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CELEHIS (Mar del Plata)

versión On-line ISSN 2313-9463

CELEHIS  no.45 Mar del Plata jun. 2023

 

PANEL INAUGURAL

El Español Transatlántico: dilemas de un archipiélago con múltiples orillas

The Transatlantic Spanish Language: Dilemmas of an archipelago with multiple shores

Laura Scarano1 

1 Ce.Le.His., Universidad Nacional de Mar del Plata

RESUMEN

Con la expresión “español transatlántico” apuntamos a un nodo de convergencias y tránsitos de escrituras que dialogan en lengua española a ambos lados del océano, configurando un archipiélago de múltiples orillas. La metáfora es operativa pues refleja sociedades multiculturales donde lo nativo/extranjero confluye, encarnado en autores nómadas, cosmopolitas, migrantes, interesados en un lector ubicuo y no necesariamente vecino y connacional. Con vocación panhispánica, el idioma común no resulta ya una formalidad impuesta que encubre diversidades radicales, sino una plataforma de lanzamiento para afianzar un intercambio dialógico, que respete las variaciones regionales e históricas, pero funcione como conector. Reconocer que el español como lengua mediadora nos une, no anula regionalismos ni dialectos territoriales y autonómicos. Aceptar esta realidad indiscutible de millones de personas que piensan, hablan y escriben en una lengua común, que nos comunica y representa, sin repetir leyendas negras del pasado, no me parece un gesto de claudicación sino de puro sentido común. El objetivo en esta era global es integrar sin marginar, a partir de consensos compartidos y políticas de las lenguas respetuosas de la diversidad, disolviendo los anacronismos del término atados a una tradición ya perimida, para resituar su familia textual frente a los nuevos paradigmas críticos.

PALABRAS CLAVES: Español; Transatlántico; Literatura; Lengua; Globalización

ABSTRACT

With the expression "transatlantic Spanish" we point to a node of convergences and transits of writings that dialogue in Spanish on both sides of the ocean, configuring an archipelago of multiple shores. The metaphor is operative because it reflects multicultural societies, where the native/foreign status converge, represented by nomadic authors, cosmopolitan, migrant, interested in a global reader not necessarily neighbor or connational. With a pan-Hispanic vocation, the common language is no longer an imposed formality that covers up radical diversity, but a starting point to strengthen a dialogical exchange, which respects regional and historical variations, but functions as a connector.. Recognize that Spanish as a mediating language does not ignore regionalisms or territorial and autonomous dialects. Accepting this undisputed reality of millions of people who think, speak and write in a common language, which communicates and represents us, without repeating black legends of the past, does not seem to me a gesture of surrender but of pure common sense. The objective in this global era is integration without marginalization, based on shared consensus and policies of languages respectful of diversity, dissolving the anachronisms of the term tied to an already anachronic tradition, to relocate its textual family inside new critical paradigms.

KEY WORDS: Spanish; Transatlantic; Literature; Language; Globalization

¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?

“Los cisnes” de Rubén Darío

¿Tantos millones de hombres hablaremos español? Parafraseo esa pregunta, como si se la hiciera el mismísimo Darío a fines del siglo XIX, mirando el siglo XXI. Y respeto el uso del masculino genérico (“hombres”) de su verso (el lenguaje inclusivo nos exigiría reemplazarlo por “personas”), y sólo cambio el idioma aludido (“inglés” por “español”), para readecuar su profecía (que con el inglés bien cumplida está sin duda). Y la respuesta es afirmativa, por la magnitud y extensión actual de la lengua que hablaba el nicaragüense, sabiendo ya él en ese entonces del alcance intercontinental que poseía a ambos lados del Atlántico.

Más de 500 millones de personas hablan hoy español como lengua materna, cerca de 600 millones, si se añaden los que lo hablan como segunda lengua. Es la tercera lengua más hablada del mundo, desde Quebec a Ushuaia. Y los nacidos en España son sólo un 8% de esa comunidad de hispanohablantes. Se trata de un espacio cultural casi inabarcable: “más de trece millones de metros cuadrados repartidos en una veintena de estados cuya lengua oficial es el español, integrado a múltiples plurilingüismos, insularidades, dialectos, sin ignorar conflictos étnicos, nacionales y de transculturación” (Carrión 2010: 247).

Este aserto me lleva a pensar otras preguntas: ¿Qué entendemos hoy por crítica literaria hispánica en el contexto actual de globalización? ¿Qué alcances damos al término estudios transatlánticos y cómo se concreta en nuestro oficio crítico, volcado en literaturas y culturas que comparten el uso de la lengua española? ¿Cómo funciona la categoría de Nuevos hispanismos y qué redes establecemos en Argentina con el resto de los países de habla hispana?

Volviendo a Darío como uno de los gestores fundacionales de ese diálogo interoceánico, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez ha reafirmado recientemente que la propuesta de modernidad que Rubén Darío traía a fines del siglo XIX a España se basaba en “unas señales de identidad compartida”, devolviendo “en la renovación de la lengua común, la prueba de que España era parte de la cultura americana, una cultura mestiza de pluma debajo del sombrero, capaz de crear un idioma nuevo que regresaba a la península con Darío”. Sin duda aquel era un momento de crisis, pero también de búsqueda, “un viaje de regreso que encarnaba una gran ruptura y una gran invención después de la cual ya nada sería lo mismo en la lengua” (2017: 15). Esta “excepcionalidad hispánica”, fundada por Darío hace más de un siglo, “forma parte de nuestra identidad ‘poliédrica’”, como bien señala Ignacio Zuleta, y si bien viene acompañada de “la precariedad de nuestra convivencia, atada a la dialéctica que Pedro Henríquez Ureña describió como ‘el descontento y la promesa’, alimenta el proyecto de quienes intentan construir una representación estética que comprenda al conjunto” (2017: 116).

Ya Federico de Onís, desde los años 30, propugnaba con su idea de “las Españas” una categoría epistémica para abordar las culturas que descienden del tronco común de la península ibérica. Y recordemos que Octavio Paz rescatará esa temprana apuesta, cuando reflexionaba que “Onís quería mostrar la unidad y la continuidad de la poesía en nuestra lengua. Era un acto de fe. Creía (y creo) que una tradición poética no se define por el concepto político de nacionalidad, sino por la lengua y por las relaciones que se tejen entre los estilos y los creadores” (Lanseros y Merino 2016: 20).

Uno de los intelectuales que más ha aportado, quizás, a estos debates actuales, Julio Ortega, afirmaba en 2012 que estos nuevos hispanismos y los estudios transatlánticos forjan hoy otros ejes de debate, integrando Europa - América Latina - Estados Unidos, “el español y las lenguas originarias, las nuevas migraciones”, en suma “una internacionalidad menos programada y más exigente, precisamente cuando nuestra educación deja de ser monolingüe y nuestra crítica se postula plenamente dialógica” (11). Porque el idioma español, nos recuerda, cohabitó con “una magnífica suma de regionalismos peninsulares (el gallego, el euskera, el catalán, el bable)”; y “pronto el árabe, el hebreo, sus derivados mutuos, y después el repertorio americano: el quechua, el aimara, el guaraní, el mapuche” (140). Esta “lengua plural (que media entre las originarias, las peninsulares y las americanas) es el piso en construcción de una cultura transatlántica para el siglo XXI” (127). Porque este “sujeto transatlántico” existe y está constituido desde “la práctica de la mezcla, el montaje y la transcodificación”, actualizando posiciones como aquel diálogo de lenguas de José Maria Arguedas o el sueño de las Indias de Cervantes (12).

Reconocer el idioma español como lengua mediadora, sin repetir leyendas negras del pasado, es admitir la fuerza material y social que supone esta koiné. Una lengua que nos guste o no es la principal fuerza modelizadora de lo real que tenemos, la que nos permite comunicarnos hace siglos y estar aquí hoy debatiendo su propia naturaleza y alcances. La internacionalización del español y su interactividad, desde los Pirineos al Ecuador, reclama de nosotros un pensamiento móvil que busque lugares comunes y puntos de encuentro, más allá de las banderas y las naciones, estimulando otro tipo de comprensión, menos provinciana y sectaria. Con vocación panhispánica, el idioma común no resulta ya una formalidad impuesta, que encubre diversidades binarias y polaridades maniqueas, sino una plataforma de lanzamiento para afianzar un intercambio dialógico, que respete las variaciones regionales e históricas, pero funcione como conector.

Además, esta koiné está articulada sobre una galaxia en la cual es innegable la tremenda revolución que los medios tecnológicos han introducido en los trazados convencionales de las nacionalidades literarias, acelerando el proceso de integración del mundo panhispánico, con tecnologías translingüísticas que afectan de manera decisiva nuestras antiguas formas de pertenencia a colectivos culturales. El objetivo en esta era global es integrar sin marginar, a partir de consensos compartidos y políticas de las lenguas respetuosas de la diversidad, disolviendo los anacronismos del término atados a una tradición ya perimida, para resituar su familia textual frente a los nuevos paradigmas críticos. Sólo en este sentido se puede hablar de literaturas “posnacionales” en lengua española, como rótulo común que logre sepultar reificaciones nacionalistas y fundamentalismos territoriales, que han dejado de ser hace tiempo el único relato autorizado para comprendernos. Como bien argumenta Román de la Campa,

la inscripción nacional que solía gobernar la literatura en su etapa moderna pasa hoy a los reclamos, inciertos, pero inevitables, de una cultura emergente de lectores insertos en la tecnología que facilita y define nuevas comunidades discursivas”, que ya no dependen de puntos de origen canónicos (2017: 8-9).

Comunicarnos (hablar y escribir) en español supone una elección cultural que implica a una comunidad más amplia que la de nuestra cueva natal; nos añade una identidad que formaliza de manera transatlántica lo que entendemos hoy por cultura y literatura en español, a ambos lados del océano. Reconocer por fin que el español como lengua mediadora nos une, sin repetir leyendas negras del pasado, es admitir las razonables ventajas que supone estakoiné. Aceptar esta realidad indiscutible de millones de personas que piensan, hablan y escriben en una lengua común, que nos comunica y representa, no me parece un gesto de claudicación sino de puro sentido común. Pensar el español como lengua cultural de base en un horizonte transatlántico señala un nodo de convergencias y tránsitos de discursos que dialogan y confluyen, reflejando sociedades multiculturales donde lo nativo/extranjero se combina, encarnado en autores nómadas, cosmopolitas, migrantes, interesados en un lector ubicuo y no únicamente vecino y connacional.

Por eso, y acá me remito al título de mi exposición, una fotografía de este común escenario nos puede entregar dos versiones diferentes: en una, las voces que se expresan en español representan un magma de islotes incomunicados irreversiblemente; en otra, podemos reconocer un archipiélago con múltiples orillas que, bajo la superficie del agua, esconde y comparte una misma formación material de base. No se trata de homogeneizar lo diverso, sino advertir que la praxis actual funciona a partir de redes, muchas veces disimuladas por los propios practicantes, deliberadamente ignoradas o abiertamente impugnadas. Pero en esas mismas negaciones quedan diseñados mapas que mutuamente se reclaman, estableciendo de hecho una trama compleja, donde los haces del tejido están distribuidos sobre una misma tela; en términos culturales, son parte activa de un mismo campo. Contra la pulsión disgregadora, se hace necesario entonces distinguir para integrar, reconocer diferencias no incomunicables, apostando a un diálogo que sólo una crítica pluralista y anti-dogmática puede promover.

Quiero proponer entones una mirada crítica que no consiste en anular diferencias para crear una categoría cómoda que todo lo englobe, bajo un manto de vaporosa e insustancial vaguedad, haciendo caso omiso de la performatividad material de los deícticos (acá o allá). No nos engañamos ni desconocemos las implicancias fácticas de la inevitable territorialización de las voces. Pero sí es necesario advertir su carácter relacional, sus posiciones alternativas, la movilidad de los propios escritores, a menudo más flexible que la inercia de cierta costumbre crítica que impone fronteras inamovibles tanto como cercos regionales. Airear esas miradas reductivas significa asumir que los sujetos -autores y lectores- vehiculizamos identidades móviles y receptivas, cuestionando el discurso único de aplanamiento y hegemonía, y trabajamos a favor de un diálogo “glocal”, como diría García Canclini, mutuamente enriquecedor.1 Porque frente a un pasado de conquistas, desencuentros y exilios, de incesantes “ida y retorno de los galeones”, usando la feliz metáfora de Raimundo Lida, y ante la magra cosecha de esas disputas irresueltas, resulta necesario construir un espacio donde los hablantes que compartimos esta lengua (aunque no sea la única ni la nativa) podamos respirar con todas las gargantas disponibles, convivir con todas sus orillas sin temores. Y termino con las brillantes palabras de Jorge Carrión, que potencian la metáfora del bosque de la lengua común y sus variados árboles desde una perspectiva política:

El reto es tratar de ver el bosque a partir de la suma de muchos de sus árboles. Un bosque, el de la literatura, cuyas raíces son cada vez más nómadas: tanto desde el polo de la escritura de creación como desde el polo (complementario) de la lectura creativa. [...]. Comprender como un fenómeno orgánico la literatura que durante los cuatro últimos siglos se ha producido en dos continentes y en una misma lengua. […] Ese proyecto arbóreo sólo sería posible si se dejara atrás para siempre la reafirmación acrítica de identidades caducas (nacionales, raciales, espirituales) y se apostara sin ambages por la reinterpretación extremadamente crítica desde las dos orillas. Desde todas las orillas (2010: 249-250).

Fecha de recepción: 01-04-2023

Fecha de aceptación: 15-05-2023

Bibliografía

Carrión, Jorge (2010). “Las estructuras y el viaje (hacia un nuevo hispanismo)”. En Julio Ortega (ed.). Nuevos hispanismos interdisciplinarios y trasatlánticos. Madrid/ Frankfurt/ México: Iberoamericana/ Vervuert/ Bonilla, 239−251. [ Links ]

De La Campa, Román (2017). Rumbos sin Telos. Residuos de la nación después del Estado. Santiago de Querétaro, México: Rialta Ediciones. [ Links ]

Lanseros, Raquel y Merino, Ana (eds.) (2016). Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960). Madrid: Visor. [ Links ]

Ortega, Julio (ed.) (2010). Nuevos hispanismos interdisciplinarios y trasatlánticos. Madrid/ Frankfurt/ México: Iberoamericana/ Vervuert/ Bonilla. [ Links ]

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Scarano, Laura (1999) “Dilemas de margen (La crítica cultural como interpelación)” [conferencia]. Encuentro de Fin de siglo: “Latinoamérica: utopías, realidades y proyectos”, Universidad Nacional de Salta, 3 al 5 de noviembre (conferencia inédita). [ Links ]

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