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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versão On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.48 Córdoba jul. 2022

 

BIBLIOGRAFICAS

Barry, C. (2021). Se hace la Evita. Las otras primeras damas peronistas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Omnívora.

Matías Rodas1

Se hace la Evita, compilado por la politóloga Carolina Barry, es una obra que permite reflexionar sobre tópicos recurrentes de las ciencias sociales como la cultura política argentina, el peronismo, la relación entre el Partido Peronista Femenino (PPF) y los peronismos femeninos provinciales, Eva Perón y el lugar político de las mujeres. Todo ello desde una nueva ventana analítica: el rol de las primeras damas de provincias y ciudades durante el peronismo clásico (1946-1955).

La frase que titula la obra, «Se hace la Evita», hace referencia a una serie de prácticas políticas de mujeres que buscan imitar distintas facetas del liderazgo de Eva Perón: «las semejanzas pueden ser reales o simbólicas, abarcan desde un claro involucramiento personal, cálido y cercano a las problemáticas sociales, su identificación simbiótica con el pueblo y el tono enfático de su voz, hasta detalles muy característicos de su peinado y vestimenta» (p. 11).

La obra comienza con una introducción a cargo de su compiladora, autora de una prolífica literatura sobre el Partido Peronista Femenino, la participación política de las mujeres y la construcción del liderazgo político de Eva Perón. Este estudio preliminar da cuenta del debate en torno al rol de las primeras damas, debate tanto a nivel teórico como de real politik, incluso en la actualidad. Ella afirma que lo atrayente de la figura de las primeras damas es que tienen un poder potencial y real: pese a que no son electas popularmente, pueden acumular importantes cuotas de poder dentro del gobierno e influir en políticas públicas, incluso contraponerse a acciones del gobierno o lograr que el mandatario desautorice a un ministro. Detentan un poder informal del que no deben dar cuenta porque no está reglado; no tienen sueldo ni presupuesto asignado para sus actividades, pero se valen de recursos humanos y materiales públicos. Barry aclara que primera dama no es solo la esposa de un hombre a la cabeza del Poder Ejecutivo nacional, provincial o municipal, sino que es extensible a todos los niveles políticos, como el ministerial, parlamentario y sindical.

La primera dama es una figura muy estudiada en Estados Unidos y existen algunos estudios sobre Latinoamérica, aunque no para el caso específico argentino. Dentro de la literatura norteamericana, Barry señala que quizás sea Betty Winfield quien más consenso generó alrededor de los posibles roles de las primeras damas, identificando cuatro variantes: la acompañante sin función independiente, la protocolar y guía de moda, la encargada de la acción social destinada a sectores vulnerables, y la que se involucra en política e influye con decisiones en el gobierno (Winfield, 1997).

A esta clasificación, la compiladora de Se hace la Evita incorpora una función adicional, la de «matrimonio gobernante» definido como un poder bifronte en el que mujeres ejercen un liderazgo a la par de la figura de poder. La autora nombra varios casos similares de la antigüedad: el emperador bizantino Justiniano y su esposa Teodora, Pericles y Aspacia de Mileto, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, Rosas y Encarnación Ezcurra. No obstante, afirma que el paradigma por excelencia es el de Juan y Eva Perón, dos líderes que se complementaron, aunque el origen y naturaleza de su poder fueran distintos, como ella misma mostró en Evita capitana (Barry, 2009). De hecho, a poco de andar la primera presidencia de Perón, abundaron los cables de embajadores extranjeros que destacaban lo novedoso de un régimen dual, al tiempo que los partidos políticos de la oposición daban cuenta de un «régimen bipresidencial». La propia Eva, en La razón de mi vida, daba cuenta de ese doble poder señalando que al dual papel de Perón como presidente de la Nación y líder popular, debía corresponder uno doble para ella también: por un lado Eva Perón, esposa del presidente cuyo trabajo es sencillo y agradable como primera dama; por otro lado, Evita, mujer del líder del pueblo, cercana a los descamisados.

En simultáneo con este nuevo rol político construido por Eva Perón, existieron otros casos de esposas de gobernadores, legisladores y funcionarios de variado rango que «cambiaron y redefinieron su papel de primeras damas, al construir espacios de poder e influencia no habituales hasta ese momento» (p. 32). De ellas, se dice «se hace la Evita» por asumir tareas equivalentes a las de la esposa del presidente de la Nación, en una interrelación entre acción social (coordinando y encabezando la ayuda social directa a los humildes de su zona de influencia) como en la acción política (opinando en la prensa en los albores de la sanción de la ley de voto femenino y/o actuando dentro de los Centros Cívicos Femeninos).

Este libro contiene ocho trabajos de siete investigadoras y un investigador, los cuales arrojan luz sobre aquellas primeras damas del peronismo de quienes las fuentes documentales (entrevistas a ellas y/o familiares, archivos públicos y privados, prensa periódica local) permitieron reconstruir su surgimiento, accionar y eclipse. Comienza con seis capítulos sobre esposas de gobernadores y finaliza con dos capítulos sobre esposas de legisladores.

El primer capítulo está a cargo de Carolina Barry y trata sobre Elena Caporale, la esposa del gobernador bonaerense Domingo Mercante. Ella instaló una oficina en el hall de entrada de la casa de gobierno, donde recibía gente y atendía los pedidos que la gobernación no alcanzaba a llenar. Desde allí salteaba burocracias y procedimientos, transformándose en una intermediaria ágil para la ayuda social directa. Pero también tuvo un rol político destacado con creación del Partido Peronista, la sanción de la ley de voto femenino y la reelección de Mercante en la provincia. Las múltiples y públicas actividades de Elena Caporale habrían incomodado a la propia Eva Perón por la relevancia que adquirieron y la centralidad en torno a su figura, por lo que «la suerte ya estaba echada» (p. 55). Además, su suerte estuvo anclada a la de su marido, quien pasó de ser el sucesor natural a la presidencia, a ser expulsado del Partido Peronista.

El segundo capítulo, a cargo de Marina Spinetta, versa sobre dos primeras damas cordobesas: Azucena Machado, esposa del primer gobernador peronista de la provincia, Argentino Auchter, y Leonor Leiva Castro, esposa del segundo gobernador, Juan San Martín. Azucena Machado tomó de inmediato a su cargo el armado de la rama femenina del peronismo cordobés, tarea que se vio interrumpida por la intervención federal a la provincia, fruto de la escalada de la lucha entre radicales renovadores y laboristas de la provincia. Ante el posterior llamado a elecciones para gobernador, la esposa del candidato peronista cumplió un rol destacado en la campaña electoral como reorganizadora del conjunto diverso de asociaciones de mujeres, formando unidades básicas femeninas sin la participación de las caudillas precedentes, acción coronada por el triunfo electoral de su marido en 1948. No obstante, el final político de Leonor Leiva Castro se produjo cuando en septiembre de 1949 se creó el PPF a nivel nacional, lo que significó un reordenamiento de las fuerzas femeninas peronistas con Eva Perón a la cabeza y sin las primeras damas provinciales.

El siguiente capítulo está escrito por Marimar Solís Carnicer, y se centra en Guillermina Pascarella, esposa del gobernador de Corrientes, Filomeno Velazco. Esta primera dama se orientó hacia la acción social de la provincia y también participó en actividades políticas, especialmente en la organización de los Centros Cívicos Femeninos. De hecho, en la prensa local ella aparecía como la directora del movimiento de mujeres peronistas de la provincia, por lo que los centros cívicos y ateneos que se formaban debían tener su autorización. No obstante, con la formación del PPF, Eva Perón nombró como delegada censista a una mujer ajena a la política correntina, y pese a que en un principio convivieron los antiguos centros cívicos que respondían a la primera dama con las nuevas unidades básicas femeninas, poco a poco las actividades de Guillermina Pascarella se fueron acotando en torno a la ayuda social. Además, el Consejo Superior del Partido Peronista no aceptó la reelección de Velazco en 1951, sino que lo nombró candidato a senador nacional. Una vez electo, se mudó junto a su esposa a Buenos Aires, donde Guillermina no tuvo más participación política.

Mariana Garzón Rogé escribe sobre Esmeralda Carbajal, esposa del segundo gobernador peronista de Mendoza, Blas Brisoli, quien asumió el cargo en 1949. Una vez establecida como primera dama, creó la Obra Social Mendoza (OSM), cuyo objetivo era realizar una acción social directa y complementaria a la del Estado: la autora propone pensar a esta primera dama como la «Evita terrenal» a la que todo el mundo podía acceder en la provincia. También encabezó la adhesión de mujeres al gobernador cuando éste se vio amenazado por la constitución de un bloque de senadores peronistas disidentes, el cual era interpretado como un intento de destitución. No obstante, a medida que la sección femenina se fue organizando en torno a la conducción de Eva Perón y que la Fundación Eva Perón (FEP) aumentó su actividad en la provincia, la presencia de la primera dama comenzó a espaciarse, hasta que en la primavera de 1950, su delicada salud la separó definitivamente de sus actividades.

En el siguiente capítulo, Carolina Barry reconstruye la historia de Hélida Basualdo, esposa del gobernador de San Juan, Ruperto Godoy. A diferencia de otras primeras damas, ella actuó en la única provincia donde la participación electoral femenina antecedía al peronismo. Primero asumió tareas de acción social (en el marco de la reconstrucción post-terremoto), mientras que su participación política se desarrolló en el marco del enrolamiento de mujeres luego de la sanción de la ley de voto femenino. El 17 de octubre de 1947 se formó el Partido Peronista Femenino de San Juan, el primero en organizarse en todo el país y presidido por ella. La apertura de Centros Cívicos Femeninos respondía a las distintas líneas internas de la provincia, aunque desde 1948 comenzaron a crecer aquellos que respondían directamente a Eva Perón, hasta el punto de fagocitar al resto de los centros y vaciar de entidad al PPF sanjuanino. Finalmente, la formación del PPF a nivel nacional cercenó el poder político de la primera dama.

El último capítulo sobre esposas de gobernadores está a cargo de María Mercedes Tenti, quien se ocupa de dos primeras damas santiagueñas, María Marqués Medrano y Haydée Polti. La primera de ellas tuvo una acción alejada de la política partidaria pero muy visible a nivel provincial por su acción social directa al frente de la Comisión Provincial de Ayuda social, la cual administraba hogares de niños y ancianos que antes estaban en la órbita de la Sociedad de Beneficencia. No obstante, al terminar el mandato de su marido en 1952, desapareció de la escena política. La siguiente primera dama continuó al frente de la acción social de la provincia pero, en un contexto marcado por el fallecimiento de Eva Perón, dicha acción fue llevada adelante más como un proyecto personal del gobernador y su esposa que como una política en línea con la nacional, hasta que en marzo de 1955 la provincia fue intervenida, posiblemente por esos intentos de autonomía, lo que significó el alejamiento de Haydée Polti de la escena pública.

José Marcilese analiza a Etelvina Bonfligio, esposa del diputado nacional Eduardo Forteza. Ella acompañó a su marido en sus primeros pasos dentro del peronismo, quien asumió como senador de la provincia de Buenos Aires en 1946 y tejió una trama de relaciones y lealtades que lo catapultaron como referente del peronismo tanto en su ciudad de Bahía Blanca como en todo el sudoeste de la provincia, convirtiéndose en diputado nacional en 1948 y 1952. En ese ascenso mucho tuvo que ver el trabajo político de Etelvina Bonfligio con mujeres y hombres bahienses; incluso, en su ausencia ella lo representaba y tomaba decisiones respecto a actos oficiales y reuniones con vecinos y afiliados. Con esa actividad se convirtió en una referente local, de manera que el matrimonio funcionó como una sociedad en la que ella atendía las necesidades y requerimientos de individuos e instituciones, y él como legislador hacía las gestiones ante las agencias estatales para conseguir los recursos y materiales necesarios. Esta dinámica se mantuvo hasta el golpe de Estado de 1955.

La obra finaliza con un capítulo de Karina Muñoz sobre Elisa Duarte, hermana de Eva Perón y esposa del senador nacional Alfredo Arrieta. Su comienzo en el mundo de la política fue cuando su esposo, militar retirado, fue nombrado comisionado de Junín en 1944. Desde el gobernó comunal, el matrimonio acompañó el proyecto político de Perón y en simultáneo construyeron el suyo propio: ella creó la «Agrupación femenina 4 de junio», desde donde emprendió tareas de acción social directa (entrega de juguetes y golosinas el día de Reyes, ayuda a familias pobres, organización de festivales a beneficio) y de política partidaria local. Cuando su marido fue electo senador nacional, ambos se mudaron a Capital Federal, y la prensa avisaba en Junín los días que ella viajaría para seguir atendiendo los pedidos locales a través de su agrupación. Finalmente, la consolidación del PPF en Junín y el fallecimiento de su marido, dejaron a Elisa Duarte sin espacio político dentro del nuevo armado político del peronismo local.

Presentadas las coordenadas fundamentales de los capítulos, se puede concluir (la obra no tiene un capítulo final de conclusiones que ponga en diálogo las distintas trayectorias) que las primeras damas estudiadas llevaron adelante una actividad política nunca antes practicada por sus antecesoras. Pero, como señala Marina Spinetta en su capítulo, hubo dos elementos que marcaron claros límites y truncaron su accionar: «por un lado, el itinerario político, más o menos afortunado, de sus esposos, al cual se entrelaza su propia trayectoria; y, por otro, el acrecentamiento de la figura de Eva Perón en el territorio de la movilización femenina, con la consiguiente concentración de poder y legitimidad en su persona» (p. 87).

Asimismo, también podría pensarse la actividad de estas primeras damas a la luz del concepto de «segundas líneas del liderazgo peronista» (Rein, 1998), ya que, pese a no ocupar cargos oficiales en la estructura de gobierno, efectivamente cumplieron el rol de intermediarias entre Perón y el pueblo, siendo partícipes del éxito del peronismo en sus ámbitos locales más que su resultado. No obstante, esta línea interpretativa no se encuentra explícitamente dentro de la obra.

Se hace la Evita es un libro recomendado tanto para el público académico como para el no-especializado. El gran aporte de la obra es que permite re-problematizar varios tópicos ampliamente estudiados (y muchas veces considerados como temas cerrados), pero desde una nueva perspectiva: las primeras damas peronistas. De esta manera, arroja luz sobre el surgimiento y devenir de esas mujeres que «a partir de su lugar de esposas construyeron un espacio propio y significativo en diferentes jerarquías de la estructura del Estado y del gobierno» (p. 40).

Notas:
1. Universidad Nacional Tres de Febrero. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Contacto: mrodas1945@gmail.com

Reseñas bibliográficas

1. Winfield, B. (1997). The first lady, political power and the media: Who elected her anyway? en P. Norris (Ed.). Women, media & politics. New York: Oxford University Press.         [ Links ]
2. Barry, C. (2009). Evita capitana. El Partido Peronista Femenino 1949-1955. Buenos Aires: Eduntref.         [ Links ]
3. Rein, R. (1998). «La segunda línea del liderazgo peronista: una revisión de la conceptualización del populismo» en R. Rein, Peronismo, populismo y política. Argentina 1943-1955. Buenos Aires: Universidad de Belgrano.         [ Links ]

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