¿Existe un pentecostalismo distintivo de la clase media? ¿Cuáles son los efectos de esta posición de clase en la praxis religiosa dentro del movimiento pentecostal? Estas fueron las preguntas claves de mi investigación.
La expansión vertiginosa del movimiento pentecostal en la Argentina desde la década de 1980 ha intensificado el debate científico en torno a este movimiento. Esto se refleja en trabajos que analizan tanto su desarrollo histórico (Frigerio, 1994; Wynarczyk, Semán, & Majo, 1995), su presencia mediática (Giménez Beliveau, Carbonelli, & Mosqueira, 2008), su presencia en las cárceles (Manchado, 2017; Tolosa, 2016; Vallejos, 2017), su relación con la cultura y religiosidad popular (Semán, 2000) así como su interacción con lo público y lo político (Aasmundsen, 2015; Algranti, 2010; Carbonelli, 2015; Wynarczyk, 2010). Existe en cambio un déficit analítico en cuanto a los posibles efectos de la expansión del movimiento pentecostal entre las clases medias. Mi proyecto registra y toma en cuenta lo que estas investigaciones ya nos dicen sobre las diferencias de clase y la diversidad interna del movimiento pentecostal; sin embargo se centra en el pentecostalismo de clase media en la ciudad de Buenos Aires.
El objetivo de la investigación fue analizar la clase media en el movimiento pentecostal (Koehrsen, 2016). Para ello se realizaron observaciones etnográficas en distintas iglesias pentecostales de Buenos Aires. El estudio se focalizó en iglesias de tamaño mediano que reclutan una parte significativa de su membresía en las clases medias y se fijó como meta discernir las características que posiblemente distinguen a las iglesias de clase de media de otras iglesias pentecostales. Además, se llevaron a cabo entrevistas con pastores y miembros laicos. En las entrevistas se buscó captar qué tipo de gusto religioso dominaba. Los datos reúnen las entrevistas con una parte biográfica y preguntas generales sobre preferencias religiosas, fragmentos de vídeo de distintas iglesias, así como encuestas que permitieran contrastar posiciones de clase entre miembros de distintas congregaciones.
El análisis de la religión se basó en una perspectiva bourdiana (véase respecto a esto Schäfer, Seibert, Tovar, & Koehrsen, 2018b; Schäfer, Seibert, Tovar, & Koehrsen, 2018a), ya que la clave analítica central fue la teoría bourdiana del gusto (Bourdieu, 1979). En esta se postula que los actores marcan su estatus social –es decir se distinguen respecto de la posición de otros actores– mediante sus estilos de vida y gustos culturales, los cuales forman de esta manera marcas de distinción que permiten, por ejemplo, a actores de clase media desmarcarse de los de clase baja. Esta perspectiva puede ser trasladada al campo religioso: Estilos y gustos religiosos funcionan –entre otras cosas– como marcadores de estatus (Koehrsen, 2018b). Los gustos religiosos se manifiestan en juicios de gusto sobre la praxis religiosa: mediante su comunicación puede realizarse la operación de desmarcarse de ciertas prácticas religiosas (p. ej. exorcismos, hablar en leguas durante el culto) y por tanto de sus practicantes. Mientras que en el caso del gusto se trata de juicios del gusto religioso expresos, los estilos se refieren a la praxis: la manera en que la religión es practicada (p. ej. la expresividad de un culto). Si la teoría bourdiana del gusto es pertinente también para el campo religioso, actores de diversa proveniencia social tenderán a practicar su religión con estilos diferentes y a emitir juicios de gusto diversos sobre estos estilos. Con la implementación de estilos y gustos religiosos específicos para cada estrato social las divisiones entre ellos son trazadas dentro de las agrupaciones religiosas (Lamont, 1992), reproduciendo así sus diferencias. En el caso del movimiento pentecostal esto significaría que el pentecostalismo de clase media se desmarca mediante gustos y estilos específicos del “pentecostalismo de masas”. El trazo de las divisiones simbólicas puede referirse a distintos ámbitos.
En el caso de los pentecostales de clase media aquí estudiados las divisiones simbólicas se refieren sobre todo a cinco ámbitos (Koehrsen, 2016): organización e infraestructura de la iglesia, legitimidad, educación, expresividad de la praxis religiosa y moralidad. De este modo observamos que las iglesias de clase media se diferencian de sus subalternas tanto en infraestructura, organización, como en las formas de lucha por el reconocimiento público (legitimidad). Asimismo, resulta notoria la relevancia de la educación y la moralidad para los pentecostales de clase media. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en una oferta educativa considerable y en la gran importancia otorgada por parte de los entrevistados a la formación teológica de sus pastores. En términos morales, los pentecostales de clase media se desmarcan de los de clase baja describiendo su propia fe como desinteresada y definiendo el desarrollo moral y la asistencia social como las tareas centrales del cristiano, lo cual se refleja a su vez en un sinnúmero de proyectos. Por contraste, la fe de otros pentecostales es calificada de utilitarista, orientada a sacar provecho de los favores divinos en el más acá. La labor simbólica de distinción frente al resto del pentecostalismo es especialmente marcada durante la praxis religiosa del culto. Contrariamente a la emotividad y expresividad que caracterizan usualmente las prácticas cultuales pentecostales, las de los de clase media se distinguen por una atmósfera tranquila y controlada. Los desplantes extáticos y exabruptos emocionales están vedados en el espacio público del culto. Del mismo modo, es raro poder observar en estas iglesias prácticas asociadas a los “dones del Espíritu”. El exorcismo, la sanación, la glosolalia o la profecía son practicados entre pentecostales de clase media en círculos selectos y privados. Las prácticas “desmesuradas” son desplazadas a espacios privados de difícil acceso para otros actores de clase media.
En suma, mediante el trazo de límites simbólicos surge un pentecostalismo moderado, presentable, “de abolengo” que se desmarca claramente de la imagen de “pentecostalismo de masas, poco educado, emocional y descontrolado”. Los gustos y estilos religiosos distintivos sirven a la puesta en escena de este pentecostalismo de clase media “civilizado”.
El estudio muestra la estrecha interacción entre estratificación social y religión. Los gustos y estilos religiosos generan líneas de división entre personas de proveniencia social distinta pero la misma pertenencia religiosa. Sin embargo, la puesta en escena de estilos específicos de cierto estrato varía de acuerdo con su visibilidad pública: así es posible observar, cómo los pentecostales de clase media prescinden de su “buen gusto” religioso en el momento en que los muros de la exclusividad los protegen del escrutinio público (Koehrsen, 2017; Koehrsen, 2018a). La puesta en escena de la estratificación social –esto es lo que nos sugiere al respecto la investigación– es una de las funciones de la visibilidad de la praxis religiosa. Investigaciones futuras acerca de la interacción entre estratificación social y religión podrían ayudar a esclarecer, si es que en el caso de la religiosidad de las clases medias se trata de una mera escenificación, de una fachada, o si, por el contrario, hay una religiosidad propia de clase media que opera profundamente en el ámbito privado de la praxis.