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CELEHIS (Mar del Plata)

versión On-line ISSN 2313-9463

CELEHIS  no.40 Mar del Plata dic. 2020

 

Notas

Los ángeles azules

Abelardo Castillo1 

1 Unlp

Capítulo 1

(fragmentos)

No estoy muy seguro de que esta historia resul te edificante, pero la escribo igual. La escribo para ustedes, oh angé licos muchachos y aun hom bres angélicos de corazón sonoro que algu na vez, al mirar los ojos ver des de Galatea, oyeron agonizar en su pecho a un ruiseñor. Pero no, he empezado mal y no estoy diciendo la ver dad. La escribo para mí. Hace mucho tiem po que los tipos como yo per di mos la ilu sión de que se escri be para los demás, uno es cribe para sí mismo, y eso cuan do no tiene algo mejor que hacer. Es raro que nadie haya notado que es cribir es exac tamente lo mismo que hablar solo, lo que de paso, como me dijo Gulko una noche, ex pli caría el hecho, en apariencia misterioso, de que haya escri tores cie gos. Qué hacen sino ha blar. Ha blan y hablan, otro anota o recuerda, y con un poco de suer te son Homero o Mil ton. Gulko tenía ra zón. Se puede hacer lo que la gente cán dida llama escri bir no sólo siendo ciego, se puede escribir siendo ciego y al mismo tiempo sordo y manco de las dos manos. Que yo sepa, lo único que a un hombre le impi de es cri bir es ser feliz. Pero no quiero ade lan tar me al tema de mi li bro. Lo que puedo decir es que estas páginas no aspi ran a ser una obra de arte ni una re flexión poéti ca sobre el amor ni una confe sión de parte, y si a larga termi nan sien do un libro será por la única razón de que ése es el nombre que le damos a un montón de palabras orde nadas de cier ta manera.

Yo había cumplido cincuenta años y aquella no era la mejor época de mi vida. Fue al final del rei nado de La Pes te. Había mos sido borra dos, excomul ga dos, echados a pata das de los luga res que fre cuen tába mos, asesinados y despedi dos del em pleo. Se nos prohi bió y exone ró, se nos dijo comunis tas, judíos, droga dictos, te rro ris tas, homose xua les y apá tridas. Nos pusieron la picana eléc trica en la concien cia histórica y en los testí cu los. Huimos a México, a España, a la Chacari ta o, como fue mi caso, a nues tro propio escri to rio. Cuando aquello terminó y sali mos a fes tejar, también los sobre vivientes está ba mos muer tos. Esta es la canción de un muerto, o mejor, es una misa polifónica de muertos, un Requiem, todos los que la vivieron están de un modo u otro muertos y enterrados y, si no lo están, bueno, si no lo están ya lo van a estar. Por decirlo de otra manera: promediaba en la Argenti na la década del ochenta del siglo xx.

Debo confesar algunas cosas. El hambre no me asus ta. La muer te tampo co: la considero una cor te sía de Dios. Pero reconozco no estar hecho para ciertas humi llaciones colate rales que acarrea la pobreza: los puños deshila chados de las cami sas, el whisky nacio nal, los via jes en colecti vo. Busqué, por lo tanto, el viejo tra bu co de la Inde pendencia que mi padre heredó de su padre, me dije esto no es vida, empe ñé con dolor el arma venerable en un cambalache de la calle Liber tad y me com pré un traje de casimir inglés. Nunca bus ques tra bajo mal vestido. Un hombre mal vestido da la impre sión penosa de necesitar lo que pide, y eso lo vuel ve potencialmente peli groso. La gente de buen cora zón sabe por ins tinto que en todo harapiento se oculta quizá un varón jus to, y también sabe que todo varón justo es poten cialmen te un ex pro piador. Sin contar que la nece si dad fomen ta el sa dismo: el acto de pedir lle va im plí ci ta la respuesta "no", hasta se diría que la anhe la y la pro vo ca. Nunca pidas. Sólo se nos puede negar algo cuan do lo pedi mos.

[…]

Ya trajea do, com pré mi pri mer dia rio en cuarenta años. Y ahora tendría algo que decir sobre las ra zo nes por las que no leo los diarios. Oscar Wilde opi naba que la lectura del dia rio de mues tra que la reali dad es ilegi ble; Gulko solía repe tir que si la músi ca fuera caca de perro todos los pe rio distas tocarían en la Filarmónica. O esto lo decía de los políticos, no importa y no hace ninguna diferencia. En cuanto a mí, re cuer do haber descubierto para siempre la inuti lidad de la pren sa nacional cuan do tenía ocho o diez años años, hacia la época en que desa pa reció Tar zán del rotogra bado en colo res de Críti ca. Hoy, ya en pleno siglo veintiuno, me basta con ojear los titulares en el quiosco de la esquina de mi casa para estar sufi cientemente in forma do de la i rre me dia ble estupidez huma na. Si esos titulares no mienten, mientras yo escribo estas palabras los rusos se matan con los chechenos, los israelíes con los palestinos, los norte americanos, como siempre, con quien se les antoje. La Tierra se recalienta. Se ha clonado a una oveja. El agujero de ozono ya tiene el tamaño de Europa. El Ártico y la Antártida se derriten. La mitad de la población del planeta, mientras tanto, ha empezado a morirse de hambre. Y acabará de hacerlo, si Dios no interviene con su infinita misericordia y fulmina de una buena vez a la otra mitad.

Yo no era así: el diario que compré esa mañana envenenó mi vida e hizo de mí esto que soy ahora. Ese diario traía un anuncio. Un recuadro de considerable tamaño, con el dibujo de una especie de Partenón, donde leí que el Instituto de Lectura Veloz y Ciencias Humanas El Liceo, de enseñanza nocturna, necesitaba profesores.

Nunca he tenido título de ninguna clase, pero estaba muy claro que las autoridades del Liceo no eran precisamente el tipo de personas que se fija en detalles académicos. Allí, los triunfadores del mañana podían estudiar Bachillerato Acelerado, Danza Moderna, Forrado y decoración de Botellas, Yoga, Teatro No, Expresión Corporal, Astrología Fiduiciaria o Lenguas Vivas. Música Renacentista y Medieval o Contabilidad. Encuadernación o Esperanto. Por corres pondencia o personalmente. En cuatro sábados consecutivos, si el curso era acelerado, o todas las noches durante años, si el estu dioso pretendía ahondar el tema. Los únicos requisitos para ser admitido como alumno eran pagar cuota de ingreso y aranceles, comprar los cuadernillos de las materias -editados a rotaprint por El Liceo-, firmar un talonario de pagarés como para saldar la deuda ex terna del país, y, naturalmente, haber sido maltratado por la vida hasta el punto de haberse vuelto imbécil o desesperado.

Me presenté.

Cierto desprecio, cada día más acentuado, por mí mismo, y un cre ciente desinterés por mis semejantes, hicieron el resto. La cátedra de Castellano, Preceptiva y Redacción era toda mía.

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