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Boletín de Estética

versão On-line ISSN 2408-4417

Bol. estét.  no.61 Buenos Aires dez. 2022  Epub 31-Dez-2022

http://dx.doi.org/10.36446/be.2022.61.325 

Comentarios bibliográficos

Georges Gusdorf. El Advenimiento del yo, prefacio, traducción y notas de Pablo Pavesi. Buenos Aires: Miño y Dávila editores, 2022, 94 páginas.

Rocío Ailín González Novita1 

1 FAHU-UNCO-IPEHCS-CONICET

En El advenimiento del yo, Gusdorf (1912-2000) recorre minuciosamente y con gran erudición el proceso histórico por el que se da la transformación, en el último cuarto del siglo xvii, de lo que hasta ese momento se trataba de un pronombre personal, yo, en un sustantivo, el yo. En 1966, el filósofo e historiador francés inicia la publicación de una serie de obras cuyo título es Lasciencias humanas y el pensamiento occidental. El volumen séptimo de esa serie titulado El nacimientode la conciencia romántica en el siglo de las Luces (1976) contiene, como capítulo quinto de su segunda parte El advenimiento del yo, que se publica por primera vez en nuestra lengua como libro independiente. El volumen está organizado en siete parágrafos que siguen la división temática correspondiente al sumario del capítulo del libro al que pertenece en su publicación original (cf. Gusdorf, Georges, “L’avènement du moi”, en Les Scienceshumaines et la penséeoccidentale, t. 7: Naissance de la conscienceromantiqueausiècle des Lumières, Paris, Payot, 1976; segunda parte, capítulo v: 317-358).

El autor habla de un “advenimiento del yo” porque el predominio de la conciencia de sí no está dado inmediatamente a la reflexión. El hombre arcaico, bajo la primacía del mito, desconoce tal conciencia; cuando el logos helénico suplanta al mito, el individuo no asume por ello una completa autonomía ya que se conoce a sí mismo como un elemento subordinado en el sistema totalitario y racional del cosmos. Luego, cuando la cultura cristiana sustituye en occidente a la sabiduría helénica, el modelo del cosmos no desaparece, sino que se ubica en un segundo plano bajo la preeminencia del Dios de la revelación. La conciencia personal del cristiano se vive como una breve etapa que ordena sus perspectivas en relación a los destinos eternos que Dios propone a la criatura. El conocimiento de sí se desarrollará más y el yo cobrará más autonomía cuanto mayor sea la prioridad de la relación del hombre con sí mismo sobre la relación con Dios o con el mundo. En este volumen, Gusdorf esboza el camino histórico por el cual una conciencia individual se irá separando de un todo dando lugar paulatinamente a la conciencia de sí acompañada por el deseo de hablar de sí, de retratarse mediante la letra o la pintura y de destacar algunas vidas como originales.

Un hito primordial en los albores de este proceso de búsqueda del hombre por el hombre son los Ensayos (1582-1588) de Michel de Montaigne. En su prefacio, advertía al lector que el tema de su libro son las opiniones, los gustos y las singularidades de su autor. Esta empresa del conocimiento de sí surge en el marco de una naciente mutación de valores caracterizada por la incertidumbre. Durante la “pericia renacentista” los nuevos descubrimientos en el cielo y en la tierra destruyen el cosmos tradicional dejando al hombre inmerso en espacios sin límites. El cristianismo se muestra ambiguo e incluso Dios se aleja en las contradicciones de las guerras de religión. La nueva sabiduría será la del repliegueen la que el hombre se centra en sí para enfrentar las perplejidades de la vida. El yo de Montaigne todavía se trata de un pronombre personal que se erige de manera provocativa como objeto de un libro. Paradójicamente, en los efusivos rechazos a este pronombre se funda al yo como sustancia: “el yo es aborrecible” escribe Blaise Pascal (1623-1662) en los Pensamientos (1670). Con este gesto firma “el acta de nacimiento del sustantivo yo”(34).

El camino de este yo, primero como objeto de libro, luego sustancia, sustantivo hasta coronarse en un vasto territorio interior, no está libre de percances. Como señala el traductor Pablo Pavesi en el prefacio, la recusación al yo es tanto religiosa como filosófica. Gusdorf se detiene en ambas, desarrollando ampliamente las diversas posturas. Del lado de la recusación religiosa, Pascal, Huet y Fénelon, en el siglo xvii, Sainte-Beuve, en el xix, ven el advenimiento de una época donde el yo será el ídolo despreciable de la adoración de los hombres, enamorados de la intimidad propia y ajena. Del otro lado, la recusación filosófica: según el lema aristotélico, solo hay ciencia de lo universal y todo rasgo que sea meramente personal es, por definición, banal. Tanto el naturalismo de Montaigne, que reconoce el fracaso de su empresa, como sus detractores coinciden en la imposibilidad para el pensamiento humano de acceder a la esencia del hombre. El yo se sustrae al análisis; ya sea porque es inconsistente por naturaleza o por ser un misterio del cual solo Dios posee la significación última. La plena adecuación, la coincidencia de sí a sí es irrealizable (42). Según Gusdorf, del yo despreciable de Pascal al “sujeto trascendental = x” de Kant, pasando por el yo inconcebible de Malebranche y por el “haz de diferentes percepciones que se suceden con inconcebible rapidez en un flujo y un movimiento perpetuo” evocado por Hume, el conocimiento de sí parece condenado en el orden de los valores (48).

A pesar de las profecías de fracaso o de condena, la búsqueda del conocimiento de sí va a representar una de las mayores tentaciones de la cultura del siglo xviii. El yo adviene abundantemente bajo formas múltiples y variadas, discursivas y no discursivas.Pavesi explica que el texto de Gusdorf es un mapa complejo y con pretensión de exhaustividad de esas manifestaciones, de Montaigne a Goethe, sin olvidar las menciones al Renacimiento italiano, se detallan especialmente tres ámbitos culturales: los de la lengua francesa, alemana e inglesa, incluyendo también a El lazarillo de Tormes, a Petrarca y a los espejos venecianos (12).

En el ámbito de las manifestaciones discursivas son notorias las diversas literaturas del yo: memorias, biografías, autobiografías, incluso la novela (género novedoso en el que se esconden las experiencias íntimas del autor). Además, Gusdorf incorpora un género al que llama “literatura no literaria”, libre de preocupaciones estéticas, en la que el autor escribe para él mismo, en el diario íntimo, o para un solo lector, en la correspondencia. Por su parte, entre las manifestaciones no discursivas, se encuentran la pintura (surgimiento del retrato y luego del autorretrato); la invención del espejo; la creación de una indumentaria de la privacidad, el deshabillé y las reorganizaciones del espacio vivido: aparición del pasillo y del boudoir, del quiosco y del jardín inglés (13). Tales manifestaciones son maneras en las que se ejerce y se disfruta una nueva forma de sociabilidad privada, un nuevo modo de ser con otros enmarcado en una sociedad de estamentos en la que prima la vida pública hostil a la intimidad.

Gusdorf, en las últimas secciones, desarrolla la línea de evolución de la literatura del yo ubicando sus orígenes en una nueva concepción de la conciencia religiosa que empieza a afianzarse en el siglo xvii. Dicho fenómeno da lugar a una escritura intimista que deberá sufrir un proceso de desnaturalización antes de convertirse en literatura. Esta nueva conciencia rehúsa identificarse al aparato eclesiástico, en extremo autoritario, y se repliega sobre ella misma en la búsqueda de un diálogo directo con Dios eligiendo la pluma como principal medio de autoexploración. Sin dejar de mencionar el avance de esta “religión en primera persona” de la Inglaterra del siglo xvii en la que observa un yo anglicano y un yo puritano; ni descuidando las herejías contemporáneas surgidas del ámbito católico, el quietismo y el jansenismo, Gusdorf se centra especialmente en el caso del pietismo alemán del siglo xviii. Siguiendo la tradición inaugurada por las Confesiones de san Agustín, la autobiografía pietista invita al fiel a volverse sobre el espacio de adentro y a consignar por escrito las vicisitudes de su fe: caída, redención, arrebato en el pecado y al fin,búsqueda de una experiencia de la conversión final.

Con el impulso de la “religión en primera persona” en general y del pietismo en particular, se comienza a naturalizar el espacio de adentro y, en adelante, el individuo aislado se interesará por su propia subjetividad. El análisis íntimo se irá secularizando poco a poco y terminará por enriquecer el dominio literario nutriendo con sus aportes a la poesía, la novela, el teatro y las correspondencias privadas. Cuando la exigencia religiosa se debilite, la literatura moderna del yo nacerá de la desacralización de la intimidad. Vendrán aquellos que no se examinen delante y en función de Dios y abrirán a su curiosidad una región autónoma del ser humano. “La relación con Dios era, para san Agustín y los pietistas, el fundamento de la unidad personal; desde Jean- Jacques Rousseau hasta André Gide (1869-1951) y Jean-Paul Sartre (1905-1980), Dios no cesa de alejarse y, en el límite, muere” (79) así resume Gusdorf el proceso evolutivo del paso de una apologética religiosa a una apologética personal que se esfuerza por justificar la existencia y el valor del yo (85).

El autor ve en las Confesiones de Rousseau (de 1782 y 1789) la culminación del proceso de naturalización del espacio de adentro en la letra y, por consiguiente, la consagración europea de la literatura del yo llamada a un gran porvenir. Existe de allí en más un modelo que fija un contenido, algunos temas obligados e impone un proyecto y un tono (86). El yo, hasta ayer despreciable, deviene un objeto de consumo. El gesto provocativo de Rousseau de apropiarse del título de las confesiones de san Agustín, para mostrar una interioridad personal en una confesión laica dirigida a su público, es el broche de oro de la laicización de la escritura intimista. La autobiografía confesional se hace literatura del yo a condición de la muerte, incesante, de Dios.

En este condensado volumen, Gusdorf contribuye a abrir un vasto campo de investigación: el de las literaturas del yo, la identidad narrativa y la genealogía de la subjetividad. Pavesi recalca que esta indagación ocupa desde hace medio siglo, con renovada obstinación, a la historia y la teoría literaria, a la historia cultural y a la historia de la filosofía; de la que Gusdorf será uno de los principales protagonistas gracias a la publicación de una obra mayor de ineludible vigencia, Líneas de vida, en sus dos volúmenes, Las escrituras del yo (1990) y Auto-bio-grafía (1991), los cuales no han sido traducidos al castellano.

Ref

Georges Gusdorf. El Advenimiento del yo, prefacio, traducción y notas de Pablo Pavesi. Buenos Aires: Miño y Dávila editores, 2022, 94 páginas. [ Links ]

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