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Información, cultura y sociedad

versión impresa ISSN 1514-8327versión On-line ISSN 1851-1740

Inf. cult. soc.  n.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2007

 

Libraries & Culture: Historical Essays Honoring the Legacy of Donald G. Davis, Jr. / edited by Cheryl Knott Malone, Hermina G. B. Anghelescu, John Mark Tucker. Washington, D.C.: Library of Congress, The Center for the Book, 2006. 294 p. [Nota: originalmente publicado como un número especial de Libraries & Culture. Vol. 40, no. 3, summer 2005)].

Alejandro E. Parada

Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas Facultad de Filosofía y Letras- UBA

Robert Sidney Martin, en el Prólogo de esta obra dedicada a la trayectoria académica de Donald G. Davis, Jr., plantea la pregunta esencial que debe intentar responder un historiador de los múltiples registros que contienen y difunden actualmente las bibliotecas: ¿por qué estudiamos la Historia de las Bibliotecas y de otras agencias culturales? (p. xi).
No se trata de una mera formulación retórica o, tal vez, ociosa. Grandes bibliotecarios estadounidenses, cada uno en su época y contexto, han abordado esta temática. Raymond Irwin, por ejemplo, en un artículo ya clásico, respondía brillantemente a una cuestión similar en 19581. Unos años antes, Jesse H. Shera había definido, sin equívocos, «el valor» social y científico de la Historia de las Bibliotecas2. Sin olvidar, por supuesto, el lúcido artículo de Haynes McMullen: Why read and write Library History?3 Y casi tres lustros después, el propio Shera, no satisfecho con su estimulante defensa curricular, dio un paso más allá, al sostener que lo que la profesión necesita realmente ahora [1966] no es más Historia de las Bibliotecas, sino una Historia de la Bibliotecología4.
A esta lista de ilustres profesionales deben añadirse los nombres de Sidney H. Ditzion, Louis Shores, Michael H. Harris, entre otros muchos, quienes también abordaron este tópico en el pasado. De modo que a lo largo del tiempo, incluyendo a los numerosos bibliotecarios que en la actualidad construyen su propia Historia, en forma recurrente, siempre se manifestó la cuestión sobre la identidad histórica y las prácticas de nuestra profesión.
Para nosotros, nuevos historiadores de los registros culturales, no hay viejas preguntas para interrogantes siempre vigentes que, en definitiva, se centran en los fundamentos de nuestro quehacer. La pregunta por la Historia de la Bibliotecas, aunque algunos la ignoren o miren hacia otro lado, es aquella que intenta dar testimonio cabal de nuestra existencia como profesionales. Es una pregunta ontológica, con réplicas abiertas y sin dogmas. Acaso su última respuesta, como muchos lo intuyen, bien puede llevar toda una existencia: tal es el caso de la labor desplegada por Donald G. Davis, Jr.
Docente, investigador, editor desde 1977 de Libraries & Culture: A Journal of Library History, asesor en estudios de postgrado, mentor de innumerables alumnos, director de una gran cantidad de tesis, son algunas de las actividades que llevó a cabo en el universo de la Historia del Libro y de las Bibliotecas. A ellas deben agregarse, dentro de una polifacética personalidad, su cálida dedicación a los estudiantes extranjeros, su especial espíritu comparatista e internacional, y su interés histórico por el perfil social y el ejercicio profesional.
 El libro reseñado, editado por Cheryl Knott Malone, Hermina G.B. Anghelescu y John Mark Tucker constituye un homenaje, en su doble dedicación de investigador y profesor, a la ingente contribución de Donald G. Davis, Jr. (véase «Chronology and Bibliography», p. 253). La estructura interna de la obra representa, especialmente, los temas en los que ha trabajado Davis. Su contenido se divide en cuatro secciones diferentes: Investigación y Educación en la Historia de las Bibliotecas (p. 1-62); Bibliotecas, libros y cultura (p. 63-162); Perspectivas internacionales (p. 163-232); y Legado de un mentor (p. 233-274). El volumen se cierra con un detallado Índice confeccionado por H.G.B. Anghelescu. Los autores de este merecido homenaje, todos ellos de reconocida trayectoria académica, son los siguientes: Christine Pawley, Donald W. Krummel, Edward A. Goedeken, Andrew B. Wertheimer, David M. Hovde y John W. Fritch, Joanne E. Passet, James V. Carmichael, Jr., Louise S. Robbins, Wayne Wiegand, John Y. Cole, Mary Niles Maack, Alistair Black, Hermina G.B. Anghelescu, Bette W. Oliver, John Mark Tucker, y Judith Overmeier.
Sería redundante detallar los títulos de los trabajos que forman parte del presente libro. No obstante, resulta de gran interés resumir conceptualmente parte del contenido, ya que la obra, en sí misma, constituye un fiel reflejo de las tendencias modernas de la Nueva Historia Cultural 5.
Las prácticas y representaciones de la lectura (J.E. Passet, p. 5), la influencia de la Filosofía y la Lingüística en la articulación de los nuevos lenguajes bibliotecarios (A. Black, p. 194), la Historia local como ámbito natural de la expresión de aquellos cuya voz era poco o parcialmente escuchada (D.M. Hovde y J.W. Fritch, p. 63;  J.V. Carmichael, Jr., p. 102;), el advenimiento de los Estudios de Género (J.E. Passet; M.N. Maack, p. 177); y la distribución –en el juego inclusión / exclusión– de ciertas obras en pequeñas bibliotecas rurales del Medio Oeste estadounidense (W. Wiegand, p. 146). A estos temas puntuales deben agregarse otros tópicos de no menor interés: el rico entrecruzamiento entre la Bibliotecología Internacional y los estudios locales, el aporte de la «microhistoria» y de las prácticas bibliotecarias en la reconstrucción de la vida cotidiana, la influencia de la Antropología Cultural en el análisis de los distintos discursos propios de la gestión que se desarrolla en las bibliotecas, el renovado vigor de la Crítica Literaria en el rescate de la Historia de las Bibliotecas como «objeto de narración», y el creciente interés por la retroalimentación entre la investigación cuantitativa y la cualitativa.
Nuevamente, luego de recorrer los tópicos que hoy definen a nuestro quehacer histórico, se impone una pregunta inevitable: ¿en qué consiste el legado que un hombre le puede dejar a una disciplina? Ante todo y, por sobre todo, su inefable condición de «sociabilidad»; es decir, el ejercicio gregario y cotidiano de una disciplina inmersa en las Ciencias Sociales. Aquello que Arnold K. Borden definió, en la década del treinta, como el contexto social y cultural del movimiento bibliotecario6, y que hoy sigue tan lozano como en ese entonces. Todo legado forma parte de un «estado de gracia» hacia los otros. Consiste en despojarse de algo propio y querido para brindarlo a los semejantes. Un legado implica la certera conciencia de una «otredad»; pensar lo plural y lo cálidamente comunitario. Este libro «en honor al legado» de un historiador de los registros culturales, no es otra cosa que el intento de apropiarse y de imitar la vida profesional de Donald G. Davis, Jr. Una vida y una obra que hizo de la Historia de las Bibliotecas su razón y pasión de ser.
Si legar (del latín legâre) también implica en su acepción etimológica «unir y/o ligar» (ligâre), por íntima extensión de reciprocidad casi religiosa, este homenaje cumple plenamente con la existencia de Donald G. Davis, Jr: la unión palpitante del íntimo itinerario individual con la vívida memoria colectiva de los bibliotecarios.

Notas

1 Irwin, Raymond. 1958. Does Library History Matter? En Library Review. Vol. 16, 510-513.
2 Shera, Jesse H. 1952. On the Value of Library History. En The Library Quarterly. Vol. 22, no. 3, 240-251.
3 McMullen, Haynes. 1952. Why Read and Write Library History? En Wilson Library Bulletin. Vol. 26, no. 5, 385-386.   
4 Shera, Jesse H. 1966. What the Historian Has Been Missing. En Wilson Library Bulletin. Vol. 40, no. 7.
5 Hunt, Lynn Avery, ed. 1989. The New Cultural History. Berkeley and Los Angeles: University of California Press. 244 p. (Studies on the History of Society and Culture; 6).
6 Borden, Arnold K. 1931. The Sociological Beginnings of Library Movement. En The Library Quarterly. Vol. 1, no. 3, 278-282.

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