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Delito y sociedad

versão impressa ISSN 0328-0101versão On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.24 no.39 Santa Fé jun. 2015

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Comentario a Baczko Bronislaw. Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas.

 

Por Ma. Belén Olmos

Buenos Aires: Nueva Visión, 2005

Lejos de ser un interrogante saldado, Bronislaw Baczko vuelve a inquirir -y con mucho sentido de actualidad- acerca de los modos en que es posible pensar e imaginar una sociedad autoinstituida que pudiera dominarse a sí misma. Cuáles son las formas en que se pueden desarrollar procesos de construcción identitaria y de elaboración de sentido para los sujetos, al tiempo que signifiquen la institución de autonomía, es lo que lo lleva al autor a indagar acerca del funcionamiento de los imaginarios sociales.
Definidos como invención permanente de la sociedad, conjunto de ideas-imágenes a través de las cuales se construye identidad, se legitiman poderes, se elaboran sentidos acerca de la realidad, los imaginarios sociales refieren a ese cúmulo de representaciones colectivas que, lejos de constituirse como mero reflejo de, son creación reguladora de la vida cotidiana y por ello son centrales en lo que al control social y ejercicio del poder se refiere.
Publicado en francés en 1984, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, reúne ensayos que articulan la pregunta acerca de los imaginarios sociales desde un recorrido investigativo que se propone por un lado, trazar los ejes para un campo posible de estudios dentro de la historia de las mentalidades y por otro, analizar históricamente la articulación entre sistemas totalitarios e imaginarios en el caso del stalinismo, y la articulación entre imaginarios y memoria en el caso de Polonia durante el movimiento Solidaridad.
Siguiendo este esquema, el primer capítulo del libro se desarrolla entre postulaciones teórico-conceptuales y estudios históricos, tratando de delinear una conceptualiza
ción de imaginario social que permita contrarrestar la polisemia que tiene la categoría. Para esto, el autor vuelve sobre la historia del concepto trabajando con los "clásicos" de la sociología, descubriendo allí que desde la ideología en Marx, las representaciones colectivas en Durkheim, y las construcciones de sentido en Weber, la pregunta por lo imaginario y su incidencia en el campo de las relaciones sociales ha estado siempre presente. En este sentido, lejos de ser una problemática nueva, la pregunta por los imaginarios sociales y su lugar en las dinámicas colectivas, ancla para Baczko en la emergencia de cada conflicto social los cuales tienen condiciones simbólicas de posibilidad que se encuentran cimentadas en aquellas ideas-imágenes y representaciones que los sujetos y los colectivos intervinientes construyen acerca de los objetivos a alcanzar, de sus adversarios y de los escenarios posibles.
Es que para el autor, en el centro mismo del imaginario social, y fundamentalmente a partir del hecho moderno de la institución del Estado-Nación, se ubica el problema de las representaciones fundadoras de legitimidad, es decir, el problema de la conservación del poder legítimo y de la dominación establecida. Debido a esto, es que los imaginarios sociales son matrices de sentido totalizadoras a través de las cuales un colectivo construye una distribución de roles y funciones, elabora posiciones sociales y fija modelos de acción. De este modo, los imaginarios sociales coadyuvan en la construcción del orden social, regulando y controlando la vida en común, y por ello mismo resultan una pieza esencial en el ejercicio de poder.
Desde esta línea argumentativa, de lo que intentan dar cuenta los estudios históricos del capítulo, es de la productividad y el aporte específico de las conceptualizaciones de imaginario social en el desarrollo investigativo. Así, es que trabaja con los casos de las revueltas campesinas del siglo XVIII y el "gran miedo" de 1789, con la Revolución Francesa y por último, con el gran terror stalinista. En el primer caso, demuestra los modos en que funcionaron los imaginarios sociales en los diferentes niveles que tuvieron los motines y las revueltas, dando cuenta de la funcionalidad de los caudales simbólicos en la legitimación de la violencia popular. En el caso de la Revolución Francesa, fundamentalmente analiza la producción de ideas-imágenes en el proceso de institución de un nuevo orden y el modo en que nuevos simbolismos se entretejen con la utopía revolucionaria de una sociedad de iguales. En el último caso, retoma el terror stalinista para dar cuenta del modo en que los imaginarios sociales son pervertidos por el terror en el caso de los sistemas totalitarios. En este sentido, tomando en cuenta la espectacularización del terror y el juego de visibilidades en el que se despliega, Baczko afirmará el lugar preponderante de la propaganda como reproductor de determinadas imágenes y al mito como elemento fundante de la legitimidad del poder.
En el segundo capítulo, y trabajando específicamente con las utopías, el autor realiza un ejercicio similar al del capítulo anterior, reconstruyendo la historia de la categoría y los diferentes desarrollos investigativos que tuvieron lugar, mostrando la diversidad terminológica y de enfoques metodológicos que existe en la historia de las utopías. Esta reconstrucción es la que le permite situar su propia tarea de investigación
en relación a las ideas-imágenes utópicas, esto es, indagar las relaciones de la utopía con las representaciones milenaristas y las relaciones de la utopía con los mitos políticos modernos. A partir de esta operación entonces, trabaja con el mito revolucionario y el mito del Progreso, subrayando el carácter fuertemente político de los mismos al postular un origen común, ser dadores de identidad y fundamentalmente, transmisores de representaciones simbólicas acerca del poder y su legitimidad. ¿Pero qué sucede cuándo las utopías, lejos de ser subversivas o liberadoras, articulan en ideas-imágenes la promesa totalitaria? La respuesta a esta pregunta Baczko la sitúa históricamente, analizando el lugar que le otorgan a la utopía en sus sistemas simbólicos por un lado el nazismo, y por otro el comunismo soviético.
Como capítulo de transición a lo que será el apartado de análisis históricos, el capítulo Marx y Engels están muertos, revisa el relato biográfico acerca de la muerte de estos dos pensadores buscando trazar algunas consideraciones que superen la estructura del ya clásico discurso hagiográfico, a partir del análisis de las actitudes frente a la muerte que se expresan en estas historias, los ritos funerarios que convocan y cómo se anudan a determinados universos simbólicos, probando que el estudio de las actitudes hacia la muerte puede convertirse en objeto de estudio sociológico y/o antropológico en el marco de la historia de las mentalidades.
El cuarto capítulo, abocado ya al análisis de ejemplos históricos se centra en la producción de Stalin como líder carismático. La pregunta ordenadora de este capítulo es acerca de las condiciones de posibilidad sobre las que se instituyeron las representaciones colectivas del líder soviético como jefe carismático. De acuerdo a esto, trabajará en una serie de dimensiones que hacen a la periodización en la que se construye este imaginario, el modo en que son condicionados los receptores y cuáles fueron los materiales a partir de los cuales fue construida la imagen del líder carismático, mostrando que durante el stalinismo se produjo un articulación específica entre relaciones de fuerzas y relaciones de sentido que eran viabilizadas por las representaciones carismáticas que dotaban de legitimación a todo el dispositivo simbólico.
Una mención aparte merece el último capítulo del libro, dedicado al análisis de la explosión de memoria colectiva que se produjo en Polonia en 1980 y 1981 con el movimiento Solidaridad y escrito durante el año 1982, ocho meses después de la declaración del estado de guerra. Baczko dirá en el Prefacio que es un camino intelectual pero también afectivo el que lo lleva a realizar este análisis, y es que se trata de una búsqueda por pensar los modos en que intervienen en el imaginario social las memorias por un lado, y las esperanzas por otro, como elementos dinamizadores de las ideas-imágenes que instituyen a una sociedad.
Solidaridad para el autor, significó un movimiento social y político que puso de relieve la lucha no sólo por derechos políticos y sociales, sino también, la lucha por recuperar un pasado que había sido confiscado. Para probar esto, Baczko trabaja a partir de lo que considera el "calendario" de una memoria colectiva que se encontraba en explosión durante aquellos 16 meses, desde agosto de 1980 a diciembre de 1981,
construyendo una serie relativamente homogénea de conmemoraciones que se montará, y en un sentido inverso, a los desarrollos de la propaganda del régimen comunista que buscaron por medio de ésta proyectarse hacia el pasado para legitimar su ejercicio de poder. Esta serie de conmemoraciones, ser articuló durante esos meses con toda una serie de rituales, cantos patrióticos y religiosos, insignias y banderas que le dieron coherencia al movimiento, pero que al mismo tiempo lograron constituir un registro simbólico propio, que reafirmaba el derecho al pasado que le cabía al movimiento. Pues como dirá el autor, el ejercicio del derecho al pasado, activado a partir de todas estas manifestaciones materiales y simbólicas, libera el pasado del dominio del poder y también reconquista las representaciones del futuro. Es que, como señala el mismísimo título del libro, la memoria y la esperanza sólo se oponen abstractamente, en la realidad una complementa y alimenta a la otra.

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