SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.26 número2Análisis de la demanda doméstica de leña y carbón en localidades de Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán y Córdoba índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Quebracho (Santiago del Estero)

versión impresa ISSN 0328-0543versión On-line ISSN 1851-3026

Quebracho (Santiago del Estero) vol.26 no.2 Santiago del Estero  2018

 

050 Artículo invitado

A sesenta años de la creación de la Facultad de Ingeniería Forestal de Santiago del Estero

Sixty years after the foundation of the Faculty of Forest Engineering in Santiago del Estero

L. Roic1 

1Ing. Forestal. Ex docente de Botánica Forestal. Durante 33 años director del Jardín Botánico de la Facultad de Ciencias Forestales. Universidad Nacional de Santiago del Estero. Actualmente, el Jardín Botánico lleva su nombre.

El comienzo de la historia

La carrera de ingeniería forestal nace en nuestro país con la creación de la Facultad de Ciencias Forestales de Santiago del Estero. Cuando recibí la propuesta de escribir un artículo respecto a los sesenta años transcurridos desde ese acontecimiento, tuve presente que se pueden tratar aspectos tan diversos como, entre otros, causas que motivaron la creación de la carrera, evolución, logros y evaluación de la situación actual de nuestra profesión y de su ejercicio, y desde luego, mencionar a todos a los que han participado en el devenir institucional. Debido a que muchos de esos aspectos han sido tratados en mayor o menor profundidad y extensión, decidí circunscribirme a lo atinente a algunos que se destacan en la historia de nuestra Facultad, en la que como estudiante tuve la suerte de participar desde el comienzo de su existencia.

En resumen, mi intención es hacer que se conozcan hechos y vivencias del pasado desconocidos por quienes no han sido sus protagonistas o testigos, y que por lo tanto desaparecerán con quienes tuvieron ese protagonismo o pueden dar testimonio. Es por eso que no pude sustraerme a la decisión de tratar aspectos no siempre conocidos ni recordados, pero que son las bases del sustento de nuestra historia profesional; no la historia de grandes logros, sino la historia que abarca actores, hechos y cambios que hemos presenciado, la semblanza de aquellos a los que debemos nuestra formación profesional, en fin, todo lo que en un aporte de conjunto ha servido para cimentar la historia y la proyección de la institución.

Comienzan mis recuerdos con los acontecimientos que decidieron la elección de la que sería mi profesión. En el año 1958 cuando ya había comenzado mis estudios en la Facultad de Agronomía de Tucumán, un compañero de estudios santiagueño me comentó que recientemente en Santiago del Estero se había creado una Facultad de Ingeniería Forestal y que decidió regresar a su provincia para seguir estudios en esa facultad. Debido a que la noticia motivó mi interés, decidí acompañarlo e indagar al respecto. Impresionado favorablemente, me inscribí en la nueva carrera convirtiéndome así en el primero de los muchos estudiantes que desde otras provincias vienen y siguen viniendo a Santiago del Estero para estudiar en la actual Facultad de Ciencias Forestales.

Completa el recuerdo de mi corta permanencia en la Facultad de Agronomía de Tucumán el obsequio que me hizo un compañero de esa facultad: era un ejemplar del primer número de una revista llamada Revista Forestal Argentina, dirigida por un ingeniero agrónomo llamado Domingo Cozzo. Lejos estaba yo de imaginar que en unos años, ese para mí desconocido profesional dictaría cursos en nuestra Facultad; que junto con otros colegas, yo publicaría en la revista a la que hice referencia y que la Facultad, casi en pleno, con docentes y estudiantes, asistiría el 6 de octubre de 1969 en Buenos Aires a la inauguración del Primer Congreso Forestal Argentino organizado y presidido por el ingeniero Cozzo. No puedo dejar de relatar la circunstancia que me permitió conocer la existencia de quien ha sido reconocido como una autoridad nacional y mundial en la materia, y que tanto protagonismo tuvo en el quehacer forestal argentino.

Las actividades de la Facultad durante las primeras décadas, que es el período dentro del que se ubica este relato, se llevaron a cabo en el edificio de la calle Independencia 341 cedido por la Liga del Magisterio Santiagueño. El inicio formal de esas actividades lo constituyó el acto realizado a las diez de la mañana del 21 de abril de 1958, que contó con la presencia del Interventor Federal de la Provincia de Santiago del Estero vicealmirante Gabriel Maleville, del rector de la Universidad Nacional de Córdoba doctor Pedro León y otras autoridades locales. Quedó así oficialmente inaugurada la primera facultad argentina de ingeniería forestal, cuyo primer decano fue el doctor Juan Delibano Chazarreta, mientras que el ingeniero Néstor René Ledesma fue su primer vicedecano y brazo ejecutor del proyecto. El ingeniero Mario A. Lavaisse fue designado secretario. (Figura 1) (Figura 2)

Figura 1.  Invitación al acto de reconocimiento a La casa del Maestro como primera sede de la Facultad de Ciencias Forestales como parte de los festejos del 59 aniversario del día de la Ingeniería Forestal.Agosto de 2017 

El nuevo centro universitario comenzó con una situación especial en lo atinente a su denominación y funcionamiento, ya que por ley provincial recibía la denominación de Facultad de Ingeniería Forestal y también los recursos necesarios para su funcionamiento, mientras que la Universidad Nacional de Córdoba tenía a su consideración el reconocimiento académico pleno bajo la denominación de Instituto de Ingeniería Forestal, es decir que su existencia se mantuvo durante algunos años con una situación pendiente de resolución. Lógicamente, al avanzar en sus estudios los primeros ingresantes y ante la proximidad de la terminación de su carrera, adquirió el carácter de urgente la necesidad de contar con el reconocimiento académico pleno de la Universidad Nacional de Córdoba, lo que implicaba el otorgamiento del título universitario por parte de la misma.

En junio de l962, una delegación presidida por el ingeniero Ledesma y compuesta por docentes y estudiantes, acompañados por el subsecretario de Asuntos Agrarios de la intervención federal en Santiago del Estero, viajó con el objeto de defender ante el Consejo Superior de esa Universidad el pedido de solución a la necesidad de que la Universidad Nacional de Córdoba otorgue nuestro título, ya que desde el año 1958, como Instituto de Ingeniería Forestal, estábamos incorporados a su estructura académica aunque con cuestiones del estado estatutario aún sin resolver. Participé en esa delegación en mi carácter de estudiante, y recuerdo la noche en la que fuimos recibidos en la sesión del Consejo Superior. Con la aprobación del proyecto oportunamente elevado para completar la tramitación pendiente de resolución quedó abierto el camino para que la Universidad Nacional de Córdoba otorgara los nuevos títulos profesionales, lo que sucedió en el año 1963, después de que el 16 de agosto de ese año dos de los primeros estudiantes, Aníbal Dalmacio Costa y Héctor Rodolfo Reuter aprobaron su última asignatura. Corresponde destacar aquí el apoyo y solidaridad de dos estudiantes santiagueños de la Universidad de Córdoba, Humberto y Ricardo Sgoifo, quienes consiguieron que representantes estudiantiles ante el Consejo Superior presentaran y respaldaran el proyecto correspondiente al logro de nuestro anhelo.

La consolidación institucional se logró el 22 de marzo de 1968, cuando se firmó el convenio mediante el cual la Provincia de Santiago del Estero transfería su Facultad de Ingeniería Forestal a la Universidad Nacional de Córdoba, la que la incorporaba íntegramente a su presupuesto con la denominación de Instituto de Ingeniería Forestal. La denominación de Instituto de Ingeniería Forestal se mantuvo hasta que, con la transferencia a la Universidad Nacional de Santiago del Estero y la organización departamental de la misma, se pasó a la denominación de Área Forestal en 1975 y posteriormente a la de Escuela de Ingeniería Forestal, hasta que en 1984, con la estructuración por el sistema de Facultades, se le asignó la denominación de Facultad de Ciencias Forestales. En el año 2004 se le impuso la denominación actual en homenaje al ingeniero Néstor René Ledesma.

Ya establecida formalmente la denominación de Instituto de Ingeniería Forestal, el ingeniero Néstor R. Ledesma fue su director, mientras que el arquitecto Carlos M. Gómez Álvarez se desempeñó en el cargo de secretario. En 1968 el ingeniero Pedro E. Boletta fue designado en el cargo de secretario técnico, en el que continuó durante toda la permanencia del ingeniero Ledesma en su cargo de director. El arquitecto Gómez Álvarez fue el último director del Instituto hasta que se produjo la incorporación del mismo a la Universidad Nacional de Santiago del Estero.

Por ser extensa la nómina de docentes que se desempeñaron durante estos sesenta años, me limitaré a la mención de los que lo hicieron durante el primer año, como así también de los que tuvieron a su cargo la iniciación de asignaturas profesionales de los años posteriores. El transcurso del tiempo y otras causas originan cambios y sucesiones en las cátedras, por lo que un tratamiento completo del tema excedería los límites y el objetivo de este escrito. Todos los docentes y no docentes que formaron parte de la Facultad aportaron a su crecimiento institucional, por lo que queda pendiente la tarea de publicar sus nombres para expresar así un reconocimiento merecido.

Figura 2. El Sr José Ibáñez, uno de los primeros miembros del personal no docente, en compañía de los ingenieros Pedro E. Boletta y Lucas D. Roic, en ocasión del homenaje a la Casa del Maestro en el 59 aniversario de la creación de la carrera de Ingeniería Forestal 

Los primeros años de actividades académicas

La inscripción de 133 estudiantes en primer año, teniendo en cuenta las circunstancias de lugar y de tiempo, era una cantidad muy significativa. No faltaban los que ya habían comenzado otros estudios universitarios y hasta había algunos con título de grado. Muchas clases se daban por la mañana y se repetían por la tarde para facilitar la asistencia de quienes tenían obligaciones laborales.

Comenzando por las asignaturas de primer año, la de Dibujo y Fotografía la tenían a su cargo los arquitectos Aníbal Oberlander y Antonio V. Contato. Con tanta paciencia como prestancia, fueron capaces de lograr que hasta los menos habilidosos pudiéramos cumplir con los objetivos de su asignatura. Debido a la inauguración de la Facultad, el arquitecto Contato confeccionó un elegante documento en el que expresa en idioma quichua un compromiso firmado por autoridades, público y alumnos. Cabe mencionar que la redacción y correspondiente traducción de ese compromiso ha sido una colaboración de la docente rural señora Isabel Garnica de Papalardo (dato suministrado por la doctora Lucrecia Contato) (Figura 3).

Figura 3.  Documento elaborado por el Arq. Contato.“Tacko, ckaaschisckayquitaNaturalezapcusiyta `ruaskkaraycu; micuy y protección cusaypajcanqui; cunan mosojcuna Ingeniería Forestal FacultalpayachanaancainiyquijMisterionta, sackesuijcupaypaatiynipiresguardoyquipajtucuytiempor pi canapaj”“Con el árbol que te mostramos, obra de la naturaleza, hacíamos nosotros con alegría la comida y protección para vivir. Ahora los estudiantes de la Facultad de Ingeniaría Forestal, quieren saber los misterios que encierran las plantas, dejar para ellos y, si pueden, para el resguardo de todos los tiempos venideros” 

La enseñanza de Matemática estaba a cargo de la profesora Ana Micheli de Filippi, que aparte de su capacidad didáctica poseía una paciencia y habilidad especial: era capaz de ubicarse frente al pupitre de quien la consultaba y desarrollaba la explicación de una fórmula matemática escribiendo al revés. El doctor Guido Frediani complementaba con entusiasmo su tarea.

El doctor Arnaldo Gabellieri, profesor de Física, ponía gran empeño en explicar amenamente los principios y fenómenos de esa ciencia, la que me brindó la oportunidad de dar el examen más largo de mi carrera. En los laboratorios de la Escuela Industrial, a cargo del ingeniero Elfio Vélez y con la colaboración del agrimensor Carlos Gaillard, se hacían las prácticas de Física.

El doctor Jorge Morello, reconocido a nivel internacional en el ámbito de la Ecología, fue nuestro profesor de Botánica durante el primer año. Es difícil no recordar sus clases en las que se sentía la presencia de la naturaleza. Su indumentaria predilecta era la de campaña aunque estuviera dictando sus clases en el aula. En presencia de las plantas vivas era donde prefería transmitirnos sus conocimientos; lo seguíamos muy de cerca en las caminatas por nuestro bosque, sometiéndolo a una lluvia de preguntas sobre las plantas que se presentaban en nuestro camino. Cabe agregar que su labor estaba secundada por el ingeniero Leopoldo M. Flores, quien brindaba sus aportes con tanta eficiencia como entusiasmo; con pocos y precisos trazos hacía en el pizarrón excelentes dibujos botánicos, y además era el encargado de llenar una extensa mesa con muestras de plantas, cuyo reconocimiento tenía un rol determinante en el resultado del examen.

También era integrante del grupo de docentes de primer año la profesora de Inglés, señora Olga Freddel de Baulina, que preparó un apunte adaptado especialmente a las necesidades de nuestra orientación profesional. Finalmente, la asignatura Química General e Inorgánica estaba a cargo del ingeniero Walter Facal, cuyas clases implicaban la explicación de numerosas fórmulas que cubrían reiteradamente el pizarrón; el ingeniero Nunzio O. Abate, de dilatada trayectoria en nuestra carrera, estaba a cargo de las clases prácticas que se desarrollaban en los laboratorios de la Escuela Industrial.

Los años posteriores

Ya en el segundo año, tuvimos el privilegio de deleitarnos con las clases de Zoología Forestal del doctor Jorge Washington Ábalos. En él se daban cita las cualidades del maestro, del escritor y del científico. Basta con conocer algunos de sus libros para concluir que las explicaciones que daba sobre diversas especies animales en gran parte eran producto de su conocimiento directo, en vivo. Tenía la gran virtud de introducir el humor en lo serio y en lo científico, sin menoscabo de ello.

Al ingeniero Antonio Piñeiro le tocó la responsabilidad de dictar el curso de Edafología. Escuchar sus clases era oír una disertación excepcional en cualquier aspecto que se considerara. El dictado de Tecnología de la Madera estaba a cargo del ingeniero Pablo Diez Almirante que volcaba generosamente toda su experiencia en la materia, en especial en lo atinente a secado e impregnación.

La presencia de los ingenieros forestales en la docencia se inicia con la llegada del doctor José Balen, ingeniero forestal croata que representaba la figura del profesor tradicional, provisto de tanta ciencia como cultura. Poseedor de conocimientos amplios, se destacaba en silvicultura, aunque la dendrología, la economía y la política también estaban dentro de su aptitud docente. Su tarea fue el dictado de las asignaturas Dendrología y Fitopatología. Respecto al doctor Balen cabe decir que su historia ha merecido atención en el ámbito forestal de su país de origen; tal es así, que se ha ocupado del tema el doctor Igor Anić, presidente de la Academia de Ciencias Forestales de Zagreb (comunicación del doctor Anić al ingeniero Pedro E. Boletta).

El ingeniero Demetrio Havrylenko, forestal ucraniano, dictaba las asignaturas Silvicultura y Conservación y Defensa del Bosque. Naturalista por excelencia, tenía un especial conocimiento de nuestros bosques sureños y una particular afición por los insectos. En la ya citada sede de la calle Independencia perteneciente a la Liga del Magisterio Santiagueño se habían habilitado dos habitaciones para residencia de profesores. Una de ellas era la ocupada por el ingeniero Jorge Petrak y la otra, ocupada por el ingeniero Havrylenko, constituía un sitio de pequeñas reuniones de estudiantes con su maestro. Conversaciones respecto a una diversidad de temas se desarrollaban cuando lo visitábamos en algún tiempo libre entre clases o a veces hasta los días en que no había actividad académica, ya sea por el solo placer de la compañía de sus años y su experiencia o para consultas específicas.

El profesor Rodolfo Golbach era el titular de la cátedra de Entomología Forestal; desarrollaba sus clases con tanta solvencia como didáctica. Era uno de los varios profesores que se trasladaban desde otras ciudades (en su caso Tucumán) para dictar sus clases. Cuando pernoctaba en Santiago para dictar su clase del día siguiente, solía recorrer vidrieras iluminadas en compañía del ing. Havrylenko para hacer una fructífera recolección de insectos. Al comenzar el doctor Morello el dictado de la asignatura Geobotánica se hicieron viajes de campo compartidos con Entomología; como sucede con los árboles del bosque, se establecía una competencia, pero ésta era una competencia armoniosa que consistía en un torrente de preguntas de los alumnos y de respuestas de los maestros.

¿Quién de sus alumnos no guarda un recuerdo del ingeniero Petrak?. Emigrado de su Croacia natal, en sus clases de Ordenación el conocimiento directo de los bosques de las diferentes latitudes de nuestro país le servía para dar ejemplos concretos, tomados del medio, y para comparar con sus viejos conocidos: los bosques europeos. Se presentaba para dictar sus clases con una infaltable corbata verde, como para no dejar duda de su profesión forestal. Sus apuntes eran de una caligrafía tan uniforme y prolija como su redacción, la que superaba la fluidez de su expresión oral. Su vida se apagó repentinamente en el mismo sitio en el que impartió durante varios años su enseñanza.

Otro compatriota suyo, el ingeniero Casimiro Uhrin, desempeñó un rol preponderante en nuestra casa de estudios. Apoyado en sus inquietudes por el ingeniero Ledesma, sobre su escritorio elaboró el proyecto de un sistema para dotar de agua a las poblaciones santiagueñas por medio de acueductos, ignorada iniciativa que ha sido la base de los actuales canales del interior santiagueño. El Plan de Recuperación de la Economía Forestal Santiagueña, el Instituto Forestal de Industrialización y Administración (IFIA), así como los Distritos Forestales, fueron proyectos originados en nuestra casa de estudios debido a su iniciativa y eran propuestas válidas para aprovechar y mantener los recursos forestales de la provincia. Tuve la suerte de poder trabajar en los dos primeros.

Una mención especial merece el ingeniero Felipe Mussi, que sacrificaba días de descanso para viajar desde Rosario a su provincia natal para dictar las clases de Industrias II, haciéndolo sin el propósito de acrecentar ni su currículum ni su ingreso monetario. Pagaba de su sueldo los gastos de pasaje y donaba el resto a la Facultad. Aparte de sus clases que hemos escuchado días sábado, domingo, y hasta un 25 de mayo, nos daba un ejemplo respecto a la mejor manera de honrar una fecha patria.

El dictado de las asignaturas Hidráulica Forestal y de Resistencia de Materiales y Construcciones estaban a cargo de los ingenieros Roberto Lazarte y Rubén Linares, respectivamente. El dictado del primer curso de Fitotecnia Forestal, de carácter intensivo, lo desarrolló el ingeniero Wilfredo Barrett, de tan importante como dilatada trayectoria.

Resultados de la dedicación exclusiva

A partir del año 1969 en el tan añoso como distinguido edificio donde se iniciaron las actividades se habilitaron gabinetes para el uso de los docentes con dedicación exclusiva, los que fueron ocupados por los ingenieros Casimiro Uhrin, Camilo A. Robles, Luis A. Armand, Celia R. Gaillard y José del C. Díaz, algunos, como en mi caso, compartidos. Los ingenieros Roberto B. Raña y Néstor S. Correa que fueron los primeros profesores con dedicación exclusiva de Fitopatología y de Fisiología, cumplían su tarea en sus respectivos laboratorios. Con el ingeniero Díaz además de haber sido compañeros desde el primer año de estudios, nos unía la circunstancia de haber sido los primeros egresados del Instituto de Ingeniería Forestal que fueron designados en el cargo de profesor del mismo.

Antes de que se concentraran las actividades de los profesores en la sede del entonces Instituto de Ingeniería Forestal muchos docentes atendían consultas de los estudiantes en su propio domicilio. La asignación de gabinetes significó un incremento de las relaciones entre los docentes y entre éstos y los estudiantes, sin más limitaciones que las necesarias para evitar superposiciones horarias.

Los viajes para la enseñanza de campo

La enseñanza de campo y posteriormente las pasantías eran y siguen siendo una parte importante de nuestra formación profesional. Para las excursiones de estudio utilizábamos habitualmente camiones y camionetas cedidos por reparticiones provinciales, lo que nos permitió conocer sitios de la provincia y de provincias vecinas. Una variante excepcional la constituía un ómnibus alquilado; en ese caso se identificaba a sus pasajeros colocando prolijamente en los costados un lienzo sobre el que algunos habilidosos compañeros se encargaban de pintar un letrero que decía “Facultad de Ingeniería Forestal”.

Así conocimos los bosques de quebrachos que se podía apreciar a lo largo de los caminos del norte de nuestra provincia, con alturas y diámetros que ahora solo quedan en nuestro recuerdo o en la bibliografía. Así conocimos la entonces abundante vegetación de la sierra de Guasayán y en lo personal, pude hacer mi primer viaje como ayudante de cátedra acompañando a ese gran botánico que fue el doctor Teodoro Meyer. En ese viaje llamaron mi atención unos cactus semiesféricos de hasta más de 50 cm de diámetro (pertenecientes a la especie Lobivia bruchjj) abundantes a lo largo del camino de acceso a Tafí del Valle, a orillas del cual, en el sector que atraviesa la selva, se podía observar también una considerable cantidad de helechos de varias especies

En la actualidad en muchos de los sitios visitados otrora provistos de abundantes ejemplares de quebrachos, cuesta encontrar un ejemplar adulto digno de representar su estirpe en una fotografía. La abundante vegetación de la sierra de Guasayán ya no exhibe su abundancia anterior. Los grandes cactus semiesféricos mencionados precedentemente han desaparecido de ese sitio y los helechos abundantes en cantidad y en diversidad ya no son ni abundantes ni diversos. Estos cambios son solo un ejemplo de las alteraciones ocasionadas por la actividad humana que afectan al paisaje y al ambiente, con consecuencias en la economía y el bienestar social.

Creo oportuno completar este comentario con la versión castellana del compromiso que expresa en idioma quichua el documento ya mencionado confeccionado con motivo del acto inaugural: “con el árbol que te mostramos, obra de la naturaleza, hacíamos nosotros con alegría la comida y protección para vivir, Ahora los estudiantes de la Facultad de Ingeniería Forestal, quieren saber los misterios que encierran estas plantas, para dejar para ellos y, si pueden, para resguardo de todos los tiempos venideros”.

Consideraciones finales

Deseo finalizar estas páginas en las que he procurado expresar por lo menos algunos aspectos sobresalientes de nuestra historia institucional, dejando para quienes son protagonistas del presente y del pasado inmediato la tarea pertinente.

Si bien ya he expresado que queda pendiente la misión de recordar para un merecido reconocimiento numerosos nombres, quiero agregar algunos a los mencionados en los párrafos precedentes. Son ellos los doctores José A. López, Eduardo Coronel y Dante C. Fiorentino, que fueron directores de los institutos de Silvicultura y Manejo de Bosques (INSIMA), de Tecnología de la Madera (ITM) y de Control Biológico (INCOBI). Por su intensa actividad en campaña, su capacidad organizativa y su compenetración con el medio, merece una mención especial el ingeniero Heinz Fischer, el primero de los expertos aportados por el convenio con la República Federal de Alemania. No puedo omitir los nombres de los doctores Ricardo Lutti y Federico Vervoorst, que también aportaron a la docencia durante los primeros años.

Finalmente, respecto al ingeniero Ledesma solo diré que nos hizo conocer en el mundo y nos vinculó con relevantes personalidades de la ciencia y la técnica. Su empeño nos permitió hacer realidad la frase con la que finaliza su libro “Botánica” el reconocido naturalista y escritor doctor Eduardo L. Holmberg: “Y después, si la materia le ha interesado, estudie, medite y trabaje, y conocerá los grandes maestros. Hágase maestro. Y que el espíritu de la Verdad y de la Justicia sean con Vd.”.

Recibido: 01 de Noviembre de 2018

Creative Commons License Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.