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Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Mario J. Buschiazzo

versión On-line ISSN 2362-2024

An. Inst. Arte Am. Investig. Estét. Mario J. Buschiazzo vol.51 no.1 Buenos Aires jun. 2021

 

ARTICULO

Ciudades, visiones de mundo y discursos del lazo social. Una propuesta para pensar y abordar la ciudad

Cities, worldviews and discourses of the social bond. A proposal to think and approach the city

Beatriz García Moreno *

http://orcid.org/0000-0002-3992-9381

* Arquitecta por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Ph. D. en Arquitectura por el Georgia Institute of Technology y Magíster en Psicoanálisis. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana. Profesora emérita de la UNAL. Investigadora emérita del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias). Profesora invitada en diferentes universidades nacionales e internacionales. Autora de diversas publicaciones.

Universidad Nacional de Colombia (UNAL). AK 24 # 39-67, ap. 604. Bogotá, Colombia. Email: btgarciam@unal.edu.co

Este escrito es producto de la investigación “Ciudad, instituciones y deseos” que ha venido desarrollando la autora por varios años, la cual está vinculada a la investigación “Poéticas Intertextuales: arte, diseño y ciudad” del Doctorado en Arte y Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Algunos de sus resultados se pueden consultar en el blog de Beatriz García Moreno www.btgarciam.blogspot.com

RECIBIDO: 18 de septiembre de 2020.
ACEPTADO: 05 de noviembre de 2020.


RESUMEN

Para pensar y abordar la ciudad en la complejidad que le es propia, se propone, a modo de carta de navegación, un acercamiento a partir de cuatro lógicas que la constituyen: la de las instituciones, la de la utopía, la de la función y la de los habitantes con sus deseos. Cada una de ellas se refiere a un modelo o teoría de ciudad en la que esa lógica es dominante. En los modelos referidos, tomados principalmente de la ciudad latinoamericana y colombiana, se examina su concepción y materialización de acuerdo con visiones de mundo (Pepper, 1972) y discursos del lazo social (Lacan, 2004) particulares. El análisis propuesto no olvida que cada una de esas lógicas examinadas hacen parte del objeto ciudad y que ellas se relacionan entre sí en medio de tensiones y desencuentros, que en ocasiones logran acuerdos, pero en otras, la divergencia permanece.

Palabras clave:  modelos de ciudad; visiones de mundo; discursos del lazo social; sujeto; deseo; goce.
Referencias espaciales y temporales: Colombia; Siglo XIX; Siglo XX.

ABSTRACT

In order to think about and approach the city in its own complexity, the proposal is, as a navigation chart, an approach based on four logics that constitute it: institutions, utopia, function and the inhabitants with their wishes. Each of them refers to a model or theory of the city in which this logic is dominant. In the referred models, taken mainly from the Latin American and Colombian city, their conception and materialization are examined according to particular worldviews (Pepper, 1972) and social bond discourses (Lacan, 2004). The proposed analysis does not forget that each of these logics examined are part of the city object and that they are related to each other in the midst of tensions and disagreements, that sometimes reaches agreements, but frequently, the divergence remains.

Key words:  city models; world views; discourses of the social bond; subject; desire; enjoyment.
Space and time references:  Colombia; Siglo XIX; Siglo XX.


Las ideas que aquí se presentan tienen como propósito configurar una carta de navegación que posibilite un acercamiento a la ciudad y su complejidad. Se parte de la pregunta por el papel que cumplen en su configuración urbana y arquitectónica, tanto las instituciones y los discursos particulares del lazo social, como los sujetos-ciudadanos que la habitan y la transforman mediante sus prácticas urbanas.
Como argumentos que orientan la reflexión se dice que la ciudad es el espacio por excelencia donde confluyen lo público y lo privado, lo colectivo y lo individual, la sociedad con sus instituciones y los sujetos con sus deseos y goces. En esta convergencia se presentan tensiones y desencuentros de diferente tipo, que se manifiestan en su forma física, en los modos de gobierno que la orientan y regulan, en las ideas que guían sus planes y desarrollos y en el modo en que los habitantes la apropian en su diario vivir. La ciudad pone en escena saberes, éticas y estéticas.
Leer y pensar la ciudad requiere entenderla a partir de sus instituciones, materializadas en arquitecturas que dan cuenta de visiones de mundo que han sido dominantes en diferentes momentos de su historia y que definen las políticas a seguir: los discursos del lazo social que ponen en acción poderes diversos; los saberes establecidos que se reactualizan de acuerdo a uno u otro fin; los ideales que orientan las teorías y planes urbanos que buscan darle forma; y las acciones de los habitantes-sujetos que con sus deseos y goces la apropian y dejan en ella su impronta. En este sentido, la ciudad se presenta como un objeto obrado de manera colectiva, en permanente reconfiguración.
Con estas premisas como base, se ha definido un camino para leer la ciudad en su materialización, en el cual se conjugan visiones de mundo, discursos del lazo social y prácticas urbanas.
El examen de la ciudad como objeto de pensamiento, orientada en su conformación por visiones de mundo, tiene como referencia principal el libro de Stephen Pepper World Hypotheses (1972), en el cual el autor presenta los principales desarrollos del pensamiento occidental con base en cuatro visiones de mundo elaboradas a partir de cuatro metáforas raíz: la forma, el mecanismo, el organismo y el evento histórico. A las visiones de mundo las denomina formismo, organicismo, mecanicismo y contextualismo. En tanto visiones de mundo, cada una contiene postulados, categorías, argumentaciones y criterios de verdad.
Para afrontar el tema de la ética como constitutivo fundamental de la ciudad, se acude a la orientación de Jacques Lacan, presentada en su Seminario 17, El reverso del psicoanálisis (2004), en el cual elabora cuatro discursos del lazo social a partir de cuatro actores posibles en el lugar de mando. Ellos son: un amo que gobierna, el sujeto en falta que apela al ideal para cubrirla, el saber impersonal de la ciencia sostenido en su forma de discurso universitario y el deseo del sujeto mismo que orienta la acción. Estos actores, que parten del discurso del amo y siguen las manecillas del reloj, rotan en cuatro lugares: el del agente que comanda la acción, el del trabajo que lleva a cabo el mandato, el del producto-resto que recoge lo que no entra en el discurso y el de la verdad que sostiene el modo en cómo se arman las relaciones.
Con estas referencias en cuenta, se propone examinar la ciudad a partir de cuatro lógicas particulares que, si bien ofrecen acercamientos diferentes, en el conjunto de la ciudad se involucran unas con otras. Cada dimensión se ha nombrado con el rasgo del modelo de ciudad que se considera que puede caracterizarlas. Ellas son: La ciudad de las instituciones, la de las utopías, la funcional y la de los deseos.
El desarrollo conceptual se acompaña con ejemplos particulares de la ciudad latinoamericana y particularmente la colombiana. Corresponden a cuatro momentos de la historia que conllevan el predominio de una lógica con un régimen de pensamiento y de acción. A saber: la ciudad fundacional de la Colonia, con su dependencia de la Corona Española y la Iglesia Católica y sus normas de poblamiento; la ciudad de la República que se consagra con la Independencia de España y la formulación de la Constitución; la ciudad de la Modernidad, que se inicia y logra cierta consolidación en la primera mitad del siglo XX mediante procesos de modernización que, en muchos casos, han desembocado en un crecimiento desbordado de las mismas, sin una clara orientación y acompañado de diversos conflictos socio-políticos que han buscado manejarse con planes e intervenciones urbanas. Por último, se hace referencia a la ciudad que empieza a surgir luego de los cuestionamientos a la modernidad como discurso único, para dar prioridad al habitante-sujeto y su deseo, en tanto agente generador de la misma.
Cada uno de los momentos estudiados ha exigido a la ciudad latinoamericana reacomodarse, con apoyo o no de las instituciones de gobierno que intentan, mediante normas y planes urbanos que surgen en medio de la urgencia, afrontar la magnitud y el ritmo acelerado de la urbanización y los complejos problemas que conlleva. En medio de este panorama, los habitantes, ciudadanos-sujetos de deseo y de goce, con sus prácticas cotidianas se convierten en agentes importantes de su transformación.
A continuación, se exponen cada una de las cuatro lógicas que se proponen para pensar la ciudad latinoamericana y buscar caminos para su acción. Cabe decir que, si bien, en cada caso se enfatiza una de las aproximaciones que privilegia una dimensión de la ciudad, ello no desdice la importancia de las demás en el entendimiento de su complejidad.

1. La ciudad de las instituciones: entre mitos y leyes

Hay narraciones de origen que anteceden a la ciudad, que hablan de hechos y deseos que la precedieron o que sugieren caminos para pensar un posible inicio. Una de estas narraciones, Tótem y Tabú (Freud,1948, pp.419-507), habla de la fundación de la vida en sociedad a partir del establecimiento de una ley que legisló sobre el goce sin límite de los habitantes, luego de que los hijos hubieran asesinado al gran padre con la idea de que ellos también tenían derecho a gozar de las mujeres. A raíz de este asesinato apareció la culpa, un obstáculo al propósito inicial que los llevó a promulgar la ley del incesto. Se trata de una ley fundante que marca límites de consanguinidad en el intercambio sexual entre hombres y mujeres y define normas sociales a seguir. Otra narración mítica que puede considerarse como antecedente al surgimiento de la ciudad la presenta el libro bíblico, el Génesis, cuando refiere la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, con el mandato de establecer un poblamiento regido por un orden basado en la reproducción de la especie. Dicho orden fue precisado en Los Diez Mandamientos dictados por Dios a Moisés, los cuales actúan como la Ley Moral que rige las narraciones míticas del judaísmo y del cristianismo.
La ciudad, a partir de estas leyes que la preceden y presiden, ha encontrado maneras particulares de gobierno que se apoyan en instituciones destinadas a ese fin. Son pilares fundantes en esa dirección el pensamiento de Platón en La República (1969, pp.1105-1182) y el de Aristóteles en la Política (1973, pp.1043-1569). En sus teorías, la ciudad adquiere la dimensión de objeto de “bien” por excelencia, que debe ser gobernado por los más sabios, amparados en la sabiduría de los dioses. En esta concepción de ciudad, la confluencia de lo público y lo privado está orientada por la participación en un saber constituido por verdades preestablecidas que se configuran como la tradición a seguir en la conformación del habitar. La historia ha recogido la tradición y los mitos que han marcado y singularizado la ciudad y sus instituciones, los cuales han permanecido a través del tiempo en sus trazados y arquitecturas y en narraciones orales o escritas, y que no siempre tienen una manifestación en su estructura física. Estas narraciones, que son la referencia a imitar, proponen imágenes y sugieren formas y geometrías para su materialización. Los mandatos de esa fundación se hallan consignados en leyes y normas recogidas en tratados y textos diversos de la arquitectura y la ciudad.
La fundación de la ciudad requiere de instituciones y amos que pongan en acción políticas que respalden la tradición y que hagan que los trabajadores (esclavos, siervos, obreros) pongan su saber-hacer en el sostenimiento y la reproducción de lo establecido. Este lazo social es soportado por seres humanos que, si bien asumen y obedecen esas órdenes que contienen sus comportamientos, también están habitados por deseos y regidos por goces que escapan a los discursos y a lo establecido. Esta manera de hacer lazos tiene como referencia el discurso del amo de Lacan (2004), en el cual el amo en tanto agente de la acción es el que determina qué hacer y qué no.
La ciudad en su fundación atiende los mitos y creencias del lugar, al genius loci que se referencia en diferentes momentos de la historia de la ciudad y que alude a los que han habitado el territorio con anterioridad. Estas acciones que marcan su inicio y la hacen singular, no siempre han sido evidenciadas en sus historias escritas e instituidas, sino que permanecen silenciosas a modo de índices, a la espera de una palabra que las evidencien y reconozcan. La fundación de la ciudad establece modos de habitar que se prefiguran en normativas emanadas de las instituciones que las gobiernan. Los trazados originales y las arquitecturas que los acompañan permanecen a través del tiempo y se constituyen en marcas que hablan de su origen, aunque posteriormente hayan sido redefinidos y destinados a otras funciones.
En Colombia, salvo unos pocos casos como Ciudad Perdida o San Agustín, a diferencia de otros países latinoamericanos vinculados de manera clara con los pueblos indígenas, Mayas, Incas u otros, como sucede en México y en Perú, el genius loci del lugar apenas ha quedado referido a alguna u otra narración relacionada con la ciudad que antecedió a la Conquista española. En general, el origen de sus ciudades latinoamericanas se relaciona con la Colonia española que, a partir de la conquista, impuso un modelo para la construcción de ciudades en lugares ya habitados por pobladores precolombinos. Este modelo se configura en un trazado que parte de una plaza central concebida como un gran vacío que convoca a los poderes que la legislan: la Iglesia que preside, las casas de gobierno de la monarquía española que dictan las leyes y las viviendas de los más adinerados que, en muchos casos, regentan el comercio. La Plaza se constituye en el vacío para ser ocupado no sólo por los requerimientos del amo y sus ansias de poder, sino por los mercados, las fiestas, las rogativas donde el humano se manifiesta en su vulnerabilidad. Las Leyes de Indias dictadas en época de Felipe II, a partir de las tradiciones existentes, formalizaron y establecieron las normativas para construir la ciudad y la arquitectura del Nuevo Mundo (Salcedo, 1996), de tal manera que se conservaran el imperio de la Corona Española y de la Iglesia Católica.
Podría decirse que las ciudades latinoamericanas fueron refundadas de nuevo con la Independencia de España en las primeras décadas del siglo XIX. Los hechos acaecidos en torno a este evento, impusieron la República como nuevo régimen político, hecho que implicó dejar a los amos antiguos (monarcas y clero) y asumir a los amos laicos, orientados por la constitución y la democracia. Estos sucesos sobrellevaron transformaciones en la ciudad y en los regímenes políticos que aún permanecen. La ciudad republicana llegó con sus edificios de gobierno, cuya ubicación en los marcos de la plaza fundacional o en sus alrededores hizo que el poder de la Iglesia cobrara otra dimensión y que el paisaje urbano se redibujara, no solo en la plaza central sino en sus alrededores, con la aparición de otras instituciones que buscaron poner en práctica los nuevos ideales (Romero, 2001).
La ciudad requiere de instituciones que le confieran un campo simbólico en el cual puedan congregarse lo público y lo privado y las aspiraciones de sus habitantes-sujetos.

2. La ciudad de las utopías: de ideales y semblantes

La caída de los dioses y los amos gobernantes y los cambios en la política y la economía, de acuerdo con diferentes sistemas de producción, acompañados de los desarrollos de la ciencia y la tecnología, introducen cambios drásticos en las ciudades, sus modos de gobierno y su habitar. En medio de las crisis reinantes, se ven abocadas a encontrar nuevos ideales para pensarse y reconfigurarse de acuerdo con las visiones de mundo y los lazos sociales que se imponen.
Stephen Pepper ha denominado Organicismo (Pepper, 1972) a la visión de mundo que requiere de principios éticos o psicológicos para explicarlo. Esta visión la relaciona con pensadores como Shelling y Hegel. El mundo se entiende integrado en torno a principios o ideales éticos o psicológicos que generan, orientan, integran y sostienen la organización social y las acciones que en ella se realizan. No son mitos basados en mundos trascendentales, sino en principios que se asocian a formas sociales de organización o a una mirada mítica sobre la naturaleza misma, que tienen el poder de prefigurar las acciones, de integrarlas en función de un ideal a alcanzar en un futuro. Esta visión toma como metáfora al organismo que se sostiene vivo a partir de una célula generadora. Ella no responde al concepto matemático de que el todo es igual a la suma de las partes, pues en ella el todo siempre es mayor que las partes, es el ideal que ilumina el camino.
La búsqueda de ideales es constitutiva de la condición humana. El sujeto que se sabe en falta busca orientación para su deseo. Si no hay falta, si todo está lleno, no hay movilidad, pero el problema surge cuando se cree que esa falta puede ser llenada por Otro y no se reconoce la posibilidad de cada uno de hacerlo de acuerdo con sus condiciones particulares. Se asume el saber de Otro como propio, se da una identificación-alienación al Otro y desde esa posición se establece el lazo social. Lacan relaciona esta manera de establecer dicho lazo social con la estructura histérica, que se caracteriza por la falta en el ser y la búsqueda constante de Otro que la complete y sacie su insatisfacción (Lacan, 2004).
El organismo como metáfora de la organización social funciona a la manera de utopía, esto es, con base en ideales que se deben alcanzar. Son ellos los que orientan los anhelos, guían las acciones y sostienen la ilusión de poder resolver las crisis. La imagen a imitar se desprende de saberes que han construido los humanos, bien desde lo social, lo psicológico, lo ético o lo matemático. Con base en estos saberes se construyen metáforas inspiradoras para los que proyectan y hacen la ciudad. Ellos determinan el énfasis que se hace en uno u otro componente de la ciudad, los lenguajes a los que se acude y la forma de presentarlos para que se sostenga el orden buscado.
En la historia de las ciudades es posible encontrar diferentes momentos para la utopía. Uno de ellos se da en París y en Londres en el siglo XIX, cuando enfrentaron los procesos de industrialización y cambios drásticos en su configuración. Con la caída de la monarquía y las luchas por la instalación de la República, se introdujeron valores y acciones orientados por los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Las calles se llenaron de habitantes procedentes del campo, que llegaban a la ciudad en busca de trabajo y de vivienda, pero la falta de infraestructura trajo toda clase de enfermedades, y exigió repensar la ciudad, con base en ideales éticos, sociales, económicos y estéticos (Choay, 1970). Las culturas anteriores fueron convertidas en modelos de democracia, como la griega recién descubierta por las excavaciones arqueológicas; o la medieval, que se creía orientada por una moralidad inspirada en la naturaleza, se convirtieron en guías para los nuevos desarrollos.
En América Latina es posible rastrear diferentes utopías que han acompañado el desarrollo de las ciudades. La misma fundación de la ciudad colonial estuvo acompañada del sueño de un orden (Terán, 1989) que buscaba establecer a la Monarquía española, y a la Iglesia Católica como amos del territorio. La Independencia de España y la promulgación de la República en cada uno de los países latinoamericanos, con base en los grandes ideales de libertad, igualdad y fraternidad, como proponía la revolución francesa, llegaron acompañadas de utopías que incidieron en la configuración de las ciudades: se requerían edificaciones que representaran las nuevas instituciones de la democracia. Las antiguas plazas se reacomodaron para dar cabida a nuevas edificaciones de gobierno y a las nuevas ideas entorno al manejo de lo público y lo privado. La construcción a partir siglo XIX de los Edificios de Gobierno de cada país, en los niveles nacionales, regionales y locales, buscó encarnar esos ideales mediante la utilización de lenguajes arquitectónicos, que en muchos casos estaban relacionados con el neoclásico, por considerarse que éste era símbolo de la democracia. Una utopía inherente a la ciudad anhelada tuvo clara expresión en la celebración del Centenario de la Independencia, que en cada país dio pie al despliegue del sueño de la ciudad moderna, donde la industrialización empezaba a despuntar (Londoño, 2006).
Los sueños de la ciudad moderna, de las ciudades futuro, basadas en los ideales higienistas y funcionales hicieron su aparición en las ciudades latinoamericanas desde las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, fue a mediados de ese siglo que se impuso el ideal de construir ciudades modernas de acuerdo con los postulados de higiene, salud y eficiencia, consignados en los postulados de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) y de manera particular en la Carta de Atenas (Benévolo, 2002).
Un nuevo sueño de ciudad, donde se dé cabida a los habitantes-sujetos y a su derecho a un habitar digno, surge a partir de las últimas décadas del siglo XX luego de la caída de dictaduras que sometieron a las poblaciones civiles en América Latina, y de la búsqueda de maneras de enfrentar las violencias políticas y del narcotráfico. En esta ciudad aparecen otros ideales que buscan incidir en los planes territoriales y urbanos, relacionados con temas de inclusión de género, de raza, de accesibilidad universal, de sustentabilidad y de las diferentes voces que quieren hacerse sentir.
Pensar la ciudad a partir de las utopías requiere reconocer en las normas, planes y teorías urbanos, los ideales que la prefiguraron de una u otra manera en diferentes momentos de su historia.

3. La ciudad funcional: de mecanismos y saberes impersonales

El establecimiento de los procesos de modernización en América Latina, ocurridos en la primera mitad del siglo XX, que llegan con la industrialización, el crecimiento de las ciudades y la instauración de la planeación urbana como orientadora de los desarrollos de la ciudad, indican una nueva orientación para pensar y abordar la ciudad. Con estos procesos se propone un cambio de paradigma en el manejo de la ciudad y sus necesidades y toma como base algunas teorías urbanas, provenientes de los desarrollos de la ciencia y la tecnología y de su instrumentalización mediante el discurso universitario (Lacan, 2004).
El saber de la ciencia se inaugura con el desarrollo de las ciencias físicas y naturales, con los descubrimientos de Newton y Galileo y el desarrollo del pensamiento matemático, que conlleva una visión de mundo respaldada por la existencia de un sujeto de la razón que deja a los dioses el fin último, pero que se anima en la perspectiva de que podrá asemejarse a ellos y a su sabiduría, mediante el desarrollo científico y las tecnologías que de él se desprenden. En esta visión, el mundo está compuesto por entidades que se relacionan entre sí y conforman un todo que es resultado de la suma de los diferentes factores que intervienen. Pepper (1972) propone el mecanismo, propio del funcionamiento de la máquina, como metáfora para nombrar esta visión de mundo. Ya no es el poder de los amos representantes de la religión, la monarquía o el ideal de Nación el que comanda, sino el saber impersonal de la ciencia apoyado en las relaciones de producción capitalista. Este nuevo amo toma el deseo de los sujetos para ponerlo al trabajo en función de sus fines productivos, mientras el propio sujeto singularizado por su deseo y su goce, expuesto a las pasiones, dificultades y logros que significa su tránsito por la vida, queda reducido al lugar de resto en la operación (Lacan, 2004).
En medio de la caída de los amos y la pérdida de confianza en sus símbolos, la máquina y su funcionamiento se imponen como imagen a imitar y como generadores de modelos de ciudad que se plasman en diversos planes que intentan lograr orden y correspondencia entre los diferentes elementos que la constituyen, valiéndose para ello de normativas e instrumentos de planificación. Este paradigma deja de lado teorías y concepciones anteriores que valoraban la tradición y los saberes relacionados con un orden trascendental. Lo que interesa es que funcione y que sostenga unas relaciones sociales de producción más allá de los habitantes-sujetos y sus vidas.
Si bien la preocupación por la función es algo presente en todas las arquitecturas, pues acoge las necesidades humanas del habitante, no siempre comandó su desarrollo. Su comando empieza a ser considerado en el siglo XIX, pero alcanza su concreción en las primeras décadas del siglo XX, con las teorías funcionalistas de la arquitectura y de la ciudad del Movimiento Moderno (Frampton, 1985). Este movimiento surge como respuesta a los cambios producidos en Europa por la industrialización, los desarrollos tecnológicos y las situaciones políticas y sociales vinculadas con el desarrollo capitalista, que viene aparejado con diversos movimientos sociales que tienen como escena la ciudad (Benjamin, 1972). Varios de los arquitectos que impulsaron estas nuevas tendencias se reunieron en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) y plantearon sus ideas sobre la ciudad y la arquitectura. En el CIAM de 1933, realizado en Atenas, surgió el modelo de la ciudad racionalista, que quedó registrada por Le Corbusier en la Carta de Atenas (1978), la cualejemplifica esta visión de mundo. Allí se propone abordar la ciudad mediante una zonificación por funciones que se consideran básicas: habitar, trabajar, recrearse y circular (Le Corbusier, 1978).
En el caso de la ciudad latinoamericana el desarrollo del mecanicismo, ligado a los procesos de modernización de la ciudad, ha implicado abordar los problemas de su funcionalidad en medio de la pérdida formal que implica la industrialización y las transformaciones del territorio, las cuales no han sucedido sin guerras ni violencias de diferente tipo. En el caso de Colombia, este fenómeno se asocia con la llamada “explosión urbana” de mediados del siglo XX, vinculada al desarrollo económico y a la violencia política desatada en el campo (Aprille, 1972). Un ejemplo de la ciudad concebida a partir de la zonificación de las funciones básicas es el proyecto para Brasilia, en el que participaron arquitectos como Lucio Costa y Oscar Niemeyer (Benévolo, 2002). Otros ejemplos que ilustran la concepción de la ciudad funcionalista son los planes de Le Corbusier para diferentes ciudades del mundo, entre los que se encuentra el Plan Piloto para Bogotá (COLLECTIF, 2010), en el cual se plantea una renovación urbana en que la ciudad funcione más allá de sus tradiciones y memoria. En este plan el patrimonio se reduce a algunos hechos puntuales, mientras se propone la destrucción de un amplio sector histórico de la ciudad.
La ciudad funcional implica pensarla a partir de identificar, depurar y hacer eficientes los sistemas y mecanismos que actualmente atienden necesidades básicas del habitar de sus habitantes e instituciones, definidas en cada momento de acuerdo con los intereses económicos y políticos.

4. La ciudad de los sujetos-ciudadanos y sus deseos

Las ciudades descritas (la de las instituciones, la de la utopía y la funcional) preexisten a la del habitante-ciudadano-sujeto, que la habita y transforma a través de su existencia y de acuerdo con su deseo particular, que lo lleva a realizar prácticas de diferente tipo, y, de ese modo, la apropia como su lugar para ser y estar en el mundo. La ciudad tendría que dar cabida a lo particular de cada habitante, a sus prácticas y sus deseos, que no son sin el Otro.
En este modo de entender la ciudad, cada habitante convierte su habitar en un acontecimiento que, al igual que el evento histórico, sucede en un aquí y un ahora (Pepper, 1972). Ese ahora se entiende como un presente expandido que recoge del pasado aquello que se mantiene actual y que hace presente el futuro en cada una de las acciones que proyecta y se propone realizar. Cada apropiación de la ciudad representa un evento abierto y contingente. Abierto porque es modificable y contingente porque es casual y temporal. Como lo atestigua la literatura, cada sujeto ciudadano funda su ciudad y crea su propia poética, en el corto tiempo de su existencia.
El lazo social se establece a partir del deseo y el goce de cada sujeto (Lacan, 2004), que le dicta la manera particular de apropiarse del mundo. En esta aproximación a la ciudad, el saber es el que cada uno construye en su propia narración de vida, la elucubración que lo sostiene en su paso por el mundo. Para ello requiere de un Otro que lo acoja, lo reconozca y a la vez le dé límites y le permita encontrar cauce a su deseo. La ciudad de las instituciones, la de los amos, debe ofrecer los vacíos urbanos necesarios para que cada uno, con sus andares y anhelos, le dé forma. La ciudad de la utopía tendría que ofrecer una orientación donde los sueños individuales tengan lugar. La ciudad funcional tendría que favorecer las necesidades básicas y a la vez posibilitar su realización.
La posibilidad de que el habitante-ciudadano-sujeto de deseo pueda establecer un diálogo con la ciudad, que le permita envolverse en la experiencia de ser y estar en el mundo, es lo que da cabida a la poética del habitar, que la singulariza y reconfigura al modo de una obra de arte colectiva que se transforma día a día con los haceres de sus habitantes. La literatura, que en muchas ocasiones toma la ciudad como referencia de sus narraciones, da cuenta permanentemente de ello. Un ejemplo inaugural en esa dirección lo presenta Baudelaire, quien a comienzos del siglo XIX deambuló por París, una ciudad tomada y transformada por la industrialización y los fenómenos que de ella se desprendieron, como la aparición de las multitudes y del anonimato, acompañados de la invitación a deambular sin orientación precisa en medio de la urbe (Benjamin, 1972). Este poeta, con sus poemas y escritos, construyó hilos de Ariadna que le permitieron moverse en el laberinto y proponer un camino para la experiencia de la urbe.
Algunos pensadores como Aldo Rossi en La Arquitectura de la ciudad (1982), abrieron camino al señalar a la ciudad como una obra cultural con historia y memoria, que permite el reconocimiento de una historia colectiva y a cada sujeto encontrar puntos de referencia para su propia constitución subjetiva. La apropiación y resignificación de la ciudad por cada habitante-sujeto requiere un diálogo con la ciudad histórica, con los imaginarios que han alumbrado y que resuenan en él de modo particular, y con sus propias inconsistencias.
En diferentes lugares de América Latina el acercamiento a la ciudad, que parte del habitante-sujeto y sus deseos de realización, se ha planteado a partir de las consecuencias del surgimiento de movimientos civiles socio-políticos de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Es decir, luego de la caída de dictaduras y en medio de violencias diversas. La multiplicidad de voces, géneros y razas, que habían estado excluidas de lo público, empiezan a tomar la voz. En el caso de Colombia, la Constitución firmada en 1991, luego del desarme de algunos actores del conflicto bélico, fue acompañada por la sociedad civil, decidida a enfrentar la violencia desatada por el narcotráfico y sembró un nuevo mojón al conferirle un claro lugar a la participación ciudadana en la definición de las políticas del país.
La ciudad latinoamericana actual, pensada a través de la ciudad de los deseos, implica pensarla a partir de los habitantes-ciudadanos-sujetos de derecho y de deseos, que con sus prácticas cotidianas la hacen propia y la transforman de acuerdo con sus búsquedas de realización como seres humanos, con las alegrías y sufrimientos propios del paso por la vida. Se trata de una ciudad de habitantes-sujetos que requieren espacios para que su deseo fluya y su goce se moldee de la mejor forma.

A modo de cierre:

Lo presentado a modo de carta de navegación para abordar la ciudad, ha señalado cuatro lógicas que la configuran. Si bien en el análisis cada una mereció una pausa para precisar sus características, al momento de mirar la ciudad en su integridad, se imbrican unas con otras. Es a partir de allí que aflora lo que la hace singular.
Los temas surgidos en el recorrido realizado enfatizan que:

  1. Abordar la ciudad a partir del conocimiento de instituciones permite reconocer sus orígenes y la historia que ha incidido en sus transformaciones. Entender las lógicas que la fundamentan abre caminos para la manifestación de espíritus no invocados, de hechos no tenidos en cuenta, de voces que no se han escuchado con sus particularidades de raza, género, creencias y clase social.
  2. Abordar la ciudad a partir de las utopías permite descubrir los ideales que han guiado su concepción y configuración y las éticas que han estado presentes en la construcción de los campos simbólicos que la sostienen.
  3. Abordar la ciudad a partir del manejo de su funcionalidad posibilita la integración entre los diferentes tópicos y sistemas dedicados a atender las necesidades fundamentales de los habitantes-sujetos que en ella residen y evidenciar los logros, carencias e imposibilidades que surgen en esa tarea.
  4. Abordar la ciudad a partir de la consideración del habitante-sujeto, como un actor permanente en sus transformaciones, implica examinarla en lo que ofrece a cada uno de sus moradores para su realización en el corto tiempo de su existencia.

Abordar la ciudad en su complejidad requiere atenderla en la intersección de esas dimensiones, esto es, tanto en las instituciones que la gobiernan y buscan darle un buen funcionamiento, como en el habitar poético de sus habitantes, que en sus prácticas cotidianas le confieren vida y prolongan su existencia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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