La disponibilidad de agua dulce de fácil acceso es apenas una fracción diminuta del total que existe en el planeta Tierra; de hecho, menos de una diez milésima parte de esta se puede usar con facilidad y a un costo razonable (Guhl Nannetti, 2010). El rápido crecimiento de la población mundial se traduce en un aumento de la demanda hídrica y en la contaminación de los reservorios y fuentes de agua dulce, creando una tendencia progresiva hacia la escasez. La posibilidad de conflictos internacionales en cuencas compartidas por varios países ya se evidencia, en especial en zonas con baja disponibilidad de agua. Por estas razones, las regiones con abundante agua son el objetivo estratégico de intereses que aspiran a crear un mercado basado en el control de un bien indispensable para la vida.
A nivel mundial, cerca del 70% de las reservas de agua dulce se encuentran en glaciares y casquetes polares. Apenas el 0,3% se encuentra en lagos y ríos, mientras que la porción restante está distribuida entre aguas subterráneas, humedad del suelo, pantanos y humedad atmosférica (Williams y Ferrigno 2012). En Sudamérica, la cordillera de los Andes es un eje estructurador del espacio geográfico y desde su levantamiento ha configurado una amplia variedad de topoclimas que resultan en una gran diversidad de fuentes y reservas de agua dulce que históricamente han sido aprovechadas por los enclaves humanos (Secretaria General de la Comunidad Andina, 2007).
A escala regional, las fuentes y reservas de agua estratégicas para los habitantes del dominio andino pueden resumirse en las precipitaciones sólidas y líquidas, en el ambiente glaciar y periglaciar, en los humedales y los acuíferos subterráneos. La significancia de cada una de estas sugiere un claro componente espacial: en el extremo sur de Sudamérica los regímenes hídricos son ultraglaciares (Vich 1996) (ej. río Santa Cruz), situación que comienza a transformarse hacia Patagonia Norte y Andes centrales donde el régimen es particularmente nival (Masiokas et al. 2016, 2009; Lauro et al., 2016), aunque en años secos son los glaciares los que aportan hasta más de la mitad de los caudales (Crespo et al. 2020). El régimen nival domina los ríos andinos de los andes áridos, incluso en el altiplano boliviano-peruano en torno al lago Titicaca. Finalmente, hacia la zona ecuatorial el régimen hídrico de los ríos andinos tiene una fuerte componente pluvial, aunque al igual que en los Andes centrales, en años secos los glaciares juegan un rol preponderante en el sostén de caudales ecológicos (Buytaert et al., 2017).
La reducción y pérdida de masa glaciar ha sido evidenciada sobre los diferentes ambientes glaciales de los Andes, con las máximas pérdidas en los Andes Patagónicos del sur y en los Andes Tropicales (Dussaillant et al. 2019). Mientras que en los Andes extratropicales la causa parece ser la reducción de la precipitación nívea (Mernild et al. 2017), en los Andes tropicales el calentamiento del océano Pacífico ha mostrado ser quien modula esa reducción (Veettil y Kamp 2017; Veettil et al., 2018). De hecho, durante el siglo XX las precipitaciones no reportaron una tendencia negativa o positiva significativa (Rabatel et al. 2013).
En muchas de las regiones áridas y semiáridas de Sudamérica el agua de ablación nivoglaciar es la única fuentepara consumo humano, agricultura, industria, al mismo tiempo que para otrosorganismos vivos y el sostén de ecosistemas. Incluso, se ha observado el fuerte control de la presencia (ausencia) de ríos perennes en la fundación de asentamientos humanos, especialmente en el sector occidental de la República Argentina (Lo Vecchio 2020). En ese contexto, la deglaciación generalizada y acelerada observada desde principios del siglo XX está impactando en la organización y gestión de las sociedades. Un ejemplo son los nuevos escenarios de riesgo producto del incremento de la exposición a peligros naturales (Orlove et al., 2008).
Las Naciones Unidas estimó que, en el año 2019, 2.200 millones de personas no tuvieron acceso al suministro de agua tratada y 4.200 millones no contaron con acceso al saneamiento básico (WHO-UNICEF, 2019), dos condiciones fundamentales para llevar una vida saludable y digna. Existe una valoración creciente del agua, su importancia funcional, simbólica y recreacional la reafirma como el recurso esencial para la vida (Guhl Nannetti 2010). En ese contexto, la protección y conservación de las fuentes y reservas de agua dulce comienza a ser una preocupación de la comunidad en general, como el caso de Argentina que desde 2010 cuenta con la Ley Nacional de Glaciares (N° 26.639) que establece y considera a los glaciares como reservas estratégicas de recursos hídricos (Zalazar et al. 2017). En ese marco, en la República de Chile se están llevando adelante intentos similares a favor de la legislación que proteja el ambiente glaciar como recurso estratégico.
Persiguiendo un espíritu de contribución y fortalecimiento sobre el conocimiento existente acerca de las fuentes y reserva de agua dulce en los Andes, e incluso sobre los aspectos referidos a su manejo y gestión, este dossier está compuesto por ocho trabajos (seis artículos científicos y dos reseñas). En total, 16 autores han participado de este número.
El factor común entre los diversos trabajos científicos aquí presentados tiene que ver con la identificación y análisis de procesos de sequías naturales y eventualmente estimuladas por la actividad antrópica, como lo muestra Justinne Rybertt en su trabajo “Hidrogeología y modelo conceptual del acuífero de Petorca en el sector alto de la cuenca homónima. Región de Valparaíso, Chile” en donde en un marco de sequía natural, los efectos de la actividad antrópica estarían jugando un rol preponderante en la intensificación de esas condiciones previas.
En ese contexto, el trabajo de J. Rivera, C. Lauro y S. Otta “Cuantificación del déficit hidrológico reciente en la región de Cuyo a partir de indicadores de caudales bajos” nos pone de manifiesto las sequías hidrológicas experimentadas por los ríos andinos de la región de Cuyo (Argentina), especialmente a partir de 2010. En particular, los déficits más pronunciados fueron identificados en los registros de los ríos Atuel y Colorado, ambos al sur de la provincia de Mendoza.
En esa sintonía, el trabajo “Recursos hídricos superficiales de la vertiente oriental de los Andes Centrales (28°-37°S) en contexto de variabilidad hidroclimática” de C. Lauro, A. Vich, S. Otta, S. Moreiras, E. Vaccarino y L. Bastidas muestra la relación existente en los Andes Centrales argentinos entre la reducción de precipitaciones y caudales, al mismo tiempo que la tendencia es positiva para las temperaturas, lo cual soporta los escenarios de sequías hidrológicas abordados por Rivera y colaboradores. En un esfuerzo equivalente, A. Hernández Duarte en “Cambios en la cobertura de nieve y su relación con el caudal para la caracterización, monitoreo y gestión de las cuencas de montaña en los Andes extratropicales de Chile entre los 29° y 37°S utilizando teledetección” muestra la estrecha dependencia de los caudales y la precipitación sólida en Andes Centrales chilenos, con un rango de desfasaje entre 60 y 160 días de la máxima superficie cubierta de nieve y el máximo caudal registrado.
La reducción de las precipitaciones y el aumento de las temperaturas han estimulado el retroceso del ambiente glaciar, eventualmente traducido en la formación de lagos y lagunas. Estos pueden significar un recurso hídrico alternativo para las comunidades andinas, como también una amenaza. De allí que M. Correas y S. Moreiras en “El recurso hídrico asociado a lagos en los Andes Centrales de Argentina (31°-36° S)” mapean y analizan 641 cuerpos de agua localizados en Andes Centrales e identifican su origen como insumo de base para los tomadores de decisiones.
En vistas de las sequías hidrológicas presentes y proyectadas, la gestión del recurso hídrico asume un rol preponderante entre las acciones llevadas adelante para mitigar los efectos del Cambio Ambiental Global. En la República Argentina existe un marco jurídico que norma las fuentes y reservas de agua dulce, tema abordado en el artículo de M. Pinto y L. Martin “Las formas jurídicas de las fuentes y reservas de agua en los Andes argentinos”. Allí, los autores evalúan el efecto de la modificación del Código Civil y Comercial (2015) respecto de la titularidad dominial del recurso hídrico en las distintas etapas de su ciclo.
En ese contexto, uno de los instrumentos existentes para la protección del recurso hídrico es el Inventario Nacional de Glaciares, quien es presentado en sus principales términos en la reseña de C. Martinez “Atlas de glaciares de la Argentina”. De ese inventario se desprende que el 52% de la cubierta glacial presente en los Andes de Argentina está concentrada en la cuenca del río Santa Cruz, la cuenca “del futuro” de acuerdo la reseña de tesis doctoral presentada por A. Lo Vecchio “Dinámica glaciar de la cuenca del río Santa Cruz, Andes Patagónicos Australes: el agua del futuro”. En esta, se muestra como el comportamiento de los glaciares más extensos del país han experimentado un comportamiento dispar entre ellos, incluso en casos donde comparten zona de alimentación. Esto último pone de manifiesto la necesidad de estudios locales.