1. Introducción[1]
Es bien sabido que el desarrollo de la Guerra Civil en España generó profundas repercusiones en la sociedad argentina e involucró activamente a la población civil. [2] La presencia de una amplia comunidad inmigratoria de origen español asentada en el país ayudó a visibilizar e impulsar un vasto movimiento de solidaridad hacia ambos bandos contendientes. [3] A pesar de que tanto el gobierno republicano como la fracción sublevada del ejército español contaron con dinámicos simpatizantes, los adherentes a la II República fueron, sin dudas, los núcleos mayoritarios en el territorio nacional (Quijada, 1991). La masividad que alcanzó ese movimiento solidario y la posterior recepción de exiliados republicanos favoreció que la mayoría de las investigaciones se concentraran en analizar el apoyo brindado a ese bando y que no se prestara la misma atención a aquellas expresiones que se solidarizaron con el ejército rebelde durante la contienda. [4] Este desequilibrio comenzó a modificarse en los últimos años, cuando el interés empezó a virar hacia las maniobras de socorro que distintos sectores del arco político e intelectual argentino realizaron en beneficio de la sublevación en España (Romero, 2011; Velasco Martínez, 2011; Camaño Semprini, 2015).
En efecto, el gobierno de Francisco Franco contó con entusiastas adherentes que promovieron diversas tareas de apoyo desde este punto de la llamada “retaguardia americana”. Si bien estos segmentos no fueron mayoritarios, apoyaron de manera visible al ejército sublevado en la península y se movilizaron para enviar cuantiosas contribuciones materiales y manifestar su solidaridad a partir del accionar de un conjunto variado de entidades y medios de propaganda. En la ciudad de Buenos Aires, algunas instituciones de origen español preexistentes al inicio de la guerra, tales como el Centro Acción Española, la Agrupación Monárquica Tradicionalista y la Agrupación Monárquica Española, a las que se sumaron luego entidades creadas en el marco de la contienda, como los Legionarios Civiles de Franco, la Asociación Acción Gallega Cruzados de Santiago y la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET-JONS) fueron conformando el entramado central del apoyo que respaldaba al bando insurgente en la península. [5]
Desde su sede en la capital argentina, FET-JONS fue una de las entidades más comprometidas con el socorro a los sublevados. Empero, una vez finalizada la Guerra Civil en 1939, la aplicación de medidas restrictivas para el accionar de grupos políticos extranjeros en el país condicionó las actividades proselitistas de sus adherentes. En el complejo contexto internacional signado por el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y por las suspicacias crecientes a la labor propagandística de las potencias del Eje en América, el falangismo debió desarticular sus sedes en distintos puntos del territorio americano e idear proyectos institucionales alternativos que le permitieran continuar con sus tareas de captación desde el Nuevo Continente (Pardo Sanz, 1994).
El presente trabajo se propone analizar el accionar propagandístico de FET-JONS en Argentina prestando especial atención a esta última etapa, cuando los intentos de reconfigurar la labor del falangismo en el país derivaron en la creación de una entidad de corta existencia denominada Casa de España (1940-1942). Si bien se trató de un emprendimiento asociativo de escaso éxito y duración, este caso de estudio reviste un particular interés historiográfico; en primer lugar, por tratarse de un organismo impulsado por el régimen dictatorial español con la finalidad de reagrupar a sus posibles simpatizantes en el país. En segundo lugar, la creación de esta entidad dejó al descubierto el afán propagandístico y supervisor que guiaba la política exterior del franquismo hacia América Latina; y en tercer lugar, dio cuenta de la existencia de un núcleo afín al franquismo residente en la ciudad de Buenos Aires que se movilizó activamente durante la contienda y la posguerra civil en la península.
Esta institución disputó con otros organismos y personalidades del tejido asociativo peninsular un lugar de liderazgo y conducción de la comunidad española residente en Buenos Aires de cara a su vinculación con el naciente régimen en España. Existe cierto consenso epistemológico en identificar a los grupos dirigentes de las colectividades inmigratorias con el ejercicio de las funciones directivas en las organizaciones y/o instituciones étnicas. [6] A pesar de que la formalización de los vínculos comunitarios en estas asociaciones no representaba a la totalidad (dado que se estima que solo un 25 o 30 por ciento de los inmigrantes se asociaba a alguna institución), la visibilidad y preeminencia que adquirieron los directivos de estos emprendimientos colectivos les permitió ejercer algún tipo de influjo sobre los demás miembros del grupo de procedencia (Núñez Seixas, 2006). No obstante, la notabilidad de estos líderes no debe confundirse con su legitimidad, algo que es mucho más difícil de sopesar con las eventuales fuentes disponibles. En este sentido, este trabajo busca reflexionar sobre la pretendida posición de liderazgo dentro de su comunidad de origen que los dirigentes y diplomáticos españoles afines al régimen intentaron construir por intermedio de la Casa de España. Las resistencias y oposiciones a este proyecto institucional que serán analizadas a lo largo del trabajo suman elementos interesantes de análisis al develar la complejidad del entramado político e institucional de la comunidad española emigrada en la capital argentina, la cual se resistió a esta “intromisión” en su espacio asociativo por parte del franquismo, a pesar del apoyo que algunos sectores le habían brindado durante la Guerra Civil.
Para abordar estas cuestiones se han consultado los fondos relativos al Servicio Exterior de FET-JONS, resguardados en el Archivo General de Administración (Alcalá de Henares, España), la documentación del Archivo Histórico de la Cancillería Argentina y de la “Comisión especial investigadora de actividades antiargentinas (1941-1943)” de la Cámara de Diputados de la Nación (Buenos Aires, Argentina). [7] También se ha analizado la prensa favorable a la rebelión militar que se editaba en la ciudad de Buenos Aires, especialmente los periódicos El Diario Español, Correo de Galicia, Falange Española, Acción Española . Juan Español.
2. La Falange Española Tradicionalista y de las JONS en Buenos Aires durante la Guerra Civil y la inmediata posguerra
La primera sede de FET-JONS en Argentina se constituyó de manera oficial el 1° de agosto de 1936 y no contó para ello con ningún tipo de intervención de la organización homónima en España (Blanco, 2003). Integraban este primer grupo de falangistas: José Ruiz Bravo, militante de la Legión Cívica Argentina, Antonio Rovira y Nicolás Quintana (Riesco, 2007). Este último ocupó la dirección de la incipiente organización desde sus orígenes hasta septiembre de 1937, cuando fue destituido por la intervención de los emisarios falangistas enviados a América en “Misión cultural”. [8]
Desde su fundación, la seccional local de FET-JONS se abocó de lleno a la búsqueda de mayores apoyos para la causa de los sublevados españoles. Para ello, incentivó la creación de filiales en el interior del país y lideró campañas de recolección de dinero, ropa y víveres que fueron enviados a las zonas dominadas por el ejército sublevado. [9] También concentró su atención en la recaudación de los recursos que les permitieran a los escasos voluntarios falangistas que partieron desde Argentina viajar a España e integrarse en los frentes de batalla. [10]
Además, los miembros de FET-JONS realizaron una intensa tarea propagandística con el fin de convocar la adhesión de la numerosa comunidad española allí emigrada y de los sectores más activos del nacionalismo filohispanista argentino (González Calleja, 2007). Entre 1937 y 1938, los falangistas proyectaron más de diez películas, [11] realizaron obras teatrales y transmisiones radiales a través de la emisora Radio Excélsior (Ramos, 1984), y desde octubre de 1936 hasta marzo de 1938 contaron con un órgano de prensa propio: el semanario Falange Española. [12]
La labor de FET-JONS en Argentina, así como también la de aquellas filiales del partido creadas en otros países, pronto comenzó a ser fiscalizada directamente por las autoridades sediciosas en la península por medio del Servicio Exterior de la Falange Española. Este organismo, constituido en febrero de 1937, se fundó con el propósito de controlar la acción partidaria en el exterior. Su atención estuvo dirigida a incorporar al nuevo régimen a todos los españoles emigrados, con un particular interés sobre aquellos que residían en América (González Calleja, 1994).
Durante los años que duró la contienda civil, los falangistas radicados en la capital argentina debieron enfrentarse a la apatía y la abierta oposición de una gran parte de la comunidad española emigrada que simpatizaba con el republicanismo. Pero además, la actuación del falangismo se encontró con diversos obstáculos en el propio núcleo de adherentes al franquismo. Por un lado, las directivas de unificación impuestas en abril de 1937 por el general Francisco Franco a los segmentos carlistas y falangistas [13] generó la dimisión del grupo más combativo del tradicionalismo monárquico en Buenos Aires. [14] Y por el otro, se generaron situaciones de duplicación de competencias y disputas por la autoridad entre los miembros de FET-JONS, particularmente su líder, Nicolás Quintana, y Juan Pablo de Lojendio, [15] el representante oficioso del gobierno de Burgos en Argentina (Delgado Gómez Escalonilla, 1992). Asimismo, los falangistas debieron convivir con Legionarios Civiles de Franco, una organización de naturaleza benéfica y católica de gran envergadura (Saborido, 2006). [16]
Luego de la finalización de la Guerra Civil y del reconocimiento oficial del gobierno del general Franco en la península (1939), Argentina y España experimentaron un singular período de acercamiento que se extendió hasta los últimos años de la década de 1940 (Rein, 2003; González de Oleaga, 2006). La mayor proximidad entre ambos Estados en este período se expresó a partir de una progresiva revitalización de los lazos económicos, políticos y culturales (Figallo, 1992, 2014). Esta relación bilateral comenzó a llamar la atención de los medios internacionales, los cuales objetaron la falta de un posicionamiento claro de ambas naciones ante el conflicto bélico mundial. [17] La insistencia Argentina en el mantenimiento de la neutralidad frente a la guerra y el despliegue de diversos proyectos de intercambio económico y cultural con el régimen dictatorial español durante la segunda conflagración mundial contribuyeron al desarrollo de acusaciones de “quinta columnismo” nazi en América, entre las que se destacaba la peligrosidad del accionar de FET-JONS en el continente (Quijada, 1994).
En este contexto se dio el establecimiento de las autoridades diplomáticas españolas en Argentina con la llegada, en octubre de 1940, del embajador Antonio Magaz y Pers. El arribo del representante oficial generó impresiones diversas en la comunidad inmigratoria de Buenos Aires. Por supuesto, su presencia fue muy criticada por los núcleos de exiliados y simpatizantes republicanos que residían en la ciudad (Ortuño Martínez, 2010). No obstante, sus primeras declaraciones públicas intentaron presentar su gestión como una alternativa “patriótica” y superadora de las divisiones existentes en la colonia. [18]
Entre los múltiples desafíos a los que debía hacer frente el nuevo embajador se encontraban, por un lado, la urgente necesidad de reagrupar a una comunidad hondamente dividida; y por el otro, canalizar el mayor caudal de apoyo posible entre sus connacionales para contribuir al sostenimiento del nuevo régimen. Por ello, la fundación de la Casa de España motorizada desde la sede diplomática se presentó, en primer lugar, como un proyecto institucional tendiente a sortear las disposiciones legales que se imponían a las entidades de origen extranjero en Argentina; y en segundo lugar, como una oportunidad para albergar en su seno a todos aquellos españoles que hubieran simpatizado con el bando sublevado durante la contienda.
3. La Casa de España en Buenos Aires (1940-1942)
Durante la Segunda Guerra Mundial, la proliferación de acusaciones de espionaje y la actuación encubierta del nazismo y el fascismo en América suscitó las reacciones de la opinión pública y de un sector de la oposición política argentina. En mayo de 1939 se promulgó un decreto del Poder Ejecutivo Nacional [19] mediante el cual se intentaba controlar la actuación de las asociaciones extranjeras en el territorio nacional ( Anales de Legislación Argentina, 1953). A pesar de las posibles motivaciones de índole interna a las que respondió la aplicación de esta medida, otros países llevaron adelante maniobras similares. [20] Como señala la investigadora Rosa Pardo Sanz (1992), el progresivo ascendiente de Estados Unidos sobre el espacio americano se asoció a la política antitotalitaria y antifascista, algo que impactó de lleno en las actividades del falangismo.
La seccional argentina de FET-JONS debió suspender sus actividades en agosto de 1939 en virtud de la aplicación de este decreto. El encargado de prensa y propaganda de la Embajada de España, José Ignacio Ramos, [21] solicitó la elaboración de un informe final de cuentas y actividades del organismo que dejó en evidencia la malversación de fondos y la mala administración de los recursos en que habían incurrido los dirigentes de FET-JONS en Argentina. [22]
Ante este panorama, se ideó la creación de una nueva entidad que pudiera reunir “a todos los españoles” bajo el encuadramiento ideológico de la doctrina del partido único existente en España:
Encargado como Jefe provisional de la Falange en circunstancias por demás especiales, pues esta está disuelta por las leyes de asociaciones extranjeras, me encuentro tramitando los estatutos que han de regular la nueva entidad que, sin contravenir las disposiciones legales de este país, pueda ser cauce para las actividades de los afiliados….dentro de muy breve tiempo espero que quedará constituida la “Casa de España”, entidad que agrupará a todos los españoles solidarizados con nuestro Movimiento, que constará de diversas secciones, al frente de las cuales estarán colocadas las personas más capaces, idóneas y de confianza, españoles desde luego, residentes en la Argentina.
Como respuesta a esta coyuntura, se creó en junio de 1940 la Casa de España. [24] Su constitución se realizó tratando de no alterar la legislación vigente, y por ello mismo, debieron extremarse los cuidados a la hora de dar cauce a sus actividades. [25] La fundación de este tipo de organismos se dio en distintos puntos del continente americano y se presentó como una oportunidad para realizar una convocatoria de adhesión amplia, que incluyera no solo a los partidarios del falangismo, sino también a todos aquellos segmentos de la colectividad peninsular que simpatizaban con el régimen dictatorial en España (Pardo Sanz, 1995). El llamamiento se realizaba en el marco de un nuevo impulso y deseos de renovación de las relaciones diplomáticas con América Latina por parte del Estado español (Pardo Sanz, 1994; Gómez Martín, 2011). Esta nueva etapa se caracterizó por el interés en reforzar los vínculos culturales con sus excolonias americanas utilizando para ello la difusión de la noción de “Hispanidad” (Delgado Gómez Escalonilla, 1993).[26]Este término, que cuenta con antecedentes ideológicos en el pensamiento hispanoamericanista español del siglo XIX, fue definido por Ramiro de Maeztu en su obra Defensa de la Hispanidad (1934) como “el ser común de los pueblos hispanos, con diversidad de razas, zonas geográficas y lenguas, pero con una historia fundamentalmente común, y sobre todo con un ‘destino universal’ permanente.” (González Calleja y Limon Nevado, 1988, p. 22). Posteriormente, fueron los ideólogos falangistas los que le añadieron connotaciones imperialistas a este término al reivindicar la conciencia del pasado imperial español y la posesión de las antiguas colonias ultramarinas (Delgado Gómez Escalonilla, 1992).
Esta intención se trasladó al plano simbólico por medio del escudo elegido para identificar a la nueva entidad (Imagen 1). Este introducía dos elementos de la simbología falangista: el yugo (en la parte superior) y las flechas (que hacían a la vez de mástiles del barco), pero ambos enlazados con un componente cardinal para la comprensión de la gesta “hispanista” que ahora se promovía: la carabela. De esta forma, el símbolo de la institución fusionaba las imágenes del pasado imperial, vinculado a la conquista y colonización americana, con el futuro “imperio” espiritual sobre las excolonias que proyectaba realizar el falangismo.
Fuente: Casa de España en Buenos Aires (1941, p. 1).
En este sentido, también resultó elocuente que el primer acto público de la entidad se dedicara a conmemorar el cuarto aniversario del inicio de la Guerra Civil. Esta era una fecha clave porque intentaba recuperar el peso simbólico de la unidad de las fuerzas golpistas al inicio de la sublevación. En este evento se presentó a la institución y a quien sería el encargado de dirigirla. El secretario general del organismo era José Coll Mirambell, un inmigrante de origen catalán que había arribado en junio de 1939 a Buenos Aires procedente de Río de Janeiro. Era, por lo tanto, prácticamente un desconocido en el ámbito asociativo español de la capital argentina. [27] Su primer discurso público fue una carta de presentación de la institución que ahora lideraba. Allí Coll Mirambell se esforzó por aclarar el significado de este emprendimiento de tal manera que pudiera distinguirse de aquellas asociaciones españolas ya existentes en la ciudad de Buenos Aires:
Antes os decía, que existían en la Argentina beneméritas sociedades españolas que cumplían en forma admirable finalidades propias de diversa índole; labor que nunca interferiríamos, precisamente porque al hacerlo, perturbaríamos una obra que España necesita, que España nunca agradecerá bastante, pero, al proponernos realizar nosotros esta otra obra específica, la de ser el común denominador de todas las sociedades españolas, en lo referente a la expresión colectiva y solidaria de los altos fines patrióticos de los españoles en la Argentina, con fidelidad estricta, a la fórmula del único patriotismo auténtico, el que simboliza esta fecha, 18 de julio, tenemos la certeza que no interferiremos la labor de sociedad alguna; estamos seguros que nuestra entidad llena un puesto que hasta ahora no estaba ocupado.[28]
El proyecto de fundación de la Casa de España había generado una reacción adversa, no solo entre aquellos núcleos españoles de reconocida militancia prorrepublicana, sino también en el seno de algunas de las entidades que se arrogaban la representación nacional de España y que contaban con años de arraigo y prestigio dentro del marco asociativo peninsular en la ciudad de Buenos Aires. [29]
Sabido es que el crecimiento sostenido de la población de origen español que se radicó en la capital argentina entre el último cuarto del siglo XIX y las tres primeras décadas del siglo XX contribuyó al desarrollo de un profuso tejido institucional de origen étnico. [30] Una de las entidades más emblemáticas fue la Asociación Patriótica Española (APE), creada en 1896 al calor de la guerra desencadenada en Cuba por la independencia de la isla. Al finalizar esta contienda, la institución se mantuvo en pie con el propósito de constituirse en el baluarte de la identidad española en Argentina (Duarte, 2003; Romero, 2007). Durante la Guerra Civil, la APE contribuyó a la colecta económica en beneficio de la Cruz Roja Española que se organizó a los pocos días de iniciada la contienda, pero oficialmente mantuvo una posición de “neutralidad” y “apoliticismo”, no exenta de ambivalencias, frente al desarrollo del conflicto bélico en su tierra de origen (Asociación Patriótica Española, 1937, 1938). Al finalizar la guerra, esta entidad fue una de las más refractarias al proyecto de constitución de la Casa de España en Buenos Aires. [31] El presidente de la APE, Antonio Ramón Fraga, se preguntó públicamente: “¿Qué persigue, que nuevos fines son los de esta entidad, cuáles son sus objetivos distintos de los nuestros como para determinar su creación?”. [32]
A este cuestionamiento se sumaron las críticas que realizó por medio de su pluma y de las páginas del Correo de Galicia, el periodista gallego José R. Lence. [33] Este redactor advirtió que las autoridades españolas desconocían la densidad y la fortaleza del tejido asociativo: “se pretende establecer una tutoría inadmisible y desconocedora de la personalidad de nuestras instituciones que en lugar tan prominente han colocado el prestigio español en la República Argentina… ¿Y quién ha conferido a la ‘Casa de España’ semejantes atribuciones?”. [34]
Para Lence, la Casa de España carecía de legitimidad y su intromisión en la colectividad podía resultar contraproducente: “Las autoridades españolas no pueden venir aquí con el criterio rígido y burocrático con que se va a una colonia o a un protectorado”. [35] Estas opiniones fueron secundadas en la prensa por las de quien fuera el presidente honorario de la APE, Félix Ortíz y San Pelayo, [36] y en la radio, a través de la audición “La voz de España” que lideraba Antonio Manzanera [37] y se emitía por Radio Rivadavia. [38] También se expresaron recelosos de esta propuesta Genaro García, presidente del Centro Región Leonesa, y Alfredo Cabanillas Blanco, director de El Diario Español. [39]
Las opiniones contrarias al nuevo proyecto asociativo pusieron en alerta al cuerpo diplomático español en el país, el cual se veía en la obligación de dar cauce a las propuestas emanadas desde la península, al mismo tiempo que debía promover cierta receptividad positiva entre los emigrados. Ciertamente, la injerencia diplomática de algunos Estados europeos en las comunidades de inmigrantes residentes en Argentina no era una novedad. Los gobiernos francés e italiano ya se habían mostrado interesados en intervenir de diversos modos sobre la población de ese origen que habitaba en el país. [40] En general, este tipo de intrusiones no generaba una buena acogida entre los inmigrantes, quienes podían demostrar una abierta oposición o una total indiferencia hacia las medidas que se dictaminaban. Del mismo modo, el intento de aglutinar a la colectividad española en un marco institucional impuesto por la sede diplomática y bajo el liderazgo de un personaje con escasas referencias en el ámbito local generó reacciones en su contra.
Con el propósito de conocer el nivel de compromiso que las entidades y las personas de origen español manifestaban hacia el gobierno de España, se elaboró un listado de las sociedades españolas existentes en la ciudad de Buenos Aires en 1940, en el cual se las diferenció según su grado de lealtad a la causa franquista. [41] Se distinguió a aquellas sociedades “adictas” al gobierno de España, parcial o completamente, respecto de las “no adheridas” a él, entre las que también se diferenciaba la oposición total o incompleta. De un total de 30 sociedades mencionadas como “adictas” al gobierno español, en 14 de ellas se identificaba una completa adhesión a la causa, mientras que a 16 se las señalaba como integradas por algunos miembros “no simpatizantes”. [42] Y de un total de 70 entidades identificadas como “no adheridas” al gobierno español, 8 se consignaban directamente como “rojas”, mientras que a 10 se las consideraba integradas por “algunos elementos adictos” a la causa. [43]
La Casa de España dio inicio formal a sus actividades el 18 de julio de 1940 en un acto inaugural realizado en el salón del Hotel Ambassadeurs. [44] En su nómina de miembros figuraban algunos personajes asociados a la extinta filial de FET-JONS, tales como José Bravo en la sección de “propaganda”, y Carmen Ponce de León como encargada de la “sección femenina”. No obstante, la distribución de los cargos también incluía a personajes que habían desempeñado funciones en diversas agrupaciones profranquistas durante la contienda civil. [45] Los fundadores de la institución se encargaron de divulgar por medio de la prensa afecta un “llamamiento a los españoles de buena voluntad” con la intención de integrar a los distintos grupos de la comunidad que habían manifestado su adhesión a la sublevación en España ( Casa de España en Buenos Aires, 1941).
Con este discurso, que intentaba presentarse como superador de las diferencias internas, la Casa de España inició sus actividades con grandes dificultades. [46] A raíz de la repentina desarticulación de FET-JONS en Argentina, los miembros de la nueva entidad se encontraron con la virtual desaparición de muchas de las filiales que existían en el interior del país y con la suspensión en el cobro de las cuotas. [47] Aun así, según los informes de esta institución, el número de las afiliaciones fue en aumento: el total de asociados fluctuó entre los cuatrocientos y los tres mil miembros (Gráfico).
Gráfico: Número de cuotas cobradas por la Casa de España, junio 1940-mayo 1941
La Casa de España inauguró su sede social con la presencia del embajador español hacia finales de 1940 en una vieja casona del barrio de Balvanera, y contó además, con una filial en la localidad de Avellaneda (Imágenes 2 y 3). [48] Entre las principales actividades que realizó la institución se pueden mencionar los actos conmemorativos asociados a los festejos del 18 de julio y del 12 de octubre de 1940 y 1941; la organización de un “Homenaje a Cervantes”; la muestra de obras de arte del pintor español Manuel Fernández Teijeiro; un ciclo de conferencias de las que formaron parte el historiador Vicente D. Sierra, el filósofo José María Pemán y el escritor Alberto Insúa; y la publicación del Fuero del Trabajo. [49]
No obstante, el único proyecto con fines propagandísticos de trascendencia que logró concretar esta entidad fue la llamada “Exposición de arte contemporáneo español”. [50] En su mayoría, las obras venían procedentes de España y formaban parte de una muestra de arte “flotante” a bordo del buque Cabo de Hornos que había partido en mayo de 1941 desde Bilbao con rumbo a América. [51] Según el subsecretario de Prensa y Propaganda del gobierno de España, Antonio Tovar, la finalidad de este emprendimiento era difundir un mensaje favorable al régimen. [52]
El Cabo de Hornos arribó al puerto de Buenos Aires el 17 de mayo de 1941 y logró, gracias a un pedido del embajador español, desembarcar los objetos sin abonar los correspondientes derechos de aduana. [53] La muestra de las obras españolas se inauguró el 3 de octubre de 1941 y se sumaron otras de artistas peninsulares que residían en el Río de la Plata. [54] La exposición respondía a una temática tradicional y costumbrista en la que predominaban los paisajes regionales de España y los retratos de gran realismo. [55] Entre las telas expuestas figuraba en primer plano una imagen del general Franco, de pie, vestido con uniforme militar, lo cual confirma el objetivo propagandístico de la muestra. [56]
El cierre de la exposición artística se dio al mismo tiempo en que desaparecía la institución que la había albergado. El final precipitado de la Casa de España a principios del año 1942 obligó al embajador español a recurrir nuevamente al ministro de Relaciones Exteriores y Culto argentino para solicitar el reembarque de las obras de arte con algún tipo de exención tarifaria en los derechos aduaneros. [57] Las piezas artísticas pudieron retornar a España una vez saldadas las deudas contraídas con el Estado argentino, pero la Casa de España en Buenos Aires ya no volvería a abrir sus puertas.
Resultó evidente que este proyecto institucional tuvo diversas dificultades para desarrollar sus propósitos y contó con múltiples detractores dentro del propio núcleo de la colectividad española afín al franquismo. [58] Así lo expresaba el semanario del centro católico y monárquico Acción Española: “Cometieron el error sus fundadores (error gravísimo) de no contar, ni consultar siquiera, a las [asociaciones] ya establecidas con igual carácter e idénticos fines”. [59] Al mismo tiempo, fue objeto de diversas denuncias y de un particular seguimiento por parte de los miembros de la “Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas” de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. [60] A pesar de la dificultad para evaluar las posibles repercusiones públicas de estas acusaciones, bien se podría conjeturar que estas contribuyeron a generar un ambiente adverso al funcionamiento de la entidad.
La Casa de España en Buenos Aires cerró sus puertas sin haber conseguido unificar a la porción de la comunidad española que se decantaba por la adhesión al régimen liderado por el general Franco en España. A nivel propagandístico, fue muy poco lo que esta entidad logró hacer en un contexto restrictivo para la difusión de la propaganda extranjera en el país. No obstante, la escasa legitimidad de la que gozó esta institución dentro de su comunidad de origen se vinculó con la falta de reconocimiento por parte del cuerpo diplomático acreditado de la densidad y arraigo que tenía el tejido asociativo español presente de larga data en la capital argentina. La imposición de este proyecto institucional desconoció la fortaleza de los lazos comunitarios forjados de manera voluntaria entre los españoles y colocó en un lugar de preponderancia a un personaje virtualmente desconocido para los inmigrantes peninsulares residentes. José Coll Mirambell fue un líder “lanzado en paracaídas” (Núñez Seixas, 2006, p. 27) por el franquismo, y en tales condiciones le resultó difícil construir un espacio de liderazgo y conducción aceptado para el conjunto de la comunidad española que habitaba en la ciudad de Buenos Aires.
4. Conclusiones
La agudización de los controles legales sobre el funcionamiento de las asociaciones extranjeras que se produjo en el marco del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial en distintos países del continente americano desencadenó la desarticulación de las filiales de FET-JONS que actuaban en la región. Por esta razón, los simpatizantes del partido único español en Argentina debieron proyectar la constitución de una nueva entidad que les permitiera continuar con sus actividades de propaganda pero dentro del marco normativo vigente. En este contexto se creó, en junio de 1940, la Casa de España, una institución que, si bien intentaba reconfigurar la actuación del falangismo en el país, también se propuso integrar bajo su égida a todos aquellos grupos que manifestaban su adhesión al gobierno liderado por general Franco en España. Las escasas actividades que logró desarrollar esta entidad tuvieron un fuerte sesgo propagandístico, que, a pesar de encubrirse bajo una retórica cultural y apolítica, no ocultaban que el objetivo final era lograr la mayor adhesión posible al régimen dictatorial en la península.
Esta propuesta institucional se encontró con una férrea oposición proveniente de diversos ámbitos asociativos españoles. Además de la obvia reacción que expresaron los segmentos prorrepublicanos de la ciudad de Buenos Aires, la Casa de España también tuvo que hacer frente a la resistencia que le opusieron algunos de los representantes de las entidades españolas más destacadas de la ciudad de Buenos Aires. La Asociación Patriótica Española fue una de las asociaciones más combativas a este proyecto y en ello fue secundada por otras instituciones y personalidades del arco comunitario español, quienes cuestionaron públicamente la labor y los propósitos de la nueva entidad. Sumado a ello, la designación de un recién llegado como líder de la institución tampoco contribuyó a brindar un mejor ámbito de acogida a este emprendimiento. El desconocimiento de la fortaleza y densidad del tejido asociativo peninsular existente en la ciudad de Buenos Aires por parte de los miembros del cuerpo diplomático fraguó un contexto adverso y de escasa legitimidad para el funcionamiento de la Casa de España.
A las resistencias que se generalizaron dentro del propio colectivo de inmigrantes españoles se sumó el seguimiento que hizo de las actividades de la entidad la “Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas” y las sospechas crecientes que se gestaron a su alrededor. Las múltiples dificultades organizativas y económicas, además del ambiente hostil en el que debía llevar adelante su tarea propagandística fueron cercando las posibilidades de desarrollo de este proyecto asociativo. Por esta razón, hacia principios de 1942 se dieron por clausuradas las actividades de la institución con unas explicaciones poco claras y apresuradas que revelaron el evidente fracaso de este proyecto del falangismo en Argentina.