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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versão On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.52 no.2 Buenos Aires jan. 2022

 

RECENSIONES BIBLIOGRÁFICAS

Conocimiento académico y formas retóricas: tradiciones y contradicciones.

Hablar como un libro. La oralidad y el saber entre los siglos XVI y XX.
Françoise Waquet. Traducción de Horacio Pons. Buenos Aires, Argentina: Ampersand, 2021, 470 páginas.

La enseñanza no es, como suele decirse,
un discurso académico, una exhibición:
es la comunicación mutua, doblemente fecunda,
de un hombre y una asamblea que buscan juntos.
Jules Michelet

Dictar, comentar, explicar, preguntar, responder, leer: las prácticas didácticas, desde el origen, están vinculadas y consustanciadas con la tradición oral.
Puestos a recordar, en las escenas cotidianas de la escolaridad temprana o bien de la secundaria, esas vinculaciones nos resultarán inmediatas y hasta obvias. En cambio, serán más escurridizas si se las piensa sobre la vida académica en los estudios superiores y, tal vez, solo de manera anecdótica las admitamos preliminarmente para el ámbito científico.
La oralidad en relación con los modos de construcción del saber entre los siglos XVI y XX y su historicidad intelectual es lo que laboriosamente monta Françoise Waquet en este volumen traducido recientemente. Bajo el imperio de lo textual, en la comunicación científica en general y en la formación de los historiadores en particular, la cuestión de las formas orales en función del conocimiento ha resultado indiferente a la historiografía.
“En busca de la oralidad”, la primera parte del libro, cartografía las posibilidades perdidas que dieron lugar a esa vacancia. Soslayada esa cuestión en sucesivos campos disciplinares del devenir intelectual, habría sido desatendida hasta por la historia oral (en su giro sobre el eje del método y de las herramientas de traducción de “los sin voz”, para registrarlos e incluirlos en la grafía de la historia). Ni siquiera los lingüistas le prestaron suficiente atención a la oralidad, señala la investigadora. Un antes y un después de la escritura (o un disponer o carecer de ella) fueron las demarcaciones culturales a las que las humanidades prestaron atención por sobre las fronteras de convivencia entre lo dicho y lo escrito. Una superstición del papel, un culto al libro y una desvalorización definitivamente desconfiada de la retórica son otras dimensiones de este mapeo.
“Describir la oralidad” es un inventario de las formas académicas del dialogar dentro de un universo de reglas que conforman géneros, entendiendo esos cinco siglos como un período largo.  Así pueden distinguirse la lección magistral, la disputa, la tesis, los exámenes, seminarios, coloquios, la sesión académica, el congreso, la small conference y la sesión de pósteres como prácticas que escaparon a la mencionada desvalorización general de lo hablado y que en algún caso su emergencia vino planteada como un cambio de reglas respecto de alguna otra forma acostumbrada. Los géneros de la oralidad académica surgieron y se estructuraron conservando el diálogo socrático y la discusión cara a cara como trasfondo mítico sublime, en aparente contradicción con la hegemonía del texto.
La tercera parte, “Pensar la oralidad”, se encamina sobre trazas argumentales del debate a partir de diversas confrontaciones concretas de la vida académica y científica, que expusieron en documentos pro et contra acerca de los dos tipos de comunicación en cuestión, relacionadas con algunos específicos formatos de aquel inventario. Se advierten las razones y los anhelos por los cuales, en ocasiones, el diálogo en presencia sale de su rol subalterno y la oralidad se valora como decisiva en el transcurso de la producción de conocimiento. “La marcha de las cosas” cierra el libro proponiendo una perspectiva funcional y menos binaria, en donde las comunicaciones orales y escritas se superponen, complementan e imbrican.
Hablar como un libro no es una apología de la oralidad, sino un recorrido antológico dirigido, en apariencia, sobre las formas de comunicación de la vida intelectual cuya lectura impacta especialmente en tiempos de discusión acerca de la presencialidad y la virtualidad de la vida académica. Si Francisco de Quevedo proponía un conversar con los muertos a través de los textos, el pasaje de Jules Michelet que precede estas líneas (extractado de una imperdible cita más extensa en la Introducción General del libro) resulta en las presentes circunstancias, de especial resonancia ante nuestros ojos.
Justificado por el recorte del planteo de Waquet, lo que en los libros y en las conversaciones constituye todo aquello no verbal queda suspendido, acallado y, sin embargo, ronda y nos acompaña al leer este texto.

Rita Molinos

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