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Cuyo

versão On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.40 no.2 Mendoza  2023  Epub 05-Jun-2023

 

Artículos

Lecturas e interpretaciones de las actuaciones de Gregorio Tagle, Pedro José Agrelo y Manuel Moreno en el discurso filosófico elaborado por José Ingenieros y Alejandro Korn a principios del siglo XX1

Readings and interpretations of the performances of Gregorio Tagle, Pedro José Agrelo and Manuel Moreno in the philosophical discourse prepared by José Ingenieros and Alejandro Korn at the beginning of the 20th century

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Católica Argentina. Universidad del Salvador. Contacto: eirisariel@gmail.com

Resumen

Gregorio Tagle (1772-1845), Pedro José Agrelo (1776-1846) y Manuel Moreno (1781-1857) fueron letrados de relevancia política, administrativa e intelectual en el territorio rioplatense de principios del siglo XIX. Ellos fueron analizados tanto por Ingenieros como por Korn en sus respectivas obras sobre la historia de las ideas argentinas, al momento de constituir un campo disciplinar de la filosofía y la historia de las ideas. Ambos autores tuvieron diferencias de lecturas sobre la historia del pensamiento argentino, que se evidencian en las interpretaciones aplicadas a estos tres letrados, que deben ser contextualizadas.

Palabras clave: José Ingenieros; Alejandro Korn; letrados; Filosofía argentina; Historia de las Ideas

Abstract

Gregorio Tagle (1772-1845), Pedro José Agrelo (1776-1846) and Manuel Moreno (1781-1857) were lawyers of political, administrative and intellectual relevance in the River Plate territory at the beginning of the 19th century. They were subject of study by José Ingenieros and Alejandro Korn in their respective works about intellectuals in Argentina, at the time of constituting a disciplinary field of philosophy and intellectual history. Both authors had differences in their interpretations on the history of argentine intellectuals, which are evident in the explanations applied to these three lawyers, which must be contextualized.

Keywords: José Ingenieros; Alejandro Korn; lawyer; Argentine Philosophy; History of Ideas

Introducción

Gregorio Tagle (1772-1845), Pedro José Agrelo (1776-1846) y Manuel Moreno (1781-1857) fueron letrados de relevancia política, administrativa e intelectual en el territorio rioplatense de principios del siglo XIX. Ocuparon distintos espacios de gobierno y elaboraron teorías jurídico-políticas que respondían a las coyunturas tardo-coloniales, revolucionarias y de los Estados Provinciales. Compartieron espacios en la dirigencia política, a veces enfrentados. Entre ellos se destacó su presencia en la administración virreinal y luego en la revolucionaria. En el caso de Tagle fue asesor legal de la Real Audiencia de Buenos Aires, luego asesor del intendente Miguel de Azcuénaga, para pasar en 1815 a ser ministro del gobierno de los directores Ignacio Álvarez Thomas, Antonio González Balcarce, Juan Martín de Pueyrredón y José Rondeau. Exiliado en la Banda Oriental por los sucesos de la Atomización de las Provincias Unidas en 1820, regresó durante el gobierno de Martín Rodríguez y se opuso al reformismo rivadaviano al participar del Motín de los Apostólicos en 1823. Luego se acercó a Juan Manuel de Rosas, quien lo nombró juez de la Cámara de Apelaciones y ejerció como ministro del gobierno de Juan Ramón Balcarce. Mientras que Agrelo tras ser subdelegado de Chinchas en el Alto Perú, asumió la redacción de periódicos revolucionarios como La Gazeta de Buenos Ayres, se integró a la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro, al tiempo que ejercía como fiscal de la Cámara de Apelaciones. Diputado y presidente de la Asamblea del Año XIII, fue desplazado del gobierno con la caída de Alvear, que llevó a Tagle al ministerio. Se opuso al Directorio de Pueyrredón lo que le significó el exilio en Estados Unidos en 1817. Participó del grupo federal de Buenos Aires en 1820 en oposición a los directoriales que tenían como referente a Pueyrredón y Tagle. Fue profesor de la Universidad de Buenos Aires en la época del reformismo rivadaviano y luego nombrado fiscal de Estado por Rosas, puesto en el que colaboró con el juez Tagle. Por otra parte, Manuel Moreno fue oficial de la secretaría virreinal y luego de la Primera Junta cuyo secretario fue su hermano Mariano. A partir de allí, acompañó a su hermano en la misión diplomática a Londres, donde permaneció pese a la muerte de este. Regresó en 1813, donde se sumó a la Logia Lautaro y se desempeñó como oficial de la secretaria de la Asamblea del Año XIII. Junto con Agrelo permanecieron cerca del Directorio de Alvear, luego fueron opositores a los directores siguientes y exiliados en Baltimore. Regresó a Buenos Aires en 1821, donde su recibió en la carrera de medicina y ocupó el claustro docente de la Universidad de esa provincia a la par de Agrelo. Fue luego diputado del Congreso de 1824, aliado a la tendencia federal de Manuel Dorrego y ministro de gobierno de este último. Permaneció luego como diplomático en Londres durante los gobiernos de Rosas.

Como se puede observar, las tres figuras fueron funcionarios permanentes de los gobiernos sucedidos desde el fin de la época virreinal hasta el rosismo. Formados como letrados universitarios en el caso de Tagle y Agrelo, o como hombre de experiencia en gestión y con erudición autodidacta en el caso de Moreno, integraron los debates intelectuales de la dirigencia política de su época y elaboraron producciones diversas como periódicos, libelos, proyectos jurídicos, resoluciones de gobierno y obras literarias e historiográficas. Por eso los tres pueden ser considerados “letrados” en cuanto que eran eruditos de amplia preparación, dispuestos para servir al gobierno desde diferentes áreas (Mazín, 2008, pp. 53-78)2. El letrado estaba también asociado a la función jurídica, bajo una concepción jurisdiccional donde la justica era parte central de la política (Garriga, 2007 p. 20,; Barriera, 2019, p. 164), por lo que las producciones intelectuales de estas figuras solían de estar directamente vinculadas a la esfera política. Dada la relación personal y la coincidencia en espacios de gobierno de las tres figuras descriptas, este trabajo se inscribe en el marco de nuestra investigación mayor, centrada en las trayectorias relacionales de estos letrados. En la misma se busca dilucidar prácticas, discursos y redes en común que les habrían permitido sostenerse en el gobierno pese a la sucesión de formas de estatalidad y de facciones políticas preponderantes.

Al momento de observar las primeras producciones sobre ellos, se evidencia que fueron figuras presentadas por los primeros estudios inscriptos en la formación disciplinar de la filosofía argentina de principios del siglo XX y su desarrollo historiográfico. Allí, desde una perspectiva basada en la historia de las ideas, los tres letrados fueron objetos de estudio por parte José Ingenieros y de Alejandro Korn. Desde dos interpretaciones diferentes, ambos pensadores, por entonces vinculados a la conducción de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, realizaron un estudio de la historia intelectual argentina. A través de sus obras, Evolución de las ideas políticas argentinas de José Ingenieros e Influencias filosóficas en la evolución nacional de Alejandro Korn, ambos recurrieron a las acciones de dichos letrados para sostener sus reflexiones y constituir una hermenéutica adecuada a sus perspectivas metodológicas. Al hacer eso, también realizaron una lectura histórica del pasado no solo de la disciplina filosófica, sino también de la cultura política del siglo XIX (cf. Devoto y Pagano, 2009, pp. 135-136). Para esa finalidad, presentaron distintos aspectos de las acciones de los tres letrados para sostener sus argumentaciones sobre el pasado intelectual argentino y la epistemología de su área de estudio, que igualmente contribuyó al saber histórico de su época.

Analizar esta cuestión es importante para comprender las particularidades de la historia de las ideas que se inicia por entonces, a la vez que se podrá comprender las particularidades de las interpretaciones filosóficas dadas al accionar de los tres letrados. Estas figuras han sido objeto de estudio por los principales trabajos historiográficos que abordaron cuestiones jurídicas o políticas del período en las últimas décadas3. Sin embargo, son pocos los aportes específicos sobre alguna de estas tres personalidades (Quiroga, 1972; Eiris, 2021), aunque no se detienen en particular en las lecturas historiográficas de la que fueron parte por el campo académico. A su vez, si bien Ingenieros y Korn han sido objetos de investigaciones particulares y relacionales entre ambos (Biagini, 1984, pp. 5-13; Ramaglia, 2004; Terán, 2008; Domínguez Rubio, 2017, pp. 75-94; Plotkin, 2021), ningún estudio se centró en el análisis de sus interpretaciones específicas sobre figuras de la primera mitad del siglo XIX, como lo son Tagle, Agrelo y Moreno.

Por eso, se considera relevante realizar la investigación sobre la lectura e interpretación que ambos intelectuales, Ingenieros y Korn, hicieron de estas tres figuras. ¿Qué tipo de categorías se les adjudicaba a ellos? ¿Cómo eran entendidos en el marco de la historia de las ideas? ¿Qué diferencias y similitudes se hayan en la clasificación realizada sobre ellos? Se entiende que, pese a las diferencias metodológicas y teóricas, tanto Ingenieros como Korn interpretaron a los tres letrados como expresión de un pasado intelectual argentino, donde la filosofía se evidenciaba en el accionar de la dirigencia política. Agrelo y Moreno eran vistos como impulsores de ideas modernas, frente a la figura de Tagle caracterizada de conservadora. Así, los dos autores enmarcaron a dichas personas como expresión de “tipos ideales fijos” que encarnaban y representaban en el proceso histórico.

Para estudiar esa cuestión, debe considerar que, a principios del siglo XX, la investigación de la historia de las ideas de la que formaban parte Ingenieros y Korn, tomaban a los “tipos ideales” como imágenes arquetípicas de corrientes filosóficas o intelectuales. De allí que se priorizaba la búsqueda de “influencias” de esos tipos ideales en la recepción local y generalmente heterogénea con que era vista la intelectualidad americana (Palti, 2007, p. 36).

En la actualidad, el campo historiográfico tiene entre su heterogeneidad de corrientes metodológicas, otras centradas en la contextualización de cada producción intelectual en su espacio de poder y en las relaciones interpersonales del autor, al buscar comprender su intervención como “hecho discursivo” (Skinner, 2007; y Pocock, 2011). Este es un recurso que se utilizará, a fin de observar paradojas y contradicciones en la elaboración del discurso académico. Asimismo, es importante comprender el uso de determinados conceptos o figuras en la formación de la retórica intelectual que, como tal, se encuentra enfrentada a otra (Foucault, 2002 [1966], p. 61). Eso obligará a contextualizar las obras de ambos pensadores al momento de ver sus lecturas sobre el pasado histórico rioplatense.

Por todo ello, para la presente investigación, se analizarán las dos obras mencionadas de Ingenieros y Korn, para comprender qué tipo de usos se aplicaba a dichas figuras y de qué manera se diferenciaban o coincidían sus interpretaciones en función de su contexto de inicios del siglo XX. Primero se contextualizará a los autores, para luego estudiar cada una de sus intervenciones con referencia a estos tres letrados seleccionados.

El contexto socio-cultural de Ingenieros y Korn

A inicios del siglo XX las disciplinas científico-sociales se encontraban en un proceso de profesionalización. A través de redes y nuevos espacios de sociabilidad e institucionalidad, se conformaba un campo cultural autónomo que redefinía las limitaciones y alcances de las diferentes disciplinas científicas, según sus metodologías y objetos (Bruno, 2014). Se abandonaba la imagen del “letrado” en cuanto erudito, capaz de trabajar diferentes áreas del saber y que, a su vez, tenía vínculos con actividades en espacios no académicos, como pueden ser las funciones de gobierno4. Estas características de los “intelectuales” rioplatenses, que provenían de la época colonial, daban paso a un nuevo erudito, especializado y profesionalizado en una disciplina y cuya actividad se reducía al trabajo de las letras, o sea del campo académico (Altamirano, 2008, pp. 20-21). Esa nueva situación le daba a los intelectuales un marcado carácter de independencia con respecto al poder político y al gobierno, de los cuales no se desvinculaba totalmente, pero su sostenimiento no dependía de ello, por lo que podía constituirse en una voz crítica y de mayor autonomía que en los períodos anteriores, donde se superponía el rol intelectual con las funciones de gobierno. Dicha transformación fue gradual y por momentos contradictoria, en la medida de que los letrados buscaban mayor autonomía y dependió de que las estructuras académicas y gubernamentativas acompañaran esa transición (Halperín Donghi, 1987, p. 55). En ese proceso, figuras como Joaquín V. González aún representaban al letrado erudito, que si bien estaba vinculado al campo académico también participaba del gobierno en cargos relevantes. Pero, además, empezaban a aparecer los primeros “intelectuales modernos” caracterizados por aquella independencia respecto al gobierno. Entre esas primeras figuras, Oscar Terán identificó a Ingenieros, sentido que fue continuado por otros investigadores (Terán, 2008, p. 148; Plotkin, 2021).

La figura de Ingenieros es representativa de las trasformaciones del período. Hijo de inmigrantes italianos, se formó como médico bajo las influencias de José María Ramos Mejia, en un contexto donde la medicina estaba estrechamente asociada a la cultura y las políticas públicas. Bajo su formación, reivindicada por él mismo, adquirió un claro rasgo positivista que se expresó en el campo de la psiquiatría en el que acompañaba a Ramos Mejia (Guic, 2021, p. 34). Asimismo, por sus redes de sociabilidad, pasó a relacionarse con otros médicos que lo vincularon con variados espacios ideológicos. Se acercó a Juan B. Justo, quien había sido su profesor de Clínica Quirúrgica, y a través suyo se incorporó al Partido Socialista5. Justo le asesoraba en lecturas vinculadas al socialismo, por lo que colaboró con la formación intelectual de Ingenieros, que se sustentó en una amplia heterogeneidad de pensadores, entre los que se destacaban Émile Durkheim, David Ricardo, Karl Marx, Herbert Spencer y Ernest Hello (Plotkin, 2021, p. 157). Eso lo expresó en sus escritos en La Vanguardia, periódico del Partido Socialista y en La Montaña, que editó Ingenieros junto con Leopoldo Lugones, representando en aquel momento a la tendencia más radicalizada del partido, que adquiría el nombre de “socialismo revolucionario”. Desde allí, Ingenieros unió tradiciones como el positivismo, el socialismo y el modernismo (Tarcus, 2009/2011, p. 110). Esa heterogeneidad fue conceptualizada como “bioeconomicismo” (Terán, 2008, p. 149).

Pese a su interés y vinculación con la política, Ingenieros solo se sostuvo por su actividad profesional en el ámbito académico. Para inicios de la década de 1910, viajó a Europa y se vinculó principalmente al área de la filosofía, por lo que relegó su anterior enfoque psiquiátrico. Si bien no renunció a su formación positivista, esta se vio atenuada en algunas características generales expresadas en sus obras, que por entonces pasaron a vincularse más con el idealismo (Domínguez Rubio, 2017, p. 79). Estas nuevas perspectivas y su rechazo al manejo discrecional de las cátedras universitarias por parte del gobierno6, quedaron expresadas en su obra El Hombre Mediocre, cuyo título homologaba a la obra de Hello de 1872. Desde 1914, Ingenieros permanecería vinculado al área de la filosofía a cuyo campo disciplinar en formación contribuiría. Fue receptor de nuevos lenguajes y movimientos culturales e intelectuales surgidos del contexto nacional con la sanción de la ley Sáenz Peña y el advenimiento del primer gobierno radical, así como del contexto internacional asociados a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Revolución rusa (1917).

En ese marco fue un activo defensor de la Reforma universitaria de 1918 que, en la Universidad de Buenos Aires donde él estaba, se expresó de forma más orgánica que el movimiento de la Universidad Nacional de Córdoba en la que había estallado (Biagini, 2000; Buchbinder, 2008). En esta segunda universidad, los alumnos se movilizaron contra la primacía de autores escolásticos y la influencia clerical, además de la falta de posibilidades de participar en el gobierno de la institución. El primero de esos factores no estaba presente en la Universidad de Buenos Aires, que venía de reformas previas y tenía un origen histórico diferente (Halperin Donghi, 1962, p. 125). A su vez, esta universidad se movilizó en beneficio de la reforma sin que hubiera el nivel de conflictividad que se expresó en Córdoba. Ingenieros apoyó tal transformación, en tiempos en donde también fue reconocido como académico de la Facultad de Filosofía y Letras (Plotkin, 2021, p. 332). Imbuido por el clima vivido por la Reforma universitaria y la Revolución rusa, ambos movimientos a los que apoyaba, Ingenieros escribió entre 1918 y 1920 Las fuerzas morales donde buscaba “estimular” a la “juventud vanguardista” latinoamericana (Plotkin, 2021, p. 249). Fruto de su perfil académico, su cercanía con los estudiantes y su crítica a la arbitrariedad de la política en la selección de docentes, fue elegido como vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras en ese año.

El decano electo junto a Ingenieros era su allegado Alejandro Korn, quien compartía redes y similitudes en su trayectoria académica, aunque difería en su enfoque ideológico y metodológico. Al igual que Ingenieros, era hijo de un inmigrante (en este caso alemán) y su formación de origen era la medicina enfocada en la psiquiatría. Pese a esas similitudes, Korn tomó distancia de la preminencia positivista, aunque permaneció igualmente vinculado a la política. A diferencia de Ingenieros que no tuvo cargo político más allá de su labor académica, Korn sí los adquirió. Participó del movimiento revolucionario radical de 1893 y llegó a ocupar la intendencia de La Plata brevemente. Al año siguiente fue diputado provincial por ese mismo partido. Se vinculó rápidamente al área académica al ser vicerrector de la Universidad Nacional de La Plata que entonces dirigía Dardo Rocha. Desde ahí y luego desde la Universidad de Buenos Aires, se enfocó en su trabajo intelectual centrado en la filosofía, aunque aún ejercía la medicina (Pucciarelli, 1963, p. 7). Adoptó una temprana posición antipositivista, que aplicó en una epistemología hermenéutica de la historia no sujeta exclusivamente a la rigurosidad del dato y el documento (Pró, 1976, p. 228). Si bien se diferenció del positivismo que había defendido Ingenieros en su juventud, Korn se expresó a favor de él en lo referido a algunas de sus críticas al cientificismo7. Por sus críticas al positivismo, fue un referente de la Reforma de 1918, por lo que fue elegido decano junto con Ingenieros quien lo secundaba en el cargo. Tiempo después se uniría al Partido Socialista, cuando Ingenieros ya se había alejado del mismo por su abierto apoyo a la Revolución rusa (Bustelo y Domínguez Rubio, 2018, p. 28).

Puede observarse que tanto Ingenieros como Korn provenían del área de la medicina, cuando pasaron a formar parte del campo filosófico que por entonces empezaba a constituirse como tal y adquirir metodología propia. En ese marco es el cual se produjeron los escritos de ambos, tendientes a buscar la reconstrucción de la historia intelectual de la Argentina. Ello implicaba una tarea de recuperación no solo del pasado de la disciplina, sino del proceso histórico en el que se enmarcaron las trasformaciones filosóficas que los autores buscaban exaltar. Pese a las diferencias por la aplicación del positivismo, ambos enfoques denotaban el uso de “tipos ideales” donde se buscaba ubicar la producción intelectual de las figuras estudiadas (Di Pasquale, 2011). Al mismo tiempo, en ambos se encontraba presente el concepto de “evolución” como dirección lineal del desarrollo, en este caso intelectual (Montserrat, 1980). No obstante, ambos autores se enfocaron también en analizar las prácticas de aquellas personas y el contexto en que ello se producía. En ese marco estudiaron a Tagle, Moreno y Agrelo como ejemplos de diferentes perspectivas que deseaban simbolizar en aquel pasado.

Las figuras de Tagle, Agrelo y Moreno en La evolución de las ideas argentinas

La obra La evolución de las ideas argentinas fue estructurada por Ingenieros en tres partes, cada una correspondiente a un libro diferente. Los dos primeros se llamaron La Revolución (1918) y La Restauración (1920), mientras el tercero que quedaría inconcluso sería La Organización. Es singular que el primero de esos libros haya sido escrito el mismo año de la Reforma universitaria, cuando era vicedecano, y a un año de la Revolución rusa con la que él simpatizaba. Este texto formaba parte de un conjunto de obras destinadas a formar a la juventud estudiantil.

Allí Ingenieros partía del supuesto de que a lo largo de la historia existieron dos grupos de ideas o personas que encarnaron estos tipos de pensamiento: los revolucionarios y los restauradores o conservadores. Los revolucionarios eran aquellos cuyas ideas eran renovadoras, vanguardistas y rupturistas, por lo que generaban perspectivas nuevas y modernizadoras (Ingenieros, 1918, p. 7). Ello estaba en sintonía con lo expuesto anteriormente en El hombre mediocre, donde Ingenieros elogiaba la fuerza de las “ideas creadoras”, al exaltar a ese tipo de figuras capaces de romper con lo dado por su sociedad y contexto8. En función de esa lógica, muy vinculada al idealismo, Ingenieros ponderaba a personalidades del proceso revolucionario y de la organización de los Estados provinciales que, a su entender, impulsaron la renovación del pensamiento local. En esa línea ubicó a Agrelo y Manuel Moreno, junto con su hermano Mariano y otras figuras diversas como Dorrego, Rivadavia y Sarratea.

Es singular que, en esta clasificación, Ingenieros se alejaba de las divisiones partidarias tradicionales. Englobaba en un mismo espacio a figuras de diferentes posiciones políticas y proyectos jurídicos, pero que coincidían en ser renovadoras en sus planteos y modernizadoras de la sociedad. Dichos “revolucionarios” serían para el momento “liberales”, epíteto que Ingenieros utilizaba con frecuencia para referirse a ese grupo de personas. Sus ideas, estarían fuertemente vinculadas a la ilustración europea, siendo receptoras del pensamiento moderno europeo el cual adaptaban a su realidad local. De allí, que Ingenieros establecía que una característica inicial de este grupo sería su “abstracción de ideas”, que les generaba conflicto con la sociedad en la que debían actuar. Dicha situación se salvaba en algunos casos donde las figuras en cuestión lograban comprender su contexto y adecuar debidamente esas ideas, lo que generaba una versión local de aquel pensamiento europeo y convertía a sus ideas en “adecuadas” en la medida que eran practicables (Domínguez Rubio, 2017, p. 81).

El grupo enfrentado al revolucionario sería el “conservador”, también llamado “restaurador”, en la medida de que buscaría regresar al orden virreinal. Sus ideas sociales y políticas eran tradicionalistas y pretendían sostener el “orden” existente que era puesto en crisis por la revolución. En ese pensamiento ubicaba a Tagle, junto con Saavedra, Pueyrredón, Rosas y Anchorena. De esa manera, a su entender podía haber figuras claves del proceso revolucionario e independentistas, pero que, en su idea de sociedad, actuaban como tradicionalistas, generalmente vinculados a cierta adscripción católica. La dicotomía podría interpretarse como un enfrentamiento dialéctico entre lo “revolucionario/liberal” y lo “restaurador/conservador”, donde el primero de los términos intentaría sobreponerse al segundo. Ingenieros no busca allí elementos ideológicos, sino comportamientos que las ideas “modernizadoras” expresaban, de manera tal que no recurría a la búsqueda de componentes ideológicos que pudieran identificarse con el “socialismo” u otra corriente política del siglo XX. Analizaba la época desde un marco interpretativo que le permitía romper los enfrentamientos políticos del propio período en cuestión, en función de tales criterios.

Con este maniqueísmo, Ingenieros ponía en diálogo durante el proceso histórico a las tres figuras mencionadas. Desde La Revolución, Agrelo y Moreno serían arquetipos de aquel grupo liberal y modernizador que haría la “revolución de ideas”. Ingenieros identificaba tempranamente a estos individuos como estudiantes de derecho de la Universidad de Chuquisaca, residentes allí pese “(…) a las preocupaciones de los padres conservadores” (Ingenieros, 1918, p. 173). Al señalar ello, ya personificaba a los ejemplos de aquella juventud: Moreno, Monteagudo, Agrelo, Medina, Pérez, Serrano, Gorriti, Castelli, Paso, López, Patrón y otros muchos, encontraron allí abundante acopio de libros modernos y un ambiente estudiantil cargado de ideas liberales”. Así, Ingenieros no solo elogiaba a los individuos en cuestión, sino que reivindicaba el ambiente universitario en que se pudieron desarrollar. Ideas “liberales” que para el momento eran vanguardistas, “libros modernos” y un espacio de sociabilidad estudiantil habrían sido los elementos de la conformación de aquel contexto de donde habrían provenido las ideas revolucionarias. Cualidades muy vinculadas al clima del reformismo de 1918, donde se revalorizaba la relación docente-alumno y la conformación de grupos de investigación conjuntos (Buchbinder, 2008). Tales atributos, Ingenieros los veía en la formación universitaria de los futuros revolucionarios, identificados como vanguardistas para la época. Ello podría tener su paralelismo en el siglo XX, por parte de los jóvenes reformistas que el intelectual buscaba representar.

Ingenieros se centraba en la figura de Mariano Moreno, como ejemplo de aquel espacio de ruptura. Desde su figura exaltaba aspectos que tenían importancia en el contexto de la Reforma universitaria, como lo era el acceso a la educción y el material de estudio, al señalar que: “Moreno había aprendido de los liberales el culto de la educación popular: prensa, biblioteca, escuela” (Ingenieros, 1918, p. 176). Expresión que, si bien era correcta para el período analizado, también tiene su correlato en la realidad de 1918. Estudiar a Mariano Moreno le implicó mencionar también a su hermano Manuel. Si bien este no era un universitario como aquel, había compartido el estudio en el Colegio San Carlos y formaría parte del mismo espacio de ideas que su hermano. Ingenieros no se detuvo en ningún momento a realizar esa diferenciación de formaciones, por el contrario, en La Revolución utilizó las citas de Manuel Moreno como fuente para comprender a su hermano, mientras que, en La Restauración, adquiriría mayor presencia como actor individual.

Ingenieros tampoco se detuvo a analizar las relaciones personales de Moreno con Agrelo. La figura de este último surge de forma autónoma al de su compañero universitario. Este último era posicionado como un “jacobino”, receptor directo de las ideas más exaltadas de la Revolución francesa y que habría expresado tanto en su prédica periodística como en su accionar en la administración de justicia. Por ello mismo, es citado en su redacción de la Gazeta de Buenos Aires de julio de 1811, para señalar la desacreditación realizada por él a las supuestas influencias jesuíticas en las revoluciones americanas. Agrelo cuestionaba su relación y asimilaba la Compañía a movimientos contrarrevolucionarios. Ingenieros lo cita para lograr esa interpretación de la siguiente manera: “Dice el redactor que los argumentos para presentar la proposición restauradora eran la existencia de un fuerte partido jesuítico en América y la eficacia de la Compañía para aplacar los movimientos revolucionarios: ‘acaso en el acto mirtino de mandarnos jesuitas se hubieran reconocido las cortes, y la regencia’”9. La cita le permitía así a Ingenieros presentar a los jesuitas como un grupo contrarrevolucionario y a Agrelo, como expresión del ala radical de la revolución y continuador de Moreno en el periódico. Así, ambos letrados serían vanguardistas, rupturistas del orden virreinal, aspecto que valorizaba.

Sin embargo, si bien Agrelo era identificado con el grupo morenista y por lo tanto modernizador, Ingenieros marcaba que su presencia en la Gazeta fue controlada y resultó funcional al grupo saavedrista, encabezado por Gregorio Funes y representante de ese espacio conservador que incluso el autor adjetivizó como “sarraceno” y “contrarrevolucionario”. Esa crítica hacia la “frialdad” de los escritos de Agrelo es superada con la redacción siguiente de Monteagudo que le daría a la Gazeta una nueva impronta revolucionaria (Ingenieros, 1918, pp. 209-210).

En su análisis histórico, desde ese hecho desaparecen las figuras de Agrelo y Manuel Moreno hasta avanzado el proceso revolucionario. Vuelven a ser referidos recién en el contexto del Congreso de Tucumán. Ingenieros señalaba la paradoja, a su entender, de que la independencia había sido declarada por un grupo de personas que eran esencialmente “conservadoras” en su pensamiento. Ello se habría de clarificar en su concepción religiosa del poder y la promoción de un orden monárquico para el territorio, siendo el pensamiento de Belgrano uno de los pocos rupturistas en cuanto que aceptaba la idea de un rey inca (Ingenieros, 1918, p. 326).

Ingenieros identificaba al sector revolucionario como morenista o jacobino, siendo este mismo el que habría de “evolucionar” para ese entonces en el “grupo federal”. Así, el autor sostenía una visión de continuidad lineal de aquel grupo de pensamiento de “ideas fuertes” y modernizadoras, al tiempo que expresaba los criterios evolucionistas presentes en su propia formación positivista. El “morenismo” y el “federalismo” serían así fases adaptativas de un mismo espacio que mantendrían el carácter republicano desde los inicios de la revolución. Al señalar a ese sector, Ingenieros lo identificaba con Agrelo, Manuel Moreno y Dorrego. Los mismos, no solo respetarían esa profundización de las ideas revolucionarias, sino que también serían quienes entendían a la “masa social” al asegurar que:

Los jóvenes y la masa popular eran acaudillados por don Manuel Moreno, Dorrego, Agrelo y otros exaltados que se inclinaban, resueltamente, en favor de la democracia federalista proclamada por los caudillos del Litoral. Los viejos ricos, formados en el espíritu español, les miraban con miedo, con terror; estos sentimientos obraban sobre sus tendencias monárquicas europeístas, inclinándolos, en último caso, a preferir el feudalismo incaísta del partido cuico a la demagogia federal de los jacobinos (Ingenieros, 1918, p. 328).

Así, los referentes no sólo eran la continuidad del espíritu “exaltado” y “jacobino”, sino que eran quienes entendían a la sociedad, de forma tal que lograban adecuar sus ideas. Tal lógica, tenía especial relevancia en la época del escrito, ya que se trataba de tiempos de ascenso de líderes de masas y movimientos sociales, tanto en Argentina como en el mundo. Sin explicitarlo, existía entontes una analogía entre los líderes del siglo XX con aquellos del siglo anterior.

Ingenieros identificaba en este sector opositor que interviene en el Congreso de 1816 y en particular a sus periódicos, como los canales de expansión de las ideas “verdaderamente” revolucionarias. Bajo el subtítulo de: “Destierro de los jacobinos y rehabilitación de los conservadores”, el autor señalaba el arresto y exilio forzado de estas personalidades al decir: “El 13 de febrero fueron presos Manuel Moreno, Vicente Pazos Silva, Pedro José Agrelo y otros dorreguistas, desterrándose a los cabecillas que fueron a juntarse con Dorrego en Estados Unidos, donde perfeccionaron su federalismo” (Ingenieros, 1918, p. 331). Así, el hecho habría guardado una paradoja, lejos de “expulsar sus ideas”, las mismas se habrían de fortalecer desde el conocimiento directo que los actores tendrían del federalismo norteamericano.

Es en ese contexto donde Ingenieros recurrió a la figura de Tagle para contraponerse a los revolucionarios, siendo este un arquetipo conservador y restaurador. Su aparición en el escenario político quedaba vinculada -en el discurso de Ingenieros- a la reactivación del espacio conservador, al decir:

Trasladado el Congreso de Tucumán a Buenos Aires, entró en connivencia con los tartufos del Cabildo y de la Junta, que por otro lado habíanse entendido muy bien con Pueyrredón, imponiéndole desde marzo como ministro de Gobierno al inevitable doctor Gregorio Tapie (R. O. 1053), eje de esta concentración conservadora. Inmediatamente de ser desterrados los jacobinos, comenzó el juego a cartas vistas: el Deán Funes y Cornelio Saavedra (Ingenieros, 1918, p. 333).

Por lo tanto, Ingenieros hacía una lineal interpretación, al unir sin mayor discreción a Tagle, con Funes y Saavedra, a los cuales se sumaba Pueyrredón como arquetipos, voces y ejemplos personificados del pensamiento, hacer y liderazgo del sector conservador que se volvía restaurador del orden español. Ingenieros explicaba cómo Saavedra consiguió el perdón de la dirigencia política por gestiones de Tagle y Pueyrredón, al tiempo que estos fortalecían el espacio conservador. Situación que Ingenieros llegó a rotular como “giro a la derecha”, expresión más adecuada al siglo XX que al XIX en que se refiere, al decir que el gobierno: “(…) fue evolucionando hacia la derecha; en marzo de 1817 los reaccionarios le impusieron como ministro a su portavoz Gregorio Tagle” (Ingenieros, 1918, p. 342). Allí, además del sentido evolucionista, se observa entonces la identificación con criterios político-ideológicos de su época. La “derecha” sería asociada a lo “conservador”, a lo opositor al avance de las ideas vanguardistas. A su entender, lo “conservador” estaba siempre en relación con lo clerical, potenciado en la expresión de la escolástica y la orden jesuita. Por otra parte, lo “liberal” no entraba en tal rótulo, en la medida de que en el siglo XIX era la expresión de las ideas modernizadoras.

La asociación del conservadurismo con lo clerical puede también observarse cuando postulaba que: “Todo lo que pudo hacer Pueyrredón fue poner en manos clericales la dirección del nuevo instituto; es probable que su ministro Tagle, a tener carta blanca, habría procedido con menos tacto” (Ingenieros, 1918, p. 342). Expresión que utilizaba al mencionar la creación del Colegio del Sur, en reemplazo del anterior de San Carlos, señalando así un sesgo conservador en lo educativo. Tal lógica, tenía también su correlato en la Reforma universitaria, en especial con los sucesos de Córdoba donde el movimiento estudiantil tenía como principal eje de confrontación a las autoridades eclesiásticas y la tradición que ellas representaban en materia educativa (Buchbinder, 2008). Ingenieros sin hacer mención a su presente, criticaba fuertemente esa cuestión.

Desde allí pudo contraponer aquella posición “conservadora” de Tagle con la de Rivadavia cuando en 1821 se creó la Universidad de Buenos Aires, que de alguna manera representaba la línea “liberal” ante la “conservadora” Universidad de Córdoba, otra analogía que podría tener su correlato en el marco estudiantil de 1918. Si bien la universidad se constituía bajo el gobierno del “conservador” Martín Rodríguez, su ministro Rivadavia lograba cambiar la impronta de su gobierno al apoyarse en personas de “espíritu progresista y renovador”, siendo la continuidad de aquel grupo revolucionario original de Moreno. Entre los primeros profesores convocados por Rivadavia, se destacaba Agrelo, otra vez como arquetipo de las ideas modernizadoras. Recién en esta parte, es cuando Ingenieros se detuvo en detalle a estudiar la vida de Agrelo. El letrado dejaba de ser entonces uno más de los revolucionarios jacobinos y federales, para pasar a ser el referente de la modernización intelectual. Tras dedicarle una página entera a la descripción de los puestos que ocupó durante el proceso revolucionario, Ingenieros lo pondera al decir:

En su carrera de jurisconsulto y magistrado alcanzó prestigios no comunes, los que robusteció en el ejercicio de la cátedra de economía política (1822-1828); gran importancia atribuyó el gobierno a esta enseñanza, que se dictó conforme a los principios de Bentham y ajustándose al manual de Mili, declarado texto oficial de la cátedra argentina. Más tarde, siendo fiscal del Estado, sostuvo contra los partidarios de la Santa Sede los derechos de patronato sobre la iglesia, cuyos antecedentes reunió en el célebre "Memorial Ajustado" (1834), que, con su "Apéndice" complementario, constituye una pieza capital en la jurisprudencia del regalismo argentino. Destituido durante la Restauración, por no merecer la confianza de Rosas, emigró, falleciendo en Montevideo (Ingenieros, 1918, pp. 428-429).

La presentación de su figura denotaba importantes singularidades. Se indicaba que su cátedra respondía a una clara modernización, en este caso de aplicación del utilitarismo inglés, promovida por Rivadavia. Al mismo tiempo, aparecía nuevamente la oposición de este sector revolucionario, que encarnaría Agrelo, con el eclesiástico. En esta ocasión se indicaba su trabajo del Memorial Ajustado en oposición al nombramiento de Mariano Escalada como deán del obispo Medrano y su oposición a las políticas clericales de Rosas, lo cual lo llevaría al exilio.

Sobre este punto, Ingenieros se detuvo para hacer una precisión sobre la “evolución del pensamiento” en la década de 1820. El autor identificaba dos núcleos de ideas modernizadoras y renovadoras, el de Rivadavia (unitario) y el de Dorrego (federal). Así, Ingenieros rompía con la tradicional dicotomía de unitarios y federales, para crear una nueva: revolucionarios y restauradores. Agrelo era entonces una excelente figura para destacar como símbolo de aquel espacio “liberal”, ya que era un federalista que actuaba en la universidad rivadaviana. Un hombre que podía entenderse con las dos posiciones, en la medida que era un liberal como ellos. Ello era diferente a Manuel Moreno, quien solo era un “dorreguista”, o sea que cumplía con el arquetipo de revolucionario y liberal, pero adscripto solo al federalismo, lo cual ignoraba su presencia en el grupo rivadaviano.

Nuevamente, la posición contrarrevolucionaria era representada por Tagle. En esta ocasión, Ingenieros trajo a colación la conspiración de los Apostólicos que dirigió en 1823 contra las reformas rivadavianas, tendientes a cambiar el rol e injerencias del poder eclesiástico. Otra vez, aparecía así la cuestión clerical vinculada al sector conservador que encarnaría Tagle, siendo para el autor algo no casual que el candidato a gobernador por parte de los conspiradores sea el mismísimo Saavedra (Ingenieros, 1920, p. 45).

Desde allí, en La Restauración, Ingenieros ahondaba en la formación de un nuevo grupo conservador y restaurador que habría de generar la caída del espacio revolucionario. A los nombres recurrentes como Tagle y Saavedra, se le suma el de Rosas, principal representante de aquella nueva restauración conservadora. Dichas figuras habrían de integrarse al espacio federal que, dirigido por Dorrego, Manuel Moreno y Agrelo, había sido hasta entonces revolucionario y liberal. Desde su seno, lo habrían convertido en un espacio conservador y clerical luego de la muerte de Dorrego. Para Ingenieros por entonces habría de refundirse el “Partido Restaurador”, nombre creado por el escritor para designar el espacio que estaría bajo el liderazgo de Rosas y sus apostólicos, quienes desplazarían a Agrelo y Moreno, representantes del dorreguismo revolucionario (Ingenieros, 1920, p. 46).

Ello habría de quedar evidenciado en la Revolución de los restauradores de 1833, de la cual Ingenieros responsabilizaba directamente a Tagle, en asociación con el obispo Medrano y con Encarnación Ezcurra, la esposa de Rosas. Ingenieros adjudicaba una supuesta “amistad de Tagle y Rosas” desde la época del Directorio de Pueyrredón (Ingenieros, 1920, p. 111). El movimiento se habría producido contra los Federales Dogmáticos, que bajo el gobierno de Balcarce continuaban con las ideas liberales del dorreguismo. No era casualidad para el autor que su principal exponente era Agrelo, quien como fiscal de Estado se había opuesto al nombramiento del obispo Medrano y de Escalada por el Memorial Ajustado y había iniciado juicio de prensa contra la prensa apostólica y rosista. Tagle habría asumido brevemente como ministro de gobierno para desde allí dirigir supuestamente la conspiración que acabaría con el movimiento social que generaría la caída del gobernador Juan Ramón Balcarce y la anulación del juicio impulsado por Agrelo (Ingenieros, 1920, p. 240).

Rosas era presentado entonces como un “señor feudal” o un “monarca” que al igual que otros restauradores como Saavedra y Pueyrredón, haría uso de las Facultades Extraordinarias, pero con un exceso que lo levaría a convertirse en un “verdadera tiranía” diferenciada de la acusada hacia Carlos de Alvear, quien a juicio de Ingenieros no habría sido un “dictador”, por su carácter liberal enfrentado a los conservadores que lo habrían de derrocar en 1815. Lógica discursiva que omite las fuentes al respecto del directorio de aquel, al igual que la idea del supuesto apoyo de Tagle a la revolución rosista, hoy no aceptada en el campo historiográfico.

Fruto de esta acción rosista, Agrelo habría de exiliarse y Moreno quedaría recluido como diplomático en Londres. Así, Ingenieros entendía el desplazamiento del grupo federal original, frente a la centralización alcanzada por los restauradores. Tagle, como referente de este grupo, habría promovido el regreso de los jesuitas, situación que había sido rechazada por Agrelo. Pero el enfrentamiento que estos muy pronto tuvieron con Rosas, llevaría a que este no solo decidiera su nueva expulsión, sino que paradójicamente arrestara a Tagle en castigo (Ingenieros, 1920, p. 560). Así, pese a su enfrentamiento final con Rosas, Tagle no se desvinculaba de su carácter “conservador” y pro-jesuita con que había sido caracterizado en toda la obra. En consecuencia, se reducía la oposición de Tagle a Rosas solo remarcando al factor clerical.

De esa manera, el desenlace de las tres figuras en cuestión terminaba siendo trágico. Con el exilio y muerte de Agrelo, el arresto y próxima muerte de Tagle o la permanencia de Moreno en el “exilio diplomático”. No obstante, el juego de roles entre las tres figuras fue central para que Ingenieros pueda presentar su dicotomía conceptual, la que se convertía en el eje principal de esa hipótesis de trabajo. Dos grupos enfrentados, revolucionarios y restauradores, Agrelo como referente de este en todo su amplio sentido, Moreno como un líder más moderado y adepto a Dorrego, frente a Tagle, caracterizado como conspirador permanente, siempre en sociedad con lo clerical y monárquico.

Las Influencias filosóficas de Korn y su contraposición con Ingenieros

La obra Influencias filosóficas en la evolución nacional fue escrita inicialmente en 1912, continuada y corregida hasta su edición final en 1936 (Domínguez Rubio, 2017, p. 82). La obra estaba en diálogo con los escritos de Ingenieros, con los que coincidía y se diferenciaba por momentos. En su introducción, Korn adjudicaba la necesidad de hacer el primer estudio de las “ideas nacionales”, entendiendo a los pensadores en su lugar y tiempo, con lo que se pretendía, además, ver no solo las consecuencias de sus ideas, sino su “voluntad” al citar a Comte, Spencer y Schopenhauer como parámetros a considerar, combinando así a positivistas con autores no positivistas.

Allí mismo, señalaba su concepción evolucionista al decir que: “El pensamiento de nuestro pueblo ha debido seguir, desde luego, una evolución paralela a las ideas directoras de la cultura occidental” (Korn, 1936, p. 14), por lo que aseguraba que la Argentina había sido colonia, pero que su independencia aún no era definitiva por su dependencia intelectual de Europa. Con esa concepción, entraría en el proceso histórico del siglo XIX para identificar a los principales “pensadores nacionales” y ver sus acciones e ideas en diálogo con la recepción europea. Por ello, estructuraba la obra en capítulos definidos por la corriente europea que habría de “influir” o “adaptarse” en el territorio rioplatense. Su primera mención era a la escolástica, para pasar luego al “pensamiento moderno” que incluiría al renacimiento, el racionalismo del siglo XVIII y la ilustración, sin detenerse en la interacción y articulación que ello tenía con la tradición escolástica en el espacio hispano-americano10. Incluso Jovellanos era presentado como un rupturista racionalista con respecto al pasado escolástico en España. Al igual que Ingenieros, Korn expresaba entonces una perspectiva evolucionista signada por figuras “rupturistas”, aunque desde criterios y metodologías disímiles.

De la ilustración ibérica habría provenido la “influencia” recibida por los rioplatenses como Belgrano y Vieytes. Desde allí, Korn podía darle importancia al impulso educativo, señalando la importancia de la creación de nuevas instituciones por parte de Belgrano o criticando el control político que el gobierno virreinal tenía sobre la Universidad de Córdoba (Korn, 1936, p. 117). Asimismo, se observa, como en el caso de Ingenieros, una lectura en clave que se asociaba al contexto reformista en su escrito. La crítica a la Universidad de Córdoba, signada por el sesgo ideológico y político de su educación, tenía correlato con la crítica hecha por el reformismo universitario, lo que se expresaba también en el rechazo a la primacía de ciertas corrientes clericales en la educación. A diferencia de Ingenieros, ello no era una crítica hacia todo lo proveniente del ámbito eclesiástico, sino a ciertas tradiciones de pensamiento, en especial, la escolástica.

A su entender, luego de la expulsión de los jesuitas, la universidad se “modernizó” y pasó de la primacía escolástica a la ilustrada, lo cual sería foco de revolución, como lo indicaría el pensamiento del deán Funes, quien como catedralicio impulsó la renovación de ideas en la universidad. Aquí Korn se distanciaba de Ingenieros al señalar a Funes como un modernizador, aspecto no considerado por Ingenieros, quien lo posicionó como conservador por su carácter clerical. La principal diferencia se daba en que Korn identificaba a la generación de mayo en su conjunto como revolucionaria, sin entrar en las diferencias entre sectores más moderados o más radicales. Asimismo, marcaba con claridad la adscripción de Moreno a las ideas roussonianas del Contrato Social, sin observar sus bases escolásticas (Korn, 1936, p. 122).

En ese esquema discursivo, aparecía la figura de Agrelo. Su mención surgía en relación con Moreno, por ser uno de sus compañeros de estudios en Chuquisaca. No obstante, el uso que Korn hacía de su figura es diferente al de Ingenieros. Korn destacaba, al igual que aquel, la importancia de la sociabilidad universitaria, pero se detuvo a detallar cómo fue esta en el caso de Moreno. Allí presentó el acceso a bibliotecas modernas que los alumnos tenían gracias a las gestiones de Terrazas y presentó la formación de un espacio social extra-catedrático, donde Moreno y Agrelo interactuaban con docentes, adquirían bibliografía moderna y prohibida y desarrollaron su modernización intelectual (Korn, 1936, p. 128).

Vinculado a ese espacio, aparecía la figura de Manuel Moreno, cuyas citas le permitió identificar a su hermano como un ilustrado en contraposición con el pensamiento escolástico y “conservador” que habría primado en el Colegio de San Carlos (Korn, 1936, pp. 113 y 129). Las explicaciones de dicho espacio eran reafirmadas por un análisis del propio Korn, quien señalaba con fuentes autónomas a Moreno la adecuación de su crítica al Colegio. Así, el autor lograba contraponer las dos corrientes filosóficas vistas como “tipos ideales” y ubicar a las figuras de la revolución en esas categorías. La universidad cobraba importancia como espacio de actualización filosófica de influencia europea, en contraposición con otras entidades que permanecían relegadas de la modernización. Aspecto igualmente valorado en el contexto del reformismo del siglo XX.

Pese a la identificación de los hermanos Moreno y de Agrelo con el espacio ilustrado, Korn se detuvo a diferenciar esa categoría de la de “jacobino” que libremente usaba Ingenieros para referirse a ellos. Para Korn, la modernización del pensamiento rioplatense no iba en desmedro de lo religioso, por lo que Moreno censuró la parte del Contrato Social de Rousseau donde se hablaba críticamente de religión. Eso lo puede sostener desde la figura de su hermano Manuel, a quien cita para indicar cómo su propio hermano lo señalaba como una persona creyente y respetuosa de la religión, a pesar de su ilustración (Korn, 1936, p. 122). O su relación con Funes, ilustrado y sacerdote a la vez. Así, Korn se seguía diferenciando de la dicotomía modernización-religión que Ingenieros sostenía y en la que forzaba el ingreso de las figuras vistas por él como revolucionarias.

El tercer capítulo corresponde al siguiente movimiento que a su entender se habría recepcionado en el Río de la Plata: el romanticismo. Para eso, se retrotrae al Congreso de Tucumán, pese a que el momento cobraría fuerza en la década de 1830. Vinculaba el romanticismo al liberalismo europeo, heredero de la ilustración y evidenciaba a Rivadavia como el receptor del mismo. No se mencionaban a Agrelo o Manuel Moreno como parte de ese espacio rivadaviano, pero sí ponderaba la creación de la Universidad de Buenos Aires como espacio de modernización y sostenimiento de “ideas liberales”. En su contraste, Korn apelaba a la figura de Tagle y su conspiración de los apostólicos de 1823. Identificaba a la figura de este como un ilustrado revolucionario, pero distante del liberalismo de ese entonces que se alejaba de la tradición eclesiástica que él representaba. Al igual que Ingenieros, identificaba a Tagle con los grupos religiosos y asociados a los expulsados jesuitas, pero no como un “conservador”, sino como alguien que representaba la tradición anterior de pensamiento filosófico (Korn, 1936, p. 156). Al igual que Ingenieros, destacaba que aquel movimiento tenía como candidato a gobernador a Saavedra, lo que, a diferencia de aquel, le permite a Korn indicar que dentro de los revolucionarios habría disidencias, sin por eso presentar a Saavedra y Tagle como contrarrevolucionarios.

Esta dicotomía entre liberales románticos y clericales, vuelve a surgir en el marco del Memorial Ajustado de Agrelo por la elección de Escalada como deán. A diferencia de Ingenieros, Korn no se detiene en la Revolución de los Restauradores de 1833, sino que observa solamente el debate expresado en el Memorial, donde se encuentran dos grupos de opiniones: las liberales que piden por un Estado que controle lo religioso frente a un clericalismo que aceptaría sin oposición los designios de la Santa Sede (Korn, 1936, p. 161). Agrelo era posicionado como un liberal pleno por su defensa de la autoridad del gobierno, frente a Anchorena y Rosas, vinculadas directamente con el clericalismo. Incluso Korn sí llegaba a posicionar a Agrelo como jacobino, a diferencia de Moreno. No por su posición más o menos ilustrada, sino por sus acciones secularistas que los hermanos Moreno no habrían tenido (Korn, 1936, p. 162). Lectura que era próxima a la de Ingenieros, quien permanentemente había asociado a Agrelo como un “jacobino” y “liberal”, así como elogiaba su crítica anticlerical.

Consideraciones finales

Tanto Tagle, como Agrelo y Manuel Moreno fueron figuras de relevancia política e intelectual a inicios del siglo XIX. Por ese motivo, fueron figuras analizadas por Ingenieros y Korn al momento de construir un discurso de origen de la disciplina filosófica argentina. Estudiar su desarrollo intelectual, les implicó a ambos analizar sus acciones y contextos políticos en los que se enmarcaban más allá de los “tipos ideales” a los que apelaban. Ambos autores se encuentran influenciados por el clima del reformismo universitario, lo que los llevó a elogiar los espacios de sociabilización universitaria, el acceso a lecturas modernas y actualizadas y la relación personal entre alumnos y docentes. Ambos cuestionaban la presencia escolástica y jesuita en la universidad de Córdoba, eje de la Reforma. Sin embargo, Ingenieros llevaba ello hacia la crítica general de la presencia clerical, aspecto no compartido por Korn. En ambos se ponderaba la fundación de la Universidad de Buenos Aires, a su entender representante de una tradición más liberal que la escolástica de Córdoba a la que se contraponía.

Mientras Ingenieros reconstruyó la historia del pensamiento argentino desde el rol individual de ciertos actores, Korn ahondaba más en la conjunción de ellos. Ingenieros partía de una concepción dicotómica de las “ideas nacionales”, pero Korn buscaba evidenciar directamente la influencia del pensamiento europeo, sin generar la oposición personal que Ingenieros observaba. Ambos recurrieron a Tagle, Agrelo y Moreno como arquetipos o ejemplos de aquello que deseaban expresar. Para ambos, Tagle era una figura vinculada con ciertas tradiciones clericales, aunque Ingenieros lo posicionaba como un “restaurador conservador”, mientras Korn lo identificaba como un revolucionario clerical, en línea con Funes o Saavedra. Agrelo aparece en ambas obras en asociación a Mariano Moreno, pero luego cobra autonomía y es caracterizado por los dos autores como un “jacobino liberal”. Mientras Korn lo referenciaba para ver el surgimiento de “ideas liberales” en la región, Ingenieros lo exaltaba como uno de los principales exponentes de esas “ideas revolucionarias” que él veía a lo largo de toda la historia. En cuanto a Manuel Moreno, Korn solo lo refirió como fuente para estudiar a su hermano, o lo suponía en coincidencia con su pensamiento. Por otra parte, Ingenieros si bien lo interpretaba similar al inicio de su obra, luego le dedicó mayor trabajo al considerarlo un hombre de ideas revolucionarias propias en sintonía con Dorrego y Agrelo. En ambos casos, Ingenieros exaltaba la oposición de ellos a Rosas y marcaba de manera negativa a su gobierno, frente a un Korn que, sin dejar de ver las diferencias entre Agrelo y Rosas, no ahondaba en críticas hacia el gobernador de Buenos Aires.

Para ambos, Tagle, Agrelo y Moreno fueron figuras relevantes de la intelectualidad rioplatense del silgo XIX, necesarias para comprender el desarrollo de la filosofía local y la historia de las ideas argentinas. Al analizarlos, debieron trabajar sobre sus contextos históricos, por ser “letrados” y hombres de gobierno y erudición. Fueron menciones necesarias en su carácter de pensadores, de eruditos destacados por su intervención pública.

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El autor

1 El autor agradece los aportes de Alejandro Herrero.

2El letrado queda entonces asociado al concepto de intelectual solamente en cuanto “experto en el manejo de los recursos simbólicos”, es decir persona especializada en el uso de sus capacidades intelectuales al momento de estudiar la realidad y elaborar representaciones y explicaciones que dieran sentido a sus percepciones. Es entonces un hacedor de cultura escrita (cf. Myers, 2008, pp. 121-144).

4Al respecto véase: Myers, 2008.

5Por entonces, el partido había surgido de un desprendimiento de la Unión Cívica Radical. Buscaba seguir el modelo de la social-democracia europea, desde una nacionalización del socialismo y la aceptación de instituciones democráticas en cuyo marco se proponían las medidas para responder a la “cuestión social”.

6No había sido aceptado en un cargo de gobierno como lo era la Dirección del Departamento Nacional de Trabajo y luego vetado por el presidente Roque Sáenz Peña como profesor titular de la cátedra de medicina legal. Ver: Bruno y Plotkin (2018, p. 22).

7Ingenieros realizó esas criticas en su obra Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía, publicado en 1918, obra valorada por Korn en su “Incipit Vita Nova” (1918). Ambas publicaciones están en sintonía con lo postulado por José Ortega y Gasset en su conferencia dictada en la Universidad de Buenos Aires en 1916, donde disertó en favor de la “nueva sensibilidad”. Los tres pensadores confluían entonces en una crítica al positivismo tradicional, pese a que Ingenieros provenía de aquella línea intelectual (Plotkin, 2021, p. 245).

8En tal obra, Ingenieros posicionaba a Sócrates y Jesús como personas que fueron capaces de crear ideas nuevas, desde una virtud moral que se oponía a la inmoralidad religiosa de su época (Ingenieros, 2017, p. 71).

10En el campo historiográfico actual, se ha estudiado esa interacción de fuentes filosóficas, evidenciando la originalidad de los postulados hispano-americanos, que fueron conceptualizados como “ilustración católica”. Véase: Chiaramonte, 2007, p. 91.

Recibido: 02 de Noviembre de 2023; Aprobado: 15 de Diciembre de 2023

Ariel Alberto Eiris. Nacido en Morón (provincia de Buenos Aires) el 2 de junio de 1990. Es Doctor en Historia por la Universidad del Salvador. Profesor y licenciado en Historia por la Universidad Católica Argentina. Actualmente se encuentra desempeñando sus investigaciones como becario posdoctoral del CONICET. Entre los grupos de investigación en los que participa se destacan: el Grupo de Historia de la Educación de la Universidad del Salvador, que coordina el Dr. Alejandro Herrero; el Taller Política, prensa y sociabilidad, del “Programa de Historia Argentina del Siglo XIX”, del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, dirigido por el Dr. Fabián Herrero; el Grupo de Investigación “Universidad y Sociedad”, de la Universidad de San Andrés, dirigido por la Dra. Miranda Lida; y el Instituto de Historia Argentina y Americana de la Universidad Católica Argentina. Se desempeña como profesor en varias cátedras vinculadas con la Historia de América y la Historia Argentina en la Universidad Católica Argentina y la Universidad del Salvador. Es autor de varios artículos sobre historia política e intelectual, ha publicado el libro basado en su tesis doctoral titulado: Un letrado en busca de un Estado: Trayectoria jurídico-política de Pedro José Agrelo (1776-1846).

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