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Boletín de Estética

versão On-line ISSN 2408-4417

Bol. estét.  no.58 Buenos Aires mar. 2022

 

Comentarios bibliográficos

Samuel Cabanchik. La redención de la realidad. Borges, una peripecia filosófica. Buenos Aires: Eudeba, 2021, 142 páginas.

Sebastián Botticelli1 

1UBA

Hay quienes entienden que todo lo que podía decirse en torno a Jorge Luis Borges ya fue dicho. Hay quienes se preguntan si no sería conveniente dejar de fatigar la obra del gran escritor argentino, entregarla al descanso y dar por cerrada su exégesis. La redención de la realidad. Borges, una peripecia filosófica sirve como prueba que se opone, contundente, a consideraciones de ese tipo. Para ventura de los lectores, el libro de Samuel Cabanchik viene a demostrar que, sobre Borges y desde Borges, siempre quedarán páginas por escribir.

A contramano de estos tiempos que corren -y que parecen corrernos-, los cuales enseñan a conformarse con indagaciones particulares, atomizadas y de humildes pretensiones, el libro asume un problema verdaderamente desafiante: dar cuenta del modo en el que la literatura borgeana responde a una exigencia propia de la filosofía, esto es, a la filosofía como exigencia, como demanda de maneras de comprender y expresar nuestra conexión con la realidad. Para esto establece una serie de premisas, en las cuales se estipula que Borges es un poeta filosófico, pues escribe al modo de un “sentidor de la dificultad metafísica” (p. 9). También se destaca que, en la obra de Borges, la filosofía configura una fuente y un recurso ficcional para una cierta poética y narrativa, lo que implica que poemas y ficciones alcanzan en la perplejidad metafísica el sentido final de su acontecer. En este sentido, el vínculo entre Borges y la filosofía podrá parecer lúdico solo para una mirada desatenta y superficial. El lector avezado, por el contrario, entenderá que se trata de una íntima forma de compromiso.

Para desplegar el tratamiento de este problema, La redención de la realidad empieza por el comienzo. O quizás, en aras de la precisión, debe decirse que empieza por el comienzo convertido en cuestión filosófica. De allí que el recorrido propuesto tome como punto de partida la interrogación por el comienzo de la filosofía y por el comienzo de la poesía. Ya desde las primeras páginas se arriesgan algunas posibilidades. Siguiendo a María Zambrano, puede decirse que la filosofía comienza por la pregunta sobre el ser de las cosas, la cual se formula incluso presintiendo que sus respuestas solo podrán conducir hacia lo paradojal. Puede decirse, además, que la poesía comienza por la respuesta a una pregunta no formulada. Se perfila así una similitud invertida, una suerte de emparentamiento que resulta, por momentos, incómodo.

Asumiendo esta estimulante incomodidad, La redención de la realidad. apuesta por la intersección entre la filosofía y la poesía sin dejar de tener en cuenta en ningún momento su heterogeneidad fundamental. La obra de Borges será la cantera de donde se extraerán las pistas para hilvanar posibles respuestas a estas cuestiones. Pero no será la única. En diálogo con el escritor argentino aparecerán Zenón y Platón, Berkeley y Descartes, Kant y Schopenhauer, Frege y Wittgenstein, Bergson y Benjamin, entre otros.

Estos autores se convierten en personajes de una filosofía cuya historia enseña que la realidad exige ser redimida porque el camino hacia su comprensión aparece ofuscado por múltiples enigmas que oscurecen, complejizan e incluso llegan a suprimir las posibilidades de su intelección. La realidad puede ponerse en duda de manera relativamente sencilla. Lo difícil, una vez que esto sucede, es restituir su certeza. Borges lo comprendió cabalmente. Y supo tallar en esa historia, aunque con herramientas diferentes.

La redención de la realidad señala el camino de retorno hacia la certeza que puede recorrerse a partir de las coordenadas que ofrece la obra de Borges. Asumiendo que la realidad debe redimirse pero que al mismo tiempo el retorno de la certeza perdida se vuelve imposible, la redención solo se logrará luego de ejercer la duda hasta su hipérbole, luego de llenar el cuenco del escepticismo hasta colmarlo. Solo así la realidad podrá recuperar su consistencia, solo así podrá volver a ser alcanzada, aunque más no sea por el lado de su reverso.

Los tres capítulos que dan forma a esta redención -sumados a la Introducción y al Epílogo- podrían leerse por separado. Sin embargo, como suele pasar con los buenos libros, la dimensión de las tensiones que se dibujan en sus páginas aparece efectivamente cuando estas son tomadas de manera conjunta.

El primer capítulo se titula “La razón poética”. En él se señala que, desde Borges, el acceso a la realidad no se resigna cuando ella se libera de las particularidades y condicionantes de la representación, sino todo lo contrario, como muestran las diversas referencias a la poesía epifánica que pueden encontrarse en su obra. Se perfila de este modo una fabulosa paradoja: en la poesía, y no a través de ella, la experiencia puede devenir arquetípica. De allí que la pretensión de lograr un lenguaje perfecto en base a la precisión analítica, es decir, un lenguaje que se proponga hacer justicia a la realidad en base al ensanchamiento de sus capacidades de particularización sea para Borges una ocurrencia ridícula cuando no directamente monstruosa y, por tanto, motivo de parodia y de crítica.

La denuncia de este carácter se replica en los tópicos incluidos en el segundo capítulo, titulado “Monstruos de la razón”. Allí se destaca que la exigencia racional de establecer criterios que garanticen las posibilidades de la representación y del conocimiento suele provenir de la propia razón, la cual no puede asegurarse a sí misma sin incurrir en un regreso al infinito. La respuesta borgeana a esta intriga invita a una salida del laberinto por arriba: no es el carácter elusivo que suele asignársele a la realidad lo que engendra nuestras pesadillas; por el contrario, es la razón la que, con sus exigencias, engendra las aberraciones que nos desvelan. En palabras del propio Borges: “La vida es apariencia verdadera. No engañan los sentidos, engaña el entendimiento, que dijo Goethe: sentencia que podemos comparar con este verso de Macedonio Fernández: La realidad trabaja en abierto misterio” (Inquisiciones, p. 89). El tratamiento borgeano de la creación, el infinito y la distinción sueño-realidad serán formas de conjurar las peripecias laberínticas en la que nos sumergen aquellas exigencias racionales.

El tercer capítulo se titula “Figuras de la redención”. Allí se revisa la forma en la que Borges ubica a su obra y a su pensamiento frente a las clásicas oposiciones entre platónicos y aristotélicos, realistas y nominalistas, trágicos y negadores de la tragedia. Recuperar las referencias borgeanas articuladas en torno al tiempo y la eternidad, la muerte, el amor, los arquetipos, los duelos y la justicia y, por último, Dios, funcionan aquí como una selección de intensas complexiones por cuya capacidad redentora valdrá la pena apostar.

De este modo, tras subir la cuesta, el lector encuentra un horizonte en el que los problemas filosóficos en torno a la realidad han sido en gran medida diluidos tras el despliegue de soluciones poéticas, ficcionales y ensayísticas, las cuales confirman la presunción inicial según la cual Borges comparte el diagnóstico predominante en la filosofía del siglo xx: es la idea misma de representación lo que debe ser rebasado hacia una nueva inteligibilidad.

La redención de la realidad invita a sospechar que, en lo que respecta a su capacidad de nutrir y estimular reflexiones, la potencia contenida en Borges quizás no sea infinita, pero seguramente será inagotable. Se desmarca de los ensayos más difundidos sobre la obra del gran escritor argentino en tanto que delimita en ella una dimensión que la sitúa mucho más allá de los juegos del lenguaje y mucho más acá de las especulaciones metafísicas. Si bien casi la totalidad de los elementos involucrados en sus páginas las preexistían, las vinculaciones que entre ellos se señalan dan lugar a algo nuevo. En este sentido, señalar no es solo descubrimiento sino también propuesta y creación. Al hacer esto, el libro triunfa donde muchos fracasan, logrando algo que ningún borgeano podrá dejar de apreciar: produce sorpresa. Desde Borges y a través de esa sorpresa, la realidad queda finalmente redimida. Y quizás nosotros, lectores, podamos aspirar a la misma suerte.

Ref

Samuel Cabanchik. La redención de la realidad. Borges, una peripecia filosófica. Buenos Aires: Eudeba, 2021, 142 páginas. [ Links ]

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