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Estudios económicos

versão On-line ISSN 2525-1295

Estud. econ. vol.40 no.80 Bahía Blanca  2023

 

Reseñas Bibliográficas

Gerchunoff, Pablo, Heymann, Daniel y Jáuregui, Aníbal (Comp.) Medio siglo entre tormentas. Fluctuaciones, crisis y políticas macroeconómicas en la Argentina (1948-2002). Buenos Aires, EUDEBA, 2022, 478 pp.°+

Ignacio Andrés Rossi1  ignacio.a.rossi@outlook.com

1Universidad Nacional de General Sarmiento, Comisión de Investigaciones Científicas y Técnicas (CIC) de la provincia de Buenos Aires, Argentina. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-38701630. Correo electrónico: ignacio.a.rossi@outlook.com

Gerchunoff, Pablo; Heymann, Daniel; Jáuregui, Aníbal. Medio siglo entre tormentas. Fluctuaciones, crisis y políticas macroeconómicas en la Argentina (1948-2002). 2022. EUDEBA, Buenos Aires: 478p.

RESEÑAS

Gerchunoff, Pablo, Heymann, Daniel y Jáuregui, Aníbal (Comp.) Medio siglo entre tormentas. Fluctuaciones, crisis y políticas macroeconómicas en la Argentina (1948-2002). Buenos Aires, EUDEBA, 2022, 478 pp.

El nuevo libro compilado por los historiadores Pablo Gerchunoff y Aníbal Jauregui y el economista Daniel Heymann presenta una revisión histórica imprescindible para la discusión macroeconómica de Argentina y otros países latinoamericanos. Si bien lo que motiva su argumento es la tendencia, hoy creciente y extendida a varios países del Cono Sur, a la inestabilidad de la economía argentina y las sucesivas crisis macroeconómicas que esta atravesó durante la segunda mitad del siglo XX. Nutrido por un acreditado conjunto de especialistas provenientes de la economía y la historia económica, se abordan en varios capítulos las controversias de diferentes políticas macroeconómicas que caracterizaron los planes de estabilización desarrollados durante el período histórico propuesto. Como si fuera poco, los autores del presente volumen también se adentran en las controversias políticas que caracterizaron a cada momento histórico, evitando así caer en ya conocidos economicismos que terminan siendo miopes en sus interpretaciones y revelaciones, en definitiva, carentes de interdisciplinariedad.

En un primer capítulo Claudio Belini y Leandro Haberfeld abordan las políticas de estabilización durante el segundo gobierno de Juan Perón (1945-1955) entre 1848 y 1955. Los autores definen a la crisis que motivó el cambio de la política económica del peronismo como la primera relacionada con el balance de pagos de la historia, entre un nuevo orden internacional de posguerra y una política económica que motorizada por la dupla José Ber Gelbard y Miguel Miranda fue popular y expansivo, pero fugaz. Fue en los cincuenta en el marco de una crisis del balance de pagos cuando Perón convocara al economista Alfredo Gómez Morales, que a partir de un plan que reunía los pilares de incentivos a las exportaciones, la contracción monetaria, un ajuste de las cuentas públicas y restricción al crédito buscara contener el déficit de alrededor del 13% del PBI y una tasa de inflación del 50% anual que rompían todos los récords. Como destacan los autores, aunque el peronismo fuera interrumpido por el golpe militar de 1955, el Plan Morales dejó importantes consignas para el presente como la necesidad de tener una política tarifaria sostenible para controlar el déficit y su financiamiento monetario, entre otras cosas. El capítulo 2, enmarcado en los años del presidente Arturo Frondizi (1958-1962), es encarado por Raúl Heras, Daniel Heymann y Gustavo Montero. En un cuadro sociológico de percepción de estancamiento, en parte producido por erróneas mediciones contemporáneas, Frondizi debió lanzar en 1858 un plan de estabilización que le permitiera apuntalar la visión industrialista que su equipo traía en la economía. Mediante un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), una política de ingresos agresiva con control cambiario se propuso atacar la crisis de balance de pagos que, sin embargo, no lograra evitar una depreciación del tipo de cambio del 70% y una variación interanual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del 100%. Recostado sobre su lado más ortodoxo, la convocatoria al economista Álvaro Alsogaray incentivó un ajuste en el frente monetario y fiscal, pero permitió una mejora de los precios que permitió cumplir con el FMI y desplegar una política industrial sustentada en inversiones extranjeras en sectores dinámicos, al menos hasta que las tensiones comenzaron a acumularse en un tipo de cambio fijo que exigía relajar la política monetaria y moderar los déficits comerciales.

Aníbal Jauregui y Saúl Néstor Keifman nos muestran en el capítulo 3 cómo se manejó la política económica en una época pretoriana y de inestabilidad política en los años del gobierno interino de José María Guido (1962-1963) y Arturo Illia (1963-1966). Luego de pasar revista de un contexto internacional atravesado por la Guerra Fría y las complicaciones comerciales que caracterizaban a la Argentina en ese cuadro se analiza cómo a Guido le tocara enfrentar un alto déficit fiscal y comercial, un acuerdo con el FMI y un dólar que se aproximaba a los 150 pesos. Una nueva convocatoria a Alsogaray y un ajuste ortodoxo esta vez no se tornó efectivo ya que se terminó con altos quebrantos, caída de los recursos tributarios, salto cambiario, caída del PBI (el industrial rondó el 10%) y, en definitiva, un descontrol del déficit fiscal. Como argumentan los autores, fue recién con Illia y su política heterodoxa en economía que se entró en una etapa de descrédito ortodoxo donde la hibridación de economistas estructuralistas y nacionalistas permitió practicar una política keynesiana de moderada expansión fisca-crediticia y suba de salarios que incentivaron un alza del PBI del 10% y una reducción de la desocupación. La confrontación con el Banco Mundial (BM) y el FMI no fue un tema menor, pero sin embargo la balanza comercial se tornó superavitaria y se controló la inflación. No obstante, la inestabilidad política y la legitimidad de un nuevo golpe de estado interrumpieron la experiencia. Por consiguiente, Daniel Aromí y Juan Lucas Gómez destacan cómo el posterior Plan de Adalberto Krieger Vasena durante la dictadura pivoteada por Juan Carlos Onganía (1966-1970) pudo servirse del sustento de largo plazo que le otorgaba el nuevo régimen. Algunos de los pilares destacados por los autores en este pragmático plan de estabilización son el incentivo de un Estado autónomo para repartir costos, por ejemplo, implementando retenciones o manejado la política crediticia en favor de los ahorristas. Como muestran los autores, así se encararon las primeras medidas que a pesar de un moderado ajuste clásico y beneficios a las firmas más grandes cuidó la política salarial y de ingresos para conciliar la cuestión social con la estrategia exportadora. Los efectos positivos del plan se cuentan en una reducción del déficit, una mejora de las cuentas públicas, aumentos de las reservas y una reducción de la inflación que, sin embargo, no pudieron sostenerse en los años de alta conflictividad política y social que culminaron con el Cordobazo (1969).

Martín Fiszbein, Juan Odisio y Marcelo Rougier examinan una segunda etapa de la llamada Revolución Argentina (1970-1973) la cual es caracterizada por un giro nacionalista que significó el reemplazo del militar Onganía por el de Roberto Levingston. La participación del reconocido economista Aldo Ferrer le imprimió a la gestión un giro desarrollista y nacionalista que debía enfrentar tasas de inflación del 60%, déficit público que alcanzaba con facilidad el 5%, entre otros desajustes macroeconómicos. Como indican los autores, los economistas del gobierno Moyano Llerena Amadeo y Ferrer buscaron reeditar algunas claves del Plan Vasena, especialmente el punto vertebral de una Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) que se encontraba agotada y debía orientarse hacia la competencia externa. Los instrumentos esta vez fueron un Estado planificador en obra pública, con poder de compra y de incentivos a la industria nacional dejando en un segundo plano la estabilidad que tampoco logró resistir a la alta conflictividad política. Los posteriores años fueron marcados por el regreso del Tercer Peronismo (1973-1976) y son abordados por el capítulo 6 por Osvaldo Kacef, Jorge Robbio y Cecilia Vitto. En un cuadro de contracción internacional, inflación mundial y desarme de la convertibilidad del dólar, el peronismo asumió aglutinando actores disimiles que iban desde la Confederación General del Trabajo (CGT), los empresarios nacionales y la juventud de izquierda hasta los políticos antisindicalistas y vinculados al nacionalismo de derecha. Como hacen ver los autores, el plan económico de incentivo a la demanda y aumento del salario real con controles de precios y reducción de la inflación se mantuvo mientras los términos de intercambios fueron favorables al país. Sin embargo, las tensiones se acumularon cuando el contexto internacional se revirtiera y pusiera en evidencia que la caída de la inversión y la distribución del ingreso mediante expansión fiscal hacían débiles a un plan económico que sería sentenciado con la muerte del líder y la crisis del petróleo.

Guido Zack y Pablo Pryluka se encargan de analizar la etapa de la última dictadura militar (1976-1983), especialmente el plan económico de Alfredo Martínez de Hoz. Como entienden los autores, el marco histórico puede ser entendido en el cuadro de la hegemonía neoliberal, pero el sustrato ideológico en que se desarrollara esta etapa de la política económica se encontraba motorizado por la pérdida de hegemonía del consenso desarrollista y la crítica liberal ascendente. Así, Zack y Pryluka muestran cómo avanzaban diferentes instituciones y referentes del liberalismo económico que, al llegar al ministerio de economía de la mano de Martínez de Hoz, se vio limitado en sus diagnósticos más ortodoxos por las reticencias militares, especialmente desafectos en generar desempleo y caídas del salario real. Este permite analizar los efectos reales de la economía de un plan antiinflacionario que, a pesar de una mejora importante en el frente externo, no lograba controlar el déficit más allá de lo que la caída salarial y las jubilaciones lo permitieron. También, cómo una reforma financiera desreguladora y una errada lectura inflacionaria que no contemplaba el componente inercial instalado recientemente propiciaron la primera crisis económica que ya no obedecía al balance de pagos. También, Zack y Pyluka articulan este capítulo con el de Luis Blaum y Viviana Román, quienes proponen analizar el reformismo económico y social del gobierno dictatorial. Los autores dan cuenta de cómo el gobierno encontró importantes limitaciones al mezclar políticas de estabilización con reformas estructurales. Así, una resistente inercia inflacionaria, un Banco Central débil frente a la reforma financiera y una actitud oficial de distorsionar o ignorar los datos que exhibían los medios y los críticos generó una distancia con la realidad a pesar de un contexto internacional más que favorable. Finalmente, la última dictadura terminó con un escaso crecimiento, alta deuda externa y caídas salariales inéditas.

Eduardo Martín Cuesta y Danilo R. Trupkin abordan una etapa de la historia económica menos indagada como un período particular y es la que corresponde al desarme de la dictadura militar después de Martínez de Hoz (1981-1983). Como dan cuenta los autores, el recambio de la Junta de Gobierno que llevó a Roberto Viola al poder debía enfrentar la alta inflación, un altísimo spread que se disparaba producto de una reforma financiera que debilitaba la auditoría estatal y un frágil passsthrough que trasladaba los desequilibrios macroeconómicos a la inflación y que, juntos, hacían difícil para el gobierno actuar. Cuando se dejara paso en la Junta de Gobierno a Leopoldo Galtieri, esta segunda fase motorizó el plan de Roberto Alemann destinado a desinflar, desregular y desestatizar. Este, tuvo algunos efectos importantes en la salud de las finanzas estatales, aunque la reducción de precios sostenida mediante el congelamiento salarial y la contención de la puja distributiva terminaron de eclosionar con la Guerra de Malvinas (1982). A pesar de una audaz política heterodoxa en este contexto, plagada de controles cambiarios y políticas de ingresos, el gobierno naufragó hacia su etapa de retirada, donde una política económica descoordinada entre Dagnino Pastore en Economía y Domingo Cavallo en el Banco Central agravó las finanzas públicas ya de por sí bastante dañadas. Emiliano Libman, Gabriel Palazzo y Milagros Rodríguez analizan en el siguiente capítulo la etapa de Raúl Alfonsín (1983-1985) atravesada por una herencia económica de indicadores negativos inéditos. La deuda externa, la inflación anual de tres dígitos, el alto déficit fiscal financiado con emisión monetaria y la presencia amenazante de los acreedores internacionales tutelados por el FMI pusieron al gobierno limitaciones desde un comienzo. En estos años destacó el llamado Plan Austral que, formulado recién en 1985 ante una escalada casi hiperinflacionaria que empujó al gobierno a un cambio de diagnóstico, redujo los índices de precios a niveles inéditos. El experimento del ministro Juan Sourrouille y su equipo se caracterizó por combinar un conjunto de medidas clásicas de ajuste macroeconómico y otras heterodoxas como el congelamiento, el cambio de signo monetario y un desagio destinado a controlar las expectativas inflacionarias. Como dan cuenta los autores, intereses de la deuda por la mitad de las exportaciones o del 8% del PBI, una dinámica puja distributiva y un modesto financiamiento del Plan Baker, entre otras cosas, sentenciaron la estabilización que a pesar de sus debilidades había logrado reducir los precios de más del 500% anual a tasas de alrededor del 2% mensual.

El cierre del libro se encuentra a cargo de Pablo Gerchunoff y Gonzalo de León, quienes examinan la etapa de La economía popular de mercado de Carlos Menem (1989-1999). En medio del análisis de los primeros intentos de estabilización por contener la hiperinflación y la iniciativa de reformismo modernizador en los frentes de las privatizaciones, laboral y comercial, los autores arrojan claves de interpretación histórica importantes. Algunas de ellas nos conducen a pensar en las limitaciones que las reformas estructurales tuvieron, en el proceso de negociación constante con los actores y en los beneficios que cada uno acreditara desde el Ejecutivo, los sindicatos, las provincias, los empresarios nacionales y las multinacionales. Posteriormente, estos avanzan en la peculiar estabilización emprendida por Cavallo y su plan de convertibilidad, de sus limitaciones y éxitos iniciales hasta la vulnerabilidad financiera y comercial que lo caracterizó, entre otras cosas.

Los investigadores convocados en este volumen y sus compiladores nos incitan a discutir incansablemente los problemas económicos de la Argentina en nuestros días. Pero también proponen una guía interesante para que otros países de la región analicen la historia de los programas de estabilización y reforma estructural. Sus propuestas respectivas de mirar el pasado arrojan claves que, como se dijo más arriba, superan las visiones economicistas que proliferan en los medios económicos masivos. La hibridación de los problemas políticos con los económicos, el papel del contexto internacional y los poderes mundiales, los diagnósticos antiinflacionarios y más generalmente los planes de estabilización y las diferentes visiones del desarrollo constituyen discusiones imprescindibles para vincular el pasado y el presente económico.

Notas

°Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva del autor.

+https://doi.org/10.52292/j.estudecon.2023.3475

Recibido: 07 de Julio de 2021; Aprobado: 29 de Julio de 2021

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