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Pampa (Santa Fe)

versão On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.22 Santa Fe jul. 2020

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.14409/pampa.2020.22.e0026 

Artículos

El lugar como herramienta de análisis para la economía social y solidaria. El caso de la asociación El Arca (Mendoza, Argentina)

Place as an analytical tool for social and solidarity economy. The case of the organization El Arca (Mendoza, Argentina)

Emanuel Alberto Jurado1  emanuel.jurado@gmail.com

1Grupo de Trabajo Geografías Emergentes, Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires - Departamento de Logística, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Cuyo

Resumen

Diversos procesos económicos alternativos al capital han surgido en las últimas décadas en Argentina y Latinoamérica. Agrupados bajo el amplio campo de la economía social y solidaria, consisten en un conjunto heterogéneo de emprendimientos económicos que contempla elementos organizativos de autogestión asociativa y democrática, como así también vínculos solidarios con su comunidad de pertenencia. En el caso de Mendoza, este campo se ha desarrollado vigorosamente gracias a la conjunción del trabajo de numerosos sujetos –individuales y colectivos–. En este escrito, realizamos un análisis geográfico de esta temática socio-económica empleando, principalmente, la noción de lugar como herramienta conceptual. De esta forma, buscamos realizar una contribución teórica y empírica, tanto a la geografía como a la economía social y solidaria. A modo de estudio de caso, analizamos el andar histórico de El Arca, asociación referente en la temática en Mendoza.

Palabras clave Economía social y solidaria; Lugar; Espacio; Producción

Abstract

Different economical alternatives to capital have emerged in the last decades in Argentina and Latin America. Grouped under the wide field of the social and solidarity economy, they consist of a heterogeneous set of economic initiatives that include organizational elements of associative and democratic self-government, as well as solidarity links with the community to which they belong. In the case of Mendoza, this field has developed vigorously thanks to the conjunction of the work of numerous subjects -individuals and collectives-.

Keywords Social and solidarity economy; Place; Space; Production

1. Introducción

Durante las últimas décadas, el surgimiento de numerosos y diversos procesos económicos asociativos en Argentina y Latinoamérica ha despertado el interés por su comprensión en diferentes campos del mundo académico. Este conjunto heterogéneo de emprendimientos económicos –que en algunos ámbitos se lo llama economía solidaria– se ha desarrollado de manera diferenciada a la típica empresa capitalista y a las formas de organización estatal, contemplando elementos organizativos de autogestión asociativa y democrática, como así también vínculos solidarios con su comunidad de pertenencia (Pastore, 2010). Estas experiencias concretas heredan una parte de la tradición del histórico movimiento cooperativista mundial de fines del siglo XIX y principios del XX –conocido también como economía social–, creando y recreando nuevas prácticas ajustadas a los tiempos actuales. En este trabajo adoptamos el término Economía Social y Solidaria (ESS) para dar cuenta de esa pluralidad de construcciones sociales que entrecruzan, de manera general, la necesidad de algunos sectores de la sociedad por acceder a lo necesario para su reproducción y el deseo por alterar las estructuras económicas imperantes en los más radicales.

En el caso de Mendoza[1], el campo de la ESS se ha desarrollado vigorosamente gracias a la conjunción del trabajo de numerosos sujetos –individuales y colectivos–. Entre estos artífices se halla la asociación El Arca, una organización que se ha tornado referencia en dicho campo no solo en esta provincia sino en toda Argentina. En los párrafos que siguen analizaremos los principales trazos del andar histórico de esta organización a modo de estudio de caso, centrándonos en sus aspectos productivos y comerciales. Dicho estudio lo llevaremos a cabo bajo un enfoque geográfico empleando, principalmente, la noción de lugar como herramienta analítica. De esta forma, buscamos realizar una doble contribución teórica: i) sumar nuevas reflexiones conceptuales al acervo disciplinar de la ESS en su cruce con la geografía; ii) poner en juego la categoría de lugar, de larga tradición geográfica, como instrumento de análisis y acción en experiencias alternativas al capital en Latinoamérica.

Desde el punto de vista empírico, mediante el desarrollo de este estudio de caso, nos planteamos una pregunta de fondo que surca la totalidad del trabajo: ¿qué capacidad de acción posee la asociación El Arca –experiencia concreta de la ESS– bajo un sistema económico capitalista que presiona y quita margen de maniobra a este tipo de iniciativas? Si bien no encontraremos una respuesta claramente delineada en este escrito, conoceremos algunas de las estrategias socio-espaciales de El Arca que construye con su labor cotidiana.

El trabajo comienza con una breve mención al contexto nacional y provincial que posibilitó el surgimiento de la ESS en general y de la organización en particular. Luego, antes de comenzar con el análisis concreto del caso, ensayamos una serie de reflexiones en torno a la noción de lugar situándola en el ámbito de la geografía. Con este insumo, nos lanzamos al estudio de El Arca en clave espacial, utilizando la categoría de lugar y sus componentes como herramientas de indagación e interpretación de la ESS. Este análisis lo dividimos, a grandes rasgos, en dos porciones: el lugar como punto de partida y el lugar desde la acción –económica y política–. Finalmente enunciamos algunas consideraciones a modo de conclusión sobre esta experiencia concreta pero que, a la vez, pueden convertirse en aporte para otros estudios de carácter geográfico en torno a alternativas económicas al capital.

2. La Economía Social y Solidaria en Mendoza: contexto para su surgimiento y principales sujetos

La irrupción de la ESS suele vincularse a momentos de convulsión histórica, cuestión que parece tener asidero en el caso de Argentina y, específicamente, de Mendoza. En este sentido, la crisis socio-económica que se terminó de desatar en este país en 2001, puede ser tenida en cuenta como un detonante para la emergencia de este tipo de experiencias económicas de carácter asociativo que perduran hasta la actualidad. En Argentina, dicha crisis fue resultado de un modelo financiero y de ajuste estructural, el cual se vio reflejado, entre otras cuestiones, en la privatización de numerosas empresas estatales, lo que abrió ingentes mercados y sectores productivos a las empresas extranjeras (Coscione, 2008).

En el caso de Mendoza, la oleada desindustrializadora y tercerizadora de la economía se expresó en un formato de “reconversión industrial” que impuso la transformación de los sectores tradicionalmente más relevantes de su economía (vitivinícola y petrolero), con el objeto de volverlos “competitivos” (Collado, 2006, p. 2; en Canafoglia, 2013, p. 75). Otra de las ramas productivas que se vio afectada durante esas décadas fue la conservera, produciéndose una elevada concentración económica en las grandes empresas del sector (Canafoglia, 2013, p. 76). Por su parte, en la actividad agropecuaria –de manera general– se desarrollaron procesos que implicaron el avance de relaciones de producción capitalistas, en detrimento de las unidades domésticas tradicionales (campesinos/as, contratistas, etc.), y la concentración de la propiedad territorial y de la producción (Cortese, 2016, p. 27). En el plano laboral, todo este trayecto tuvo su correlato, entre otras cuestiones, en un índice de desocupación que en el cuarto trimestre de 2003 alcanzó el 12,4%. Vale la pena resaltar que ese elevado índice afectó mucho más a las mujeres para quienes ese valor ascendió a 16,4% (en hombres fue de 9,6%).

Ante este panorama general, diversos sectores sociales comenzaron a diseñar diferentes estrategias organizativas y de supervivencia; ejemplo de ello, tanto en Argentina como en Mendoza, fue el movimiento piquetero, el gran número de asambleas populares que le sucedieron a dicha crisis, la recuperación de empresas por parte de sus trabajadores/as, los clubes del trueque (Hintze, 2003; Svampa, 2006; Zibechi, 2006; Pérez, 2009). Asimismo, insertos en este contexto, se desarrollaron variados y numerosos emprendimientos productivos y de distribución de productos, como así también cooperativas de consumo, donde sus miembros, por medio del trabajo, buscaron alcanzar su subsistencia ante la emergencia social de aquellos años (Pastore, 2010; Roitman, 2016).

Específicamente en Mendoza, este proceso tomó forma, por ejemplo, en la recuperación de empresas: en 2012, se registraban ocho unidades productivas bajo control de sus trabajadores/as, siendo tres de ellas del rubro agroalimenticio (Ortubia Díaz y Jurado, 2015). Asimismo, en la segunda mitad de la década de 2000, se desarrolló una etapa de aglutinamiento en torno a la ESS, encarnado primeramente en la Mesa de Economía Social (MESM) y la Red de Bancos Populares (integrada por entidades que otorgaban microcréditos para pequeños/as emprendedores/as), y posteriormente en el Foro de Economía Social Mendoza (FESM) que congregó diversos sujetos del campo: organizaciones dedicadas específicamente a la producción y comercialización de bienes y servicios, tanto del ámbito rural como de la ciudad; entidades religiosas, sindicales, educativas y de ciencia y tecnología (estatales). Este último espacio de articulación puso en debate la necesidad de diseñar una legislación específica para la temática, cuestión que desembocó en la sanción de la Ley Provincial 8.435 que reconoce a los sujetos de la ESS y promociona y fomenta sus actividades, entre otros aspectos. Más allá de algunas dudas en la efectiva implementación de esta ley, estos espacios de articulación demuestran una efervescencia organizativa general, orientada a establecer vínculos socio-productivos bajo principios cooperativos, cuestión que adquirió trascendencia social y política en toda la provincia.

A partir de estas últimas consideraciones, nos interesamos por conocer y analizar el trabajo de una de las organizaciones insignia de la ESS en Mendoza: El Arca. La decisión de tomarla como eje de análisis se basa en tres aspectos: i) cuenta con un gran reconocimiento público tanto en esta provincia como en Argentina, ii) su antigüedad en el ámbito de la ESS y iii) la participación activa que ha ejercido en las instancias organizativas del campo (Mesa de ES y Foro de ESS). Sin embargo, antes de profundizar en el estudio de la organización, precisamos apuntar algunas dimensiones del enfoque geográfico, particularmente la noción de lugar, de modo tal darle forma al principal instrumento de análisis con el que contaremos.

3. El lugar, ¿sede de prácticas alternativas al capital?

Como ya anticipamos, uno de los interrogantes –en clave política– que sobrevuelan en trabajos como el presente se dirigen a identificar el margen de maniobra que poseen determinadas experiencias concretas en ESS –en tanto sujetos colectivos– insertas en una estructura socio-económica que, si bien no determina, condiciona sus posibilidades de acción. Se trata de la compleja relación estructura-sujeto que históricamente ha desvelado a buena parte de las ciencias sociales[2]. A su vez, en término más concretos, nos preguntamos por el tipo de espacio que imaginan y construyen estas organizaciones económicas en un determinado contexto espacio-temporal. En los párrafos que siguen, desglosamos algunas reflexiones geográficas en tres ejes que decantan en la noción de lugar como herramienta analítica para este estudio de caso.

3.1. Totalidad, evento y lugar

Una primera aproximación analítica al dilema estructura-sujeto, la podemos realizar a través del concepto de experiencia “que implica situación en estructuras, procesos de construcción de sentidos e interacciones, tendente a la transformación de la realidad dentro de un espacio de posibilidades objetivo” (de la Garza Toledo, 2011, p. 234).

Ahora bien, geográficamente, ¿dónde se pueden ubicar esas “situaciones” prácticas que supone el concepto de experiencia? Un acercamiento al asunto podemos encontrarlo en las consideraciones de Silveira (1995), quien ensayó algunas reflexiones que incluyen la relación entre totalidad y lugar empleando como nexo espacio-temporal, la noción de evento: “la totalidad concreta es la trama de esos eventos” (Silveira, 1995, p. 55). Es decir, en el evento, lo posible puede o no llevarse a cabo, pero es allí donde la experiencia se desenvuelve. Silveira agrega: “cada evento es una totalidad parcial que, en el proceso de totalización, va construyendo el todo. No obstante, el evento no tiene autonomía de significación, sino que gana su significado de la trama” (1995, p. 55).

Asimismo, podemos incluir a los lugares en esa trama, en cuanto materialidad y subjetividad espacial que da significado a los eventos. En esta línea, la noción de lugar viene a solucionar el dilema de la aprehensión de la totalidad (asimilable en algún punto a la estructura). Es decir, la totalidad –todo aquello que ocurre como parte de un sistema que excede y presiona a las experiencias concretas de la ESS– puede ser entendida como la composición de esos fragmentos. Sin embargo, no es posible alcanzar un conocimiento pleno de la totalidad porque el pensamiento humano no puede abarcar todos los sujetos (y elementos) del espacio. En cambio, “la única cosa que tiene existencia empírica y, por ello, es posible analizar, es el lugar, el fragmento, el individuo” (Silveira, 1995, p. 56).

3.2. Espacio y lugar

Llegados a este punto, es preciso ahondar un poco más en la relación espacio-lugar, en particular, respecto de las diferencias que existen entre ambos conceptos en la geografía. Determinadas miradas sostienen, a grandes rasgos, que el espacio conlleva la idea de apertura y amplitud, mientras que el lugar se vería restringido a ciertos límites (Malpas, 2015). En algún sentido, el espacio se convierte en esa totalidad inabarcable a la que apuntó Silveira, mientras que el lugar sería, metodológicamente, más fácilmente aprehensible. Basados en esto, los enfoques humanistas le han dado al lugar un contenido y un carácter propio vinculado a lo que se conoce como sentido de lugar. Según esta visión, se considera al lugar como un segmento del espacio cargado de significados, un espacio de la experiencia vivida (Cresswell, 2011). Como señala Tuan (1977, p. 164; en Hoelscher, 2011, p. 252, traducción nuestra), “lugar refiere al proceso por el cual la vida cotidiana está inscripta en el espacio y dotada de significado por grupos específicos de personas y sus organizaciones”. Estas consideraciones recuerdan uno de los aspectos centrales del lugar, es decir, su capacidad para emplazar objetos o procesos.

Si bien la conocida dialéctica propuesta por Lefebvre (2013) para la producción del espacio –espacio concebido, espacio percibido y espacio vivido–, permite sentar bases generales para un estudio espacial, para el análisis de prácticas concretas de la ESS consideramos que se precisa de una herramienta analítica más cercana al trabajo cotidiano de las mismas. Por ello, entendemos que el concepto de lugar se constituye en esa herramienta geográfica útil para el análisis espacial de prácticas particulares insertas en estructuras socioeconómicas. En palabras de Oslender (1999), “las prácticas espaciales se concretan en el ámbito del lugar”.

Sin embargo, es importante señalar el valor que ha tenido durante los últimos años la categoría territorio para las ciencias sociales en general, especialmente a la hora de analizar el andar de diferentes organizaciones sociales. Esta categoría pone en contacto los conceptos de espacio geográfico y poder, no sólo en relación al tradicional poder político, sino también en un sentido más implícito y simbólico, de apropiación (Haesbaert, 2009; Antonsich, 2017). Aunque a priori, sea esta una categoría útil para analizar relaciones de poder en términos espaciales en relación a colectivos sociales, en este trabajo hemos preferido tomar otro camino. Como bien apunta Mançano Fernandes (2005)

para todos los movimientos (sociales) el espacio es esencial. Es evidente que no existen movimientos sociales sin espacio. Todos los movimientos producen algún tipo de espacio, pero no todos los movimientos tienen al territorio como objetivo. Existen movimientos socioespaciales y movimientos socioterritoriales en el campo, en la ciudad y en el monte.

Es decir, los movimientos socioterritoriales (u organizaciones socioterritoriales) tienen al territorio no solamente como objeto, sino que este es esencial para su existencia. En cambio, para variadas trayectorias empíricas en ESS –entre las que podemos mencionar a El Arca– el control de un determinado territorio sólo aparecería puntualmente o de manera secundaria, cediendo relevancia a otros aspectos del espacio. Por ello, hemos preferido emplear lugar como la categoría de análisis que permite situar estas experiencias concretas en un espacio más amplio, a partir de un marcado sentido de lugar.

Asimismo, los significados específicos que estas prácticas contienen, están dados por las particularidades que encarna cada lugar, aunque es importante aclarar que esa singularidad no va en desmedro de vinculaciones con el “afuera”. Por el contrario, consideramos que el espacio cuenta con un componente relacional, por lo que ningún lugar existe salvo en relación con otros y cada uno contiene otros que están conectados con él.

3.3. Dimensiones del lugar

Agnew (2011; 1987) ha sido quien ha realizado una de las propuestas analíticas más adecuadas para abarcar el estudio del lugar. A partir de un desglose en tres ejes, toma distancia de cualquier análisis dicotómico para poder captar así la complejidad del fenómeno espacial:

La primera dimensión es el lugar como localización o un sitio en el espacio donde una actividad u objeto está localizado y que se relaciona con otros sitios o localizaciones por medio de la interacción, el movimiento y la difusión entre ellos (…) La segunda es la mirada del lugar como una serie de “locales” (localidades) o escenas donde las actividades diarias se desarrollan (…) La tercera dimensión es el lugar como sentido de lugar o identificación con el lugar como una única comunidad, paisaje y orden moral (Agnew, 2011, p. 326, traducción nuestra).

Como se puede constatar, la primera dimensión –localización– recupera el lugar en su cualidad de emplazamiento, aunque a la vez plantea un juego multiescalar; los mundos sociales locales (locale) del lugar no pueden entenderse por fuera del macroorden objetivo de la localización y la subjetividad del sentido de lugar (Agnew, 1987, p. 3) Precisamente, este sentido de lugar “refuerza la definición socioespacial de lugar desde adentro, por así decirlo (y) en su diferenciación con respecto a otros lugares puede convertirse en un “objeto” de identidad para un “sujeto”” (Agnew, 1987, p. 2). Sin embargo, es necesario aclarar que esa diferenciación mencionada, no implica aislamiento, sino todo lo contrario: “la identidad de un lugar –cualquier lugar– no está arraigada simplemente dentro del lugar, sino que está compuesta también por relaciones externas” (Massey, 2004, p. 79). Dicho de otra forma,

la especificidad de cada lugar es el resultado de la mezcla distinta de todas las relaciones, prácticas, intercambios, etc. que se entrelazan dentro de este nodo y es producto también de lo que se desarrolle como resultado de este entrelazamiento. Es algo que yo he denominado “un sentido global de lugar”, un sentido global de lo local (Massey, 2004, p. 79).

Es decir, si bien es clave dar con estos significados específicos, los cuales están definidos por las particularidades que encarna cada lugar, es importante aclarar que esa singularidad, no va en desmedro de vinculaciones con el “afuera”. El componente relacional del espacio nos invita a entender, como ya apuntamos, que ningún lugar existe salvo en relación con otros y cada uno contiene otros que están conectados con él. En este sentido, los aportes de Massey renuevan la mirada de Agnew y permiten comprender aún más la relación espacio-lugar o, como hemos venido tejiendo aquí, estructura-singularidad.

Vale aclarar que en esta empresa metodológica, es preciso “no igualar lo local estrictamente con lo concreto (y) lo global con lo general” (Smith, 2002, p. 142). Por el contrario, parece tratarse más bien de una relación estructurada de manera jerárquica bajo la lógica de una economía capitalista hegemónica, la cual indefectiblemente ejerce una influencia notoria sobre los lugares. No consiste en una relación de determinación pero sí de condicionamiento, en la que el lugar refleja a una escala menor, la lógica dominante del espacio. Es decir, en determinadas relaciones, un lugar puede tener una posición dominante, mientras que en otras tiene una posición más o menos subordinada (Massey, 2004, p. 82). Se trata de lo que la misma autora ha dado en llamar “geometrías del poder” (Massey 2008; 2004).

Sin embargo, esta relación jerárquica no debería desacreditar el interés por el estudio de los lugares y la cuestión de la diferencia geográfica, más aún si, como lo sugiere Oslender (1999), son los ámbitos locales (dotados de un innegable sentido de lugar) donde nacen y se generan respuestas al capital –emprendimientos asociativos, empresas recuperadas, nuevas cooperativas y otras organizaciones de la ESS–, aspecto esencial a los fines de un estudio de la ESS como el presente.

Teniendo en cuenta estos últimos aportes, es factible considerar al lugar como la sede de las resistencias al espacio concebido desde la lógica del capital, donde la creatividad de las experiencias concretas de la ESS puede encontrar un terreno propicio para su surgimiento y desarrollo. Entonces vale la pena preguntarse en el marco de este trabajo: en ese espacio de la totalidad dominado por el capital, ¿qué importancia tiene lo que sucede en el lugar? ¿Qué rol juegan las experiencias concretas en ESS en esos lugares? ¿Qué nuevos lugares construyen esas organizaciones?

4. El Arca bajo la lente del lugar

La noción de lugar es la categoría analítica que hemos elegido para el estudio de El Arca dada su capacidad para situar y, a partir de allí, describir e identificar el andar de experiencias alternativas al capital. Vale aclarar que este estudio de caso se ha basado, en primer lugar, en una indagación minuciosa de diversos documentos escritos sobre esta asociación y sus antecedentes; y, en segundo lugar, en un trabajo de campo sostenido en entrevistas en profundidad y participación en diferentes instancias organizativas. Ahora bien, antes de comenzar con el análisis espacial propiamente dicho, vamos a realizar una sencilla caracterización política y económica de El Arca en clave de ESS.

4.1. Una breve presentación

Fundada en 2005, El Arca es una asociación civil dedicada a la elaboración y comercialización de diversos productos y servicios, catalogados como parte de la ESS. Su intención es vincular a productores/as con consumidores/as[3] (familias, empresas, organizaciones sociales, universidades e instituciones públicas). La organización cuenta con una sede central ubicada en el Departamento Capital, más tres núcleos productivos en el oeste del Área Metropolitana de Mendoza[4] (AMM): dos de ellos en el Bº Aeroparque en el Departamento Las Heras (CENS 3-415 Jorge Paschcuan y Unión Vecinal Caminar) y uno en el B° Soberanía Nacional del Departamento Capital (Centro de Integración Comunitaria) (ver Figura 1). A esto se suma el trabajo articulado con un número variable de agricultores/as familiares que, en diferentes puntos del cinturón hortícola de dicha área, producen las verduras con las que trabaja la asociación. La labor que lleva a cabo la organización en estas locaciones consiste en la elaboración de tomate triturado y la confección de prendas de trabajo (delantales, mamelucos, camichombas), sumado a la comercialización de estos productos además de otros alimentos frescos y envasados.

Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial (SIAT), Provincia de Mendoza.

Figura I. Mapa de las unidades productivas de la Asociación El Arca. Área Metropolitana de Mendoza. Provincia de Mendoza, Argentina. 

Según Antonio, uno de los principales referentes de la organización, la asociación presenta “una estructura más o menos flexible” (entrevista, 1 de agosto de 2015); existe un núcleo fuerte que incluye a un equipo operativo y aquellos/as productores/as y consumidores/as más cercanos/as y activos/as; mientras que un número impreciso de personas orbitan en torno a la organización y conforman, junto a ese núcleo, la “comunidad” de El Arca. Según sus canales de difusión en Internet, esa comunidad la conforman 300 familias de productores/as aproximadamente y unas 12 empresas consumidoras, quedando poco claro el número de personas individuales que participan en calidad de consumidoras o “red de familias” (familias y pequeños comercios), como son denominadas por la organización.

Actualmente, en el contexto de la pandemia de Covid-19, El Arca continúa su trabajo junto a CODE (Grupo de Empresas que Distribuyen Oportunidades), Ashoka y otras organizaciones de diferentes partes del país, específicamente en la confección de barbijos y en la comercialización de bolsones de frutas y verduras. En relación a esto último, en el marco de una campaña solidaria, los/as consumidores/as compran algunos de estos bolsones para donar a familias necesitadas (El Arca, 2020).

Del párrafo anterior se desprende otra característica de la asociación en el plano de la ESS: la construcción multisectorial a la que apunta, cuestión que también atestiguan diferentes artículos de difusión (Día a Día, 2010; El Arca – Productores + consumidores, s.f.; Matecosido/Imágica Cooperativa, 2011). Empero, esta amplitud implica el trabajo junto a algunos/as actores/actrices importantes de la economía del capital, colocando a El Arca en contacto con lógicas económicas distantes a las solidarias, lo que según uno de los referentes jóvenes de la organización, “puede hacer un poco de ruido” (Nicolás, entrevista, 15 de diciembre de 2016). Por su parte, Antonio define a la tensión que implica esta apertura como “aceptable, mientras haya relaciones de comercio justo” (a la vez que busque) interactuar con la mayor cantidad (de agentes) que (puedan), para que no termine siendo una economía de unos poquitos” (entrevista, 1 de diciembre de 2015). Es decir, la intención va dirigida a ampliar su circuito a otros sectores de la sociedad, buscando mayor masividad, aun a riesgo de poner en debate algunos principios y mecanismos tradicionales de la ESS. Esto último se trata de una de las marcar indelebles de El Arca que le ha posibilitado darse a conocer en diferentes ámbitos sociales, entablar vínculos comerciales con empresas de mediano y gran porte, y así, avanzar política y espacialmente.

4.2. El lugar como punto de partida: organización en el barrio

En diversos testimonios recogidos durante el trabajo de campo, los/as protagonistas de esta experiencia mencionan de manera asidua al “barrio” como espacio de referencia permanente para la organización. No sólo se trata del lugar del cual provienen algunos/as de sus integrantes, sino principalmente donde se halla su origen. Es importante aclarar que, en el marco de este trabajo, origen no es lo mismo que inicio; mientras que con lo último nos referimos a las acciones más específicas en relación al comienzo de una determinada actividad o proceso, lo primero se basa en las raíces profundas de la experiencia que le dan forma y acompañan en su desarrollo, y de donde se puede extraer insumo para comprenderla en toda su dimensión social y política.

4.2.1. Los orígenes

Si bien actualmente la sede comercial de El Arca se ubica en un barrio cercano a la ciudad de Mendoza que podría catalogarse como de clase media, su producción y su labor se extiende a otros distritos alejados de ese sitio. Esos otros espacios se focalizan principalmente en lo que se conoce en el AMM como los “barrios del oeste”, es decir, las barriadas populares emplazadas hacia el oeste sobre el piedemonte cordillerano (particularmente el B° San Martín y el B° Aeroparque que funcionan casi como una unidad barrial). Ambos barrios pertenecen a ese conglomerado urbano occidental y cargan con la estigmatización de ser “zonas peligrosas” para gran parte de la sociedad mendocina.

Para remontarse a los orígenes de esta experiencia, es necesario retrotraerse, al menos, hasta junio de 1958, cuando el Padre Jesuita José María Llorens se instaló y comenzó a trabajar junto a moradores/as existentes por aquel entonces en esas tierras (alrededor de 150 familias). Se trataba de una zona de basurales y de viviendas precarias propias de un asentamiento inestable, ubicada en un sector peligroso desde el punto de vista aluvional, y desconectada de la mancha urbana del AMM. Es decir, las condiciones de aquella localización eran por demás difíciles para esas familias tanto en relación al trabajo cotidiano en el basural como para la construcción de sus viviendas. El primer desafío fue tomar posesión de terrenos que, en teoría, no podían ser ocupados ya que pertenecían al municipio. El punto de partida requería de una actitud contestataria frente a un espacio que no estaba concebido por las autoridades para tal fin. De allí, que a ese proceso se lo conoció como una legítima “opción por fuera de la ley”, cuyo propósito fue convertir aquel basural en un barrio consolidado (UNICEF, 2005, p. 7). La edificación de viviendas en este lugar fue una contundente respuesta al espacio concebido por las autoridades, que no contemplaba esa posibilidad.

La construcción del barrio fue tomando cuerpo ayudada por la institucionalización de aquella organización comunitaria a través de la “cooperativa integral” (Emili y Molina, 2016). Esta figura fue la herramienta desarrollada por los/as habitantes para enfrentar los desalojos dispuestos por las autoridades gubernamentales, además de colaborar con las mencionadas tareas en relación al poblamiento del lugar. Indudablemente aquellos años condensaron procesos de creciente politización, no sólo en Mendoza sino también en Argentina y en gran parte de Latinoamérica: la teoría de la dependencia, las definiciones de una nueva iglesia, la aparición de la pedagogía de la liberación en gran parte del continente, y las nuevas lecturas sobre la realidad argentina y el peronismo tuvieron importantes consecuencias en las prácticas de los sectores cristianos, juveniles y en el movimiento obrero (Emili y Molina, 2016). Todo este marco socio-político resulta fundamental para comprender la localización de esta experiencia puntual. El barrio se convirtió así en un escenario alimentado por estos sucesos y otros tantos, internos y externos, que dieron forma a un verdadero lugar al oeste de la Ciudad de Mendoza, cuya fisonomía actual se terminó de consolidar entrada la década de 1980.

Al repasar brevemente la historia de aquellas décadas, se puede advertir el desarrollo de una base comunitaria que continuó en la década de 1990. Es decir, todo este proceso cargado de dificultades que precisó de un trabajo vecinal colectivo y asociativo, se convirtió en el principal insumo para la generación de un sentido de lugar en quienes allí viven o trabajan. En esa década, el rol de la comunidad en la generación de alternativas sociales para la zona era todavía importante, más aún en un contexto de auge neoliberal a nivel nacional, encarnado principalmente en los mandatos consecutivos de Carlos Menem. La Junta Comunitaria del Oeste, hija de aquellas trayectorias de fines de 1950 y de las décadas posteriores, era uno de los dispositivos a través de los cuales se canalizaban esas inquietudes barriales. Se trataba de un locale donde los/as habitantes podían reunirse a debatir y adoptar algunas posturas respecto de diversas cuestiones de la vida barrial.

Lo dicho hasta aquí nos permite afirmar que la experiencia de El Arca parte desde un lugar, “el barrio”, una zona de fronteras imprecisas, cuyo carácter es contingente y cambiante (Torres, 2016). Por ello, en un comienzo el barrio fue el basural, mientras que en la década de 1990 ya abarcaba al B° San Martín, B° Aeroparque y sus zonas aledañas. Durante todas esas décadas se fue forjando un sentido de lugar, condensado en lo que los/as protagonistas llaman “comunidad”, cuya identidad se fundamentó en las innumerables acciones cargadas de solidaridad que constituyeron redes de reciprocidad perdurables, sin que ello haya implicado un proceso libre de conflictos internos y externos.

4.2.2. Los inicios

A partir de la Junta Comunitaria y de los debates que allí se desarrollaron, en 1991 surgió el Centro de Estudio de Nivel Secundario (CENS) 3-415 Jorge Paschcuan con el objetivo de que muchos/as jóvenes y adultos/as que habían abandonado la escuela pudieran completar sus estudios secundarios (UNICEF, 2005, p. 7). Esta escuela se gestó como un proyecto integral, es decir, no sólo educativo, sino también social y económico-productivo. A la vez que resultado del proceso histórico previo, esta entidad se constituyó como un nuevo locale de este lugar, propiciando la iniciación de actividades productivas de manera sistemática.

Justamente a partir de esta experiencia educativa, nació la Escuela de Emprendedores, que en 2000 comenzó a funcionar en el mismo CENS, y en 2002 se constituyó como Asociación Civil “Asociación Emprender Mendoza” (ASEM), orientada a los aspectos productivos, involucrando a estudiantes, docentes y vecinos/as escolarizados/as y no escolarizados/as de la comunidad (UNICEF, 2005, p. 7). La tarea central ha sido la capacitación de jóvenes en el diseño, elaboración, producción, gestión y comercialización de proyectos productivos.

A medida que la experiencia de ASEM creció, el trabajo en su interior se tornó más complejo, posibilitando así la creación de una organización particular con el fin de coordinar esos microemprendimientos individuales. Por ello, en 2005 nace El Arca como resultado de todo el proceso mencionado: organización barrial, junta comunitaria, educación y actividades productivas.

La intención con esta nueva asociación fue fortalecer el trabajo productivo en el lugar, buscando nuevos canales de comercialización (principalmente por fuera del barrio) que demandaran mayor volumen de productos, y la promoción de un vínculo más cercano con los/as posibles consumidores/as. De la misma forma, la creación de El Arca como entidad que permitiría mejorar no sólo la producción sino también la comercialización de los productos elaborados principalmente en la zona, puede ser considerada como una acción tendiente a trascender los límites del barrio, para construir articulaciones con otros/as actores/actrices socio-económicos/as del AMM.

5. Producir en el lugar, producir lugar

En el apartado anterior empleamos la categoría de lugar como puerta de entrada a la historia de la organización. En los párrafos que siguen utilizaremos este mismo concepto para describir y analizar algunos de los espacios productivos actuales como así también los proyectados por la asociación.

5.1. Al oeste, la agroindustria

A diferencia de la producción primaria que se encuentra geográficamente desperdigada en diferentes partes del cinturón hortícola adyacente al AMM, la industrialización del tomate triturado se halla más concentrada, particularmente en el B° Aeroparque, donde se ubica la sede de la Unión Vecinal Caminar. Otro espacio para la elaboración de tomate triturado es el CENS 3-415 Jorge Paschcuan, donde comenzó la producción hace más de diez años.

La fábrica y la escuela se constituyen en pivotes para el trabajo de El Arca en el barrio: por un lado, la escuela cuenta ya con una prolongada historia en la zona, aglutinando en torno de sí variadas actividades que la convierten en un verdadero locale que alimenta el sentido de lugar que recorre la asociación y una porción importante del barrio; por su parte, la fábrica, itinerante hasta al momento (instalada actualmente en la unión vecinal) y con una historia más breve en el barrio, busca ser constituida por la organización en un espacio de encuentro –otro local– en la zona por medio de su función productiva.

El último espacio dedicado a la industrialización agregado a la organización, es el Centro de Integración Comunitario (CIC), ubicado en el B° Soberanía Nacional (cercano al B° San Martín y Aeroparque), dependiente del Municipio de Capital. Se trata de un espacio pequeño donde por medio del trabajo productivo, los/as vecinos/as se capacitan laboralmente (allí se ofrecen diversos servicios a la comunidad tales como jardín maternal y sala de salud, entre otros).

Sin embargo, lo importante aquí es destacar la articulación que lleva a cabo El Arca entre producción primaria, producción industrial y comercialización/consumo. El pivote de dicho encadenamiento productivo se halla, por un lado, en las tres fábricas en el barrio o lugar (cada una con una función específica), y por otro, en la fuerza dinamizadora de las compras empresariales que aseguran a la organización una buena parte de las ventas. Por su parte, el sector privado empresarial ubica esta práctica en los términos de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE), por medio de la cual no sólo fomentaría el “desarrollo de la comunidad” en la que se inserta la empresa, sino que también obtendría importantes beneficios económicos: el mencionado desarrollo comunitario es parte del denominado marketing responsable que suele ser visto favorablemente por los/as consumidores/as y la opinión pública (VALOS, s.f.); y, a su vez, esa imagen positiva puede ser atractiva para nuevas inversiones con perspectiva social. Ambas cuestiones se traducirían a mediano plazo en mayores ingresos monetarios y por ende, mayor competitividad para la empresa que practique la RSE.

En términos espaciales, se puede afirmar entonces que mientras El Arca, por medio de este circuito, busca trascender los límites del barrio, varios de los/as compradores/as parecen querer conectarse con ese lugar.

5.2. La cadena textil: trabajar en casa, fragmentar la producción

La confección de diversas prendas es otro de los ejes productivos importantes para la organización. Bajo este rubro, se elabora ropa de trabajo, accesorios de seguridad e higiene (delantales, barbijos, cofias, etc.), insumos para restaurantes y hoteles, bolsas y recipientes de tela, y bordados y estampados. A diferencia del encadenamiento en torno al tomate triturado, el área textil basa su producción en pequeños y numerosos núcleos de trabajo, ubicados en diferentes departamentos del AMM. Están compuestos mayoritariamente por mujeres (que conforman aproximadamente el 95% del total de productores/as) que trabajan generalmente en sus hogares (alrededor de un 80%). Estos hogares se convierten, según uno de los referentes de la asociación, en “unidades productivas textiles”, a lo que agrega: “la gente te dice es mi taller. Por eso, nosotros lo tomamos desde el lenguaje de la gente, es su taller, pero su taller en realidad son dos máquinas en el comedor o dos máquinas en la cocina” (Omar, entrevista, 2 de diciembre de 2015). En estas unidades productivas textiles, las trabajadoras comparten su tiempo laboral con las tareas domésticas. En este caso, el trabajo concreto se individualiza en el hogar, prescindiendo de los vínculos cotidianos que se pueden generar en las fábricas.

En cuanto a la planificación del proceso productivo, la misma se lleva a cabo a través de reuniones quincenales en la sede de El Arca en Ciudad. Se trata de un momento relevante para algunas trabajadoras, ya que se convierte en una oportunidad para conversar de otros temas que hacen a la vida de cada una, de modo tal que se transforma en un espacio de contención. La reunión quincenal se convierte en un evento que cohesiona física y temporalmente lo que la producción en nodos ha dispersado.

En este encadenamiento productivo, el principal comprador es Arcor. La empresa multinacional originaria de la Provincia de Córdoba, realiza órdenes de pedido de camichombas de trabajo para una parte de su plantel de operarios/as en Argentina: “se le manda a 17 plantas en diferentes partes del país… La Campagnola, Arcor y Bagley” (Nicolás, entrevista, 15 de diciembre de 2016). Es importante remarcar que cerca del 50% del total de ventas de El Arca, se destina a satisfacer la demanda de estas empresas, cuyo nexo con la asociación se ha establecido, entre otras cuestiones, gracias a la tarea de gestión y de vinculación de las fundaciones ya mencionadas. Al igual que en el circuito agroindustrial, identificamos en la RSE un elemento relevante para entender una parte tanto de los orígenes como del actual funcionamiento de la asociación. Es indudable que la historia en torno a la ayuda mutua y el cooperativismo sobre la que se asienta el nacimiento y posterior afianzamiento del barrio (reflejado, entre otras cuestiones, en sus juntas comunales y ese sentido de pertenencia presente en cada palabra de los entrevistados), es fundamental para comprender la propuesta actual de El Arca. Sin embargo, consideramos igualmente que los procesos productivos recientes también se han podido desarrollar gracias al apoyo de estas fundaciones. Por ello, afirmamos que si bien el “origen está en el oeste”, de igual modo se encuentra en las fuerzas desplegadas por las fundaciones que, desde una escala provincial, nacional e inclusive internacional, han apoyado el crecimiento de la producción en estos lugares.

5.3. Replicación de la práctica concreta en puntos distantes: el dispositivo InterArcas

Como se ha mostrado en los apartados anteriores, la asociación muestra una predisposición a extenderse y actuar en diferentes escalas de acción. Si se indaga en su página en Internet, resulta interesante observar las recurrentes referencias al espacio geográfico. Para comenzar, una de las primeras enunciaciones que aparecen, refiere a la intención por parte de la asociación de “crear un escenario de escala”, para lo cual ha facilitado cuatro reediciones de su modelo organizativo en otras localidades de la provincia y del país. Ese dispositivo InterArcas es un dato geográfico desde el cual se puede partir para un análisis en torno al planteo escalar antes mencionado. Al respecto, el formato de la organización se ha replicado en Córdoba, Neuquén, en San Martín –departamento del este de la Provincia de Mendoza– y en Salta. Como afirman los mismos entrevistados, son todas organizaciones autárquicas, aunque han recibido y reciben actualmente el apoyo y el acompañamiento de El Arca Mendoza (“la hermana mayor” como la definen sus protagonistas) para diversas labores, cuestión que se refleja, entre otras acciones, en visitas periódicas de algunos/as de sus referentes a los nuevos núcleos productivos.

En diferentes testimonios, los/as integrantes/as de la asociación dejan traslucir una búsqueda consciente y deliberada para que el modelo de El Arca trascienda el AMM y alcance a otros lugares del país. Por un lado, con la activación de estos cuatro nuevos núcleos productivos, se busca la expansión espacial de la organización lo que facilitaría la descentralización de una parte de la labor de El Arca Mendoza que, en determinados casos y situaciones específicas, ya excedía las fronteras específicas de dicha sede. A la vez que se produce este movimiento centrífugo desde la sede originaria hacia los núcleos más recientes, por medio de estos últimos centros se busca sumar nuevos/as integrantes a la asociación y promover la organización a nivel local.

Como se ve, esta expansión de la organización conlleva dos movimientos espaciales simultáneos: por un lado, la descentralización de las tareas que hasta hace algunos años estaban totalmente a cargo de El Arca Mendoza, y por el otro, la activación de nuevos lugares (núcleos productivos y comerciales) en otras partes de la Provincia de Mendoza y el país. Este proceso necesariamente requiere una adecuada labor de coordinación, cuestión que se ve reflejada en las crónicas fotográficas y escritas de los nuevos núcleos, donde en diversas actividades se observa el acompañamiento, y el aporte de experiencia y conocimientos de algunos/as promotores/as o cuadros de El Arca Mendoza en diferentes reuniones.

Asimismo, la estrategia InterArcas quizás sea la herramienta que permita entender el ambicioso objetivo de que El Arca se transforme en un “modelo nacional de integración económica” (Sintagma Audiovisual, 2013). Este modelo no se sustentaría en una estructura gigante, sino más bien en los mencionados núcleos es escala local o regionales de producción y comercialización, como comentó el principal referente de la asociación en algunas conversaciones: “no nos interesa crecer desmesuradamente y que El Arca se transforme en una superestructura, sino más bien desarrollar estructuras más pequeñas, coordinadas, pero con una dinámica propia” (Antonio, entrevista, 1 de diciembre de 2015). En definitiva, la estrategia InterArcas promueve la creación de nuevos lugares con características propias, aunque a la vez busca replicar algunos aspectos y sentidos del primer núcleo organizativo de El Arca Mendoza.

5.4. Vuelta al lugar

Mientras realizábamos el trabajo de campo en torno a la asociación, se nos invitó a participar de una junta comunal que se iba a realizar en la Unión Vecinal Caminar del B° Aeroparaque. No estaba prevista en nuestra hoja de ruta pero aceptamos la invitación. De esa reunión participaron diferentes agentes vinculados/as a la asociación y el barrio: referentes de El Arca, trabajadores/as de las diferentes fábricas de salsa de tomate, productoras textiles, productoras gastronómicas, algunas referentes históricas del proceso cooperativo y comunitario del barrio (mujeres ancianas), integrantes de la comisión de la unión vecinal, representantes del municipio de Capital y algunas vecinas. Si bien la reunión se caracterizó por una diversidad de sujetos, es fundamental remarcar la notable predominancia de mujeres en la misma (26 mujeres y 5 varones). En esta actividad como en otras donde se busca “la reconstrucción de la comunidad”, el papel de las mujeres parece ser esencial –en este caso las de mayor edad–, ya que recuperan la historia de la zona, principalmente en relación al cooperativismo y la ayuda mutua que impregnó la vida cotidiana décadas atrás (notas de campo, 2 de diciembre de 2015).

Con la idea de congregar a la gente del barrio y a todos/as aquellos/as que estuvieran vinculados/as con el lugar, los/as referentes de El Arca se encargaron de convocar a dicha reunión y luego de coordinarla. Se partió de un diagnóstico general que indicaba la escasa participación de la gente del lugar en diversas actividades barriales. Uno de los referentes de la asociación, vecino también del barrio, señaló que desde hace ya varios años se observa la desmovilización de la gente de la zona frente a problemáticas cotidianas. Otros representantes barriales se expresaron acerca de la escasa renovación de las personas que pueden generar y movilizar actividades, ya que, según explicaron, la mayor parte de las mujeres referentes son adultas mayores que participaron del proceso encabezado por el Padre Llorens, mientras que las nuevas generaciones no habrían continuado esas acciones con la misma intensidad. Muestra de esto último sería la infrautilización de las instalaciones de la Unión Vecinal, lo que algunos/as concurrentes a la reunión caracterizaban como “abandono” de la misma: “se armó un taller con máquinas textiles, pero no vino nadie”, “se ofrecieron clases de yoga, pero no vinieron” o “a la gimnasia para adultos, vino poca gente” (notas de campo, 2 de diciembre de 2015).

Sumando elementos de análisis al diagnóstico inicial, desde El Arca se señaló que, por ese entonces, la integración comunitaria “no pasaría por lo cultural”, sino que más bien tendría que ver con aspectos económicos: “la gente quiere laburo; la gente quiere trabajo, hacer (algo) y a la vez ganar algo” (notas de campo, 2 de diciembre de 2015). Ante esto, la asociación adoptó una postura activa –como lo demuestra su rol dinamizador durante la mencionada reunión– y buscó, como afirmó uno de sus referentes, la “reconstrucción de la comunidad” (Omar, entrevista, 2 de diciembre de 2015).

Este retorno al barrio demuestra una actitud consciente y deliberada por afectar este espacio, acción que llamamos en este trabajo vuelta al lugar. Se trata de un retorno de la organización al origen, no porque el trabajo en el barrio haya sido abandonado, sino más bien porque, luego de un periodo de expansión hacia otros confines de la provincia y del país, la asociación vuelve a dedicar tiempo y energías en activar, desde su mirada, el tejido social de las “barriadas del Oeste”. En este contexto, el rol de El Arca toma relevancia –siendo reconocida por algunos/as vecinos/as del barrio– en su calidad de entidad que ofrece trabajo en la zona.

Así, esta estrategia deliberada para volver al barrio se estructura en tres ejes principales. Por un lado, se asienta en el bagaje histórico que encierra el barrio como un colectivo amplio y más específicamente, algunas de las personas que han sido parte de esa trayectoria y que ahora conforman la asociación. A esto se añade las posibilidades laborales que ofrece El Arca, en un contexto dificultoso para una parte importante de los habitantes del lugar, en particular para las mujeres. Por último, a modo de vínculo que articula los dos ejes mencionados anteriormente, las mujeres del barrio parecen ser sujetos claves en este arraigo al lugar que persigue la organización. Es decir, historia, trabajo y el componente femenino son aspectos relevantes para construir esta vuelta al lugar.

6. A modo de cierre: consideraciones teóricas y empíricas sobre el lugar y El Arca

Con el presente trabajo, de manera general, hemos buscado realizar aportes teóricos y empíricos. Desde el punto de vista conceptual, hemos alimentado el campo –en construcción– de la ESS en su intersección con la geografía. En este sentido, la categoría de lugar se ha mostrado adecuada, primeramente, para introducirnos al estudio de una experiencia concreta y situarla en el marco una estructura adversa para su funcionamiento. En este caso podemos hablar de lugar como categoría de ingreso al trabajo de campo.

Ahora bien, la noción de lugar también nos acompañó a la hora de identificar y comprender el accionar de una experiencia concreta de la ESS. A través de su uso, pudimos analizar los espacios que construye El Arca desde su cotidianidad laboral como así también las proyecciones políticas y económicas que se afirman sobre una geografía particular. Sin embargo, esto no ha sido unidireccional; este aporte teórico se complementa en sentido inverso, ya que a partir de procesos alternativos al capital, se han puesto de relieve determinadas categorías espaciales y se han construido otras nuevas.

En el plano de lo empírico, sumergirnos en la historia y el trabajo de la asociación El Arca, nos ha posibilitado conocer aspectos de su estrategia de funcionamiento que pueden convertirse en insumo utilizable en otros estudios sobre organizaciones de la ESS. A casi 15 años de su creación, El Arca constituye una referencia en la temática en Mendoza. Ese reconocimiento en la opinión pública y, en particular, entre quienes han trabajo en procesos vinculados a la ESS, se debe a una clara intención de la organización de afectar espacios políticos diversos, difundir sus actividades a través de los medios de comunicación y, naturalmente, a la visibilidad de su trabajo.

Indudablemente, estas decisiones han tenido una incidencia espacial concreta, bajo diferentes formas que han sido apuntadas de manera general este escrito. La diagramación del trabajo sobre los dos ejes productivos centrales –elaboración de tomate triturado y confección de indumentaria de trabajo– permitió corroborar la distribución de su labor a lo largo y ancho del AMM. Si bien se trata de circuitos que abarcan procesos de producción (tanto primaria como industrial) y comercialización en puntos diferentes del espacio, el eje sigue estando en el barrio visto aquí como el lugar del origen, el comienzo y la continuidad.

Justamente en esa continuidad, El Arca sigue produciendo lugares y la base que sustenta ese movimiento, se halla en la intención permanente de la organización por afectar espacios mayores a través de redes o vinculaciones con diferentes sujetos, ya sean del ámbito cooperativo, público o privado. La replicación de la experiencia de El Arca en otros puntos de la provincia y el país, puede considerarse la expresión más acabada y concreta por afectar un espacio más amplio que el originario. De la mano de esto, los vínculos en el marco de la RSE con empresas medianas y grandes para el abastecimiento de materia prima e insumos, también le ha permitido trascender su lugar. Este fenómeno, que suele ser motivo de polémica dentro del campo de la ESS, puede analizarse desde dos puntos de vista: uno de ellos sería desde la asociación, que puede ver en estos vínculos enmarcados en la RSE, un mecanismo para incrementar su producción y fortalecer la organización; otra manera de observar esta práctica puede ser desde la posición de la empresa que apuesta al vínculo comercial con El Arca. Es decir, la apuesta por proveerse en una organización social de este tipo, le posibilita a la gran empresa reconectarse con el lugar, particularmente con uno de sus aspectos de mayor arraigo en el inconsciente colectivo: el sentido de lugar asociado a la generación de trabajo local y a la producción bajo principios socialmente justos.

En definitiva, esta tensión entre un “adentro” y una “afuera” respecto al lugar, parece definir el sentido de la trayectoria de El Arca. Esto nos obliga a recuperar aquella mirada de Massey sobre la especificidad de un lugar, en tanto resultado de la mezcla de relaciones e intercambios –distantes y no tanto–, entrelazados en un nodo, generando un nuevo producto que también define ese lugar. En otras palabras, El Arca es barrio, fábricas, juntas comunales, redes distantes, RSE y más, es decir, espacio relacional.

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Notas

[1] Provincia ubicada en el centro oeste de la República Argentina.

[3] De allí que la denominación completa difundida por la misma asociación sea “El Arca Productores + Consumidores”.

[4] La aglomeración urbana más importante de Mendoza es el Área Metropolitana de Mendoza. Está integrada por siete departamentos: Capital, Godoy Cruz, Guaymallén, Las Heras, Lavalle, Luján y Maipú.

Recibido: 20 de Agosto de 2020; Aprobado: 28 de Diciembre de 2020