Seguramente de esto, lo imposible es lo importante Nos queda un amanecer Un mito La sensación de una caricia… Onofre Segovia (Agenda de Decanato, 1973)2
En el marco de la conmemoración por el 50º aniversario de la Reforma Universitaria de Cuyo, durante el Rectorado de Roberto Carretero, las políticas académicas de Arturo Roig y el Decanato en la Facultad de Filosofía y Letras de Onofre Segovia (Aveiro, 2014), nos dispusimos a homenajearlos. A su vez, hacer entrega al Centro de Documentación Histórica de la Universidad Nacional de Cuyo, dentro de su Biblioteca Central, de material documental de aquel período que me diera en mano el profesor Segovia, antes de su deceso, para que quede a disposición del público en general y de los/as investigadores/as en particular. Del acto participaron, además del donante, los responsables del Centro de Documentación Histórica, Lic. Pablo Agüero y la Lic. Luciana Fernández; el director del Instituto de Filosofía Argentina y Americana, Dr. Dante Ramaglia; la profesora emérita, Dra. Clara Jalif de Bertranou; el profesor consulto, Lic. Roberto Roitman; el epistemólogo, Dr. Roberto Follari; la excoordinadora del Rectorado, Prof. Adela Monge; el fundador y exdirector de la EDIUNC, Lic. René Gotthelf; la abogada e historiadora, María del Carmen Armendáriz; las sobrinas de Onofre, María Eva Segovia y Gabriela Segovia; amigos, amigas, docentes y estudiantes.
Es preciso mencionar que, la Reforma de Mendoza fue, a pesar de su brevedad (1973-1974), de una profunda trascendencia en aspectos académicos, pedagógicos y curriculares porque logró eliminar la estructura de cátedras, como proponía el reconocido intelectual brasileño Darcy Ribeiro, en función de un conocimiento integrado a través de relaciones educativas democráticas, comprometidas y socialmente responsables. Propuestas de reforma que habían comenzado con la creación de la Universidad de Brasilia en 1962, durante el gobierno de João “Jango” Goulart, e interrumpidas abruptamente por el golpe de Estado de 1964 en Brasil. Sin embargo, durante el exilio de Ribeiro por distintos países de América Latina sus ideas se expandieron por universidades de Uruguay, Chile, Venezuela, Perú, Argentina, Costa Rica, México e, incluso, Argelia (Vidal Costa, 2023; Aveiro, 2023). Por eso, nos convocamos para hacer mención de aquel importante acontecimiento, a partir de sus fuentes, ya que también es parte de la historia de nuestra Universidad Nacional de Cuyo y del pensamiento universitario latinoamericano.
Ahora bien, no logro recordar cómo llegué a Onofre Segovia, quién me dio su teléfono o cuándo hablamos por primera vez. Generalmente guardo esos datos para reconstruir la red de relaciones que llevan a establecer las vinculaciones de los materiales con los cuales realizo mis trabajos de investigación. Sí me viene a la memoria la vez que nos reunimos en su departamento de calle Chile y Rivadavia, de la capital mendocina, un 29 de agosto de 2006. Allí fui, munido de un grabador y un casete, a fin de realizarle una entrevista para mi tesis doctoral en curso, en que encontré a Segovia junto al filósofo Oward Ferrari que venía de Francia, a donde llegó exiliado a mediados de los setenta después de ser encarcelado y torturado en Argentina. Oward, que participaba del encuentro llamado “Conversaciones con filósofos mendocinos”, organizado por el Instituto de Filosofía Argentina y Americana por esos días3, me regaló tres de sus libros sobre Hegel que acababa de publicar la EDIUNC y Onofre me había preparado dos carpetas con documentos sobre la reforma universitaria. Ambos compartieron anécdotas, reflexiones y análisis sobre el período que quedaron registrados y, luego, con la compañera de Onofre, Marta, tuvimos los cuatro una agradable cena en aquella noche, fresca pero casi primaveral.
Otra vez, invité a Onofre para un acto en la plaza Sarmiento para celebrar el día del maestro y rendir homenaje a los docentes perseguidos por la dictadura de 1976. Dos años después, reunimos en el Sindicato Unido de los Trabajadores de la Educación (SUTE) a dirigentes históricos del Sindicato del Magisterio por el cincuentenario del Estatuto Docente (1958-2008), que se había gestado en Mendoza y extendido al resto del país. El acontecimiento quedó plasmado en la revista De Pie por la educación del pueblo y, además de Segovia que inició las gestiones, como secretario general del gremio, estuvo su sucesor, Jorge Daniel Herrera, quienes consiguieron concretar el reglamento de los derechos docentes adquiridos, durante la gobernación provincial de Arturo Ueltschi (Brancal, Aveiro y Medina, 2008). Todavía más, recuerdo su voz cálida, serenamente provinciana, de nuestra última charla telefónica. Hasta que, en una de esas tantas visitas que hacía a mi directora de tesis, Clara Jalif de Bertranou, me comunicó el fallecimiento de Onofre. Quedé un poco desconcertado, la conversación que mantuvimos con él había sido unos meses antes, y no había ninguna mención oficial por parte de la Universidad. Había muerto un maestro, de todos los niveles educativos, sin que nadie se percatara de ello, más allá de sus familiares y amigos/as. Aquel ostracismo no dejaba de impactarme. Pues, Segovia había egresado de la carrera de Literatura en 1952, fue docente y director de la escuela Mariano Necochea de Las Heras, dirigente sindical, profesor universitario y decano de la Facultad de Filosofía y Letras, hasta llegó a pasar por tres cesantías debido a sus convicciones políticas: 1955, 1966 y 1976 en sendas dictaduras. No obstante, ni siquiera su retrato figura entre las autoridades de su Casa de Estudios, como nos comentó la hija de su hermano José, María Eva Segovia (Comunicación personal, 31 de octubre de 2023), algo que esperamos subsanar.
Con todo, hoy, nuevamente, volvemos a evocar a Onofre Segovia, en otro cincuentenario, esta vez de la Reforma Universitaria de Cuyo, de la cual fue uno de sus máximos protagonistas. En esta oportunidad, vamos a donar al Centro de Documentación Histórica los documentos que guardaba celosamente en su biblioteca personal hasta que cenamos en su casa, con Oward y Marta, para formar parte de la mía. De modo que, ¿con qué van a poder nutrirse los investigadores de esta o de otras universidades? ¿Con qué rastros podrán mantener la persistencia de la memoria y de la historia de aquella gran gesta reformista? Tal vez, la más profunda que hubo en la historia universitaria de nuestro país. Tendrán a disposición, a partir de ahora, 38 documentos, 48 artículos periodísticos, dos cartas de puño y letra, además del mencionado artículo que hicimos para la revista De Pie del SUTE, que fue su última aparición en público. En detalle, podrán consultar: informes de gestión, estudios sobre temáticas universitarias, discursos, solicitudes y pedidos a las autoridades, circulares, ordenanzas, planes de estudios, manifiestos, diagnosis institucionales, listados de docentes y estudiantes, anotaciones personales y noticias de la prensa. Entre estas, su designación el 14 de junio de 1973 como delegado interventor de la Facultad de Filosofía y Letras (Mendoza, 14 de junio de 1973), con una imagen suya de amplia sonrisa. Y, otra, con su vivienda del Barrio San Ignacio de fondo, derribada por una potente bomba, del 18 de noviembre de 1974 (Los Andes, 18 de noviembre de 1974). Allí, se puede ver a Onofre recorriendo las ruinas de su morada, como aquellas en que sucumbía la reforma cuyana después de la renuncia de Roberto Carretero, durante la denominada “misión Ivanissevich”4. Afortunadamente, salvó su vida en aquel atentado porque había ido a visitar al padre de Gabriela Segovia. Gabriela, quien fue testigo del hecho a muy temprana edad, nos señaló que, junto a su tío Onofre, puede verse de espaldas entre los escombros, fotografiados por el diario Los Andes, a su papá José Segovia (Comunicación personal, 31 de octubre de 2023)5.
Estos materiales se hubieran perdido, olvidado, como pretendió ser olvidado Onofre y la Reforma Universitaria de Mendoza por la historia oficial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Sin embargo, la memoria se resiste al olvido y reaparece, rebelde, indómita, indisciplinada, inquieta, desafiante. Resurge en una casualidad, nunca casual, en un reencuentro como este que sucedió aquí, en la sala de lectura “Sebastián Touza”. En murmullos que no cesan, para contrariar los obligados silencios, los intencionales desplazamientos o los cínicos negacionismos. Aunque, hace falta valor, entrega desinteresada, búsquedas sinceras, investigaciones comprometidas, serias, sistemáticas, esfuerzos intelectuales para que, estos documentos, como decía Eric Nepomuceno (2023) sobre el trabajo de Darcy Ribeiro, estén destinados “a soprar o fogo dessa brasa adormecida, a incendiar a mansidão dos derrotados” (p. 10)6. Pensamos, honestamente, que esto hubiese querido Onofre. Por un lado, que sus archivos se queden en este lugar, muy bien cuidados y gestionados por la Biblioteca Central y el CDH, bajo la coordinación de Pablo Agüero y la responsabilidad de Luciana Fernández, los dos egresados de la carrera de Historia de Filosofía y Letras. Por otro lado, que estos textos sirvan de brasa para que alguien, en su curiosidad e incomodidad con el presente transitar, los a-vive, es decir los devuelvan a la vida, los enciendan, los compartan, los difundan, los utilicen de combustible para incendiar la apacible y acomodaticia cotidianidad académica, acostumbrada a la adulación, la obsecuencia, el amoldamiento y la hipócrita modosidad del “mejor no saber o del mejor no hablar de ciertas cosas”. Así todo se mantiene como está, en una continuidad negante. Por eso, advertía Darcy Ribeiro (1986), en su discurso durante la reapertura democrática de la Universidad de Brasilia que ayudó a fundar:
Ciência falsa e mediocridade nada são, nada podem. No caso da universidade, este desafio científico aponta para o dever de evitar que se cultive um saber fútil, inútil. Que seja esse saber de brincadeira de tantos acadêmicos universitários, em que um escreve para o outro (p. 20)7.
Para cerrar, gracias Onofre Segovia por darte, gracias Biblioteca Arturo Roig por recibirte. Gracias amigos y amigas por estar, siempre. Por acompañarnos en este hermoso ritual de ejercer la memoria, que también es poder, resistencia, fuerza colectiva de no darnos por vencidos, ni aun vencidos. Por hacernos un espacio, entre los papeles que nos habitan y forman parte de nuestro ser, de mendocinos, de cuyanos, de hombres y mujeres de bien que quieren una universidad al servicio del pueblo que la mantiene con su esfuerzo. Eso fue la Reforma Universitaria de Carretero, Roig y Segovia, entre muchos otros y otras, docentes, estudiantes, no docentes, graduados, graduadas, trabajadores, trabajadoras, que hoy, acá, entre nosotros, renace en estas brasas encendidas que, desde este momento, pertenecen a la hoguera del archivo histórico de la Universidad Nacional de Cuyo. ¡A ellos y ellas sea nuestro sentido homenaje!