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Cuyo

versão On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.32 no.1 Mendoza jun. 2015

 

DOSSIER

Filosofía y política en Angélica Mendoza

Philosophy and Politics in Angélica Mendoza

 

Florencia Ferreira de Cassone1

Universidad Nacional de Cuyo / CONICET

 


Resumen

El objetivo de este trabajo es analizar las ideas filosóficas con el cruce de lo político-institucional en la obra intelectual de Angélica Mendoza (1889-1960), docente mendocina doctorada en Filosofía en la Universidad de Columbia. Tuvo una destacada actuación en la política argentina en la década de 1920, y en la defensa de la situación de la mujer en el continente americano. La hipótesis de nuestro trabajo es verificar los postulados filosóficos de la autora a la luz de las condiciones de producción del mismo y las ideas políticas que influyeron en la conducta de las mujeres en la sociedad de su tiempo.

Palabras clave: Filosofía; Política; Historia; Mujer.

The aim of this research is to analyze the philosophical ideas crossing politics and institutions in Angelica Mendoza´s intellectual work (1889-1960), she was born in Mendoza and was PhD in Philosophy by Columbia University. She had an outstanding performance in Argentine politic during 1920 and defending women situation in Latin American Continent. The hypothesis of this work is to verify her philosophical basis according to the circumstances of its production and the political ideas that influenced women conditions in the society of that time.

Keywords: Philosophy; Politics; History; Woman. 


 

1. Educación y trayectoria en la Argentina

Entre la vida y la obra de todo hombre o mujer existen eslabones indiscutibles, porque se actúa y se forja con lo que uno es, y nuestra personalidad más profunda está presente en lo que construimos a través de nuestra vida. No es una equivalencia simple y directa que explique la complejidad de cada ser, afirma Enrique Zuleta Álvarez en su estudio sobre Pedro Henríquez Ureña (Zuleta Álvarez, E. 1997a, 15). Pero la experiencia histórica proporciona una base suficiente al intento de fundar en la biografía una aproximación a la obra de un escritor. Sobre todo cuando se trata de una personalidad tan vigorosa y múltiple como la de Angélica Mendoza, que revela un proceso de madurez y enriquecimiento que va creciendo desde su juventud.

Angélica nació el 22 de noviembre de 1889 en Mendoza, donde se recibió de maestra, pero su interés por la docencia estaba cargado de preocupaciones sociales y se sumó a la incipiente acción gremial que llevaban a cabo los maestros en procura de lograr mejoras a su situación. Ante la represión del gobierno se creó el ente Maestros Unidos, cuya dirección fue asumida por Florencia Fossatti y Angélica Mendoza como Secretaria General. En 1919 viajó a Mendoza una representación de la Liga Nacional de Maestros, entre los que se encontraba Rodolfo Ghioldi, joven dirigente que formaba parte del grupo Comunista que se organizaba en Buenos Aires, y fue quien incorporó a Angélica al nuevo Partido (1920) y se consagró activamente a la política. Fue nombrada Vicepresidenta del Congreso de constitución del Partido que se fundó en Mendoza en 1921, y ya en Buenos Aires, actuó en el Congreso del Partido Comunista. En una huelga general el gobierno la detuvo; experiencia que volcó en su crónica novelada Cárcel de mujeres, publicada por Claridad en 1933.

En 1925 adhirió al Partido Comunista Obrero, dirigió su periódico, La Chispa, y en 1928 fue candidata a la presidencia de la República por ese Partido acompañada por Rafael Grecco como vicepresidente. Un año después, cuando se disolvió el PCO, decepcionada, abandonó la militancia y decidió consagrarse a otra vocación que sentía con significativa fuerza: el estudio de temas filosóficos y pedagógicos. Ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para estudiar Filosofía y luego Pedagogía en el Instituto de Ciencias de la Educación. Viajó por varios países americanos y europeos y fue delegada al Congreso Anti-Imperialista en Ámsterdam (1932). Participó activamente en aquella convocatoria y conoció a los líderes de la izquierda internacional, tales como Vittorio Codovilla, el principal agente soviético en la Argentina, y al peruano Víctor Raúl Haya de la Torre. En París asistió a las clases de Psicología de George Dumas y de Pierre Janet y en Alemania, Suiza e Italia estudió las nuevas corrientes en la sociología y la pedagogía. También fue testigo de los movimientos revolucionarios europeos: el socialismo y el comunismo en Alemania y Francia, y el fascismo en Italia (Ferreira, F., 2003, 17).

La actividad intelectual de Angélica Mendoza era intensa. No se limitó a estudiar la filosofía académica, sino que examinó las raíces de un modo de ver el mundo. De allí que sus primeros trabajos consistieron en ensayos sobre temas filosóficos y sociales, desde una perspectiva más rica que la científica y puramente antropológica y dio a conocer muchas de sus nuevas ideas en artículos y conferencias pronunciadas en Mendoza.

En efecto, cuando terminó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1938), Angélica viajó asiduamente a su ciudad natal con el objetivo de exponer las nuevas corrientes en filosofía y reflexiones en torno a personalidades y a la vida universitaria que consideraba oportuno recordar en la provincia que aun no contaba con una Casa de Altos Estudios.

Como novel egresada de la UBA, recuerda Arturo Roig, uno de sus discípulos, difundió durante 1939 y 1940 el conocimiento de los filósofos argentinos Alberini, Korn, Guerrero, Cassani y otros, en el Círculo de Periodistas de Mendoza, conferencias que significaron uno de los aportes más decididos para el conocimiento de las nuevas tendencias de su disciplina. Era "la primera mendocina que rompía los estrechos límites de la aldea", poniéndose en contacto directo con los grandes centros de cultura. Roig percibe que "su interés por la antropología filosófica y por una antropología cultural de los diversos pueblos americanos, centro sin duda de su meditación y estudio, quedó ya en 1939 claramente puesto de manifiesto" (Roig, A., 1966, 47-48).

El diario Los Andes de Mendoza publicó varios trabajos y resúmenes de sus conferencias. En aquel año, por ejemplo, la autora expuso sobre el pensamiento cartesiano y su irrupción en el momento en que el concepto teológico medieval del hombre deja paso al aporte naturalista del renacimiento. Decía que la concepción del hombre en Descartes, dentro de los marcos de una naciente antropología filosófica, se afirma en dos evidencias racionales: la realidad natural y la existencia humana. El mundo cartesiano, afirmaba, no se cierra en las exigencias individuales o naturales; se plantea la construcción del orden social, como orden humano, dispuesto racionalmente gracias al lumen natural, ínsito en cada ser, porque la sociedad es el único ámbito racional para la existencia verdadera del hombre. Para Angélica Mendoza, Descartes dio el impulso racional predominante en su concepción; Spinoza la cálida correntada de la mismidad humana; Malebranche la deformación místico-teológica y el intento de fundamentar con una física cartesiana al pensamiento cristiano.

La autora señalaba que de ellos surgió la concepción de un hombre laico, burgués, racional y práctico, cuyo sentido de la vida ha realizado toda la civilización moderna y en las postrimerías de su grandeza, titubeante en su fe en la razón, marcha a ciegas en medio de la tormenta, pero sin perder la confianza ni la esperanza en un porvenir más claro (Mendoza, A., 1939, 6).

En otra visita a Mendoza, el mencionado diario daba cuenta del desarrollo de su exposición sobre la deshumanización del hombre que lo lleva a la pérdida de su destino individual porque la comunidad viva, histórica, ha sido reemplazada por esquemas vacios, abstractos, subsumida en los mitos de "raza" y "estado". Mitos, porque han perdido su verdadero valor histórico; raza por la secular dispersión humana y Estado por liquidación de su contenido progresivo, constructivo, correspondiente al proceso de formación del mundo moderno. El hombre, decía, vive fragmentado entre una vida práctica, enemiga, hostil, y un mundo de valores ideales, abstractos e irrealizables. Critica el sentido formal y decadente de la vida que ha primado esos años en el arte, la filosofía, aunque tampoco se trata de liberar al hombre solamente por el espíritu, porque se lo aleja de la existencia cotidiana y simple. La respuesta, indica, debe de ser vital.

Y prosigue: todos los pueblos habían sido bárbaros hasta el reinado luminoso de la razón en el siglo XVIII; la historia no había tenido sentido y desde entonces el hombre se redescubrió en tanto capaz de fraguarse a sí mismo y de forjarse un mundo donde había de morar. Afirmaba que el racionalismo prohijó una dualidad en el mundo moral: razón teórica y razón práctica.

Necesitamos una nueva respuesta que resuelva esas contradicciones negándolas pero tomando de ellas lo vivo para crear un sentido nuevo. Es decir, precisamos una distinta concepción del mundo, una nueva "Weltanschaung" [sic] que sea una comprensión total del hombre, abierta a una integración de "praxis" y de "teoría", un método de acción y de conocimiento y un mundo de valores históricos, que exalten lo humano, en función del individuo y de la colectividad (Mendoza, A., 1940a, 3).

La autora plantea no proporcionar más respuestas unilaterales, porque el interrogante está hecho de esperanzas, ansiedades y angustias humanas (ibíd.).

Otra disertación pronunciada también en Mendoza fue sobre Raquel Camaña a quien Angélica considera que la orientó en su vocación hacia lo integralmente humano. Conmovida por la tragedia que pone en mundos distintos al hombre y a la mujer, Camaña explicaba que la vida humana es una realidad fluente y cambiante, aunque inserta en una firme estructura e identidad íntima. Especificaba que lo distinto y personal de cada existencia, se da en el tono cambiante, es decir, en el sentido de la vida y en la visión del mundo de cada ser. Pero la vida de un ser deja de ser mero existir cuando es tarea forjada desde la propia mismidad, con una tensión hacia un mundo de valores, que no deben quedar trascendentes a la condición humana. Ubicar a un ser es, entonces, descubrir la pasión que pudo animarle, el pensamiento que hubo de orientarlo y el eco que su quehacer y padecer despertó en los demás (Mendoza, A., 1940b, 13).

En su conferencia sobre la historia de la formación de las ideas argentinas, la autora se detiene en la necesidad de crear una conciencia filosófica, siguiendo las ideas de su apreciado maestro, el Dr. Luis Juan Guerrero. Angélica Mendoza espera que pronto pueda superarse el momento de pura información y se entre de lleno en la crítica, para dar paso después a las verdaderas obras de creación.

El núcleo de acción de donde ha partido esta corriente y se ha irradiado la inquietud filosófica era, sin duda, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. A ella convergieron las influencias extranjeras por un renacimiento de la gran filosofía y las esperanzas nacionales por la formación de una auténtica conciencia filosófica, expresadas en publicaciones especializadas que han difundido obras de carácter especulativo sobre los interrogantes más urgentes del pensamiento. Pero lo más ilustrativo de este anunciar filosófico, es la vuelta a los clásicos, el regreso a las fuentes de todo real conocimiento filosófico. Desde Platón, Aristóteles, pasando por San Agustín y Santo Tomás, hasta Descartes, Spinoza, Kant y Hegel se busca el camino de la verdad y el sutil encanto de la belleza. Angélica asevera que la Argentina es el país de América hispana de mayor información filosófica y donde con más rigor se cumplen las investigaciones de ese carácter.

Pero advierte que en la Facultad de Filosofía y Letras ha preocupado más

[E]l problema político de nuestra formación nacional que el puramente especulativo. Así es posible conocer históricamente la obra de Alberdi o de Sarmiento, pero quedan en la penumbra las ideas fundamentales que han estructurado toda su concepción del mundo y de la vida. Desentrañar las influencias extrañas, aclarar la fuente de información y el alcance de sus creaciones en función del pensamiento de su siglo, es una inmensa tarea que aún estaba por hacerse y que, justo es reconocerlo, ha sido iniciada por el Instituto (Mendoza, A., 1940c, 6).

Como se recordará, el Instituto de Filosofía fue creado en octubre de 1927, durante el decanato de Coriolano Alberini. Señala también dos aspectos fundamentales en la vuelta a lo nacional que ha emprendido la investigación filosófica: "aclarar el contenido nacional de la obra de los primeros profesores de filosofía y promover a un rigor científico mayor en la investigación filosófica, que supere el período que se llamó de 'cuello duro'".

Según la autora, todo esto se debe al Dr. Guerrero, a quien le hace un sentido reconocimiento al recordar que les hizo leer, comentar y discutir la Metafísica de Aristóteles (en italiano) en uno de sus problemas: las categorías. "Así trabamos conocimiento con la investigación filosófica exigente y la premisa metodológica de un profesor que nos traía la experiencia de las universidades alemanas". Y prosigue, "el acontecimiento que ha marcado época en nuestros estudios de indagación fue el encuentro con Hegel", cuando Guerrero inauguró el análisis y comentario de la Filosofía del Derecho.

También realiza una síntesis de la trayectoria de su maestro: afirma que cursó el 4° año del Colegio Nacional en Mendoza en 1913. Terminó su bachillerato en La Plata, y luego siguió estudiando en Estados Unidos. Guerrero regresó a Buenos Aires e ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras en 1919, hasta 1923. Alejandro Korn, Saúl Taborda y otros favorecían su esfuerzo por organizar círculos filosóficos de discusión y divulgación junto a la renovación artística y el teatro con obras de Goldoni y Andreiev. En 1923 estudió en Alemania y asistió al primer curso de Heidegger como profesor universitario sobre "Introducción existencialista a la Fenomenología" y al último de Pablo Natorp. Se graduó de Doctor en Filosofía en Zurich con la tesis "La formación de la teoría de los valores en la filosofía contemporánea" en 1925. Pasó un año con Unamuno en Hendaya en 1926-7. Volvió a Alemania y escuchó el último curso que dictó Heidegger en Marburgo sobre "Interpretación de la filosofía kantiana". Regresó a la Argentina en 1928 donde enseñó Ética, Historia de la Filosofía y Filosofía Contemporánea. Angélica Mendoza destaca que Guerrero aleccionó que la filosofía requiere para conocerla que sea un auténtico saber, es decir, una verdadera ciencia (Mendoza, A., 1940c, 14).

Angélica continúa con el tema en otra conferencia, en la cual manifiesta que la actividad cultural orientada a la formación de una conciencia filosófica en el país tiene que desplegarse en dos órdenes: en el campo de la investigación, donde el pensador llegue al descubrimiento de los problemas auténticos de la realidad argentina, y en la actividad práctica, didáctica y formativa, tienda a crear el material humano necesario para el trabajo del espíritu. Este último tipo de actividad requiere un animador dinámico y convencido de su realización.

Explicaba que en el medio cultural argentino el maestro despierta vocaciones filosóficas; pero "también ha dado el otro tipo humano que a la vez de ser conocedor de la filosofía, un maestro de ella, es también un práctico" gracias a que "la labor de la crítica filosófica se ha hecho durante los últimos treinta años. Su finalidad radicaba en abatir los reductos del Positivismo y del Pragmatismo [...] eliminando las figuras señeras identificadas a esa doctrina [...] por un pensamiento renovador, mantenido por hombres nuevos y dentro de una problemática distinta". Afirmaba que quienes han llegado a la Facultad en aquellos años, han aprovechado esa labor de remoción y por ello su actitud ha dejado de ser crítica, para entrar en la información e indagación. Esos éxitos fueron gracias a la labor del Dr. Coriolano Alberini en la Facultad de Filosofía de Buenos Aires "y a todos los que en ella nos hemos formado" (Mendoza, A., 1940d, 17).

Prosiguiendo con sus estudios pedagógicos, la autora estudió la obra de John Dewey, sobre quien escribió "Líneas fundamentales de la filosofía de John Dewey". Pero también su interés inicial por la filosofía idealista y el marxismo, se enriqueció con otras lecturas y estudios. Se inclinó por la pedagogía y decidió especializarse en el Instituto de Ciencias de la Educación (1940). Buscaba, como ella refiere, "una guía para enfrentar los problemas de la vida y del mundo. La verdad era mi más alta ambición y la justicia, mi más profunda demanda" (Mendoza, A., 1954a, 39).

Su amistad con Victoria Ocampo, la aproximó a la revista Sur. En 1940 ya estaban definidas sus ideas políticas en la línea del pensamiento liberal y democrático de Sur, grupo con el cual compartió el tema hispanoamericano, conjuntamente con Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña. Creía que la revolución política carecía de sentido y viabilidad, del mismo modo que no armonizaba con su temperamento libre, reacio a los dogmas y a la obediencia que imponían los Partidos de izquierda y, en particular, el Comunista.

Intervino, también, en la corriente de acción en defensa de la mujer, por medio de acciones personales en la seguridad de que a través de la educación se conseguiría el reconocimiento de la capacidad intelectual de las mujeres. Movida por estas inquietudes, se acercó a la Unión Panamericana, que había iniciado una campaña continental por el mejoramiento del estado social, político y legal de la mujer. La sede central de dicha organización estaba en Washington, bajo la influencia del presidente Franklin D. Roosevelt, impulsor de la política de Buena Vecindad, con la cual procuraba captar la adhesión de Iberoamérica en función del planteo político internacional de entonces. En ese marco, Eleanor Roosevelt gozaba de un amplio espacio de poder político y cultural y estaba interesada en la promoción de la mujer, de la cual ella misma era un modelo.

En Buenos Aires funcionaba la Comisión Interamericana de Mujeres y Angélica Mendoza fue nombrada Secretaria Internacional. La actividad que desplegó viajando por varios países iberoamericanos, le valió el nombramiento de "mujer más sobresaliente de América Latina" que le concedió la General Federation of Women’s Clubs en 1941. Como escribió más tarde: "estaba interesada en el tema de la situación de la mujer, en mi país y en el continente americano, porque estaba convencida que uno de los males de nuestra sociedad latinoamericana era el de la condición subordinada de la mujer y su peso de desigualdad social" (Mendoza, A., 1954a, 42).

2. Formación en los Estados Unidos de Norteamérica

Con motivo de sus actividades interamericanas, se interesó vivamente por los Estados Unidos. A pesar del conocimiento de su literatura y de su historia, mucho había que le era desconocido. Para profundizar estos conocimientos, le fue otorgada una beca para estudiar en la Universidad de Columbia de Nueva York en 1940, en la cual tuvo una destacada actuación. Decidida a ahondar en el sistema de valores de la cultura norteamericana, emprendió "un examen completo del pensamiento americano y de su trasfondo social e histórico. El programa de la Universidad de Columbia armonizaba perfectamente con mis propósitos". En Columbia, decía, "pasé uno de los [años] más felices de toda mi vida" (Mendoza, A., 1954a, 40). En 1942 con una beca de la New School for Social Research, estudió las tendencias contemporáneas en filosofía. Ese programa influyó en todos los ámbitos de su vida y de su pensamiento. Así lo confiesa en su ensayo "John Dewey. A cien años de su nacimiento (1859-1959)"

Cuando en un estado de admiración y pasmo iniciaba en 1941 mis primeros cursos en Columbia University", el campus de la universidad era el ámbito de su encuentro con la realidad viviente de los Estados Unidos. En una vez, en un corrillo de candidatos al doctorado oyó una expresión que la dejó perpleja: "¿Sabe usted que el pensamiento que aquí se imparte es operacional? Proviniendo yo de un mundo cultural en el cual aún eran comunes términos universales y absolutos con valores trasminados de trascendencia, la palabra "operacional" me produjo una impresión deprimente. Corrieron los años y los afanes por aprehender el sentido y la complejidad de la cultura "americana"; se ahondó mi experiencia en la vida de una comunidad moderna, protestante y capitalista, en la cual la técnica he ejercido un impacto profundo e imborrable históricamente. Identificado mi pensamiento con la lengua inglesa-americana y sus giros valorativos, ahincada en el conocer del pensamiento científico llegué al secreto que siempre ocultan las lenguas y me di cuenta que en mi labor de investigación y reconstrucción de mi experiencia yo estaba también utilizando métodos y procesos "operacionales" para la obtención de la verdad. Había ingresado pues al orbe del pragmatismo y del instrumentalismo, sin mayor esfuerzo, simplemente viviéndolo (Mendoza, A., 1962, 87).

Allí se incorporó al núcleo de los estudios hispanoamericanos, liderado por Federico de Onís, patriarca de esta actividad en el Hispanic Institute de Columbia University, y fundador en 1934 del Boletín del Instituto de las Españas, luego Revista Hispánica Moderna (publicada por University of Pennsylvania Press) y quien había convertido ese centro en el más importante de los Estados Unidos. También conoció al colombiano Germán Arciniegas, al español Francisco García Lorca, hermano menor del poeta y miembro del Hispanic Institute, a Luis Reissig, argentino, de la Unión Panamericana, al mexicano Ermilo Abreu Gómez y al cubano Eugenio Florit.

En Columbia tuvo grandes maestros en Filosofía y Ciencias Sociales, "quienes me ayudaron de un modo notable a comprender las complejidades de la historia intelectual americana". Y otra vez, nuevamente, "los problemas que me fascinaron fueron los relativos a la prosecución de los más altos objetivos que llenan la vida de significación" (Mendoza, A., 1954a, 40).

Continuó sus estudios en el Graduate School of Arts and Sciences de Columbia University desde septiembre de 1944 hasta mayo de 1948, donde se graduó con el título de Doctor of Philosophy in Philosophy el 5 de mayo de 1950 (Agradezco el dato a Bill W. Santin, Registrar Services Associate, Columbia University, Office of the Registrar). Su tesis doctoral, Fuentes del pensamiento norteamericano, fue la primera exposición escrita en español que se aceptaba en el Departamento de Filosofía de esa Universidad y fue aprobada por unanimidad.

En el Officers Directory Number de Columbia University figura la presencia de Angélica Mendoza en tres números. En los cursos de 1945-1946 está inscripta como Mendoza-Montero, Angélica (conservó el apellido de casada), con dos direcciones: gr 130 W 12 St. New York y Mitre 1333 Mendoza, Argentina (Officers Directory Number, 1944, 123). En los otros dos restantes, 1946-1947 y 1947-1948 aparece de la misma manera, pero ya sin la dirección de la Argentina: Mendoza - Montero, Angélica gr. 130 W 12 St. (Officers Directory Number, 1945, 175; Columbia Directory Number, 1946, 212)  (Agradezco el dato a Jocelyn Wilk, Rare Book & Manuscript Butler Library, Columbia University).    

En su "Autobiografía Intelectual", Angélica menciona a Ernest Nagel y hace una referencia especial a dos profesores: Ernst Cassirer y Herbert Wallace Schneider.

Ernest Nagel (Associate Professor of Philosophy B. S., College of the  City of New York, 1923; A. M., Columbia, 1925; Ph.D., 1931) dictó en esos años los siguientes cursos, entre otros: "Introduction to logic and scientific method. Types of logical theory. A study of major topics traditionally included in the scope of logical theory, and an examination of the contributions by different philosophical schools to the analysis of central issues in logic" (Introducción a la lógica y al método científico. Tipos de teoría lógica. Un estudio de los tópicos principales tradicionalmente incluidos en el ámbito de la teoría lógica, y un examen de las contribuciones de diferentes escuelas filosóficas sobre el análisis de temas centrales en lógica) (Philosophy, Psychology, Anthropology, and Religion. 1944, 22 y 23); "Philosophy. An examination of outstanding historical and contemporary conceptions of the nature and subject matter of logic, and a comparative study of the contributions of different schools to logical theory" (Filosofía. Un examen de las concepciones contemporáneas más destacadas de los temas y de la naturaleza de la lógica, y un estudio comparativo de las contribuciones de diferentes escuelas a la teoría de la lógica); "Philosophy. Theory of knowledge" (Filosofía. Teoría del conocimiento) (Philosophy, Psychology, Anthropology, and Religion, 1946, 20 y 21).

Por esos años dictó también en Columbia University el Profesor Jacques Maritain el Seminario "Philosophy. Reason, Being, and God. Reason as the spiritual power of knowledge, the object of which is being. Being and metaphysics. The philosophical knowledge of God, by means of the analogical process" (Filosofía. Razón, Ser y Dios. Razón como el poder espiritual del conocimiento, el objeto del cual es el ser. Ser y metafísica. El conocimiento filosófico de Dios por medio del proceso analógico) (Philosophy, Psychology, Anthropology, and Religion, 1944, 26).

Por su parte, el Dr. Ernst Cassirer (Visiting Professor of Philosophy, Ph. D., nacido en Marburg, 1899; LL. D., Glasgow, 1935) dictó durante 1944-1945 los siguientes cursos: "Philosophy. The origin and nature of the political myth" (Filosofía. El origen y la naturaleza del mito político) y los Seminarios "Philosophy. Philosophical anthropology: an introduction to the philosophy of culture" (Filosofía. Antropología filosófica: una introducción a la filosofía de la cultura) y "Philosophy. Readings in German philosophy. A reading knowledge of German is desirable but not required" (Filosofía. Lecturas sobre filosofía alemana. El conocimiento de lectura en alemán es deseable pero no es un requisito), junto con el Profesor Gutmann y el Dr. Seward. También dictó Cursos de Investigación: "Philosophy. Medieval and Renaissance philosophy. Only students who can read Latin are accepted" (Filosofía. Filosofía Medieval y Renacentista. Solo se aceptan estudiantes que puedan leer Latín), junto con los Profesores Randall, Bigongiari, Drs. Kristeller y Walsh (Philosophy, Psychology, Anthropology, and Religion, 1944, 25, 27 y 28).

La repentina muerte de Cassirer el 13 de abril de 1945 en la propia Universidad de Columbia, la afectó profundamente. Así lo afirma en una carta que le escribe a su amigo Francisco Romero contándole sobre la muerte de su profesor en Columbia.

La última vez que lo ví [sic], activo, viviente y generoso, fue el viernes de la semana pasada, cuando estuvo charlando conmigo desde las 11 de la mañana a las doce; Roosevelt había muerto el día anterior y Cassirer estaba profundamente conmovido [...] Reímos un rato y luego de conversar sobre Cambridge Platonist [sic] y su influencia en los "divinos" de New England, me dijo que le gustaría enormemente que yo le diera lecciones de español. Con gran alegría acepté y fue entonces que me dio a entender el gran placer que tendría en que alguna de sus otras obras apareciera en español (Mendoza, A. En Torchia Estrada, J. C., 1999, 172).

Y continúa:

... ahora yo le estoy escribiendo cumpliendo sus deseos y sus sueños de llegar a la gente de Sud América. Hubiera deseado visitar a nuestro país y hablar en francés o en italiano en nuestras universidades [...] pero, comprendía que era difícil que le llegara una invitación de un país en donde no había lugar para los ‘filósofos en exilio’. Dos horas después de nuestro encuentro cayó en la calle, frente a Columbia, muerto su gran corazón. Tenía 70 años y creía que G. Moore el filósofo inglés era algo ‘viejo con sus 76 años’ (ibíd.).

La despedida de sus alumnos y amigos fue "una tarde gris de esta primavera de Hudson tan cambiante y tan nefasta [...] pero yo -que había tenido el privilegio, del consejo y la enseñanza de Cassirer-, me sentía por primera vez en esta tierra perdida y agobiada".

Recuerda también que Cassirer les decía que para hacer una buena labor filosófica había que fundamentarla bien en matemáticas y en historia, y "yo me he decidido desde tiempos por la historia. Tomé unos cursos de Logical Positivism, estudié a Carnap y a otros tíos del mismo mundo, entre ellos el excelente Kauffmann. Pero, debo confesar que a veces me dormía en las clases de Nagel sobre Teoría de la Lógica" (ibíd.).

Como observadora de la metodología y de la enseñanza de la filosofía, se muestra interesada en los estudios en la Argentina y propone que sería interesante estudiar e investigar "el pasado de la historia intelectual de nuestro país, escarbando corrientes e influencias en el pensamiento formativo de pensadores e ideólogos. Creo que cuando vuelva me meteré de cabeza con Sarmiento" porque no quiere trabajar en otra cosa que no sea la enseñanza o la investigación.

En pie de imprenta recalca su preocupación por la situación europea frente a la inminente caída de Alemania: "Vivimos horas de ansiosa espera por el V. day que será declarado cuando se encuentren los dos grandes ejércitos: el ruso y el de los otros aliados. Yo lo deseo con toda el alma, antes de que toda Europa sea sólo un escombro" (Mendoza, A., 1945, 176).

En tanto que su otro maestro y mentor, el Dr. Herbert Wallace Schneider, era Profesor de Filosofía y Executive Officer del Departmento de Filosofía, (obtuvo sus títulos A. B. en 1915 y Ph. D. en 1917, ambos en Columbia). Durante 1944-1945 dictó los siguientes cursos a los que Angélica concurrió: "American philosophy. The intellectual traditions which have exercised enduring influence on American institutions and ideals are analyzed and interpreted, including those of Puritanism, pietism, deism, enlightenment, transcendentalism, evolution, naturalism, pragmatism, and realism. Special attention is given to the European sources, social contexts, and cultural significance of each theme" (Filosofía Americana. Se analizan e interpretan las tradiciones intelectuales que han ejercido influencia en las instituciones e ideales americanos; incluyendo aquellas del Puritanismo, Pietismo, Deísmo, Ilustración, Trascendentalismo, Evolución, Naturalismo y Realismo. Se confiere especial atención a las fuentes europeas, contextos sociales y significación cultural de cada tema) y el Seminario "The theory of political practice. An empirical and functional approach to the problems of cooperative action and the adjustment of group demands" (Teoría de la práctica política. Un acercamiento funcional a los problemas de acción cooperativa y de adaptación a las demandas de grupo)  (Philosophy, Psychology, Anthropology, and Religion. 1944, 25 y 27).

En 1945-1946 ofreció los Seminarios "Philosophy. Law and morals. The theory of justice constitutes the central theme of the seminar, but the discussion includes other aspects of the relation of law to morals, especially the problem of authority" (Filosofía. Ley y Moral. La teoría de Justicia constituye el tema central del Seminario, pero la discusión incluye otros aspectos de la relación entre ley y moral, especialmente el problema de la autoridad) dictado también por los Profesores Laserson y Patterson y "Pragmatic empiricism. After a brief account of the development of pragmatic philosophies in America, the course is concerned primarily, with applications of pragmatic empiricism to theology and ethics" (Empirismo Pragmático. Luego de un breve informe sobre el desarrollo de las filosofías pragmáticas en América, el curso tiene que ver ante todo con adaptaciones del Empirismo Pragmático a la Teología y a la Ética") y "Pragmatic empiricism and its applications to law, education, and social theory; current types of Realism, Idealism, and Naturalism; the significance of recent European importations for American culture" (Empirismo Pragmático y su aplicación a la ley, educación y teoría social; tipos en uso de Realismo, Idealismo y Naturalismo; el significado de importaciones europeas recientes en la cultura americana) (ibíd., 27 y 28). Asimismo, dirigió el "Colloquium on Western Classics. A two-year sequence of readings in the classics of the Western World" (Coloquio sobre los Clásicos Occidentales. Dos años de secuencias de lecturas sobre los clásicos del Mundo Occidental) (ibíd., 23).

Durante el año académico 1946-1947 la autora asistió al Curso sobre "American philosophy since William James. A survey of twentieth century trends in American thought" (Filosofía americana a partir de William James. Un sondeo de las tendencias del siglo XX en el pensamiento americano) y al Seminario sobre "The theory of political practice. An empirical and functional approach to the problems of cooperative action and the adjustment of group demands" (Teoría de la Práctica Política. Una aproximación empírica y funcional a los problemas de acción cooperativa y la adaptación a las demandas de grupos). También estuvo presente en el Curso de Investigación sobre "Problems in the history of philosophy and religion in America" (Problemas en la Historia de la Filosofía y de la Religión en América), dictados también por el Profesor Schneider (Philosophy, Psychology, and Religion, 1946, 24, 25 y 27).

En el año lectivo 1948-1949 Schneider dictó "History of social philosophy; lectures by Professors von Fritz, Kapp, Prezzolini, Bigogiari, Neumann, Dorfman, MacIver, and others. A review of the history and literature of political theory and of the major systematic interpretation of man’s history, institutions, and social control" (Historia de la filosofía social; lecturas a cargo de los Profesores von Fritz, Kapp, Prezzolini, Bigogiari, Neumann, Dorfman, MacIver y otros); y "History of social philosophy. A review of the history and literature of political theory and of the major systematic interpretation of man’s history, institutions, and social control" (Historia de la filosofía social. Un examen de la historia y de la literatura de la teoría política y de las mayores interpretaciones sistemáticas de la historia del hombre, instituciones y control social)  y los Seminarios "Hobbes. Readings will be organized according to Hobbes’ scheme: De Corpore, De Homine, De Cive" (Hobbes. Las lecturas estarán organizadas de acuerdo al programa de Hobbes: De Corpore, De Homine, De Cive); "Aristotle’s Metaphysics The English translations are used as a basis, but students are expected to know enough Greek for elementary reference work" junto con los Profesores von Fritz, Kapp, Randall y Dr. Riezler (Las traducciones al inglés se usan como base, pero se espera que los estudiantes sepan suficiente Griego para un elemental trabajo de referencia) (Faculty of Philosophy, 1948, 101, 104, 105).

Paralelamente Angélica daba clases de español y de cultura hispanoamericana en Sarah Lawrence y en Brooklyn College, donde introdujo "los estudios de cultura latinoamericana, lo cual prolongué hasta 1947, año en que dejé Sarah Lawrence para trabajar en el Brooklyn College" (Mendoza, A., 1954a, 41). Colaboró en la oficina neoyorkina del Coordinador de Asuntos Interame­ricanos, Nelson Rockefeller, y, paralelamente, en la División de Idiomas de la Comisión de Asuntos Sociales y Económicos de las Naciones Unidas y formó parte de un Proyecto de Educación Fundamental en beneficio de la comunidad de indios tarascos y de maestros rurales en México. Al terminarlo, volvió al país del Norte, donde prosiguió con una intensa actividad intelectual y periodística, gracias a una beca concedida por el IPGH de México (y con ayuda de la Fundación Rockefeller), para escribir sobre las ideas contemporáneas en los Estados Unidos. De esos estudios surgió su libro Panorama de las ideas contemporáneas en los Estados Unidos, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1950.

Encontró que el sistema de valores norteamericanos, tanto sociales, como políticos y culturales, eran beneficiosos para nuestra América, del mismo modo que el puritanismo era un valor cultural en el plano social y temporal. Confiaba, con una actitud progresista, en el perfeccionamiento social del hombre y pensaba que esa perfección llegaría a nuestros países por la incorporación de esos valores culturales.

Semejante a la labor desplegada en la Argentina en sus años juveniles, Angélica Mendoza tuvo en los Estados Unidos una intensa actividad intelectual y periodística. Publicó en la Revista Hispánica Moderna de Nueva York un trabajo sobre "Guillermo Enrique Hudson (1841-1922)"; varios ensayos sobre temas filosóficos; "Notas sobre la Filosofía de Francisco Romero"; "Libre pensamiento y humanitarismo en los Estados Unidos", "¿Una crisis de la modernidad?; "Estados Unidos y su épica" y otros (ver Bibliografía de Angélica Mendoza). Sin embargo, fueron los temas educativos y sociales los que motivaron su mayor dedicación en los años de su madurez, pues como lo destaca en su "Autobiografía",

Estoy pronta para cualquier programa a favor del buen entendimiento entre los dos mundos culturales que existen en el continente americano y de una mejor comprensión de sus instituciones y sistema de valores. Al mismo tiempo, pienso que para conservar mi enseñanza viva y con significación debo estar en estrecho contacto con cualquier nueva corriente en el pensamiento humano que pueda mejorar a la mayoría en un mundo perturbado (Mendoza, A., 1954a, 42).

Los Estados Unidos, pero muy especialmente Nueva York, tuvieron una influencia extraordinaria en la vida y en la obra de la autora. No solo enriqueció su concepción del mundo, sino que la experiencia intelectual y humana que llevó a cabo representó para ella el nuevo modelo de acuerdo con el cual debía proponerse el progreso social de Iberoamérica, la Argentina y, desde luego, Mendoza.

3. Nostalgia por su país

"A veces tengo unas nostalgias negras de mi tierra…pero, me las aguanto", le decía Angélica a Francisco Romero (Mendoza, A. En Torchia Estrada, J. C., 1999, 176). Ha pasado trece años en Estados Unidos y está pronta a regresar. Problemas familiares son el motivo aparente, pero la nostalgia por el cariño de su gente es mayor.

En una carta fechada el 19 de noviembre de 1953 le comenta a su amigo sobre sus viajes a Puerto Rico para redactar algo relacionado con la Antropología filosófica. Ha escrito un estudio sobre libertad individual en la sociedad de masas a raíz de unas conferencias dictadas en un seminario de UNESCO en La Habana, publicado en la revista de la Academia Interamericana de Derecho Comparado, "lo que supone estar inédito". Y le reitera sus deseos de volver al país y encontrarse con sus amigos: "Borges parece que viene ahora para acá. En cuanto a Mallea, dígale que -como bien sabe- es uno de mis más queridos amigos, pero que su inhibición epistolar me tiene privado de comunicación directa con él, pues no ha contestado a dos cartas mías y, aunque no se lo tomo a mal, pues lo conozco, no voy a estar enviando mensajes al viento". Siente, además, el peso de los acontecimientos de la Segunda Guerra (Mendoza, A. En Torchia Estrada, J. C., 1999, 180).

Meses después, en otra carta a Romero, le confirma su deseo de regreso, por lo menos por un tiempo:

Mi madre me reclama; todas mis tías han muerto y ella debe sentirse frágil. Yo creo además, que necesito del calor de mi gente; la soledad es destructora y yo desde hace trece años me alimento de mis propios jugos…. pero ahora tengo la sensación que ya he cumplido mi destino en el extranjero. Vine a conocer y a terminar mi formación espiritual; he vivido y vivo intensamente, he sido testigo de los más grandes acontecimientos de la época, he recibido la enseñanza de grandes maestros, he participado en empresas extraordinarias -y todavía lo haré-, he oído la mejor música del mundo, visto el más grande teatro… y padecido experiencias intensas e inolvidables las cuales me han afirmado en mi fe por el hombre y en mi piedad por su destino. Hora es que vuelva a casa… (Mendoza, A. En Torchia Estrada, J. C., 1999, 181).

En esa misiva expresa la angustia y el rechazo que los acontecimientos bélicos en Japón les provoca a todos. Su lenguaje es profundo y conmovedor y revela sus emociones más profundas, como también una sensibilidad intensa: "Hay un tremendo sentimiento de culpa por la bomba atómica; pero ocurre entre los que piensan y crean y trabajan. He llegado a convencerme Romero, que el mal existe; está en la entraña de nuestra condición. Y esta es la era demoníaca de la historia. No crea que [me] he hecho teóloga; pero la meditación no lleva a un camino iluminado" (ibíd.).

El cambio político que se opera en el país con la caída del gobierno de Juan D. Perón en 1955, facilita su vuelta a Mendoza, gracias a la acción de Francisco Romero y de su hermano, el historiador José Luis Romero, entonces Rector de la Universidad de Buenos Aires.

En 1956 ya está enseñando en la Facultad de Filosofía y Letras y luego en la Escuela Superior de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, donde dictó las Cátedras de Filosofía, Sociología y Antropología Filosófica.

La pedagogía de Angélica Mendoza sobre todo en sus años finales se enriqueció con sus estudios sociológicos; advirtió que la sociología estaba limitada a los enfoques teóricos y a la exposición de teorías y doctrinas más que a los estudios experimentales basados en el trabajo de campo por los cuales ella se inclinaba. Así lo reconoció uno de sus discípulos:

Llegó a Mendoza con toda esa experiencia, con ese amazonas de ideas y aquí, la sociedad mendocina, muy pacata, muy conservadora, recordaba a la agitadora de los maestros y la veía como a la Rosa Luxemburgo de esa época [...] aquí innovó, trajo la práctica del trabajo de campo, la apertura a una bibliografía universal y no había tema que no quisiera discutir y sobre lo que no ilustrara a sus alumnos (Zuleta Álvarez,  E., 1997b, 9).

Preconizó entonces una sociología fundada en los datos empíricos de la realidad, obtenidos a través de investigaciones personales que ella misma llevó a cabo en los alrededores de la ciudad con la colaboración de estudiantes y graduados universitarios. Otro de sus discípulos recuerda que Angélica

Nos impulsó a la realización de investigaciones puramente empíricas y descriptivas (en Villas Miserias, Patronato de Menores, Cárcel Penitenciaria, etc.), casi por completo ajenas  a consideraciones teóricas [...] Fue una "vacuna" contra una cierta abundancia de teorizaciones con escasa o sin clara base concreta [...] En la cátedra puso énfasis en el "relativismo cultural", aporte valioso de la Antropología a los estudios sociológicos (Triviño, L., 1970, 13).

Sus estudios sociológicos y antropológicos aprovecharon las obras y experiencias de la sociología norteamericana, que sirvió como paradigma de los estudios que preconizó para Mendoza y la Argentina. No alcanzó a desarrollar en plenitud esta última vocación sociológica, que estaba fuertemente relacionada con aquella vocación docente, pero emprendió estudios y llevó a cabo trabajos renovadores que causaron un fuerte impacto en la nueva Universidad argentina.

Lucha por conocer siempre algo más de ese singular fenómeno conocido como hombre en sociedad, para que tal conocimiento sirviera de base positiva a las aspiraciones humanas de cambio y de perfeccionamiento. Tal como con frecuencia lo sintetizaba en la cátedra: "es inútil querer cambiar algo apasionadamente, si primero no se lo conoce desapasionadamente". De allí su decisión de dedicarse a las ciencias humanas y sociales [...]. No sólo enseña: entusiasma. No sólo expone magistralmente: genera debates. No sólo explica teorías: fomenta experiencias. Pone en tela de juicio ideas y conceptos. Obliga a pensar. Exige atenta observación de la realidad social. Sus (casi radicalizados) empirismo sociológico y relativismo cultural fueron blanco de serios ataque [...]. Hasta el enojo nos estaría exigiendo -como nos lo exigía entonces- ser objetivos en el análisis de los hechos (Triviño, L., 1970, 13).

Los temas de interés de Angélica Mendoza se acercaron cada vez más a la Antropología filosófica, como se lo manifiesta en carta a su maestro y amigo Francisco Romero. Su vocación docente se completó con una visión antropológica y social de la sociedad americana. Fue en el sentido más cabal una auténtica maestra de América y gustaba que se reconociera en su personalidad estos rasgos que la emparentaban con la tradición sarmientina. Este objetivo explica la riqueza de sus observaciones sobre la condición humana en América y su comprensión de los rasgos que distinguían al hombre americano para quien pedía una pedagogía práctica, basada en el conocimiento directo del campo en el cual estaba inserta la acción del hombre en toda su variedad de hábitos, rasgos, costumbres y cualidades.

Su vida peregrina terminó en Mendoza el 5 de febrero de 1960. Los últimos años en esta ciudad fueron una síntesis fructífera de su recorrido andariego. La identidad de la autora se evidenció en su trabajo de escritora, a través de la filosofía, la historia, la sociología, la crónica, la reflexión ensayística y la crítica de textos.

4. Sus ideas filosóficas y políticas

En la obra de Angélica Mendoza vemos las huellas de sus maestros y la recreación que ella realiza de su formación. Fue decisiva la influencia de Francisco Romero, a través de quien tomó contacto con la corriente renovadora que éste encabezaba en la Argentina siguiendo las huellas de Alejandro Korn y Coriolano Alberini. Se puede decir que en la filosofía de Angélica está presente el concepto de "libertad creadora" que orienta la filosofía de Korn.

Durante sus primeros años y desde el punto de vista de las grandes corrientes de pensamiento, la autora estuvo inmersa en el positivismo y compartió su creencia en la capacidad de la ciencia para conocer y transformar el mundo. No fue un positivismo dogmático, sino una de las maneras y sin duda la más consolidada en ese tiempo, de aceptar la preeminencia del conocimiento científico. Su formación filosófica le permitió enriquecer su positivismo gnoseológico con un optimismo moral que rechazaba todo escepticismo e imponía el progreso basado en la capacidad perfectiva de la vida humana.

El hombre no toma las cosas como están sino que construye, domestica, planta, cruza, fertiliza, labora, cambia y cuida. Trabaja su mundo y proyecta su destino, tal como el hombre concebido en la filosofía cartesiana y cuya resonancia histórica colma todo el pensamiento moderno (Mendoza, A., 1940e, 69).

En el encuentro con el pensamiento de John Dewey, advirtió que el autor partía de un racionalismo filosófico, pero cobraba un sentido práctico y utilitario que facilitaba la apertura a la vida social que en ella predominaba con firmeza. Afirmaba que la investigación o búsqueda filosófica es una actitud vital del hombre, quien no ha tenido más remedio que adoptarla para poder subsistir a lo largo de su experiencia natural e histórica:

Esa actitud vital de investigar revela la ansiedad del hombre y el carácter problemático de su existencia. Esa situación de incertidumbre forma un basamento permanente de la investigación y no se detiene sino cuando se produce una situación unificada de pensamiento y acción. El sentido profundo de la filosofía está en que es una investigación de la investigación y sus resultados representan al mundo de lo verificable. El proceso de esa investigación se concreta en las proposiciones científicas y matemáticas  (Mendoza, A., 1962, 89).

Sin abandonar su adhesión a la gnoseología racionalista, completó su formación teórica con el sentido práctico del pensamiento norteamericano. El fundamento en la filosofía moderna afirmó su confianza en la capacidad de la razón para el conocimiento de la realidad, pero el utilitarismo la proyectó a una afirmación filantrópica, entendida como una vocación transformadora de la vida social.

América aún puede aprender mucho [...] porque su existencia histórica se desenvuelve todavía bajo el primado de la acción y ante la perspectiva de un futuro [...]. La categoría espiritual no se da como opuesta a la vida, sino en la esfera vital ... En Dewey el hombre es unitario, carece de antítesis; y si bien el espíritu es un elemento auténticamente humano y no animal, se da en el curso de la vida, depende y se halla inserto en el proceso vital. El pensamiento sólo es una derivación de las formas del trabajo humano; es subjetivo y personal. El espíritu, entonces, no es supratemporal; reconoce una categoría temporal, casi diríamos histórica, inserta en una espacialidad (Mendoza, A., 1962,  68 y 70).

Su sentido humanístico rehuyó todo determinismo en el orden de las ideas y en el desarrollo progresista de la sociedad, pues Angélica tuvo siempre confianza en la capacidad de la inteligencia humana para determinarse libremente a favor de la educación y de la transformación de la vida individual y colectiva. Encontró que la idea educativa descansaba en una sociedad democrática y en la participación responsable de todos los miembros del grupo social. La escuela debía ser un grupo social en miniatura en el cual el estudio y el crecimiento eran incidentes de una experiencia común.

Un verdadero sistema de educación, vale decir de 'formación y estructuración' de un individuo debe estar basado en la conexión vida-experiencia, lo que significa una dirección consciente y querida del fin educativo dentro de una filosofía de la experiencia, cuyos criterios de valor son los dos principios: el de continuidad y el de interacción. Tal pretensión valora el hacer educativo más allá de una mera práctica, concediéndole una tensión hacia valores supraindividuales, esto es, humanos. (Mendoza, A., 1940e, 81).

Estas circunstancias explican su vocación pedagógica que si bien se basó al principio en la filosofía de Dewey y en el pensamiento político y social norteamericano, se enriqueció con aportes de la filosofía contemporánea. Como todo pensamiento de su tiempo, el de Angélica Mendoza fue conmovido por la corriente ética de la filosofía alemana representada por Max Scheler, cuyas obras traducidas en España tuvieron una influencia importante en la Argentina, al igual que las obras de la misma corriente que se publicaron gracias a la acción de Ortega y Gasset y la editorial de la Revista de Occidente.

Profesó un fuerte optimismo con respecto a las posibilidades humanas de progreso individual y colectivo y a medida que incorporó nuevas relaciones y viajes, y conoció otros países, consolidó su  optimismo con ejemplos históricos como el que ofrecía el crecimiento de los Estados Unidos. Recordemos que sus dos libros versan sobre ese país: Fuentes del pensamiento de los Estados Unidos (1950) y Panorama de las ideas contemporáneas en Estados Unidos (1958). En ellos son estudiados los procesos históricos y políticos, junto al impulso religioso protestante que se encuentra en la base del desarrollo norteamericano.

Ajena a todo escepticismo filosófico y aunque mantuvo una posición equidistante y agnóstica en materia de convicciones religiosas, se consolidó su fe en la capacidad de la inteligencia humana para conocer la realidad a través de las ciencias y la filosofía.

La investigación misma -insistimos- es un proceso continuo en cada uno de los campos donde se pone en marcha. En la investigación científica, el criterio de lo que se considera establecido, esto es que es conocimiento, queda asentado de tal modo que puede ser utilizado como un recurso en la investigación posterior. En ese proceso ininterrumpido las conclusiones no pueden tener el carácter de permanentes, pues la creencia final por más establecida que esté se halla expuesta a los resultados de las investigaciones futuras (Mendoza, A., 1962, 94).

El sentido social de la filosofía de Angélica Mendoza se reforzó con Victoria Ocampo y el grupo de Sur. La base teórica que había forjado en la Facultad de Filosofía y Letras, se enriqueció con la visión americanista que aquel núcleo le aportó, sumada a la militancia feminista inspirada por la directora de Sur, quien le presentó este tema como esencial para su filosofía de la vida y la acción.

Angélica no profesó ninguna religión positiva. No hubo en ella una preocupación explícita por la existencia de Dios o por los temas específicamente religiosos. Pero cuando trabó conocimiento con las ideas norteamericanas y, sobre todo, cuando adquirió la experiencia de la historia de los Estados Unidos, donde la religión protestante había sido decisiva, se interesó vivamente por todo lo que se refería al protestantismo, a sus diversas corrientes y por la influencia de la religión en la historia, la filosofía, la política y el derecho. También valorizó la vocación utópica de construcción de un futuro siempre perfectible que estaba presente en muchos aspectos de estas convicciones religiosas. Por eso le interesó el utopismo de algunos libre pensadores norteamericanos, desde Thomas Jefferson, Benjamín Franklin, Stephen Hopkins, George Wythe, Ethan Allen a Abner Kneeland y Orestes A. Brownson, que recibía la influencia de reformadores ingleses como Robert Owen, su hijo Robert Dale Owen y Francis Wrights.

Sin duda recobraba el impulso inicial que había vivido en su primera formación socialista. La religión, entonces, adquirió una perspectiva distinta y se le revelaron las posibilidades que ofrecía para una reorganización de la vida social y colectiva, es decir, más allá de una consideración personal o subjetiva.

En lo concerniente a sus ideas políticas, desde sus primeros momentos tuvo conciencia de la existencia del Estado como la forma moderna de organización social. Desde el punto de vista del Socialismo, mantuvo una posición crítica, pero no llegó a la negación anarquista ni a la propuesta de una abolición del Estado en función de una organización política que prescindiera del orden estatal.

Prueba evidente de la importancia que concedía a la organización del Estado, fue su participación en los grupos políticos que aspiraban a conquistar el gobierno y su candidatura a Presidente de la República. Creía que el Estado burgués debía ser reformado para abrirse a formas socialistas que representaran la superación del dominio que las clases dominantes ejercían sobre el resto de la sociedad. Fue revolucionaria, pero para cambiar la forma del Estado en nuestra América, todo ello de acuerdo con los principios de su socialismo juvenil reforzado más adelante por las convicciones derivadas de su lectura de la filosofía hegeliana.

La realidad de nuestras naciones americanas desde el Río Grande al Cabo de Hornos, en la circunstancia que vivimos, aparece en un ámbito caótico de dictaduras, gobiernos militares y con una masa de civiles quienes o llenan las cárceles y sufren persecución o bien permanecen estáticos y satisfechos con el nuevo orden de cosas. Esas dictaduras y apatía ciudadanas desenmascaran la existencia ficticia de las democracias y disimulan la baja condición de las masas, cuyos derechos políticos casi nunca han sido gozados en libertad. De ahí la casi completa ausencia del ejercicio de la voluntad popular y el desarrollo de la demagogia como método de gobierno para mantener a la población bajo el señuelo de mejoras económicas y sociales, que para ser realizadas exigen el control permanente y regular las opiniones y la entrega total de la masa a la voluntad del grupo que maneja el país. Dicha demagogia no configura ni permite configurar una real conciencia de pueblo, pues las masas son manejadas y mantenidas en plena minoría de edad cívica. Esa situación de incapacidad ética se agrava al elaborar y difundir desde arriba ideologías que substituyen a un verdadero pensamiento político, y cuyos materiales han sido tomados de ciertas corrientes destructivas que surgieron en Europa en vísperas de la desagregación final (Mendoza, A., 1954c,  269).

Cuando advirtió que el camino elegido en la militancia partidaria carecía de posibilidades de realización, se retiró definitivamente de la política y se consagró a la vida intelectual, pero sin renegar de su aceptación del Estado como institución organizadora de la vida colectiva. Su inicial actitud revolucionaria fue cediendo a las circunstancias concretas de la vida argentina de su tiempo y aunque mantuvo una permanente aspiración a la justicia y a la igualdad, buscó una relación con la sociedad basada en la inteligencia y no en la práctica de la militancia partidaria.       

Es verdad, sin embargo, que por entonces mi fe absoluta en la ciencia y en el poder del hombre para resolver los problemas fundamentales de la humanidad, se estaba debilitando. Como joven que ha crecido entre guerras y revoluciones y que era tan ansiosa y curiosa como para investigar, en la vida real, la naturaleza y el alcance de la infelicidad humana, yo estaba bajo la tensión y la presión de una complicada experiencia del mundo. Aún así, proseguí mi línea original de pensamiento y comencé a escribir ensayos sobre temas filosóficos y sociales (Mendoza, A., 1954a, 39).

Su humanismo integrador le permitió proyectarse sin ningún tipo de reduccionismo sectario. Para ella, la humanidad formaba un todo que iba desde la familia hasta la sociedad política universal, dentro de la cual se incluían todos los géneros y las razas, en una amplia consideración basada en el respeto irrestricto a los derechos humanos.

Angélica Mendoza siempre tuvo la percepción de la existencia de valores objetivos sobre los cuales debía organizar su vida intelectual y social. El tema de los valores, muy frecuentado en la filosofía alemana de su tiempo, adquirió un fuerte relieve a la luz de su interés en el pensamiento norteamericano, por medio del cual clarificó la afirmación de valores intelectuales y utilitarios, siempre a favor de una actitud que concedía importancia subordinante a la ética  individual y social.

En su pensamiento no había afirmaciones absolutas de carácter metafísico, pero en su filosofía social había un profundo optimismo en la capacidad del hombre y la sociedad para lograr transformaciones progresistas que superaran todo quietismo pesimista. Aquí reaparece el mencionado principio filosófico de Korn de la libertad creadora al cual debemos sumar el de una crítica de la situación del hombre y de la sociedad iberoamericana, pero imbuida de una fe en la posibilidad de construir un nuevo humanismo afirmativo.

5. Palabras finales

La idea de una corriente, de un hilo conductor que atraviesa toda la vida humana, está unida a la personalidad de cada uno. Angélica Mendoza dejó el ejemplo de su vida en tiempos conflictivos y dramáticos donde se impuso sin más armas que las de su inteligencia y sin otra ayuda que su saber y autenticidad. Cuando se considera su biografía, las diversas etapas de su vida y su formación intelectual y política se advierte una franqueza inflexible sobre su socialismo juvenil y el liberalismo democrático de sus últimos años. Atravesó con un fuerte protagonismo personal unos de los momentos más complejos y complicados de la cultura contemporánea y optó por una formulación clara y fundamentada de sus diversas convicciones personales, políticas y sociales.

Sus reflexiones desde los Estados Unidos muestran que se oponía a la sociedad totalitaria y era una defensora de la sociedad democrática. Presuponer un fin último, decía, es algo que trunca el debate, mientras que la democracia es en sí un debate libre. En efecto, para ella se trataba de un método que permitía discutir todas las finalidades. Por eso la fe en la democracia como método era una forma de vida en la cual las fuerzas de iniciativa y de crítica no solo eran toleradas sino también estimuladas.

Concebía el conocimiento como actividad eminentemente práctica y no como contemplación; identificaba la inteligencia como una fuerza activa destinada a transformar el mundo, por eso el valor de las ideas estaba en función de su adecuación a las situaciones problemáticas. Creía que la tarea de la filosofía y de la ética consistía en promover una continuada revisión crítica, con el objeto de conservar y enriquecer los valores de derecho, porque la ética posee un trasfondo histórico y social. Tiene plena conciencia de estar prestando un servicio con sentido social y ético.

Con respecto a los hechos, señala que no son puros datos, que no existen datos en sí, sino en relación con una idea o un plan operativo que pueda formularse en términos simbólicos, desde los del lenguaje a aquellos más precisos y específicos, propios de la matemática, la física o la química. En definitiva, opina -muy cercana al pensamiento de Dewey y al empirismo- que tanto las ideas como los hechos son de naturaleza operacional, por eso las ideas son instrumentos que pueden ser eficaces, relevantes o no, perjudiciales o económicos, pero no verdaderos o falsos.

Vinculada con estas ideas se halla su teoría de la educación, entendida como reconstrucción renovada de los vínculos existentes entre las actividades presentes, pasadas y futuras y capaces de aumentar en los individuos su posibilidad de dirigir el curso de la experiencia ulterior. Por ese motivo, los objetivos de la educación se organizan de acuerdo a una filosofía social y política, la cual tiende a formar ciudadanos responsables que se integren a la comunidad. La sociedad no podrá cabalmente realizar esa empresa educativa si trata de desestimar los requerimientos que ésta plantea, porque todo proyecto de educación necesita en nuestros países evaluar la realidad presente y hacerse cargo de la estructuración del destino de América Latina. (Mendoza, A., 1954c, 269)

A pesar de que durante su juventud socialista se consagró a las posiciones revolucionarias, en sus textos no se encuentran declaraciones de las razones personales que la animaron en su carrera política. Algo podría traslucirse en su novela de juventud -Cárcel de mujeres (obra de la cual renegó en sus años posteriores)- en algunas reflexiones en razón de que en este libro relata la experiencia fuerte de su prisión en la Cárcel del Buen Pastor cuando se desempeñaba como gremialista en la huelga de maestros.

En todos sus escritos posteriores y desde luego en ninguno de los textos que corresponden a los años cuarenta cuando estaba consagrada a la pedagogía, a la filosofía y al feminismo, tampoco se encuentran confesiones personales, pues su mayor esfuerzo intelectual estaba en la exposición de las teorías que entonces defendía.

Sobre su experiencia en los Estados Unidos y su posterior relación con las culturas indígenas no existen textos autobiográficos o de justificación personal. Una excepción notable es su "Autobiografía intelectual", escrita en ocasión de la presentación a organismos que auspiciaban becas y auxilios profesionales, ocasiones en las cuales se suele solicitar a quien aspira a estos beneficios una exposición personal de sus antecedentes, estudios y propósitos.

En los trabajos de mayor envergadura escritos en su madurez, tales como los mencionados Fuentes del pensamiento de los Estados Unidos y Panorama de las ideas contemporáneas en Estados Unidos, la autora asume con todo rigor su función de filósofa, especialmente de historiadora de las ideas políticas y sociales, y aunque manifiesta su admiración por diversos capítulos de la historia norteamericana, tampoco deja traslucir impresiones personales o juicios que perturben la exposición de los hechos que considera.

Asimismo, en ninguno de sus artículos o ensayos escritos y publicados a partir de la experiencia norteamericana se advierte esa nota personal, a pesar de que su estilo vivaz, su agilidad literaria y sus excelentes virtudes de estilo hubieran permitido que se transparentaran juicios personales en uno u otro sentido. Sí, en cambio, está presente el reconocimiento generoso a sus maestros, a los cuales agradeció todo lo que habían hecho a favor de su formación intelectual y personal.

Angélica Mendoza fue una escritora de extraordinarias condiciones. Tenía un estilo directo en un castellano impecable de pura raigambre americana, es decir, sin recursos estilísticos ajenos a lo mejor de la prosa que se escribía entonces, con fuerza descriptiva, capacidad para captar situaciones singulares y una facilidad sorprendente para expresar sus ideas y sentimientos de una manera vívida y exacta.

Algunos de los estudios que dedicó a figuras como Enrique Hudson o a costumbres y paisajes americanos, pueden figurar entre las mejores páginas de la literatura iberoamericana de su tiempo, virtudes que sin duda apreció y valoró Victoria Ocampo cuando la incorporó al elenco de escritores de Sur y más tarde Enrique Anderson Imbert. Pero los méritos literarios de Angélica Mendoza adquieren su sentido más profundo cuando se los considera como el medio con que expresó su vigorosa y original personalidad, su voluntad de servir a la sociedad argentina y americana proyectadas al mejoramiento del hombre y la mujer y la humanidad.

La realización de esos ideales era difícil y por eso predicaba la disciplina, el esfuerzo y el rigor, de los cuales comenzaba ella misma por dar el ejemplo. A esos ideales consagró su vida con inflexible honestidad, inteligencia y sacrificio y la Argentina, la América Íbera y su Mendoza natal, con justicia le debe un recuerdo.

Su actuación en la Universidad de Cuyo fue breve, pero fervorosa, intensa, polémica, renovadora, fructífera. Perteneció a esa clase de profesores que mantienen la autenticidad y espontaneidad de pensamiento del verdadero filósofo. Por eso su filosofar tiene sabor a vida plena, colmada de requerimientos éticos. Su presencia en las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias Políticas y Sociales, significó el cierre de un ciclo vital fecundo, que dejó profundos recuerdos entre sus alumnos.

La labor de esta estudiosa está presente a lo largo de toda su vida y las nostalgias de su tierra muestran que pudo recorrer los más distintos caminos, pero siempre con su terruño a cuestas.

Notas

1.  Investigadora. Universidad Nacional de Cuyo / CONICET. <florenciatferreira@gmail.com>

Referencias

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