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Delito y sociedad

versión impresa ISSN 0328-0101versión On-line ISSN 2468-9963

Delito soc. vol.30 no.51 Santa Fé jun. 2021

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.14409/dys.2021.51.e0034 

Comentario de libro

Comentario a Sarah Ahmed: Vivir una vida feminista - Buenos Aires: Caja Negra, 2021

1Universidad de Buenos Aires

Ahmed, Sarah. 2021. Caja Negra, 2021 , Buenos Aires:

El libro Vivir una vida feminista fue publicado originalmente en inglés en el año 2017. En febrero de 2021 fue traducido al español por la escritora y periodista argentina Tamara Tenembaum y publicado por la editorial Caja Negra, acercando esta cautivadora obra de Sarah Ahmed al mundo hispanohablante.

La autora es una académica y escritora feminista. Sus áreas de estudio se centran principalmente en las políticas queer, las luchas antirracistas y el poscolonialismo, y aborda estas problemáticas desde el marco teórico del feminismo interseccional.

El libro está estructurado de forma que explora consecutivamente el proceso de producción de sentido del devenir feminista. La estructura formal de la obra consta de una introducción, tres partes compuestas por tres capítulos cada una y dos apartados a modo de conclusión.

Vivir una vida feminista es un manifiesto personal que se propone exponer la violencia del orden patriarcal y racista contemporáneo. Desde un proyecto epistemológico cuyo objetivo es escribir desde lo propio, la autora sostiene que lo personal es tanto teórico como político. Por eso escribe este texto en primera persona e incluye relatos de su propia historia como lesbiana racializada e hija de un matrimonio mixto pakistaní. En un tono confesional nos despliega sus experiencias personales, desde las cuales reivindica que el conocimiento práctico es igual de valioso que el teórico, siendo «la experiencia corporizada del poder la base para construir conocimiento» (2021:35).

Un aspecto extremadamente interesante de Vivir una vida feminista es la política que tiene la autora de no citar a ningún varón blanco a lo largo de su libro. Aquí se refiere a los hombres blancos como una institución y no en particular, y nos cuenta cómo prefiere «citar a aquellas personas que han contribuido a la genealogía del feminismo y el antirracismo, trabajos que han sido dejados de lado u olvidados demasiado rápido» (2021:46) por ejemplo las obras de escritoras negras feministas como Audre Lorde, bell hooks y Gloria Anzaldúa, entre otras. Para Ahmed citar es construir una memoria feminista, y por eso decide construir un edificio filosófico a partir de su involucramiento con la historia de las ideas.

La autora recupera el desarrollo teórico de Judith Butler en Cuerpos que importan1 e invita a pensar el proceso feminización como un mecanismo social con expectativas a cumplir, implícitas e irrenunciables. Estas distinciones que sufren algunos cuerpos están basadas en un «fatalismo de género» que, en forma de secuenciación progresiva, propone el binarismo sexual como único destino posible (2021:62). El fatalismo de género se apoya desde el principio en un falocentrismo que funciona como orden y prediccion para las personas que habitan el sistema heteronormativo patriarcal. Pensando lo personal como estructural y estableciendo que la teoría se construye desde el lugar que ocupan las personas en el mundo, la autora ilustra el «cómo ser» de este colectivo, que implica que las feministas hagan de «sí mismas» su causa, apareciendo ante ojos ajenos como la causa de los problemas en contra de los que se manifiestan.

La autora explica en la parte I del libro «Hacerse feminista», la formación de una voluntariedad y subjetividad feministas. Allí aparece la figura más importante e interesante que nos introduce el libro: las feministas aguafiestas. A ellas les dedica la obra.

Las feministas aguafiestas asumen la labor política de visibilizar las injusticias y sufrimientos producidos por “un mundo que reproduce la violencia porque la justifica” (2021, p. 72). A partir de estas formulaciones ella explica las críticas, la exclusión y el sufrimiento que padecen quienes denuncian la violencia ejercida por un sistema racista, patriarcal, capacitista y heteronormativo. La feminista aguafiestas no está dispuesta a hacer de la felicidad de los otros su causa y por eso ella causa infelicidad, postula Ahmed. Su voluntariedad e insistencia es interpretada como un afán por causar disturbios, por lo tanto «la desobediencia en sí misma deviene un defecto» (2021:130).

La autora expone cómo el género deviene una cuestión de consecuencias, y cómo «sufrir las consecuencias de un juicio puede depender de quien seas y no de lo que hagas» (2021:133).

En la parte II del libro «Trabajo de diversidad», la autora explora la materialidad de la resistencia a la transformación feminista, especialmente en el ámbito institucional. Ella experimentó esta resistencia al renunciar a su puesto de trabajo en la universidad de Goldsmiths cuando la institución se negó a abordar la problemática de acoso sexual en la facultad.

Utilizando la metáfora de un sólido muro de ladrillos que le cierra el paso a algunas personas, Ahmed explica cómo los cuerpos son fronteras, cómo sólo algunos tienen permiso para pasar y sobre todo, cómo estos muros resultan invisibles para aquellos a quienes no detienen.

En la parte III «Vivir con las consecuencias», Ahmed explora los efectos describirse feminista, abordando la problemática nuevamente desde la dimensión de la materialidad. En este caso investiga el desgaste de vivir una vida feminista, deteniéndose particularmente en el concepto de «fragilidad» a partir del cual piensa cómo los objetos, los cuerpos, las relaciones y los refugios tienden a romperse fácilmente para quienes forman parte de este colectivo.

Posteriormente nos habla del proceso de quiebre feminista, desde el cual expone que las feministas adquieren colectivamente tendencias que les permiten romper lazos que las dañan e invertir en nuevas posibilidades. De esta manera, el proceso resulta un método de distribución de información para hacer tangible la violencia invisibilizada de la que nos habla la autora a lo largo de toda la obra. Ella propone el quiebre como una forma de impaciencia colectiva cuyo objetivo es «abrirle los ojos al mundo» (2021:367) y denota una forma de relacionarse con la ruptura que no aspira a la restauración, sino que propone a la misma crisis como apertura y oportunidad.

Es así que las consecuencias de ser feminista no radican únicamente en el agotamiento que sufren los cuerpos militantes sino también la energía y los recursos que encuentran para no abandonar el movimiento. El feminismo aparece «como una forma de manejar ese sexismo que se dirige contra nosotras y que nos condujo a hacernos feministas en primer lugar. Feminismo: lo que necesitamos para lidiar con las consecuencias de ser feministas» (2021:288).

A modo de primera conclusión, la autora se propone acercar a lxs lectores estos recursos feministas de los que habla en el tercer apartado y ofrece un «Kit de Supervivencia» orientado hacia el autocuidado. En este kit ella incluye: libros, objetos, herramientas, tiempo para descansar y recuperar las energías de persistir en el rol de la feminista aguafiestas. También agrega la importancia de detenerse en los aspectos valiosos de la vida por los que vale la pena luchar, notas de autorización para ausentarse de situaciones que parezcan excesivas, sentido del humor, sentimientos, y otras aguafiestas para tener compañía que permitan repensar las conductas desde nuevas perspectivas feministas.

La obra finaliza con una explicitación del valiente manifiesto aguafiestas que la autora construye a lo largo de Vivir una vida feminista. En esta declaración de principios Ahmed proclama su intención de hacer perceptible un nuevo orden de las ideas, enmarcado en su objetivo teórico de entender los regímenes globales de producción de lo sensible.

La autora explica que un manifiesto es un quiebre feminista porque tiene como objetivo causar disturbios, alterar el orden blanco heteropatriarcal al que está arraigado el mundo contemporáneo.

Ella piensa a las feministas aguafiestas como manifiestos vivientes porque las considera «políticas de transformación». Estos intentos políticos de provocar la caída de un sistema no pueden separarse del modo en que las personas habitan el mundo desde el lugar que se les asigna, y tampoco pueden separarse del lugar que ellxs desean ocupar.

Así, Ahmed concluye que el feminismo es praxis porque las feministas «llevamos a la práctica el mundo que queremos» (2021:446).

Notas

1 Butler, J. (1993) Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del «sexo». Reino Unido: Routledge.

Recibido: 30 de Abril de 2021; Aprobado: 20 de Mayo de 2021