Introducción
La expresión calidad de vida es frecuentemente utilizada en distintos ámbitos y niveles. Al nivel de las personas y las familias, se la suele invocar como aspiración en términos de conseguir ciertos niveles de bienestar. En el campo de la opinión pública, suele ser utilizada por periodistas, políticos y profesionales de diversas disciplinas para evaluar el estado de situación de la población y como fin primordial a los cuales los esfuerzos públicos y privados deben estar orientados.
En todos los casos, lo que se refleja en el uso del concepto calidad de vida es la preocupación que existe en la actualidad por evaluar el grado en que una sociedad puede brindar a sus miembros distintos medios, recursos y capacidades que les permitan desarrollarse plenamente. En este sentido, es innegable la dimensión ética que despierta la cuestión. Pero simultáneamente, debatir sobre la calidad de vida también genera una serie de interrogantes prácticos, dado que se requieren herramientas (entre otras, un sistema de índices e indicadores) que permitan evaluarla de manera fehaciente y que, posteriormente, orienten e identifiquen las intervenciones necesarias para mejorarla.
Los potenciales usuarios de los indicadores (de calidad de vida y de otros temas) son los funcionarios públicos de distintos niveles, líderes políticos y líderes comunitarios, que hacen uso de los mismos para determinar situaciones y marcar tendencias (presentando unos pocos valores), a diferencia de los datos crudos o procesados utilizados por técnicos, especialistas e investigadores, que poseen un mayor nivel de desagregación (Fasciolo, Puebla, Mendoza y Cifuentes, 2011).
En el marco de estas preocupaciones, este trabajo tiene como objetivo exponer el diseño de un ICV adaptado a la realidad socioambiental de la Cuenca Matanza Riachuelo, describir sus principales aspectos metodológicos y mostrar los resultados obtenidos a partir de su aplicación en el año 2016, así como sus potenciales usos prácticos.
La temática bajo análisis tiene como antecedente un recorrido de tipo conceptual y metodológico realizado por el equipo de investigación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en el cual se ha indagado en profundidad tanto el constructo teórico de calidad de vida como en las opciones metodológicas para su medición concreta, en el marco de actividades de investigación y transferencia desde el ámbito universitario al de la gestión pública1.
El ámbito bajo estudio
La Cuenca Matanza Riachuelo tiene una superficie aproximada de 2.200 km2 y abarca la parte sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y parte del territorio de 14 partidos de la provincia de Buenos Aires. Está altamente urbanizada, con una población que supera los cuatro millones de habitantes, la cual constituye aproximadamente el 25% de la población de la provincia de Buenos Aires y el 10% de la del país. En esta cuenca conviven actividades residenciales, industriales, agrícola/ganaderas, comerciales, entre las principales. Asimismo, es posible encontrar barrios marginales, villas y asentamientos que conviven con barrios residenciales de clase media, barrios cerrados y clubes de campo.
Además, es la cuenca más contaminada del país y en sus cursos de agua son vertidos efluentes industriales con escaso o nulo tratamiento, contaminantes de origen cloacal y grandes cantidades de residuos sólidos. Dada esta situación, en 2004 un grupo de vecinos presentó una demanda contra el Estado Nacional, la provincia de Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 44 empresas, reclamando la recomposición del ambiente, la creación de un fondo para financiar el saneamiento de la cuenca y un resarcimiento económico por daños y perjuicios. Posteriormente, la demanda se amplió hacia los 14 municipios bonaerenses, abarcando así la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR, 2016). Este fue el origen de la denominada Causa Mendoza (SAIJ, 2008).
El 8 de julio de 2008, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó un fallo histórico donde se determinó quiénes serían los responsables de llevar adelante las acciones y las obras de saneamiento. Particularmente, se ordenó la creación de un Organismo de Cuenca: la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR). Este organismo interjurisdiccional lleva adelante desde hace varios años un programa cuyos objetivos son: 1) la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la cuenca; 2) la recomposición del ambiente en todos sus componentes (agua, aire y suelo); y 3) la prevención de daños con suficiente y razonable grado de predicción (ACUMAR, 2016).
En el año 2015, ACUMAR solicitó a la UNLP que desarrolle un Índice de Calidad de Vida (ICV) que permita guiar las acciones estructurales y no estructurales a implementar en la cuenca y a monitorear la evolución de la calidad de vida de sus habitantes. En dicho marco se inició el desarrollo de esta herramienta, lo cual implicó un proceso muy rico en términos conceptuales y metodológicos y que se detalla en los apartados que siguen.
Orígenes y desarrollo de los indicadores sobre calidad de vida
Adentrarse en el estudio de la calidad de vida implica abordar un campo complejo, compuesto por múltiples temáticas interrelacionadas y donde confluyen distintas disciplinas. Por ello, una reflexión preliminar sobre este campo temático y sobre sus intentos de medición empírica constituye una tarea fundamental que permite comprender mejor su especificidad.
Una primera observación que debe hacerse respecto del concepto de calidad de vida es que el mismo se ha propuesto como un intento por enriquecer aquellos enfoques tradicionales, que reducían dicha temática a un plano estrictamente económico y monetario. De esta forma, en un principio se postulaba que la medición de los recursos económicos de la población -en tanto medios para la adquisición de ciertos bienes y servicios- constituían una aproximación bastante adecuada a los fines de medir su bienestar y su calidad de vida (Gil Ospina, 2003; Pena Trapero, 2009).
Esta forma de concebir la calidad de vida logró posicionarse como hegemónica durante mucho tiempo y tuvo su correlato a nivel metodológico. En este sentido, la primera herramienta que se propuso para medirla a nivel país fue el Producto Bruto Nacional o Interno (PBI) o, de forma similar, el ingreso per cápita, resultado de dividir el PBI entre el total de la población de un país (Espinosa Ortiz, 2014).
Pero las posteriores elaboraciones conceptuales fueron poniendo en evidencia que medir la calidad de vida solo desde el plano económico puede resultar un enfoque demasiado estrecho, ya que deja por fuera del análisis una serie de aspectos que las personas demandan y necesitan para alcanzar su desarrollo integral (Cobb, 2000; Gil Ospina, 2003; Camargo Mora, 1999; Actis Di Pasquale, 2008).
De esta forma, en las últimas décadas han tomado fuerza enfoques que plantean una reflexión enriquecida sobre la calidad de vida y sobre las formas de sopesar en qué medida una población se halla en condiciones de autorrealizarse en sus potencialidades humanas plenas. Estos enfoques renovadores introducen una mirada multidimensional para la medición del bienestar, donde la integración de diferentes atributos queda sintetizada en un índice, permitiendo realizar una comparación del bienestar entre diferentes sujetos o grupos dentro de una sociedad.
En los últimos años se ha recorrido un camino muy fructífero en la elaboración y estudio de indicadores de calidad de vida. Nuevas dimensiones y variables se han ido adicionando en las propuestas de medición, acompañando el creciente interés de gobiernos, investigadores y ciudadanos por conocer los cambios acaecidos en este plano. A nivel internacional podemos encontrar trabajos de organismos internacionales, de los gobiernos de distintos países y de ámbitos académicos en dicha línea: OECD (2011); Castaño (2008); Ministerio de Planificación Metropolitana (2010); Precedo Ledo, Míguez Iglesias y Orosa González (2012); United Nations (2004).
En nuestro país también es posible encontrar trabajos donde se han desarrollado y aplicado índices orientados a medir el bienestar y la calidad de vida de la población desde un enfoque multidimensional: Velázquez, Longhi, Mikkelsen y Celemín (2013); Leva (2005); Prieto (2013); Discoli et al. (2013); Zulaica y Celemín (2008); Actis Di Pasquale (2015). En estos trabajos citados pueden encontrarse diferencias ligadas a las formas de medición, las fuentes usadas, los ámbitos de análisis, sus enfoques disciplinares y los marcos institucionales de elaboración, entre otros aspectos.
Incluso el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de Argentina ha reconocido recientemente el valor de este tipo de mediciones y desde el año 2016 ofrece periódicamente un Informe de Indicadores de Condiciones de Vida de los hogares en 31 aglomerados urbanos (INDEC, 2019)2. Por último, es importante referenciar el instrumento interactivo online denominado Mapa del Índice de Calidad de Vida (ICV)3, que permite conocer el nivel de calidad de vida en los más de 52 mil radios censales en los que se divide la Argentina. Al igual que el instrumento que presentamos en este artículo, el mencionado mapa usa como escala de medición los radios censales, pero está compuesto por distintos indicadores y no está diseñado específicamente para cuencas. En este sentido, consideramos que el ICV aquí propuesto puede ser un aporte complementario y original para el fructífero campo de estudio de la calidad de vida en nuestro país.
El concepto de calidad de vida utilizado en nuestro trabajo
Para proceder a medir la calidad de vida se requiere, como paso previo y fundamental, una definición de dicho concepto para así establecer qué áreas caen bajo su órbita y qué aspectos deberán ser relevados empíricamente. Al respecto, aquí se propone una definición que ha sido fruto de un proceso de discusión interdisciplinaria al interior del equipo de investigación. En su elaboración se ha buscado que tenga el grado suficiente de especificidad para delimitar el campo de análisis, pero también que dicha definición tenga un rango de amplitud adecuado como para albergar las múltiples dimensiones y elementos que la constituyen.
Al respecto, se propone entonces la siguiente definición: “la calidad de vida se refiere al grado en que la población, de un territorio específico, logra disponer de una serie de recursos de infraestructura, sanitarios, educativos y ambientales que le permiten satisfacer sus necesidades humanas, decidir sobre sus trayectorias vitales y desarrollarse integralmente en un marco de equidad social”.
Como tal, la calidad de vida remite entonces a ciertos estándares de bienestar y de oportunidades, que son objeto de una construcción colectiva por parte de actores, instituciones y organizaciones públicas y privadas.
Otro aspecto conceptual que debe señalarse está referido al mencionado anclaje territorial de la calidad de vida. Al respecto, este trabajo propone la medición de la calidad de vida en las cuencas hidrográficas a partir de las potencialidades analíticas que conlleva este recorte espacial. Siguiendo a Dourojeanni (1994) es posible afirmar que se trata de un territorio que es delimitado por la propia naturaleza, definiendo el área a través de la cual las aguas superficiales convergen hacia un mismo cauce. Los recursos naturales y los habitantes de una cuenca poseen condiciones (físicas, biológicas, económicas, sociales y culturales) compartidas, que le confieren características particulares a cada una. Según Dourojeanni, Jouravlev y Chávez (2002, p. 47) “las cuencas son territorios útiles para lograr metas tangibles de ‘desarrollo sustentable’ adaptables a las condiciones de cada lugar (compatibilizar niveles de calidad de vida con lo que puede ofrecer el territorio y la organización social y económica)”.
En definitiva, cuando es posible definir con precisión una cuenca o subcuenca, se tornan en unidades pertinentes para el análisis de la calidad de vida y, por otro, como unidades de gestión para su mejora. En este último caso, la ejecución de planes, programas y proyectos tendrá mayor efectividad por la mencionada integración que presentan las mismas.
Las dimensiones de la calidad de vida
El ICV utilizado en este trabajo ha sido organizado en cuatro dimensiones y cada una de ellas aborda un aspecto específico de ese conjunto global que ha sido definido como calidad de vida. La selección de estas dimensiones ha sido resultado de sopesar dos cuestiones complementarias. Por un lado, se han tomado en cuenta las características y las problemáticas existentes en la región bajo estudio, ya que un instrumento de este tipo debe ser sensible a las características del territorio bajo análisis y a las realidades que atraviesa su población. Por otro lado, para seleccionar las dimensiones se han tomado como referencia aquellos aspectos donde puedan proyectarse intervenciones factibles y asequibles en el marco de los recursos e instituciones públicas4.
Asimismo, cabe indicar que en el ICV se decidió no incluir, de manera directa, la dimensión estrictamente económica (con aspectos referentes al ingreso salarial, a la condición ocupacional, etc.). A diferencia de otros esfuerzos de medición, aquí se considera que una evaluación de la calidad de vida debe centrarse en los resultados reales que generan dichas variables económicas y en las experiencias concretas de vida de la población. En todo caso, estas variables económicas quedarán indirectamente mensuradas a partir de las condiciones en las que viven efectivamente las personas.
Habiendo hecho estas puntualizaciones, a continuación se enuncian las cuatro dimensiones incluidas en el ICV y el enfoque adoptado para cada una de ellas:
Dimensión vivienda: la vivienda representa un componente fundamental en el bienestar de la población y es esencial para que sus miembros puedan desarrollar su vida con seguridad y con dignidad y en tal sentido es reconocida en la Ley Provincial Nº 14.449 (SAIJ, 2013a)5. Pero no cualquier vivienda sirve para dichos propósitos, debe reunir una serie de condiciones que la hagan apta para su habitabilidad. Las condiciones seleccionadas como representativas de una vivienda digna han sido: calidad de sus materiales, acceso a gas por red, hacinamiento y certeza en el uso del dominio.
Dimensión salud: la salud se considera un bien básico y valioso, ya que permite llevar una vida plena y una existencia prolongada en el tiempo. En este trabajo, la salud es entendida desde un enfoque que estima la necesidad de contemplar los múltiples aspectos que influyen sobre la misma y asimismo, se ha puesto énfasis en el plano de la prevención. Bajo estas pautas, se han seleccionado los siguientes indicadores: existencia de un centro de atención primaria cercano al hogar; acceso simultáneo a agua potable y cloacas a través de redes (servicios sanitarios básicos, SSB), reconocidos como derecho humano por la Ley Provincial Nº 14.782 (SAIJ, 2013b); y cercanía a basurales a cielo abierto (como aspecto que influye negativamente sobre la salud)6.
Dimensión educación: la educación es uno de los elementos prioritarios dentro del bienestar social, a tal punto que el derecho a aprender está incluido en nuestra Constitución Nacional en su artículo 14 y está ampliado y reforzado por los derechos referidos a la educación en sus artículos 41 y 42. Esto se debe a que la educación brinda conocimientos, habilidades y valores necesarios para que los individuos puedan desenvolverse socialmente y desarrollarse integralmente. En este caso los indicadores seleccionados para representar esta dimensión han sido: esperanza de años de escolaridad de la población menor a 25 años y la escolaridad media alcanzada por la población mayor a 25 años de edad. Estos indicadores, han sido tomados del componente educación del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas.
Dimensión entorno: el uso del espacio urbano se ha vuelto objeto de atención prioritaria para las políticas públicas, donde distintas acciones de ordenamiento buscan contribuir a la calidad de vida de la población. Específicamente, el concepto de entorno hace referencia a aquella porción del ambiente (urbano) que interactúa significativamente con la comunidad en su lugar de residencia, incidiendo en su calidad de vida. La misma Constitución Nacional menciona en su artículo 41: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras”. Se relevaron entonces para el ICV elementos del territorio cercano que pueden tener una incidencia positiva (espacio verde público y transporte público) o que pueden tener un efecto negativo sobre la calidad de vida (cavas, industrias e inundaciones).
Metodología
Según la definición adoptada, el ICV propuesto mide la calidad de vida de la población urbana en la Cuenca Matanza Riachuelo a nivel de radio censal, la menor unidad geográfica sobre la cual recaba datos el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010) (fuente que proveyó aproximadamente el 50% de los datos que componen el ICV). Se consideraron ‘urbanos’ todos los radios censales con densidad mayor a 10 habitantes por hectárea, asumiendo que la misma es una densidad mínima razonable para llegar con los servicios públicos. Asimismo, esta condición umbral permite abarcar zonas donde la población está efectivamente agrupada7 y mantiene la comparabilidad con aquellas zonas más densamente pobladas de la cuenca.
Los indicadores que lo componen se calcularon mediante la utilización de un Sistema de Información Geográfica (SIG) que, a través de algoritmos específicos, combinaron información de población a nivel de radio censal con información que permitiera darle sentido a los mismos, como lo es la ubicación de cavas, de centros de atención primaria, de espacios verdes públicos, de industrias o características propias de la población como la calidad de sus viviendas o los niveles de educación alcanzados, a modo de ejemplo.
Cada indicador establecido representa un porcentaje de población, de un determinado radio censal, que cumple con determinadas condiciones o que es influenciada por factores de su entorno. Dado este diseño, los resultados de cada indicador varían entre 0 y 1 (correspondiendo estos extremos a 0% y 100% de la población del radio censal). Al agregar los indicadores correspondientes a cada dimensión podemos obtener un subíndice asociado a la misma, cuyos valores extremos también varían entre 0 y 1, pero ya no representan un porcentaje de la población del radio censal, sino que es un valor que representa los niveles alcanzados por la dimensión bajo estudio (muestra el mejor o peor estado de dicha dimensión en el territorio). Lo mismo ocurre cuando se agregan los sub-índices de las cuatro dimensiones y se obtiene el ICV.
El diseño de los indicadores se ha realizado de modo que aporten positivamente al ICV. Por ello, en aquellos casos en que los aspectos analizados aportaban negativamente a la calidad de vida (tales como presencia de basurales, de cavas o de industrias), hubo que diseñar los algoritmos para cumplir con la condición mencionada (de aporte positivo al ICV). Esto permitió que las fórmulas de agregación de indicadores o de subíndices no conllevaran términos o factores negativos.
Para la representación gráfica de los indicadores, subíndices e ICV se trabajó con intervalos en los que se vincularon valores numéricos con características cualitativas y con colores (Tabla 1).
Los subíndices vinculados a cada una de las cuatro dimensiones se calculan también, mediante SIG, aplicando las fórmulas indicadas más abajo, lo mismo que el ICV, que combina, sintetiza y simplifica la información que contienen los primeros.
Dado que el ICV pretende capturar el nivel de vida de las personas, la cantidad de población por radio censal es un insumo relevante. Por la cobertura de sus datos, la fuente por excelencia es el censo, siendo el último disponible, el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del año 2010 (INDEC, 2010). La ventaja de esta fuente es que se evitan realizar estimaciones sobre muestras representativas, operando directamente sobre los datos de la población. Por otro lado, la desventaja de permanecer fiel a esta fuente radica en su periodicidad. Los censos se realizan cada diez años, siendo extenso el espacio temporal que media entre los mismos, donde no solo puede cambiar el tamaño de la población, sino también su distribución y características socioeconómicas en el territorio. Por este motivo, es que se decidió acudir a otras fuentes complementarias para completar la información. En este sentido, se incorporaron otras fuentes secundarias de organismos estatales, datos provistos por informantes claves, imágenes satelitales (a través de Google Earth), que permitieron actualizar algunos de los cambios en períodos inter-censales.
En la Tabla 2 se definen los indicadores que componen cada dimensión del ICV y sus fuentes.
Intervalo numérico | Valor cualitativo del indicador, subíndice e ICV | Color asociado en los mapas para indicadores | Color asociado en los mapas para subín-dices e índices | ||||
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0 a 0,5 | Muy bajo | ||||||
0,5 a 0,63 | Bajo | ||||||
0,63 a 0,75 | Medio | ||||||
0,75 a 0,87 | Alto | ||||||
0,87 a 1 | Muy alto |
Fuente: elaboración personal
Dimensión | Indicador | Fuentes |
Dimensión vivienda | 1. Hacinamiento: porcentaje de personas que, en determinado radio censal, viven en condición de “hacinamiento”, es decir en viviendas donde la cantidad de habitantes por habitación es mayor a 2 (dos). | Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010). |
2. Gas por red: porcentaje de personas que, en un radio censal dado, posee cobertura del servicio de gas por red. | ||
3. Calidad de la vivienda: Porcentaje de población que, en determinado radio censal, vive en un hogar de buena calidad (INMAT 1 o 2 según clasificación del INDEC). | ||
4. Certeza del dominio: Porcentaje de población que, en un radio censal determinado, habita en viviendas de las cuales son propietarios o inquilinos. | ||
Dimensión salud pública | 1. Centros de salud: porcentaje de la población que, en un radio censal determinado, vive a una distancia aceptable a un efector de salud. Se adoptó como situación aceptable vivir a 1000 metros o menos de un Centro de Atención Primaria (CAP) o de un hospital público que tenga dicho servicio. | SISA del Ministerio de Salud de la Nación; Portal de Geosalud del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires; Municipalidades de la cuenca. |
2. Servicios sanitarios básicos: porcentaje de población, a nivel de radio censal, que cuenta de manera simultánea con servicios de agua y cloacas por red en sus viviendas. | Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010), ABSA. | |
3. Basurales a cielo abierto: porcentaje de población que, en un determinado radio censal, está en el área de influencia de un basural a cielo abierto. Para cada tipología de basural se dividió al área de influencia en anillos múltiples a los que se les asignó distintos grados de afectación, de forma de considerar la disminución del efecto a medida que aumenta la distancia a la fuente: Grado de Afectación 1 1/2 1/3 Microbasural (15m3 - 500m3) 0-100 m 100-200 m 200-300 m Basural (500m3 - 15000m3) 0-250 m 250-500 m 500-750 m Macrobasural (>15000m3) 0-500 m 500-1000 m 1000-1500 m Depósitos de chatarra 0-200 m 200-400 m 400-500 m A la suma de las tres poblaciones, en un determinado radio censal, la denominaremos “población en el área de influencia de basurales”. | ACUMAR | |
Dimensión educacióna | 1. Años esperados de educación: años de escolarización que un niño, en edad de ingresar a la escuela, puede esperar hasta cumplir los 25 años, si las tasas de matriculación específicas por edad se mantuvieran constantes durante toda su vida. | Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010). |
2. Años promedio de educación: años de educación promedio de la población mayor a 25 años, edad a la que se asume completó su educación formal. | ||
Dimensión entorno | 1. Espacios verdes públicos (EVP): porcentaje de población que, en un radio censal determinado, vive en el área de influencia de, al menos, un espacio verde público, apto para la realización de actividades recreativas, deportivas y culturales. Radio de influencia: 500 metros para una plaza o un parque de escala urbana y 5000 metros para un parque de escala metropolitana. | ACUMAR |
2. Riesgo por inundación: para el cálculo de este indicador se tomó como insumo la medición antecedente realizada en la Cuenca-Matanza Riachuelo por la Facultad de Ingeniería de la UNLP (Ortiz, Carner y Liscia, 2020), la cual buscó determinar los riesgos a las personas causados por inundación. Para ello, dicho estudio utilizó el "Índice de peligrosidad HR", el cual está compuesto por los siguientes elementos: profundidad y la velocidad del agua, y el flujo de escombros. Se consideró asimismo una recurrencia de 10 años. Al respecto, se tomaron los siguientes parámetros para el ICV: - HR > 0.75 tiene un grado de afectación igual a 1 - 0 < HR < 0.75 grado de afectación igual a ½ Para cada radio censal se suman estas poblaciones con su grado de afectación y se calcula el porcentaje sobre la población total del radio. | Facultad de Ingeniería de la UNLP, Laboratorio de Hidromecánica | |
3. Cavas: Porcentaje de población que, en un radio censal determinado, reside en el área de influencia cavas. Se considera que la presencia de cavas afecta en distinto grado a la población según la distancia a la misma:
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ACUMAR | |
4. Transporte público: porcentaje de población, en un radio censal determinado, que vive en el área de influencia del recorrido del transporte público de pasajeros (línea de colectivo urbano o interurbano y tren)b. Área de influencia:
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Ministerio de Transporte de la Nación. | |
5. Industrias: porcentaje de población que, en un radio censal dado, reside en el área de influencia de industrias con impacto ambiental significativo. Se considera que cada tipo de industria afecta en distinto grado a la población según la distancia que tenga a la misma. En resumen:
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Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible. ACUMAR |
a Para el diseño de esta dimensión, se ha seguido la metodología que se usó para adaptar el Índice de Desarrollo Humano (IDH) a nivel municipal en un país latinoamericano. Particularmente, se tomó como referencia una adaptación realizada en México por parte de un equipo de expertos de Naciones Unidas (PNUD, 2014, 2018). El corte en los 25 años delimita el alcance de los dos indicadores de la dimensión, haciendo que toda la población quede cubierta y no haya superposición. La “tasa esperada de escolarización” es la medida elegida por el IDH para medir el nivel educativo en los menores de 25, mientras que los “años promedio de educación” es un indicador que cubre la educación de parte de los jóvenes y adultos, mayores de 25 años de edad. De esta manera se hace uso de un indicador validado a nivel internacional y pasible de incorporarse al ICV cumpliendo con los requisitos de rigurosidad y parsimonia.
b Se tomó este indicador porque se quiso evaluar la existencia o no del servicio de transporte público y no su calidad. Además, sobre esta última cuestión no existía información accesible, que era una de las condiciones para generar los distintos indicadores del ICV
Fuente: elaboración personal
El origen de los diferentes datos no es exactamente de la misma fecha, fundamentalmente los de población se originan en el año 2010, y el resto provienen de fechas más cercanas a la actual. Esto hace que el ICV sea más preciso para áreas urbanas consolidadas (con pocas variaciones demográficas intercensales) y menos preciso para las nuevas urbanizaciones, formales e informales, que no fueron relevadas por el último censo. Para salvar esta limitación sería conveniente que las autoridades pertinentes lleven un registro detallado de las nuevas urbanizaciones y de sus características.
En la construcción del ICV fue clave tanto la definición de la forma de agregación de los indicadores dentro de cada dimensión y los pesos relativos en las mismas, como la forma de agregación de las dimensiones en el ICV y el peso de cada una en dicho índice.
Respecto a la ponderación de las dimensiones, después de un cuidadoso análisis y debate encarado por el grupo de investigación, se decidió otorgar igual peso a cada dimensión por no existir fundamentos fuertes que permitieran indicar que una dimensión era más importante que otra. De hecho, el proceso mismo de elegir qué dimensiones incluiría el ICV al inicio de la investigación, implicó una profunda reflexión sobre qué temáticas incluir y cuáles no en la arquitectura del instrumento. Finalmente se decidió utilizar (entre un menú de muchas opciones) las cuatro dimensiones que fueron consideradas más importantes para el área bajo estudio, en igual grado de importancia. Todo ello a los fines de ganar parsimonia en el diseño del instrumento y facilidad en su comprensión8.
Para otorgar pesos a los indicadores que integran cada subíndice se utilizó el denominado Proceso Analítico Jerárquico (AHP por sus siglas en inglés “Analytic Hiererchy Process”), introducido por Saaty y Wind (1980). En apretada síntesis, el AHP es una técnica que permite evaluar alternativas y ordenarlas en función de su importancia, para así lograr identificar qué alternativas son prioritarias y cuáles menos importantes. Para ello se usan criterios específicos y pertinentes al problema bajo análisis. En el caso del ICV, se usó esta técnica para comparar los indicadores al interior de cada dimensión (por pares) y, en función de este proceso, se definió un orden jerarquizado de importancia, que luego permitió asignarles pesos diferenciales. Como puede verse, el punto clave de esta técnica es elegir con cuidado los criterios que permitan hacer las comparaciones y valoraciones. En el caso del ICV, dichos criterios fueron debatidos largamente y decididos al interior del equipo de investigación9. Así, este método estructura el proceso de decisión a través de prioridades que llevan a una decisión más eficiente, incorporando aspectos cualitativos y cuantitativos, con el fin de ordenar los componentes en una estructura jerárquica, y así poder asignarle valores numéricos (Pacheco y Contreras, 2008).
La Tabla 3 muestra las fórmulas del ICV y de los subíndices resultantes del proceso de diseño.
En cuanto al proceso de agregación, se ha decidido utilizar la media ponderada, siendo un método simple, que evita que se destruya el procedimiento previo realizado. Existen dos formas de utilizar la media ponderada: Media Ponderada Aritmética (MPA) o Media Ponderada Geométrica (MPG). Se probaron ambas fórmulas procurando que el resultado final resulte sensible a los distintos indicadores y que, a la vez, el ICV no resulte 0 en ningún radio censal, ya que se considera que en todos los casos habrá algún factor que incida positivamente en la calidad de vida. Al respecto, se decidió la MPA como forma de agregación en los subíndices (excepto en el vinculado a la dimensión educación, respetando la fórmula propuesta por Naciones Unidas para el IDH), minimizando la posibilidad de que los mismos puedan dar 0, y se usó la MPG para integrar los subíndices en el ICV10.
Índice o subíndice | Fórmula |
Índice de calidad de vida | ICV = SIV (1/4) * SISP (1/4) * SIEd (1/4) * SIEn (1/4) SIV: subíndice vivienda; SISP: subíndice salud pública; SIEd: subíndice educación; SIEn: subíndice entorno |
Subíndice dimensión vivienda | SIV = 0,263 * H + 0,141 * GR + 0,455 * CV + 0,141 * CD H: Hacinamiento; GR: Gas por red; CV: Calidad de la vivienda; CD: Certeza del dominio |
Subíndice dimensión salud pública | SISP = 0,25 * CS + 0,50 * SSB + 0,25 * DR CS: Centros de salud; SSB: Servicios sanitarios básicos; DR: Disposición residuos |
Subíndice dimensión educación | SIEd = AE 0.50 * AP 0.50 AE: Años esperados de educación para la población menor a 25 años; AP: Años promedio de educación de la población mayor a 25 años. |
Subíndice dimensión entorno | SIEn = 0,184 * EPV + 0,098 * C + 0,184 * TP + 0,349 * I + 0,184 * RI EPV: Espacios verdes públicos; C: Cavas; TP: Transporte público; I: Industrias; RI: Riesgo por inundación. |
Fuente: elaboración personal
Resultados
A través del procesamiento realizado a través de un SIG, según la descripción realizada en el ítem anterior, se obtuvo el mapeo de los indicadores individuales, de los subíndices (asociados a cada dimensión) y del ICV. Por razones de espacio, aquí no se incluyen los mapas de cada uno de los indicadores pero se exponen a continuación aquellos correspondientes a los subíndices (Mapas 1, 2, 3 y 4) y el mapa donde puede verse el resultado del ICV (Mapa 5).
Se puede observar que las dimensiones del ICV tienen un patrón similar de distribución, en el cual los radios censales en mejor situación son los que se encuentran en la cuenca baja y que, asimismo, están fuera del área de riesgo de inundación (Mapas 1, 2, 3 y 4), alejados del curso principal del río. Esto es consecuencia del comportamiento individual de los indicadores que componen cada dimensión, en general de distribución similar a la indicada.
Fuente: elaboración personal con base en Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010)
Fuente: elaboración personal con base en Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010)
Fuente: elaboración personal con base en ACUMAR y Ortiz et al. (2020); Ministerio de Transporte de la Nación; Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible
Fuente: elaboración personal con base en SISA del Ministerio de Salud de la Nación; Portal de Geosalud del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires; Municipalidades de la cuenca; Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010); ABSA; ACUMAR
Fuente: elaboración personal con base en Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (INDEC, 2010); ACUMAR; Ortiz et al. (2020); ISA del Ministerio de Salud de la Nación; Portal de Geosalud del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires; Municipalidades de la cuenca; ABSA; Ministerio de Transporte de la Nación; Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible
Las excepciones más notables se encuentran cuando abrimos el subíndice de la dimensión entorno. Allí puede apreciarse que, contrariamente al patrón general de los otros indicadores, las industrias se hallan ubicadas mayormente en la cuenca baja, influyendo negativamente en la calidad de vida desde un punto de vista ambiental, y las inundaciones tienen influencia en donde se desarrollan, mayormente en la margen derecha de la cuenca baja. Asimismo, las cavas (dimensión entorno) y los basurales (dimensión salud pública) se encuentran mayormente en áreas rurales con lo cual no es muy notable su influencia.
En los Mapas 6 y 7 se muestran los indicadores vinculados a industrias e inundaciones, para visualizar lo indicado en el párrafo anterior.
En el caso de las industrias, hacen un aporte negativo a la salud y calidad de vida a través de acciones tales como: emisiones gaseosas y efluentes industriales, acopio de residuos, ruidos, entrada y salida de camiones y congestión de tránsito. Sin embargo, estas mismas industrias aportan empleo a la población con el consecuente beneficio económico a la comunidad, como se indicó, ello no ha sido evaluado de manera directa en este estudio en función del marco teórico adoptado.
Fuente: elaboración personal con base en Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible y ACUMAR
Discusión y conclusiones
Se considera que la presencia de la CABA, ubicada en la margen izquierda de la cuenca baja, con una alta calidad de vida en todo su territorio (ya que es favorecida por el mayor PBI per cápita del país), en conjunto con las características intrínsecas de la cuenca, tienen una influencia significativa en el patrón de distribución del ICV. Asimismo, el emplazamiento histórico de la CABA respondió a la posibilidad de instalar el puerto en las márgenes del Río de la Plata, lo cual hizo que naturalmente parte de su urbanización se ubicara en la parte baja de la Cuenca Matanza Riachuelo, que desemboca en dicho río.
Ese patrón de distribución predominante en la mayor parte de los indicadores se hace notar en el mapa del ICV, con características similares, aunque con matices. Es notable observar que dicho patrón está más vinculado a la ubicación relativa de la población en la cuenca que a la jurisdicción a la que pertenece, siendo CABA una condición de borde determinante para el resto de las jurisdicciones, como se dijo.
La utilización de la cuenca como unidad de análisis parece así una decisión adecuada, al menos en este caso, verificándose al respecto la hipótesis adoptada como parte del planteo inicial para generar el ICV.
Un debate que podría plantearse al respecto, para mejorar la gestión del territorio, sería evaluar la posibilidad de modificar gradualmente los límites político-administrativos de las jurisdicciones haciéndolos coincidir con los límites de cuencas o subcuencas, o al menos considerar a estas últimas como uno de los aspectos determinantes al momento de rever dichos límites.