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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata  no.13 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2008

 

ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN

Revisando las consecuencias políticas De las primarias. Un estudio sobre las elecciones De gobernador en la Argentina*

por Miguel De Luca**, Mark P. Jones*** y María Inés Tula****

* Los autores agradecen a Martín D'Alessandro, a Andrés Malamud, a Ana M. Mustapic y a los jurados anónimos por sus comentarios.
** Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires e Investigador CONICET. E-mail: migueldeluca@yahoo.com.
*** Profesor en el Departamento de Ciencia Política de Rice University. E-mail: mpjones@rice.edu.
* * * * Profesora de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires e Investigadora CONICET. E-mail: inestula@yahoo.com.

 


Resumen

Entre los especialistas existe un extenso debate acerca de las consecuencias de las primarias sobre los resultados de las elecciones generales. Mientras algunos sostienen que la adopción de votaciones internas para designar a los candidatos a cargos públicos posee -en comparación con la selección por la dirigencia partidaria- un efecto positivo sobre el desempeño de un partido en los comicios generales, otros argumentan que la influencia de las primarias es, en realidad, negativa. Por otra parte, la literatura sobre esta discusión exhibe una notoria debilidad: está basada casi exclusivamente en el análisis de las elecciones en los Estados Unidos. Este artículo contribuye al mencionado debate presentando un examen de las consecuencias electorales del proceso de selección de candidatos empleado por los partidos políticos argentinos para los comicios de gobernador provincial entre 1983 y 2007. La investigación concluye que, con una excepción menor, nominar a los postulantes a través de primarias o por decisión de la cúpula partidaria no afecta la probabilidad de triunfo en la votación general.

Palabras clave: Selección de candidatos; Primaria divisiva; Democracia intra-partidaria; Elecciones subnacionales; Argentina

Abstract

There exists a large debate within the scholarly community regarding the impact of primary elections on general election outcomes. While some scholars conclude that the use of primaries to choose a party's candidate (compared, for instance, to candidate selection by the party elites) has a positive effect on a party's performance in the general election, other scholars believe the influence of primary use on general election performance is, in fact, negative. A weakness of this extant literature is it is based almost exclusively on the analysis of elections in the United States. This article adds to this literature by examining the electoral consequences of the candidate selection process employed by political parties to select their gubernatorial candidates in the Argentine provinces between 1983 and 2007. We find that whether or not a party selects its gubernatorial candidate via a primary or elite designation does not affect its probability of victory in the general election (with one minor exception).

Key words: Candidate selection; Divisive primary; Intra-party democracy; Subnational elections; Argentina


 

Introducción1

Sobre las primarias y sus efectos en general existe una profusa literatura, como así también acerca de las primarias divisivas -aquellas que registran un alto nivel de competencia intrapartidaria-, en particular en lo concerniente a su influencia en los resultados electorales. Los artículos de Carey y Polga-Hecimovich (2006) y de Lazarus (2005) aportan excelentes revisiones de esta bibliografía compuesta casi exclusivamente por contribuciones basadas en el análisis de los comicios en los Estados Unidos2.
Estas dos reseñas presentan dos argumentos centrales respecto de las consecuencias de las internas sobre el desenlace de la elección general. El primero gira en torno a la tendencia del votante medio en las primarias a ser ideológicamente más "extremo" que el votante medio en la votación general. Siguiendo con esta premisa, la dirigencia partidaria, que desea en primer lugar y por sobre todas las cosas triunfar en los comicios por los cargos públicos, sería -en contraste- más propensa a seleccionar candidatos más cercanos al votante medio en esta contien
da (y que por tanto cuentan con mayores probabilidades de ganarla). Algunos autores (Buquet y Chasquetti 2008, Colomer 2000, Polsby 1983) proporcionan evidencia para apoyar este razonamiento, mientras que otros (Abramowitz 1989, Carey y Polga-Hecimovich 2006, Geer 1988) no encuentran ninguna evidencia conclusiva para sostener una deducción basada en este tipo de efecto.
Por otra parte, dado el lugar mucho más marginal que ocupa la política programática en la estructuración de los vínculos entre los líderes partidarios y los votantes en América Latina, comparado con el que posee en las democracias industrializadas avanzadas (Mainwaring y Torcal 2005, Stein et al. 2005), resulta cuestionable que los votantes en las primarias sean ideológicamente más extremos que los electorados generales en los países de esta región, con la posible excepción de Chile, El Salvador y Uruguay (Stein et al. 2005). De hecho, Chile y Uruguay son dos de los cuatro países examinados por Colomer (2000), y esta última nación también es el objeto del estudio de Buquet y Chasquetti (2008), en el que los autores sugieren que quizá este tipo de hallazgos no sea especialmente generalizable al resto de América Latina.
En esta misma línea argumental relativa a las derivaciones de las internas, Carey y Polga-Hecimovich (2006) plantean una hipótesis alternativa: el uso de procesos transparentes de selección de candidatos (es decir, de las primarias) proporciona al postulante/partido un beneficio extra en los comicios generales entre los votantes que valoran (y premian) la democracia intrapartidaria y las "reglas y prácticas claras" (véase también Ware 2004).
El segundo argumento respecto de la influencia de las internas en los resultados de la elección general está vinculado con la premisa de la denominadas "primarias divisivas". Según este razonamiento, las internas con un alto nivel de competencia intrapartidaria poseen un impacto negativo sobre el desempeño del partido en los comicios por los cargos públicos, principalmente por dos motivos. Primero, los votantes que apoyaron al postulante derrotado (sólo con su voto o de modo más activo ayudando en tareas como voluntario o en la campaña de recolección de fondos) pueden desarrollar un vínculo psicológico con éste que encuentran difícil de transferir al vencedor de la primaria. Inclusive, este vencedor, como consecuencia de la campaña electoral de la interna, podría ser evaluado de modo negativo por los votantes identificados con otros competidores (Kenney 1988, Stone 1986). Segundo, la dinámica de la campaña en la primaria (especialmente si ésta deviene negativa o fuerza a un contendiente a adoptar posiciones políticas "extremas") puede afectar adversamente la consideración del candidato por el electorado general o proveer a su/s oponente/s en la votación general un recurso de proselitismo adicional (Alvarez, Canon y Sellers 1995).

La evidencia correspondiente a las hipótesis de las primarias divisivas se basa en forma exclusiva en los análisis de los comicios en los Estados Unidos y es indudablemente heterogénea. Lazarus (2005) brinda un exhaustivo repaso de esta literatura y llama la atención sobre la naturaleza de sus conclusiones: mientras que para algunos las primarias divisivas ejercen un efecto negativo sobre el desempeño de los partidos en la compulsa electoral general, para otros registran una influencia positiva en dichos comicios.
En este artículo se revisan las dos líneas argumentales mencionadas, por lo que se exploran tanto las consecuencias de las internas en general como sólo las de las primarias divisivas. El estudio se concentra en el caso argentino y, en forma puntual, en los comicios para un cargo público muy relevante en este país, el de gobernador provincial. Al hacerlo, se aprovecha la ventaja proporcionada por la considerable variación institucional y partidaria que presenta la organización federal argentina y más de dos décadas de vigencia de la democracia. El análisis de una gran cantidad de datos como el que aquí se propone contribuye a realizar un valioso aporte al desarrollo de un esquema general para el estudio de los procesos de selección de candidatos en países donde el clientelismo y el populismo/personalismo, y no la política programática, son los factores cruciales en los vínculos entre los políticos y los ciudadanos.
Eventualmente, una investigación como ésta puede también ofrecer un cúmulo de información con la cual es posible comenzar a entender mejor los procedimientos de nominación y sus consecuencias políticas en general, una cuestión de creciente interés en distintas regiones del mundo, pero especialmente apreciable en aquellos países donde los partidos políticos afrontan demandas -tanto internas como externas- de democratización intrapartidaria, y responden, entre otras medidas, con la adopción de primarias para escoger a sus postulantes a cargos electivos.

Poder, política y partidos en la Argentina (1983-2007)

Desde 1983 el presidente de la república desempeña un papel crucial en la política argentina dado su predominio casi permanente en los procesos de gobierno. Después de éste, los funcionarios más poderosos del país, fundamentalmente por los importantes recursos institucionales y políticos a su disposición, son los gobernadores, los titulares del poder ejecutivo en cada una de las veinticuatro (24) unidades que componen la federación (23 provincias y una ciudad capital).
En efecto, entre sus importantes atribuciones el gobernador es el jefe de la administración pública provincial y, por lo tanto, tiene el poder de designar a
sus agentes. Los puestos en el sector público provincial -conocidos como "contratos" o "conchabos" en la jerga partidaria-, frecuentemente son asignados según un estricto criterio partidista, otorgándose a miembros del partido de diversa jerarquía (o a sus parientes). Estos "contratos", que muchas veces constituyen la única fuente de ingresos de una familia, resultan de particular importancia para el mantenimiento -o la ampliación- del control de la maquinaria del partido, ya que aseguran el apoyo de dirigentes partidarios de segunda y tercera línea, diestros en la tarea de movilizar a los votantes, especialmente para las primarias.
Asimismo, el gobernador ejerce una considerable influencia en la política pública en las áreas de educación, salud, seguridad pública, obras públicas, seguridad social y transporte, ya sea a través de su directo control sobre el presupuesto provincial o su más discrecional manejo sobre la ejecución de programas financiados con recursos del gobierno nacional. Esta influencia le facilita obtener y mantener la lealtad de los integrantes del aparato partidario provincial gracias a que les garantiza privilegios en la distribución de beneficios materiales y económicos, créditos a bajo interés, subsidios, becas, etc. Además, este poder le permite construir una estrecha relación con una amplia gama de grupos organizados (por ejemplo, clubes deportivos, asociaciones de fomento y sociedades de ayuda mutua) o afianzar todavía más los vínculos ya existentes.
Por otra parte, generalmente el gobernador (o algún miembro del partido muy allegado a él) es el presidente de la organización partidaria en la provincia. Ello le otorga beneficios simbólicos, burocráticos y materiales, como por ejemplo el manejo de las instalaciones partidarias, de los puestos de trabajo y de los fondos públicos pertenecientes o destinados al partido3.
La combinación de todos estos recursos a disposición convierte a la gobernación en un puesto estratégico, de gran atracción para los líderes políticos provinciales y, a la vez, en una sólida plataforma para quienes aspiran a lanzarse a la competencia electoral por la presidencia de la república. Por ejemplo, en los comicios presidenciales de 1989, 1995, 1999 y 2003, los postulantes que obtuvieron el primer y el segundo lugar habían sido gobernadores en algún momento de sus carreras políticas o se desempeñaban como tales al tiempo de la votación.

Los titulares de los ejecutivos provinciales son elegidos para un período de cuatro años y casi siempre bajo fórmulas de simple mayoría4. Con pocas excepciones, los comicios para este cargo se celebraron en 1983, 1987, 1991, 1995, 1999, 2003 y 2007, mientras que las reglas relativas a la posibilidad de reelección consecutiva registran significativas variaciones de provincia a provincia y han sido objeto de varias reformas durante este período democrático. Mientras que en 1983 todas las provincias inhabilitaban la reelección inmediata del gobernador, en la actualidad 20 de las 24 provincias la permiten, y 17 de esas 20 limitan tal posibilidad a dos mandatos consecutivos.
Entre 1983 y 2007 la política argentina ha sido dominada por el Partido Justicialista (PJ o peronistas) y la Unión Cívica Radical (UCR o radicales). La preponderancia del PJ y la UCR en estos años puede observarse en el descollante control ejercido por ambos partidos (pero principalmente por el PJ) sobre los más importantes cargos políticos del país: la Presidencia de la República, el Congreso (Senado y Cámara de Diputados) y las gobernaciones de provincia. En efecto, esta etapa comprende las presidencias del Raúl Alfonsín (UCR, 1983-1989), Carlos Menem (PJ, 1989-1995 y reelecto para 1995-1999), Fernando de la Rúa (UCR, 1999-2001, año en que renunció), Eduardo Duhalde (PJ, presidente entre 2002 y 2003, designado por el Congreso), Néstor Kirchner (PJ, 2003-2007), y Cristina Fernández de Kirchner (PJ, 2007-presente).
A su vez, en este período el PJ ha controlado una mediana de 60,9 por ciento de los ejecutivos provinciales (desde 54,6 hasta 77,3 por ciento), mientras que el segundo lugar le ha correspondido a la UCR con una mediana de 25,0 por ciento (con mínimos y máximos entre 9,1 y 31,8 por ciento). En contraste, en todo este tiempo ningún otro partido político obtuvo más de una gobernación (ver Tabla 1).

TABLA 1 Gobernaciones por partido político, 1983-2011 (en porcentajes)

Con pocas excepciones, estos terceros partidos que han logrado conquistar una gobernación exhiben una característica común: se trata de fuerzas políticas que en forma aislada y efectiva compiten en una sola provincia, donde por lo general son el partido predominante o el principal partido de la oposición y a los cuales en la Argentina se los denomina en forma colectiva como "partidos provinciales"5. Por último, cabe señalar que desde 1983 sólo en cinco casos las gobernaciones no estuvieron controladas por el PJ, la UCR o algún "partido provincial", todos correspondientes a la última década6.
Este predominio de peronistas y radicales sobre la gran mayoría de las gobernaciones durante todos estos años comprende desde bastiones electorales en donde triunfan invariablemente desde 1983 (seis para el PJ, uno para la UCR) hasta provincias donde una o más veces se han alternado en el poder o han desplazado a un "partido provincial".

La selección de los candidatos a gobernador

Entre 1983 y 2007 los partidos políticos argentinos han recurrido comúnmente a tres métodos de selección de candidatos a gobernador: 1) acuerdo de la cúpula partidaria, 2) primarias, y 3) doble voto simultáneo (DVS) o "Ley de lemas".
La primera categoría abarca una variedad de tipos de nominación en todos los cuales es determinante la voluntad de la dirigencia del partido, como por ejemplo la imposición de un candidato por un jefe o caudillo provincial, el acuerdo sobre una postulación como resultado de una negociación entre los principales líderes del partido, la proclamación de un aspirante en una asamblea partidaria por una votación unánime o sin disidencias, o una interna en la que se presenta una sola lista.
En cuanto a las primarias, se trata de elecciones partidarias cuya organización corre por cuenta del partido y no de las autoridades públicas, y en las cuales compiten dos o más listas. Las mismas se realizan un día domingo entre un año y dos meses antes de la elección general e implican un esfuerzo de movilización bastante considerable por parte de las corrientes internas del partido. Según lo disponga la legislación provincial o los estatutos partidarios, aquellos habilitados para votar pueden ser sólo los afiliados al partido -en cuyo caso
las internas se denominan "cerradas"-, los afiliados y también aquellos que no están inscriptos a otros partidos, o toda la ciudadanía (internas "abiertas").
Dadas las características de la política y los partidos argentinos, los acuerdos de cúpula suelen ser más frecuentes en un partido cuando éste controla el gobierno provincial (y todavía más probable cuando un miembro de ese partido, el gobernador en ejercicio, está habilitado para competir por otro período en forma inmediata); mientras que la probabilidad de que un partido convoque a una primaria para dirimir una postulación a la titularidad del ejecutivo provincial aumenta cuando el partido está en la oposición en ese ámbito o cuando, siendo oficialista, el gobernador no puede ser reelegido7.
Por su parte, varias provincias argentinas, en particular durante la década de 1990, han elegido a su gobernador bajo las reglas del DVS. Con el DVS, un partido o "lema" puede (y normalmente lo hace) presentar múltiples contendientes o "sublemas" en la competencia, todos los cuales suman sus votos para el "lema" por el que se postulan. El gobernador electo es el candidato más votado del "lema" que ha obtenido la mayor cantidad de sufragios. Así, bajo el DVS, la primaria y la elección general se desarrollan simultáneamente8.
El universo de análisis de este estudio está compuesto por los métodos de selección de candidatos adoptados por los partidos relevantes para designar a sus postulantes para las elecciones cuadrienales de gobernador en el período 1987-2007, con excepción de los casos en los que estos funcionarios fueron electos mediante el sistema de DVS9.
Un partido político ha sido considerado relevante si -como mínimo- cumplía con uno de los siguientes tres criterios: 1) ganó al menos el 20 por ciento de los votos en la elección, 2) alcanzó un umbral del 10 por ciento de los sufragios, y consiguió el 20 por ciento o más de los votos en la elección inmediatamente anterior o posterior a la contienda en cuestión, 3) su candidato arribó en el primer o en el segundo puesto en dicha elección10. De la aplicación de estos criterios surge un universo de análisis de 264 casos.

Los comicios de 1983 no han sido incluidos en el examen por la inexistencia de información relativa a una variable clave para el proceso electoral de ese año (y que será discutida en la próxima sección). De todos modos, debido a la naturaleza única del proceso de transición democrática, en 1983 las primarias para seleccionar candidatos a gobernador fueron extremadamente pocas: sólo un 6 por ciento de los postulantes por partidos relevantes fueron escogidos mediante este método (ver Figura 1).


GRÁFICO 1 Convocatoria a primarias para seleccionar candidatos a gobernador,1983-2007 (en porcentajes)

En la Figura 1 puede apreciarse cómo ha evolucionado en la Argentina entre 1983 y 2007 la convocatoria a primarias por los partidos políticos relevantes para el cargo de gobernador. La celebración de internas alcanzó su punto más alto durante la década de 1990. Desde el comienzo del nuevo siglo, las primarias han declinado notoriamente. A excepción de 1983, el porcentaje de candidatos por partidos relevantes designados a través de internas en 2007 ha sido más bajo que el de cualquier otro año.

Variables dependientes e independentes

En este estudio la variable dependiente es la victoria en la elección general. Esta variable ha sido codificada con 1 si el candidato ganó y con 0 en caso contrario. La victoria, y no el cambio en el porcentaje de votos obtenidos, es considerada como la variable dependiente por tres razones. Primero, el objetivo de los candidatos en las elecciones para gobernador es ganar y no necesariamente maximizar su porcentaje de votos recibidos. En la Argentina, por ejemplo, resulta bastante frecuente que postulantes a la gobernación que están seguros de su triunfo brinden colaboración material y logística a un competidor, un rival que con esos mismos fondos puede conseguir más apoyos que si esos recursos fuesen usados para sostener al partido de quien lo ayuda. Esta acción tiene como finalidad lograr que el partido político de este candidato asistido, como resultado de su arrastre, obtenga bancas en la legislatura, las que serán ocupadas por representantes de los que se espera, a su vez, que apoyen los proyectos legislativos del gobernador electo. Al mismo tiempo, los gobernadores que están confiados en su victoria frecuentemente no agotan en la campaña electoral todos los recursos a disposición, sino que más bien prefieren conservar una cierta cantidad con el propósito de emplearlos en las negociaciones post-electorales.
Segundo, las alianzas o coaliciones entre partidos son bastante frecuentes en los comicios argentinos. Sin embargo, es raro que una alianza partidaria que apoyó a un candidato en una votación para gobernador sea idéntica a la conformada para la anterior o posterior a ésta. Por lo tanto, en este caso calcular los cambios en el porcentaje de votos resulta bastante complicado11.
La tercera razón por la que aquí se considera como variable dependiente la victoria y no el cambio en el porcentaje de votos obtenidos está vinculada al formato de las elecciones de gobernador. En Argentina todas son competencias entre más de dos candidatos, y algunas de ellas lo son entre tres o incluso cuatro postulantes con posibilidades. En consecuencia, el cálculo basado en el voto -más comúnmente empleado en los Estados Unidos (el porcentaje de votos de los dos partidos)- no puede adoptarse sin inconvenientes en este contexto multipartidario.
En este análisis se emplean seis variables independientes relacionadas con la convocatoria a primarias, las que han sido agrupadas en pares. Además de éstas se incluyen otras seis variables de control (todas ellas presentadas con mayúsculas de aquí en adelante).
Los tres pares de variables sobre primarias mensuran el uso de este método por un partido político (PRIMARIA-PARTIDO, PRIMARIA DIVISIVA I-PARTIDO, PRIMARIA DIVISIVA II-PARTIDO) y por los partidos (o un único partido) que compite contra éste (PRIMARIA-RIVAL, PRIMARIA DIVISIVA I-RIVAL, PRIMARIA DIVISIVA II-RIVAL) para nominar a sus respectivos candidatos a la gobernación. En los tres primeros casos la variable ha sido codificada con 1 respectivamente cuando el partido designa a su candidato en una
primaria, celebra una interna en la cual un postulante gana con menos del 30 por ciento de los votos, o en la primaria un postulante vence con una diferencia menor al 10 por ciento de los votos12. De lo contrario, la variable ha sido codificada con 0. Las últimas tres variables han sido categorizadas respectivamente de una manera similar, excepto que en lugar de 1 ó 0, se utilizó el porcentaje de los partidos relevantes rivales que convocaron a internas o uno de los dos niveles de primarias divisivas. Por ejemplo, si existen dos partidos relevantes rivales, de los cuales uno realiza una primaria y el otro no, PRIMARIA-RIVAL se codifica .5.
Como se ha señalado, se han contemplado seis variables de control. Tres de estas variables están vinculadas al desempeño electoral anterior del partido político y al acceso de dicha organización a los recursos públicos en el nivel provincial: VENTAJA ELECTORAL PREVIA, GOBERNADOR BUSCA REELEGIR y PARTIDO EN EL GOBIERNO.
La variable VENTAJA ELECTORAL PREVIA ha sido operacionalizada como el margen (medido como un porcentaje del voto) de victoria/derrota del partido de ese candidato en la anterior elección de gobernador. Para los partidos que ganaron la votación precedente, esta variable ha sido calculada sustrayendo el porcentaje de sufragios obtenidos por el triunfador de aquel conseguido por el competidor más cercano (siempre valores positivos). Para todos los otros partidos (es decir, aquellos que no ganaron en la elección anterior), en esta variable se procede restando el porcentaje de votos logrados por el respectivo partido de aquellos obtenidos por el triunfador (siempre valores negativos)13. La variable GOBERNADOR BUSCA REELEGIR ha sido codificada con 1 si el candidato es el gobernador en ejercicio (electo directamente) y 0 en los demás casos14.

En tanto, la variable PARTIDO EN EL GOBIERNO ha sido codificada con 1 si el postulante lo es por el oficialismo y 0 en los restantes casos. Estas tres variables están altamente correlacionadas y, combinadas, mensuran la fortaleza electoral preexistente del candidato y de su partido, y de este modo son consideradas como fuertemente vinculadas a la probabilidad de un triunfo en los comicios.
También se han incluido otras tres variables de control: EFECTO PARTIDARIO NACIONAL, DESEMPLEO PROVINCIAL y NÚMERO DE CANDIDATOS RELEVANTES.
La variable EFECTO PARTIDARIO NACIONAL mide la influencia de la actuación nacional del partido del candidato a gobernador cuando uno de sus miembros es el presidente de la república, constituyendo principalmente una estimación del desempeño electoral de este funcionario (Gelíneau y Remmer 2005). Cuando el efecto nacional ha sido positivo (PJ en 1991, 1995, 2003 y 2007) la variable ha sido codificada con 1, mientras que cuando resultó negativo (PJ en 1999, UCR en 1987) se la codificó con -1. Todos los demás casos han sido codificados con 015.
Las condiciones económicas provinciales fueron calculadas usando datos sobre el desempleo existente en cada distrito (el cambio porcentual en la tasa de desocupación para el semestre del año previo a la fecha de la elección). Debido a la ausencia de datos en este nivel sobre PBI e inflación, el desempleo provincial ha sido considerado la mejor medida disponible de las condiciones económicas en cada provincia. Se prevé que un incremento en la tasa de desocupación tenga un efecto negativo en el rendimiento electoral del partido en el gobierno y un impacto positivo en el de las fuerzas que lo desafían, y que ocurra exactamente lo contrario en caso de descenso de estos valores (Jones, Sanguinetti, y Tommasi 2006). De esta forma, la variable DESEMPLEO PROVINCIAL es codificada de modo diferente según se trate del candidato del partido en el gobierno o de uno de un partido desafiante. En el primer caso (partido en el gobierno), un aumento en la tasa de desocupación es expresado como un valor porcentual negativo mientras que a un descenso en la misma se lo computa como un valor positivo. En el segundo caso (partido opositor), un incremento en la tasa de desempleo es expresado con un valor positivo mientras que una disminución lo es con un valor negativo.
La última variable de control es NÚMERO DE CANDIDATOS RELEVANTES que compiten en la elección, la que varía de dos a cuatro, con una media de 2.416.

Análisis y resultados

Las primarias son la consecuencia de factores observables y, por lo tanto, no pueden ser consideradas como eventos exógenos17. Es potencialmente problemático examinar el efecto de una primaria sobre los resultados electorales en forma aislada de aquellos factores que asimismo influyen cuando ésta no se celebra (o si ésta es divisiva o no). En particular, resulta imperativo examinar tanto los efectos indirectos y directos de las primarias sobre la elección general para sopesar el grado en el cual los primeros factores afectan significativamente el desenlace de una votación (operando indirectamente a través de la respectiva variable PRIMARIA).
Como diagnóstico se ha empleado un modelo del tipo seemingly unrelated probit para tres modelos, cada uno de los cuales contiene uno de los tres pares de variables de primarias relacionadas (PRIMARIA, DIVISIVA I, y DIVISIVA II) en la segunda ecuación (Victoria Electoral), en adición a un modelo en la primera ecuación (o en el caso que se haya convocado o no a una primaria). Los resultados indican que en esta instancia el efecto indirecto de las internas sobre la evaluación de los resultados en la principal ecuación de interés (es decir, la ecuación estructural de Victoria Electoral) es muy modesto, y que la interpretación de los resultados de una reducida consideración de un modelo de Victoria Electoral no es afectada de ninguna manera notoria por la exclusión de la primera ecuación del análisis (Primaria)18. En suma, los resultados contenidos en esta batería de diagnósticos recomiendan el uso de modelos únicos de victoria electoral, tal como se presenta en la Tabla 219.

TABLA 2 Efecto de las primarias sobre la victoria electoral

La Tabla 2 contiene los resultados de tres modelos separados de victoria electoral que emplean las tres diferentes operacionalizaciones de la convocatoria a primarias20. A partir de estos modelos, pueden delinearse dos conclusiones generales. Primero, obtener la nominación por decisión de la cúpula partidaria o por una selección a través de una primaria no está significativamente relacionado con el éxito electoral del candidato (véase Modelo I). Cuando se consideran las primarias divisivas, el efecto es heterogéneo: sólo las primarias divisivas operacionalizadas como una brecha entre el ganador y el perdedor de menos del 30 por ciento (Modelo II) están significativamente relacionadas a la probabilidad de victoria electoral. Sin embargo, es importante señalar que los coeficientes estimados para las variables de PRIMARIA en los Modelos I y III están de todas formas en la misma dirección que aquellos del Modelo II. En el Modelo II PRIMARIA DIVISIVA I-PARTIDO tiene un significativo efecto inverso sobre la probabilidad de victoria electoral, mientras que PRIMARIA DIVISIVA I-RIVAL posee un significativo efecto positivo sobre la probabilidad de victoria electoral.
Los resultados en el Modelo II son más fácilmente interpretados examinando la media de la densidad posterior (intervalo de confianza de 95%) para diferentes combinaciones de estas dos variables influyentes. Mediante el em­pleo de Clarify (King et al. 2000), la media de la densidad posterior (intervalo de confianza de 95%) fue calculada para los siguientes valores de variables: PRIMARIA DIVISIVA I-PARTIDO igual 0 y PRIMARIA DIVISIVA I-RIVAL igual 1 (NO DIVISIVA/RIVAL DIVISIVA en Gráfico 2); PRIMARIA DIVISIVA I-PARTIDO igual 1 y PRIMARIA DIVISIVA I-RIVAL igual 1 (DIVISIVA/ RIVAL DIVISIVA); PRIMARIA DIVISIVA I-PARTIDO igual 0 y PRIMARIA DIVISIVA I-RIVAL igual 0 (NO DIVISIVA/NO DIVISIVA RIVAL); PRIMARIA DIVISIVA I-PARTIDO igual 1 y PRIMARIA DIVISIVA I-RIVAL igual 0 (DIVISIVA/NO DIVISIVA RIVAL). Todas las otras variables fueron mantenidas en sus valores medios21.

GRÁFICO 2 Primarias divisivas en un partido y en su rival, y probabilidad de victoria en elecciones para gobernador

El Gráfico 2 presenta la media de la densidad posterior (es decir, la probabilidad de victoria) así como el intervalo de confianza de 95% alrededor de esta media. Cuando el candidato de un partido no es seleccionado en una primaria divisiva, pero su oponente sí (NO DIVISIVA/RIVAL DIVISIVA), las probabilidades de victoria electoral del primero es alta: 0.655 (con un intervalo de confianza de 95% de 0.499 a 0.795). Cuando tanto el postulante de un partido como su oponente compitieron en primarias divisivas (DIVISIVA/ RIVAL DIVISIVA) la probabilidad de triunfar es 0.494 (0.414 a 0.572), un nivel que no es notoriamente diferente de aquello que ocurre cuando ni el partido ni sus oponentes experimentan internas de este tipo (NO DIVISIVA/ RIVAL NO DIVISIVA), donde la probabilidad de ganar es 0.403 (0.375 a 0.433). En esencia, las dos variables se anulan entre sí. Finalmente, cuando el candidato de un partido es seleccionado a través de una primaria divisiva, pero ninguno de sus oponentes es designado de esta forma (DIVISIVA/RIVAL NO DIVISIVA), la probabilidad de victoria es baja: 0.257 (0.133 a 0.405).
La única conclusión fuerte que se puede formular basándose en estos resultados es que existe un significativo e importante efecto conjunto de las internas sobre un partido y su oposición22. De modo similar a la conclusión a la que arriban Kenney y Rice (1987), cuando un candidato no es electo en una primaria divisiva pero sus oponentes sí lo son, las probabilidades de victoria de éste son significativa y sustantivamente más grandes que las de aquel postulante seleccionado en una primaria divisiva que se enfrenta en la elección general con oponentes que no fueron escogidos en internas de este tipo.
Este análisis no encuentra sostén para el argumento expuesto por Colomer (2000), Polsby (1983) y otros autores en cuanto a que las primarias en general tienen un efecto adverso sobre el desempeño en la elección a cargos públicos.

Al mismo tiempo tampoco encuentra apoyo para la premisa presentada por Carey y Polga-Hecimovich (2006) acerca de que las primarias en general proporcionan a los candidatos un "bonus" o ventaja electoral (por lo que ejercerían así un efecto positivo sobre el rendimiento de éstos en los comicios generales). En lo que respecta a la cuestión de las primarias divisivas, sólo se ha hallado evidencia débil que apoya la creencia de que este tipo de internas tienen ciertos costos electorales. En forma análoga a Kenney y Rice (1987), en este estudio se ha encontrado un notorio efecto electoral de las primarias divisivas limitado a casos extremos donde un candidato no surge de una interna muy competitiva mientras que su oponente (u oponentes) sí, comparado con situaciones en las cuales un postulante es nominado tras una primaria divisiva en tanto su contrincante (o contrincantes) no. Sólo cuando existe una confluencia de fuerzas de este tipo puede decirse con alguna certeza que las primarias divisivas ejercen un efecto sustantivamente significante sobre el resultado de una elección general23.

Conclusión

En la Argentina la disponibilidad de recursos es crucial para triunfar en las primarias. Como también ocurre en muchos otros países en desarrollo, los vínculos entre los líderes partidarios y los votantes están -por lejos- basados más en el clientelismo y el populismo/personalismo que en factores programáticos. En consecuencia, las primarias suelen ser menos frecuentes en un partido cuando gobierna (y menos aún cuando el gobernador en ejercicio está habilitado para competir por un período consecutivo) que cuando la organización está en la oposición en el ámbito provincial.
Contar o no con recursos influye en la decisión de seleccionar candidatos para cargos públicos mediante la convocatoria a una interna o a través de acuerdo de la cúpula partidaria, pero también afectan el resultado de la elección general. Las primarias argentinas son confrontaciones abiertas entre aparatos partidarios, una de las más visibles manifestaciones de clientelismo que puede ilustrar la extensión en la cual los recursos públicos (pero también los privados) son empleados por las elites políticas para incidir sobre el desenlace del proceso electoral. En consecuencia, los atributos positivos que suelen ser adjudicados a las primarias (como la transparencia en los procesos de decisión intrapartidarios), y señalados por Carey y Polga-Hecimovich (2006), no son reconocidos como tales por la gran mayoría de la ciudadanía argentina en la práctica de las votaciones internas para la selección de candidatos. Y es probable encontrarse con una desilusión similar si se atribuyen estas virtudes a partidos que realizan primarias en otros países donde el clientelismo domina las relaciones entre dirigentes y votantes, y donde en las internas la fracción intrapartidaria que controla los recursos normalmente gana (principalmente por la habilidad de su propio aparato para aplastar a la maquinaria de sus rivales internos).
En la Argentina el proceso de selección de candidatos tiene un impacto modesto sobre los resultados en los comicios generales. Tanto las internas en general como las primarias divisivas no tienen efectos positivos ni tampoco, con una notoria excepción vinculada a las primarias divisivas, consecuencias negativas sobre los resultados de la elección general.
Sin embargo, las conclusiones de este estudio están basadas en un único caso, tal como ocurre con las investigaciones sobre los efectos de las primarias elaboradas exclusivamente sobre los comicios en los Estados Unidos. La profundización de este debate sobre las consecuencias de los procesos de nominación de candidatos sobre los resultados electorales requiere, entonces, de análisis adicionales que examinen datos cross-national de elecciones nacionales, datos de un solo país a nivel subnacional (por ejemplo, estatal, municipal, distrito electoral), y datos subnacionales de un conjunto de países diferentes empleando modelos multinivel. A medida que estos estudios se lleven adelante, progresará el conocimiento académico sobre los determinantes y las consecuencias electorales de los diversos mecanismos de selección de candidatos, procedimientos tan importantes como poco investigados.

Notas

1 En Argentina, las elecciones partidarias, tanto para designar autoridades de la organización como para dirimir postulaciones a cargos públicos, reciben el nombre de «internas». En este artículo se ha optado por usar en forma indistinta esta denominación y la de «primarias», mundialmente más difundida.

2 Para tres raras excepciones, véase Buquet y Chasquetti (2008), Carey y Polga-Hecimovich (2006) y Colomer (2000).

3 Para una crónica biográfica muy ilustrativa del prominente poder del gobernador relativa a los casos de Angeloz (UCR, Córdoba, 1983-1995), Duhalde (PJ, Buenos Aires, 1991-1999), Juárez (PJ, Santiago del Estero, 1983-1987, 1995-1998 y 1999-2001), Kirchner (PJ, Santa Cruz, 1991-2003), Massaccesi (UCR, Río Negro, 1987-1995), Menem (PJ, La Rioja, 1983-1989) y Rodríguez Saá (PJ, San Luis, 1983-2001), véanse respectivamente Vaca Narvaja (1995), López Echagüe (1996), Dandan, Heguy y Rodríguez (2004), Gatti (2003), Lombardía y Richart (1995), Cerruti (1994) y Wiñazki (1995).

4 Las excepciones son Mendoza (1983) y Tucumán (1983, 1987) donde la designación estuvo a cargo de un colegio electoral; Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2000, 2003, 2007), Corrientes (1993, 1997, 2001, 2005) y Tierra del Fuego (1991, 1995, 1999, 2003, 2007), en las que se utilizó un sistema de doble vuelta o balotaje; y Chaco (1995, 1999, 2003, 2007) donde estuvo vigente una versión modificada de la doble regla complementaria, la misma que se emplea desde 1995 para elegir al presidente de la república.

5 Estos «partidos provinciales» son: Acción Chaqueña (ACH), Cruzada Renovadora-San Juan (CR), Fuerza Republicana-Tucumán (FR), Movimiento Popular Fueguino (MPF), Movimiento Popular Neuquino (MPN), Partido Autonomista-Corrientes (PA), Partido Bloquista-San Juan (PB), Partido Liberal-Corrientes (PL), Partido Nuevo-Corrientes (PANU), y Partido Renovador de Salta (PRS).

6 Se trata de los casos de FREPASO/Frente Grande en el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en los períodos de 2000-2003 y 2003-2007, y de Propuesta Republicana (PRO) en el mismo distrito, Afirmación para una República Igualitaria (ARI) en Tierra del Fuego y de una coalición encabezada por el Partido Socialista (PS) en Santa Fe, en estos tres últimos desde 2007 al presente. A diferencia de los «partidos provinciales», y más allá de su concentración de apoyos electorales limitada a un puñado de distritos, estas fuerzas han manifestado o manifiestan una clara voluntad de competir en el escenario político nacional.

7 Para un desarrollo más extenso de los factores clave en los procesos de nominación de los partidos políticos argentinos y de las características de las primarias, ver De Luca, Jones y Tula (2002).

8 Para un panorama del DVS y sus efectos en la Argentina, ver Tula (1995, 1997).

9 La exclusión de las elecciones celebradas con DVS aumenta la posibilidad teórica de efectos de sesgo de selección. Sin embargo, la ausencia de fuertes predictores del uso de DVS que no son predictores de la convocatoria a primarias combinada con el pequeño número de casos hace problemático el uso de un censored probit model. Por otra parte, pruebas de lógica de probabilidades (log-likelihood ratio tests) indican que no existe evidencia de sesgo de selección en el universo empleado.

10 Los datos correspondientes a los resultados de las elecciones han sido obtenidos de la Dirección Nacional Electoral, Ministerio del Interior, República Argentina.

11 La provincia de San Juan durante las últimas dos décadas constituye un excelente ejemplo de la importancia de las coaliciones en algunos distritos, como así también de la naturaleza cambiante que registra la composición de tales acuerdos a lo largo del tiempo. En 1991, los cuatro partidos más importantes de esta provincia -Cruzada Renovadora (CR), el Partido Bloquista (PB), el Partido Justicialista (PJ), y la Unión Cívica Radical (UCR)- presentaron sus propios candidatos a la gobernación, con los peronistas y los radicales aliados a dos grupos distintos de pequeños partidos. En 1995, CR y la UCR (con otras fuerzas minúsculas) se unieron para apoyar a un mismo postulante, mientras que tanto el PB como el PJ, ambos en frentes con otras organizaciones de dimensiones comparativamente exiguas, oficializaron candidaturas por separado. En 1999, en cambio, el candidato de la Alianza por San Juan (una coalición formada por CR, el PB, la UCR y otros partidos pequeños) enfrentó al aspirante del frente liderado por el peronismo (el PJ y cinco fuerzas menores). En el 2003, el PJ concurrió a los comicios en forma dividida y tanto el oficialismo partidario como una importante facción disidente conformaron alianzas separadas, cada una de ellas con sellos partidarios de menor peso. Ese mismo año, el PB, la UCR y otros partidos confluyeron en la Alianza Frente Provincia Unida, mientras que CR se presentó sola. Por último, en 2007 el PJ siguió dividido: mientras el peronismo oficial aliado con el PB y otras organizaciones de menor relevancia apoyaron a un mismo postulante, la fracción peronista disidente nominó a otro. Y tanto la UCR como CR presentaron candidatos en forma separada (los radicales en coalición con otras fuerzas).

12 Ni las autoridades públicas ni los partidos políticos argentinos llevan registros del proceso de selección de candidatos. Por ello, la principal fuente de información de esta investigación ha sido la de los periódicos nacionales y provinciales. Como en la etapa analizada no ha existido ninguna regulación respecto del calendario para la designación de los postulantes, se han consultado los periódicos por un período que abarcó desde un año antes hasta una semana después de la elección general. En todos los casos fueron revisadas ediciones en papel de los periódicos por al menos uno de los autores o uno de los 15 asistentes de investigación, página por página, en busca de información relativa al proceso de designación de postulantes (y en algunas circunstancias para los años 1998-2007, también ediciones en Internet). También se consultaron otras fuentes de información, tales como estatutos partidarios y biografías, y se realizaron entrevistas a líderes y miembros partidarios clave.

13 Contrariamente al error intrínseco asociado a esta variable, el sesgo parece no ser sistemático. Aquí es también usada solamente con propósito de control.

14 Desde 1983, de las 56 veces que un gobernador en ejercicio (electo popularmente) estaba habilitado para intentar su reelección inmediata, excepto en 8 casos siempre se postuló para un nuevo período. Y triunfó en 41 de esas 48 elecciones.

15 En 2007 cuatro candidatos a gobernador por la UCR se separaron de este partido y formalmente se alinearon con el presidente Néstor Kirchner. Estos casos, popularmente conocidos como «radicales K», han sido codificados con 1.

16 Para esta variable se han seguido los mismos criterios de relevancia fijados para seleccionar a los partidos objeto de este estudio.

17 Para un extenso análisis de los factores determinantes de la convocatoria a internas en Argentina, véase De Luca, Jones y Tula 2002.

18 Primero y principal, los valores de Chi2 para los tres modelos son bajos, ciertamente no tan altos como para justificar el uso exclusivo de un modelo bivariado debido a la estimación de incertidumbre adicional generada en la ecuación de interés (Victoria Electoral) como resultado de esta inclusión. Segundo, los resultados sustantivos de las variables vinculadas a la influencia de la primaria en la forma de análisis reducida (reduced form) están en línea (aunque a veces con diferentes niveles de importancia) con aquellos obtenidos a través del aparentemente no vinculado análisis de probabilidades bivariado. Este es especialmente el caso dada la estimación de incertidumbre provocada a través de la introducción del error de estimación de la ecuación Primaria en la ecuación Victoria Electoral. Tercero, simplemente removiendo una variable dudosa de los Modelos I y III puede reducirse en forma considerable los respectivos valores Chi2 de los modelos, revelando problemas de colinearidad y de estimación de incertidumbre presentes en esta ponderación, así como también la ausencia de un poderoso predictor de convocatoria a primaria/presencia de una primaria divisiva que al mismo tiempo no está vinculado a la victoria electoral.

19 Se podría intentar un análisis de un modelo de tres puntos (three stages): Primaria-Divisiva, Primaria-General, Resultado Electoral. Sin embargo la información presente sugiere tanto que tal modelo no afectaría las conclusiones generales a las que aquí se arriban y, al mismo tiempo, que este modelo sería extremadamente difícil de interpretar dado el pequeño número de casos, los altos niveles de colinearidad, y la ausencia de una genuina, exógena y específica variable independiente (por ejemplo, una variable que explique poderosamente el uso de primarias pero que esté completamente desvinculada de la probabilidad de una victoria electoral). En breve, esta estrategia con tres ecuaciones agregaría un problema de estimación incierta con pocos beneficios.

20 Modelos alternativos que examinan el tipo de primaria (cerrada o exclusiva para miembros del partido o abierta a afiliados e independientes) no revelan ningún efecto diferencial sobre los resultados electorales de uno de ellos comparado con el otro.

21 La ausencia de hallazgos significativos para VENTAJA ELECTORAL PREVIA, GOBERNADOR BUSCA REELEGIR y PARTIDO EN EL GOBIERNO en la Tabla 2 no debería sorprender debido al alto nivel de colinearidad que existe entre estas variables. Su efecto conjunto es, sin embargo, muy poderoso. Por ejemplo, cuando un gobernador compite, es el candidato del partido en el gobierno y tiene una ventaja electoral previa promedio para aquellos en ejercicio del cargo que buscan un nuevo mandato (0.14), su probabilidad de triunfar es .81 (con un intervalo de confianza de 95% de 0.68 a 0.91). En contraste, cuando compite un postulante de otro partido con una ventaja electoral previa promedio para este tipo de candidatos (-.017), su probabilidad de ganar es de un mero .22 (con un intervalo de confianza de 95% de 0.15 a 0.29). Estos valores de predicción fueron obtenidos usando Clarify (King et al. 2000) y los resultados del Modelo II.

22 Con un poco menos de certeza, puede concluirse que cuando un partido sufre una primaria divisiva, las posibilidades de victoria de su candidato son significativamente mejores si su oponente también atraviesa la misma dificultad (comparada con la situación en la cual el rival no experimenta una primaria divisiva).

23 Como ha sido señalado por Lazarus (2005), es posible que incluso este modesto efecto directo de las primarias divisivas pueda ser en realidad un efecto indirecto generado por otros factores que no fueron incorporados al modelo por la ausencia de datos (como por ejemplo, dinámicas intrapartidarias no observadas o ciertas características del partido).

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