus temas (metafísica, teoría del conocimiento, concepción antropológica, hombre y cultura, los valores); las principales tendencias de pensamiento del siglo XX; la situación de las universidades e instituciones en las que se desarrolla el ejercicio filosófico; las circunstancias históricas, sociales e institucionales de los corresponsales, entre las cuestiones principales abordadas.

Cada comunicación tiene sus particularidades. En algunas prevalecen las notas formales e institucionales, en otras, como las cartas con Anderson Imbert, la reflexión conlleva un análisis de la situación de los docentes universitarios en la década del cuarenta, y se desarrollan meditaciones sobre la docencia. En las cartas con José Ferrater Mora es posible reconstruir la relación con Scheler, la valoración de las obras de Hegel, Bergson, Simmel y Heidegger. En el diálogo mantenido con Ferrater quedan explícitas las afinidades de Francisco Romero. La admiración por Machado se visibiliza en carta a Mariano Quintanilla (4 de junio de 1960). En la correspondencia con Hermann L. van Breda, creador de los Archivos Husserl, es posible rastrear el reconocimiento internacional con el que ya contaba el filósofo argentino mediando el siglo XX. En concreto, el recorrido por los documentos muestra las incansables gestiones de Romero. Podría mencionarse en ese sentido el pedido de apoyo para que la UNESCO otorgara una subvención a los Archivos Husserl y para la publicación de los inéditos (26 de julio de 1949; 9 de agosto de 1949).

Más allá de las particularidades, lo que se evidencia en el Epistolario es el gran proyecto de Romero de alcanzar el acercamiento de los filósofos latinoamericanos, difundir sus actividades y sus producciones. Relacionado con este interés estaba el de constituir un archivo y hacer circular la información de todo el trabajo filosófico en América Latina (consultar las cartas a Joaquín Xirau, 15 de octubre de 1940; a Arthur Versiani Velloso, 17 de setiembre de 1941, y a Arturo Ardao, 16 de junio de 1941). Le interesaba, en sus palabras, “todo lo que sea conocimiento y amistad de quienes por toda América se consagran a los estudios filosóficos” (carta a Humberto Piñera Llera, 9 de enero de 1943).

Entre los intercambios sostenidos se encuentran pasajes en los que los sentimientos, preocupaciones y emociones de Romero y de sus corresponsales se cuelan. En esa dirección podrían mencionarse algunos ejemplos: la carta que le envía Alejandro Korn el 1º de abril de 1927 resulta significativa. Expresaba Korn: “No puedo admitir ni en hipótesis que la cátedra que voy a dejar el año próximo, caiga en manos de un patán. Es muy discutible si yo la desempeño con suficiente competencia -lo dudo- pero sin faltar a la modestia creo que sería un desastre si pasara a ciertas manos. Esto importaría un verdadero retroceso en el desarrollo de la enseñanza filosófica de nuestro país. Volveríamos a la barbarie. V. no puede incurrir en semejante cargo de conciencia”. Se trata de una comunicación de gran valor para la historiografía filosófica argentina, ya que fueron estos y otros argumentos los que esgrimió Korn para convencer a Romero de que lo sucediera en su cátedra. No nos detendremos en los avatares de ese contexto, pero vale la referencia para dimensionar el carácter de los documentos que nos proporciona el Epistolario.

En otro momento y contexto se presentan los diálogos con Humberto Piñera Llera, donde específicamente nos interesa la carta del 19 de diciembre de 1951. Romero le cuenta que ha finalizado su Teoría del hombre. Escribe esa carta al calor de la emoción y eso se expresa en la necesidad de escribir unas líneas a sus amigos. La amistad con el cubano persistirá durante dos décadas y, en ocasión del exilio de Piñera Llera, Romero intercedió para que recibiera ayuda económica de Perú, México, Costa Rica y de la Editorial Losada. Lo que puede apreciarse también es que los compromisos pragmáticos atraviesan el quehacer intelectual.

Uno de los diálogos epistolares con profundo sentido filosófico es el entablado con Alberto Rougès. En una carta del 1 de agosto de 1924 dirigida a este filósofo argentino, Romero confiesa: “pienso en usted como en el interlocutor o lector que deseo…”. Esta afirmación se corrobora mediante un rápido análisis de la correspondencia entre ellos. Las reflexiones en este caso no se limitan a cuestiones formales o novedades académicas, sino que se despliegan en múltiples núcleos conceptuales. El valor y los límites del positivismo, el conflicto entre el pensamiento lógico y la realidad, cuestiones metafísicas, el significado filosófico de la ciencia, la filosofía y su tarea, la relación entre acción y pensamiento, la trascendencia, entre otros tópicos, son asuntos que dieron que pensar y se manifestaron en sus plumas. La vivacidad del pensamiento plasmada en esas cartas nos permite reconstruir un conjunto de lecturas compartidas: Platón, Plotino, Descartes, Leibniz, Newton, Kant, Nietzsche, Bergson, Husserl, Dilthey, Ingenieros, Alberini, Korn, Vassallo y muchos más. No faltan los pedidos de colaboración, las opiniones sobre circunstancias personales. Se hace presente lo dudoso, lo incierto, lo ceñido, la actualidad, ciertas redundancias, así como los proyectos y anhelos compartidos. Entre los numerosos corresponsales del Epistolario, sin duda, Alberto Rougès ocupa un lugar central por el tenor del intercambio, por la admiración y respeto que se profesaron y porque se trata de dos figuras relevantes del pensamiento argentino del siglo XX.

Las cartas publicadas en el intercambio con María Zambrano son pocas, pero de significativo valor filosófico e histórico. Algunas cuestiones vitales aparecen en digresiones ocasionales, en medio del esfuerzo por compartir temas y problemas centrales de sus pensamientos. En 1940 la filósofa española estaba en La Habana, desde donde relata su preocupación por los acontecimientos de la Guerra. En unas pocas líneas Zambrano condensaba: “Ahora siento este veneno, este aliento podrido y las gentes, a veces las mejores se envenenan con él. Y siento más que nunca la necesidad de hablar, de hablar para desintoxicar, para probar lo que queda todavía bajo el título ‘Democracia’ y Europa y Libertad y razón, y todo lo que ha constituido la fe en que hemos crecido. No, no me resigno a que eso perezca. Tengo la angustia de no tener ni autoridad para decir muchas cosas, ni sitio siquiera donde decirlas…” (carta del 3 de junio de 1940). La caída de París la ha conmovido y ha movilizado en ella un “deseo enorme de comunicación”. La respuesta de Romero incluye su perspectiva, pero añade el relato de la muerte de su madre. En intercambios posteriores se encuentra una afirmación que podría ser objeto de investigación por su precisión conceptual y resonancias: “Le quedo muy reconocido por sus amistosas condolencias con motivo de la muerte de mi buena madre. Me ha dado una gran lección en sus últimas horas, una lección más. Otra vez veo que el hombre no es -de ninguna manera- un ser para la muerte, sino un ser para el valor” (16 de octubre de 1940).

Unos comentarios aparte merecerían los intercambios con Leopoldo Zea, Arturo Ardao y Francisco Miró Quesada, impulsores de la filosofía en América Latina con los que Romero entabló amistad intelectual. La amplitud y extensión de los intercambios con Ferrater Mora, las precisiones en las comunicaciones con José Gaos y las numerosas referencias a sus trabajos y a los de otros filósofos contribuyen a dimensionar el desarrollo seguido por el pensamiento iberoamericano en la primera mitad de siglo pasado.

A la luz de las comunicaciones pueden reconstruirse las actividades de la cátedra Alejandro Korn, las actividades del Colegio Libre de Estudios Superiores de Buenos Aires, el trabajo que llevó adelante en la Editorial Losada, específicamente en la Colección Biblioteca Filosófica, de la que fue creador y director. En numerosos casos las cartas iban acompañadas del envío de folletos, libros y artículos. En algunas ocasiones había pedidos y hasta la iniciativa detalladamente pensada de constituir un gran depósito de folletos, libros y revistas en el correo de Buenos Aires. Se esperaba que comenzara como un “servicio argentino móvil del libro” y que luego se extendiera y tuviera alcance internacional (véase la carta dirigida a Rougès el 20 de julio de 1938).

Es necesario enfatizar la inmensa labor llevada a cabo por Clara Alicia Jalif en la selección, organización y publicación de este material de incalculable valor para quienes se abocan al estudio de la filosofía argentina y latinoamericana. Si consideramos atentamente las más de mil páginas que conforman el volumen, es relevante destacar que se trata de un epistolario con carácter intelectual que da cuenta del sostenido trabajo que llevó adelante Francisco Romero para consolidar un modo de ejercicio filosófico en América Latina.

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