Toda narración ficcional provoca que el lector1 se abstraiga de su entorno al ser invitado por el texto a participar de una realidad nueva. La literatura lúdica añade a este proceso un artificio pactado entre el escritor y su lector que les permite a ambos adentrarse en una esfera distinta por medio de unas determinadas reglas de juego.
Ciertamente, todo juego (literario o no) debe su definición al conjunto de instrucciones y materiales que lo conforman y que le confieren la cualidad de “repetible” para que otros jugadores puedan jugar otras partidas (Huizinga, 1987, p. 23). Estas instrucciones, que limitan y determinan la acción de los participantes, permiten incluso a quien las ha diseñado sumergirse en su propio juego. De igual manera, en el ámbito literario, el escritor lúdico se convierte en jugador de su propia creación, siendo a veces cómplice y, otras, contrincante del lector; es decir, comunicándole el conjunto de reglas antes de la lectura, o esperando que las vaya descubriendo con la asimilación del texto. Si bien es cierto que las instrucciones de algunos ejercicios lúdicos en literatura conllevan flexibilidad (pensemos en las jitanjáforas, cuya única regla es la sugerencia de mensajes a través de una lengua ficticia), otras pautas están estrictamente definidas (como, por ejemplo, la serie de instrucciones que sirve de punto de partida en los talleres del grupo OuLiPo).
Los autores lúdicos se sienten altamente atraídos por las peculiaridades y posibilidades de la lengua. La seducción lingüística los invita a jugar con sus constituyentes, reciclándolos y recombinándolos hasta sacarles los entresijos y explorar así sus limitaciones. De este modo, buscan crear una sublengua que les permita plasmar su particular visión del mundo pero que, a su vez, les sirva para modificar los parámetros lógicos de la realidad circundante. Por la misma razón, sus textos rebosan de juegos estructurales y conceptuales.
A lo largo de la historia y en las diferentes literaturas de América Latina, el ingenio se despierta a través de la palabra para hacer del texto lúdico un aparente medio de diversión que, en muchos casos, conlleva una alta dosis de humor; no obstante, su engañosa ligereza y aparente intrascendencia suelen funcionar a modo de herramientas o como coartadas que sutilmente denuncian o transforman determinada situación política, social o vital.
Son abundantes los artículos dedicados a explorar el aspecto lúdico de determinados textos o, a mayor escala, de la obra de numerosos autores; pensemos en los recientes estudios que abordan el juego en la escritura de Jorge Luis Borges (Bravo, 2021), Clara Obligado (Zovko, 2018), Max Aub (Valcárcel, 2017), Alejandro Zambra (Franken, 2020), Flavia Company (Torras, 2006), o Belén Gache (Halbert, 2016), por poner solo algunos ejemplos. Pero también varias monografías o secciones de revistas han reunido artículos de diversos investigadores centrándose en el aspecto lúdico de la obra de un mismo autor; piénsese por ejemplo en Lo lúdico y lo fantástico en la obra de Cortázar (1968) y en “Sección Fernando Iwasaki” de la revista Cauce (2016). A la inversa, algunos investigadores se han lanzado a la empresa de analizar en un solo artículo un abanico de textos lúdicos de numerosos escritores, como Francisca Noguerol Jiménez, en su estudio “Palabras prójimas: minificción y juegos con el lenguaje” (2009), y Pablo Martín Ruiz, en “El OuLiPo y América Latina. Voces del siglo XXI” (2017).
Sin embargo, hasta ahora ningún dosier de revista había ofrecido una panorámica del juego en literatura latinoamericana a través del estudio de varios investigadores de universidades diversas. Sin pretensión de cubrir este vacío, pues aquí solo se reúnen artículos que estudian la obra de trece escritores de Chile, Argentina, Cuba, Venezuela, Bolivia, México y Colombia, el presente número de Cuadernos del CILHA se propone iniciar un diálogo entre la comunidad científica interesada en la literatura lúdica. Más concretamente, adoptando diversos enfoques, los artículos se centran en la obra de Roberto Bolaño (Nieves Vázquez Recio, Universidad de Cádiz); Luisa Valenzuela (Raquel Arias Careaga, Universidad Autónoma de Madrid); Guillermo Cabrera Infante (Mercédesz Kutasy, Universidad Eötvös Loránd Budapest); Victoria de Stefano (Javier Ignacio Alarcón, Universidad de Alcalá); Gabriela Mistral, Ema Wolf y Giovanna Rivero (Beatriz Velayos Amo, Universidad Autónoma de Madrid); Mario Bellatin (Petra Báder, Universidad Eötvös Loránd Budapest); Ana María Shua (Rosa María Navarro Romero, Universidad Autónoma de Madrid); César Aira (Nicolas Licata, Université de Liège/Universidad Nacional Autónoma de México); Jaime Alejandro Rodríguez, Pablo Somonte Ruano y Milton Laüfer (Verónica Paula Gómez, IIBICRIT-CONICET). Como colofón, a este conjunto de artículos se añade una variada y deliciosa muestra de microficciones lúdicas reunidas por la escritora e investigadora Dina Grijalva (Universidad Autónoma de Sinaloa).