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Estudios económicos

versão On-line ISSN 2525-1295

Estud. econ. vol.40 no.80 Bahía Blanca  2023

 

Artículos

LAS MUJERES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO: ECONOMÍA, LITERATURA Y RETÓRICA EN MARCET Y McCLOSKEY°

WOMEN IN HISTORY OF ECONOMIC THOUGHT: ECONOMICS, LITERATURE AND RHETORIC IN MARCET AND McCLOSKEY

Liana Bohn1  liana.bohn@ufsc.br

Brena Paula Magno Fernandez2  brena.fernandez@ufsc.br

1Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil. ORCID: 0000-0003-3443-5048. Correo electrónico: liana.bohn@ufsc.br

2Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil. ORCID: 0000-0002-3126-4821. Correo electrónico: brena.fernandez@ufsc.br

Resumen

Tradicionalmente, la historia del pensamiento económico ha relegado a las mujeres y sus aportaciones a un lugar marginal desde el despertar de la economía como disciplina autónoma. El presente trabajo va en contra de esta tendencia al recuperar la notable trayectoria de una de las mujeres pioneras en economía, Jane Marcet (1769-1858), contrastando sus escritos con las posibilidades de hacer “buena economía” desde diferentes enfoques, incluso desde la literatura. Este rescate tiene lugar a través de las recomendaciones de McCloskey sobre la retórica en economía y la afirmación de la autora de que “la economía es literatura”.

Palabras clave mujeres pioneras en economía; Jane Marcet; economía feminista

Abstract

History of Economic Thought traditionally relegated women and their contributions to a marginal place since the awakening of Economics as an autonomous discipline. The present paper goes against this trend, recovering the remarkable trajectory of one of the pioneer female economist, Jane Marcet (1769-1858), and contrasting her writings with the possibilities of doing “good economics” from different approaches, including Literature. This rescue takes place through McCloskey’s recommendations regarding the rhetoric in economics and the author’s affirmation that “Economics is Literature”.

Keywords pioneer women in economics; jane marcet; feminist economics

INTRODUCCIÓN

Las críticas epistemológicas y metodológicas a la economía tradicional puestas de manifiesto por diversas corrientes heterodoxas han promovido una defensa de nuevas formas de hacer ciencia que, reconociendo las limitaciones de objetividad del investigador y la imposibilidad de su total desvinculación de su objeto de análisis, propone alternativas que pasan por la recuperación de enfoques tradicionalmente considerados blandos —cualitativos, metafóricos e históricos— o “femeninos” (por utilizar la terminología empleada por la crítica feminista de la economía) (Strassmann, 1993; Harding, 1995; Seiz, 1995).

Paralelamente a estos esfuerzos, las reivindicaciones de las economistas feministas proponen también un rescate del papel de las mujeres en la historia del pensamiento económico, buscando obras y aportaciones de pensadoras y economistas que han sido invisibles. Algunas de ellas convivieron con los grandes nombres del pensamiento clásico y neoclásico, discutiendo con ellos sus ideas; otras fueron esposas que participaron activamente en la producción de sus maridos, sin obtener, sin embargo, ningún reconocimiento por ello. La mayoría de estas mujeres aprendieron economía de forma autodidacta, ante la imposibilidad de acceder tanto a la educación superior como a la carrera académica, dedicándose a la divulgación científica (Perdices de Blas & Gallego Abaroa, 2007).

Aunque estas primeras pensadoras pueden considerarse adelantadas a su tiempo por desafiar muchas de las normas sociales vigentes y romper con algunos de sus roles como mujeres, solo algunas de ellas hicieron aportaciones a los debates feministas de la época, actualmente vinculados a la primera ola del movimiento. El hecho de que fueran mujeres no condicionó, por consiguinte, sus posiciones económicas ni la inclusión de temas típicamente femeninos en la economía, pero es probable que cercenara sus posibilidades de reconocimiento entre sus pares, limitándolas a los márgenes de la historia del pensamiento económico.

Aunque las reflexiones de estas pioneras de la economía no se centraban en las causas de las mujeres en el espacio económico, utilizaron muchas metodologías —heterodoxas— que hoy se defienden dentro de varias corrientes distintas de la feminista. En este sentido, este trabajo pretende recuperar la notable trayectoria de una de estas mujeres pioneras de la economía, Jane Marcet (1769-1858), contrastando sus escritos con las posibilidades de hacer “buena economía” desde diferentes enfoques, incluso desde la literatura.

En cuanto a la intersección entre economía y literatura, llama la atención la clasificación de Heinzelman (1980), para quien existe la economía imaginativa, que se refiere al modo en que los sistemas económicos se estructuran a partir de conceptos esencialmente ficticios, y la economía poética, que alude al modo en que los escritores literarios utilizan el discurso económico ficticio para ordenar su obra. En palabras de Osteen e Woodmansee (1999, p. 3), “imaginative economics reads economics literarily; poetic economics reads literature economically”. El segundo enfoque ya tiene cierto espacio en el debate sociológico y económico, incluso para el análisis de los escritores brasileños1, pero el primero —que da rienda suelta a la metáfora y la narrativa— es todavía incipiente.

La economía imaginativa de Heizelman no es más que, en palabras de McCloskey (1993), una reafirmación de las potencialidades de la tétrada retórica como forma de constituir un mejor conocimiento. De hecho, la propuesta que utilizaremos para realizar este rescate son las recomendaciones de Deirdre McCloskey, una autora que ha trabajado el tema de la retórica en economía en varios momentos de su carrera académica, el primero de ellos en un artículo de 1983 (McCloskey, 1983) y posteriormente en otras publicaciones (como McCloskey, 1990 y 1993). Aunque McCloskey dirigió sus críticas —y en consecuencia su proyecto retórico— contra la corriente positivista (o “modernista”, como ella prefería llamarla) de la economía del siglo XX, entendemos que buena parte de sus afirmaciones son intemporales. Esto se debe a que el deseo de convencer a su público mediante el uso de recursos extracientíficos, incluidos los del discurso literario, como las metáforas, por ejemplo, ha estado presente desde el nacimiento de la economía. Adam Smith y su “mano invisible” no nos dejan mentir.

Para nuestros propósitos aquí, podemos decir que Marcet ha llevado hasta sus últimas consecuencias la famosa y polémica afirmación de McCloskey de que “la economía es literatura” (McCloskey, 1983, p. 508). Por un lado, McCloskey utilizaba el término “literatura” en un sentido más metafórico, dado que, para ella, los economistas serían todos “narradores”. Si tanto la teoría pura como los trabajos econométricos tienen una dimensión narrativa propia de la literatura, entonces siempre será necesario cierto grado de ficción para comprender mejor los procesos creativos de los economistas. Para Marcet, en cambio, la expresión “La economía es literatura” debe interpretarse literalmente. Es decir, que, de hecho, ella estaba “contando historias”.

Evidenciar las razones por las que esta dimensión retórica fue tomada “al pie de la letra” por una de las primeras mujeres economistas de la historia es, por tanto, el principal objetivo de este texto. Para ello, el artículo se divide en cuatro secciones, incluida esta introducción. En la segunda sección presentamos brevemente la propuesta de McCloskey sobre el papel de la retórica en la economía, es decir, proponemos una interpretación del significado metafórico que atribuye a su máxima “La economía es literatura” como gancho para, en la tercera sección, presentar la trayectoria pionera de Jane Marcet como mujer economista en el siglo XIX, así como la estrategia (literaria) que utilizó. Explorando un paralelismo antitético a lo expuesto en el apartado anterior, destacamos el significado textual que la frase “La economía es literatura” asumió en su propuesta de difundir la ciencia económica más allá de los muros de las universidades. En la sección que cierra y concluye el texto, hacemos un repaso de nuestras principales conclusiones, señalando los pros y los contras que la estrategia narrativa de Marcet planteó.

I. LA RETÓRICA EN LA ECONOMÍA SEGÚN McCLOSKEY: “LA ECONOMÍA ES LITERATURA” EN SENTIDO METAFÓRICO

Los años 80 y 90 fueron testigos, por un lado, de un gran interés por el tema de la retórica en la ciencia (Cupani, 1996; Prelli, 1989; Pera, 1988, 1991 y 1994) y, por otro lado, de la retórica en la economía en todo el mundo, incluso por parte de los estudiosos de la metodología económica en Brasil (Arida, 1983, 1996; Bianchi & Salviano, 1996; Fernández, 1996, 1999; Paulani, 1996, 1999; Prado Júnior, 1993, 1996; Rego, 1996).

Una referencia ineludible sobre el tema y a la que todos estos trabajos, de un modo u otro, debían remitirse es la mencionada obra seminal de McCloskey (1983), The Rhetoric of Economics. En vista de la prominencia de este texto, así como de su carácter —en muchos aspectos— polémico, es sobre la base de algunas de las ideas presentadas por McCloskey en este artículo que se basa la mayor parte de la siguiente exposición.

Antes, sin embargo, es necesario registrar una definición clara sobre lo que se entiende por retórica científica. Según Prelli (1989, p.13 y ss.), la retórica en el contexto del discurso científico implica “el uso persuasivo del lenguaje como medio simbólico para inducir actos y actitudes cooperativas en los seres capaces de simbolizar”, de modo que tales discursos “presentan afirmaciones sobre lo que existe; sostienen simbólicamente afirmaciones relativas a cómo debemos nombrar, ordenar o definir las experiencias, haciéndolas así significativas”.

Otro punto muy importante a tener en cuenta es que la discusión de la retórica en economía es el legado de todo un movimiento en la filosofía de la ciencia. Como ha señalado acertadamente Bento Prado Jr. (1996, p. 8), los trabajos de McCloskey sobre la retórica en economía:

[...] cruzam ese nuevo terreno abierto por la crisis del ideal de la ciencia unificada o del “modernismo”, para usar el lenguaje de McCloskey. Los límites de este nuevo terreno están bien definidos: la crítica al positivismo, pero desde diferentes puntos de vista. Tales puntos son el neopragmatismo de Rorty, la teoría crítica en su versión habermasiana, la integración ricoeuriana de las herramientas de la filosofía analítica, la fenomenología y la hermenéutica, la epistemología kuhniana, con sus ideas de revolución científica y cambio de paradigma. Es en este ámbito donde la cuestión retórica de la economía adquiere relevancia.

De hecho, para McCloskey, el estudio de la retórica en economía surge como una alternativa a la metodología oficial, basada en el empirismo y el positivismo lógico, con énfasis en el modelo hipotético-deductivo de la ciencia. Uno de los puntos principales de su crítica es mostrar que los economistas no se adhieren a la metodología que ellos mismos proponen, sino a otras prácticas, ya sean epistemológicas2, o metodológicas3 que, a su vez, son sintetizadas por la retórica. Según Bento Prado Jr. (1993, p. 206), el objetivo de McCloskey parece perfectamente claro: “mostrar la total incompatibilidad entre la práctica real de los economistas y la autoconciencia epistemológica o metodológica con la que ejercen esta práctica”.

Para McCloskey, seguir estrictamente las reglas del modernismo conduciría al inmovilismo científico. Esto se debe a que varias teorías —tanto en economía como en otras disciplinas científicas— no pasarían la prueba de la “buena ciencia” si fueran juzgadas por los preceptos modernistas. En economía, por ejemplo, la revolución keynesiana estaría prohibida desde la publicación de la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, en 1936. Esto se debe, según McCloskey, a que las primeras pruebas estadísticas que lo corroboraban no se presentaron hasta principios de la década de 1950, mucho después de que toda una generación de economistas se hubiera hecho keynesiana. Este sería también el caso del regreso de los monetaristas en los años 70. Una historia monetaria de Estados Unidos, la obra seminal de Friedman y Schwartz, también habría sido mal vista por la metodología modernista. De hecho, una teoría económica solo se pone a prueba sobre la base de la evidencia cuando hay suficientes economistas que se preocupan por ella y deciden ponerla a prueba. “Even quantitative studies (…) rely heavily on pre-quantitative arguments founding belief” (McCloskey, 1983, p. 490).

Al igual que en la economía, el modernismo tampoco se sigue en otras ciencias. En este argumento concreto, McCloskey intenta demostrar que incluso en las matemáticas, la más exacta y rigurosa de las ciencias, las normas de prueba y demostración no se aceptan sin más. Utilizando citas de lo historiador de las matemáticas Morris Kline, McCloskey (1983, pp. 491-492) subraya:

(...) it is now apparent that the concept of a universally accepted, infallible body of reasoning – the majestic mathematics of 1800 and the pride of man – is a grand illusion.

(...)There is no rigorous definition of rigor. A proof is accepted if it obtains the endorsement of the leading specialists of the time and employs the principles that are fashionable at the moment. But no standard is universally acceptable today.

En estos términos debe entenderse la afirmación de la autora de que los últimos cincuenta años han sido una decepción para los seguidores de David Hilbert y su programa de situar las matemáticas en una base indudable.

Así, para los filósofos de la ciencia que han incorporado la relevancia de la retórica en sus modelos, las pruebas de los teoremas matemáticos —que también se establecerían por consenso— proporcionan un relato del conocimiento matemático falible, corregible, tentativo y evolutivo, tal como cualquier otro tipo de conocimiento humano. La descripción de Lakatos en Proofs and Refutations: The Logic of Mathematical Discovery es para la autora un ejemplo de explicación retórica en matemáticas.

Para McCloskey, la adhesión al modernismo en economía se debe en parte al intento de imitar metodológicamente ciertos ámbitos de las ciencias naturales, con especial énfasis en la física newtoniana. Si esa imitación fuera realmente necesaria, la economía llega tarde a abandonar el modernismo: “If economics should imitate other sciences, imitate even the majesty of physics and mathematics (there is, to be sure, considerable doubt that it should), then it should officialy open itself to a wider range of discourse” (McCloskey, 1983, p. 493).

El modernismo, para McCloskey, no solo es insuficiente o inadecuado. Es, ante todo, un método y, como tal, es criticable. Así, incluso podría parecer que la autora aboga por el anarquismo metodológico, desafiando cualquier tipo de autoridad en este ámbito. Sin embargo, no parece que McCloskey esté en contra de ningún tipo de metodología. Al contrario: refuerza su creencia y convicción en la ciencia al afirmar que “si hay que elegir entre la ciencia y el irracionalismo, estoy a favor de la ciencia” (McCloskey, 1983, p. 509), de modo que la crítica contra el método parece dirigirse solo contra quienes defienden ciertas reglas incuestionables.

En este sentido, McCloskey está completamente alineada con la convicción de los filósofos de la ciencia que creen que la discusión de la retórica científica es inevitable, dado que viene a llenar los vacíos que la racionalidad científica pura y dura no puede llenar. Según Pera (1994, p. 135), el estudio y la admisión de la existencia de la retórica en el discurso científico “permite salir del dilema entre concebir la ciencia como regida por un discurso de método y entregarla al todo vale”. De hecho, en palabras de Cupani (1996, p. 72):

Por tanto, la retórica y la racionalidad científica no son antagónicas. Incluso cabe señalar que la pretensión de racionalidad científica, negando la retórica, puede tener a su vez un carácter retórico, cuando implica ignorar —ingenua o maliciosamente— la distancia entre la ciencia real y sus reconstrucciones lógicas, exagerando la solidez del conocimiento científico y menospreciando otras formas de conocimiento.

Para McCloskey, los economistas son más bien narradores que científicos con delantal blanco. No importa si pensamos en la teoría pura o en los trabajos matemáticos, estadísticos o econométricos: todos tienen una dimensión narrativa que viola las “reglas de la realidad”. ¿Qué tipo de “género literario” (en el sentido metafórico) utilizan los economistas para argumentar?

Pure theory in economics is similar to the literary genre of fantasy. Like fantasy it violates the rules of reality for the convenience of the tale; and, of course, amazing results become commonplace in a world of hypothesis. (...) The task of pure theory is to make up fantasies that have a point, in the way that Orwell’s Animal Farm has a point.

(…) Good empirical work in economics, on the other hand, is like realist fiction. Unlike fantasy, it claims to follow all the rules of the world (well... all the important ones). But of course, it is fictional (McCloskey,1983, p. 468).

En su ensayo Storytelling in economics, McCloskey examina los estilos del discurso económico. Distingue dos tipos: los discursos narrativos y los discursos basados en modelos (o “metafóricos”). Según la autora, los usos correctos de la narrativa y la metáfora a veces se tergiversan en economía. Por ejemplo: cuando una metáfora se utiliza ingenuamente en la narración histórica, se enreda en contradicciones lógicas, como los contrafactuales. Es decir, si se utiliza un modelo para narrar algo que podría haber sucedido pero no lo hizo, se contradice lógicamente la historia. El problema tiene que ver con el carácter contrafáctico de este tipo de cuentas.

Aunque ella misma, curiosamente, utilizó en una ocasión la misma forma literaria que Marcet para expresar contenidos económicos (McCloskey, 1994, cap. 18 apud Fernández, 2000, pp. 602-603), hacer literatura de contenido económico no era, desde luego, el objetivo de McCloskey, como sí lo era para Marcet, del que se hablará con más detalle en el siguiente apartado.

II. EL ESPÍRITU PIONEIRO DE JANE MARCET: “LA ECONOMÍA ES LITERATURA” EN SENTIDO LITERAL

La vida y la obra de Marcet se estudian principalmente en función de su papel como mujer economista y de cómo su trabajo permitió que otras mujeres —y la gente de a pie— también tuvieran acceso a los debates económicos. El hecho de que se la considere la primera mujer economista de la historia se debe a que su trabajo fue contemporáneo al de otros famosos economistas clásicos, consolidando su espíritu pionero principalmente por su intento de sintetizar las ideas económicas anteriores y las de su época.

By the second decade of the nineteenth century, political economy had become an increasingly influential discipline. The generation following Smith and Hume was active and developing its analysis of the industrializing economies of Europe: Malthus, Ricardo, Say, James Mill, de Sismondi. Much of the new literature was rather more complex than previously, and it was frequently published in pamphlet form or in the increasingly popular political reviews. As yet there was no simple but comprehensive guide to the principles which were being established. Within a very few years many economists - for example Ricardo, Malthus, Mill, de Quincey and McCulloch - would try their hand at a synthesis of old and new ideas. But one of the first attempts, and certainly the most immediately popular, was that of Mrs Marcet (Shackleton, 1990, p. 286).

Su mérito radica en su valentía para escribir sobre economía porque era mujer (cuando la educación todavía estaba diferenciada de la de los hombres y había restricciones a la educación formal), pero también porque incluso entre los hombres de la época la economía no era un tema habitual. Por lo tanto, sus textos nacieron fuera de los muros de las universidades, sin el aval de los académicos, pero tuvieron un gran efecto al dar credibilidad a los temas económicos, incluso haciendo que los economistas clásicos fueran más conocidos y ganaran autoridad institucional (Hollis, 2002). Esto es emblemático, por ejemplo, con respecto a la ley de los rendimientos decrecientes de la producción. En el texto de 1815, Essay on the influence of a low price of corn on the profits of stock, David Ricardo se apropia de los conceptos malthusianos sobre el capital y el beneficio para aplicarlos a la agricultura en el contexto inglés, ensayando lo que se discutiría con mayor profundidad en su obra fundamental de 1817. La principal obra económica de Marcet, publicada en 1816, ya incluye esta discusión, proporcionando una amplia difusión al concepto.

Es importante señalar que la obra de Marcet también es reconocida en el ámbito de la pedagogía por sus estrategias educativas, evidenciadas al inicio de su carrera literaria con la publicación de Conversations on Chemistry (1806), que vendió 160.000 ejemplares en 16 ediciones solo en Estados Unidos, lo que llevó a Michael Faraday4 a considerarla su primera maestra (Hollis, 2002; Dimand, Forget & Nyland, 2004). Publicada de forma anónima (solo en la edición de 1839 se añadió el nombre de la autora en la portada), la obra está ilustrada con sus propios dibujos, siendo uno de los primeros libros de texto de ciencias básicas. Adopta la forma de diálogos entre una profesora, la señora Bryan, y dos alumnas, Emily y Caroline, lo que indica que se dirigía principalmente a niñas y jóvenes, aunque su público era mucho más amplio. El formato adoptado se mantendrá en el siguiente trabajo aplicado a la economía, que tendrá el mérito de defender la inserción del debate económico de la época como parte del sistema educativo (Shackleton, 1990; Becchio, 2020)5.

Conversations on Political Economy; on which the elements of that Science are familiarly explained, publicado también de forma anónima en 1816 (con la única mención del autor de Conversaciones sobre química), estaba dirigido a los lectores jóvenes, especialmente a los estratos más ricos de la sociedad. En cuanto a su título, cabe destacar dos aspectos. La primera se refiere a la economía política como ciencia. En el siglo XIX, el término tenía un significado más amplio que el actual, y se dirigía a lo que retrataba la realidad, una mezcla de acción humana y naturaleza. Esto iba en contra de la literatura (que en la época se refería a la ficción), haciendo evidente que, aunque utilizara diálogos, la obra trataría conceptos “reales”/no ficticios. El segundo punto se refiere al objetivo de Marcet: estos conceptos se explorarían de forma didáctica, o “se explicarían de forma familiar” (Hollis, 2002).

El libro consta de 22 capítulos, uno por cada diálogo entre los dos personajes ya utilizados por el autor en obras anteriores —la tutora/profesora (Sra. B) y la alumna (Caroline)—, lo que pone de manifiesto que la economía política era omnipresente y trataba de cuestiones que todos debían conocer porque estaban relacionadas con el progreso de la humanidad, sirviendo de alternativa a la moral cristiana (Henderson, 1995 Perdices & Gallego, 2007). En palabras de Marcet (1827, pp. 9-10):

The science of political economy is intimately connected with the daily ocurrences of life, and in this respect differs materially from that of chemistry, astronomy, or any of the natural sciences; the mistakes we may fall into in the latter sciences can have little sensible effect upon our conduct, whilst our ignorance of the former may lead us into serious practical erros.

Las preguntas de Caroline están ancladas en su percepción del mundo, donde identifica las injusticias y las desigualdades sociales. Su humanidad se contrasta con los hechos de economía política planteados por la Sra. B, incluso revelando que muchas iniciativas destinadas a mejorar la vida de las masas podrían ser erróneas. En este contraste entre el tutor y el alumno hay una confrontación entre las posiciones femenina y masculina: “the uninformed and benevolent ‘feminine’ position is overcome by a ‘masculine’ and ‘rational’ perspective” (Hollis, 2002, p. 387). Además, como Marcet se basó en su propia experiencia, es difícil no establecer un paralelismo entre los personajes y el autor: Caroline la representaría antes del estudio de la economía política, mientras que la señora B sería la versión posterior, con los conceptos de la disciplina ya comprendidos (Henderson, 1995).

La elección de Marcet a favor del diálogo como estilo literario6 permite observar al menos dos puntos de vista, de modo que un lector independiente puede estar de acuerdo con la opinión de Caroline y seguir construyendo un conocimiento a partir de la interacción con la señora B. Este formato neosocrático, cuando se aplica al discurso científico, permite al lector la oportunidad de explorar el lenguaje del área de discusión, así como asociar sus temas a los recortes de ficción (Rostek, 2014). Según Marcet (1827, p. 14), en palabras de Mrs B:

The language of a science is frequently its most difficult part, but in political economy there are but few technical terms, and those you will easily comprehend. Indeed, you have already a considerable stock of information on this subject, but your notions are so confused and irregular, such a mixture of truth and error, that your business will rather to be select, separate, and methodise what you already know, than to acquire new ideas.

No se trata, por tanto, de una versión diluida de la ciencia adaptada al público al que va dirigida, sino de una forma diferenciada —o un método didáctico— de dar a conocer la verdadera ciencia. Para evitar esta interpretación, el trabajo realizado por Marcet debe considerarse como una labor educativa y no como una mera divulgación. Esto es explícito en la expectativa de que Caroline no sea una receptora pasiva de ideas económicas, sino un instrumento de su propio aprendizaje. Así, a diferencia de la catequesis, el objetivo es alejarse de la memorización, aprendiendo los conocimientos para aplicarlos a un fin, para que sean útiles (Henderson, 1995).

En relación con los temas explorados por los capítulos, hay una visión general de lo que los autores clásicos estaban discutiendo —los salarios, la teoría maltusiana de la población, la teoría ricardiana de la renta7—. La visión de Smith sobre el trabajo productivo e improductivo, una versión preliminar de la teoría cuantitativa del dinero y los conceptos de ventajas absolutas y comparativas aplicados al comercio internacional (Bodkin, 1999). Para ello, “Marcet, as a popularizer, takes implicit stories and rhetorical strategies, and develops them. Appropriating the economic narratives told by Adam Smith, Thomas Malthus, Jeremy Bentham, and David Ricardo, Marcet extends and embellishes them” (Hollis, 2002, pp. 381-382).

Sin embargo, a diferencia de la perspectiva pesimista que dominaba la economía política, Marcet era optimista sobre el futuro porque no veía límites al crecimiento de la producción, la renta y la riqueza, como esperaba Ricardo. Este optimismo se observará también más tarde, en la obra de 1833, en relación con el crecimiento de la población, ya que no estaba convencida de que las altas tasas de natalidad harían imposible mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, como proponía Malthus (Hollis, 2002)8. Según Polkinghorn (2000), este optimismo puede haber sido exagerado, pero estaba en consonancia con lo que ella imaginaba como pionera de la educación económica.

Aunque Marcet (1827) tenía expectativas diferentes a las de los autores a los que se refiere, evitó entrar en debates y polémicas, siendo esta una de las sugerencias de Ricardo. Para él, si Conversaciones explorara la confrontación con Malthus, crearía una dificultad de aprendizaje para Caroline9 (Polkinghorn, 2000; Henderson, 1995). En este caso, ya en el prefacio, Marcet (1827) afirma que se omiten algunos temas y se discuten otros sin llegar a una conclusión. Esto se debe tanto a la limitación de conocimientos de la autora como a las dificultades inherentes a la propia ciencia.

La interlocución de Marcet con algunos pensadores económicos de la época pone de manifiesto que estaba en una posición ideal para tener contacto con las nuevas ideas de la economía política, que se identifican en uno de los pasajes de Mrs. B: “It has been my good fortune to have passed a great part of my life in a society where this science has been a frequent topic of discussion, and the interest I took in it has induced me to study its principles in the works of the best writers on the subject” (Marcet, 1827, p. 15). Estas posibilidades llegaron principalmente a través de su hermano, Alejandro Marcet, que conocía a Malthus y a Ricardo. Además de ellos, la familia comenzó a tener una estrecha relación con Nassau Senior y su esposa (Shackleton, 1990).

Además del acceso a las discusiones, el estatus familiar de Marcet proporcionó una serie de economistas clásicos para leer y comentar para el Conversations. Ricardo leyó la primera edición de la obra, recomendó el libro a su hija y dio algunos consejos para una segunda versión. Según los relatos de Mary Edgeworth10, Ricardo dijo que se había puesto de moda entre las damas azules11 hablar de economía política, de modo que las mujeres de clase alta ya exigían que las institutrices enseñaran los conceptos económicos a sus hijas (Shackleton, 1990; Becchio, 2020).

Otros nombres que elogiaron Conversations fueron Macaulay, McCulloch, Say y Malthus (Becchio, 2020). McCulloch registró en Literature of Political Economy (de 1845) que la obra de Marcet constituyó la mejor introducción a la ciencia económica disponible (Shackleton, 1990). Say dijo que Marcet era la única mujer que escribía sobre economía política, mostrándose superior a muchos hombres (Polkinghorn, 2000), mientras que Malthus tenía expectativas de que la obra trajera resultados positivos en la popularización de la economía política, familiarizando a la gente con los temas que hasta entonces no eran ampliamente discutidos (Hollis, 2002). Según Shackleton (1990), este tipo de elogios a los autores que trataban temas técnicos era, en el contexto de la época, bastante raro.

Además de Conversations, la obra más exitosa de la autora en el ámbito de la economía política, Marcet publicaría dos obras más en este campo: John Hopkins’s Notions on Political Economy (1833) y Rich and Poor (1851). La primera de ellas se puso en marcha poco antes de la aprobación de la Nueva Ley de Pobres con la intención de que las masas comprendieran su posición en la sociedad explicando el papel de los trabajadores en el bienestar nacional. Como en la obra anterior, se reiteraba la defensa del laissez-faire y la armonía de clases (Hollis, 2002).

Esta vez, a través de relatos cortos, Marcet pretendía demostrar que la riqueza de las clases favorecidas sería beneficiosa para todos porque estimularía la economía, de modo que la comodidad de los pobres se derivaría de la riqueza de los ricos. Aunque Malthus lo elogió, este texto no tuvo el mismo éxito que su obra anterior que, como ya se ha dicho, estaba dirigida a los grupos sociales con poder económico.

El texto consiste en una colección de nueve historias originales que se centran en la figura de John Hopkins, un trabajador agrícola que mantenía a una familia numerosa con su pequeño salario (Polkinghorn, 2000). En una de las historias, a John Hopkins le doblan el sueldo, pero en lugar de recibir todos los beneficios esperados, se queda en la miseria porque el paro ha aumentado y los precios de la economía han subido, reduciendo su poder adquisitivo. La moraleja era que no había que subir los salarios por encima del nivel natural, convergiendo en la idea de que no habría ninguna mejora en la vida de los trabajadores si se producía una reorganización drástica en la economía y en la sociedad (Shackleton, 1990).

Después de 18 años, Marcet publicaría su último libro de economía política, Rich and Poor, dirigido a los niños. Siguiendo los esfuerzos de Mary de Edgeworth, la historia se ambientaba en una escuela rural y solo contaba con personajes masculinos: el señor B y su clase de seis niños. A lo largo de 13 lecciones, se tratan temas como el trabajo, el beneficio, el capital, los salarios, la maquinaria, el comercio, el dinero y la banca, en una insistencia de la autora por identificar las leyes de la economía como leyes de la naturaleza (Shackleton, 1990). Aunque tiene una estructura similar a la de las publicaciones anteriores, esta obra no tuvo tanto mérito, quizás porque las discusiones eran más simplistas, lo que puede estar asociado al hecho de que estaba dirigida a un público infantil. Otra hipótesis es que Marcet, para entonces, habría perdido el contacto con los temas económicos latentes que marcaban la vida de la gente a mediados de siglo (Polkinghorn, 2000).

En esta realidad social, Marcet es fruto de su contexto. Aunque es disruptiva por la posición que adopta en una discusión dominada por los hombres —si Adam Smith es el padre de la economía, Marcet (junto con Harriet Martineu12) son las “Eve Smith” de su tiempo (Rostek, 2014)13—, no discute explícitamente lo que se puede llamar cuestiones de género y feministas en la economía (participación en el mercado laboral, segregación ocupacional, desigualdad salarial, cuidados y división sexual del trabajo). No obstante, como señala Rostek (2014, p. 25), Marcet “uphold the gender norms set forth by their times, but on the other, they negotiate and question them”.

Por el lado del mantenimiento de las normas de género, Marcet veía a las mujeres como actores importantes en la economía doméstica y en la relación entre la familia y la esfera pública, de modo que Caroline, por ejemplo, parte de una comprensión económica apoyada en su experiencia como agente social. El cuestionamiento, sin embargo, se manifiesta en el reconocimiento de que las mujeres eran capaces de pensar y tomar decisiones racionales tanto como los hombres (Bodkin, 1999) y de comprender cooperativamente la economía a través de ejemplos, textos y literatura antiguos y contemporáneos, demostrando que no había limitaciones en el conocimiento de las mujeres (Henderson, 1995).

La elección de los personajes, igualmente, puede asociarse a los dos bandos de este conflicto. Por un lado, la defensa de la educación de las mujeres, que ya aparecía en textos de protofeministas anteriores a la obra de Marcet (como en Poullain de La Barre y en el Marqués de Condorcet) y que se imprime en la obra que marca el surgimiento de la primera ola del feminismo, de Mary Wollstonecraft14. Por otro lado, la opción podría sugerir que sería más fácil desestimar las objeciones cuando las hace una estudiante, para asociar las impugnaciones a la economía política como femeninas e ingenuas.

Incluso si se alinea con los límites de la economía política, la historia del pensamiento económico ignora el hecho de que uno de los economistas ingleses más importantes del siglo XIX era una mujer. Cuando se hace alguna mención al respecto, suele ir acompañada de la opinión de Marshall, que desprecia la opción retórica adoptada por Marcet (Shackleton, 1990). Marshall también defendió la preocupación por la difusión de las ideas económicas a la población, pero criticó su trabajo por considerarlo mera propaganda sobre economía, traducida en verdades sin preocuparse por las premisas e hipótesis que aseguraban las conclusiones. Sin embargo, admitió que esta crítica no solo recayó sobre la autora, sino sobre varios escritores de la época para los que existía la creencia en la verdad de la economía. Tal vez por ello abogó por que esta divulgación fuera realizada por los responsables de la profesionalización de la disciplina (Henderson, 1995).

A medida que el análisis económico se perfeccionaba técnicamente, solo se conservaba del pasado lo que aportaba contribuciones significativas a la teoría venidera, y este no era el caso de Marcet. Como baluarte de este proceso, Marshall elevó la ciencia a la categoría de religión secular, ya que no se ajustaba a la interpretación de los economistas políticos, porque se les consideraba simples e imprecisos, asociados a un enfoque estrecho de los problemas sociales. Marcet (al igual que Martineu) acabaron siendo sus chivos expiatorios, absorbiendo las críticas a la economía clásica en su conjunto. Según Shackleton (1990, p. 284), “los veía como ‘parásitos’ que habían deformado las ideas populares del núcleo científico de la economía política”. Además, existe una tendencia a degradar los textos de estos autores por considerarlos meros principiantes o seguidores de los cánones del pensamiento económico (Henderson, 1995), lo que también se manifiesta en la invisibilización de estos autores por parte de los estudiosos de la historia del pensamiento, que los perciben solo a través de su papel en la popularización de la teoría económica (Peterson & Lewis, 1999).

Que la economía sea literatura en su sentido literal es, sin embargo, una elección de estilo adecuada a los fines que persiguió Marcet. Sin embargo, esta elección se ve obstaculizada porque está condicionada por el género, dadas las limitadas posibilidades que se presentaban a las mujeres en aquella época. Cuando surgió la ciencia económica moderna, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, las mujeres aún tenían restringido el acceso al conocimiento formal (principalmente a las universidades) y a lo que hoy llamamos “lenguaje académico”, por lo que hablar de economía implicaba hacer uso de lo que ellas sabían: la literatura o el arte (Rostek, 2018). Según Rostek (2021, p. 5), “knowledge historically produced by women and other underprivileged subjects often evades the frameworks of established disciplines, which is why to move beyond gender it is necessary to move beyond disciplines”.

Por otro lado, el desarrollo institucional y la consolidación del capitalismo crearían la necesidad de nuevas formas de describir la economía y la vida social, que se reflejarían en los textos de economía política y en las novelas de la época. Estas novelas serían una forma de separar las esferas tradicionalmente reputadas como “masculinas” y “femeninas”, divorciando la economía y la literatura, lo político de lo doméstico, lo público de lo privado. En literatura sería la imaginación sobre diferentes realidades posibles; en economía, la descripción de una realidad viva (Osteen & Woodmansee, 1999). Así, a finales del siglo XVIII y principios del XIX es posible vislumbrar un cisma generalizado entre los escritos de ficción, feminizados, y los pertenecientes al dominio de la razón, reservados a los autores masculinos (Rostek, 2014). Marcet rompió con estos límites invisibles, traspasando las fronteras al asociar la literatura con la descripción de la realidad15. Se convierte en uno de los outsiders que desafían y contribuyen a las ideas económicas en una época en la que la cultura intelectual aún no era tan rígida con respecto a la especialización académica (Henderson, 1995):

English women of the late eighteenth and early nineteenth centuries developed and formulated original ideas on the economy. They wrote as women (i.e. from a female perspective), revealing how fundamentally gender determines economic experiences, roles, and outcomes (…) Rather, women’s texts constitute an equally important counterpart to the writings by men classical political economists. It is socially relevant to pursue the aim of a ‘herstory’ of economic thought, not only because ‘economic discourse is a prime terrain for political struggle’, but also because the formation and dissemination of knowledge touches upon relations of power, mechanisms of inclusion and exclusion, and ways of making sense of the world – both in the past and present (Rostek, 2021, pp. 2-3).

Como ya se ha señalado, los historiadores contemporáneos del pensamiento económico atribuyen poco valor a las contribuciones de Marcet a la evolución de la teoría económica. Sin embargo, su objetivo no era proponer teorías disruptivas ni enfrentarse a las teorías que aparecían, sino educar a los jóvenes en las tesis desarrolladas por los autores clásicos. En este sentido, no cabe duda de que tuvo un gran éxito, utilizando la literatura como modo de expresión económica. Su trabajo proporcionó la difusión del pensamiento económico al público en general (especialmente a las mujeres), lo que puede haber afectado a la forma en que estos agentes veían las relaciones económicas y tomaban sus decisiones (Peterson & Lewis, 1999).

(…) not only are they capable of unravelling the impenetrable male ‘jargon of unintelligible terms’ and of negotiating difficult subject matter; they also know to translate complex economic principles into a language that will ensure their intelligibility to and application by the general public. Hence, their works are presented as just as, or possible even more, useful than those of the male ‘masters’. Made in a society permeated by utilitarian principles, this claim should not be dismissed lightly (Rostek, 2014, pp. 28-29).

El hecho de que las obras de Marcet no se perciban como útiles se refiere a la interpretación contemporánea de algunos compañeros sobre el uso de enfoques tratados como femeninos, o limitados a espacios destinados a las mujeres. Este enfoque, sin embargo, acaba siendo utilizado también por los cánones del pensamiento clásico, pero de forma más sutil, ya que la intersección entre economía y literatura no se refiere únicamente a las obras de ficción. Además de los intereses literarios, Henderson (1995) señala que los autores de la época desarrollaron escritos narrativos para facilitar la transmisión de ideas, utilizando su imaginación para presentar imágenes de la vida económica. Así pues, parece haber una preocupación por el estilo en la producción económica de los siglos XVIII y XIX. Esto ocurre, por ejemplo, ya en la obra de Adam Smith16 —el “narrador económico”, ejemplificado en la fábrica de alfileres—. La metáfora más famosa de la economía para ilustrar el concepto de división del trabajo puede interpretarse como “(...) realismo social, basado en la observación, o lo que podríamos considerar un método de campo” (Henderson, 1995, p. 15), es decir, también literatura, si no en sentido literal, al menos en los términos propuestos por McCloskey.

CONCLUSIONES

El espacio de discusión de la Historia del Pensamiento Económico ha relegado un lugar marginal a las mujeres y a las aportaciones realizadas por ellas desde el despertar de la Economía como disciplina autónoma. En un esfuerzo por volver a contar esta historia, incluyéndolas oficialmente donde de facto siempre han estado, es evidente cómo su trabajo utilizó herramientas y objetivos diferentes a los que estamos acostumbrados en los espacios tradicionales del conocimiento, marcados por el empirismo y el positivismo lógico.

A la hora de dar visibilidad a Jane Marcet y sus obras, especialmente Conversations on Political Economy, obra pionera en la enseñanza de la economía, tenemos un antecedente ilustrativo de lo que las críticas epistemológicas y metodológicas aportadas por las corrientes heterodoxas han propuesto en las últimas décadas. A mediados del siglo XIX, la economista se centró en la difusión de los conocimientos económicos más allá de los muros de las universidades, para situar la economía política en el currículo educativo de los jóvenes de las clases altas. Para ello, recurrió a la literatura y a la narración en diferentes formatos.

Aunque la literatura y la economía parecen conjuntos desarticulados, el despertar de la historia de las mujeres en la disciplina (la historia del pensamiento económico de las mujeres, ya sean las pensadoras o el objeto de análisis) rompe con esta premisa, llevando a McCloskey a afirmar que “La economía es literatura” en su sentido metafórico (McCloskey, 1983, p. 508). En el caso de Marcet, las metáforas se dejaron de lado para asumir la literalidad porque había límites a sus aportaciones en un espacio ya delimitado por los hombres y la ciencia, todavía un reducto masculino.

Es difícil calibrar hasta qué punto la decisión de Marcet de hacer literatura de contenido económico se apoyaba en elecciones o estaba condicionada por sus posibilidades: aunque el discurso literario puede ser en sí mismo un recurso de persuasión retórica, ¿hasta qué punto Marcet ha optado por utilizar esta herramienta para ‘hacer buena economía’? ¿Se habría dedicado a llevar el conocimiento económico a la gente corriente si hubiera tenido un amplio espacio en el “mercado de ideas” de las universidades? ¿Habría utilizado la literatura para hablar de economía si hubiera tenido acceso al lenguaje del conocimiento (y sus modos de comunicación)? Aunque de forma diferente a la de los autores clásicos, Marcet no fue ingenua en cuanto a los temas y objetivos propuestos, contando con el apoyo de personas eruditas y sometiéndose constantemente a la crítica y a la incorporación de sugerencias y correcciones en sus obras. El sentido de la responsabilidad sobre lo que estaba tratando es evidente en la reflexión de Henderson (1995): aunque ganó mucha prominencia en el período, protestó contra la idea de ser una escritora original, ya sea en ciencias económicas o en literatura. Quería ser útil 17, lo que manifestó a través de su deseo de propagar “verdades útiles” a una población que, de no ser por sus obras, no tendría la oportunidad de conocer tales ideas.

La importancia que tuvo en vida hace eco de su “utilidad”, pero es innegable que Marcet es un producto de su tiempo y de su contexto social. Rompió la burbuja de la discusión económica, haciendo importantes aportaciones para que las teorías llegaran a un amplio público, pero no entró en el campo de las reivindicaciones feministas, ni aportó una mirada crítica a la naciente economía, cuando ya empezaban a surgir los primeros indicadores de androcentrismo que marcarían las tesis económicas posteriores, así como los límites metodológicos de la disciplina.

Desde la obra de Marcet, revisar la economía como literatura en su sentido literal es una forma de constatar que diferentes enfoques pueden ser útiles en la construcción de una “buena economía”, con instrumentos adecuados a los objetivos, y no lo contrario. Por otro lado, si la literatura es vista como un límite, sus desviaciones metafóricas, tal y como propone McCloskey, están destinadas a mejorar la transmisión de conocimientos de los economistas, siendo indispensables para ello. En ambos casos, se trata de una crítica dirigida a deslegitimar lo que es ajeno a “hacer ciencia” (en el contexto del empirismo y el positivismo lógico). Tales depreciaciones, sin embargo, no hacen más que evidenciar que, como sostiene Rostek (2021), el discurso económico es un terreno de lucha política, así como una demarcación de las relaciones de poder en la producción de conocimiento del presente y del futuro. Si este no era el objetivo de Marcet en el siglo XIX, sí lo es al explorar su obra con las interpretaciones del siglo XXI.

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Notas

1Son los casos de las obras de Faoro (1976), Sereza (2014) y Franco (2008). Faoro (1976) analiza la ficción y las novelas de Machado de Assis, a partir de las cuales busca referencias para la comprensión de la sociedad, la política y la religión en el Segundo Reinado, absorbiendo el contenido de la denuncia social. Esta posibilidad está abierta porque, para Faoro (1976, p. 486), “todos son hijos del mismo teatro, comprometidos con la misma existencia, ya sea la planteada por el historiador o la evocada por el novelista”. Franco (2008) también se dedica al análisis de Machado de Assis, pero a través de 39 crónicas a partir de las cuales se propone hacer una antología temática basada en los acontecimientos económicos y financieros del período de la producción machadiana. Sereza (2014), por su parte, señala el papel central de la economía en “O Cortiço”, de Aluísio de Azevedo, en el que los personajes se revelan a partir del papel que desempeñan en la vida económica, expresando la complejidad de la vida urbana en Río de Janeiro a finales del siglo XIX, con el auge del capitalismo brasileño y el paso del trabajo esclavo al trabajo asalariado. Así, en el ámbito de la economía poética, se permite “a través de las relaciones entre los personajes, las descripciones y colocaciones de costumbres, hábitos y manierismos, decir lo no dicho, problematizar lo que fue relegado al olvido y proporcionar al lector distanciado en el tiempo miradas de una época a través de su arte” (Bruneti, 2014, p. 12).

2Utilizamos aquí el término “epistemológico” en su acepción más tradicional, es decir, la relacionada con la teoría del conocimiento, especialmente en lo que se refiere a sus métodos, validez y alcance, y a la distinción entre creencia justificada y opinión.

3Por otra parte, el término “metodológico” se utiliza aquí en el sentido filosófico de un análisis epistemológico del método económico y no en el sentido más pragmático de una caja de herramientas.

4Considerado uno de los grandes científicos de la historia, realizó importantes contribuciones a la química y la física, especialmente en el estudio del electromagnetismo y la electroquímica.

5Sin embargo, los esfuerzos de Marcet no constituyen una iniciativa educativa aislada, sino que forman parte de un movimiento más amplio que pretendía alejarse del aprendizaje cortés (centrado en los estudios culturales y en las lenguas maternas: el latín y el griego) y acercarse al conocimiento útil. Con esta intención, el conocimiento tampoco debería estar restringido a las clases altas de la sociedad, sino que debería abarcar también a los trabajadores, ya que la educación estaría marcada por la lógica de Bentham: informar para la práctica económica y social (Henderson, 1995).

6Según Henderson (1995), los diálogos de Marcet también podrían asociarse con la defensa de Hume de este método cuando se trata de abordar cualquier cuestión compleja en filosofía, o en aquellas circunstancias en las que el objeto de la discusión es obvio pero necesita ser comprendido.

7Marcet, por ejemplo, utilizó análisis comparativos para mostrar lo que sucedería si, ceteris paribus, se redujera la cosecha o el número de trabajadores, o incluso si se aumentara el stock de capital, lo que se asocia con la interpretación ricardiana (Shackleton, 1990).

8Según Hollis (2002, p. 385): “Marcet’s more positive spin on economics is evident in Malthus’s letter to Marcet after reading her Hopkins’s Notions. Although Malthus finds that Marcet has explained economic principles well, he finds fault with her having presented in rather too brilliant and unshaded colours the advantages which would accrue from the abolition of the Corn Laws, so as to excite expectations which cannot be realized”.

9Por esta proximidad, es posible que Jane Marcet tuviera acceso a las ideas de Ricardo antes de la publicación de Principles of Political Economy and Taxation, que tendría lugar un año después de la primera edición de Conversations on Political Economy, ya que hay muchos elementos de la economía ricardiana en los diálogos, como la explicación sistemática de que los ingresos provienen de las diferencias en la productividad de la tierra (Shackleton, 1990).

10Maria Edgeworth (1768-1849) fue contemporánea de Marcet y escribió libros para niños en los que se exponen algunos conceptos de economía política.

11El término “damas azules” se refiere a las mujeres alfabetizadas, en su mayoría de las clases altas de la sociedad, que en el siglo XVIII participaban en grupos de discusión llamados Bluestockings Salon o Blue Stockings Society. En estos lugares, hombres y mujeres se reunían para discutir ideas, artes y libros.

12Harriet Martineu (1802-1876) fue una economista/socióloga inglesa, autora de Illustrations of Political Economy (1823-24). Admiradora de la obra de Marcet, también se le reconocen sus esfuerzos por dar a conocer y comprender la disciplina de la economía política (Forget, 2000).

13En 1832, hay una nota en la Tait’s Edinburgh Magazine sugeriendo que las mujeres estaban decididas a hacer de la economía política su espacio (Rostek, 2014).

14

Sobre este enfoque con Wollstonecraft, hay un pasaje en el que Marcet (1827, p. 11) comenta por qué las mujeres deben aprender sobre economía, ya que no tienen acceso, por ejemplo, a la política. En este caso, la señora Bryant afirma que es importante porque pueden enseñar a sus hijos y, por tanto, repercutir en la vida social:

“Caroline: Well, after all, Mrs. B; ignorance of political economy is a very excusable deficiency in women. It is the business of Government to reform the prejudices and errors which prevail respecting it; and as we are never likely to become legislators, is it not just as well that we should remain in happy ignorance of evils which we have no power to remedy?

Mrs. B.: When you plead in favour of ignorance, there is a strong presumption that you are in the wrong. If a more general knowledge of political economy prevented women from propagating errors respecting it, in the education of their children, no trifling good would ensue: Childhood is spent in acquiring ideas, adolescence in discriminating: and rejecting those which are false; how greatly we should facilitate this labour by diminishing the number of errors imbibed in early youth, and by inculcating such ideas only as are founded in truth!”

15En cuanto al formato, según Hollis (2002), varios escritores de los siglos XVIII y XIX, especialmente mujeres, recurrieron a fábulas y diálogos con fines didácticos, que pretendían llegar al pueblo llano.

16Según Henderson (1995, p. 15): “Smith wrote, as far as we know, no purely fictional works in the sense of novels or critical essays upon novels, though in the Lectures on Rhetoric and Belles-Lettres, he undertook literary criticism. He was, however, both well-read and well-travelled and exhibits in the Lectures on Rhetoric and Belles-Lettres a command of questions of style and rhetoric and its associated literature (what he called the ‘very silly books’ of classifications of rhetorical devices)”.

17Según un pasaje de la autobiografía de Harriet Martineu, disponible en Henderson (1995, p. 47): “Mrs. Marcet never made any false pretensions. She never overrated her own books, nor, consciously, her own knowledge. She sought information from learned persons, believed she understood what she was told, and generally did so; wrote down in a clear, cheerful serviceable style what she had to tell; submitted it to criticism, accepted criticism gaily, and always protested against being ranked with authors of original quality, whether discoverers on science or thinkers in literature. She simply desired to be useful; and she was eminently so”.

°Bohn, L. & (2023). Las mujeres en la historia del pensamiento económico: economia, literatura y retórica en Marcet y McCloskey. Estudios económicos, 40(80), pp. 105-129, https://doi.org/10.52292/j.estudecon.2023.3333.

Recibido: 10 de Mayo de 2022; Aprobado: 09 de Agosto de 2022

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