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Cuadernos del CILHA

versão On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.25 no.1 Mendoza abr. 2024  Epub 16-Abr-2024

http://dx.doi.org/10.48162/rev.34.083 

Dossier

Colectivos en la feria, ferias en colectivo. Un abordaje sobre asociaciones entre editoriales independientes de Argentina

Collectives at the fair, collective fairs. An approach to associations between independent publishers in Argentina

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Estudios en Comunicación, Expresión y Tecnologías. Universidad Nacional de Córdoba. Argentina. luciacoppari@gmail.com

Resumen:

Después del denominado boom de la edición independiente durante los primeros años del siglo XXI en Argentina, la profesionalización del sector sobrevino con la emergencia de necesidades compartidas para resolver de manera articulada entre colegas: la organización de stands colectivos en ferias internacionales y oficiales, la co-programación de ferias y eventos, y las modalidades asociativas de distribución y comercialización. Estos modos de asociativismo se presentan como relevantes porque, de varias maneras, multiplican y (re)crean los espacios públicos para la circulación de las publicaciones y el encuentro con los/as lectores/as. En el presente artículo registramos cómo, desde hace pocos años, el paisaje de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires ha venido mutando por la formación de varios stands colectivos, que se sostienen a partir de la alianza, ocasional o no, entre editoriales independientes. Además, analizamos el fenómeno de las ferias organizadas por y entre editoriales independientes: allí los/as editores/as atienden sus propios stands -afrontando gastos accesibles a la medida de sus economías-, participan en la programación de las actividades, y el público no paga entrada.

Palabras clave: ferias del libro; edición independiente; asociativismo; circulación

Abstract:

After the so-called independent publishing boom during the first years of the 21st century in Argentina, the professionalization of the sector came with the emergence of shared needs to solve in an articulated way among colleagues: the organization of collective stands at international and official fairs, the co-programming of fairs and events, and the associative modalities of distribution and commercialization. These modes of associativism are presented as relevant because, in various ways, they multiply and (re)create public spaces for the circulation of publications and the meeting with readers. In this article we record how, for a few years, the landscape of the Buenos Aires International Book Fair has been mutating due to the formation of various collective stands that are sustained from the alliance, occasional or not, between independent publishers. Besides, we analyze the phenomenon of fairs organized by and between independent publishers: the editors attend their own stands -affording expenses according to their economies-, they participate in the programming of the activities, and the public does not pay admission.

Keywords: book fairs; independent publishing; associativism; circulation

1. Introducción

A lo largo de la última década, en Argentina, los procesos de producción y puesta en circulación del libro por parte de editoriales pequeñas y medianas1 se vieron modificados en varios sentidos, atinentes a la extensión de los catálogos, los tirajes, las mejoras técnicas, las posibilidades de internacionalización, la formalización de las relaciones contractuales con privados y con el Estado, y la puesta en marcha de sistemas eficientes de distribución hacia el canal librero. Los datos estadísticos de escala nacional testifican el lugar que vienen ocupando estas pymes independientes: los últimos informes de la Cámara Argentina del Libro (CAL, 2022) indican que producen siete de cada diez novedades del sector editorial comercial. Con disparidades, las editoriales formadas al calor del boom2 de principios de siglo vienen impulsando desarrollos profesionales adecuados a sus trayectorias y proyecciones, pero atravesados por las transformaciones neoliberales en los modos de vida y trabajo -con particular incidencia para el caso de los/as productores/as culturales-, que empujan hacia la autogestión y la responsabilidad de sí a instancias de una creciente precarización (Lorey, 2008): múltiples tareas con escasa disponibilidad de tiempo y recursos.

A propósito de la inestabilidad y la atomización relativas a estas condiciones de producción, indagamos sobre las posibilidades abiertas por el asociativismo entre editoriales y la colaboración mutua a través de prácticas dirigidas hacia objetivos comunes, desarrollando habilidades y adaptando procedimientos a la competencia en el marco de un mercado fluctuante, con nuevas demandas. En concreto, examinamos cómo la profesionalización de la actividad editorial sobrevino con la emergencia de necesidades compartidas para resolver de manera articulada entre colegas: la organización de stands colectivos en ferias internacionales y oficiales, la co-programación de ferias y eventos, y las modalidades asociativas de distribución y comercialización.

Estos modos de asociativismo se presentan como relevantes porque, de varias maneras, multiplican y (re)crean los espacios públicos para la circulación de las publicaciones y el encuentro con los/as lectores/as. Lionel Ruffel (2015) reflexiona sobre la acentuación contemporánea de lo que llama “literatura ruidosa”, por contraste con la representación única de la literatura en su relación con el impreso y con una esfera pública idealizada, silenciosa. En cambio, las literaturas ruidosas se desarrollan en múltiples espacios públicos, caracterizados por la co-presencia e interrelación entre productores/as y lectores/as. Estas formas plurales y descentradas de publicidad conectan con los imperativos de la mediatización contemporánea, el “volverse público” (Groys, 2014) de los/as productores/as culturales.

En primer lugar, registramos cómo, desde hace pocos años, el paisaje de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires ha venido mutando por la formación de varios stands colectivos que se sostienen a partir de la alianza, ocasional o no, entre editoriales independientes. En segundo lugar, analizamos el fenómeno de las ferias organizadas por y entre editoriales independientes. En un amplio abanico de escalas y propuestas, los/as editores/as atienden sus propios stands -afrontando gastos accesibles a la medida de sus economías-, participan en la programación de las actividades, y el público no paga entrada. Los objetivos son también múltiples y variables: constituir canales de venta, visibilizar y posicionar los proyectos, promover el disfrute cultural. La feria expone su doble faz como práctica de sociabilidad y como práctica económica resistente.

2. Colectivos en la feria

Las ferias internacionales del libro, o Fils -por su acrónimo-, sirven para representar o “medir”, a escala, las dinámicas y relaciones de poder que estructuran la actividad editorial en el país o la región (Villarino Pardo, 2016). En cada caso, adoptan características y modos particulares de gestión y fun cionamiento. La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que se realiza anualmente en el predio de la Sociedad Rural Argentina, es organizada por la Fundación El Libro, entidad constituida por varias cámaras empresariales que representan intereses sectoriales en la cadena de valor. Allí convergen, entre otros agentes e instituciones, los grupos de capitales transnacionales y las cadenas de librerías con stands centrales de grandes proporciones y novedades de venta masiva, y los sellos medianos y pequeños con catálogos variados que se hacen un lugar por la promesa de visibilidad que caracteriza al mega evento, a partir del flujo masivo de visitantes y los intercambios comer ciales y profesionales3.

Algunos antecedentes de investigación encuadran las incipientes reconfiguraciones de esta Feria de amplia trayectoria y reconocimiento en el mundo hispanoamericano, particularmente en lo referido a la formación de stands compartidos de editoriales independientes4. Por un lado, Daniela Szpilbarg afirma en las conclusiones de su investigación doctoral (2019) que la emergencia de estos stands se dibuja en el marco de un conjunto de condiciones que vienen repercutiendo en el desarrollo profesional de los proyectos, y que dicha incursión ha habilitado circuitos insospechados, por el influjo de la prensa especializada y el recorrido interesado de los/as asistentes por la “periferia” del evento. Por otro lado, la clave de análisis de Muniz Jr. (2016) ilumina, de manera específica, los beneficios del stand compartido en términos económicos y de consagración simbólica (“efecto de club”). Sobre estos primeros anclajes, en el presente apartado nos embarcamos en la reconstrucción de la escena de agrupamientos que se multiplican vertiginosamente, afectando la dinámica y estética instituidas de la Feria. De esta manera, fundamentamos una serie de definiciones finales que contribuyen a complejizar el abordaje.

2.1 Pioneras

Durante la primera década de los 2000, y a partir de la articulación iniciada entre otros/as por Miguel Balaguer, editor de Bajo la luna, comenzaron a entreverse las oportunidades de coordinación entre sellos pequeños y medianos que hasta entonces no tenían participación en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Ya en 2009, el stand de Bajo la luna alojó a otras tantas editoriales: Entropía, Paradiso, Caja negra, Cactus, La cebra y Mármol-Izquierdo (Szpilbarg, 2019). Pocos años después, se afirmó la alianza entre los sellos integrantes de Los siete logos: Eterna cadencia, Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo, Caja negra, Criatura, Katz, y Mardulce, cuyo armado ha venido creciendo en dimensiones y visibilidad. Además, se expandió en términos geográficos, a partir de la presencia en otras ferias internacionales y del interior del país. Acerca de los inicios de este espacio, Ezequiel Fanego, editor de Caja negra, se refería en entrevista con la prensa5 a los “precios prohibitivos” de la Feria y la ausencia de “políticas inclusivas” en términos de bibliodiversidad. Por estas razones, consideraba: “Nosotros somos más fuertes si nos juntamos”. En otro orden, ponía en valor las posibilidades de acercamiento a aquellos segmentos de público que frecuentan menos regularmente las librerías, y la oferta heterogénea que expone un stand colectivo con varios catálogos al alcance del/la lector/a:

Un beneficio de esta asociación entre editoriales es que somos afines: compartimos criterios a la hora de hacer las cosas, pero al mismo tiempo nuestros catálogos son diversos. Cada uno tiene su estilo de edición y esto hace que el público que se acerca al stand buscando una editorial pueda terminar descubriendo otra. El stand propone ese tipo de circulación, un diálogo entre catálogos que no solo nos beneficia a nosotros, sino que enriquece la experiencia de la lectura.

Otra formación pionera fue la del stand Sólidos platónicos, constituido por las editoriales Godot, Sigilo, Gourmet musical, Fiordo, Aquilina, Criatura, Libraria y Wolkowicz. Consultados sobre dicha incursión, los editores de Godot, Hernán López Winne y Víctor Malumián, atestiguaban que “el balance da bien” porque se divide la inversión, se amplifica la difusión, e incluso entre las editoriales participantes se comparte información valiosa respecto del circuito librero. En paralelo, reconocían que este tipo de alianzas no es inmune de tensiones que suelen producirse internamente al momento de generar acuerdos. Y advertían respecto de la sobre exigencia laboral y la erogación económica que supone la participación durante veintiún días en la Rural. En efecto, la Feria de Editores (FED), comandada por estos editores, fue ideada y planificada con intención de salvar las dificultades que venían presentándose para los sellos más pequeños, interpretando y acomodándose a sus necesidades. Comparativamente, se trata de una feria de corta duración y productivos márgenes de ventas, donde “la editorial más grande y la editorial más chica tienen la misma mesa, la misma iluminación y la misma señalética”, apuntaba Malumián (comunicación personal, agosto de 2019). Pese a las eventualidades, la participación de los sellos pequeños o medianos en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires redunda en la retroalimentación con colegas y las oportunidades para dar a conocer los proyectos entre la prensa y los públicos menos allegados. En el caso de Godot, la presencia se replica en el stand de Carbono, de armado más reciente. Allí exhiben su catálogo junto con Gourmet musical, socia de la distribuidora homónima, y se suman otras como Entropía y La parte maldita.

2.2 Protagonistas de la transición

El relato de origen de lo que actualmente es la cooperativa de editores/as La coop6 recupera la realización del ciclo “Pista” en Zona Futuro, el espacio de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires cuya programación se asume como “radar” de las nuevas tendencias literarias y culturales, los proyectos alternativos o experimentales, y los cruces entre diferentes expresiones de la escena contemporánea. Desde sus comienzos en 2012, los/as responsables de llevar adelante dicho espacio son los/as editores/as de Clase turista: Iván Moiseeff, Esteban Castroman y Lorena Iglesias. Moiseeff recordaba que los inicios de Zona Futuro implicaron un arduo trabajo de curaduría, con la mira en formatos no tradicionales y transdisciplinarios. Poco después, empezaron a concretarse diálogos y proyectos en red con los/as editores/as y escritores/as que se incorporaban a la Feria:

Cuando nosotros arrancamos, arrancó justo Los siete logos, después empezaron a haber otros más y ahora ya hay varios. Y lo que se fue generando básicamente es un patio de encuentro, ¿no? Se fue dando la apertura a un sistema más de cogestión, gente que viene con sus propuestas y charlamos para que aterricen ahí (comunicación personal, junio de 2019).

Esta complementariedad del espacio dispuesto por la Feria y los “recién llegados” (Bourdieu, 1995) se dejaba ver también en el relato de Marcos Almada, editor de Alto pogo:

Zona Futuro es el lugar que nos contiene, que nos permitió conocer y dejar de tenerle ese miedo a la Feria del Libro. Entender que podíamos estar, que podíamos unificarnos y estar, y participar, y de a poco ir perteneciendo a la Feria como editores que somos, siempre parados en el lugar que defendemos, que es el lugar de los sellos independientes (comunicación personal, agosto de 2019).

“Pista” fue uno de los primeros ciclos que se incluyó en la programación de Zona Futuro, ofertando el espacio para la presentación breve de nuevas editoriales, y algunos libros inaugurales de sus catálogos. La incorporación de este ciclo constituyó, ciertamente, una marca de época: fue un fiel indicador del período de expansión y progresiva afirmación de la zona del mapa editorial ocupada por sellos chicos, medianos, independientes. Además, dejó en evidencia la necesaria apertura de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires hacia estos nuevos exponentes del sector, que comenzaban a emplazarse en stands colectivos. La ocasión de conocerse y reconocerse con similares intereses y necesidades se tradujo en sucesivos encuentros y el posterior armado de La coop, que incluso se constituyó en programadora de “Pista”. La iniciativa fue de Marcos Almada, quien convocó a sus colegas:

Se me ocurrió empezar a llamar a algunos de ellos, sentarnos a tomar una cerveza y charlar. “Bueno, por qué no avanzamos con una agrupación que pueda tener una distribuidora”. Después las cosas fueron pasando, no es que fueron pensadas desde el inicio (comunicación personal, agosto de 2019).

Paula Brecciaroli, editora en Conejos, completaba y precisaba: “Los temas eran la distribución, la presencia en ferias y la prensa, como los grandes tópicos del drama, del llanto editorial. Entonces, un poco… así, muy improvisadamente, con mucha cerveza de por medio, empezó a crecer la idea” (comunicación personal, septiembre de 2019).

La coop se inició informalmente como agrupación con el objetivo de resolver el acuciante problema de la distribución en librerías. Con la puesta en funcionamiento de la distribuidora y el desarrollo de otras líneas de acción, como la participación colectiva en ferias, se efectivizó la constitución formal de la cooperativa de trabajo y se abrieron nuevas unidades de negocios, como la librería propia en CABA. Respecto de la intervención en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, continuada desde 2015, e incluso la presencia ya extendida en ferias de la región y el interior del país, los/as editores/as consultados/as asumían la relevancia y el compromiso del contacto directo con los/as lectores/as. “El desafío de las editoriales chicas es tener visibilidad, que la gente te conozca, te vea. Las ferias son eso en un punto”, apuntaba Brecciaroli (comunicación personal, septiembre de 2019). Así también, apreciaban las posibilidades que poco a poco se van abriendo para proponer contenidos en las programaciones: además de acercar los catálogos, se sugieren agendas de temas e invitados/as especiales.

Al igual que el de La coop, el stand colectivo de La sensación en la Feria del Libro de Buenos Aires se montó por primera vez en 2015. Desde entonces, se sostiene con la formación de las editoriales Blatt y Ríos, Mansalva, Caballo negro e Iván Rosado. El espacio es tributario de la alianza entre las dos primeras, que desde hace varios años vienen convocando una feria homónima en las afueras de la librería La Internacional Argentina, propiedad del editor de Mansalva, Francisco Garamona. Los elementos articuladores del stand compartido en la Feria fueron las relaciones de confianza y amistad entre los/as editores/as, y fundamentalmente la marcada afinidad entre los catálogos. Además, para las cuatro editoriales constituyó la oportunidad de hacer presencia en la Feria con stand propio, el cual cada año exhibe la impronta estética que caracteriza al agrupamiento, de la mano del artista plástico Javier Barilaro.

Desde la perspectiva de Mariano Blatt, de Blatt y Ríos, la incursión en la Feria del Libro de Buenos Aires en simultáneo con la formación de otros stands similares se corresponde con los cambios más recientes en el panorama editorial argentino: “Hay una cantidad de editoriales que no se pueden ignorar, que son todas las editoriales que vamos a la Feria con stand colectivo y un montón que no van, y que no podríamos participar de la Feria sin stand colectivo”. Incluso, se reconocen beneficios recíprocos entre los diversos actores que hacen parte de la Feria, dado que “se vuelve más interesante”. “Si no estuvieran todos esos stands colectivos sería una muestra muy, muy, parcial”, argumentaba Blatt (comunicación personal, octubre de 2019). Como contrapartida, también en los relatos de estos/as editores/as se transparentaban las dificultades que conlleva el armado y sostenimiento del espacio a lo largo de las tres semanas de Feria, en términos logísticos y por el costo asociado. Las posibilidades de participar activamente en la organización son todavía más limitadas para quienes residen fuera de CABA, de acuerdo con el testimonio de Maximiliano Masuelli de la editorial rosarina Iván Rosado (comunicación personal, septiembre de 2019).

En específico, Mariano Blatt se refería a la tarea que él mismo ha venido desempeñando en la atención del stand: por un lado, poniendo en valor el encuentro y la relación directa con los/as lectores/as, muchos/as de los/as cuales son atraídos/as por la admiración hacia su producción como poeta; por otro lado, reconociendo el desgaste que supone la inversión personal de tiempo, la cual permite abaratar los costos logísticos. En relación con lo primero, señalaba:

Para un editor siempre es bueno tener una experiencia de librero. Porque si uno se queda en la editorial, saca un libro, lo manda a la librería y dice “bueno, que se venda”, no tiene idea de cómo se vende un libro en la librería […]. Ver qué decisiones toma un lector, qué mira, si deja el libro. O sea, por qué lo deja, por qué no se decide por una compra, para mí ahí siempre… me parece un dato re interesante. Están ahí en la feria, están dudando y me preguntan el precio y… yo digo “ah, fue por el precio”, o porque le hago un comentario tipo “este es un libro sobre tal cosa” y me doy cuenta de que ese no era un comentario ganchero para esa persona, entonces… y al revés también. Qué los engancha de nuestros libros, la tapa, lo que sea (comunicación personal, octubre de 2019).

Sobre lo segundo, y si bien el balance de ventas ha venido dejando saldo positivo, transcurridos algunos años el tiempo invertido empieza a juzgarse como contrapeso. En términos comparativos correspondientes al año 2019, durante tres jornadas en la FED Blatt y Ríos vendió aproximadamente dos tercios de los ejemplares que representaron el volumen total de ventas en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Por añadidura, los/as editores/as registraban la brecha que se va originando entre las estrategias y expectativas comerciales heterogéneas de cada editorial. Dadas estas razones, coincidían en anticipar un futuro todavía incierto para el stand compartido, o al menos divisaban una etapa de transición y reordenamiento interno.

Todo libro es político es el nombre de otro de los stands que reúne a varias editoriales in dependientes para la participación colectiva en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Allí vienen instalándose desde el año 2015, y también incursionando en diferentes ferias de ciudades como Córdoba, Guadalajara y Madrid. En la página de la red social Facebook7, el agrupamiento se autodenomina como “reunión estratégi ca” de múltiples editoriales “que no pertenecen a ningún grupo económico”. Entre ellas se encuentran Milena Caserola, Hekht, La cebra, Tinta limón, Traficantes de sueños (Madrid, España), Tren en movimiento, Cactus, El cuenco de plata, La mariposa y la igua na, DocumentA/Escénicas y la distribuidora La periférica, que presta servicios a la mayoría de estos sellos.

Algunas de las editoriales participantes de Todo libro es polí tico, como Milena Caserola, Hekht, La cebra y Tinta limón, ya habían formado parte del colectivo organizador de la Feria del Libro Independiente y Alternativa (FLIA), un espacio que desde su emergencia y durante los primeros años post 2001 se identificó como alternativa a las políticas restrictivas de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Por lo tanto, el tránsito desde el afuera hacia el adentro de la Feria se comprende al reponer el desarrollo de la actividad editorial independiente, la ampliación de su “zona”, y la necesaria confluencia entre editoriales con variadas estrategias de inscripción en el mercado de libros. Con todo, para Matías Reck, editor de Milena Caserola, las continuidades se expresan en “tratar de mantener esa cosa de pasión por el libro, la lectura, compartir espacios” (comunicación personal, agosto de 2019). En tal sentido, es necesario reseñar algunas intervenciones sobre la propuesta del stand que reivindican aquella trayectoria común y son disruptivas en relación con determinadas prescripciones de ese adentro. Estas prácticas que podrían calificarse como “intersticiales” (Wright, 2014) se desarrollan en espacios “permitidos” pero mueven, en mayor o menor medida, los límites establecidos.

Caracterizamos dos acciones del grupo que ilustran estos desplazamientos. En mayo de 2017, cuando se llevaba a cabo la edición número 43 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la Corte Suprema de Justicia de la Nación aplicó el beneficio del 2x1 a penas de prisión por delitos de lesa humanidad. En el marco del rechazo de los organismos de derechos humanos y la movilización social que siguieron a este fallo, Todo libro es político convocó a otros sellos y colectivos editoriales participantes de la Feria bajo la consigna “2x1 para los libros, perpetua para los genocidas”. A la iniciativa se plegaron Mardulce, Caja negra, los stands de La coop, La sensación, Sólidos platónicos y algunas editoriales universitarias como la de la Universidad Nacional de Quilmes.

Al año siguiente, en 2018, el grupo intervino su stand colocando una extensa bandera con la leyenda “Liquidación por cierre”, que imitaba la utilizada por el Grupo de Arte Callejero (GAC) en 2001 para rodear el Congreso Nacional por la crisis económica y política que sobrevino al régimen neoliberal de los años noventa y la injerencia del Fondo Monetario Internacional. Casi dos décadas después, se recuperó y actualizó la intervención del GAC para visibilizar los efectos de la crisis que atraviesa la cadena del libro en particular. Sin embargo, desde la organización de la Feria solicitaron la remoción de la bandera por considerarla competencia ilegítima, aludiendo a la literalidad del mensaje por sobre su valor artístico-político. El stand de 2018 también expuso los disfraces de vacas utiliza dos en otra intervención del GAC en el año 2006, en el mismo predio de la Sociedad Rural durante el desarrollo de la Feria. Esta acción performática denunciaba “cómo la oligarquía terrate niente y las grandes multinacionales vienen monopolizando las tierras del sur argentino”8, en el marco de la presentación de un libro de Osvaldo Bayer sobre la figura de Julio Argentino Roca.

Recuperando su ya extensa trayectoria de organización colectiva, y sosteniendo este posicionamiento político en su lectura del contexto editorial actual, el editor Matías Reck sintetizaba el relato sobre estas prácticas: “Si estamos en la Feria de la Rural, nos interesa estar de una forma potente”. Y también concluía: “Nuestra práctica editorial no es editorial por el solo hecho de editar libros, sino que está conectada con alguna mirada sobre el mundo y demás. Así que, bueno, nos da gusto y ganas de ponerle el cuerpo a esos lugares” (comunicación personal, agosto de 2019).

2.3 Nueva ola

Entre los stands colectivos de constitución más reciente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se encuentran Infancias libres y Cardumen. Como refiere su nombre, el primero de ellos convoca a tres proyectos dedicados a las infancias: las editoriales Chirimbote y Muchas nueces, y la librería Oasis. En efecto, el agrupamiento incursionó primeramente en la Feria del Libro Infantil y Juvenil que organiza la Fundación El Libro en el Centro Cultural Kirchner, y en ocasiones también se hace presente en otras ferias más pequeñas en diferentes ciudades del país. Sobre la iniciativa de participar en la Feria del Libro Infantil y Juvenil y sobre todo en la Feria de la Rural, Lucía Aita, editora en Muchas nueces, recordaba:

Sabíamos que asociativamente se llegaba a este tipo de ferias. Ya habían estado nuestros libros en Todo libro es político, pero más informalmente, ¿no? […]. Queríamos ver de poder estar y bueno, todo eso implica… poder poner todos los libros y hacer también la inversión (comunicación personal, diciembre de 2020).

Su compañero, Gonzalo Miranda, completaba el relato:

Nos envalentonamos y dijimos “bueno, si nos fue bien en la Feria del Libro Infantil, vamos a la grande” […]. Y era como… no, esto no se puede afrontar si no es de a muches. Que, de alguna forma, es algo que estuvo pasando con varios colectivos de editoriales independientes, que se han generado barrios adentro de la Feria (comunicación personal, diciembre de 2020).

En la Feria del Libro Infantil y Juvenil, incluso, Infancias libres irrumpió con una propuesta de contenidos poco habitual hasta entonces, que incluyó un panel sobre educación sexual integral y literatura. Esta forma de trabajo se replicó en la Feria “grande” donde, según refería Gonzalo Miranda, se ven ampliadas las posibilidades de “acceder a un público nuevo” y participar de las jornadas profesionales (comunicación personal, diciembre de 2020). Además de la masividad y el acceso a herramientas de formación, los/as editores/as destacaban fundamentalmente los encuentros que se producen al habitar la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires: las nuevas relaciones, las ideas y los planes que emergen en el espacio compartido.

A diferencia de Infancias libres, de composición tripartita, el stand de Cardumen reúne desde 2019 a numerosos proyectos editoriales de varias procedencias: Del signo, Cúlmine, El colectivo, Madreselva, Inerme, Herramienta, Carretilla roja, Rara avis, Pol-len (Barcelona, España), El ágora, Saraza, Alter ediciones, Letra sudaca, Cantamañanas, Biblioteca Vigil, Valija de fuego (Bogotá, Colombia). La formación de este agrupamiento fue motorizada por los/as editores/as de Madreselva, sello que venía gozando de gran exposición pública a partir de la edición del libro Por qué volvías cada verano de Belén López Peiró. La convocatoria se extendió a “editoriales similares, o en catálogo, o en su modo de funcionamiento, o en su tamaño”, de acuerdo a lo indicado por Ramiro Mases, uno de los/as editores/as de Rara avis (comunicación personal, noviembre de 2020). Los libros de la editorial Rara avis, de reciente formación, ya habían tenido presencia en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires gracias a la cesión desinteresada de un espacio por parte de los/as colegas de Infancias libres. La invitación para formar parte de Cardumen contribuyó a hacer efectiva la participación, que se veía como necesidad. En línea con las expresiones que venimos referenciando por parte de otros/as editores/as, Ramiro Mases declaraba: “Sabíamos que la única manera iba a ser estando con otras… o sea, el stand colectivo” (comunicación personal, noviembre de 2020).

Los días en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires dejaron resultados positivos para las editoriales de este stand, desde el punto de vista de las ventas de libros y también por el saldo de las relaciones y los aprendizajes generados en la cotidianidad del espacio. La continuidad de estos vínculos se siguió nutriendo con posterioridad en otras ferias más pequeñas, antes del inicio del aislamiento a raíz de la pandemia. El correlato de estos encuentros fue la puesta en común de asuntos más puntualmente relacionados con el trabajo editorial, como la logística de distribución y, en palabras del editor de Rara avis, el debate alrededor de temas que las convocan “a nivel más gremial” (comunicación personal, noviembre de 2020). En este sentido, valoraba el potencial político que se produce a partir de las trayectorias e inscripciones heterogéneas de cada proyecto editorial. Más allá de las singularidades propias de cada stand, en este y los últimos casos reseñados se observa el aire de complicidad que, en compatibilidad con la orientación de los catálogos, se fue materializando en movimientos y favores entre colegas, nuevas alianzas y proyectos colectivos, evidenciando gestos de apertura y dinámicas flexibles que multiplican y fortalecen las redes.

2.4 Redibujar el mapa

En este punto del recorrido, nos detenemos sobre algunas consideraciones que permiten avanzar en la comprensión del fenómeno descrito. A modo de recapitulación, registramos que la viabilidad de participación en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires por parte de la mayoría de los/as editores/as consultados/as queda supeditada a la articulación de redes y la adquisición de lotes compartidos. Este modo de incursionar en los eventos se fundamenta en la visibilidad y la sinergia propiciadas por el trabajo colectivo en relación con las capacidades individuales de cada editorial, incluso para aquellas con estructuras medianas y consolidadas. En términos análogos, el estudio etnográfico de Gustavo Sorá sobre la participación argentina en la Feria del Libro de Frankfurt en 20109 ya registraba estas reciprocidades o interdependencias, en orden con las demandas de formación y profesionalización, e incluso de agremiación informal:

El argumento que predomina cuando se les pregunta a los pequeños editores por las razones de su presencia, se centra en una cuestión pedagógica: aprender, lo cual puede querer decir aprender para conocer tendencias, conectarse, renovarse, para crecer, etc. En el caso de los editores independientes la intención también se orienta a la asociación colectiva para planificar políticas e instituciones que permitan lograr de manera colectiva lo que ningún caso singular alcanzaría de modo individual (Sorá, 2013, p. 116).

Luego, se puede advertir que los tamaños y el número de participantes son singulares en cada stand, por la incidencia de diferentes factores. Por un lado, algunos de los armados son tributarios de articulaciones previas, aunque con ajustes para la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires: los casos de La sensación, Carbono, y también Todo libro es político, integrado por varios de los sellos hacedores de la FLIA y actualmente distribuidos por La periférica, que acarrea su propia oferta de catálogos. Por otro lado, el montaje y la cantidad de sellos involucrados tienen que ver con el diseño de la propuesta cultural en términos de macro-catálogo y la logística interna que implementa cada stand, ligada a la inversión económica. En relación con estos condicionantes y dadas las relaciones tramadas por los/as editores/as implicados/as, los stands pueden contar con una representación geográfica más o menos amplia, a partir de la inclusión de proyectos de diferentes provincias e incluso de otros países hispanohablantes.

Los relatos de los/as editores/as consultados/as sobre las experiencias de participación en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, con diferentes trayectorias en años según los casos, se encuentran en varios puntos y difieren en otros. La referencia unánime tiene que ver con los saldos positivos de ventas de libros, indicador fundamental para el sostenimiento de los stands. El balance se adjudica mayormente al tránsito masivo de público, considerando las oportunidades de atraer a los segmentos menos allegados a la oferta de las editoriales independientes. Asimismo, los/as editores/as ponen en valor los alcances en términos de difusión -que no se traduce necesariamente en la compra efectiva in situ- y el (re)conocimiento de ese público lector, sus hábitos y preferencias. En consonancia, los testimonios expresan la relevancia del contacto entre colegas, no reducido a los/as compañeros/as o los/as “vecinos” de stands, sino también generado entre diversos espacios y en ocasión de actividades como los eventos y las jornadas profesionales que transcurren en la Feria. Estos intercambios resultan en información y aprendizajes de índole diversa relacionados con la actividad.

Las divergencias más notorias entre los/as entrevistados/as están atravesadas por los años acumulados de participación en la Feria. A diferencia de los/as nuevos/as, los/as primeros/as incursores/as exponen y valoran negativamente el esfuerzo económico y el despliegue logístico para la adquisición y el armado del stand, sumados a la extensión del mega evento a lo largo de veintiún días. Estas dificultades colocan a sus proyectos en desventaja respecto de los montajes y lugares centrales que ostentan las grandes editoriales y librerías, coherentes con sus volúmenes de capital. De igual manera, consideran los desencuentros que, con el tiempo, son factibles de producirse entre las editoriales socias de cada stand, afectando la toma de decisiones e incluso la continuidad del espacio.

Finalmente, una lectura diacrónica del fenómeno nos permite reparar en su progresividad, en correspondencia con los sucesivos cambios en las condiciones sociales de producción de la actividad editorial independiente durante las últimas décadas. Un momento inicial de incursiones más bien aisladas en la Feria, aunque con repercusión pública y la potencia de la novedad. Luego, el momento bisagra de expansión que podría situarse en el año 2015, cuando los stands compartidos comienzan a multiplicarse y a formar “barrios” al interior del evento. La analogía utilizada por Gonzalo Miranda, editor en Muchas nueces (comunicación personal, diciembre de 2020), nos figura tal crecimiento y las relaciones de vecindad entre los agrupamientos. Alude también a una cartografía actualizada que abre recorridos periféricos pero ineludibles, como notaba Szpilbarg (2019). Por último, un momento de nuevas incursiones que en gran medida replican y se nutren de las experiencias de sus colegas, al tiempo que continúan y hacen crecer el trabajo en red dentro y fuera del evento.

En razón de estos movimientos, reafirmamos que el mapa de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires viene alterándose incesantemente a lo largo de la última década, y comprobamos que tal rediseño no refleja meramente la acumulación de lotes compartidos con sus ofertas y objetivos particulares, sino también modos de habitar el evento que delinean vectores sutiles pero relevantes para comprender los tejidos de relaciones entre editoriales. La delegación de espacios, los vínculos de vecindad, las mudanzas entre integrantes de diferentes stands, la definición de acciones conjuntas, las recomendaciones y los intercambios profesionales nos revelan que no se trata de formaciones replegadas o cerradas. Por el contrario, y dado que varias no quedan circunscritas al desarrollo de la Feria, son generalmente dinámicas, con derivas y proyecciones diversas. Producen coediciones, participan conjuntamente en otras ferias, coorganizan eventos y distribución asociada, habilitan debates sobre temas gremiales y de agenda. En estas actualizaciones se dirime también la designación del stand compartido como “club” (Muniz Jr., 2016), considerando que los/as integrantes se retroalimentan y consagran recíprocamente, pero no necesariamente en términos excluyentes sino más bien productivos y solidarios con el afuera.

3. Ferias en colectivo

Además de la organización de stands compartidos, distinguíamos otro fenómeno de significativa incidencia en la actualidad: la programación colectiva de ferias y eventos. Al respecto, recuperamos las formulaciones de Malena Botto (2014) y Hernán Vanoli (2009) sobre esta cualidad distintiva de las editoriales pequeñas, la de producir sociabilidad alrededor del libro. Botto pondera sus políticas activas de intervención a partir de la edición de nuevos/as autores/as y la realización de reuniones y eventos literarios. En correlación, Vanoli expone también una suerte de activismo, de “militancia literaria”, en función de repertorios de acción caracterizados por la inversión de creatividad, entre ellos la generación de eventos co-presenciales y comunidades de lectura. A la par del apartado anterior, en lo que sigue recorremos un abanico diverso de ferias organizadas por editores/as, sobre el cual componemos nuestros análisis posteriores.

3.1 Nos vemos en la feria

En CABA y desde hace poco más de diez años, se viene desarrollando la feria La sensación, convocada por los editores Francisco Garamona, de Mansalva, y Damián Ríos y Mariano Blatt, socios en Blatt y Ríos. Garamona comanda además la librería La Internacional Argentina, sede del evento, actualmente emplazada en el barrio de Villa Crespo. En el apartado anterior narrábamos la formación del stand colectivo homónimo que viene instalándose en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires desde 2015, el cual devino y se desarrolló a partir del vínculo y la experiencia acumulada en estos encuentros. La primera feria se concretó en el año 2010, cuando Blatt y Ríos recién se establecía como sello, aunque sus editores ya contaban con una floreciente actividad literaria y editorial en el marco de proyectos anteriores. Junto con el editor de Mansalva surgió la iniciativa de instalarse en la vereda de la librería y convocar a colegas para exhibir y vender sus catálogos. La feria se llamó La sensación y desde entonces se realiza bajo esta modalidad, varias veces al año, aunque sin periodicidad fija, ya que las fechas suelen coincidir con el lanzamiento de novedades de las editoriales organizadoras.

Siguiendo el relato de Mariano Blatt, la organización de cada edición de la feria se produce sin mayores deliberaciones, de manera casi improvisada, y la participación es libre: “Nosotros sacamos el flyer y las editoriales que quieran pueden venir. O sea, no invitamos ni desinvitamos a nadie. La única condición es que cada feriante se tiene que procurar su mesita y tiene que pensar que es en la vereda, o sea que es un espacio reducido, y que la idea es que solamente se vendan libros” (comunicación personal, octubre de 2019). Maximiliano Masuelli, editor en Iván Rosado, viene participando desde las primeras ferias y ratificaba aquellas declaraciones, calificando como “anárquica” la iniciativa siempre improvisada, y valorándola positivamente como un rasgo de identidad de La sensación: “A mí me sorprende la feria desde ese punto, desde la anarquía total que hay en esas organizaciones […]. Van quedando muy pocos espacios con tanta… hay como una incorrección, digamos” (comunicación personal, septiembre de 2019). El editor comentaba los cambios y el crecimiento de cada proyecto editorial en el contexto de mayor profesionalización del sector independiente, y se reconocía adepto de estos espacios que producen una suerte de “sacudida”, en términos de movimientos o desvíos temporales respecto de aquel mandato.

Con la concurrencia de editores/as más o menos afines, amigos/as, escritores/as y lectores/as allegados/as, cada feria deriva en un “festejo”, una “tertulia”, según refería Damián Ríos en un diálogo con Sebastián Robles para Casa de Letras10. Y en ocasión de nuestra entrevista, Mariano Blatt formulaba esta breve crónica:

Es una feria que tiene altibajos, o sea, pasó por muchos momentos, pero que siempre está buena. Es los sábados a la tarde, en la librería, en la vereda, gente que viene a comprar y a estar ahí, tomar cerveza y hablar. Y hay un montón de gente, un montón de artistas, un montón de escritores… como que también tiene eso, es un punto de encuentro (comunicación personal, octubre de 2019).

Desde la perspectiva de los organizadores, el encuentro en la feria es también oportunidad de mostrar títulos que no siempre están disponibles en el canal librero, por la producción constante de novedades y la alta rotación. Asimismo, es considerada una vía de ingreso económico o financiamiento adicional para los proyectos.

3.2 De profesión, editores/as y feriantes

Pocos años después, en 2013 y también en CABA, se realizó la primera Feria de Editores, conocida como FED. Los organizadores, Víctor Malumián y Hernán López Winne, socios editores en Godot, habían diagnosticado la necesidad de reunirse e intercambiar ideas con colegas. “Tener un espacio donde poder ver lo que están haciendo los demás. Que, a veces, en la vorágine de lo laboral, de todas las cosas que hay que hacer, por ahí se pierde un poco eso”, precisaba Hernán López Winne. El espacio elegido fue el auditorio de FM La Tribu, a raíz de los contactos de ambos editores egresados de la carrera de Comunicación en la UBA, y la iniciativa consistió en convocar a una veintena de proyectos editoriales que se plegaron y dieron cita. La respuesta del público también fue inmediata, según recordaba López Winne: “No sé cuántas personas, porque no teníamos forma de contarlas, pero estaba el auditorio atiborrado de gente, gente en la vereda charlando. Que es un poco a la escala de hoy lo que pasa en el Konex, que está la ‘sala de las columnas’ llena de gente y, afuera en el patio, gente sentada, charlando, con libros, que entra y sale varias veces” (comunicación personal, agosto de 2019).

En 2016 la FED se mudó de La Tribu a la galería de arte Central Newbery, y posteriormente a Santos 4040, donde expusieron cerca de 140 editoriales. El gran salto se produjo en la edición 2018, cuando se instaló en la Ciudad Cultural Konex con un cupo de 250 expositores. Luego, durante el período de aislamiento por Covid-19, el evento tuvo su edición virtual, y en 2021 se realizó al aire libre en el Parque de la Estación, con carácter mixto (presencial y virtual)11. Finalmente, desde 2022 el punto de encuentro es el C Complejo Art Media. Estas mudanzas ofrecen evidencia del crecimiento exponencial que fue experimentando en pocos años, sumado a nuevos atractivos para el público y los/as colegas: programación de contenidos, alianzas con CONABIP, fellowships, jornadas de negocios y relacionamiento, espacios de encuentro con asientos, carros de café y comida al paso. También se invirtió en un arduo trabajo de prensa y difusión, que contribuyó a instalar el evento como la “meca” de la edición independiente en el país. De las últimas ferias participaron incluso proyectos editoriales de otros tantos países de Latinoamérica y España.

La política de participación en la FED está sujeta a la disponibilidad del espacio físico y a una serie de criterios a los que deben ajustarse las editoriales postulantes: la conformación de un catálogo que evite las ediciones de autor y exprese una práctica curatorial, la producción de bibliodiversidad al margen de las convenciones de venta, la autonomía respecto de instituciones, las prácticas de intervención cultural, el trabajo sobre el diseño y la propuesta estética12. La feria es exclusiva para la exhibición de los catálogos de proyectos editoriales, no admitiendo a autores/as particulares, distribuidores/as o librerías, y establece como condición la presencia del/la editor/a en la atención del stand. A propósito de estas definiciones, Víctor Malumián manifestaba:

No queremos arrogarnos el monopolio de independencia, no es que el que no está ahí no es independiente o no es bueno. En un principio nosotros salimos a buscar a un montón de editoriales que nos interesaban, por temática, por diseño, por prácticas de edición, etcétera. A decirles que nos acompañen, que hagamos esto juntos, que estaba bueno. Después fue una mezcla de gente que se quería inscribir y conocías ahí el catálogo, estaba bueno y los sumabas. Y hoy por hoy, ya hay un montón de editoriales que quieren entrar (comunicación personal, agosto de 2019).

La programación es otro de los atractivos de la FED. Desde la organización, se convoca a los/as editores/as participantes a proponer contenidos relacionados con sus proyectos, que pueden ser charlas con invitados/as sobre determinadas temáticas, y también talleres, privilegiando el diseño conjunto de actividades entre editoriales que comparten autores/as o tienen intereses afines. No es requisito para los/as programadores alquilar o abonar el espacio, y todas las actividades -incluido el ingreso a la exposición- son de carácter gratuito para los/as visitantes. “La plata la tienen que gastar en libros, no en entradas en la feria”, sentenciaba Víctor Malumián (comunicación personal, agosto de 2019), diferenciando a la FED de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires donde el acceso es pago.

En relación con lo último, los editores exponían otras tomas de distancia respecto del mega evento de La Rural y que, en palabras de Malumián, motorizaron la necesidad de “generar un espacio con otra lógica”, adecuado a las necesidades de los/as lectores/as y las editoriales más pequeñas. En la FED, los diferentes proyectos participantes adquieren un stand de igual tamaño e infraestructura, y el mobiliario y el armado general están asegurados por la organización. “Llegás con una valija, la abrís, la ponés arriba de la mesa y vendés”, explicaba el editor (comunicación personal, agosto de 2019). Los otros grandes contrastes son la extensión temporal de la feria durante solamente tres días, y la garantía de atención por parte del/la editor/a. Anteriormente, apuntábamos declaraciones de editores/as que valoraban grandemente esta duración acotada por las dificultades logísticas y los costos asociados de permanecer durante varias semanas en La Rural. Sobre la presencia del/la editor/a, los organizadores de la FED reconocen la importancia del vínculo con el público lector, promoviendo el asesoramiento informado sobre la oferta. Asimismo, la posibilidad de que se produzcan “recomendaciones cruzadas” entre editoriales.

Por todo lo expuesto, el balance tras una década de trabajo es tangiblemente alentador. El crecimiento de la FED se produjo en consonancia con los cambios que vienen experimentando los proyectos editoriales nacidos después de los años 2000, que progresivamente fueron introduciendo recursos técnicos y de formación profesional. “Nos dimos cuenta de que eso mismo que en un principio queríamos, que era juntarnos entre colegas, compartir ideas, etcétera, haciendo este tipo de jornadas de relacionamiento, donde se le da también un espacio a la parte profesional, era otra pata que había que atender”, analizaba López Winne. Y Malumián acompañaba: “La FED tiene en eso un espíritu de profesionalización […]. Cómo podemos distribuir mejor, cómo podemos relacionarnos mejor con los libreros, qué podemos aprender de ellos, de qué forma vamos a hacer más eficiente la tirada, etcétera” (comunicación personal, agosto de 2019).

La feria Edita en la ciudad de La Plata es otro de los esperados eventos anuales de la edición independiente. Desde 2016 -y con excepción de 2020-, viene realizándose cada diciembre por iniciativa del colectivo de editores/as Malisia, integrado por los sellos Eme, Club Hem, Pixel, FA y el homónimo Malisia, con una activa política de intervención en la escena cultural platense. El evento inaugural del agrupamiento entre Club Hem, Pixel y Eme consistió en la organización de un ciclo de presentaciones de libros que se denominó Triciclo y se extendió durante tres semanas, con la participación y reunión de los públicos allegados a cada sello. Ya a partir de estos inicios se articularon objetivos comunes, que paulatinamente se fueron concretando. Así lo sintetizaba Agustín Arzac, editor en Eme:

Lo que queríamos era armar una distribuidora de nuestros materiales, una distribuidora platense, que no había. Queríamos poner un puesto de diarios y revistas de libros independientes del todo país en calle 7, o sea comprar un puestito amarillo, y… bueno, después eso devino en una librería, pero era lo mismo, la misma idea. Y generar una serie de eventos para mostrar lo que hacíamos (comunicación personal, diciembre de 2019).

Durante los primeros tiempos, el colectivo Malisia concretó numerosos encuentros en su sede, entre libros y lecturas, como también participaciones en festivales de cine y música de la ciudad. Luego, a partir de 2016, los esfuerzos se encaminaron en la organización de Edita. Aquel año se llamó Feria de Editores La Plata, porque contó con apoyo y asesoramiento de los gestores de la FED. Este impulso fue de utilidad para la visibilidad del evento, pero en lo sucesivo el trabajo llevado adelante por el colectivo valió el nombre propio. Las dos primeras ediciones de Edita tuvieron lugar en el Centro Cultural Alborada, y desde 2018, dado su crecimiento, comenzó a realizarse en el edificio Karakachoff. Allí funciona el Centro de Arte de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, que devino en coorganizadora. En 2021, luego de un año de inactividad por la pandemia de Covid-19, la feria se trasladó al Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti.

En sintonía con lo expresado por los hacedores de la FED, y por contraste con la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Agustín Arzac afirmaba: “Edita es una feria hecha por editores, con el conocimiento de qué es lo que los editores quieren y les sirve […]. Me parece que en las ferias que organiza la Fundación El Libro se piensa más en el visitante y está bien, pero no se piensa tanto en los editores” (comunicación personal, diciembre de 2019). Con este horizonte se definen los programas de actividades y talleres que se han ido consolidando como oferta en el marco de la feria, y gozan de buena respuesta por parte de los/as expositores/as y visitantes. La propuesta también fue sumando convenios y gestiones con gremios -como la Asociación de Docentes de la Universidad (ADULP)- y bibliotecas populares de la ciudad y la provincia, buscando acercar lectores/as y facilidades de compra, fundamentalmente a partir del diagnóstico sobre el momento de crisis económica y retracción del sector.

Como en el resto de los casos abordados, Agustín Arzac se pronunciaba sobre la inversión de tiempo y trabajo que conlleva la organización de una feria que no reditúa en términos económicos, sopesando en cambio su valor simbólico y el incentivo sobre las ventas de libros, además de los contactos generados entre los/as participantes. En tal sentido, prevalece la política de garantizar la presencia de los/as expositores con el precio mínimo del stand, y la suma recaudada se vuelca enteramente a la producción del evento, en concepto de viáticos, publicidad y otros. Dicha política se orienta incluso a allanar las posibilidades de participación de editores/as de diferentes ciudades del país. En palabras del editor: “La apuesta siempre fue, y queremos que siga siendo así, federalizarla más” (comunicación personal, diciembre de 2019).

3.3 Extender el mapa

La cartografía presentada nos proporciona un primer acercamiento a las ferias de editores/as que emergieron durante la última década en Argentina, a los fines de elaborar interpretaciones que proporcionen un abordaje sobre las regularidades y singularidades de estas prácticas alrededor del libro. Si los stands colectivos redibujan el mapa de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y otras ferias oficiales, con la formación de estos eventos sobreviene una suerte de extensión rizomática del libro, sin fórmulas ni prescripciones. En efecto, las ferias acontecen con propósitos múltiples y, como define Verónica Gago (2014), abigarrados y yuxtapuestos13. Examinamos al menos tres: se constituyen como canales de venta y financiamiento alternativo, como dispositivos que visibilizan los proyectos de manera “adecuada” a sus propuestas culturales, y como laboratorios de nuevas sociabilidades. Tales propósitos se concretan en diferentes armados, con sus dimensiones, temporalidades y proyecciones.

En el recorrido vimos que las ferias, independientemente de su tamaño, tienen una intencionalidad comercial. Es decir, se organizan sobre la disposición de unos stands para la exhibición y la venta de libros, que es el medio de supervivencia y reinversión de las editoriales pequeñas y medianas. Por lo tanto, las ferias hacen parte de estas economías autogestivas y algunas veces informales14, evidenciando la necesaria diversificación de los canales de comercialización que contribuye a amplificar los alcances y generar fuentes adicionales de financiamiento para los proyectos. La organización de las ferias de editores/as no tiene finalidad recaudatoria a través de la venta de stands o publicidad, por lo que los esfuerzos en el armado de la propuesta están puestos en ofrecer las condiciones para la participación de los/as colegas, entre ellas garantizar un flujo de público interesado en adquirir sus materiales. En tal sentido, advertimos el peso otorgado en cada caso a la difusión, haciendo uso de los medios tradicionales de prensa, las redes digitales, e incluso movilizando los vínculos personales y profesionales tramados con autores/as, libreros/as, periodistas, investigadores/as y demás actores de la cadena.

Luego, cada agrupamiento va diseñando la feria en orden a las características de sus proyectos: cómo son sus catálogos, sus modos de producción, sus posicionamientos e inserción en el mercado editorial. Inventan sus espacios-tiempos de feria, a través de un hacer fundado en tomas de decisiones y procedimientos colectivos, y a partir de diferentes instancias de negociación con la institucionalidad existente. La feria toma forma entre el trabajo curatorial de los/as organizadores/as, la búsqueda de consensos internos y las articulaciones generadas para las gestiones de espacio y financiamiento. Estas variables condicionan incluso su permanencia y los cambios registrados a lo largo del tiempo. Y si bien el formato de la feria expone en cada caso unos rasgos distintivos, se nutre también de las redes de intercambio y la adaptación de otras experiencias más o menos próximas.

Al comienzo del apartado asumíamos con Botto (2014) y Vanoli (2009) que las editoriales pequeñas, incluso medianas, vienen interviniendo activamente en la realización de estos eventos definidos por los vínculos co-presenciales y la producción de sociabilidades. Con Ruffel (2015) reafirmamos además que las ferias, como puestas en escena del libro, nos lo presentan públicamente fuera de su entorno acostumbrado. Lo actualizan a partir del “ruido” y la conversación, ocupando los espacios públicos e interrumpiendo su cotidianidad. Allí los/as editores/as van al encuentro de los/as lectores/as instalando un entorno compartido de disfrute cultural.

De manera análoga a los festivales literarios, las ferias de libros adoptan formatos que incluyen lecturas y conversatorios con autores/as, talleres, presentaciones de novedades, intervenciones visuales, música en vivo, entre otras actividades. En su estudio sobre la festivalización de la literatura, Cristian Molina (2015) repara en la “plasticidad” que estas performances transdisciplinarias aportan al hecho literario, en ocasiones ampliando su repercusión mediática y movilizando intereses económicos y políticos. Aun cuando estas manifestaciones pueden devenir expedientes que sirven a dichos intereses -tal como analiza George Yúdice en El recurso de la cultura (2002)-, durante el desarrollo de los eventos los sponsors suelen quedar relegados “como meras marcas que auspician u ofrecen recursos” (Molina, 2015, p. 236).

Referencias

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1 La Cámara Argentina del Libro (CAL) denomina “pymes independientes” a las empresas del sector editorial comercial cuyas publicaciones están dirigidas a canales de venta exclusivos del producto libro. En general, las pymes independientes producen novedades con tiradas reducidas y mayor tiempo de estantería, haciendo emerger necesidades específicas.

2El boom nombra la proliferación de las pymes independientes con posterioridad a la crisis estructural que atravesó Argentina en 2001. En ese marco, se formaron editoriales constituidas en muchos casos por escritores/as-editores/as que sembraron un campo de posibilidades para la autogestión, impulsada a su vez por las tecnologías digitales.

3Con posterioridad a la 45° edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 2019 la Fundación El Libro produjo un informe (2020) sobre sus dimensiones económicas. A modo ilustrativo, los datos muestran que en la actualidad se emplean de manera directa o indirecta casi ocho mil personas, se convocan más de diez mil profesionales (editores/as, libreros/as, agentes, bibliotecarios/as, etc.), y el público general supera el millón de personas.

4El reglamento actualizado de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires habilita la adquisición de “lotes compartidos”, permitiendo la participación de más de un expositor en el mismo lote. En el articulado se establecen además una serie de condiciones sobre el tamaño y la organización requeridos.

6La coop cuenta como socios a Alto pogo, Añosluz, Audisea, Clase turista, Club cinco, Conejos, Espacio Hudson, Kintsugi, Mágicas naranjas y Santos locos, al tiempo que presta servicios a otras tantas editoriales pequeñas que tercerizan la tarea. Asimismo, tiene una librería propia en el barrio porteño de Almagro, que se estableció como espacio que aloja los materiales de las editoriales socias, distribuidas y afines, haciéndose de un lugar en el circuito de “librerías independientes” de la ciudad a partir de una activa propuesta cultural.

9Argentina participó como país invitado de honor de la Feria del Libro de Frankfurt en el año 2010. El evento es considerado la “plaza central” del mercado mundial de la edición y la traducción, por los flujos comerciales alrededor de la compra y venta de licencias. Para Carmen Villarino Pardo (2016) esta invitación brinda a los países la oportunidad de visibilizar y legitimar el mercado editorial nacional y conquistar capitales comerciales y culturales.

11En el canal de Youtube de la FED pueden consultarse las charlas que se desarrollaron en las ediciones de 2020 y 2021: https://www.youtube.com/feriadeeditores.

13En La razón neoliberal (Tinta limón, 2014), la autora recupera el concepto foucaultiano de heterotopía -contrapuesto al de utopía- para analizar la dinámica de la feria: “La heterotopía tiene por regla yuxtaponer en un lugar real varios espacios que normalmente deberían ser incompatibles. En esa superposición está guardada su idea de otro orden, su crítica al existente” (2014: 43).

14Proliferan en el contexto abierto por la crisis de 2001 en Argentina como parte de la red de prácticas y saberes comunitarios, las tácticas populares de resolución de la vida que se valen de la “pragmática vital” y su potencia creadora (Gago, 2014).

Recibido: 10 de Octubre de 2023; Aprobado: 28 de Febrero de 2024

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