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Revista de historia americana y argentina

versão impressa ISSN 2314-1549versão On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.57 no.2 Mendoza dez. 2022  Epub 03-Dez-2022

 

Crítica bibliográfica

Poy, Lucas (2020). El Partido Socialista argentino, 1896-1912. Una historia social y política. Santiago de Chile: Ariadna ediciones

Walter L. Koppmann1 

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Universidad de Buenos Aires. Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Buenos Aires, Argentina. walter.koppmann@conicet.gov.ar

Poy, Lucas. 2020. El Partido Socialista argentino, 1896-1912. Una historia social y política. Santiago de Chile: Ariadna ediciones, 287 p.p. ISBN: 978-956-8416-99-7.

Publicado en 2020, el nuevo libro de Lucas Poy condensa las investigaciones realizadas durante una década. Por el período escogido, el objeto de estudio y sus ángulos de abordaje, la obra constituye un aporte original sobre el primer partido obrero surgido en la Argentina.

El libro está construido a través de doce capítulos, estructurados en cuatro partes, cada una de ellas abocada a una temática específica, con una introducción que presenta los puntos clave de la investigación. La primera parte sintetiza aspectos ya conocidos en mayor o menor medida (dialogando con autores como Falcón, Walker o Tarcus). La segunda parte se enfoca en la estructura financiera y organizativa del socialismo argentino. Finalmente, la tercera y cuarta partes abordan la relación del socialismo con el movimiento obrero y la acción político-electoral del partido, respectivamente. El objetivo principal del trabajo es responder sobre cuál fue el lugar del Partido Socialista (PS) en el proceso de estructuración de la conciencia de clase del proletariado argentino.

De esta manera, en primer lugar se rastrean los orígenes, las trayectorias militantes (Germán Avé-Lallemant, Esteban Giménez) así como el rol de quien lideró el partido durante el primer cuarto de siglo: Juan B. Justo. A partir de un minucioso trabajo de fuentes, Poy reconstruye las variantes teóricas de Enrico Ferri o Achille Loria, las cuales apuntalaron un perfil programático “gradualista y reformista”. El primer capítulo capta este momento formativo y sus raíces nucleares, que luego se desplegaron y jalonaron la historia del socialismo en Argentina: la concepción de la burguesía como una clase “rapaz e incapaz” de impulsar la evolución capitalista en el país; la lucha de clases vista como un factor civilizador y de progreso; en fin, la necesidad de que el sector “inteligente y sensato” del proletariado se organice en un partido político independiente, capaz de regenerar la nación. Resultan valiosos los paralelos que Poy traza con los partidos socialistas del mundo, sus congresos internacionales y resoluciones así como el contraste y las peculiaridades del fenómeno socialista argentino.

El capítulo dos aborda el proceso de estructuración partidaria, desde las primeras agrupaciones con base étnica-nacional, constituidas entre 1893 y 1894 (Les Egaux, Fascio dei Lavoratori), hacia el partido propiamente dicho, caracterizado por su centralismo y una dinámica de funcionamiento interna: dirección, estatutos, congresos, status de afiliación. Debe destacarse el dominio del autor sobre La Vanguardia, periódico oficial del PS en Argentina. Poy entrelaza este proceso de estructuración partidaria con los vaivenes del ciclo de agitación huelguística y social entre 1888 y 1896, al destacar el rol protagónico del socialismo en las luchas y en la conformación de las asociaciones gremiales. Resulta sugestivo, además, el análisis sobre las tensiones del primer congreso partidario, donde la autoridad de Justo encontró ciertos límites, en particular en relación a la naturalización de los afiliados.

El capítulo tres, relativo al desarrollo programático de Justo sobre el problema agrario, permite al autor reflexionar sobre la forma, sentidos y dinámica que asumió el despliegue del PS, más allá de Buenos Aires. Según argumenta Poy, en un país agroexportador como Argentina, fue este desarrollo teórico y práctico el que habilitó en buena medida el avance del partido como representación política nacional. La mirada “federal” calibra el alcance nacional del PS, al matizar y complejizar la centralidad de la ciudad de Buenos Aires en dicho proceso de estructuración.

La segunda parte del libro representa una de las apuestas más fuertes de la investigación: por un lado, debido a la naturaleza de las fuentes y los datos construidos; por el otro, gracias al abanico metodológico y expositivo mediante el cual se presentan los resultados. Los capítulos cuatro y cinco introducen tópicos partidarios claves: los congresos, los debates internos, las contradicciones en la cadena de mandos. Poy se enfoca en el crecimiento (numérico, teórico y político) de la dirección del PS, y realiza un conteo sobre los delegados congresales, expuesto a través de cuadros y gráficos, que mensuran la evolución a partir de las curvas de participación. Esto permite establecer, por un lado, la fisonomía sociológica de la vanguardia partidaria, diferenciando a los militantes según su extracción social, oficio o profesión y espacio de intervención. Por el otro, habilita un mejor cálculo sobre la distancia-cercanía entre el desarrollo partidario en la Capital Federal y su conexión con el “interior del país”. A principios del siglo XX, el Partido Socialista existía en una decena de provincias, con énfasis en la zona del litoral, como ilustran los mapas construidos a partir de las direcciones de los locales partidarios, publicadas en La Vanguardia. Así, se examina quiénes componían los centros políticos y qué clase de actividades allí se desplegaban.

Para completar esta caracterización, Poy recurre a fuentes poco transitadas por la historia social: los balances contables y los registros de cotizaciones. Estas permiten explicar los mecanismos de financiamiento del PS, desde los primeros aportes hasta los vínculos económicos más estables que cristalizaron cuando el partido consagró el primer diputado socialista de América (1904), Alfredo Palacios. La incorporación del socialismo al régimen parlamentario implicó un cambio sustancial, tanto a nivel financiero como de estructuración partidaria. Aunque en los años inmediatamente posteriores a la elección de 1904 el partido no volvió a conquistar una banca, se aceitaron los engranajes para la integración plena al régimen político, a posteriori de la ley electoral “Saenz Peña” (1912).

El sexto capítulo del libro indaga un tema esencial: la relación del socialismo con las mujeres trabajadoras, las caracterizaciones, iniciativas y prácticas concretas. Mediante un enfoque múltiple, desde distintos ángulos y problemáticas, Poy reconstruye la historia de las primeras mujeres socialistas en los centros y en los sitios laborales de ciertas ramas productivas (textil, alimenticia, comercio). Desde la trayectoria pionera de Gabrielle Coni de Laperrière hasta la más reconocida de Alicia Moreau, se exponen las iniciativas del socialismo sobre las mujeres, las campañas específicas, sus resultados, dificultades y contradicciones con la mayoría masculina del partido, incluyendo a la dirección. Hitos significativos como la Unión Gremial Femenina o los aportes del socialismo a la legislación laboral sobre mujeres e infancias recorren las páginas, dialogando con los planteos del socialismo europeo de Auguste Bebel o Clara Zetkin.

La tercera parte aborda un tema muy discutido por la historiografía: la relación entre el socialismo y el movimiento obrero. En efecto, bajo la guía de Juan B. Justo, el partido sostuvo una escisión entre la actividad política (identificada con la lucha parlamentaria y electoral) y la militancia gremial, a la cual luego se agregaría la tercera “pata” cooperativa. Desde una lectura sobre el carácter “anti-político” de los trabajadores, Justo recomendaba evitar la agitación política en las asociaciones obreras ya que, a la postre, la lucha haría estallar las organizaciones, como ocurría desde fines del siglo XIX con los anarquistas. Por el contrario, los gremios debían tratar asuntos exclusivamente gremiales y, desde ya, los militantes socialistas estaban invitados a afiliarse a su respectiva sociedad de resistencia, no obstante esta condición solía no cumplirse. En el interior de un partido compuesto en gran medida por trabajadores y, lo que es más importante, que actuaba sobre y desde la clase obrera, semejante orientación no podía menos que generar contradicciones, tensiones y, finalmente, rupturas.

Así, el capítulo siete analiza la primera escisión que sufrió el Partido Socialista, a menos de cinco años de su congreso fundacional. La ruptura “colectivista”, de base eminentemente obrera, fue motorizada por los principales dirigentes gremiales. La división expresaba no sólo las tensiones entre política y actividad sindical, manifiestas en los debates aparecidos en el periódico, sino también por el desafío que representó para la dirección del partido, en el contexto de una clase obrera mayormente migrante y de un partido orientado hacia una lucha política que demandaba la naturalización casi de manera obligatoria. Muchos de estos motivos y argumentos, por otra parte, reflotarían en momentos críticos de la historia partidaria, en ocasión de rupturas posteriores, asumiendo el debate contornos similares entre “neutralistas” y “políticos” durante la década del 1900.

Los capítulos ocho y nueve completan el apartado acerca de la relación con el movimiento obrero y sobre cómo este vínculo complejo estuvo en la base de casi todas las rupturas del Partido Socialista. En efecto, fueron los debates sobre las huelgas, su naturaleza y modo de empleo los que prepararon, en medio de las oleadas represivas del Estado argentino, las discusiones sobre la necesidad de declarar una huelga general. Cuando esta situación llegó a su clímax, con el brutal estado de sitio de fines de 1905, la corriente del sindicalismo revolucionario ya había cristalizado en el seno del Partido Socialista, ocupando sus principales cargos de responsabilidad y líneas de mando en el movimiento obrero; un año más tarde, fueron invitados a retirarse y probar sus planteos en la práctica. La historia se repetiría, de forma distinta, una década más tarde, con la formación del comité de propaganda gremial, base sobre la cual se estructuró una nueva ruptura, circa 1918: el Partido Socialista Internacional, futuro Partido Comunista de Argentina.

Finalmente, la cuarta parte del libro estudia la “acción política” desplegada por el Partido Socialista, entendida como sinónimo de intervención electoral. En estos tres últimos capítulos, el autor cierra los círculos abiertos en las páginas anteriores, al analizar desde el prisma partidario las distintas campañas por la naturalización de los inmigrantes y las diferentes reacciones y polémicas que suscitaron. Por otro lado, emergen las dificultades relativas a cómo enfrentar los oxidados engranajes legales del régimen político local y los obstáculos concretos que encontró el partido en su camino hacia la consecución del primer diputado socialista. El abordaje permite al autor avanzar en un tópico poco frecuente como es la performance electoral del Partido Socialista en el período previo a la sanción de la ley Saenz Peña. En efecto, son años poco conocidos y parece pesar más cierto sentido común historiográfico acerca de que “los inmigrantes no participaban en política” y que, en consecuencia, la oligarquía habría tenido el dominio total sobre el juego político-electoral. Al recreando las distintas elecciones y las variadas condiciones dentro de las cuales estas tenían lugar, Poy problematiza el trayecto que llevó a la consagración de Palacios como legislador y luego, aunque no menos importante, su propia actuación parlamentaria, los proyectos, contrapuntos y también puntos de asimilación en la cámara baja.

En un balance general, es cierto que, por momentos, el libro parece perder cierta sincronía histórica, relegando de algún modo un registro más afín a la historia social al entrecruzar líneas relativas a la historia política. En particular, quienes hayan leído el primer libro del autor, Los orígenes de la clase obrera argentina…, quizás añorarán en parte esta destreza narrativa. No obstante, no es menos verdadero que el registro combinado entre historia social y política permite a Poy una mayor profundidad y densidad conceptual gracias a una estructura mayormente centrada en el análisis antes que en la descripción de los acontecimientos.

Al finalizar la obra, queda en la retina del/a lector/a una imagen del Partido Socialista caracterizada por su organización con base en la clase obrera, atravesada por la lucha de clases, las divergencias estratégicas, las modulaciones tácticas y el interés medular por pulsar en la política nacional. Como dijimos más arriba, si el Partido Socialista fue el primer partido obrero en Argentina, el nuevo libro de Poy hace justicia a este hecho y reposiciona su historia en el marco del desarrollo de la clase trabajadora. Desde el lado historiográfico, deja como tarea pendiente avanzar en análisis similares con otras corrientes de principios del siglo XX, como el anarquismo y el sindicalismo revolucionario.

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