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Trabajo y sociedad

versão On-line ISSN 1514-6871

Trab. soc. vol.25 no.42 Santiago del Estero  2024  Epub 01-Jan-2024

 

Imágenes y magnitudes sobre el trabajo

Espacialidades, movilidades y cuidados en las disputas por las formas de ganarse la vida en las ciudades. Reflexiones etnográficas a partir de procesos de organización desde la economía popular

Spatialities, mobilities and care in disputes over ways of making a living in cities. Ethnographic reflections based on processes of organization from the popular economy

Espacialidades, mobilidades e cuidados nas disputas pelos modos de vida nas cidades. Reflexões etnográficas a partir de processos de organização da economia popular

María Inés FERNÁNDEZ ÁLVAREZ1  *

Florencia Daniela PACÍFICO1  **

Camila Ailen STEFANETTI1  ***

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA, CONICET-UMET).

RESUMEN

En este artículo reflexionamos acerca de las conexiones entre modalidades colectivas de reproducción de la vida desarrolladas por organizaciones de la economía popular y procesos de apropiación, producción y disputa de los espacios urbanos. Desde un enfoque etnográfico que articula aportes de una mirada antropológica sobre la reproducción social del capitalismo actual atendiendo a las formas de “ganarse la vida” con contribuciones de la economía feminista y el giro de la movilidad, sostenemos que los procesos de organización colectiva analizados ponen en evidencia un proceso de disputa por los modos de vida social y políticamente habilitados para quienes componen las economías populares en las ciudades que se conecta con una serie de prácticas orientadas a la producción y apropiación del espacio urbano.

Palabras clave: economía popular; ganarse la vida; movilidad; cuidados; etnografía

ABSTRACT

In this article we reflect on the connections between collective modalities of reproduction of life developed by popular economy organizations and processes of appropriation, production and dispute of urban spaces. From an ethnographic approach that articulates contributions from an anthropological perspective on the social reproduction of current capitalism, focusing on the ways of "making a living" with contributions from feminist economics and the mobility turn, we argue that the processes of collective organization analyzed highlight a process of dispute over the ways of life socially and politically enabled for those who make up the popular economies in the cities that is connected with a series of practices oriented towards the production and appropriation of urban space.

Keywords: popular economy; livelihoods; mobility; care; ethnography

RESUMO

Neste artigo refletimos sobre as conexões entre modalidades colectivas de reprodução da vida desenvolvidas por organizações da economia popular e processos de apropriação, produção e disputa de espaços urbanos. A partir de uma abordagem etnográfica que articula contribuições de uma perspetiva antropológica sobre a reprodução social do capitalismo atual, com foco nos modos de "ganhar a vida", com contribuições da economia feminista e do giro da mobilidade, argumentamos que os processos de organização coletiva analisados evidenciam um processo de disputa pelos modos de vida social e politicamente viabilizados para aqueles que compõem as economias populares nas cidades que se conecta com uma série de práticas orientadas para a produção e apropriação do espaço urbano.

Palavras-chave: economia popular; meios de vida; mobilidade; cuidado; etnografia

SUMARIO: 1. Introducción; 2. Disputar el espacio público, producir territorio urbano; 3. Refaccionar las casas, producir organización colectiva; 4. Desplazarse entre el barrio y el tren, producir cuidados comunitarios; 5. Reflexiones finales; 6. Bibliografía

*****

1. Introducción

En este artículo proponemos una reflexión acerca de las conexiones entre las modalidades colectivas de reproducción de la vida desarrolladas por organizaciones de la economía popular y una serie de procesos vinculados a la apropiación, producción y disputa de los espacios urbanos. Como parte de una línea de investigación colectiva más amplia en torno a los cruces entre prácticas políticas colectivas y formas de ganarse (o producir) la vida de los sectores populares1, buscamos poner en común un conjunto de hallazgos etnográficos que recuperan el trabajo de campo realizado junto a organizaciones de la economía popular que integran la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP).

La noción de economía popular ha ganado relevancia en el debate académico y social en torno a las formas de reproducción de la vida de los sectores populares en las últimas décadas siendo utilizada de manera creciente para hacer referencia a amplios sectores de la población que desarrollan sus actividades laborales por fuera del mercado de trabajo en contextos de crecimiento demográfico urbano2. Distintos estudios han destacado que las formas de trabajo y circuitos de producción creados desde la economía popular resultan fundamentales para la provisión de recursos y servicios que hacen posible la vida en las ciudades latinoamericanas. Estos estudios se inscriben y contribuyen a una discusión más amplia sobre el modo en que la economía popular hace parte de dinámicas de acumulación capitalista que trasciende una lectura de estas formas de ganarse la vida en términos de supervivencia desplazando la atención del binomio informalidad/formalidad (Gago, 2018; Giraldo, 2017; Roig, 2017; Gago, Cielo y Gachet, 2018; Fernández Álvarez 2018; Señorans, 2020). En particular, se ha señalado la estrecha conexión entre estas formas de reproducción de la vida y los modos de hacer ciudad calificados como “monstruosos”, destacando que la arquitectura económica edilicia y social de los barrios populares provee ventajas comparativas para fomentar el desarrollo de ciertas actividades tales como la comercialización en ferias y la producción de indumentaria en talleres domiciliarios (Gago, 2014). En esta misma línea y de manera más reciente se hizo énfasis en que la creatividad y capacidad de improvisar de estas dinámicas de organización modela paulatinamente la forma urbana (Urban Popular Economy collective et al., 2022). Otros estudios, en cambio, destacaron la importancia de los entornos de proximidad y las tramas de territorialidad vecinal en la producción de prácticas económicas (Vega Solis y Bermudez Lenis, 2019). Por último, una serie de trabajos contribuyeron a pensar la relación entre economías populares y producción del espacio más allá de los ámbitos locales, para señalar su carácter expansivo en la región y su potencialidad para articular diferentes territorios traspasando fronteras e integrando flujos comerciales globales (Medeiros et al., 2013; Tassi y Poma, 2020).

En este artículo nos proponemos aportar al debate en torno a los vínculos entre dinámicas de la economía popular y producción de espacialidades urbanas atendiendo a las modalidades en que desde las organizaciones sociales se disputan las formas de vida en las ciudades. Con este objetivo, ponemos en común resultados del trabajo de investigación realizado junto a experiencias de organización de trabajadores y trabajadoras de la economía popular que desarrollan sus prácticas en relación a dos Ramas de actividad de la UTEP: la Rama Trabajadores y Trabajadoras de los Espacios Públicos; y la Rama Socio Comunitaria. La UTEP surge en 2019, profundizando un proceso de organización gremial de trabajadores no asalariados que había comenzado en 2011 a partir de la creación de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la misma tuvo lugar a partir de la confluencia de un heterogéneo conjunto de organizaciones sociales y políticas cuya trayectoria se remonta al menos a la década de 1990 con diversas tendencias político-ideológicas (Abal Medina, 2017; Bruno et al., 2017; Forni et al., 2020; Muñoz, 2019; Natalucci, 2018). Las formas de construcción política y las demandas de esta organización tensionan el modelo sindical tradicional al plantear reivindicaciones que trascienden la condición salarial (Abal Medina, 2016), incluyendo la necesidad de construir institucionalidades que vayan más allá de la condición salarial integrando al mundo del trabajo en su conjunto (Maldovan Bonelli y Melgarejo, 2019; Natalucci y Morris, 2019). La UTEP se define como una organización gremial que reivindica el reconocimiento de las y los trabajadores de la economía popular y promueve un proceso de demanda por derechos para quienes “se inventan el trabajo” realizando una variedad de labores sin salario, entre los que se encuentran la venta ambulante, la confección de indumentaria o la recuperación de materiales reciclables; y el desarrollo de tareas comunitarias no remuneradas en los barrios o la realización obras de infraestructura en el marco de la implementación de programas sociales. De ahí que, numerosos estudios han reflexionado acerca de los puntos de conexión entre las demandas de las organizaciones de la economía popular y la perspectiva de la economía feminista (Bascuas y Roco Sanfilippo, 2019; Cavallero y Gago, 2019; Gago, 2019, Timpanaro et al., 2019), resaltando el aporte de los trabajos realizados por mujeres de sectores populares a la economía (Gago, 2019), y poniendo en evidencia los vínculos entre patriarcado y neoliberalismo (Muñoz, 2018; Sosa et al., 2018).

Tal como han mostrado los resultados de nuestras investigaciones, los procesos de construcción político-gremial desarrollados desde la economía popular no solo apuntan a conquistar derechos y condiciones laborales sino también a la disputa y producción de formas colectivas de bienestar (Fernández Álvarez, 2016). Así, estas experiencias organizativas reivindican el carácter productivo de una serie de tareas dirigidas a mejorar las vidas de quienes habitan los barrios populares, tensionando y ampliando los límites de aquello que convencionalmente se define como “trabajo” para incluir tanto actividades no mercantiles como no remuneradas (Fernández Álvarez, 2018; 2019; Pacífico, 2020; Fernández Álvarez y Pacífico, 2022; Pacífico y Señorans, 2023). Nuestros trabajos han destacado que estos procesos de organización dan lugar a un proceso de politización de las condiciones de vida urbana (Fernández Álvarez, Señorans y Pacífico, 2023). Estas reflexiones recuperan el planteo analítico elaborado por Susana Narotzky y Niko Besnier (2014) quienes proponen desarrollar una teoría etnográfica de la reproducción social del capitalismo actual atendiendo a las formas cotidianas de sostener la vida en un sentido amplio. En esta dirección, los autores invitan a documentar la diversidad de formas en que las personas “se ganan la vida”, capturando un conjunto de prácticas y relaciones cotidianas que incluyen pero trascienden los vínculos mercantiles para incorporar aquellos que comúnmente se consideran no "económicos" o "productivos". Valiéndose de aportes de la economia politica, la economia moral y la economía feminista, esta propuesta busca responder a la pregunta sobre cómo las personas producen y co-producen, cotidianamente, las condiciones físicas, sociales, afectivas, espirituales y morales de su existencia personal y colectiva, incluyendo las formas en que se define y produce una vida digna y cómo dicha producción está modelada por procesos socio-históricos y culturales específicos. Esta reflexión se inscribe en una empresa más amplía desarrollada en la disciplina en la última década orientada a repensar la naturaleza de la vida económica en el capitalismo contemporáneo que subraya los límites de los enfoques abstractos promoviendo una mirada etnográfica sobre las modalidades específicas y localizadas de construir el mundo y vivir en él priorizando a la política en el estudio de los modos de (re)producción de la vida generalmente asociados a la "economía" (l'Etoile, 2014; 2020). Asimismo, analizar estos procesos organizativos poniendo el foco en los modos en que se reproduce colectivamente la vida, implica dar centralidad a aquel interrogante colocado por parte de los análisis feministas de la economía, en torno a las condiciones de sostenibilidad de la vida humana y particularmente problematizar aquellos ideales de autonomía vinculados al trabajo formal (asalariado, masculino, blanco, etc.), para explorar la totalidad de procesos y relaciones de interdependencia que posibilitan la (re)producción de la vida en un sentido no sólo material sino afectivo y emocional (Carrasco, 2013; Comas d’Argemir, 2015; Pérez Orozco, 2014).

En este trabajo sostenemos que los procesos de organización colectiva generados desde la economía popular ponen en evidencia un proceso de disputa por los modos de vida social y políticamente habilitados para quienes componen las economías populares en las ciudades que se conecta con una serie de prácticas orientadas a la producción y apropiación del espacio urbano. En función de estos argumentos ponemos en juego una mirada dinámica y relacional del espacio, que recupera aportes del llamado “paradigma de la movilidad” (Sheller y Urry, 2006; Urry, 2007) o “giro de la movilidad” (Creswell, 2006, 2010). Este paradigma implica una orientación epistemológica y analítica de las configuraciones de movilidad y sus contextos que, al ampliar la mirada hacia las conexiones entre sujetos y objetos, toma distancia de visiones de la sociedad como una entidad dada y autocontenida: partiendo así de una crítica al modelo representacional de las ciencias de la sociedad y del espacio (Vidal e Souza y Dumans Guedes, 2021). Desde esta perspectiva el espacio deja de ser una categoría con atributos ontológicos fijos y dados para entenderse como un devenir, una propiedad emergente de las relaciones sociales, lo cual supone situar el movimiento de las personas y el cambio en el centro de la reflexión (Corsin Jimenez, 2003). En consecuencia, esta perspectiva aporta una mirada procesual de las dinámicas sociales que va más allá del análisis del transporte o de la construcción de datos sobre el movimiento (Segura y Jirón Martínez, 2023) y permite iluminar procesos vinculados a las formas de habitar las ciudades, colocando el foco en las conexiones que las personas establecen entre diferentes espacios a partir de sus prácticas móviles (Jirón Martínez y Imilán 2018). Así, se trata de una aproximación a los espacios entendidos relacionalmente con énfasis en los diversos movimientos que los producen y forman parte de las experiencias de sus habitantes (Jirón Martínez et al., 2022).

En Argentina, este enfoque ha sido sumamente rico para problematizar miradas estáticas de la “segregación residencial”, aportando una reflexión sobre las experiencias urbanas de los sectores populares, que pone el foco en los distintos modos en que se espacializan las desigualdades sociales en las ciudades (Segura, 2012; Soldano, 2017). En esta línea, se han explorado distintos significados vinculados a la movilidad en el espacio metropolitano, permitiendo problematizar la asociación dicotómica entre movilidad y espacio público e inmovilidad y dominio doméstico (Chaves, Speroni, Segura y Cingolani, 2017) y abriendo camino a visibilizar las múltiples movilidades e interdependencias que son necesarias para la reproducción de la vida (Pinedo y Segura, 2020). En sintonía con estos aportes, nuestras investigaciones etnográficas han permitido capturar los modos en que, en contextos atravesados por múltiples experiencias de precariedad y desposesión, los procesos de construcción político-gremial puestos en marcha desde la economía popular se desarrollan a partir de prácticas móviles que producen y transforman a los espacios urbanos, dando lugar a una disputa por las formas de ganarse la vida en las ciudades. El enfoque de la movilidad brinda una interesante clave de lectura para reflexionar acerca de estas experiencias y ha resultado particularmente productivo en el análisis de las prácticas de vendedores ambulantes en el ferrocarril subrayando cómo estas dinámicas de organización colectiva cobran forma en prácticas, situaciones, vínculos y espacios variados, enlazados por y a través “del fierro”, categoría utilizada para hacer referencia al tren (Fernández Álvarez, 2019). Dando continuidad a esta reflexión, en las páginas que siguen pondremos de relieve los modos en que las disputas por las formas de apropiación del espacio público y por las condiciones de vida en los barrios populares se entrelazan en dinámicas de organización gremial que desarrollan las y los trabajadores de la economía popular dando lugar a una pugna por producir territorios urbanos que sean sostén de bienestar(es) colectivos.

Nuestras investigaciones recuperan una perspectiva etnográfica desde la cual el trabajo analítico se articula con procesos de interacción y experiencias subjetivas compartidas a partir de la inmersión prolongada en el trabajo de campo (Achilli, 2005; Rockwell, 2009)3. Desde un enfoque colaborativo, nuestra mirada pone el acento en la potencialidad de la observación participante o más precisamente la participación observante, como forma de producir conocimiento a partir de la vida compartida con otros y del “involucramiento directo, práctico y sensual con los entornos que nos rodean” (Ingold, 2017: 149). Siguiendo a Ingold (2017) se trata de una forma de investigar que no consiste únicamente en leer y describir lo que registramos a través de la observación, implica fundamentalmente una apertura hacia el mundo que es posible gracias a acoplar nuestra percepción y acción con los movimientos de los otros. Como un flujo en tiempo real, esta apertura permite capturar el modo en que los seres humanos están perpetuamente haciéndose a sí mismos y viviendo vidas que se tejen las unas a las otras.

Valiéndonos de estos aportes brindados por la perspectiva etnográfica para construir una mirada fluida y procesual de la vida social, a continuación, pondremos en común resultados alcanzados a partir de experiencias de trabajo de campo situadas en contextos diferentes, pero conectados por la circulación de las mismas personas y por un mismo proceso de construcción político gremial. El diálogo entre los hallazgos etnográficos alcanzados a partir de tres investigaciones inscriptas en un mismo proyecto de investigación colectiva nos permitirá capturar los movimientos y acciones de las personas en relación a múltiples espacios, evidenciando los modos en que distintas espacialidades- el tren, el barrio, las casas- se conectan en la producción de procesos de organización político gremiales de trabajadores y trabajadoras de la economía popular. Abordaremos así tres ejes de análisis específicos en torno a los vínculos entre las formas de ganarse la vida desarrolladas desde las economías populares y la disputa y producción de los espacios urbanos. En primer lugar, exploramos los modos en que la generación de formas de trabajo en el espacio público supone un proceso de disputa por las formas social y políticamente habilidas de ganarse la vida en las ciudades que se sostiene y habilita la creación de dispositivos de bienestar que producen el espacio urbano. En segundo lugar, indagamos en los vínculos entre la generación de formas de organización gremial y comunitaria y la organización de los espacios que componen a las casas, reconstruyendo el lugar central que éstas ocupan para producir prácticas políticas colectivas y los modos en que la producción de mejoras en las condiciones de vida se asocia a la posibilidad de reformar los espacios materiales de las viviendas. Por último, analizamos los modos en que la producción de cuidados comunitarios desde las casas es posible gracias a formas de movilidad que se articulan con los desplazamientos diarios de las y los vendedores ambulantes, las temporalidades del tren y la circulación de objetos necesarios para la puesta en marcha de merenderos y comedores.

2. Disputar el espacio público, producir territorio urbano

Cerca de las 6 de la mañana, Gabriela termina de acomodar los últimos paquetes de caramelos que armó prolijamente la noche anterior mientras prepara la comida para el mediodía de su hijo menor. Entre paquete y paquete se toma un mate esperando a su vecina que desde hace algunos meses cuida del pequeño mientras ella vende golosinas en el Tren San Martín, la línea férrea que conecta la zona céntrica de la Ciudad de Buenos Aires con el noroeste del conurbano bonaerense donde vive junto con sus dos hijos. Aprendió a vender de la mano de su papá que trabaja en la misma línea desde que era chico, y aunque le hubiera gustado ser locutora, valora su actividad porque le permite generar un ingreso con el que mantenerse y mantener a los suyos sin tener que rendirle cuentas a nadie y manejar sus horarios.

En el camino hacia la estación de tren, revisa los mensajes no leídos del grupo de Whatsapp de la Cooperativa Vendedores Unidos del Tren San Martín que integra desde que comenzó a vender en el tren. Constituida formalmente en 2014, en un contexto de persecución y represión creciente sobre la venta ambulante, la cooperativa se creó para mejorar las condiciones de vida de quienes realizan una actividad marcada por experiencias de precariedad vinculadas a las condiciones de trabajo en el espacio público, no solo relativas a situaciones de violencia sistemática sino también a la falta de protecciones sociales y derechos laborales, las condiciones de salud, habitacionales, etc. Algunos años después, la cooperativa fue una de las organizaciones impulsoras de la Rama de Trabajadores y Trabajadores en el Espacio Público del Movimiento Evita-UTEP. Gabriela se detiene en los videos enviados la noche anterior, en los que reconoce a varios vendedores que conoció en una movilización hace apenas unos días. Aunque son poco nítidas, las imágenes alcanzan para identificar el momento en que un policía procede a decomisar la mercadería de sus compañeros en pleno centro de Ramos Mejia, Partido de la Matanza. El audio que acompaña las imágenes relata los acontecimientos posteriores: durante varias horas los delegados intentaron, sin éxito, que la policía y la guardia de control urbano del municipio les permitiera seguir trabajando. Según el relato, en las semanas previas se venían produciendo situaciones similares que se multiplicaron cuando comenzaron a organizarse para hacer frente a los intentos de desalojo de los puestos ubicados en la intersección de Avenida de Mayo y Belgrano. Allí se comercializan productos tan variados como medias, indumentaria, juguetes, accesorios para el cabello, etc. -que se adquieren en tiendas mayoristas- así como juegos didácticos en madera de fibro fácil, como rompecabezas, abecedario, etc. que producen directamente algunas vendedoras. Gabriela recordó inmediatamente los hechos de la semana previa en San Miguel, una de las estaciones donde suele detenerse a descansar junto a sus compañeros del tren. Frente a un procedimiento similar, en pos de evitar el decomiso de sus productos un compañero había salido corriendo, dejando en el camino la mercadería en una casa del barrio luego de entregar su DNI al agente que lo había solicitado. Poder recuperar su documento luego de varias horas había sido posible gracias a la intervención del Centro de Acceso a la Justicia que habían contactado dirigentes de la Rama. Si en el dia a dia en el tren sus condiciones de trabajo son otras, Gabriela sabe bien que esa realidad es producto de una dinámica de organización que la precede y de la que su papá fue parte, en respuesta a situaciones sistemáticas de decomiso, persecución y hostigamiento que dieron lugar a la formación de su Cooperativa hace ya casi 10 años. Pero también sabe que esa realidad puede cambiar en un contexto donde la venta en el espacio público ha venido siendo objeto creciente de acciones expulsivas y represivas como parte de una “política de ordenamiento” basada en imaginarios urbanos de “limpieza” que legitima formas de criminalización de esta actividad (Pita, 2017; Pacecca, Canelo y Belcic, 2017) y se vincula con un acelerado proceso de privatización del espacio público tendiente a favorecer dinámicas de acumulación del capital. Este proceso de organización implica así una disputa por las formas de ganarse la vida en el espacio público que subraya el derecho a participar de la renta que la ciudad genera, iluminando las relaciones de apropiación-expropiación, de producción de desigualdades y asimetrías; y poniendo en cuestión una antigua discusión sobre aquello que llamamos “(in)formal” o “(i)legal” (Fernández Álvarez, 2018). “La venta ambulante no es delito”, consigna elegida para la bandera bajo la cual la Rama se moviliza, sintetiza la pelea por defender una forma de vida amenazada que implica una disputa por los modos social y políticamente habilitado de ganarse la vida en las ciudades (Fernández Álvarez, 2023).

Media hora después se sube al primer vagón y se dedica a promocionar sus caramelos depositando a modo de muestra entre asiento y asiento algunos de los paquetes que lleva en su caja. A lo lejos identifica a Javier, presidente de la cooperativa, quien como ella dedica unas horas de su semana a trabajar en la distribuidora popular inaugurada a comienzos de 2023 a una cuadra de la estación José C. Paz. El equipamiento y los insumos para inaugurar la distribuidora fueron adquiridos con un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social en el marco de la Coordinación Nacional de Trabajadores y Trabajadoras en Espacio Público que con la llegada del Frente de Todos a la presidencia quedó a cargo de dirigentes de Rama. La distribuidora materializa un proyecto anhelado durante muchos años por quienes integran la cooperativa con el que no solo buscan mejorar los ingresos evitando intermediarios sino también multiplicar la comercialización de productos de empresas recuperadas, cooperativas y emprendimientos populares que llevan adelante vecinos de la zona. Aunque saben que no es tarea sencilla, a futuro esperan poder escalar la comercialización de sus propios productos que de manera artesanal elaboran familiares en las casas. Cuando se cruzan entre vagón y vagón, Javier le cuenta que ya consiguieron donde realizar la “jornada solidaria” que está organizando el espacio de juventud destinada a juntar fondos para el día de la niñez. Además del campeonato de fútbol tienen pensado hacer un bufet, un bingo y sorteos, tal como lo hicieron el año anterior. Gabriela identifica fácilmente la ubicación de la canchita: se encuentra a pocas cuadras de la última casa que refaccionaron en conjunto sus compañeros de la cooperativa. Mientras se despide de Javier para retomar su labor, recuerda que hace dos años para el festejo de ese día un grupo de familiares, todas ellas mujeres, confeccionaron juguetes que entregaron a los más chicos junto a lo obtenido a través de donaciones de negocios de los barrios y aportes de la UTEP. La idea había surgido una tarde mientras preparaban la comida en el merendero que dos veces por semana alimentaba a varias familias del barrio en la casa de una de ellas.

La dinámica de organización que llevan adelante las y los vendedores por el reconocimiento de su actividad como un trabajo y el mejoramiento de sus condiciones de vida, trasciende así una acción directa en respuesta a la criminalización para hacer frente a la acción policial y las formas expulsivas de la administración estatal, sino que pone en marcha la producción de todo un conjunto de bienestares que la hacen posible. No sólo porque resistir decomisos, desalojos, detenciones requiere el desarrollo de una serie de prácticas de protección y cuidado -que permiten por ejemplo recuperar un DNI-. Sino porque el proceso de reconocimiento de la venta ambulante como un trabajo integra todo un conjunto de arreglos e iniciativas destinados a mejorar las condiciones de vida de quienes la componen, como la realización de jornadas solidarias, merenderos o más recientemente la creación de una distribuidora. La producción de este conjunto de dispositivos de bienestar implica así un proceso de (des)localización del tren al territorio que pone en movimiento relaciones, personas, recursos, objetivos al tiempo que los produce. En ese desplazamiento, la distribuidora constituye un espacio en devenir (Corzin Jimenez, 2003) que materializa anhelos históricos y proyectos a futuro anudados a la venta ambulante como condición de vida produciendo a la vez el espacio urbano. Un proceso que tensiona separaciones entre espacio público y espacio privado en la medida en que tiene lugar y se produce también desde las casas.

3. Refaccionar las casas, producir organización colectiva

Silvia y Javier se conocieron vendiendo en el tren, oficio al que ambos se dedican desde temprana edad. Sus hijos mayores comenzaron también a trabajar en la venta ambulante a medida que fueron egresando del colegio secundario y su casa constituyó un espacio central en el proceso que dio lugar a la conformación de la Cooperativa Vendedores Unidos del Tren San Martín y de la Rama de Trabajadores del Espacio Público. Espacios de formación, reuniones de las distintas comisiones y asambleas transcurrieron durante años en su sala de estar, hasta que pudieron acceder a un “local” propio cercano a una de las estaciones de trenes. En la vivienda familiar, pueden verse a menudo cajas de golosinas semi vacías con lo que sobró de la venta del día y en el jardín trasero, entre la ropa que se seca al sol, sobresalen chalecos de la Rama y remeras del Movimiento Evita y la UTEP en distintos talles. En ocasiones, especialmente en fechas cercanas a alguna movilización, banderas de la organización enrolladas escoltan la entrada. En la casa funcionaron una huerta comunitaria, un merendero y un obrador que fueron parte del trabajo de una cooperativa creada a partir del Programa Argentina Trabaja, en la que ambos participaron junto a otros vendedores.

Como parte de su militancia y del proyecto de trabajo generado desde dicha cooperativa, Silvia y Javier han venido impulsando jornadas solidarias de refacción de viviendas, trabajo al que suelen definir como “refacciones sociales”, enfatizando en que sus destinatarios son habitantes de los barrios populares, quienes tienen necesidad de “mejorar sus casas” a partir de obras tales como el revocado de las paredes, el reemplazo de casillas por edificaciones de material, entre otras; pero que no estarían en condiciones de pagar por la mano de obra. De hecho, la propia casa de Silvia y Javier fue reformada gracias a este trabajo colectivo, que le permitió a la familia edificar un segundo piso con habitaciones para cada uno de sus cuatro hijos, reubicar la cocina y ampliar la sala. Estas modificaciones, realizadas en un periodo de dos años entre 2017 y 2019, hicieron posible, por un lado, que sus hijos, ya adolescentes, tuvieran mayor comodidad para estudiar en un lugar tranquilo y separado de la sala, en donde habitualmente se desarrollaban reuniones, asambleas, espacios de formación política. Por otro lado, este ciclo de reformas contempló la instalación de la red de agua corriente en la vivienda.

“De todo esto que ven acá, antes había solo una casilla de chapa”, solía decir Silvia en reuniones y asambleas cuando buscaba incentivar a sus compañeros a que inicien procesos similares en sus casas. Ilustrando con su propia experiencia, ella reivindicaba que era posible mejorar las vidas a partir de la participación en procesos de organización colectiva. Con casi cuarenta años, era la primera vez que habitaba una casa con instalación de agua corriente y proyectaba contagiar a sus compañeros y compañeras para que inicien obras semejantes. De un modo similar a aquello que ha sido señalado por Cavalcan (2009).en su análisis de procesos de autoconstrucción desarrollados por sectores populares en Brasil, los cambios materiales en las viviendas organizaban los modos de narrar el pasado y reconstruir memorias. Para Silvia, rememorar los modos en que se había transformado la fisionomía de su casa y su barrio, le permitía hacer un recuento de los distintos horizontes y resultados alcanzados por los procesos de organización colectiva de los que ella participaba. “Este asfalto lo conseguimos gracias a la lucha de los vecinos”, me dijo la primera vez que visité su casa, luego de repasar en qué casas, salas de primeros auxilios, escuelas o espacios verdes habían trabajado junto a su cooperativa. Enumeró en detalle aquellos procesos de demanda que habían impulsado para pedirle al gobierno municipal que hiciera efectiva la pavimentación de la calle.

En torno a la casa de Silvia y de Javier se desarrollaban así una serie de proyectos comunitarios- merenderos, huertas, obradores, tareas de construcción y refacción de viviendas- y reuniones político gremiales-, asambleas, espacios de formación- que resultaban centrales para la producción de formas de ganarse la vida en la economía popular. El funcionamiento de merenderos, centros comunitarios y obradores ocupando y transformando las casas apareció como un fenómeno recurrente asociado a estas formas de organización desarrolladas desde la economía popular. Patios delanteros que se techaban para hacer lugar a merenderos, terrenos desocupados acondicionados para albergar centros comunitarios y galpones de chapa ocupando los fondos de las casas para almacenar herramientas o disponer de espacios de trabajo. Estos procesos evidencian los modos en que las casas cobran relevancia como ámbitos que no quedan reducidos al mantenimiento y reproducción de la vida familiar y permiten capturar vínculos entre la provisión de cuidados comunitarios y la transformación de las espacialidades (Pacífico, 2023).

La transformación material de las casas y los múltiples usos asociados a las viviendas pueden ser interpretadas como parte de aquello que algunos autores han denominado “ocupación densa” del espacio urbano, subrayando los múltiples procesos de subdivisión y ampliación que tienen lugar en las viviendas para hacer frente a distintos usos (Urban Popular Economy Collective et al., 2022). Los autores señalan que, en contraste con el endurecimiento de límites y creciente homogeneización y formalización asociada a los procesos de renovación urbana, desde las economías populares se llevan adelante prácticas de transformación de los territorios que difuminan los límites entre las distintas espacialidades en las ciudades.

Esta transformación de los espacios que acompaña el desarrollo de distintas formas de organización colectiva generadas desde la economía popular no siempre implica procesos de construcción lineales, con un inicio y un fin y objetivos claramente delimitados. Al contrario, a menudo la circulación de las personas y sus necesidades constituye el motor que va impulsando transformaciones en los espacios materiales. Al mismo tiempo, las condiciones y posibilidades de dichos espacios resultan un elemento central en la definición de aquellas iniciativas que son posibles de pensar y proyectar. Frecuentemente, los patios y jardines de las viviendas son en primera instancia el escenario de distintas formas de asistencia alimentaria como merenderos y comedores, para luego dar lugar a planificar transformaciones en estos espacios, muchas veces orientadas a disponer de salones techados evitando el frío y la lluvia. Una vez que estos nuevos ambientes están construidos, su existencia promueve la puesta en marcha de otras iniciativas, como el desarrollo de propuestas educativas o recreativas. Una dinámica similar puede ser observada en relación a espacios de uso común ubicados en los barrios populares. Durante varios años, la cooperativa a la que pertenecen Silvia y Javier se dedicó a hacer el mantenimiento y refacción de una placita ubicada a pocas cuadras de su casa. En el camino, dicho espacio fue albergando actividades recreativas y de fomento del deporte orientadas a los jóvenes que habitaban las inmediaciones, muchos de los cuales asistían al merendero que tenía lugar en su casa. Allí se organizaron festivales del día del niño y se convocaron a reuniones para organizar demandas en relación a las condiciones de infraestructura del barrio. Mejorar y mantener dicho espacio verde, era tanto uno de los objetivos a los que se abocaba la cooperativa con su trabajo, como un medio que permitía llevar adelante nuevas acciones.

Tal como lo han señalado una serie de estudios en relación a las movilidades y espacialidades asociadas a los cuidados, estas tareas implican cotidianamente una serie de prácticas que se desarrollan en relación a los espacios e infraestructuras en las que tienen lugar (Soto Villagran, 2022; Jirón Martínez et al., 2022). En nuestro caso de análisis, observamos cómo la producción de cuidados comunitarios desde la economía popular y la transformación de los espacios urbanos constituyen procesos que se retroalimentan, revelando claramente las conexiones entre estas formas de organización colectiva y la pugna por intervenir sobre los territorios urbanos, en el marco de una disputa más amplia en torno al modo en que se mejoran las vidas.

El uso de los espacios se va renovando en función de los horizontes de organización colectiva producidos desde la economía popular, delineando un proceso de transformación de los territorios que se encuentra en constante movimiento, en el cual las casas tienen un lugar central, pero cuyos efectos trascienden las fronteras de los hogares. Así, generar espacios de cuidado comunitario va mucho más allá de la producción de arquitecturas físicas, para constituir un proceso que es posible gracias a una serie de circulaciones que, como profundizaremos en el siguiente apartado, se encuentran en relación con los desplazamientos y temporalidades de la venta ambulante.

4. Desplazarse entre el barrio y el tren, producir cuidados comunitarios

“Hoy es jueves, así que les toca a Juan y Horacio. Ahora están terminando de hacer sus pasadas en el tren y después se vienen desde la cabecera hasta acá. Más o menos 16.15 ya se empieza con los preparativos de la comida”, había dicho Eduardo, referente y vendedor del tren Belgrano Sur y dueño de la casa donde funcionaba el merendero “Los niños”, mientras señalaba una planilla con días y horarios. Era primero de agosto y estábamos sentados alrededor de una mesa, cerca de un radiador, en un pequeño espacio que supo ser la cocina de la casa de Eduardo y el corazón del merendero, mientras esperábamos a que lleguen los vendedores que tenían que cubrir el turno de ese día. Para llegar al merendero, había que caminar desde la estación cabecera del tren Belgrano Sur, unas 6 cuadras por calle de tierra bordeando las vías. Ese trayecto lo hacían todos los días diferentes vendedores y vendedoras que no necesariamente eran del barrio, pero que compartían sus días vendiendo en el mismo tren, organizados dentro de la Rama de trabajadores en Espacios públicos de la UTEP- Evita.

El merendero funcionaba a partir de una asignación de turnos específicos, teniendo en cuenta los horarios de circulación del tren y la posibilidad de que aquellos y aquellas vendedoras que no son del barrio tengan transporte para volver a sus casas. El concepto de movilidad de cuidado acuñado por Sánchez de Madariaga (2009) cobró relevancia como forma de visibilizar los desplazamientos diarios que implican el trabajo y las relaciones de cuidado destacando la operatoria de estas experiencias de movilidad en la vida de las personas articulando su ciclo de vida y actividad laboral (Sánchez de Madariaga, 2013; Sanchez Madariaga y Zucchini, 2019). Poner el foco en los tiempos de viaje y la disponibilidad de transporte permitió aportar al estudio sobre la organización social de los cuidados en las ciudades, considerando las restricciones espacio temporales que enfrentan las personas en su acceso a los servicios de infraestructura (Hernandez y Rosel, 2015; Pautassi, 2017; D`argemir, 2017, Soto Villagran, 2022). Así, se ha planteado que resulta relevante ir más allá de un enfoque espacial, para proponer una perspectiva espacio temporal (Hernandez y Rosel, 2015), que considere la forma en que los cuidados circulan por medio de personas que coordinan, se desplazan y ejercen los cuidados en relación a espacialidades y a partir de múltiples redes (Jirón Martínez et al., 2022). Atender a la movilidad del cuidado en los términos propuestos por estos estudios permite advertir la centralidad que cobran en la dinámica y el sostenimiento de este espacio comunitario, los desplazamientos que realizan los y las vendedoras ambulantes. Esta perspectiva permite evidenciar el modo en que esta dinámica se organiza a partir de los horarios en que funciona el tren articulando los tiempos dedicados a la venta en el ferrocarril con aquellos destinados a brindar asistencia alimentaria, así como los desplazamientos para volver a sus casas en tanto muchos y muchas de ellas de ellas residen en otros barrios.

Entre mate y mate Eduardo explicaba cómo durante la pandemia, se profundizaron las necesidades dentro del barrio y cómo tanto él como Melany, su esposa, habían observado que muchos de los y las niñas no estaban bien alimentados, intuyendo que la suspensión de las clases presenciales y el acceso a las viandas que allí entregaban tenían que ver con esa situación. En base a este diagnóstico, junto a los y las vendedoras ambulantes del tren impulsaron la creación del merendero. En su relato, Eduardo mencionaba que gracias a las políticas sociales como el Potenciar Trabajo, por un lado, y al compromiso y responsabilidad de los y las vendedoras del tren, por otro lado, el merendero se pudo llevar a cabo. Asimismo, destacaba el aporte de bolsones de comida no perecedera a los que accedían a través del Movimiento Evita. Por su parte, cada vendedor y vendedora que trabajaba en el merendero hacía un aporte mensual para la compra de alimentos frescos como verduras y carnes. De esta manera no solo se garantizaba un plato de comida para los y las niñas del barrio, sino que se aseguraba su valor nutricional.

Mientras Eduardo respondía una llamada, Melany, explicó más detalladamente la dinámica que fue tomando el merendero y nos llevó a una pequeña pieza de madera a medio terminar en la parte de atrás de la casa. Comentaba que en un primer momento iba a ser ese el espacio donde los y las niñas se quedaran y comieran, pero como no habían podido finalizar la construcción, entonces decidieron cambiar la modalidad y empezaron a entregar viandas. “Hasta lograr que todo el circuito de entrega de viandas funcione, costó, fue un trabajo de hormiga”, aclaró Melany. Su relato y en particular la expresión “trabajo de hormiga” da cuenta de todo un trabajo que es anterior al momento de cocinar y de distribuir las viandas. Entre las acciones que posibilitaron la instancia de entrega de alimentos, se encontraban los recorridos que hizo por cada casa del barrio, registrando las familias con menores a cargo; la creación de un grupo de WhatsApp para estar en contacto con todos y todas las vecinas y el aviso 15 minutos antes de que esté la comida para coordinar la entrega de las viandas. Recuperando el enfoque espacio-temporal que aportan la perspectiva de las movilidades, la gestión del merendero implica coordinar distintas temporalidades: tanto organizar los turnos de trabajo en relación con los horarios del tren, como todas las tareas de logística que garantizan que los y las niñas lleguen a tiempo a retirar la comida.

Pasadas las 16.30 entraban por la puerta del merendero Horacio y Juan disculpándose por el retraso, ambos estaban en el mismo tren que se había demorado en una de las estaciones. Mientras se ponían el delantal y buscaban los utensilios de cocina, comentaban que el sistema de turnos implementado funcionaba muy bien, ya que al vivir en otro barrio lejos del merendero, el hecho de no tener que ir todos los días era una gran solución para poder organizarse con el resto de las actividades cotidianas. En relación con lo expresado por Juan, y siguiendo a Jirón Martínez (2017) el enfoque de movilidad ayuda a comprender tanto el movimiento como las experiencias y los significados que emergen de ese desplazamiento. El tren tiene un rol central en la experiencia de este espacio comunitario, sus horarios marcan el fin de la jornada de venta ambulante y el inicio del trabajo en el merendero, de él dependen las llegadas tardes y los regresos a sus casas. Sus desplazamientos y horarios implican experiencias de movilidad que trascienden las fronteras y alcances del barrio donde se encuentra el merendero.

Mientras Juan agarraba una gran olla cuadrada y comenzaba a picar cebolla para preparar un tuco, mencionaba que, para él, el estar ahí, y contribuir a que niños y niñas se lleven tuppers con comida a sus casas, era más que un trabajo, con eso garantizaba que por lo menos en esos hogares todos sus integrantes tuvieran un plato de comida. A través de las diversas conversaciones que se fueron dando en esa pequeña y acogedora cocina, se podía ir sintiendo el olor del tuco recién preparado, que generaba un clima de calidez y familiaridad. Allí, la presencia de ciertos objetos como ollas, tuppers y utensilios de cocina, iban anticipando la transformación del espacio y habilitando la producción de trabajo comunitario. Un conjunto de estudios ha indagado sobre las diferentes materialidades del cuidado (Conradson 2003; Power y Williamson, 2019; Solar-Ortega, 2020), dando cuenta cómo los objetos, cuerpos, edificios o materiales se ven implicados y posibilitan experiencias de cuidado. En esta línea, siguiendo el concepto de espacialización de los cuidados (Jirón Martínez et al., 2022) los espacios son producidos a partir de los cuerpos que los habitan y las relaciones que se generan entre estos y diferentes materialidades. Al analizar la experiencia del merendero a la luz de este concepto, podemos observar que tanto el desplazamiento de los y las trabajadoras del tren, como la circulación de los objetos y la disposición del espacio físico posibilitan que la casa de Eduardo y Melany se transforme en un merendero. De un modo similar a lo analizado en el apartado anterior, las casas de los referentes sociales se convierten en un elemento central en la producción de cuidados comunitarios, dando lugar a procesos de transformación de las espacialidades a partir de la circulación de personas y objetos.

A las 18.00 hs, ya con el sol ocultándose, Melany avisó que la comida ya estaba lista a través del grupo de WhatsApp. Un par de minutos después fueron llegando en grupitos varios niños y niñas con tuppers vacíos. Al ingresar a la cocina, tanto Eduardo como los otros vendedores les hacían chistes, les preguntaban cómo estaban, si habían hecho la tarea o si sus hermanos y padres se encontraban bien. Los y las niñas los saludaban con afecto y mientras esperaban su turno, la cocina se iba transformando en un punto de encuentro para intercambiar anécdotas y chistes. A medida que se iban retirando con los tuppers llenos, el espacio iba quedando cada vez más vacío hasta finalmente quedar sin niños ni niñas. Una vez que entregaban todas las viandas, los dos vendedores que habían cocinado, lavaron todo y dejaron el lugar listo para que Melany pudiera entrar y preparar la cena para su familia. Así rápidamente el espacio central del merendero se transformaba nuevamente en la cocina de la casa de Eduardo y Melany. Mientras la familia se acomodaba alrededor de la mesa para cenar, Juan y Horacio recogían sus pertenencias y emprendían su camino hacia el tren, donde harían su última pasada del día vendiendo, antes de llegar a sus respectivas casas. El modo en que se daba fin a la jornada del merendero evidencia nuevamente la articulación entre las dinámicas del transporte y de la producción del espacio comunitario.

Llevar adelante un merendero en el barrio implicaba mucho más que entregar comida. Hace parte de una serie de cuidados colectivos fundamentales para el sostenimiento de la vida en los barrios y supone, entre otras cuestiones, tener un conocimiento previo de las necesidades de quienes allí viven; contar con los recursos y contactos para poder sostener ese trabajo a lo largo del tiempo y sobre todo con el apoyo y compromiso de los y las vendedoras del tren que, pese a no vivir en ese barrio, asumen la responsabilidad de acercarse a trabajar en el merendero, antes de dar por finalizada su jornada laboral. En particular, esta escena etnográfica permite observar cómo la producción de cuidados comunitarios implicó múltiples movilidades, entre ellas, el desplazamiento de los y las vendedoras ambulantes, el cual se debió articular con sus jornadas de venta arriba del tren; el desplazamiento de los y las niñas del barrio, a partir de un mensaje de WhatsApp enviado por Melany; como también la circulación de objetos, entre ellos ollas, tuppers y utensilios. Todos estos movimientos tanto de personas como de objetos moldearon la forma de habitar la casa de Eduardo y de Melany de una manera específica que dio como resultado la experiencia del merendero.

5. Reflexiones finales

Las tres reconstrucciones etnográficas que recuperamos en estas páginas evidencian un proceso de disputa por los modos de vida social y políticamente habilitados para los sectores populares en las ciudades que supone una lucha por mejorar las condiciones habitacionales y de infraestructura barrial, por el acceso a cuidados comunitarios, la distribución de la renta generada en torno al espacio público y la producción de dispositivos de bienestar que permitan mejorar las condiciones de ingreso y de vida. Nuestros hallazgos etnográficos revelan que las formas de organización colectiva generadas desde la economía popular combinan demandas “sectoriales” con cuestiones referidas a la reproducción de la vida en sentido amplio, interpelando el uso de los espacios urbanos de un modo que no queda reducido a lucha por urbanización o por mejorar la infraestructura de un barrio específico. Colocar nuestra mirada en las formas de ganarse o producir la vida, en los términos propuestos por Narotzky y Besnier (2014) hace posible capturar los modos en que las espacialidades urbanas intervienen sobre las formas en que las personas producen y reproducen la vida, dando lugar a procesos de construcción político-gremial en los que la demanda por derechos laborales se conecta con la lucha por producir territorios urbanos, de modo tal que la producción de vidas dignas es asimismo una disputa por la producción de territorios. Ganarse la vida en el espacio público requiere así producir las condiciones de posibilidad para seguir siendo vendedores ambulantes: construir formas de protección social frente a la amenaza del desalojo pero también todo un conjunto de acciones y estrategias colectivas para sostener la vida en las que se imbrican y yuxtaponen prácticas y relaciones mercantiles y no mercantiles (una distribuidora popular, una jornada solidaria, la refacción social de viviendas, un merendero y podríamos seguir enumerando).

Al construir sus reivindicaciones y formas de construcción político gremial en torno a sus diferentes ramas de actividad, las dinámicas de organización colectiva desarrolladas desde la economía popular suelen reunir personas que habitan distintos barrios populares. Así, quienes integran la Rama de Trabajadores y Trabajadoras de los Espacios Públicos no pertenecen a un mismo barrio, pero sus vidas se encuentran atravesadas por problemáticas comunes que derivan de las condiciones de vida en los barrios populares, tales como la precariedad habitacional, la insuficiencia en el acceso a servicios públicos, problemáticas de salud, necesidades alimentarias. La puesta en marcha de merenderos y otras formas de cuidado comunitario pone en evidencia una dinámica que trasciende una idea de barrio como unidad geográficamente limitada, yendo más allá de límites barriales o fronteras entre distritos y cobra forma en la circulación de personas y recursos. Estas formas móviles que adopta la producción de las espacialidades urbanas desde la economía popular no se construyen de manera escindida de aquellas formas de gobierno dirigidas a estos sectores de la población; encontrándose modeladas por diversas modalidades de regulación estatal que incluyen procesos de persecución y criminalización de la venta en espacio público, la distribución de recursos básicos para la subsistencia a partir de políticas de asistencia alimentaria y el desarrollo de tareas de contraprestación en el sector comunitario y de refacción de viviendas en el marco de políticas de transferencia de ingresos. Nuestras investigaciones evidencian el modo en que la producción de intervenciones estatales a partir de vínculos entre Estado y organizaciones deja su rastro en los modos en que se produce la espacialidad urbana.

Los aportes de la geografía feminista y el paradigma de la movilidad han llamado la atención acerca de la relevancia de incorporar la temática del cuidado en las miradas sobre la producción de los espacios urbanos, mapeando las formas diferenciales en que las ciudades son habitadas en relación al involucramiento en redes de interdependencia, y articuladamente, iluminando cómo el trabajo de cuidado se pone en juego bajo diferentes condiciones urbanas (Soto Villagran, 2022; Jirón Martínez et al., 2022). Las situaciones y escenas etnográficas que reconstruimos en este artículo iluminan tanto procesos en los que se transforman y construyen edificaciones materiales (levantando paredes, mejorando instalaciones de agua, etc), como otros procesos en los que el trabajo sobre el espacio se produce a partir de la circulación de personas, objetos, recursos y de la articulación de vínculos entre diferentes actores y lugares. La producción de formas de ganarse la vida en el espacio público es posible gracias a una serie de desplazamientos con finalidades diversas (vender en el tren, participar de un merendero, juntar dinero para una colecta solidaria) que dan lugar a una forma de producir espacialidades en las que la reproducción de la vida familiar se yuxtapone con las formas de organización político-gremial, con la generación de arreglos mercantiles y vínculos con el Estado. Son las prácticas de movilidad de las personas que circulan a través de dichos espacios las que permiten que el tren devenga lugar de trabajo y organización o que las casas se conviertan en merenderos y centros socio comunitarios, disputando y produciendo formas dignas de ganarse la vida en las ciudades.

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Notas

1Proyecto PICT “Política colectiva, (re)producción de la vida y experiencia cotidiana: un estudio antropológico sobre procesos de organización de trabajadores y trabajadoras de sectores populares en Buenos Aires, Córdoba y Rosario” Código PICT-2018-03095. Programación 2019-2022. Bajo la dirección de María Inés Fernández Álvarez.

2Como lo hemos señalado en trabajos previos (Fernández Álvarez, 2018; Fernández Álvarez y Pacífico, 2022) economía popular es un término polisémico que hace referencia, a la vez, a un sector-laboral y a una categoría de representación política. En tanto forma de ganarse la vida, remite a un heterogéneo conjunto de la clase trabajadora que desarrolla sus actividades por fuera de las relaciones salariales tan intrínseco al capitalismo como lo es el trabajo asalariado. En este primer sentido, la noción de economía popular cobra relevancia en América Latina en la década del ochenta en discusión con la idea de informalidad. Al calor del proceso de ajuste estructural implementado en la región un conjunto de académicos entre los que se destacan Luis Razeto, (1983) José Luis Coraggio, (1992) Anibal Quijano, (1974), Orlando Nuñez (1995) vinculados a diferentes organizaciones de base hicieron de este término un concepto relativo a las modalidades de nombrar un sector socio-laboral y una forma de hacer economía. En tanto categoría de reivindicación política, en cambio, su genealogía es más reciente y encuentra en Argentina, en particular con la formación de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), un hito significativo.

3Desde un enfoque de etnografía colaborativa nuestro diseño metodológico se basa principalmente en el acompañamiento y registro de situaciones variadas de la vida cotidiana que incluyeron tanto a los espacios de trabajo como a interacciones acontecidas en los barrios, los hogares, jornadas de protesta e interacciones con agencias estatales. Nuestras visitas al campo tuvieron una frecuencia variable de entre una a tres veces semanales, durante un periodo prolongado de tiempo desde agosto de 2015 al presente para el caso de Autor 1; entre junio de 2015 y enero de 2019 en el trabajo de Autor 2 y desde marzo del 2022 hasta la actualidad para Autor 3. De manera complementaria, se realizaron entrevistas abiertas semi estructuradas a integrantes de las organizaciones, en las cuales se buscó reponer aspectos de las trayectorias y reconstruir los sentidos que las personas le daban a su participación en estos espacios colectivos.

Recibido: 04 de Agosto de 2023; Aprobado: 15 de Noviembre de 2023

mifernandezalvarez@gmail.com

flor.pacifico@gmail.com

stefanetticamila@gmail.com

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? Doctora en Antropología por la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA) y por la École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia. Investigadora independiente en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA, CONICET-UMET). Profesora Adjunta de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Correo: mifernandezalvarez@gmail.com

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** Doctora en Antropología por la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA). Becaria Posdoctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA, CONICET-UMET). Docente de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Instituto de Ciencias Sociales y Administración en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) . Coreo; flor.pacifico@gmail.com

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***Licenciada en Ciencia Política por la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA). Becaria doctoral en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA, CONICET-UMET).Correo: stefanetticamila@gmail.com

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