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Boletín de Estética

versão On-line ISSN 2408-4417

Bol. estét.  no.57 Buenos Aires dez. 2021

http://dx.doi.org/10.36446/be.2021.57.271 

Nota Critica

Sublime y neosublimes

Sublime and Neosublimes

Marianela Calleja1 

1 Universidad Nacional del Sur

Resumen

La teoría clásica acerca del sentimiento de lo sublime lo revela como una categoría crucial de la estética en sus orígenes. En estas notas se propone enfatizar su nuevo rol en la estética de los siglos xx y xxi, énfasis que precisamente nos lleva a cuestionar desarrollos como los de Robert Doran en su reciente obra, La teoría de lo sublime. De Longino a Kant (2021), que, aunque se enmarquen en la historia intelectual del concepto, en su lectura final tienden a mantener posicionamientos que han devenido obsoletos.

Palabras clave: Sublime clásico; sublime posmoderno; Robert Doran; historia de la estética

Abstract

The classical theory on the sublime sentiment reveals it as a crucial category of aesthetics from its origins. These notes propose to emphasize its new role in the aesthetics from xx and xxi centuries, emphasis which precisely leads to question developments such as Robert Doran’s in his recent work, La teoría de lo sublime. De Longino a Kant (2021), that, although framed in the concept’s intellectual history, tend in its final reading to maintain positions that became obsolete.

Keywords: Classical sublime; Posmodern sublime; Robert Doran; History of Aesthetics

Con prólogo de Daniel Scheck y traducción del inglés de Luisa Fernanda Lassaque, el reciente libro de Robert Doran, La teoría de lo sublime. De Longino a Kant, nos acerca a la historia de este concepto central de la estética desde la Antigüedad a la época moderna.

Doran parte de su definición de lo sublime como “experiencia dual, y paradójica, de trascendencia secular y subjetiva” (2021: 31). A partir de aquí nos encontramos con un recorrido clásico a su vez que original, minucioso en la sistematización, aunque no en la sustancia. Doran no busca aquí abrir la teoría de lo sublime clásico a neo sublimes que han impactado recientemente, ni abordar el riquísimo aspecto del pluralismo dentro de una teoría contemporánea de lo sublime.

Si bien leemos los lineamientos de Richard Rorty, Jacques Derrida y Paul Crowther, entre los más destacados filósofos con los que discutió estas páginas, el libro de Stephen Halliwell sobre el concepto de mímesis se le impone como modelo en tanto descubre a partir de él cómo una idea antigua podría tener resonancias en diálogo con las concepciones modernas y cómo un concepto que aparenta diversidad puede ser tratado unificadamente.

Su libro se diferencia de la mayoría de los estudios actuales sobre lo sublime que centran su mirada en lo fragmentario y aíslan un momento del concepto por autor o por escoger un tema particular dentro del mismo (sublime natural, artístico, etc.). También se aparta de estudios que quieren mostrar la coherencia del concepto reenviándolo a un desarrollo extrínseco (véase Brillenburg Wurth 2009 y la filosofía de lo sublime musical en relación a perspectivas del psicoanálisis o el posestructuralismo) y propone un derrotero dentro de los límites de la propia teoría de lo sublime. Este aspecto de unificación y coherencia que Doran defiende como una fortaleza, tiene doble filo e implica también una simplificación de la potencia y nuevos alcances de lo sublime.

Doran insiste en una manera de leer que, “a lo Kant”, rescata lo sublime del irracionalismo al que Edmund Burke lo había conducido. Lo sublime clásico se tematiza aquí en tanto “conmoción provocada por el encuentro con un objeto natural o artístico que nos hace sentir inferiores, pero que a la vez despierta un sentimiento de superación al reflexionar sobre nuestra nobleza mental”; siendo éste el aspecto que explica el origen de la “estructura dual de trascendencia” de la que parte su definición. En otras palabras, “lo que debe superarse es algún tipo de impedimento físico, sensible o material, y la superación se logra merced a una reflexión sobre nuestra fortaleza […]” (Scheck 2021: 13-14, la cursiva es mía).

Adentrándonos en un plano crítico, en esta concepción clásica de lo sublime advertimos algunas premisas supuestas: ¿superamos el impedimento a través de una reflexión o a través de una experiencia estética? En el posicionamiento de lo sublime clásico, tal como lo desarrolla esta teoría, está presente el énfasis cognitivo. Por otra parte: ¿es la trascendencia o elevación [hypsos, das Erhabene] a la que nos conduce lo sublime de tipo positiva, en el sentido de acceder o arribar finalmente, o ella misma está abierta a una indeterminación intermitente? Esta última es la experiencia del entreabrir, que no equivale a la de llegar. Dicho de otro modo: ¿se tratará de descubrir en nosotros una fortaleza positiva, o podemos pensar en un marco en que sentimos elevación-en-la-caída y la trascendencia es de tipo negativa?

El prólogo de Scheck nos anticipa los tópicos que recorrerá el autor (véase la Introducción; Doran 2021: 31-57) para la sistematización de su propuesta, que son tres: la correspondencia entre abordajes retórico-literarios y estético filosóficos en el tema de lo sublime; la analogía entre trascendencia estética y la trascendencia religiosa que ha caracterizado a lo sublime; y la interpretación que puede hacerse de lo sublime en tanto elemento de crítica cultural, crítica socio-histórica y política.

Según Scheck, Doran presenta una original contribución precisamente en la tarea de sistematizar e hilvanar estos puntos. Podría reafirmarse entonces que no se presenta aquí, sin embargo, una idea novedosa para la teoría contemporánea de lo sublime, sino una elaboración clara, con altos y ayudas a la relectura, acerca de lo sublime en el recorrido intelectual de la idea a través de sus momentos y autores clásicos.

El aporte de Doran a la teoría contemporánea de lo sublime es el estudio de la genealogía del concepto. No hallaremos novedad, ni desde el punto de vista de lo sublime como crucial para el desarrollo de la estética y teoría contemporáneas, ni en cuanto a los efectos en la subjetividad, que no se limitan a los cognitivos solamente, sino que se reconducen hoy al total de la corporalidad; ni en su rol crítico, donde lo sublime se vincula con la crítica ideológica, puntualmente con todo pensamiento antifascista, por acceder mediante esta experiencia a confines más allá de los límites impuestos. En este último punto, nos referimos a la crítica del concepto de lo sublime clásico de trascendencia moral positiva que formula Theodor W. Adorno, en Teoría estética, como prototipo de concepto sospechosamente burgués y en esencia, cómico (Adorno [1970] 1983: 261).

La primera dimensión tomada en cuenta por Doran es la correspondencia entre abordajes retórico-literarios y estético filosóficos en el tema de lo sublime. La historia del término es capturada con matices pedagógicos, por su trabajo de delineamiento de un hilo interno coherente que subyace a todas las concepciones, desde el tratado helenístico de Longino, reaparecido en 1554 gracias a la edición griega de Francesco Robortello, hasta su posición en el proyecto crítico kantiano. Doran lee una “estructura intersubjetiva de experiencia” (2021: 93) ya desde la acepción de lo sublime en Longino en torno al discurso, que despierta entre la nobleza del autor y las emociones en espejo del público. Se dedica a rastrear pormenorizadamente las fuentes longinianas de la sublimidad: el éxtasis [ektasis], el asombro [ekplêxis], la maravilla [thaumasion] y el momento como oportunidad [kairós]. Otro aspecto sistemático que destaca Doran sobre lo sublime ya en sus orígenes es su carácter transhistórico, en tanto “evita la exacerbación momentánea y la primacía de lo individual y privado” (2021: 137). En este último punto, podemos compararlo con una contralectura posmoderna, donde siempre lo sublime es una experiencia de tipo singular, temporal y personal.

Tampoco hay aquí atisbo de una lectura de género. El megalophrosynê, el honnête homme, portador del sentimiento de lo sublime es, o el heroico guerrero griego o el hombre culto y honrado de la incipiente burguesía de fines del siglo xvii, involucrado en el “proceso civilizador”. Este último punto se destaca como “rasgo democratizante” de lo sublime; democratizante, hay que aclarar, en el contexto estrecho del siglo xviii, en el sentido de haber sido concepto clave para entender un quiebre, por su participación en la superación de las jerarquías, como definición clave para la progresiva independencia de la burguesía respecto de la aristocracia.

El tratado de Longino se leyó bajo una nueva interpretación en la traducción de Nicolas Boileau (1636-1711). Su carácter discursivo o estilístico, técnico-retórico acerca de las características de un discurso y sus efectos, pasó a ampliarse a un concepto estético general, no ceñido exclusivamente a los efectos de grandiosidad y altisonancia retórica. Un discurso es a partir de esta traducción-interpretación ‘sublime’, tanto como una obra o un espectáculo de la naturaleza.

La segunda dimensión tratada en este libro es la analogía entre trascendencia estética y la trascendencia religiosa que ha caracterizado a lo sublime. Según Doran, lo sublime siempre estuvo ligado a lo religioso, razón por la cual se destaca el análisis de la figura de John Dennis (1658-1734) como autor que instala el tópico de lo sublime en su relación con lo sagrado, bajo el tema del terror religioso, y se señala que es El paraíso perdido (1667) de John Milton (1608-1674) -y no los textos homéricos, las tragedias y la biblia utilizados por Longino- el texto que se constituye durante la Ilustración como modelo de una nueva concepción de lo sublime sagrado.

Esta emoción compleja descripta como ‘horror delicioso’ es la que va a ponderar Burke en su tratado. Un terror delicioso que trasladó, desde el terror divino de Dennis, hacia el tipo reverencial que se podía experimentar con jefes y gobernantes. Luego Immanuel Kant volverá a tematizar la vinculación de lo sublime con lo sagrado a través de la figura de Dios. En la “Analítica de lo sublime” de la Crítica de la facultad de juzgar, cuida bien de no mezclarlo con desmesuras incomprensibles y absurdas de la naturaleza, ni con una resistencia sacrílega e inmoral a los hechos avasallantes: “Solo si reflexionamos a través de nuestra propia sublimidad, mental o espiritual, podremos apreciar la sublimidad divina” (Scheck 2021: 18; la cursiva es mía). En ésta, y no en la experiencia de un absurdo a que Dios nos enfrente bajo la figura del desastre, ni tampoco de un sacrilegio que pretenda poner al humano a superar la figura de Dios, es que Kant lee la vinculación de la experiencia religiosa con la de la sublimidad. Destaco especialmente ‘absurdo’ y ‘sacrilegio’, para volverlos pregunta. Filosofías como las de Camus (1942) y Nietzsche ([1883-1885] 1972) respectivamente aquí, podrían colaborar a problematizar estos argumentos, y conducir de cara a los nuevos modos de lo sublime que permearon la teoría posterior. Cabría preguntarse si nuestra experiencia de la sublimidad no es posible en la experiencia de lo absurdo y de la superación nihilista. Ambas experiencias que enmarcamos dentro de una trascendencia de tipo negativa.

También aquí cabe detenerse cuando precisamente, lo sublime posmoderno encontrará esa experiencia religiosa no en la trascendencia sino en una inmanencia de la obra, refiriéndonos a una concepción de lo sublime posmoderno en la estética. Lo sublime moral kantiano, por trascendencia, de giro metafísico, deviene sublime en la posmodernidad por inmanencia material, en el encuentro singular que porta la novedad de la performance. Scheck remarca, un “tópico realmente poco trabajado” (2021: 18), refiriéndose a contribuciones subsiguientes al propio giro kantiano, esto es, la idea de lo sublime en las actuales discusiones más allá de las artes y la naturaleza: en la historia, las identidades, su dimensión psicoanalítica en el trauma y las rupturas, las experiencias sublimes con las tecnologías. Todas hoy englobadas bajo el tema de lo neo sublime (véase Rispoli & Rosol 2018).

La definición operativa de Doran según la cual existe una estructura dual de trascendencia secular en la experiencia sublime ha recorrido ya los aspectos estético-literarios como los teológico-metafísicos unidos a este concepto. Resta ahora encontrar esa experiencia dual en el tercer tópico sistematizado en el libro y que conducirá a evaluar una visión más acá, y más allá de la modernidad clásica.

En la modernidad clásica lo sublime partía de una situación particular, Scheck resume: “Recelo expresado en una posición que oscila entre la nostalgia por un mundo de valores perdidos y la esperanza de canalizar el espíritu beligerante hacia el comercio y el progreso moral” (2021: 19). Esta nueva experiencia de la modernidad Doran la describe en términos de “heroísmo virtual”: “[C]apacidad para resistir y superar algo terrible o doloroso, como el poder destructor de la naturaleza, la guerra o la omnipotencia divina, merced a una reflexión sobre la propia superioridad mental-moral” (Scheck 2021: 19).

La virtualidad de la que habla Doran es un reciclado de la noción de distancia estética asociada a la experiencia de lo sublime. Joseph Addison (1672-1719) destacó la condición del distanciamiento como requisito de mediación contemplativa y resguardo de la integridad del espectador; lo sublime no se experimenta en un dolor real y verdadero. Esta situación donde algo nos sobrepasa en fuerza o magnitud, reviste el carácter paradójico de estremecimiento terrible, solo y en tanto lo experimentamos indirectamente, virtualmente, como espectadores.

Es así como la frecuencia con situaciones sublimes experimentadas virtualmente proporcionaría una resistencia y una predisposición heroicas. Es la violencia de la conmoción lo que despertaría en nosotros los poderes adormecidos de la racionalidad práctica. Sin embargo, esto no es directamente una revelación de la libertad, sino una “proyección virtual” de un peligro posible, pero no vivido. Kant despliega una tesis problemática que Doran desarrolla en el perímetro de sus alcances: “La preparación cultural ofrece las herramientas necesarias para soportar la amenaza y el peligro que la naturaleza representa en ocasiones” (Scheck 2021: 20). Aquí encontramos otro supuesto problemático, el hecho de que la preparación cultural implique el desarrollo de las ideas morales. Una tesis platónica que no es de asociación directa, la ingenua, pre-adorniana “moral conduce a la sublimidad por medio de la cultura” (Doran 2021: 331).

Scheck destaca las bondades de Doran en proveer al lector de las herramientas para navegar en la historia del concepto de lo sublime y así poder vislumbrar incluso lo que devino luego de Kant. Menciona a Lyotard (1991) y Barnett Newman, donde lo sublime se revela como portador de todo lo irrepresentable, y una importante lista de autores contemporáneos que han aplicado la teoría de lo sublime en su crítica. Como bien remarca, en muchos de éstos sin embargo se invierte la experiencia de elevación y superación, que leímos de Longino a Kant.

Finalmente, el libro de Doran se ubica en las antípodas del Cioran de Adiós a la filosofía:

Me aparté de la filosofía en el momento en que se me hizo imposible descubrir en Kant ninguna debilidad humana, ningún acento de verdadera tristeza ni en Kant ni en ninguno de los demás filósofos. Frente a la música, la mística y la poesía, la actividad filosófica proviene de una sabia disminuida y de una profundidad sospechosa. (Cioran [1982] 2005: 79)

Efectivamente, lo sublime devino hoy una experiencia de trascendencia negativa asociada a una transgresión radical: individual, política, de género, de valores, estética, tecnológica. Sospechamos de la idea de lo sublime como acceso; sino solo vemos en él la oportunidad de un destello entreabierto, que se nos cierra en el momento que queremos fijarlo. Lo sublime como experiencia se abraza hoy en el titilar de una impermanencia, de lo inimaginable y de lo inaudito, a través de una laceración que nos reduce en el ardor, más que nos inflama como sujetos de una moral.

Referencias

Adorno, Theodor ([1970] 1983), Teoría Estética, trad. de Fernando Riaza (Buenos Aires: Orbis). [ Links ]

Brillenburg Wurth, Kiene (2009), Musically Sublime. Indeterminacy, Infinity , Irresolvability (New York: Fordham University Press). [ Links ]

Camus, Albert (1942), Le Mythe de Sisyphe (Paris: Gallimard). [ Links ]

Cioran, Emil ([1982] 2005), Adiós a la filosofía, trad. de Fernando Savater (Titivillus, ed. digital). [ Links ]

Doran, Robert (2021), La teoría de lo sublime. De Longino a Kant, trad. de Luisa Fernanda Lassaque, pról. de Daniel Scheck (Buenos Aires: Prometeo, Col. Historia y Teoría dirigida por Verónica Tozzi). [ Links ]

Kant, Emmanuel ([1790] 1992), Crítica de la facultad de juzgar, trad. de Pablo Oyarzún (Venezuela: Monte Ávila). [ Links ]

Lyotard, Jean François (1991), The Inhuman: Reflections on Time (Cambridge: Polity Press). [ Links ]

Nietzsche, Friedrich ([1883-1885] 1972), Así habló Zarathustra, trad. de Sánchez Pascual (Madrid: Alianza). [ Links ]

Rispoli, Giulia & Rosol, Christoph (eds.) (2018), Technology and the Sublime, Azimuth. Philosophical Coordinates in Modern and Contemporary Age, VI, 12. [ Links ]

Scheck, Daniel (2021), “Lo sublime revisitado: entre la trascendencia secular y la crítica cultural”, en Doran (2021: 13-22). [ Links ]

Recibido: 16 de Septiembre de 2021; Aprobado: 28 de Octubre de 2021

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