La enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID-19) puede provocar una gran variedad de problemas de salud crónicos. La totalidad de casos reportados en Argentina asciende a más de 9 millones de personas. La enfermedad no es limitada en el tiempo, ya que los sobrevivientes de la misma enfrentan el riesgo de secuelas a largo plazo que incluyen manifestaciones respiratorias, neuropsiquiátricas, cardiovasculares, hematológicas, gastrointestinales, renales y endócrinas, también referidas como “COVID prolongado”.1,2
Pese a que todavía no se ha llegado a un consenso para definir el síndrome COVID-19 prolongado, los problemas de salud informados con frecuencia son fatiga relacionada con una nueva enfermedad, disnea o deficiencias neuropsicológicas, con una alta prevalencia de trastornos psicológicos como niveles elevados de estrés, ansiedad y depresión.3,4,5 Si bien las secuelas suelen ser más pronunciadas en pacientes que cursaron la enfermedad grave y necesitaron tratamiento en una unidad de cuidados intensivos, existe gran cantidad de datos sobre el impacto negativo a largo plazo en la salud de los pacientes con COVID-19 con enfermedad leve o moderada hasta los que no requirieron hospitalización.6
Por tal motivo y ante los déficits o secuelas experimentadas por los pacientes, se debe ofrecer programas de Rehabilitación Pulmonar (RP), ya que han demostrado beneficios en la reducción de la disnea, aumento de la tolerancia al ejercicio y mejoría en la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) en pacientes con patología respiratoria crónica.7
Actualmente, las guías y documentos proponen a la RP tanto en la fase aguda como a largo plazo. Estas recomendaciones se basan, en la mayoría de los casos, sólo en el consenso de expertos con baja evidencia de estudios dedicados que evalúen los efectos beneficiosos de la rehabilitación hospitalaria o ambulatoria en pacientes que sufren problemas de salud relacionados a la COVID-19.8
En una revisión sistemática, Negrini et al. determinaron que el nivel de evidencia de la RP en pacientes con COVID-19 es bajo.9
Dos estudios anteriores investigaron la RP en pacientes con COVID-19. Uno de ellos realizó un seguimiento prospectivo de 24 casos leves a moderados y 26 de graves a críticos.10,11El segundo es un estudio de cohorte observacional prospectivo que incluyó pacientes consecutivos ingresados en un centro de RP ambulatoria por síntomas persistentes después de la COVID-19.11 Ambos estudios concluyen que la RP es una opción terapéutica factible, segura y eficaz en pacientes con COVID-19, ya que la capacidad de ejercicio, el estado funcional, la disnea, la fatiga y la calidad de vida mejoraron luego de la intervención.
En este número de laArgentinian Journal of Respiratory and Physical Therapy, Rapela et al. publican un estudio observacional, descriptivo y retrospectivo sobre la RP ambulatoria en sujetos con secuelas pos-COVID-19. El programa se desarrolló durante 4 semanas como mínimo, 2 veces por semana, sumado a un plan de actividad física diaria en su hogar. Los componentes del programa de RP consistieron en el entrenamiento de la fuerza y resistencia. Las variables evaluadas al inicio y al final del seguimiento fueron “funcionalidad”, mediante el Sit to Stand test 1 minuto (STS-1min) y el Timed Up and Go test (TUG), la “calidad de vida”, evaluada a través del cuestionario autoadministrado RAND-36 y el “estado físico”, que se evaluó con la escala Patient Specific Functional Scale (PSFS).
Una observación fundamental sobre el trabajo, es que el tiempo del programa de RP fue de 4 semanas. Los autores manifiestan que ello fue debido a que los sujetos recuperaban su estado funcional previo a la COVID-19 y regresaban a sus actividades laborales. Cabe señalar que ninguno de los sujetos requirió cuidados intensivos y sólo 8 de los 17 estudiados fueron hospitalizados con requerimientos de oxígeno suplementario. No tengo claro qué sucedería con programas de entrenamientos tan cortos en sujetos que cursaron la enfermedad de forma grave, ya que en estos últimos las secuelas suelen ser más pronunciadas y las recuperaciones naturales de la enfermedad, más lentas. Esto dificulta el análisis de subgrupos para examinar las diferencias en el resultado y el curso de la enfermedad estratificado por las características del paciente. Sin embargo, aunque no se puede descartar un cierto efecto de recuperación natural, considero que estas mejorías pueden estar relacionadas con el impacto del programa de RP desarrollado por los autores, ya que los sujetos alcanzaron este aumento significativo en la funcionalidad y calidad de vida a las 4 semanas del comienzo de la RP, pese a que los síntomas pueden persistir durante un período aún más prolongado.
Otra consideración importante, es que los autores no proporcionaron datos sobre la planificación y métodos del entrenamiento de la resistencia aeróbica, y graduaron intensidad del ejercicio mediante la disnea referida por el sujeto, variable que no fue considerada en el resultado.
En sujetos que experimentan síntomas prolongados que afectan la vida laboral, social y hogareña, sería de interés tener en cuenta un programa de educación y automanejo de la enfermedad, ya que el mismo ha demostrado ser un componente esencial de la RP.12)
Resulta de interés que la/los autora/es tengan en cuenta test funcionales cortos. Los mismos son evaluaciones que en algunos casos suelen no ser convencionales dentro de los programas de RP.13 Sin embargo, en los últimos años, han tomado relevancia, ya que son pruebas válidas y aplicables principalmente en momentos de restricciones de tiempo, recursos y capacidad de ejercicio de los sujetos limitada, como puede ser el contexto de una pandemia.
Se debe felicitar a Rapela L et al. por realizar rigurosamente este estudio en momentos difíciles para los profesionales de la salud. Es uno de los primeros trabajos realizados en Argentina que proporciona datos convincentes de que la RP individualizada es una estrategia de tratamiento fundamental para los sobrevivientes de COVID-19 con síntomas persistentes o progresivos. El estudio muestra que la RP es factible, segura y beneficiosa para mejorar la funcionalidad y la calidad de vida en sujetos con secuelas persistentes debido a la enfermedad o síndrome pos-COVID-19.