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El taco en la brea

On-line version ISSN 2362-4191

Taco brea  no.18 Santa Fe  2023

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.14409/eltaco.2023.18.e0128 

Apuntes

Sobre: La vida se complica cuando se hallan escombros a cada paso, de Raul Antelo. Vera cartonera, colección Testimonios, 2023.

1Universidad de Buenos Aires

2Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Antelo, Raul. La vida se complica cuando se hallan escombros a cada paso. 2023. Vera cartonera, Argentina:

Raúl Antelo o la logología antropoemática de la vida

Sigmund Freud sostenía que, en el fondo, toda biografía resulta un imposible. Entendemos que llevaba la razón. Al mismo tiempo, las vanguardias de la primera mitad del siglo XX estimaban que, al contrario, era factible una psico‒geografía. Me gustaría proponer que, con el libro de Raúl Antelo, nos hallamos ante una novedosa y, sin duda, una de las más sutiles maneras de narrar una vida: la autobiografía como psico‒grafía de una forma‒de‒vida. Antelo es el portador de un nombre que cifra un tiempo histórico como totalidad y produce la apertura hacia un futuro para quien quiera aventurarse. Pocas veces es posible encontrar semejante poder de evocación pero, tratándose de un pensador filosófico, crítico literario, historiador del arte y de las vanguardias así como el cultor de un estilo literario único en su género, nada puede minimizar el hecho de que estamos ante una figura intelectual sin la cual, probablemente, no podríamos adentrarnos a analizar la literatura y el pensamiento latinoamericanos como lo hacemos hoy.

En este sentido, la autobiografía de Antelo se revela como una necesidad. El texto, a la vez conmovedor y contundente en su erudición humanística es, sin lugar a duda, uno de los testimonios más valiosos y prominentes que se puedan leer sobre el mundo antes de su clivaje de los últimos años hacia un tecnocracia planetaria que pretende dejar fuera de juego a las Humanidades que, precisamente, Antelo nutrió como ningún otro. El autor nos muestra, con las varias noches oscuras de la política y de la huella personal que debió atravesar entre la Argentina y Brasil, el ejercicio de una capacidad inigualada de lograr ese arte superior que consiste en que el recuento de una vida se despliegue en el enjambre de los textos y en los intersticios de los libros, las instituciones, los grandes nombres del pensamiento y de las letras sin tampoco olvidar a los aparentemente desconocidos del canon.

El recorrido de Antelo se divide en tres partes, ¿Me haré? donde la lengua desborda recordando los gestos de Lacan, Zenón que intima en el trauma dictatorial argentino y se eleva hasta la contestación, desde una «filología de la vida», del sistema mundial que produce vidas sacrificables en todo tiempo y lugar. Seguidamente, el florilegio inventivo de Whistle‒blower resulta fulgurante y es un auténtico hallazgo dorado que une la vida, la política y la inquietud por el presente, dado que las referencias de Antelo desconocen las listas anquilosadas: Julian Assange o Edward Snowden, pasados por la criba de la archifilología, pueden convivir con Walter Benjamin o Aby Warburg. Su reunión no es azarosa sino que forman parte de un método razonado y de una de las novedades teóricas más fructíferas de los últimos años en el campo del pensamiento: la «archifilología» que nuestro autor ha cultivado como el ápice de su capacidad de pesquisa y reflexión.

Nadie como Antelo puede encontrar el hilo de Ariadna que une los cabos más sueltos del pensamiento y los polos más inesperados que se aúnan en los archivos que nadie ha sabido escudriñar antes que él. La filosofía hindú había propuesto, en sus textos más remotos y exquisitos, que todas las partes del cosmos y los destinos humanos, estaban regidos por conexiones secretas que el sánscrito denominaba bandhu. En este sentido, Antelo es un brahamán de los archivos pues nadie ha sabido, como él, encontrar los contactos que unen a los archivos más dispares abriendo sendas tan nuevas como inesperadas para el pensamiento. Por ello se torna ahora más claro que con Antelo es imposible construir una biografía tradicional. Solo una autobiografía se revela factible dado que solo él puede encontrar las bandhu que conectan los pasadizos de su vida con el tejido del mundo.

Los episodios de esta psico‒grafía de Antelo surgen pródigos, desde libros de infancia descritos con la maestría del bibliómano pasando por las clases heideggerianas con Carpio, hasta su relectura de la literatura brasileña en todos los impensables vínculos que la unen o la espejan con su homónima argentina. Existe finalmente en el libro una coda decisiva que nos recuerda que todo el trabajo crítico de la logología es indisociable de una filología de la vida. Pero la vida que debe someterse primero a crítica es la propia. Este es el camino que, sin complacencia, sigue el propio Antelo que, con no poca melancolía, le permite concluir que los escombros se apilan alrededor de una (su) vida. Ahora bien, por ello mismo, la vida se transforma en la única apuesta posible. Y quizá no es aventurado señalar que literatura es la más alta forma de alcanzar esa vida con el amor al lógos (la filo‒logía) si este deviene crítica del fundamento y se hace archifilología.

Una vez que la lectura atraviesa los meandros de un libro cuyas capas geológicas se superponen unas sobras las otras, se puede constatar que lo escrito por Antelo no da cuenta solo una vida inigualable en su singularidad, la suya, sino que precisamente por ese mismo hecho, es el testimonio de una generación, la última que, desde mi punto de vista, conoció el auténtico sentido del estudio, del saber y, no menos importante, de los placeres de la vida auténtica. Al resto nos han tocado escombros, por retomar una expresión suya, salvo que textos como los de su autoría nos llaman a despertar y a actuar. Si no se escucha hoy ese llamado, se escuchará mañana o pasado mañana. Es necesario, por eso, que el texto esté allí. Nuevamente, esta escritura y su publicación se erigen como una necesidad política.

En este sentido, nos hallamos ante uno de los textos más bellos, inspiradores e ineludibles que ha emergido en los últimos años. Una vida, una obra, una época y una lucha en el presente mediada por una tradición que sostiene a la palabra. Por eso, leyendo a Antelo, también queda bien en claro por qué se ha posicionado como nuestro maestro y en qué sentido solo una «filología de la vida» puede ser una escritura válida de la vida más allá de toda biografía convencional. La escritura de Antelo no es solo grafo de lo viviente sino que, al contrario, nos confronta con una retahíla de invenciones en las que el lógos se deja agenciar por la vida y, entre ambos, sellan una co‒pertenencia donde el lenguaje no imprime la huella de su grafía sino que permite la inscripción de la vida en el habitar de un lenguaje que la cobija. De una forma‒de‒vida nada se puede predicar apodícticamente sino que solo es posible nominarla y mostrarla. Antelo nos propone, con maestría inigualada, una puesta en acto de ese gesto.

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