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Relaciones internacionales

versão On-line ISSN 2314-2766

Relac. int. vol.29 no.58 La Plata jan. 2020

 

Lecturas

(2019). War and Chance: Assessing Uncertainty in International Politics

Martín Dieguez1 

1Universidad de San Andrés (UdeSa)

Friedman, Jeffrey A.. (2019). War and Chance: Assessing Uncertainty in International Politics. Oxford University Press, Nueva York:

Lo primero que hay que entender cuando se quiere leer este libro es que forma parte de la serie de libros de Bridging the Gap de Oxford University Press. Según la propia web de la serie, los textos de esta serie buscan abordar “un desafío global presentando recomendaciones de políticas con solidez teórica”, y, a su vez, estos textos “deben ser accesibles para audiencias que van más allá de los subcampos académicos”.[1 ] Siguiendo esta metodología y precupación es que el libro enfrenta el problema de la incertidumbre en la política internacional. Específicamente, el libro busca “mostrar cómo los agentes de la política externa suelen intentar evitar el problema de razonar probabilísticamente” y “demostrar que las evaluaciones en contextos de incertidumbre en la política internacional son más útiles que lo que la sabiduría convencional espera” (p. 2).[2 ] Teniendo en cuenta el objetivo establecido y el objetivo de la serie, no debería sorprendernos que este sea un libro preocupado más que nada por la metodología de la producción de políticas públicas (en especial, la fase de producción de evaluaciones probabilísticas y la decisoria).

Para no extender este análisis más allá de lo necesario es que me voy a centrar en dos capítulos: en primer lugar, el segundo capítulo, que es donde el autor hace una exposición sobre el argumento teórico-normativo detrás de su preferencia por el análisis probabilístico; y, en segundo lugar, en el sexto capítulo, en el cual hace una argumentación sobre cómo se deben tomar las decisiones a partir de información probabilística brindada por otros analistas.

En el segundo capítulo, el autor expone por qué es esencial hacer argumentaciones probabilísticas y por qué los análisis subjetivos son los únicos tanto metodológica como normativamente defendibles. El autor argumenta que la incertidumbre en política internacional es epistémica: aquella que se da porque los analistas poseen información incompleta. Para enfrentarla, es posible utilizar tres enfoques de evaluación probabilística: de frecuencia, de propensión o subjetivo. El primero establece que las “estimaciones probabilísticas reflejan inferencias derivadas del análisis de una serie previa de eventos idénticos” (p. 53, énfasis agregado). La definición misma del enfoque revela su problema: en política internacional es virtualmente imposible encontrar una serie lo suficientemente grande de eventos idénticos y es por ello que el autor lo rechaza. La teoría de propensión establece que las “estimaciones probabilísticas reflejan el conocimiento de un analista sobre la forma en que los sistemas físicos generan un resultado aleatorio” (p. 54), es decir, se basan en las probabilidades mecánicas de los atributos. De nuevo, la definición misma del enfoque muestra por qué es inaceptable para el autor: ningún modelo probabilístico mecánico puede incluir toda la información necesaria (parte de la cual no es observable, parte de la cual no puede obtener la información) como para hacer argumentaciones probabilísticas precisas. Todo modelo de este estilo es una simplificación radical de la realidad y es por esto que el autor también lo desestima.

El tercer enfoque, que es el que defiende el autor, es el subjetivo. En este caso, las “estimaciones probabilísticas son definidas con respecto a las convicciones personales del analista”, específicamente demostradas por su disposición a apostar por los resultados (p. 56). El ejemplo que muestra el autor es el de una moneda que tiene un sesgo desconocido (es decir, que gira más para uno de los lados, aunque la persona que apuesta no sabe si es para cara o ceca): dado que uno no conoce para qué lado caerá la moneda, uno probablemente apostaría que caerá 50% para cada lado (probabilidad subjetiva), aunque sabe que va a caer más de uno de los dos lados (probabilidad física). El autor argumenta que “no hay manera de demostrar que las convicciones personales de un analista proveen una guía útil para evaluar la incertidumbre en cualquier caso” (p. 56), pero que la alternativa, el análisis objetivo, es peor. Si el análisis debe ser objetivo, esto significa que debe eliminar todos los análisis sobre la incertidumbre, ya que estos no se pueden resolver de forma objetiva. Y una forma objetiva que no lidia con la incertidumbre no es aceptable como guía, ya que estaríamos dejando de lado una gran parte de la situación fuera de nuestro alcance.

Dicho esto, el autor argumenta que hay que diferenciar entre probabilidad y confianza. La primera confiere las chances de que una aseveración sea verdadera. La confianza, en cambio, gira en torno del grado en que los analistas creen que tienen una base sólida para sus apreciaciones sobre la incertidumbre. Esta última, a su vez, tiene tres componentes: la confianza de la evidencia disponible que soporta una aseveración, el rango de opiniones razonables alrededor del tema y el grado en que los analistas creen que su aseveración podría cambiar en respuesta a nueva información. Será esta confianza (basada en cada uno de estos tres componentes) la que dictaminará la atención que se le debe presentar a cada analista.

Este enfoque enfrenta dos problemas: uno epistemológico y el otro metodológico. El primero de los problemas se refiere a que la solución que el autor propone para la incertidumbre epistémica es claramente intersubjetiva[3 ], mientras que su metodología para analizar las ciencias sociales es positivista (evidenciado por el uso de métodos experimentales y cuantitativos para analizar las bonanzas de su análisis probabilístico). No queda claro cómo es posible que una epistemología positivista lleve a una solución intersubjetiva frente a la existencia de datos inaccesibles más que a una probabilidad de frecuencia con una suposición de homogeneidad de los casos un poco más amplia. Si bien es posible argumentar en favor de una visión intersubjetiva a pesar de tener una epistemología positivista, la falta de discusión en el texto es una muetra clara de la limitación del tema.

El segundo problema es metodológico: para tanta discusión sobre la necesidad de ser precisos en los porcentajes probabilísticos, el texto nunca establece claramente una forma para llegar al porcentaje esperado. Probablemente esto sea una limitación específica del enfoque en sí: es difícil establecer una probabilidad numérica sobre una evaluación subjetiva.[4 ] La falta de un método claro hace que sea difícil establecer las diferencias entre la probabilidad relativa –aquella que, según el autor “transmite las creencias de un analista con respecto a una base no especificada” (p. 28)– y la probabilidad subjetiva sea difícil de observar (más allá de que una tiene un porcentaje y la otra no).

El sexto capítulo, por su parte, se preocupa principalmente por cómo se deben tomar decisiones una vez que se cuenta con la información probabilística que presnetan los analistas (siguiendo el modelo presentado en el segundo capítulo). El autor establece que el análisis del punto de equilibrio debe ser la metodología para tomar decisiones. Esta surge de calibrar la probabilidad de que los beneficios de cierta acción superen a los costos (es decir, de sopesar las distintas probabilidades que los analistas establecieron) y comparar esta probabilidad con el ratio de costos (es decir lo que cuesta si se pierde contra lo que se ganaría si la probabilidad se da). Si la probabilidad de ganar es mayor al ratio de costos, se debe llevar a cabo la acción. Dado que la estructura de costos y beneficios es increíblemente difícil de calcular (no es fácil definir el interés general, ni establecer potenciales costos y beneficios específicos de una acción particular en la arena nacional e internacional); el autor propone, entonces, empezar por estimar la probabilidad para ver a qué ratio de costos justificaría llevar a cabo la acción. La siguiente parte del capítulo se dedica a demostrar cómo distintas suposiciones llevan a distintas estimaciones de probabilidad y cómo los analistas de RR.II. no han sido capaces de analizar esto correctamente. La última parte hace un estudio de caso de la Guerra de Irak (2003-2011) para mostrar cómo se observa esto en las tomas de decisiones.

Este enfoque es muy útil para entender cómo se enfrenta una decisión, porque establece no sólo que la probabilidad es subjetiva (basada, como se dijo antes, en los análisis de los expertos y en las suposiciones compartidas), sino también que el ratio de costos lo es. Esto permite entender acciones que de otra manera parecerían irracionales. Por ejemplo, beneficios (subjetivos) muy altos pueden generar que, a menos que los costos sean muy altos y las probabilidades increíblemente bajas, los tomadores de decisión elijan tomar aquella acción. O, también, puede que los costos hundidos sean tomados en cuenta a la hora de establecer los costos de no llevar a cabo la acción. Esto sería compatible con los análisis de política exterior que han hecho aquellos teóricos de las RR.II. que están emparentados con Prospect Theory.[5 ] Esta flexibilidad en el análisis permite tener un mejor entendimiento del accionar de los tomadores de decisión.

Por otro lado, en términos normativos, este marco permite justificar casi cualquier tipo de decisión, y esto es por la base misma del análisis: si la persona que tomó la decisión puede argumentar convincentemente que los beneficios eran lo suficientemente altos como para desestabilizar cualquier ratio de costos y, por tanto, cualquier probabilidad (por más baja que esta sea), la acción va a estar justificada.

El resto de los capítulos busca, no sin las mismas contradicciones que se observan para el segundo capítulo, mostrar los beneficios de la utilización de las estimaciones probabilísticas subjetivas y las contras de utilizar estimaciones vagas. El mayor de los problemas que expone el análisis es su confianza en algunos casos (cabe decir que en ciertas secciones lleva a cabo análisis de métodos mixtos que buscan mitigar este problema) casi exclusiva en los experimentos. Como el autor reconoce (pp. 99-100), el problema está en que las encuestas y experimentaciones que lleva a cabo están muy lejos de poder replicar el tipo de situación que enfrentan aquellos estadistas que toman decisiones en los círculos políticos de alto nivel. A diferencia de estas personas, las que participan en el experimento no ganan ni pierden nada cuando se equivocan, no tienen que tener en cuenta consideraciones políticas, su trabajo no está en riesgo, no hay muertes involucradas, etc. Es por esto que hay que tomar estos resultados con cautela. Esto no significa ignorarlos ni mucho menos, sino que es necesario ahondar en el entendimiento de cómo se toman estas decisiones a través de otras metodologías.

Dejando de lado las limitaciones aquí expuestas, se debe destacar el trabajo sin precedentes que el autor ha realizado. Esto se sustenta no sólo en su argumentación teórica (que toca áreas como la psicología y la sociología), sino –principalmente– en su trabajo empírico: ha llevado a cabo encuestas con 500 analistas expertos y con más de 3000 personas en total. Este libro se propone iniciar una agenda de investigación que hasta ahora no ha sido explorada de forma exhaustiva y, más allá de las limitaciones expuestas, creo que tiene un mérito esencial en no sólo proponerla, sino también en exponer una argumentación contraria al sentido común de las RR. II. que tiene potencial para ser explotado en futuras investigaciones.

Notas

1http://bridgingthegapproject.org/programs/oup/

2 Todas las traducciones son del autor.

3El ejemplo más claro se muestra en su argumentación sobre por qué es necesario decidir: “Sin importar cuán compleja o subjetiva pueda ser una decisión, en última instancia es necesario poder trazar una línea en algún lugar entre las alocaciones de recursos que son aceptables y las que no lo son” (p.60). El autor establece que esa línea se traza a través de decisiones que se llegan por la confianza en las estimaciones, las discusiones y, en última instancia, la decisión de la persona al mando (pp. 60-63).

4De hecho, el autor mismo observa que, en última instancia, esto depende de las convicciones personales y no hay forma de establecer un número específico que no tenga sesgo: “Dejar las evaluaciones de incertidumbre vagas no cambia sus fundamentos conceptuales. […] Sin importar cómo los analistas de política exterior expresan sus creencias sobre la incertidumbre, no hay una forma coherente de decir que esas creencias no se basan en las creencias personales” (p. 58).

5Para ver más sobre las fundaciones teóricas de Prospect Theory, ver Kahneman, D. y Tversky, A. “Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk”, Econometrica, Vol. 47. No. 2. (1979); Kahneman, D. y Tversky, A., “Advances in Prospect Theory: Cumulative Representation of Uncertainty”, Journal of Risk and Uncertainty, Vol. 5: 297-323 (1992). Para análisis y aplicaciones de Prospect Theory en las RR.II., ver McDermott, R. (2004) “Prospect Theory in Political Science: Gains and Losses from the First Decade”, Political Psychology, Vol. 25, No. 2; McDermott, R. (1998) Risk-Taking in International Politics: Prospect Theory in American Foreign Policy, Ann Arbor: University of Michigan Press; Taliaferro, J., (2004) Balancing Risks: Great Power Intervention in the Periphery, Ithaca y Londres: Cornell University Press.