La Hemeroteca como lugar de memoria
Los lugares de memoria nacen y viven del sentimiento de que no hay memoria espontánea, de que hay que crear archivos, mantener aniversarios, organizar celebraciones, pronunciar elogios fúnebres, labrar actas, porque esas operaciones no son naturales. (…) Sin vigilancia conmemorativa, la historia los aniquilaría rápidamente. Son bastiones sobre los cuales afianzarse. Pero, si lo que defienden no estuviera amenazado, ya no habría necesidad de construirlos. Si los recuerdos que encierran se vivieran verdaderamente, serian inútiles. Y si, en cambio, la historia tampoco se apoderara de ellos para deformarlos, transformarlos, moldearlos y petrificarlos, no se volverían lugares de la memoria. Es ese vaivén el que los constituye: momentos de historia arrancados al movimiento de la historia, pero que le son devueltos. Ya no la vida, no aún la muerte, como los caparazones de caracoles de moluscos en la orilla cuando se retira el mar de la memoria viva (Nora, 2008, p. 25).
La celebración del bicentenario de la Biblioteca Pública General San Martín constituye una ocasión propicia para reflexionar sobre el largo recorrido que ha atravesado la institución en distintos contextos. En la actualidad, tiene múltiples significados que se vinculan con las prácticas de sus usuarios. No solo constituye un espacio que facilita el acceso a la cultura a los lectores que consultan su fondo general o los específicos, mientras estudian en sus salas de lecturas; también es un espacio de sociabilidad que posibilita el aprendizaje, diálogos e intercambios o el goce estético. En sus salas de actos, trabajo o exposiciones se desarrollan numerosas actividades de difusión y producción educativa, académicas o artísticas. Desde que, a mediados del siglo XX, la biblioteca se instaló en su edificio definitivo de la Alameda, en sus salones han tenido lugar eventos que marcaron la crónica cultural de la provincia. Aún antes, en los distintos edificios en los que funcionó, ofreció un ámbito para promover relaciones, acuñar proyectos editoriales, estimular la creación artística o el estudio disciplinado.
La dimensión y la variedad de sus colecciones bibliográficas explican que sea consultada por lectores muy diferentes. Los vecinos mayores se acercan cotidianamente a leer la prensa periódica en la sala de ingreso; niños y niñas aprovechan los libros y revistas de la Biblioteca Infantil y Juvenil; estudiantes secundarios o universitarios pueden consultar obras de referencia o específicas, aprovechar el préstamo domiciliario para leer una novela, un libro de historia, economía o una crónica periodística. También, lectores curiosos, investigadores académicos o aficionados, exploran sus otros rincones.
Entre las colecciones que la conforman existen cuatro que se destacan porque exhiben otra de las funciones de las bibliotecas, que su trayectoria ha potenciado. Además de la difusión cultural, la promoción de la lectura y la facilitación del acceso a los usuarios; sumó la de custodia y difusión de aquellos fondos que, resistiendo las vicisitudes del tiempo, se convirtieron en valiosos testimonios del pasado local. Los más significativos son los fondos de las Joyas bibliográficas, la Biblioteca de Autores Locales (BAL) y las colecciones de las Hemerotecas Mayor y Menor1. Tensionando los límites conceptuales que diferencian bibliotecas y archivos, algunos de sus fondos pueden considerarse como documentos de archivos, ya que, a pesar de ser publicaciones originalmente seriadas, en la actualidad constituyen ejemplares raros y casi únicos.
Las Joyas conservan más de 3.000 volúmenes publicados entre los siglos XVI al XIX que, probablemente, fueron donados o adquiridos por los miembros de la Sociedad Biblioteca Mendocina a principios del siglo XIX, cuando se estableció el servicio. El conjunto, de consulta restringida y objeto de estrictos cuidados destinados a prolongar su conservación, constituye un valioso capítulo de la historia de la circulación de los libros, la lectura y los lectores que permite remontarse a los tiempos en los que Mendoza era una pequeña villa de frontera en el imperio español americano. También están asociadas al prestigio simbólico de San Martín, que después de crear la biblioteca de Lima -a la que donó su librería-, envió a Mendoza varios cajones con libros, algunos de los cuales todavía se conservan (Roig, 1970, 36). La Biblioteca de Autores Locales, está integrada por 9.000 volúmenes de libros, folletos, fascículos, de distintos géneros y temáticas, principalmente publicadas en Mendoza en el siglo XX. Se trata de una colección rica y diversa que reúne obras literarias, históricas, geográficas, entre otras, muchas de las cuales son inhallables en otros fondos. A través de sus páginas pueden explorarse distintas dimensiones del desarrollo cultural en la provincia en el siglo XX: los libros, sus autores y los actores de sus relatos, sus ideas y proyectos, el imaginario y las estéticas que propiciaban, las particularidades de los momentos en los que fueron escritos, tanto como fragmentos de la sociabilidad letrada y de los procesos de desarrollo de la edición local.
Finalmente, en las Hemerotecas Mayor y Menor se recopilan y conservan publicaciones periódicas y diarias producidas en distintos lugares desde mediados del siglo XIX que, por su capacidad de capturar instantes del pasado, constituyen valiosos testimonios vinculados con diferentes temáticas y momentos históricos. Estas secciones conservan series, en algunos casos bastante completas, de periódicos y revistas informativas, literarias, barriales, obreras, inmigrantes o femenina, que conviven con publicaciones oficiales del gobierno nacional o provincial, publicadas en distintos lugares desde fines del siglo XIX.
El valor testimonial sobre distintos procesos y dimensiones del pasado de Mendoza de estas colecciones, que han sido y son asiduamente consultadas por lectores diversos, que incluyen desde investigadores especializados o aficionados hasta estudiantes secundarios y universitarios, es socialmente reconocido2. En las páginas de libros, revistas y diarios se ha encontrado información cuantitativa, imágenes, manifiestos, que contribuyen a responder las preguntas que hasta ahora le han sido planteadas al pasado lejano o reciente local y nacional. En este sentido, la biblioteca puede ser considerada, recuperando la dinámica pasado, presente y futuro que plantea Pierre Nora, como un lugar de memoria insoslayable para la sociedad mendocina. Amenazado por los efectos del paso del tiempo sobre los frágiles soportes de papel que se pulveriza, tanto como por las fuerzas del olvido y la pérdida de relevancia que adquieren frente al vértigo de las novedades. Estos testimonios, de voces diversas, sus encuentros y desencuentros, subsistirán mientras sean capaces de proponer respuestas, sostener argumentos o plantear conjeturas a las interpelaciones que plantean el presente y el futuro.
Desde esta perspectiva, se redimensiona la problemática de la preservación al patrimonio documental y bibliográfico que, desde mediados del siglo XX, ha concitado la atención de distintos organismos e instituciones internacionales y nacionales, ensanchando el concepto de patrimonio cultural. El Programa Memoria del Mundo lo define como la memoria colectiva y documentada de los pueblos del mundo que permite conocer el desarrollo de las sociedades (Edmondson, 2002) y suele está situado en bibliotecas, archivos, museos y otros lugares de custodia como las hemerotecas. El programa considera que una de las estrategias de preservación preventiva más eficaces es la difusión del patrimonio documental, lo que supone una descripción precisa de sus particularidades que permita evaluar su potencialidad testimonial o explicativa y sus límites, facilitando su acceso y circulación.
En este sentido, las páginas siguientes presentan los resultados preliminares de un análisis de los fondos de la Hemeroteca Mayor de la Biblioteca San Martín. En un primer momento, se examinan algunos fragmentos del desarrollo institucional que permiten identificar las instancias de la formación de la colección de periódicos, apelando a las reconstrucciones existentes y a fuentes editas e inéditas. Luego, se presentan algunas de las características y potencialidades de sus colecciones de acuerdo con un análisis del catálogo disponible para los usuarios. Finalmente, reflexionamos sobre el futuro de la hemeroteca en función de las profundas transformaciones provocadas por la revolución digital en el mundo de las bibliotecas.
La formación de la colección de periódicos
Las Hemerotecas Mayor y Menor no han sido objeto de estudio sistemático hasta el momento, aunque en las historias de la biblioteca y en sus inventarios aparecen mencionados periódicos, revistas o folletos. El proceso de su conformación está asociado al devenir del fondo bibliográfico constituido en 1822, por lo que repasar su trayectoria contribuye a iluminarlo 3. De su largo y sinuoso recorrido solo nos interesa rescatar algunos momentos significativos, que permiten observar sus colecciones de periódicos.
El 9 de julio de 1822 la Sociedad Biblioteca Mendocina inauguró en Mendoza la sala de lectura de una biblioteca pública. Se trataba de una biblioteca por suscripción, en la cual los socios pagaban un canon destinado a la compra de libros. Fue pensada como una institución popular, aunque en el contexto solamente un reducido sector social tenía acceso a la cultura letrada y solo sus socios tenían el privilegio de la lectura de sus fondos. Era parte del proyecto modernizador de un sector ilustrado de la elite que estableció la Sociedad Lancasteriana para promover la enseñanza de las primeras letras y publicó un periódico. La difusión de conocimientos útiles a través de los libros, la prensa y la educación, como maneras de alentar la reforma de la sociedad, la civilidad de las costumbres, la prosperidad económica y la formación de ciudadanos, constituían elementos claves en el proyecto ilustrado (cf. Roig, 1970).
El fondo bibliográfico original, que se estima superó los 2.000 volúmenes, se conformó con donaciones de las bibliotecas particulares de sus socios y por las que consiguieron a través de sus relaciones personales y con grupos semejantes en Buenos Aires y Santiago de Chile. En el relato de su creación, Roig destaca el viaje que emprendió a Buenos Aires su secretario, Agustín Delgado, donde adquirió una versión de la Enciclopedia francesa y varios periódicos. En efecto, las páginas de El Verdadero Amigo del País exhiben que la Sociedad estaba suscripta, al menos, a unos 22 periódicos publicados en Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Guayaquil, Bogotá, Brasil, Londres y Filadelfia4. La colección debió ser más amplia ya que seguramente incluía los que se publicaban en la ciudad. La presencia de los periódicos en las bibliotecas responde a su capacidad de proveer, en un espacio reducido, información actualizada y difundir conocimientos destinados a transformar prácticas y costumbres, así como mensajes políticos. Al mismo tiempo, eran más económicos que los libros y proponían una lectura más sencilla que potenciaba la multiplicación de los lectores (Molina, 2009).
Los conflictos políticos que atravesaron a las provincias rioplatenses en la primera mitad del siglo XIX frustraron la experiencia y dispersaron a sus socios. Hacia 1830, en el breve gobierno unitario de Videla Castillo, había dejado de funcionar ya que uno de sus socios solicitó autorización para reorganizarla5. Sin embargo, el fondo bibliográfico continuaba instalado en la Sala destinada a la lectura y, en 1833, el gobierno realizó un Inventario de los libros de la Biblioteca de la Provincia que registró unas 349 obras integradas por 1.113 volúmenes. El inventario también sitúa en uno de los estantes la colección de periódicos, aunque no se detiene en su descripción (Hualde de Pérez Guilhou y Gabbi, 1979, p. 67).
En 1852, cuando se iniciaba la organización constitucional y, a pesar de las tensiones políticas, se aceleró el retorno de los emigrados, el gobierno emprendió su restablecimiento y se formó una Comisión de Amigos de la Ilustración para situarla en un nuevo lugar. La iniciativa sugiere que, a pesar de la idea de continuidad que proponen las historias de la biblioteca, a mediados del siglo XIX, había dejado de existir. Las autoridades no solo impulsaron la organización de los fondos que quedaban, sino que amenazaron con utilizar la fuerza pública para recuperar los libros que estaban dispersos en casas particulares. Por otra parte, cuando Damián Hudson redactó sus memorias recordó que, durante las guerras civiles, las tropas federales de Pacheco habían provocado pérdidas irrecuperables en el fondo bibliográfico (Hudson, 1898, p. 470). Mientras se recuperaban los libros, el gobierno costeó la suscripción a todos los diarios que se publicaran en la Confederación, incluyendo los que aparecían en la ciudad y, de esta forma, intentó aumentar o volver a iniciar la colección de periódicos. Una nota del director de la biblioteca al ministro de gobierno de 1857 manifiesta su crecimiento y propone suspender las suscripciones para destinar esos fondos a la impresión de textos de enseñanza para las escuelas: “(…) no cabiendo ya en los estantes de la biblioteca las colecciones de periódicos a que está suscripta, y abultándose cada vez más (…)”6. El pretexto podría sugerir tensiones entre los criterios del director y el ministro sobre el uso de los pocos recursos que se le destinaban a la institución, tanto como sobre el tipo de publicaciones que debía ofrecer a los lectores en un momento en el que la educación comenzaba a priorizarse y crecía el público lector.
El mismo año, el naturalista alemán German Burmeister se asombró de encontrar una biblioteca pública en una ciudad pequeña. En el relato de su Viaje por los Estados del Plata la describió como una amplia sala del antiguo convento agustino, con armarios llenos de libros y mesas sobre las que se ubicaba la prensa periódica de la provincia y otras ciudades para que cualquiera pudiera leerla. El fondo bibliográfico lo decepcionó, pero destacó la importancia de los periódicos locales y de otras ciudades como materiales valiosos para la historia (Giamportone, 1997, p. 26). El testimonio del naturalista no permite identificar si se refiere a las colecciones que todavía existían en el inventario de 1833 o a las que se formaron después de la reorganización de 1852.
Las observaciones de Burmeister se redimensionan porque su visita fue previa a la destrucción y el incendio de la ciudad provocado por el terremoto de 1861, argumento que suele explicar la pérdida de los fondos. De hecho, una parte se dispersó entre los vecinos mientras otra fue resguardada por el gobierno. En la década siguiente, mientras avanzaba la construcción de la ciudad nueva, el gobierno provincial volvió a impulsar su restablecimiento con el apoyo de la Sociedad de Amigos de la Instrucción Popular y le destinó un nuevo edificio. La reorganización supuso un cambió en su denominación y, a partir de 1871, adquirió su nombre actual. Un inventario realizado ese año, fue publicado parcialmente en las páginas de El Constitucional, mientras que otra parte, conservada en el archivo, registró títulos de algunas donaciones de vecinos. Aunque no aparecen claramente consideradas las publicaciones periódicas, su presencia y recopilación continuaba interesando a los lectores. En efecto, cuando en 1877 un grupo de estudiantes mendocinos constituyeron en Buenos Aires la Sociedad Protectora de la Biblioteca San Martín de Mendoza, destinaron los fondos que reuniera la asociación a través del pago del canon mensual a la compra de libros, pero también de periódicos y revistas.
Recién en la primera década del siglo XX, y a pesar de los cambios de edificio que suponían el traslado de sus fondos, de las particularidades de las gestiones y los escasos fondos que le destinaban el gobierno, consiguió consolidarse en un contexto atravesado por el impacto de la transformación agroindustrial vitivinícola y la inmigración masiva que multiplicó y diversifico la población. La Superintendencia de Enseñanza, de la que dependía, la jerarquizó y, entre otras mejoras, destinó para su funcionamiento el edificio de la Escuela Arístides Villanueva, situado en el centro de la ciudad (Roig, 2009, p. 362)7. Vicente Fino, que la dirigía en 1906, reorganizó sus fondos y, en 1908, publicó un prolijo catálogo que reproduce las distintas secciones de la biblioteca. La clasificación ubica a la colección de publicaciones periódicas en la sección Diarios, periódicos y revistas y registra 269 títulos. Pero, estos datos son solo orientativos, ya que el catálogo combina criterios temáticos con tipo y lugar de publicación. Así, la sección Educación se organizó en tres partes. separando los libros de Pedagogía y Psicología de las publicaciones periódicas o únicas: Leyes, Informes, Revistas, etc. y de los Textos escolares. Asimismo, la sección Leyes, Informes… tiene un apartado específico para las publicaciones de Mendoza y, los Textos escolares, se clasificaron en Lecturas e Idioma Nacional, Idiomas Extrangeros, Matemáticas y Ciencias Naturales, Historia y Geografía. Miscelánea. La clasificación también consigna separadamente las Publicaciones Oficiales ordenadas de acuerdo con su procedencia en: Publicaciones Oficiales de la República Argentina, Publicaciones Oficiales de la Provincia de Mendoza y Publicaciones Oficiales Extranjeras. Estas secciones a su vez también están organizadas en varios apartados (Fino, 1908, p. 66).
El catálogo sintetiza las existencias de la biblioteca en tres cuadros que comparan el crecimiento de los títulos entre 1904 y 1908 y los clasifica de acuerdo con su momento de publicación e idioma. De los 269 títulos de la sección Diarios, periódicos y revistas, 149 habían sido incorporados desde el año 1904, cuando solo disponía de 120. De estos 269 títulos, solo 8 habían sido publicados antes de 1850, lo que confirma que, a principios del siglo XX, la mayor parte de los periódicos que se habían recopilado la biblioteca desde su creación, ya habían desaparecido8. La mayoría de los periódicos estaban escritos en español, solo había 15 en francés y 5 en inglés, pero olvidaron consignar títulos en italiano como el del periódico publicado en Mendoza Il Cittadino (1892-1895), que todavía se encuentra en la hemeroteca. Esta sección no aparece descripta completamente en el interior del catálogo que únicamente consigna información sobre 55 publicaciones. En la selección descripta hay 27 periódicos, 27 revistas y una atribución errónea. La mayoría de los periódicos descriptos fueron publicados en Mendoza, solo cuatro en Buenos Aires, y a excepción de El Constitucional, aparecieron en la década de 1880 (Fino, 1908, pp. 122-124).
La escasez y parcialidad de los datos no permite extraer conclusiones sólidas, pero resulta interesante observar que, de los 27 periódicos descriptos en el catálogo, 15 todavía pueden consultarse. La pérdida de los otros 12 encuentra explicación en las cambiantes condiciones en las que la biblioteca desarrolló sus servicios en el siglo XX, escasos recursos, poco personal, nuevos traslados, que recién concluyeron a mediados del siglo cuando, en 1955, se instaló en el edificio que hoy ocupa. De esta parte de su trayectoria, nos interesa destacar que las políticas de suscripción a los distintos periódicos locales y de otras provincias, principalmente de la capital, deben haberse mantenido, si observamos los títulos del actual catálogo de prensa. También resulta importante señalar que, en 1960, durante la dirección de Enrique Zuleta Álvarez, se creó el Fondo y Hemeroteca Americana, que separó el servicio de consulta de publicaciones periódicas y del fondo bibliográfico. Años más tarde, la directora Graciela Silva Gómez de Maure, reconfiguró esta sección dividiéndola en Hemeroteca Mayor para la consulta de las colecciones de periódicos y la Hemeroteca Menor para la de revistas, folletos y otras publicaciones (cf. Giamportone, 1997, pp. 45-51).
Una mirada a la colección de la Hemeroteca Mayor
En el subsuelo de la biblioteca se encuentra el depósito de las colecciones de prensa que, de acuerdo con el catálogo, conserva unos 300 periódicos. El catálogo de los usuarios posee algunas imprecisiones y consigna como títulos algunas ediciones especiales, que dificultan un cálculo preciso. Una exploración rápida permite identificar algunas características. El periódico más antiguo de la colección es El Constitucional, publicado en Mendoza entre 1853 y 1884, mientras que otros, como Los Andes, continúan siendo recopilados. El catálogo incluye el periódico en inglés The Economist (1855), pero el resto de la colección está integrada por prensa publicada en Argentina. Se registran algunos diarios publicados en otras provincias, pero principalmente en Buenos Aires, de circulación nacional y disponibles en otras hemerotecas del país como La Nación (1879-1945, 1960 y continúa hasta el presente), La Prensa (1905-1956-1996), Crítica (1930-1933), Crónica (1931-1968), Clarín (1966-1994 y continúa), La Razón (1973-1979 y anuarios más antiguos), La Opinión (1913, 1918-1919, 1924, 1927-1933, 1973-1979), El Mundo (1973-1974). Las fechas permiten apreciar que no todas las series están completas ni actualizadas.
La mayoría de los diarios fue publicada en Mendoza entre el siglo XIX y el XXI y, desde el punto de vista patrimonial, es la parte más importante de la colección. Solo quedan unos 12 periódicos publicados en el siglo XIX y su estado de conservación dificulta la consulta. Además de El Constitucional (1853-1885) se conservan: El Artesano (1879-1880), El Pueblo (1879-1880), El Ferrocarril (1883-1889), La Palabra (1885-1889), Los Andes (1886-2023), Eco de Mendoza (1890-1892 y 1899-1904), El Debate (1890-1914), Il Citadino (1892-1895), La Discusión (1892-1893), El Porvenir (1894-1896) y El Diario (1897-1898).
El resto apareció en distintos momentos del siglo XX, lo que permite suponer que cuando a principios del siglo mejoraron las condiciones materiales de la biblioteca, se multiplicaron las suscripciones y fue posible adquirir y conservar muchas de las publicaciones que circulaban en la provincia. Algunos de los títulos del catálogo son muy conocidos y se han convertido en objeto de estudio como El Constitucional, Los Andes o El Debate, otros han sido consultados para estudiar procesos de períodos específicos como El Tiempo de Cuyo (1956-1968), El Andino (1968-1979) o Mendoza (1969-1987), pero hay algunos que todavía no han sido aprovechados por los lectores.
De acuerdo con los objetivos con los que se editaban o los recursos de los editores muchos de los periódicos tuvieron una duración efímera y desaparecieron después de publicar unos pocos números. Otros tuvieron mayor aceptación y su edición se prolongó por años. La prensa política registra emprendimientos fugaces que no se prolongaban más allá de una campaña electoral como El Artesano. Los periódicos con temáticas especializadas, como los económicos, agrícolas o industriales, dirigidos a públicos reducidos, también encontraban dificultades para sostenerse en el tiempo, como el diario Heraldo de Comercio (1915-1919). La colección también conserva periódicos editados por trabajadores como El Obrero Gráfico (1939-1941), empresarios como Industria Andina (1938-1942) de la Sociedad de Bodegueros Trasladistas, o comunidades de inmigrantes españoles e italianos, como Il Pensiero Italiano (1919) o La Gaceta Española (1925-1926). La mayoría fueron publicados en la ciudad, pero existen numerosos periódicos producidos en los departamentos como La Voz de Luján (1911-1915), Godoy Cruz (1919), Crónica de San Rafael (1924), Guaymallén (1939) o Malalhue (1946). Muchos de los periódicos no aparecían de manera diaria y se publicaron por periodos cortos, fueron encuadernados de manera conjunta y constituyen una especie de subcolección organizada en tomos. La composición de los tomos no siempre sigue un criterio cronológico como lo muestra, por tomar un ejemplo al azar, el número 10 que incluye: La voz de Luján (enero-junio 1915), El Plata (noviembre 1926), Sarmiento (febrero-diciembre 1911), La Palestra (febrero-abril 1916) y Lux (abril-noviembre 1910).
Aunque la colección está catalogada, son necesarios otros instrumentos de descripción que faciliten la identificación de sus contenidos y permitan apreciar más claramente el valor testimonial y las posibilidades que ofrece para la investigación. Todavía sentarse en la sala de lectura a explorarlos constituye una verdadera aventura en la que la historia de El periodismo en Mendoza de Jorge Oviedo (2010), que provee una mirada panorámica del desarrollo del periodismo de la provincia, ofrece una buena guía.
Nuevos desafíos para la Hemeroteca y la Biblioteca
El rápido avance del desarrollo tecnológico ha transformado profundamente el mundo de la cultura letrada y nuestras rutinas cotidianas. Los cambios en las formas de leer y escribir, de los soportes en los que se lee y escribe, y de las formas en las que circulan los escritos han generado nuevas prácticas y necesidades. Sin embargo, todavía vivimos un tiempo de transición, en el que el mundo analógico convive con el digital.
En la nueva era digital, la proclamada desaparición de los libros en papel no parece cercana, pero los cambios son profundos. En el caso de la prensa y de otras publicaciones periódicas, el avance de la digitalización es abrumador como lo manifiesta el descenso de las ventas de los ejemplares en papel, el crecimiento de las suscripciones electrónicas o la multiplicación de medios y revistas digitales, entre algunos de los fenómenos que experimentamos actualmente. En efecto, si analizamos la página del sitio Prensa escrita, que no consigna datos para identificar a los productores ni fechas para situar e interpretar la información que provee, observamos que en toda la provincia de Mendoza se publican 41 diarios de los cuales solo 6 tienen una edición en papel9. Aunque la información no está actualizada y es difícil de comprobar, la comparación resulta útil porque plantea múltiples interrogantes sobre el futuro de las hemerotecas y sus posibilidades de gestionar los periódicos digitales. Por otra parte, el crecimiento de los medios complejiza las tareas de selección, recopilación, conservación y accesibilidad de los formatos digitales efímeros y desplaza a sus gestores hacia el lugar de constructores de memoria y no simples custodios, proceso semejante al de los archiveros.
Desde principios del siglo, bibliotecas, archivos y hemerotecas respondieron a los cambios tecnológicos y a las demandas de los usuarios articulando las dimensiones analógica y digital cuando comenzaron a convertir partes de sus fondos en papel en versiones digitales. Su publicación en línea para la consulta remota multiplicó las posibilidades de acceso de los usuarios al conocimiento, mientras limitaba el impacto de la manipulación sobre los fondos patrimoniales. Por mencionar un caso destacado entre muchísimos otros, la Biblioteca Nacional de Madrid no solo ha digitalizado parte de su fondo bibliográfico, sino que en el año 2006 inauguró la Hemeroteca Digital Hispánica que, en la actualidad, permite la consulta de más de 2.000 periódicos publicados en España, Europa y algunas de las ciudades que formaron parte del antiguo imperio español americano. La experiencia se repite en los principales repositorios europeos, norteamericanos y muchos latinoamericanos, como la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
Pero la digitalización tiene límites y dimensiones problemáticas. Los costos y recursos tecnológicos y humanos que demandan este tipo de proyectos limitan las posibilidades de emprenderlos solo a las instituciones de mayor jerarquía. Por otra parte, resulta imposible cumplir la fantasía de digitalizarlo todo, lo que supone conversiones parciales de los fondos y selecciones basadas en las demandas, que no necesariamente redundan en la construcción de una historia plural, sino que pueden reproducir y profundizar desigualdades y deformar o empobrecer las imágenes del pasado. Al mismo tiempo, los buscadores no resultan tan sencillos de usar ni ofrecen la posibilidad de encontrar lo que no se busca y puede servir, como lo demuestran nuevos desarrollos que apelan a la realidad virtual para simular la experiencia de la búsqueda en los estantes que, de alguna manera intenta hacer converger el mundo digital y el analógico porque los usuarios prefieren seguir caminando por los anaqueles y sorprenderse.
La Biblioteca San Martín ha respondido a estas transformaciones utilizando las posibilidades que las tecnologías de la información ofrecen para difundir sus actividades y facilitar el acceso a su patrimonio. Posee un sitio de internet donde es posible consultar el catálogo bibliográfico en línea y realizar otras gestiones. La reproducción de la prensa periódica en otros soportes tampoco es ajena a la experiencia de la hemeroteca como lo muestra la microfilmación de El Constitucional realizada en las décadas finales del siglo XX, durante la gestión de Cristina Satlari, gracias a un subsidio internacional. Por entonces, el microfilm era el soporte preferido para la conversión analógica hasta que el desarrollo de los scanner y las cámaras fotográficas los desplazaron. El microfilm permitía preservar el periódico limitando el deterioro derivado de la manipulación de los usuarios. De esta forma, los periódicos en mal estado de conservación se sacaban de circulación y se ofrecía a los usuarios una experiencia de consulta semejante, aunque limitada por la mediación de la pantalla de la lectora. Pero, cuando la lectora dejó de funcionar y resultó imposible repararla porque ya no existían repuestos ni técnicos que supieran hacerlo o porque resultaba demasiado costoso, los microfilms dejaron de consultarse y El Constitucional interrumpió su circulación.
A fines de 2022 se inició un nuevo proyecto de conversión de los fondos de la Hemeroteca Mayor, financiado con fondos del Consejo Federal de Inversiones. Su objetivo es digitalizar la colección de periódicos para que, en un futuro cercano, pueda ser consultada en línea. Se utiliza un escáner aéreo que no impacta la superficie del papel y captura fotografías de alta calidad que facilitarán la lectura. La microfilmación de El Constitucional dejó la valiosa experiencia de los problemas de la obsolescencia tecnológica. El frenético ritmo del cambio tecnológico permite pensar que, como los antiguos disquetes y discos compactos, los discos duros externos (rígidos, sólidos o híbridos), así como las máquinas y programas necesarios para leerlos, serán desplazados por nuevas tecnologías, dispositivos de almacenamiento y formatos que podrían llegar a impedir la lectura de los diarios digitalizados. Por otra parte, a diferencia de los microfilms, que han resultado ser bastante durables, aunque menos que el papel; los actuales dispositivos de almacenamiento son más frágiles, su conservación es costosa y demanda atención permanente. En este sentido, su futuro aparece signado por la necesidad de que su personal adquiera los conocimientos y la experiencia técnica para llevar adelante la gestión de las colecciones digitalizadas y las autoridades articulen los servicios bibliotecarios en una clave humana que no pierda de vista la planificación de la dimensión tecnológica.
Pensar en los escenarios futuros desde la perspectiva de la protección y difusión del patrimonio documental, permite recordar que, en cualquier caso, la existencia de la hemeroteca y la biblioteca, así como la del patrimonio documental que resguardan, es resultado de un conjunto de diseños, proyectos y planes, pero también, parafraseando a Fernando Devoto, de la contingencia y el azar. El tema está en la agenda actual y su futuro, los múltiples desafíos de estos tiempos de crisis y las expectativas de los usuarios ameritan profundizar el diálogo sobre el rumbo de los cambios y sus implicancias en el patrimonio documental que conservan sus colecciones.