La dimensión social en la vida de las personas es tan importante como la salud física. De hecho, son numerosos los estudios que evidencian cómo la calidad de los vínculos y el sentido de pertenencia influyen en el bienestar en general, incluso en las tasas de mortalidad (Holt-Lunstad et al., 2010).
La conexión social se refiere al vínculo que las personas sienten en relación con los individuos y grupos sociales que las rodean. Lee y Robbins (1998) la definen como la percepción subjetiva de un individuo sobre sí mismo como una parte significativa de sus relaciones sociales y emocionales. Se trata de "una cognición de una cercanía interpersonal duradera con el mundo social" en su conjunto (Lee et al., 2001, p. 316). Saeri et al. (2018), por su parte, resumen que la conexión social tiene sus bases en la cantidad y diversidad de relaciones que le provean bienestar al individuo en tanto le brinden y permitan dar información, le proporcionen apoyo emocional y material, lo valoricen, fomenten su crecimiento y contribuyan a la construcción de un sentido de pertenencia, ya sea dentro de la familia, las amistades e incluso con extraños en la sociedad en general.
Smithson (2011) indica que la conexión social comprende la forma en que los individuos se vinculan con otras personas, y cómo se sienten y se ven a sí mismos con respecto a estos vínculos. Este sentimiento se construye a partir de las experiencias relacionales entre padres e hijos —incluso el apego desde el principio de la vida—, entre pares y con diferentes grupos. Estas relaciones proporcionan un sentido de identidad y de lugar en la sociedad. De este modo, las experiencias más positivas conducirán a un mayor sentido de conexión social (Lee & Robbins, 1995), lo que a su vez condiciona las relaciones presentes y futuras ya que dirige los sentimientos, los pensamientos y los comportamientos de los individuos en situaciones sociales (Lee & Robbins, 1998).
La conexión social es uno de los principales factores motivacionales detrás del comportamiento social (Satici et al., 2016) y es un predictor significativo del ajuste en esta dimensión dado que afecta las emociones, las cogniciones, las percepciones y las acciones de las personas en sus relaciones interpersonales (Duru & Poyrazli, 2011). Es por ello que las investigaciones sobre la conexión social hasta la actualidad se han enfocado principalmente en evidenciar cómo esta influye en el bienestar y en la salud mental de los individuos (Fink, 2014; Perkins et al., 2015; Saeri et al., 2018; Schwartz & Litwin, 2019). De hecho, la conexión social se relaciona positivamente con variables interpersonales adaptativas y tiene una relación inversa con variables interpersonales desadaptativas (Bloch, 2018). En esta línea, diversos estudios han demostrado cómo niveles bajos de conexión social se asocian a problemas de ansiedad, depresión, soledad, suicidio, baja autoestima y problemas de salud física (Cruwys et al., 2014a, 2014b; Holt-Lunstad et al., 2010; Lee & Robbins, 1998), sumado a que conducen al desarrollo de relaciones sociales no funcionales (Lee & Robbins, 1998) dado que las personas con baja conexión social tienden a evaluar sus relaciones de manera más negativa, son menos asertivas, luchan con la intimidad, tienen problemas para manejar sus necesidades y generalmente se sienten frustradas en el mundo social (Duru & Poyrazli, 2011; Lee et al., 2001).
Por el contrario, niveles altos de conexión social permiten que los individuos establezcan relaciones sociales funcionales, estables y positivas ya que consiguen establecer intimidad, mayor ganas de compartir y una atracción grupal más fuerte (Ijsselsteijn et al., 2003). Sentirse conectado con los demás implica sentirse cerca de otras personas, identificarse fácilmente con ellas y tener un mayor sentido de pertenencia social. Estas personas presentan mayor autoestima e identidad social, y buscan relacionarse dado que perciben a los otros como amigables y accesibles (Lee et al., 2011; Lee & Robbins, 1998). En este sentido, los estudios de Ashida y Heaney (2008) indican que las personas con sistemas de redes sociales más densos y con más miembros próximos reportan niveles más altos de conexión social percibida.
Diversas variables sociodemográficas condicionan el círculo social de las personas y cómo se vivencian esos vínculos. Con respecto al género, estudios sobre la conexión social de los adultos en los Estados Unidos demuestran que las mujeres presentan mayores probabilidades de experimentar niveles más altos de conexión social que los hombres (Cornwell et al., 2008). En esta misma línea, Antonucci et al. (2004) hacen hincapié en las diferencias de género en las relaciones sociales y en su estudio muestran que las mujeres reportan redes sociales cercanas más grandes y diversas en comparación con los hombres.
Por otro lado, varios estudios describen cómo las tendencias generales de socialización cambian lo largo de los años, debido a cambios individuales en las circunstancias de la vida, llamándolo efectos de la edad, y a diferencias generacionales (Ang, 2019). Por ejemplo, según Luong et al. (2011), numerosos estudios demuestran que el tamaño de las redes sociales, es decir, la cantidad de vínculos sociales, se va reduciendo con la edad pero que su calidad parece mejorar y que incluso son más satisfactorios para las personas. Fischer (2011) indica que al menos parte del cambio en las relaciones sociales a lo largo de las generaciones puede deberse a cambios demográficos en áreas como la educación, el estado civil y la paternidad. En relación con esto, estudios también han demostrado que la cantidad y la calidad de las relaciones sociales se relacionan de manera significativa con el estado civil, la educación, la pertenencia a grupos específicos y los ingresos económicos (Timpone, 1998).
Teniendo en cuenta que los vínculos sociales adoptan características particulares de acuerdo con ciertas variables sociodemográficas, el presente trabajo tiene como objetivo describir la conexión social en adultos argentinos de acuerdo con el género, la edad, la educación, el estado civil y la ocupación.
Muchos análisis en Ciencias Sociales se orientan a describir las diferencias en la población entre grupos según raza, género, ingresos o educación (Timpone, 1998). Conocer los fenómenos según estas variables representa un área importante de estudio por parte de los psicólogos debido a que no solo son descriptores, sino que permiten identificar poblaciones de alto riesgo, además de orientar las investigaciones en cada campo de estudio en particular (Matthews, 1989).
MÉTODO
Participantes
La muestra estuvo constituida por 399 adultos argentinos (56.6% mujeres, 41.9 % hombres, 1% otro, y 0.5% prefirió no manifestarlo). El rango de edad abarcó de los 19 a los 79 años (M = 39.46, DE = 12.09). En cuanto al estado civil, el 34.8% era soltero, el 54.4% estaba en pareja, el 10.5% separado o divorciado, y el 0.3% viudo. Con respecto al nivel de escolaridad, el 3.8% contaba solo con estudios primarios, el 36.6% estudios secundarios, y el 59.6% estudios universitarios. Con respecto a la ocupación, el 11.5% era independiente (incluyendo dueños de empresas), el 44.4% profesionales y técnicos en y sin relación de dependencia, el 20.3% empleados, el 5.3% jubilados o pensionados, el 6.8% desempleados y el 11.8% estudiantes. El método de muestreo fue no probabilístico autoelegido.
Materiales
Cuestionario de datos sociodemográficos.Se construyó un cuestionario ad hocpara recolectar información sociodemográfica de los participantes. El cuestionario está compuesto por preguntas cerradas sobre género, edad, nivel de escolaridad, profesión o empleo y estado civil.
Escala de Conexión Social- Revisada(Lee et al., 2001). La escala de conectividad social mide el sentido psicológico de pertenencia social. Está compuesta por 20 ítems que se responden utilizando una escala likert de 5 puntos (1 = Muy en desacuerdo a 5 = Muy de acuerdo). Los estudios con muestras estadounidenses dan cuenta de una estructura unidimensional con valores excelentes de confiabilidad (α = .94). Se utilizó la versión validada para adultos argentinos por Morán et al. (2020).
Procedimiento
La recolección de los datos se realizó en línea, utilizando la plataforma Google Forms. Con respecto a la participación en el presente estudio, se distribuyó de manera azarosa una invitación a través de las redes sociales a aquellas cuentas de personas mayores de edad de Argentina. Se les informó a los participantes acerca del propósito del estudio previo a su participación, y no se habilitó el ingreso a los cuestionarios hasta que manifestaran su conformidad con el formulario de consentimiento informado. En este, se describió el objetivo, la voluntariedad de su participación y la naturaleza confidencial de los datos.
Análisis de datos
Se calcularon medidas de tendencia central y de dispersión para cada grupo. Luego, se analizaron si existían diferencias significativas para cada variable mediante prueba t y ANOVA, con análisis de tamaño del efecto propuesto por Cohen (1988). Este es pequeño cuando adopta valores entre .20 y .49, mediano para valores entre .51 y .79 y grande para valores mayores a .80.
RESULTADOS
En primer lugar, se calcularon las medias y desviaciones estándar para cada para cada grupo en cada variable (Tabla 1). Como puede observarse, el valor mínimo obtenido fue 34 y el valor máximo fue 119. Después, se llevaron a cabo estudios comparativos entre los grupos.
n |
Min |
Max |
M |
DE |
|
---|---|---|---|---|---|
Género |
|||||
Mujer |
226 |
36 |
119 |
89.00 |
17.67 |
Hombre |
167 |
34 |
118 |
87.46 |
17.67 |
No reportado |
2 |
64 |
86 |
75.00 |
15.56 |
Otro |
4 |
65 |
74 |
67.75 |
4.19 |
Edad |
|||||
19 - 30 |
101 |
36 |
111 |
84.01 |
17.91 |
31 - 40 |
115 |
34 |
117 |
90.47 |
17.95 |
41 - 50 |
90 |
60 |
119 |
92.86 |
12.84 |
51 - 60 |
83 |
36 |
118 |
83.52 |
20.17 |
61 - 70 |
8 |
84 |
108 |
99.00 |
8.96 |
70+ |
2 |
77 |
94 |
85.50 |
12.02 |
Estado civil |
|||||
Soltero |
139 |
36 |
117 |
84.83 |
17.60 |
Casado |
217 |
36 |
119 |
90.21 |
16.76 |
Separado/divorciado |
42 |
34 |
115 |
87.33 |
21.18 |
Viudo |
1 |
106 |
106 |
106.00 |
|
Nivel Educativo |
|||||
Primario |
15 |
43 |
104 |
82.27 |
18.44 |
Secundario |
146 |
34 |
118 |
83.92 |
19.61 |
Universitario |
238 |
36 |
119 |
90.98 |
15.78 |
Ocupación |
|||||
Independiente |
46 |
65 |
115 |
94.13 |
13.39 |
Profesional |
177 |
39 |
119 |
91.80 |
14.96 |
Empleado |
81 |
43 |
118 |
84.57 |
18.29 |
Jubilado |
21 |
36 |
108 |
88.57 |
19.12 |
Desempleado |
27 |
34 |
111 |
79.04 |
22.66 |
Estudiante |
47 |
36 |
110 |
79.11 |
20.12 |
Con respecto al género, se encontró que las mujeres presentaron una media más alta que los hombres, pero estas diferencias no fueron significativas (t = .86; p= .39). El resto de las categorías no se compararon por tener pocos casos.
En cuanto a la edad, se dividió la muestra en décadas y se encontraron diferencias significativas entre los grupos (F= 4.73, p< .001) con tamaño del efecto pequeño (ƞ2 =. 06). Como se observa en la Figura 1, los resultados de las pruebas post hoc indicaron diferencias significativas entre el grupo de 41 a 50 años con respecto al grupo de 19 a 30 años (p < .01) y al grupo de 51 a 60 años (p < .01). Teniendo en cuenta estos resultados, y considerando que podrían influir en los resultados posteriores referidos a las variables estado civil, educación y ocupación, se incluyó la variable edad como covariable en los análisis realizados. Esta técnica permite determinar si existen efectos significativos sobre la variable dependiente del ANOVA (conexión social) de otras variables no incluidas como factores en el análisis (Kesselman et al., 1998).
A continuación, se analizó la conexión social según el estado civil (Figura 2). Se encontraron diferencias significativas (F = 4.02, p < .05) entre los grupos con tamaño del efecto pequeño (ƞ2 = .02). Estas diferencias se observaron en especial entre las personas solteras y las personas que están en pareja, quienes presentaron mayores puntajes. Las personas viudas no fueron incluidas en el análisis ya que solo se contaba con un participante en esta categoría. El efecto de la edad fue no significativo (p= .56).
En relación con el nivel educativo (Figura 3), se encontraron diferencias significativas entre los grupos (F = 8.33, p <.001) con tamaño del efecto pequeño (ƞ2 =. 04). Las pruebas post hoc indicaron que las diferencias se manifiestan entre personas con estudios universitarios y quienes tienen nivel secundario. El efecto de la edad fue no significativo (p = .98).
Por último, se analizó la conexión social según ocupación (Figura 4). Se encontraron diferencias significativas entre los grupos (F = 5.04, p < .001) con tamaño del efecto pequeño (ƞ2 = .09). Las pruebas post hoc indicaron que quienes son independientes presentan puntajes mayores que las personas desempleadas (p< .01), que los estudiantes (p < .001) y que los empleados (p< .01). Por otro lado, también se observaron diferencias significativas a favor de los profesionales en relación con los desempleados (p < .01), los estudiantes (p < .001) y los empleados (p < .01). El efecto de la edad fue no significativo (p = .35).
DISCUSIÓN
La importancia de la conexión social para la salud mental y el bienestar en general ha sido ampliamente evidenciada a lo largo de los últimos años (Fink, 2014; Saeri et al., 2018; Schwartz & Litwin, 2019). Por otro lado, también se han realizado investigaciones que demuestran el rol mediador de la conexión social en diversos procesos de ajuste social (Bloch, 2018; Duru & Poyrazli, 2011; Macrynikola et al., 2018; Satici et al., 2016; Schwartz & Shrira, 2018; Stavrova & Luhmann, 2016). A pesar de estos avances, no se reportan trabajos que describan la conexión social en diferentes grupos poblacionales según variables sociodemográficas centrales para el estudio de fenómenos relacionados con la salud. Sumado a ello, en Latinoamérica las investigaciones sobre conexión social son escasas y se orientan, en especial, al funcionamiento social y no a este concepto. Por ello, el presente estudio tuvo como objetivo realizar un análisis descriptivo de la conexión social de adultos argentinos según género, edad, nivel educativo, estado civil y ocupación.
Con respecto a la conexión social de acuerdo con el sexo, si bien las mujeres presentaron una media más alta que los hombres, esta diferencia no fue significativa. Este resultado parece no coincidir con los hallazgos de investigaciones previas que indican que las mujeres presentan mayores niveles de conexión social que los hombres (Cornwell et al., 2008). Los resultados de estos estudios se fundamentan en que los hombres suelen tener redes sociales más pequeñas e intercambios de apoyo social menos frecuentes con familiares y amigos (Fuhrer & Satansfeld, 2002). Sin embargo, otros estudios han encontrado pocas diferencias claras entre mujeres y hombres sobre la conexión social. Por ejemplo, Lee y Robbins (1995) no encontraron diferencias según sexo en la validación de su Escala de Conexión Social, lo que fue confirmado en estudios sobre este instrumento en adultos argentinos (Morán et al., 2020). Por otro lado, Floyd (1996) encontró que cuando se preguntaba directamente a los estudiantes universitarios qué tan cercanos se sentían a los demás, las mujeres y los hombres no difirieron en sus respuestas. Finalmente, Lee y Robbins (2000) encontraron que tanto hombres como mujeres valoran y experimentan la conexión social de manera similar, pero difieren en los tipos de disposiciones sociales que contribuyen a esta cercanía interpersonal. Con respecto a esto, Baumeister y Sommer (1997) afirman que las mujeres desarrollan la conexión a través de la intimidad y la proximidad física con los demás, mientras que los hombres la desarrollan a través de la comparación social con otros.
De acuerdo con los resultados de este trabajo, existen diferencias significativas en la conexión social entre las personas de 41 a 50 años con respecto a los más jóvenes y al rango de 51 a 60 años. Tal como indican estudios previos, el sentido de conexión social no disminuye significativamente con la edad (Luong et al., 2011). Los niveles más bajos se observan en edades más tempranas y en la década correspondiente a los 50 años. Sobre esto, Ang (2019) evidenció que la participación social formal (por ejemplo, participación en la comunidad, en grupos y en organizaciones) en general aumenta en la edad adulta temprana y tardía, aunque presenta una disminución alrededor de los 55 años, y, por el contrario, la participación social informal (amistades, familia) disminuye en los mismos rangos de edad. No obstante, este proceso de reducción de las redes sociales y del contacto con amigos y familiares está impulsado en parte por el deseo del individuo de entablar menos relaciones pero más profundas (English & Carstensen, 2014), lo que incrementa el sentido de conexión social. De hecho, otros estudios revelan que los adultos mayores experimentan emociones más positivas en sus vínculos sociales que los adultos más jóvenes (Charles & Piazza, 2007), y reportan una mayor satisfacción y menos experiencias negativas en sus interacciones sociales (Birditt & Fingerman, 2003). Con respecto a lo que acontece en la mediana edad, Blieszner y Ogletree (2018) indican que se trata de un periodo de revisión en diferentes dimensiones de la vida de las personas, y es en ese período cuando las relaciones cercanas comienzan a depender no solo de sus interacciones sociales y otros aspectos del desarrollo personal a corto plazo sino también de los efectos a largo plazo de las experiencias relacionales anteriores.
Con respecto al estado civil, las personas casadas presentaron niveles de conexión social significativamente mayores que las personas solteras. Al respecto, Ermer y Proulx (2018) afirman que el matrimonio y la convivencia conllevan beneficios en términos de apoyo social, y es posible que las personas no dependan necesariamente del apoyo de sus familiares y amigos externos a la pareja. En este sentido, Ang (2019) demostró que las personas casadas tienen niveles más altos de participación social formal, pero niveles más bajos de participación social informal. Así, los adultos sin pareja comprenden un grupo diverso, incluidos los divorciados, viudos y solteros, que probablemente tengan redes sociales compuestas sobre todo por amigos en comparación con quienes están casados (Fiori et al., 2007). No obstante, esto solo indica que quienes no están casados se valen de los beneficios de vínculos diversos, pero no explica las diferencias encontradas en este estudio, por lo que sería pertinente realizar estudios específicos al respecto.
En relación con el nivel educativo y la profesión, se halló que aquellos que poseen estudios universitarios presentan mayores niveles de conexión social que quienes tienen hasta el nivel secundario. Esto se asocia a que también se encontró que quienes son profesionales y dueños de empresas presentan mayores niveles de conexión social que quienes son empleados, desempleados o estudiantes. Al respecto, si bien no se informan antecedentes que expliquen estas diferencias, es importante destacar el estudio de Kohli et al. (2009) que indica que la dinámica de las relaciones sociales está influenciada de manera positiva por la edad, por el nivel educativo y por la salud, es decir, por los recursos y las necesidades de las personas. En esta línea, Schwartz y Litwin, (2019) encontraron que la apertura a establecer vínculos sociales se incrementa a mayor nivel educativo. En otro orden, Timpone (1998) afirma que las relaciones sociales también afectan la vida laboral de las personas al punto que el acceso y el desempeño en el mercado laboral se ven muy influenciados por la cantidad y la calidad de las relaciones sociales con las que los individuos cuentan. No obstante, Choi et al. (2019) informaron que el acceso a los recursos laborales no incrementa la sensación de conexión social.
El presente trabajo presenta datos preliminares que describen la conexión social en adultos argentinos según variables sociodemográficas. Si bien las diferencias encontradas se relacionan con las características de los vínculos sociales de cada grupo, resulta imprescindible profundizar en la manera en la que los individuos de cada estrato experimentan sus vínculos, cuál es su sentido de pertenencia, el apoyo social percibido y otros aspectos vinculados con la conexión social. Por otro lado, también sería importante replicar estos análisis con muestras más amplias que permitan obtener mayor variabilidad en las puntuaciones así como también incrementar los participantes de alguno de los grupos. Esta es una limitación del estudio, a la que se le agrega que la recolección de los datos fue en línea, excluyendo a individuos que no participan de redes sociales cibernéticas (como Facebook o Instagram) o acceden a Internet. En este sentido, próximos estudios deberían incluir a estos participantes para ser más representativos.
En conclusión, a pesar de las limitaciones mencionadas y teniendo en cuenta que no se reportan análisis de este tipo a nivel regional ni internacional, el presente trabajo se constituye como un aporte valioso y como un punto de partida para nuevas investigaciones que profundicen en el estudio de la conexión social de acuerdo a estas variables.