Recibido: 03/04/2023
Aceptado: 04/05/2023
Sumario
El Asinus en su contexto
El Asinus como diálogo renacentista
La autorepresentación de Pontano
Conclusiones
1. El Asinus en su contexto
Giovanni Pontano (1429-1503) nos dejó numerosos testimonios de su rol en la agitada vida política de la Nápoles del rey Alfonso “el Magnánimo” y de su hijo y nieto, Ferrante I y Alfonso II. En particular, su rol durante la primera parte del reinado de Ferrante ocupa un lugar importante en su única obra historiográfica, el De bello napolitano. No es este, sin embargo, el único texto en el que Pontano se encarga de describir las numerosas dificultades políticas con las que tuvo que lidiar como ministro de la dinastía aragonesa. Su diálogo titulado Asinus, en el que se refiere a su papel en las negociaciones para terminar con la segunda “conjura de los barones”, presenta una visión muy particular de su autor y de sus dotes políticas, intelectuales y humanas.
El Asinus es uno de los cinco diálogos que escribió Pontano a lo largo de su vida. Los dos primeros, el Charon y el Antonius, fueron publicados conjuntamente en 1491. Los restantes tres diálogos, el Actius, el Asinus y el Aegidius fueron publicados póstumamente por su discípulo y amigo Pietro Summonte en 1507. Es habitual que los diálogos de Pontano refieran a sucesos históricos puntuales que permiten datarlos con cierta precisión. El Asinus, por ejemplo, comienza refiriéndose a la paz negociada entre el rey Ferrante y el papa Inocencio VIII en 1486. A su vez, durante el diálogo se habla de la revisión que Pontano se encontraba realizando de una de sus obras más importantes, su extenso poema científico-astrológico titulado Urania. Si bien la primera versión de este libro fue publicada en 1476, sabemos que Pontano continuó trabajando en él al menos hasta 1499. Suele considerarse, por estos motivos, que el Asinus fue redactado poco después de 1490.
Para entonces, Pontano ya contaba con una amplia experiencia tanto en el terreno de las letras como de la política. Luego de haber viajado a Nápoles en 1448 acompañando al rey Alfonso y bajo el tutelaje de Antonio “il Panormita” Beccadelli, su rol como formador, intelectual y secretario había crecido en importancia ininterrumpidamente. Tras la muerte del Panormita, asume su rol en el cenáculo de humanistas que se reunían en el pórtico de su casa y se convierte en la figura principal de la llamada “Academia Napolitana”, luego renombrada “Academia Pontaniana”.
Cuando en 1485 estallan las hostilidades entre los barones napolitanos apoyados por el papa Inocencio VIII y el rey Ferrante, Pontano ocupaba el cargo de secretario de Alfonso, el duque de Calabria e hijo de Ferrante, que tuvo un rol clave en el conflicto al presionar con su ejército a Roma. Pontano recibe la difícil tarea de negociar un acuerdo de paz con Inocencio y el colegio cardenalicio. Luego del éxito en la negociación, Pontano pasará a ocupar el cargo de secretario real de Ferrante, ya que su antecesor, Antonello Petrucci (quien había conspirado a favor de los barones), fue ejecutado por traidor.
La enemistad del papado contra la dinastía aragonesa en Nápoles no era nueva y traería importantes consecuencias a futuro. Inocencio apoyaba el derecho de la dinastía angevina para reclamar el territorio napolitano y se ocupó de hacérselo saber a la monarquía francesa. En 1494 (cuando Inocencio ya había muerto y el asiento papal ya estaba ocupado por Rodrigo Borgia) el rey Carlos VIII de Francia dio comienzo a las “guerras italianas” al invadir la península, provocando distintas alianzas y movimientos que alterarían definitivamente el equilibrio de poder en la región. En 1495, Pontano recibe en Nápoles al virrey de Carlos, Gilbert de Montpensier, y le entrega las llaves del Castel Capuano.
2. El Asinus como dialogo renacentista
La importancia del género dialógico para los humanistas del Quattrocento ya ha sido destacada en numerosas ocasiones. La influencia de los diálogos platónicos traducidos por primera vez en su totalidad al latín por Marsilio Ficino, y el renovado interés por el uso que hizo del género Cicerón, así como también el deseo de diferenciarse retóricamente de los modelos argumentativos propios de la escolástica, tuvieron un peso determinante en la renovación de este tipo de textos. Entre sus referentes más destacados se encuentran Leonardo Bruni, Poggio Bracciolini, Lorenzo Valla y Marsilio Ficino.
Pontano ya contaba con todos estos antecedentes cuando escribió sus primeros diálogos. El Charon revela la influencia de Luciano de Samosata, otro autor antiguo muy valorado por los humanistas tanto por sus diálogos como por sus relatos satíricos y fantasiosos. El Antonius (titulado así por Antonio Beccadelli, que había muerto poco antes de la composición del texto) retoma numerosos elementos ciceronianos, pero al mismo tiempo presenta una característica muy singular: incorpora como última sección un poema épico de más de 400 versos sobre la gesta de Quinto Sertorio en Hispania.
El Asinus es, de todas formas, el más original de los diálogos de Pontano. Esto se debe en primer lugar a su estructura. En vez de tratarse de la clásica escena en la que un grupo de humanistas se encuentran (ya sea de forma casual o planificada) y deciden abordar una discusión filosófico-literaria sobre uno o varios asuntos, aquí el diálogo comienza con las peripecias y reflexiones de un posadero (caupo) que recibe la noticia de que la paz entre Roma y Nápoles se ha restablecido, y que los barones rebeldes y sus aliados han sido apresados. Luego de una serie de reflexiones cómicas sobre el efecto benéfico que tendrá la paz para el negocio y de un breve viaje a la ciudad a observar las celebraciones, abandonamos al posadero y la escena cambia a un encuentro entre un grupo de humanistas pertenecientes a la Academia Napolitana que manifiestan su preocupación porque Giovanni Pontano estaba actuando de manera muy extraña luego de volver de su misión diplomática. Estos humanistas son los poetas Gabriel Altilio, el barcelonés “Cariteo” (cuyo nombre real era Beneth Gareth) y “Azio” (el apodo de Jacopo Sannazzaro). Los tres fueron autores destacados de su tiempo y cumplieron también roles políticos en la corte. En el Asinus, lo que los preocupa concretamente es que Pontano desarrolló una obsesión malsana con un asno, al que cubre de los adornos más caros y trata como a una criatura casi divina. Los amigos deciden ir a visitar a Pontano a su villa y observar por sus propios ojos esta locura, pero sin que Pontano descubran su presencia. En la villa encuentran a Pontano dialogando con el administrador de su granja, el villicus Faselio, sobre la influencia de la luna en los cultivos, que no debe ser sobreestimada. Pontano muestra gran cordura en sus palabras, pero esta cordura desaparece cuando pide que le traigan su asno, al que llama “Cílaro”, un centauro mencionado por Ovidio en sus Metamorfosis (12, 393).
Cuando uno de sus servidores trae el asno, la locura de Pontano se hace manifiesta y se entrega efectivamente a su adoración. El animal, sin embargo, no responde con gracia a estas atenciones, y acaba por patear a Pontano casi hasta matarlo. Luego de este episodio desafortunado, los amigos presencian (siempre escondidos) otro diálogo de Pontano con Faselio. Este último está por casarse y desea obtener regalos de Pontano, pero este solo los otorgará a cambio de poder disponer del cuerpo de la futura novia para sus actividades sexuales durante el día. Finalmente, los amigos se hacen ver y Pontano cambia abruptamente el tono de la conversación. El burro, que no vuelve a escena, es regalado a la futura esposa de Faselio. El diálogo termina con una feliz reunificación en la que los amigos observan que Pontano se curó de su locura, y que se encuentra trabajando activamente en la revisión de su Urania.
La primera influencia literaria que suele citarse en relación con el Asinus son las Metamorfosis de Apuleyo, que también tienen como protagonista a un asno. La historia y el género son sin embargo muy distintos. El relato de la transformación de Lucio no está escrito como un diálogo, y contiene elementos fantásticos evidentes y centrales a la trama. El animal que adora el viejo Pontano en su Asinus no es un ser humano transformado. Pontano toma de El asno de oro un episodio relativamente menor, en el que uno de los dueños de Lucio se obsesiona con darle los mejores cuidados y adornos.
Después de organizarlo todo a su gusto, efectuadas ya sus compras, se disponía a volver a casa. Pues bien, dejó de lado sus lujosos vehículos, no hizo caso de sus cómodas carrozas que, con sus cortinas en parte echadas y en parte levantadas, seguían vacías en la cola de la caravana; tampoco utilizó sus caballos tesalios u otras monturas galas de raza selecta y muy estimada. Sólo yo contaba: me puso jaeces de oro, albarda colorada, mantas de púrpura, frenos de plata, riendas repujadas y cascabeles de fino tintineo; Tiaso iba montado a mi grupa; yo era su máximo cariño; de vez en cuando se hacía mieles para hablarme y decía que entre tantas cosas buenas su mayor felicidad era tenerme a mí a la vez como compañero de mesa y como montura. (El asno de oro X, 18)
Estas actitudes son exactamente iguales a las que tiene Pontano con su asno en nuestro diálogo, incluyendo buena parte de la lista de regalos:
Cariteo. […] Estoy camino a los herreros para obtener campanas de diferentes tipos, y también voy a buscar una cinta de seda de diferentes colores con la que pueda entretejer las campanas en el cuello del asno. También a buscar una banda púrpura entretejida con oro, para colgar de su frente con un broche dorado, y un pequeño abanico para dar aire al asno cuando hace calor.
Pardo. ¡Por Dios, las cosas que te escucho decir, Cariteo!
Cariteo. ¿Qué? Esto verían tus ojos, Pardo, si entraras a mi casa: hojas de metal doradas y plateadas, e incluso flores enjoyadas y cosidas con oro preparadas para el asno. Hasta este punto el vestido y la elegancia fueron trasladados al asno al mismo tiempo que la sabiduría. (Asinus, 13)
La diferencia estriba, por supuesto, en que Tiaso reconoce en Lucio rastros de una inteligencia verdadera, mientras que Pontano se equivoca por completo al otorgarle a su asno urbanitas y sapientia.
En términos formales, Pontano toma muchos recursos estilísticos y verbales de las obras de Plauto, lo que no resulta sorprendente tratándose de un diálogo tan fuertemente anclado en el humor. Hélène Casanova-Robin examinó en un estudio reciente la profunda deuda del Asinus con la comedia plautina, que Pontano conocía muy bien. Destaca en este sentido la importancia que tienen en el diálogo el clima festivo y el vino, así como también los juegos de palabras y los neologismos. Cabe recordar también que una de las obras más importantes de Plauto se titula precisamente Asinaria, aunque aquí los burros son principalmente un bien de cambio (como lo será por otro lado el asno de Pontano al final del Asinus).
La estructura teatral del Asinus también puede emparentarse con los exponentes de la comedia humanística del Quattrocento, como Chrysis de Eneas Silvio Piccolomini o el Philogenia et Epiphebus de Ugolino de Parma. Aquí también nos encontramos con personajes de diferente nivel social y una dosis importante de humor sexual de inspiración plautina, pero a diferencia del Asinus, no aparecen también representadas personas reales con su nombre y apellido. Un estudio más abarcativo de la influencia de Pontano en el teatro de fines del siglo XV y principios del XVI está aún por hacerse.
Volviendo a la relación entre el Asinus y otros diálogos renacentistas, tampoco encontramos aquí una estructura de argumentación in utramque partem como la que existe en numerosos diálogos de la primera mitad del Quattrocento. Resulta más difícil determinar si existe un tema unificador en el Asinus. La editio prínceps de 1507 lo titula Tertius dialogus de ingratitudine qui Asinus inscribitur. El tópico de la ingratitud aparece también destacado en la breve nota introductoria de Pietro Summonte:
Mientras ustedes me persuadían y exhortaban asiduamente para completar esta edición, las otras obras póstumas de Pontano no dejan de salir a la luz. Aquí tienen el último diálogo, que había prometido en el último prefacio, cuyo argumento cómico ataca en secreto la ingratitud de alguien. Así es que de esta forma, deseando por escrito su justa indignación, la condimenta con las invenciones salaces de este librito.
No hay consenso en la crítica respecto de si esta interpretación de Summonte ha de ser tenida por válida. Si aceptamos que el Asinus está orientado a denunciar la ingratitud de un personaje específico, los candidatos más obvios son las dos figuras reales para las que trabajaba Pontano: el rey Ferrante y su hijo, Alfonso, el duque de Calabria. Así lo considera por ejemplo Lorenzo Geri, quien resalta una serie de diferencias políticas significativas entre Pontano y sus empleadores que tuvieron lugar en los años posteriores a la conjura de los barones. Por otro lado, es difícil percibir en el texto del diálogo indicaciones de un descontento con la monarquía, ya que las menciones que se hacen a las figuras reales son escasas pero positivas. Francesco Tateo, por su parte, considera que Pietro Summonte no es una fuente de interpretación fiable y que la ingratitud no puede considerarse el tema central del texto. Esto puede corroborarse por ejemplo cuando el mensajero que llega a la posada al inicio del diálogo declara que: “Salvus est rex, salva patria, salvus est Alfonsus, qui salutem, comparato exercitu, obsessa Roma, nobis peperit.” No hay señales de descontento frente al rol de los príncipes en el diálogo.
En el diálogo, el personaje que actúa de forma ingrata es el asno, que responde con coces a los magníficos tratos que recibe. ¿Significa esto que el burro representa los reyes ingratos, y la lección que está queriendo transmitir Pontano es que servirlos implica recibir como premio la ingratitud? No puede descartarse esta posibilidad, aunque se trataría de una alegoría cuyo sentido político no resulta evidente. La adoración del asno por parte de Pontano tiene un gran componente cómico basado en la idea de que el viejo humanista ha vuelto a convertirse en niño (repuarescere, un verbo tomado de Plauto) y los regalos que le hace no son particularmente comparables a lo que podemos imaginar que definieron la relación entre Pontano y Ferrante o Alfonso. Por otro lado, si bien durante el Asinus se detalla extensamente el esfuerzo sobrehumano que implicó para Pontano negociar la paz con Roma, no se da a entender que no haya sido agradecido adecuadamente por sus servicios.
No puede desconocerse, por otro lado, la existencia de numerosos roces entre Pontano y Ferrante. En términos generales, los especialistas en los studia humanitatis en Nápoles padecieron los cambios que introdujo este rey respecto de su padre Alfonso, cuya política cultural era enormemente permisiva respecto de los intereses intelectuales de quienes lo rodeaban. Ferrante apuntaba a objetivos políticos e ideológicos mucho más concretos y vinculados con sus ambiciones políticas específicas. Las diferencias con Pontano, sin embargo, surgieron por cuestiones económicas y políticas. En 1491 Pontano escribió una serie de cartas explicando su disconformidad por las maniobras de Ferrante respecto del papado y de las consecuencias del tratado de paz de 1486. Es ciertamente verosímil hipotetizar que esta circunstancia ayudó en la composición del Asinus. Si el diálogo no muestra explícitamente una situación de ingratitud, es porque esta actitud se habría manifestado tiempo después del acuerdo de paz firmado en aquel momento. Al narrar sus méritos, Pontano estaría buscando recordarle a sus lectores el agradecimiento que se le debe.
Existe, por supuesto, la posibilidad de que el ingrato no sea ni Ferrante ni Alfonso y que Pontano tuviera en mente alguna figura menor en base a algún incidente del que no tenemos noticia. En cualquier caso, el Asinus no es un diálogo que tenga como tema la ingratitud en el sentido en el que el De vero bono de Lorenzo Vallatiene como tema el placer, o el De avaritia de Poggio la acumulación de riquezas. La única reflexión sobre la temática aparece en la boca de Pontano cuando, desilusionado por el trato que le dio su asno, declara que:
Pontano. […] Esto es lo que he aprendido tardíamente como un anciano desprevenido, como un hombre sin ninguna consideración, esto, digo, es aquello dicho tantas veces: “los que lavan la cabeza de un asno desperdician su trabajo y el jabón, se convierte en asno el hombre que se deleita con un asno”. De ahí que por mi trabajo haya obtenido frustración. Tarde aprendí esto; pero este ejemplo ayuda a que otros recuerden esto mismo. (Asinus, 26).
Esta observación, altamente convencional, no está sujeta a ningún tipo de debate. Por este motivo es válido suponer que existieron otros propósitos tras la composición del Asinus además de una crítica a un personaje puntual o a la ingratitud como conducta generalizada.
3. La autopresentación de Pontano
Aunque Giovanni Pontano aparece como interlocutor tardíamente en la acción del diálogo, su figura es mencionada desde un principio. De hecho, las primeras palabras del diálogo, en boca del posadero, son: “Pacem Romae factam esse aiunt eiusque poetam nescio quem auctorem referunt”. Esta apertura parece indicar que el contenido del diálogo consistirá en gran parte en sacar al posadero (y quizás, al lector) de su ignorancia. En otras palabras, lo que propone Pontano con su Asinus es una autopresentación irónica.
Pocas líneas después, cuando el posadero dialoga con el mensajero que llegó a su local, se produce la primera mención del poeta con nombre y apellido:
Mensajero. ¿Conoces a Giovanni Pontano?
Posadero. ¿Cómo no lo conoceríamos? Es un hombre famoso en todas partes, quien, hace no muchos días, cansado por los viajes y por su estado de salud, después de haber sido enviado a Roma por Inocencio y Alfonso para conseguir la paz (como ahora entiendo que pasó), descansó aquí al mediodía; y ciertamente tuvimos misericordia, quienes entonces estábamos presentes aquí, de la debilidad del anciano y de su mal aspecto, ya que no estaba en condiciones de afrontar un viaje, especialmente con este calor. (Asinus, 4)
Vemos aquí como Pontano pasa de ser un desconocido a un hombre extremadamente famoso. Además, aparece la primera alusión a un tópico que será constante durante todo el diálogo: el sufrimiento del poeta, que tuvo que enfrentar tareas que exceden las fuerzas de un anciano. Este tópico recurrente puede relacionarse con la teoría de que el diálogo trata sobre la ingratitud, ya que sirve para realzar hasta qué punto Pontano se sacrifica por cumplir sus tareas. Por otro lado, en ningún momento se da a entender que se encuentra insatisfecho con su vida tras regresar a su casa de campo.
La siguiente caracterización de Pontano aparece ya en boca de sus amigos y discípulos, luego de que el posadero salga de escena. Se trata ahora de Gabriel Altilio, quien de nuevo repite los méritos de la laborar diplomática de Pontano pero a su vez introduce el tópico de su locura presente:
Altilio. Creo que todo resultó de lo más afortunado, ya que al haber obtenido la paz Giovanni <Pontano>, no solo (para gran gloria suya y todavía mayor tranquilidad del pueblo) restituyó la autoridad real, que había sido prácticamente destruida, sino que incluso la estabilizó.El dolor prohíbe decir hasta qué punto el resultado fue diferente para él y para nosotros, que lo amamos y honramos, y lo que sucedió no pudo ser más indigno o inesperado. (Asinus, 11).
El “resultado” del que habla Altilio es la situación en la que Pontano se encuentra ahora, adorando a su asno como si un niño o un demente. La ambigüedad del diálogo reside en que no existe una conexión explicitada entre esta locura y lo que Pontano vivió como embajador al servicio de la corona de Nápoles. ¿Se trata de una locura provocada por la fatiga, o debemos entender que el viejo humanista decide honrar a un animal ingrato como una forma pública de cuestionar lo que vive como servidor de Ferrante y de Alfonso?
La próxima presentación de Pontano aparece ahora a través de sus palabras. Cariteo lee una epístola suya, en donde queda patente su adoración por el asno. No deja de ser llamativo el recurso de introducir una carta (otro género que, como el dialógico, fue activamente reelaborado por los especialistas en los studia humanitatis del siglo XV) de un personaje que luego tendrá su propia voz en el diálogo, además de ser su autor. El procedimiento contribuye al propósito de Pontano de presentar su figura a partir de ángulos y miradas distintas. Al leer su carta, los personajes del diálogo se encuentran en una posición análoga a la de los lectores del texto, solo que mientras los amigos expresan su preocupación, los lectores pueden reírse de lo absurdo de la situación.
Finalmente, tenemos todavía una presentación más del poeta y sus méritos antes de que haga su aparición en su casa de campo. Azio, ante la consulta de sus amigos y colegas del círculo pontaniano, pronuncia otro extenso elogio en el que se destaca nuevamente la habilidad política de Pontano, su profundo conocimiento de la antigüedad, y su trabajo detallado sobre su Urania. Además, Azio destaca su buen humor y disposición. Este aspecto, que no había aparecido en las presentaciones previas, resulta importante en el contexto de un diálogo humorístico como el Asinus:
Azio. Cuando llegábamos un albergue, ¡Cuánta familiaridad había, cuánta alegría! ¡Todos los trabajos se convertían en placer! Mientras estábamos sentados para cenar, nunca se permitió nada triste; es conveniente que todas las cosas sean alegres y festivas en la mesa, para no hacerle una injuria a Baco, que es quien otorga la alegría. Decía que se debía mantener la severidad en el foro, la tristeza en el funeral, la circunspección para tomar decisiones, el aire grave en el senado. (Asinus, 17)
Al momento en el que Pontano aparece finalmente en escena, el personaje ha sido construido primero como un gran embajador, luego como un hombre que sacrifica su salud por su trabajo, luego como un loco, como un conocedor de la sabiduría antigua, como un autor exquisito, y finalmente como un hombre capaz de manejar de forma efectiva distintos registros en cada circunstancia.
En su primera aparición, el anciano poeta aparece discutiendo con Faselio sobre los efectos de la luna sobre los injertos. Aquí el poeta olvida su locura (que reaparecerá muy poco después cuando entre en escena el asno) y se muestra como un gran conocedor de los asuntos agrícolas. La figura de Virgilio, mencionada varias veces durante el diálogo, tiene un valor ejemplar. No hay que olvidar que Pontano es autor de un poema didáctico titulado De hortis Hesperidum sive de cultu citriorum, en el que reflexiona sobre el cultivo de los cedros.
Queda todavía un último Pontano para conocer: se trata del hombre lascivo que negocia con Faselio la posibilidad de compartir los favores sexuales de la futura esposa de este último. Incluso en un diálogo humorístico como el Asinus, el tono de estos intercambios no deja de marcar un contraste notable respecto de lo que sabíamos hasta ahora del poeta. La locura que lo unía al asno era propia de un hombre que ha vuelto a ser niño. El interés por acostarse con una campesina que se encuentra bajo su servicio, en cambio, no tiene esta justificación. Aquí el diálogo (como en las escenas del posadero, que no deja de reflexionar sobre el éxito que tendrán las prostitutas ahora que volvió la paz) toma fuertemente su inspiración de la comedia plautina.
La llegada de los amigos del poeta provoca un cambio de actitud de Pontano que está explícitamente marcado frente a Faselio: “Eccos philosophos, exhibe vultum gravem advenientibus, ac si de ipsorum adventu collocuti hic simus diutius.” Con estas palabras Pontano deja en claro que conoce perfectamente los procedimientos por los cuales construye su propia imagen en el texto. El lector es testigo, entonces, de la capacidad que presenta para exhibir un vultus gravis y adaptarse a lo que desea mostrar en cada circunstancia.
Podemos comparar brevemente estos procedimientos con los que aparecen en el Antonius y el Aegidius. En el primero de estos diálogos (uno de los dos publicados durante la vida de Pontano), que transcurre en el pórtico de la casa de Antonio Beccadelli, se alude a un accidente en la pierna que Pontano había tenido recientemente y que le impedía participar de los encuentros con sus amigos y colegas. Un visitante que llega a la ciudad declara su interés en conocer a Pontano, de quien oyó que se elogia su facilitas y mansuetudo. La descripción de Pontano queda a cargo de dos personajes: Pietro Golino, uno de sus amigos más cercanos, y de su hijo, Luciolo Pontano, que a su vez trae las palabras de su madre, la esposa del poeta. Mientras que Golino hace una breve pero detallada descripción del aspecto físico de Pontano, Luciolo relata cómicamente las discusiones entre sus padres, en las que Pontano es acusado permanentemente de vivir rodeado de amantes y prostitutas. Concretamente, Luciolo relata que ante el accidente en su pierna, su madre exclamó: “Dii me omnes aspexere quo die crus fregit; non licebit claudum totis diebus domo abesse, singulis horis prostibulas adire” (Antonius, 100).
Mientras que en el Antonius predomina el mismo tono irónico y autoparódico que en el Asinus, el Aegidius, escrito ya en los últimos años de la vida de Pontano, presenta a su autor desde un ángulo totalmente diferente. Al inicio del diálogo, dos viajeros llamados Suardino Suardo y Francesco Peto llegan a Nápoles y se encuentran con la siguiente inscripción en la casa de Pontano:
Heredero, sucesor, dueño de esta casa quien quiera que seas: no te avergüences ni te lamentes del viejo propietario que la construyó para sí: honró las letras, honró las buenas artes y honró a los reyes; a él lo honraron los jóvenes y ancianos virtuosos; estimaron la integridad del dueño de esta casa, su fe y los buenos hábitos de su alma. Así fue Giovani Pontano, sobreviviente de tiempos antiguos. Él vivió para sí mismo y para las Musas: vive tú para ti y los tuyos, y que tus hijos te sobrevivan (Aegidius, 1).
El tono de esta inscripción es acorde a la totalidad del Aegidius, en donde la sabiduría de Pontano y sus múltiples conocimientos aparecen asociados con una disposición hacia la piedad religiosa que está por completo ausente en otros diálogos.
Volviendo sobre el Asinus, es posible hipotetizar que el procedimiento con el que Pontano busca construir su propia imagen está marcado por la ironía. Aunque la figura de Sócrates no aparece explícitamente mencionada, su rol como personaje tanto erudito como ridículo en los textos de Platón puede estar aquí operando como un modelo. Las escenas y los diálogos alrededor del asno son particularmente efectivas en cuánto autopresentación irónica, ya que resaltan que, como Sócrates, Pontano puede burlarse de sí mismo.
Por otro lado, Pontano equilibra en este diálogo su autopresentación ridícula con la enunciación y demostración de sus talentos. En la medida en que su demencia le permite luego adquirir una mayor sabiduría (la lección que aprende sobre lo que produce entregarse a seres ingratos), podemos relacionar este diálogo con el Elogio de la locura que Erasmo escribiría pocos años después. En ambos textos vemos cómo la relación entre demencia y saber no es estática, sino que admite una gran plasticidad.
El final del Asinus, con el encuentro entre Pontano y sus colegas humanistas, nos permite aventurar una segunda hipótesis. Además de tratar sobre la ingratitud y sobre las distintas facetas que Pontano deseaba presentar de sí mismo para su círculo de lectores, el diálogo tiene un tercer tema: todo aquello que rodea un típico diálogo humanista. En otras palabras, mientras que un diálogo en la tradición quattrocentesca hubiera comenzado con la última escena, con los amigos reunidos en la villa de Pontano y dispuestos a discutir sobre su producción literaria y filosófica, aquí tenemos una serie de viñetas de lo que sucede antes de que ese diálogo erudito de hecho comience, y de cómo es el mundo que lo rodea. Los efectos de la paz sobre los negocios del tabernero, las reiteradas descripciones de la labor diplomática del poeta, su discusión con Faselio tanto sobre los injertos como sobre sus deseos sexuales y el episodio ridículo con el asno muestran un contexto repleto de incidentes detallados y coloridos. El “rostro serio” que ha de asumirse al iniciar la conversación filosófica entonces funciona como una marca de cierre para estos episodios con los que Pontano nos muestra que un diálogo humanístico puede tratar también sobre todas las circunstancias que lo rodean.
Pontano era un lector dedicado de la obra aristotélica, y en numerosas ocasiones busca aplicar distintos aspectos de su pensamiento a problemas de todo tipo. Es posible plantear, como última hipótesis, que la autopresentación irónica y la construcción del contexto del diálogo retoman un concepto planteado en la quinta sección del libro primero de la Ética Nicomáquea: la existencia de un modelo de vida basado en el placer, otro en la actividad política y finalmente otro en la vida teórica. El Asinus retrata a Pontano atravesando cada una de estas formas de vida adorando al burro, negociando la paz y escribiendo el Urania tras contemplar los cielos. Es evidente que la vida de placer (que Aristóteles, siguiendo una larga tradición, identifica con las bestias) acaba resultando ingrata, lo mismo que la vida política. La elección final por la vida contemplativa cierra el periplo de la locura y da inicio al diálogo. El Aegidius, aunque transcurre muchos años después, retoma este espíritu pero añadiendo a la dimensión contemplativa un fuerte sesgo cristiano.
4. Conclusiones
Hemos visto que el Asinus responde a los interrogantes planteados al principio: quién fue el responsable de la paz de 1486, y cómo es el poeta Giovanni Pontano, ubique notum. Para este último interrogante tenemos testimonios de personajes de diferentes extracciones sociales y con distintos niveles de proximidad. Aunque no haga uso de la palabra, el mismo asno que es objeto de su afecto es también una ilustración de las reacciones que genera su figura.
Esta ausencia de palabras (que, como surge a partir del Asno de oro de Apuleyo, no implica necesariamente una ausencia de inteligencia) del único personaje que se comporta de forma ingrata con Pontano revela algo más sobre el texto. No tenemos en el Asinus incorporada la percepción de los nobles integrantes de la casa de Aragón para los que el poeta realizaba sus tareas diplomáticas. Todas las opiniones que circulan sobre su talento, su gracia, su dedicación su locura y su lascivia provienen de personajes alejados del poder real. Es posible hipotetizar, por lo tanto, que Pontano partía de lo que él experimentaba como una percepción negativa (o no lo suficientemente positiva) de su figura por parte de sus empleadores, y que la abundancia de testimonios que acumula aquí en su favor (incluso aquellos que se encuadran dentro de la ironía autoparódica) sirve para marcar el contraste con aquellos testimonios que, como las palabras del asno, están ausentes del texto.
En el De sermone, el tratado de Pontano sobre el arte de la conversación, Pontano se refiere a numerosos intercambios de palabras entre él y Alfonso y su padre Ferrante. A su vez, incorpora un testimonio sobre su propia figura que habría sido pronunciado por el papa Inocencio VIII:
Este ejemplo nos lo ofreció el Pontífice Máximo Inocencio VIII durante la resolución de la disputa entre él y Ferrante, rey de Nápoles. Puesto que algunos cardenales le señalaron que había que tener cuidado de evitar que, firmado el acuerdo, fuera engañado por Ferrante, ya que era, según creían, de poco fiar, dijo: «Pero Giovanni Pontano, con quien estamos negociando la paz, no dirá falsedades. De hecho, la verdad y la lealtad no podrán abandonar a aquellos que nunca las han abandonado. (De sermone II, iii, 12).
Aquí tenemos, entonces, la voz de otro de los personajes mencionados en el Asinus refiriéndose (siempre según Pontano) a lo acontecido en aquella negociación. Muchos años después del acuerdo de 1486 (el De sermone data de 1499), Pontano seguía interesado en demostrar el valor que tuvo su palabra en aquel contexto. No deja de ser significativo, además, que realce su honestidad por contraposición a la de Ferrante y que la cimente en las palabras de uno de sus principales enemigos.
Cuando Pietro Summonte se ocupa de realizar la primera edición del Asinus, en 1507, Ferrante y su hijo Alfonso habían muerto hace muchos años. El reino de Nápoles había caído bajo el dominio de Luis XII de Francia primero, y luego, de Fernando II de Aragón. Estas figuras no eran, por otro lado, las destinatarias de los diálogos pontanianos. En estos textos percibimos un deseo de consolidar sus vínculos entre sus colegas y discípulos en la “Academia” cuyo liderazgo había asumido tras la muerte de Antonio Beccadelli. Son sus voces y sus miradas las que más peso tienen en el Asinus. También son los destinatarios principales del diálogo.
Algunos años después, en 1528, Erasmo de Rotterdam dirá en su diálogo Ciceronianus que los textos de Pontano, alguna vez muy influyentes, ya estaban cayendo en el olvido. Muchos siglos después, Pontano sigue siendo un humanista escasamente conocido por fuera de los círculos de especialistas. Su Urania, el extenso poema astrológico que declara estar perfeccionando a lo largo del Asinus, no ha sido traducida en casi ninguna lengua moderna en su totalidad. Un mayor conocimiento de su obra contribuirá a construir un panorama más completo del Quattrocento italiano más allá del canon florentino que todavía conforma el centro de los estudios renacentistas.