Introducción
El entrenamiento con resistencias (ER) es reconocido mundialmente por su efecto positivo sobre el rendimiento deportivo y, también en la prevención de dolencias asociadas a la pérdida de masa osteo-muscular (Ratamess, 2015). De la misma forma, se recomienda que el ER se realice al menos dos días a la semana para lograr beneficios en la salud (Haskell et al., 2007), también más relacionados con el fortalecimiento muscular, y que más allá de una estrategia de mejoramiento estético, es la base de múltiples intervenciones de rehabilitación física, tratamiento de enfermedades degenerativas, optimización funcional en distintas poblaciones (Artero et al., 2012), reducciones en la pérdida ósea, y mejoras en el control glucémico (Au et al., 2017), entre otros.
Con base a la idea anterior, el componente esencial de un entrenamiento óptimo es el diseño del programa, considerando que un programa de ER está compuesto de diferentes variables entre las que destacan el volumen, recuperación, la duración y la dosificación de las cargas (intensidad) que interaccionan entre sí, proporcionando un estímulo de adaptación. En este contexto, la determinación de las cargas en términos porcentuales, se pueden establecer por medio de variadas metodologías entre las que se encuentra la percepción del esfuerzo percibido, el test de repeticiones máximas y el test de repetición máxima (1RM) (Filho et al., 2014; Ratamess, 2015). Este test de 1RM consiste en que el participante movilice la máxima carga (kg) posible en las fases excéntrica y concéntrica en un determinado ejercicio en su máximo rango de movimiento y sin ningún tipo de ayuda externa (Levinger et al., 2009).
Siguiendo el planteamiento de Kraemer et al., (2006), mundialmente existen distintas ecuaciones estimativas populares empleadas para conocer el valor de 1RM en deportistas, hombres y mujeres inexpertos y personas mayores. Las más reconocidas son las ecuaciones planteadas por el Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM, 2015, siglas en inglés): Brzycki (1993); Epley, (1995); Lander (1985); Cummings & Finn (1998); O`Conner et al., (1989); y Abadie et al., (1999) (Ratamess, 2015).
Por otra parte, el test de 1RM a pesar de ser uno de los más utilizados por la literatura puede estar influenciado por numerosos factores, y exige de un importante conocimiento y experiencia previa de la técnica de ejecución del ejercicio a realizar. Además, la ejecución de esfuerzos con cargas máximas puede producir un elevado estrés a nivel del aparato locomotor (músculos, huesos, articulaciones), desencadenando modificaciones metabólicas importantes (Brzycki, 1993). A su vez, la aplicación de 1RM puede representar mayor riesgo de lesión en individuos con poca experiencia en ER (Chapman et al., 1998).
En este orden de ideas, en la región noreste de Uruguay no se ha encontrado evidencia sobre el uso de ecuaciones de predicción para determinar 1RM en la metodología que llevan a cabo individuos experimentados en ER para la planificación de las cargas durante los diferentes ciclos de entrenamiento al que se someten, pudiendo generar un desconocimiento sobre la existencia de ecuaciones de predicción como un método indirecto de cálculo de 1RM, por tanto, el objetivo de éste trabajo es conocer el nivel de asociación entre ecuaciones de predicción y el método de 1RM en adultos jóvenes experimentados del departamento de Cerro Largo de la República Oriental del Uruguay.
Metodología
El presente estudio tuvo un enfoque transversal y cuantitativo, con un alcance correlacional, por cuanto, se analiza el grado de asociación que se presenta entre dos o más variables, en un contexto dado en particular (Hernández Sampieri, Roberto; Baptista Lucio & Fernández Collado, 2010).
Muestra del estudio
En la primera etapa de la propuesta (semana uno) se visitaron varios centros de musculación de la ciudad de Cerro Largo a fin de dar publicidad al estudio, así como también se invitó a los socios de dichos centros para dar a conocer la finalidad de la propuesta. Una vez que se logró un número de personas interesadas, se consideraron los siguientes criterios de inclusión: 1) ser individuos sin ninguna enfermedad crónica degenerativa o enfermedades metabólicas como diabetes mellitus en cualquiera de sus formas, 2) haber rellenado de forma negativa el cuestionario de aptitud PAR-Q para la actividad física (Society, 2002), 3) tener al menos tres años de experiencia en el ER, y 4) autorizar de manera firmada su consentimiento. Como criterios de exclusión se consideró el no poder ejecutar alguno de los ejercicios de la intervención, el ingerir suplementos deportivos durante el período de pruebas, y presentar alguna dolencia o malestar en algunos de los ejercicios que conforman el estudio. Solamente dos individuos no cumplieron los criterios de inclusión, siendo excluidos del estudio, quedando una muestra final de 30 individuos varones entre 18 y 27 años.
La propuesta fue enviada y revisada de acuerdo la normativa uruguaya que regula la investigación en/con seres humanos con decreto n° 158/019 de la Universidad de la República, Uruguay.
Protocolo de intervención y materiales
En la tabla 1, se presenta el cronograma en que fueron realizados los test, considerando los siguientes ejercicios: Sentadilla con barra libre (SEN), press en banco horizontal (PB), peso muerto tradicional (PMu) y press militar (PMi) de acuerdo a la descripción empleada por Coburn & Malek (2014). Se inició cada sesión con una entrada en calor para posteriormente ejecutar los ejercicios que forman parte del estudio, al finalizar se llevó a cabo una etapa de enfriamiento.
En la segunda semana, se enfatizó en la óptima ejecución de los ejercicios del estudio, de manera tal de disminuir el riesgo de lesión por una mala praxis, así como las diferentes ayudas durante la ejecución de cada movimiento, estando atento durante todo momento ante cualquier situación que pudiera poner en riesgo la integridad de los participantes, y contando con la vigilancia y supervisión de entre uno y hasta tres profesionales de Educación Física.
En la semana tres y siguiendo el protocolo de Bompa & Buzzichelli (2016) para el cálculo de 1RM, durante el primer día se realizaron los ejercicios de SEN y PMi, el segundo día y después de 48 horas se ejecutaron los ejercicios de PB y PMu. En la ejecución de cada ejercicio se fue añadiendo resistencia (peso) adicional durante cada una de las series hasta llegar al fallo concéntrico, siendo consciente el participante que no podía añadirse resistencia adicional. La recuperación entre intentos (series) es un factor determinante para la realización más eficiente de esfuerzos posteriores, sobre todo si estos son enfocados al trabajo de potencia o fuerza. En éste sentido, la recuperación entre intentos presentó un mínimo de tres minutos, tal y como lo establece la American College of Sports Medicine (Ratamess, 2015). Por lo tanto, se establecieron entre tres a cinco minutos de recuperación entre cada ejercicio, siendo la cantidad necesaria para reponer completamente las reservas de fosfato de creatina después de una máxima contracción (Richmond & Godard, 2004).
Una vez culminado el protocolo de carga máxima, en la cuarta semana se realizaron los intentos sub máximos en donde, similar a los días anteriores, se hizo el mismo método de entrada en calor y se seleccionó una carga aproximadamente del 50-60% de la máxima percibida por el individuo. Posteriormente, se les motivó a realizar la cantidad máxima de repeticiones posibles una vez llegado al umbral del 85%, pero esta vez hasta llegar a un número de repeticiones de 7RM.
En relación a la supervisión para vigilar la seguridad del participante cuando realiza el ejercicio PB, el profesional se colocó a la cabecera del banco, donde en caso de ser necesario, se puede aplicar fuerza suficiente para que la barra se mueva, el ayudante mantiene las manos cerca de la barra, pero sin llegar a tocarla durante el descenso y el ascenso hasta que esté sobre el soporte debidamente colocada. Para el caso de la SEN se contó con dos profesionales, uno a cada lado de la barra, y un tercero detrás de quien ejecuta el ejercicio, siguiendo atentamente el descenso en todo momento y, en caso necesario, asistir al participante aplicando fuerza alrededor del pecho/parte superior del tronco y/o sobre la barra la barra (Ratamess, 2015).
Para los diferentes ejercicios desarrollados se usó una banca horizontal estándar de musculación, barras olímpicas de 15kg (Sonnos.
Ecuaciones de estimación de 1RM
Para el cálculo de estimación de 1RM las ecuaciones de predicción fueron las usadas por Coburn y Malek (2014):
Análisis de los datos
Para el análisis de los resultados se usaron el paquete estadístico SPSS.20 y el programa Excel, calculando la normalidad de las variables por la prueba de Shapiro-Wilk, a la postre se calcularon los promedios y la desviación estándar de las variables empleadas, así como el nivel de asociación entre las variables por medio del coeficiente de correlación intraclase y el método Bland-Altman. En referencia al coeficiente de correlación intraclase se consideró: CCI ≥ 0.91 que indica una correlación muy buena; de 0.71 a 0.90 es buena; de 0.51 a 0.70 es moderada; de 0.31 a 0.50 es mediocre y por debajo de 0.31 es una correlación mala (Latour et al., 1997), en donde los autores proponen una correlación baja cuando el valor sea ≤ 0.50.
Resultados
En la tabla 3, se observa los descriptivos de las características físicas de los sujetos. Todos los participantes tenían poco más de cuatro años de experiencia en el ER, concretamente en los ejercicios propuestos para ser desarrollados en este trabajo. Los participantes obtuvieron un IMC en la categoría de normopeso (Organización Mundial de la Salud, 2021), situación que hace presumir que no tienen un desarrollo muscular exagerado ni grasa corporal elevada.
En la tabla 4, se informa acerca de los estadísticos descriptivos y los niveles de correlación intraclase alcanzados. En todos los ejercicios, la ecuación de Lander (1985) obtuvo diferencias estadísticamente significativas (<0,05) y una baja correlación (≤0,50) con respecto al método de 1RM. De la misma manera que la ecuación de Abadie et al., (1999) para los ejercicios de SEN, PB y PMu en donde se observa diferencias significativas y una correlación baja.
Por su parte, se muestra muy buena correlación al usar las ecuaciones de Brzycki (1993) y O´Connor et al., (1989) para medir la fuerza de miembros inferiores en el ejercicio de SEN (CCI= 0.99), de la misma forma, muy buena correlación con la ecuación de Brzycki (1993), O´Connor et al., (1989), Epley (1995) y Cummings & Finn (1998), en la medición de fuerza de la parte delantera del tórax en el ejercicio PB, así como se ha evidenciado muy buena correlación en la medición de fuerza del tronco y miembros inferiores para el PMu (CCI= 0.99) con la ecuación de Cummings & Finn (1998) (CCI= 0.95-0.99).
Además, se demuestran buenos niveles de correlación con la ecuación de Cummings & Finn (1998) para la SEN (CCI= 0.89), Brzycki (1993), O´Connor et al. (1989) y Epley (1995) para el ejercicio PMu (CCI= 0.85-0.89) y Brzycki (1993), O´Connor et al., (1989), Epley (1995), Cummings & Finn (1998) y Abadie et al., (1999) para el ejercicio PMi (CCI= 0.87-0.89). Asimismo, y de acuerdo al análisis gráfico presentado (fig. 1) para éste último ejercicio, se manifiesta una muy buena correlación empleando las ecuaciones de Epley (1995) y Cummings & Finn (1998), en donde estas ecuaciones predictivas alcanzaron un valor cercano al punto “0”.
Discusión
El objetivo de éste trabajo fue conocer el nivel de asociación entre ecuaciones de predicción y el método de 1RM de cuatro ejercicios tomando como tope siete repeticiones en una muestra de individuos practicantes de ER en centros de musculación del noroeste de Uruguay.
En referencia al PB, se ha tratado de un ejercicio prácticamente de referencia para la validación de ecuaciones predictivas para 1RM (Lacio et al., 2010; Lins-Menêses et al., 2013; Richmond & Godard, 2004). Nuestros hallazgos se asemejan a los resultados del estudio de Lacio et al., (2010), en donde se ha empleado un grupo con características muy semejantes al nuestro y, coincidiendo en el empleo de las ecuaciones excepto la de Lander (1985), que en nuestro estudio reflejó importantes diferencias.
Asimismo, nuestros resultados concuerdan con el trabajo de Lins-Menêses et al., (2013) en donde la ecuación de O´Connor et al., (1989) mostró una correlación alta para el PB en particular, así como el trabajo de Nascimento et al., (2007) indicando un elevado coeficiente de correlación entre los promedios del test de 1RM con los valores predictivos de la ecuación de Brzycki (1993) (r=0.99). De igual manera, en el estudio de Hutchins & Gearhart (2010) la ecuación de Brzycki (1993) reporta una fuerte predicción para 1RM en el PB. Adicionalmente, se refleja cierta coincidencia en nuestro estudio con el de Guerra et al., (2014), corroborando que la ecuación de O´Conner et al., (1989) puede ser perfectamente empleada como medio de predicción de 1RM para el PB. Sin embargo, en el referido trabajo, muestra diferentes resultados que nuestro estudio con relación a la ecuación de Brzycki (1993) y Epley (1995), sin reflejar importantes coeficiente de correlación intraclase.
Por otro lado, instituciones como la American College Sports Medicine (Ratamess, 2015), aportan información de que test sub máximos de hasta 10 repeticiones proporcionan una mejor estimación de los valores de 1RM. En éste orden de ideas y similar a nuestros resultados, Whisenant et al., (2003), después de aplicar el test de fuerza máxima y posteriormente una carga fija en un grupo de 69 deportistas de la disciplina de fútbol americano (18-24 años), evidenciaron que la ecuación de Brzycki (1993) (rango de repeticiones de 1 a 10) fue la que presentó un mayor nivel de correlación (0.89) (Whisenant et al., 2003). Este sugiere también la ecuación de Lander (1985) con un buen nivel de correlación, contrariamente a nuestros hallazgos que evidencian diferencias muy marcadas con la ecuación de Lander (1985) en referencia al rendimiento de la 1RM en todos los ejercicios empleados en nuestro estudio.
De la misma forma, Knutzen et al., (1999), analizaron la validez de cuatro ecuaciones de predicción (Brzycki, Epley, Lander y Mahew) en 51 adultos mayores mediante el test de 1RM y 7 a 10 RM en once ejercicios, comprobando que la ecuación predictiva de Brzycki (1993) fue la que presentó mayor coeficiente de correlación en siete de los once ejercicios desarrollados, entre ellos el PB (r = 0.89), sólo que se trató de una población diferente a la de éste estudio, además, para el estudio de Knutzen la toma fue supinada, en tanto que en el nuestro fue la toma de manera pronada. Estos autores sugieren que en test sub máximos de 7 a 10 repeticiones, la ecuación de Brzycki (1993) da una mayor estimación en comparación con las otras, resultado similar al de nuestro estudio con la limitante de las características anteriores, no obstante, varias ecuaciones de predicción lograron un potencial elevado para calcular 1RM en individuos jóvenes experimentados de acuerdo a nuestros resultados.
Por otra parte, Ware et al., (1995) indicaron errores de moderadamente grandes a grandes en la predicción de la fuerza en la SEN en jugadores de fútbol americano universitario, y concluyeron que las ecuaciones de Bryzcki (1993), Epley (1995), Lander (1985) y Mayhew (1992) no eran aceptables para estimar la fuerza en la SEN para repeticiones hasta el fallo (Ware et al., 1995), caso contrario a nuestro trabajo en donde la ecuación de Brzycki (1993) ha mostrado tener una correlación muy buena.
Siguiendo con los planteamientos anteriores, se ha verificado que la ecuación de O’Conner et al., (1989) al parecer tiene una buena aplicabilidad para sujetos entrenados aparentemente sanos (Lacio et al., 2010; Lins-Menêses et al., 2013), estudiantes desentrenados (LeSuer et al., 1997), así como adultos (Knutzen et al., 1999), tal se ha evidenciado también en nuestro estudio. Adicionalmente, en el presente estudio se observó una tasa de error relativamente menor cuando la ecuación de Abadie et al., (1999) fue utilizada para estimar 1RM a partir de ejercicios que involucraban a grupos musculares más pequeños, por tanto, sería útil emplear ésta a futuro y verificar su potencial de predicción en ejercicios con grupos musculares pequeños, así como la ecuación de Epley (1995) que mostró poseer mejor estimativa en función del análisis gráfico Bland-Altman para el ejercicio PMi (fig. 1).
El uso de ecuaciones de predicción puede ser un método seguro siempre y cuando se realicen las vigilancias pertinentes en relación al ER, el tiempo de recuperación, la técnica de ejecución, o la ayuda necesaria. De acuerdo a nuestros resultados, el método de predicción permite obtener una estimación muy cercana a la 1RM sin la necesidad de producir una tensión muscular máxima, siendo una herramienta importante para los profesionales con respecto a la evaluación y prescripción del ER. En el mismo orden de ideas, se propone emplear el modelo predictivo en función del ejercicio que se quiera llevar a cabo: las ecuaciones de Brzycki (1993), O’Conner et al., (1989) y Cummings & Finn (1998) para la SEN, el PB y el PMi, y la ecuación de Cummings & Finn (1998) y Epley (1995) en el PMi. Por otro lado, también sugerimos el uso de otros métodos actuales para estimar 1RM en ejercicios lineales que, de acuerdo a la velocidad de desplazamiento de la carga, representa un enfoque de ER basado en la velocidad del movimiento empleando cargas submáximas y que han demostrado ser una alternativa válida y fiable para la predicción de 1RM, enfocado más en el ámbito de la optimización del rendimiento y su transferencia al campo.