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Apuntes de investigación del CECYP

versión On-line ISSN 1851-9814

Apunt. investig. CECYP vol.24 no.2 Buenos Aires dic. 2014

 

TALLER

¿Un plan de "estaño"* o un plan inyectable? Los significados del consumo de anabólicos entre los fierros de los gimnasios porteños

 

Alejandro Damián Rodríguez**

* "Estaño" es la abreviatura de estanozolol, un fármaco anabolizante que estimula la síntesis proteica y cuyo efecto se manifiesta en un aumento del índice de masa corporal. Es uno de los esteroides más populares en los gimnasios porteños. Si bien puede ser administrado de forma inyectable, la ingesta de estanozolol por vía oral parece ser el plan más frecuente, sobre todo entre quienes hacen sus primeras experiencias con los anabólicos.
** CIS-IDES / Becario Doctoral CONICET


Resumen

Este trabajo analiza los significados asociados al consumo de sustancias anabólicas paraun grupo de hombres jóvenes que los utilizan y/o los utilizaron en el pasado y que entrenanhabitualmente entre los fierros de un gimnasio sin intenciones competitivas.Todo el trabajo es resultado de una investigación etnográfica llevada a cabo durante elperíodo 2002-2012 en varios gimnasios porteños donde interactué mayormente con hombresde entre 16 y 40 años, en su mayoría solteros, de posiciones socioeconómicas relativamenteacomodadas que podrían ser encuadrados como pertenecientes a los sectoresmedios y altos de la población.Se argumenta que el uso de anabólicos, lejos de constituir una patología, una adiccióny/o una conducta desviada constituye un eslabón más dentro de un conjunto amplio deprácticas de consumo de bienes materiales y simbólicos relacionadas entre sí, entre lasque sobresalen el consumo de alimentos reorganizado para la práctica de los fierros y laincorporación a la dieta de suplementos alimenticios diversos, pero que también podríaextenderse a cierto tipo de consumo de indumentaria deportiva.Esta perspectiva de análisis refuerza un acercamiento económico para entender la prácticade consumo de drogas anabólicas, liberándola de la pesada carga de la adicción patológica.

Palabras clave Gimnasios; Entrenamiento; Anabólicos


 

En el año 2007, un fisicoculturista reconocido fallece después de finalizado un torneo en el que había quedado segundo. Un año antes, otra fisicoculturista de renombre había muerto minutos antes de subir a competir. Según la crónica policial, en el primer caso el atleta sufrió un paro cardiorespiratorio luego de haber ingerido "diecinueve comidas distintas acompañadas de catorce postres" (Infobae.com 14-11-2007). Luego, se diría también que se inyectó insulina, verdadera razón de la muerte. En el segundo ejemplo, el deceso, también según el informe periodístico, ocurrió por un paro cardiorrespiratorio, que parece haber estado más vinculado a la falta de hidratación del cuerpo (en las horas anteriores a la competencia la atleta habría ingerido pocas cantidades de agua y/o solo agua destilada) y al consumo de diuréticos y efedrina.

Debido a lo trágico de ambas muertes -dos personas muy jóvenes pierden la vida debido al "exceso de entrenamiento físico", los desórdenes alimenticios y el consumo de drogas-, la prensa, como ya había ocurrido antes otras veces, hizo extensivo el problema hacia todo lo relacionado con los establecimientos gimnasios, especialmente los porteños, para resaltar los peligros que "se ciñen sobre nuestra juventud" (sic), que a diario concurre a estos lugares, y que podría caer fácilmente en las "redes de vendedores inescrupulosos de sustancias" (sic). Todo esto aún cuando los fallecidos eran fisicoculturistas de élite, lo cual los diferenciaba de la mayoría de las personas que concurren a entrenar a un gimnasio con intenciones deportivas amateurs, recreativas o de socialización grupal. Sin embargo, y a pesar de lo impreciso de la comparación, podemos indicar que los medios de comunicación sí tenían razón en algo.

El consumo de anabólicos en los gimnasios porteños ya no atañe solamente a quienes compiten en fisicoculturismo, sino que también se ha extendido a un nutrido grupo de personas -especialmente varones jóvenes de clase media y alta- (LaRazon.com.ar 12-10-2007) que lo hace únicamente por motivos estético-corporales.

Si esto es cierto y el consumo se ha extendido fuera de los límites de la competencia deportiva1, ¿por qué razón ha acontecido? Además ¿para qué y con qué objetivos consumen anabólicos estas personas si no lo hacen con miras a una competencia deportiva2? ¿De qué manera los consumen? ¿Cualquiera está habilitado para hacerlo o se requiere de ciertas capacidades especiales? Estas son las principales preguntas que respondo en este texto, aunque todas podrían ser reducidas a un único objetivo: la descripción densa (Geertz 2003) y el análisis profundo de los significados asociados al consumo de sustancias anabólicas para un grupo de hombres jóvenes que los utilizan y/o los utilizaron en el pasado y que entrenan ha-bitualmente entre los fierros de un gimnasio sin intenciones competitivas.

Todo el trabajo es resultado de una investigación etnográfica llevada a cabo durante el período 2002-20123 en varios gimnasios porteños4 donde interactué mayormente con hombres de entre 16 y 40 años, en su mayoría solteros -solo unos pocos estaban casados y tenían hijos-, de posiciones socioeconómicas relativamente acomodadas que podrían ser encuadrados como pertenecientes a los sectores medios y altos de la población.

Debido a lo antedicho, esta investigación, y siguiendo a Archetti, podría entenderse también como un tipo de "auto-antropología", porque la indagación involucra el espacio social del que uno es parte y porque la "mayoría de los informantes (...) pertenecen a mi mismo grupo social en cuanto a clase, edad y educación" (2003:15). Además de esos rasgos socioeconómicos compartidos con la población en estudio, la pertenencia al grupo de hombres jóvenes que hacen fierros en el gimnasio también me garantizaba el acceso a información sin problemas, porque yo no era considerado un extraño en el lugar5. Es decir, sería falso indicar que mi llegada al campo fue motivada por intereses de investigación previamente mentados, por el contrario, yo "ya estaba ahí", en el gimnasio, cuando decidí convertirlo en un espacio para la indagación. Entonces, y siguiendo a Archetti nuevamente, esta trabajo implica el tipo de "antropólogo en su tierra", pero siendo conscientes de que "en la auto-antropología la perspectiva "interna" no es necesariamente la misma que la de la gente del lugar".

El argumento alrededor del cual se estructura todo el texto es que el uso de anabólicos, lejos de constituir una patología, una adicción y/o una conducta desviada (Becker 1971) constituye un eslabón más (quizás el más conflictivo de todos) dentro de un conjunto amplio de prácticas de consumo de bienes materiales y simbólicos, relacionadas entre sí, entre las que sobresalen el consumo de alimentos reorganizado para la práctica de los fierros y la incorporación a la dieta de suplementos alimenticios diversos, pero que también podría extenderse a cierto tipo de consumo de indumentaria deportiva. En este texto nos detenemos a estudiar únicamente el consumo de drogas anabólicas, el eslabón más difícil de adherir a una práctica de consumo económica, liberándolo de la pesada carga de la adicción patológica.

Entre gimnasios, fierreros y anabólicos. Algunas primeras precisiones conceptuales necesarias

Dado que la práctica de consumo de anabólicos que aquí estudiamos está vinculada a un entorno -el gimnasio- y a una actividad deportiva -entrenar con o hacer fierros-, esta tríada de elementos -gimnasio-fierros-anabólicos- debería ser conceptualizada antes de proseguir.

Los gimnasios de fitness, fisicoculturismo y entrenamiento corporal -en términos amplios- se han expandido por toda la ciudad de Buenos Aires. Al caminar por ella, ya sea por una avenida céntrica y transitada, o por una pequeña calle olvidada de un barrio cualquiera, es muy probable tener que pasar frente a la puerta de uno de estos establecimientos. Así sea la sucursal de una cadena; un gimnasio-club de musculación, fitness y deportes; uno exclusivo para mujeres; o un gimnasio público en una plaza; todos esos espacios de entrenamiento corporal pasaron desde hace ya bastante tiempo a integrar el paisaje de la mayoría de los barrios porteños.

Han sido montados ex nihilo, en algunos casos, mientras que en otros los antiguos clubes sociales y deportivos barriales mutaron su forma, sumando a su oferta de actividades las nuevas demandas de los socios: básicamente, musculación y fitness grupal. Del mismo modo, algunos gimnasios de barrio, que antaño eran más bien reductos de levantadores de pesas y fisicoculturistas, se remodelaron, ampliaron sus puertas al público en general y trataron de hacerle frente al desembarco de los nuevos competidores comerciales, especialmente a las sucursales de las cadenas de gimnasios que comenzaron a penetrar los barrios porteños a partir de comienzos de la década de 1990. De todos estos cambios en la geografía porteña han dado cuenta, con bastante nivel de detalle, los principales periódicos nacionales (LaNación.com 09-01-2005; Clarín.com 03-08-2007; LaNación.com 04-03-2007; LaRazón.com.ar 03-09-2007; LaNación. com 03-05-2009; entre otros).

A partir de una primera aproximación a la "cuestión gimnasios" observamos que estos establecimientos se han diseminado por toda la ciudad de Buenos Aires, sobre todo a partir de la década de 1990, tornándose espacios privilegiados del entrenamiento corporal de muchas personas. De modo muy amplio y parecido, la ley los definió como aquellos, "establecimientos destinados a la enseñanza o práctica de actividades físicas no competitivas" (Ley 139 "de gimnasios" 1999).

Ahora, dentro del gimnasio lo que se hace es muy diverso. Allí existen espacios distintos, signados por actividades corporales también diferentes. Cada gimnasio parece montar su propio universo de prácticas -de y para el cuerpo- que incluye clases de gimnasia variadas, spinning6, deportes como natación o boxeo, prácticas de "relajación" como yoga y meditación, entre muchas otras más de un abanico que se achica o se agranda de acuerdo a los recursos económicos de los establecimientos-gimnasios así como según la demanda de los socios-entrenados. Sin embargo, todo este universo de prácticas podría ser reducido en última instancia a una dualidad mínima que hasta el más modesto de los gimnasios parece revestir estructuralmente.

Todo gimnasio, en el fondo, está organizado en función de una zona de aeróbicos y otra de anaeróbicos. Alrededor de esa dicotomía, luego, se abren las demás opciones de actividades corporales. Esta dicotomía básica parece existir al interior de casi todos los gimnasios porteños, transformándose en una regla ordenadora de las actividades de entrenamiento corporal. Mientras que la zona de aeróbicos se caracteriza por estar dotada de bicicletas, cintas para correr, escaladores y remos fijos,7 la zona de anaeróbicos se configura a partir de un conjunto de máquinas, barras y mancuernas múltiples que se utilizan para entrenar todos los músculos de manera rotativa.8

Esta dualidad constitutiva del establecimiento-gimnasio parece estar vinculada a una división más profunda, la de género: ya sea en el Boulevard, el Plaza, o el Épica9, las mujeres suelen pasar más tiempo dentro de las zonas aeróbicas, mientras que los hombres entrenan mucho más en la anaeróbica. Esta división aunque no es estricta, porque existen tanto traspasos de personas como algunas máquinas de entrenamiento que son intersecciones, es una regla ordenadora de la actividad dentro del gimnasio, así como contribuye a delinear un modo femenino y otro masculino de (auto) construir el cuerpo propio. Sobre esto último, parece imperar en los gimnasios porteños, y en la misma sintonía que observó Hansen y Fernandez Vas (2006) para el caso brasilero, una relación entre tren inferior y cuerpo femenino y otra entre tren superior y cuerpo masculino:

Ella me dijo "yo no hago fierros porque no quiero estar hinchada" (mediante gestos me explica que significa "hinchada": coloca su mano izquierda con la palma hacia abajo a unos diez centímetros de su hombro izquierdo y al mismo tiempo hace lo mismo con su mano y hombro derechos).

"Ni así como ellos", a quienes me señala: los más grosos del sector de fierros (Nota de campo del 9 de septiembre de 2010).

Así, ellas parecen querer entrenar sólo los músculos localizados en la parte inferior del cuerpo: glúteos, abdominales y piernas10. Del otro lado de la ecuación, ellos están reunidos alrededor de los fierros, se concentran en entrenar los músculos del pecho, la espalda, los hombros y los brazos, pero sobre todo los brazos.

De estas zonas y actividades dentro del gimnasio, así como de los modos diversos de entrenar el cuerpo, nos interesa colocar el foco solo en la zona de fierros: allí donde confluyen ellos, que son jóvenes y varones. Por una transposición metonímica con la palabra fierros, los miembros de este grupo de entre aproximadamente 16 y 40 años -población objetiva de este trabajo- se consideran a sí mismos como fierreros11.

Hacer fierros, definido mínimamente, significa entrenar los músculos del cuerpo anaeróbicamente (o sea con una muy alta intensidad -un ejercicio de fuerza- en un período muy breve) con el conjunto de aparatos, barras y mancuernas del gimnasio. A hacer esto, los fierreros se dedican al menos tres veces a la semana durante una hora y media o dos, a veces también cuatro o cinco días semanales.

Sobre el tercer concepto que nos interesa puntualizar antes de proseguir, debemos decir que son muchos los mitos que lo rodean, muchos más que los conocimientos sociológicos construidos sobre ellos. En los términos de uno de mis informantes clave (a la vez que dueño de un gimnasio): sobre los anabólicos se habla más de lo que en realidad se sabe.

Si lo que sostenía Andrés es cierto o no, y si conocemos a fondo de qué hablamos cuando nos referimos a los esteroides anabólicos es parte de una discusión que está fuera de los límites de este texto. De lo que sí podemos dar cuenta aquí es de la relación que se tejió ¿subrepticiamente? entre anabólicos y gimnasios a lo largo de los años, naturalizándola. Al mismo tiempo, también podemos indicar cómo fue cimentándose una definición exclusivamente patológica-médica, que se convirtió en hegemónica y que por esa misma razón excluye otras posibles interpretaciones -nos interesan especialmente las socio-antropológicas- del consumo de estas sustancias.

Sobre mitos y realidades en la relación anabólicos y gimnasios

Entre anabólicos y gimnasios parece haber una relación de afinidad, aunque sus términos y límites no resultan del todo claros. Además, en gran medida, los marcos de esa relación han sido construidos externamente al gimnasio, por influencia médica primero y de los medios masivos de comunicación a continuación.

Los esteroides anabólicos andrógenos, tal cual están denominados en la ley 24.819 de 1997 de la legislación argentina, son un conjunto de sustancias variantes sintéticas de la testosterona, o sea de la hormona sexual masculina12. Si bien la ley mencionada refiere a ellos, lo hace solo para indicar que son sustancias prohibidas en el deporte y que su consumo está vedado en competencia. Claramente, esta definición de esteroides anabólicos nos sirve para indicar de qué tipo de sustancias estamos hablando, sin embargo, poco nos dice respecto del por qué del consumo más amateur, sin intenciones deportivo-competitivas que estudiamos en este texto.

El saber médico ha construido alrededor de esta definición de esteroides anabólicos un repertorio de riesgos diversos para la salud, de índole tanto física como psíquica. Entre los primeros se cuentan infertilidad, disfunción eréctil, disminución del volumen testicular y aumento de las mamas, mientras que entre los segundos el más conocido es el aumento de las conductas agresivas13. De todos modos, la lista de patologías posiblemente relacionadas con el consumo de estas sustancias es sumamente elástica y se agranda al punto de que cualquier enfermedad parece estar vinculada, en última instancia, con él.

Entre las voces de los médicos entrevistados durante la investigación aparecieron quienes nos indicaron que "de eso no entienden nada"; hasta otros que sostuvieron que "cada uno sabe lo que hace". Sin embargo, frente a la pregunta respecto a qué opinaban sobre este tipo de consumo, ambas respuestas han sido excepcionales, porque la mayoría de los médicos tendió lisa y llanamente a condenar el uso que de estas sustancias se hace en los gimnasios porteños sin demasiadas explicaciones al respecto de las razones. Por tal motivo alrededor de la noción "anabólicos" se construyó -y se construye a diario- un tabú del cual es mejor no hablar, no preguntar, no opinar.

Por su parte, el saber periodístico tiende a apropiarse acríticamente de las definiciones clínicas, para luego exacerbarlas al límite de lo posible. Así, en varios informes televisivos han indicado que quienes consumen estas sustancias "nunca podrán tener hijos" o que "han entregado su fertilidad a cambio de músculos", entre otras apreciaciones del mismo tenor que suelen esgrimir cuando el tema reaparece de nuevo en el debate público.

Para la prensa, sobre todo la televisiva, gimnasios significa alternativamente fisicoculturismo, anabólicos y vigorexia pero también, adicción al entrenamiento y desórdenes alimenticios en la búsqueda del "cuerpo perfecto". A esa cadena de conceptos a veces le falta un término, sin embargo, entre gimnasios y anabólicos, parece haber una relación directa, aunque nadie sabe bien por qué, pero al menos sirve para escribir informes de investigación periodística (LaNación.com 01-01-2011; LaNación.com 1011-2007; LaRazón.com.ar 12-10-2007; Infobae.com 14-11-2007; Infobae. com 13-12-2006; entre otros)14.

A esos informes redactados con una frecuencia temporal casi calcada, salvo que muera lamentablemente otro fisicoculturista en "situaciones dudosas", o que surjan debates televisivos ridículos como cuando la vedette Cinthia Fernández indicó que ella "no toma anabólicos como dicen" (LaRazón.com.ar 01-08-2011), lo cual acelera la vuelta sobre el "tema" y la redacción de nuevos informes, se sumaron las "cámaras ocultas" en gimnasios, cuyo objetivo era denunciar a las personas que allí comercializan anabólicos. En los últimos años se hicieron públicas al menos dos de estas investigaciones con cámaras espías: en una de ellas se podía ver como un instructor le recomendaba al "falso entrenado" que tomara deca15, si quería ganar volumen, mientras que en la otra se observaba como el negocio de venta de sustancias se enlaza a ciertos médicos, bien conocidos en el ambiente fierrero, así como a farmacias a las que se suele recurrir también por recomendaciones de esos mismos médicos.

Así entonces, lo que hacen y continúan haciendo actualmente los medios masivos de comunicación es reproducir la mirada hegemónica sobre el consumo de drogas anabólicas, que sostiene el discurso médico-patológico.

Como consecuencia de todo lo anterior, o sea que el saber médico prohíba el consumo de estas sustancias y que los medios masivos de comunicación se hagan eco de esa voz, se ha generado una condena pública que recae sobre los usuarios de este tipo de drogas. Por eso, usar anabólicos es "algo de lo que no se habla" para los fierreros que fueron entrevistados en esta pesquisa etnográfica: ni frente a la familia, ni en el trabajo, ni en la universidad y sobre todo, como es esperable, nunca frente a un médico:

Llegó a casa preocupado. Aunque había venido por otra cosa, estaba claro que quería contarme respecto a eso que tanto lo preocupaba, que el médico le había dicho que tenía inflamado el esófago. También me dijo que tuvo que dejar las pastillas, aunque de todos modos ya las estaba terminando. Cuando le pregunté si le había dicho al médico respecto a lo que estaba utilizando, me dijo que no, que solo se lo hubiera dicho si éste le preguntaba, si no le preguntaba nada, él no iba a decir nada. De todos modos él creía que el médico se daba cuenta de todo igual (Nota de campo, domingo 8 de agosto de 2011).

Decidir consumir esteroides anabólicos entonces parece implicar una apuesta doble: en primer lugar los fierreros exponen la salud de su cuerpo y, en segundo término, también se arriesgan a ser señalados por los demás como simples consumidores de drogas, estigma del cual quieren escapar y para ello ocultan las prácticas16. Los fierreros aceptan los dos riesgos, los consumen y se arriesgan al escarnio si es que los descubren. Aunque difícilmente lo afirmen en público y reserven este tema a sus diálogos intra-pares (aunque también con muchos reparos), en el cuerpo se marca su uso, o por lo menos así parecen observarlo los demás: aún sin entender demasiado a que se refería, era frecuente que Lorenzo me indicara a quienes observaba como repapeados. Sobre todo en los meses de invierno, cuando es normal realizar planes para ganar peso y músculo, él trataba de enseñarme a agudizar la mirada para descubrir quienes estaban consumiendo "algo", aunque no lo revelaran. Si bien al principio me costaba distinguir estas diferencias, él me sugería prestar atención a algunos detalles puntuales: las cargas excesivamente pesadas en los ejercicios -no puede ser que esté haciendo sentadillas naturalmente con esa cantidad de kilos- o, la forma de los músculos del cuerpo -¿no ves que está inflado?-. Esto último debido supuestamente a que con el consumo, el cuerpo se hincha por la mayor retención hídrica que producen los anabólicos. Todo esto siempre me fue difícil de estimar, aún a pesar de que Lorenzo no tuviera duda alguna de que varios estaban mintiendo y se mataban a papa. Ahora, ¿cuáles son los modos de matarse a papa que imperan en los gimnasios porteños? Hemos identificado al menos dos que resultan típicos y contribuyen a definir carreras de entrenamiento distintas entre los fierros.

Un "plan de estaño" oral para los que no se "animan a ir más allá"

Una de las palabras más oídas en muchos de los gimnasios porteños es "estaño". Solo después de habitar estos espacios durante bastante tiempo, que puede ir desde unos meses hasta varios años, uno aprende a reconocerla, se familiariza con ella y empieza a comprender algo más sobre su significado.

Hacer un plan de estano oral en pirámide parece ser la puerta de entrada al universo de sustancias anabólicas en los gimnasios porteños. Los fierreros que se atrevieron a dar ese paso, que no son todos porque no todos los que entrenan con fierros los consumen, hicieron su primer plan en función de esa droga y de acuerdo a unos mismos lineamientos generales: con unos frascos de pastillas conocidos como de "100 x 10", donde 100 es la cantidad de pastillas y 10 es la cantidad de miligramos contenidos en ellas, lo que se hace es consumirlas aumentando la dosis gradualmente. Así, según las recomendaciones de los vendedores, que casi siempre son iguales, el plan debe iniciarse con dos comprimidos en la primera semana, tres durante la segunda, cuatro en la tercera y cinco durante la cuarta. En la quinta semana se mantiene la misma dosis que en la cuarta, para luego, operar en sentido reverso, o sea, se comienza a descender con la dosis gradualmente. Entonces, durante la sexta semana se ingieren cuatro comprimidos, en la séptima tres, en la octava solo dos. Luego de este procedimiento y al cabo de ocho semanas, el plan llega a su fin. Aunque existen otros ciclos parecidos, como el plan de diana en pirámide, el que hemos referido resulta el más común entre los fierreros de los gimnasios porteños.

Varios de los fierreros que conocí realizaban uno o dos "planes de estano oral en pirámide" al año, o por lo menos eso es lo que decían, aunque según Lorenzo, que siempre desconfiaba absolutamente de todo y de todos, seguro estaban mintiendo porque él los había visto ir demasiadas veces a la farmacia que está cerca de su casa17. ¿Qué quería decirme Lorenzo al afirmar qué había visto ir a algunos de los fierreros de su entorno ir demasiadas veces a la farmacia que está cerca de su casa?

Participar en un foro virtual de Internet contribuyó a encontrar una respuesta. En ese espacio pude complementar la información que Lorenzo y otros fierreros-informantes clave me brindaban, al mismo tiempo que comprendí algo más sobre lo que insinuaban: comencé a ver que el universo de anabólicos no se reducía a los planes de estano oral en pirámide, por el contrario había un sinfín de sustancias más que los fierreros utilizaban, algunas estaban disponibles a la venta en las mismas farmacias, otras había que encargarlas a través de contactos y/o conocidos.

Los fierreros del foro virtual de Internet también entrenan en los gimnasios de la ciudad de Buenos Aires aunque no se conocen entre sí personalmente. Ellos prefieren interactuar a través de la Web, más por los beneficios de dialogar libremente entre pares en un "ambiente virtual cerrado" que debido a que quieran mantenerse en el anonimato.

Los fierreros del foro virtual de Internet elaboran planes de características más complejas que el de estano en pirámide, combinando dos o tres sustancias orales e inyectables al mismo tiempo, rotándolas, ajustando las dosis y calculando los tiempos en que hay que hacer una nueva ingesta y/o aplicación. Al contrario de ellos, entre los fierreros que conocí en contactos reales en los gimnasios imperaba cierto silencio sobre las prácticas inyectables de sustancias. Ya sea por desconocimiento, o para ocultarlas, de este tipo de uso de drogas se hablaba poco y nada18.

En una oportunidad, conversando con Iván, otro de mis informantes clave, le comenté lo anterior. Le indiqué que entre nuestros conocidos nadie parecía realizar planes de mayor complejidad al clásico plan oral de estano, mientras que en el foro de Internet que había comenzado a frecuentar -cada vez más seguido-, se conversaba sobre combinar testosteronas rápidas o lentas, sustancias veterinarias, al mismo tiempo que de cerrar los ciclos con postciclos precisamente diseñados para evitar la pérdida de masa muscular luego de los planes llevados adelante durante varias semanas con tanta dedicación.

Aunque él creía que podían desconocer estas prácticas, también me indicó, al igual que Lorenzo había hecho antes, que podía ser que estuvieran mintiendo. Sin embargo, también me mostró un tercer camino: solo los que se animan a ir más allá van a iniciarse en la ruta de las sustancias inyectables. Ahora, ¿que significaba ese "ir más allá"? Frente "al más acá", o sea el universo acotado de los esteroides anabólicos orales, con su distribución correcta de pastillas a lo largo del día para regular las dosis constantes en el cuerpo, se abría un horizonte de prácticas "más allá" distanciadas de las primeras.

Los que van más allá. Inyectarse o no inyectarse. La sangre como frontera

El grupo de fierreros que se atrevió a las prácticas y las drogas que se sitúan "más allá" es más reducido que el anterior, sobre todo porque para incursionar en ellas hay que entregar el cuerpo a las inyecciones regulares de anabólicos en la sangre, rito al que no todos están dispuestos a ofrecerse.

A diferencia del consumo de pastillas, y a pesar de que la droga utilizada muchas veces es la misma, porque el "estano" tiene tanto su versión oral como inyectable, desde el punto de vista de losfierreros no es lo mismo ingerir la sustancia oralmente que inyectarla de forma directa en el torrente sanguíneo del cuerpo. Así, en sus opiniones ante mis preguntas respecto a por qué no se las inyectaban, en vez de ingerir doscientas pastillas en dos meses, las respuestas eran siempre parecidas: me parece demasiado, no quiero involucrarme tanto, yo quiero ir hasta ahí, tanto no, no me animo a dar ese paso19.

Más allá de las discusión sobre si es más efectiva la ingesta de una sustancia vía oral o de forma inyectada, debate que pueden salvar mejor los médicos que los científicos sociales, al igual que si implica mayores riesgos ingerirlas de un modo u otro, lo importante para nosotros es que en las percepciones de los fierreros existía una diferencia sustancial entre utilizarlas en pastillas o inyectarlas en la sangre de su cuerpo. Ellos entendían que la segunda manera de administrárselas resultaba mucho más comprometedora, porque implicaba una entrega total de la corporalidad al entrenamiento con los fierros.

Según Van Gennep (1986) primero y Turner (1988; 1999) después existe un tipo de rito social que puede ser identificado como "de paso". Así, según indica Turner siguiendo a Van Gennep, los "ritos de paso" constan de tres fases claramente identificables: separación, margen (o limen) y agregación:

La primera fase, o fase de separación supone una conducta simbólica que signifique la separación del grupo o el individuo de su anterior situación dentro de la estructura social o de un conjunto de condiciones culturales (o "estado"); durante el período siguiente, o período liminar, el estado del sujeto del rito (o "pasajero") es ambiguo, atravesando por un espacio en el que se encuentra muy pocos o ningún atributo, tanto del estado pasado como del venidero; en la tercera fase, el paso se ha consumado ya. El sujeto del rito, tanto si es individual como si es corporativo, alcanza un nuevo estado a través del rito y, en virtud de esto, adquiere derechos y obligaciones de tipo "estructural" y claramente definido, esperándose de él que se comporte de acuerdo con ciertas normas de uso y patrones éticos (Turner 1999:104).

Este esquema no puede ser extrapolado lisa y llanamente a la práctica de consumo de anabólicos inyectables que realizan los fierreros que avanzaron "hacia el más allá" debido, sobre todo, a que es difícil encontrar algo parecido a una etapa liminal o de separación. Sin embargo, el modelo teórico sí sirve para graficar la existencia de un antes y un después, demarcación construida alrededor de una práctica específica como es la decisión -y posterior puesta en acto- de iniciarse con las sustancias inyectables.

En tal sentido y siguiendo a Bourdieu (1993), al atreverse a dar "ese paso", algunos de los fierreros instauran una diferencia con los demás, con quiénes tan solo se contentan con realizar uno o dos planes de estano oral en pirámide al año. Haber tomado esa decisión implica, para ellos, un pasaje hacia otro estado de cosas, lo cual queda reflejado en sus apreciaciones, sobre todo aquellas referidas a la "primera vez": así ellos creen que se trata de un acto central, un momento único después del cual sienten que están jugando en primera porque ahora sí la cosa va en serio. En contraposición a ellos los fierreros "menos avanzados" reconocen que sus pares se han adelantado hacia otro estadio en la relación con los fierros, al mismo tiempo que siguen aduciendo que ellos no quieren ir tan allá porque no les parece dar ese paso. Entre ambos grupos se abre una separación fundamental signada alrededor del consumo de un producto, pero también de un rito de sangre.

Hacia una primera definición sociológica de los modos de consumo de esteroides anabólicos

Sustentadas en el trabajo de campo etnográfico ya hemos hechos varias interpretaciones: primero analizamos la relación construida alrededor de la dupla anabólicos-gimnasios, discutiendo la mirada que naturaliza el vínculo entre un lugar y una sustancia. Luego, observamos críticamente el modo en que se construyó una definición médico-clínica de estas sustancias, que se convirtió en hegemónica, pero que poco nos dice respecto de los diversos modos de utilizarlas por parte de los usuarios. En conexión con esto último, mostramos las dos maneras típicas de usarlas junto a los significados que para los consumidores poseen.

A continuación lo que haremos es brindar una primera interpretación sociológica sobre el consumo de estas sustancias, pero en clave comparativa con otras drogas, especialmente las que poco tienen que ver con el mundo-gimnasio. Esto nos permitirá profundizar en la caracterización general de este tipo de consumo de sustancias tan especial.

Para estudiar el consumo de drogas en las sociedades contemporáneas parece ser necesario estar dispuesto a abrir direcciones de investigación diferentes: no se pueden analizar del mismo modo las prácticas y representaciones que los usuarios de distintos tipos de drogas construyen alrededor de su objeto de consumo y, de hecho, los significados allí depositados suelen ser muy diferentes según el tipo de sustancia. Es decir, parece muy difícil relacionar a un fumador de paco20 con alguien que ingiere una pastilla de éxtasis en una fiesta electrónica, o a un joven que fuma marihuana en un recital de rock con unfierrero que usa anabólicos inyectables para suplementar su entrenamiento en el gimnasio.

Asimismo, categorías como "drogadicto", típicas del sentido común pero que a veces son también reificadas por el saber científico, tienden a oscurecer más que a revelar la realidad. En materia de drogas parece ser tal la diversidad existente que nos encontramos obligados a abordar cada uno de los consumos de forma específica. Luego sí es posible realizar comparaciones, pero lo que parece difícil es establecer una estrategia general a partir del concepto "droga" y desde allí estudiar todas las prácticas de consumo porque se reduce la particularidad propia de cada una de ellas.

Sí lo que creemos posible es realizar agrupamientos sustentados en argumentos sociológicos. A diferencia de cualquier droga de las denominadas "recreativas"21, el consumo de anabólicos no tiene nada de recreación ni de lúdico o divertido: por el contrario, su consumo está enmarcado en un "plan" o "ciclo", tal cual vimos, sumamente estricto, donde se combinan varias sustancias de manera racional y racionalizada22.

Debido a ello Sabino (2000; 2005; 2007) sugirió que para analizar el consumo de anabólicos era pertinente recurrir a la antigua antinomia entre aquello que puede ser considerado apolíneo y aquello otro que está más emparentado con lo dionisíaco. Si bien retomar esta dualidad no es una novedad, porque así lo han hecho gran cantidad de pensadores tanto del mundo de la ciencia como de la literatura (Plutarco 1930; Nietzche 1995; Mann 2003; Hesse 2009), sí es original aplicarlo al estudio del consumo de drogas.

Los antiguos griegos nunca consideraron a Dionisio y Apolo como dioses rivales. Sin embargo, los significados que despierta cada deidad en nosotros sí son opuestos. Por un lado, mientras a Dionisio -el Dios del vino- se lo suele asociar con los excesos, la intoxicación y los placeres; por el otro, a Apolo -el Dios de la luz- se lo relaciona con la racionalidad, la verdad y la claridad. Sabino creyó ver que el uso de las drogas como la marihuana, la cocaína o la heroína están más emparentadas con los dominios de Dionisio y, por el contrario, el consumo de anabólicos está más relacionado con una conducta apolínea:

A diferencia de las drogas como la marihuana, la cocaína, la heroína, entre otras, todas sustancias que se consideran relacionadas con la pérdida del autocontrol y que ocasionan irresponsabilidad y violación de los imperativos morales básicos (Becker 1971), siendo responsables de la concepción por parte de la sociedad y de las instituciones en general de que sus usuarios son personas con conductas desenfrenadas y cercanas a la locura, en fin, conductas que podrían ser denominadas dionisíacas, los anabolizantes (o bombas23 como los marombeiros24 las llaman), por el contrario, operan en sentido inverso (Sabino 2000) (traducción propia).

Si bien coincidimos con la propuesta de Sabino para estudiar este tipo de consumo de drogas, también creemos necesario agregar algunas precisiones. Al contrario de las "drogas dionisíacas", o sea todas aquellas relacionadas con el éxtasis y/o la intoxicación, donde la meta parece ser alcanzar un estado mental superior, los anabólicos son utilizados para alcanzar objetivos mucho más terrenales. Consumirlos nada tiene que ver con la embriaguez, por el contrario, su uso es metódico y racional, de acuerdo a planes concienzudamente preparados para transformar el cuerpo propio. Asimismo, a diferencia de las drogas de Dionisio, donde el tiempo de éxtasis es efímero, entre anabólicos y tiempo se teje una relación de plazos extensos: aunque dependiendo del plan, el consumo de estas sustancias nunca se hace por períodos inferiores a cuatro semanas, y la mayoría de los fierreros reconoce llevarlos a cabo en ciclos de seis u ocho, pero nunca superiores a doce, porque sino aumentan demasiado los riesgos y las consecuencias no deseadas de las sustancias sobre el cuerpo. Además, entre aquellas drogas del éxtasis y estas otras del raciocinio, la corporalidad juega un papel distinto: sí al fumar marihuana, por ejemplo, el cuerpo es tan solo un medio para alcanzar un estado de evasión mental, al utilizar anabólicos el cuerpo es el fin en sí mismo, es lo que se pretende modificar mediante el uso de la sustancia.

Si bien el modo de interpretación basado en lo dionisiaco y lo apolíneo que propone Sabino es sumamente pertinente para analizar las conductas de los fierreros que consumen anabólicos, más claramente emparentadas con los modos apolíneos, de poco nos sirve para explicar por qué estrategias tan hiper-racionales son puestas al servicio de los objetivos más terrenales, más hedonistas, como los vinculados con intervenir el cuerpo propio a fin de modificarlo, embellecerlo, engrandecerlo. O sea, una división aparentemente tan tajante entre mente y cuerpo no nos permite observar y entender el vínculo construido entre unos modos de actuar racionalmente -pero- sobre el cuerpo.

El uso de drogas anabólicas como modo de consumo económico vinculado a una clase social

La clave de análisis que proponemos para interpretar esta paradoja que vincula unas estrategias racionales apolíneas a unos objetivos netamente hedonistas está ligada a la posición de clase de quienes consumen sustancias anabólicas.

Si bien nuestros sujetos de investigación e informantes clave no se reconocieron a sí mismos como de clase media y/o alta directamente25, a partir de los datos socio-económicos construidos, especialmente las pautas de consumo que los caracterizan, podemos sostener que sí tienen vínculos con esos estratos de la población.

Dedicar el cuerpo al consumo de anabólicos, como ya dijimos, no es gratuito. Y además es necesario recordar que este consumo es parte de una cadena que se inició a partir del hacer fierros en el gimnasio, que luego siguió con el reacondicionamiento de la dieta y la incorporación de suplementos alimenticios varios. Y ninguno de estos eslabones es gratuito tampoco.

En el largo camino que se inicia con el hacer fierros y que se extiende hasta consumir drogas anabólicas hay que ir superando barreras que son morales y económicas al mismo tiempo. Entre el hacer fierros originario y comenzar una dieta acorde a él hay un primer límite que debe ser superado, entre la dieta y empezar a usar suplementos alimenticios se construye uno nuevo y entre estos últimos y el consumo de esteroides se demarca una tercera frontera. Poder superar una a una estas fronteras implica tener que hacerles frente económicamente pero también involucrarse moralmente en decisiones cada vez más complejas porque implican más de uno mismo así como la entrega del cuerpo a la práctica es cada vez mayor.

En esa ruta, superar la tercera frontera parece ser clave porque implica empezar a afrontar riesgos más serios para el cuerpo, así como desplegar estrategias para mantener oculto el consumo. Además esa frontera de esteroides parece ser doble -oral e inyectable-, implica riesgos mayores a todas las anteriores y está funcionando como un rito de pasaje hacia la consagración total del cuerpo a los fierros. Entre quienes superaron esta última barrera y el resto de los fierreros se erige una división mucho más firme que las anteriores, no solo por los costos económicos mayores que es necesario poseer para traspasarla, sino también porque parece ser la decisión moral más mentada de todas, por alguna razón solo unos pocos son los que se "animan a dar ese paso" donde se ofrece totalmente la sangre y el cuerpo a los fierros.

Si bien la tradición filósofica descartiana en que se ancla gran parte del pensamiento occidental dividió el par racionalidad/corporalidad y lo convirtió en antagónico, a la luz del caso que aquí estudiamos lo que podemos observar es que ambas partes se imbrican, donde unos medios ascéticos pueden ser puestos sin problemas al servicio de fines totalmente hedonis-tas. Esta combinación no es para nada imposible: para los fierreros no hay contradicción alguna entre planes hiper-racionales y objetivos netamente corporales.

Si como sostienen algunos estudios (Smith Maguire 2002 por ejemplo), entre estos nuevos tipos de entrenamientos del cuerpo surgidos alrededor del gimnasio y clase media hay cierta "afinidad", porque la cultura-gimnasio proyecta un imaginario de nociones que la clase media históricamente tendió a valorar, como la idea de que el cuerpo es un proyecto personal que puede y debe ser mejorado a través de su educación, o que las apariencias reflejan la identidad, o la idea de auto-superación personal (Bourdieu 1988), no deberíamos esperar rupturas entre prácticas ascéticas y objetivos hedonistas, sino por el contrario continuidades, que bien pueden verse en las prácticas de consumo de drogas anabólicas.

Por último, a partir de haber incorporado el consumo como variable de análisis, también podemos discutir una de las máximas morales del gimnasio: para (auto) construir el cuerpo propio solo es necesario "trabajar duro". A contramano de esta idea, en este texto hemos visto como los fie-rreros incorporan toda una batería de bienes de consumo, entre los cuales se encuentran las drogas anabólicas. Si bien "trabajar duro" es esencial, no parece alcanzar, razón por la cual en algún punto determinado de la carrera entrenada es necesario comenzar a consumir bienes para el cuerpo, dependientes de la posesión de un capital económico que solvente esos gastos, que además son acumulativos, y de un capital cultural que permita saber en qué momento y cómo deben incorporarse esos bienes al entrenamiento.

De todos los consumos mencionados el más difícil de abordar es el que hemos estudiado en este texto, el de los esteroides anabólicos. Y esto debido a que, aunque es una práctica central para comprender mejor a los fierreros, porque es subsidiaria de su entrenamiento, es realizada fuera del ámbito-gimnasio y/o mantenida bajo cierta reserva, por lo que si el análisis se atuviera únicamente puertas adentro del gimnasio podría pasar desapercibida26. Solo a partir del trabajo de campo extendido, de saber interpretar las "pistas" y de obtener la confianza del grupo es que pude acceder a esta información que de otro modo resultaría más difícil de obtener.

En función de esto último relacionado con el par exhibición/ocultamien-to podemos decir que el gimnasio parece ser un espacio destinado a la exhibición del cuerpo, pero no habilitado para mostrar cómo fue nutrido internamente, actividad que parece ser más bien de la órbita íntima. Esto implica sobre todo a los anabólicos, los cuales no solo no se deben mostrar, sino que también es necesario mantener su uso en el marco de un relativo secreto.

Conclusiones

Este escrito es más un esfuerzo interpretativo sustentado en el trabajo de campo etnográfico que una investigación acabada. Y esto debido a su carácter exploratorio, primero porque el estudio del consumo de estas sustancias no constituye una prioridad dentro de la agenda de estudios sobre drogas en nuestro país, segundo porque el "tema anabólicos" ha sido muy poco abordado en el contexto local. En particular, los estudios específicamente socioantropólogicos son casi nulos.

Como ya dijimos, este tipo de consumo de sustancias se ha filtrado fuera del mundo del deporte de élite y se ha unido dentro de los gimnasios porteños a objetivos más estéticos-corporales que de competencia. En tal sentido es que creemos fundamental prestar atención a la forma en que los sujetos (re) construyen sus relaciones de consumo con objetos específicos y le adosan significados siempre nuevos. Así, más allá de las definiciones "originales", una sustancia esteroide anabólica se utiliza para casos de deficiencia hormonal, o luego las "agregadas", la misma sustancia es indicada para obtener ventajas deportivas en competencia, observamos cómo a un objeto se le pueden adherir nuevos significados a través del consumo, una y otra vez.

A estas sustancias los fierreros que conocí las consumían con objetivos estrictamente estéticos: ellos solo querían estar más grosos, más grandes, más marcados, entre otras características distintivas que le asignaban al cuerpo. Y aquí es necesario volver a recalcar algo que debe quedar claro: los fierreros no son fisicoculturistas. Son tan solo un grupo de hombres jóvenes que a través del consumo resignifican el uso de una sustancia, poniéndola al servicio de fines que consideran valiosos.

El uso de anabólicos, lejos de constituir una patología, una adicción y/o una conducta desviada (Becker 1971) se nos revela como una forma de consumo más dentro de un conjunto amplio de prácticas del mismo tipo relacionadas entre sí que realiza un grupo de hombres jóvenes de entre 16 y 40 años, de posiciones socioeconómicas relativamente acomodadas que podrían ser encuadrados como pertenecientes a los sectores medios y medios-altos de la población. Yo interactué con ellos: analicé sus puntos de vista, interpreté sus miradas e intenté plasmarlas en este breve texto.

Analizar la cuestión en estos términos implica, como ya dije, problematizar el consumo de drogas más allá de la enfermedad e indicar, como también ya fue mencionado, que la cuestión consumo de drogas debería estar siempre vinculada a la esfera de lo económico y la pertenencia de clase social para alcanzar interpretaciones más acabadas.

Notas

1. Si el fisicoculturismo califica o no como deporte es una discusión que excede los límites de este trabajo. Desde nuestra óptica sí podría llegar a ser considerado como tal, porque cumple con los tres requisitos que indica Coakley (1982) como indispensables para diferenciarlo de un "juego": la existencia de algún tipo de ejercicio físico, la competencia y una forma organizacional de la actividad -asociación, federación, etcétera.-. Por tal motivo a lo largo del texto se utilizan como sinónimos deporte y fisicoculturismo.

2. Aunque no pretendemos reducir el uso de una sustancia a un fin netamente instrumental, el ingreso de éstas en el mundo del fisicoculturismo obedeció a esa lógica, la de la "ganancia". En tal sentido, un fisicoculturista amateur que entrevisté en el trabajo de campo me indicó que "quien se está entrenando para un torneo y no usa anabólicos le está dando ventaja al resto y lo va a perder".

3. Y que culminó con mi tesis de Maestría Haciendo fierros en el Boulevard. Una aproximación etnográfica al interior de los gimnasios porteños (inédita), 2013.

4. He cambiado deliberadamente todos los nombres reales, ya sea de personas, establecimientos-gimnasios y/o del foro virtual de Internet donde también hice trabajo de campo. Esto a fin de garantizar la intimidad de mis informantes y de que sus identidades permanezcan anónimas.
Al abordar algunos temas de interés antropológico, como sostiene Garriga (2007), a lo complicado de establecer una red de vínculos se suman otros problemas como, por ejemplo, la cercanía a prácticas de las que los actores prefieren mantener cierta reserva. Tan solo a modo de ejemplo, uno
de los informantes cuya actividad laboral estaba vinculada al mundo del arte prefería que su rostro siempre apareciera "cubierto", o directamente "borrado", en cualquier foto grupal que nos tomáramos. Aunque en esas fotos él solo aparecía junto a otros hombres jóvenes con quienes compartía el mismo "apasionamiento por los fierros", desde su punto de vista, sus colegas del mundo del arte no comprenderían ni tenderían a ver con buenos ojos su participación en este otro mundo, razón por la cual ambas esferas debían mantenerse bien separadas.

5. Lo que sí intenté hacer con ese cúmulo de experiencia personal es interpelarme a mí mismo. Es decir, si como sostienen Hammersley y Atkinson (1994:29), "no hay ninguna forma que nos permita escapar del mundo social para después estudiarlo ni, afortunadamente, ello es siquiera necesario", no sería prioritario eliminar mi experiencia personal a fin de lograr observaciones más "objetivas", "depurando" mi participación en el campo como entrenado. Por el contrario, resulta más útil reflexionar al respecto de esa experiencia, intentando interpretarme también a mí mismo allí.

6. Entrenamiento con bicicletas fijas a velocidades y cargas de peso distintas.

7. Estos dos últimos solo en los gimnasios mejor equipados.

8. Explicar esto requeriría de otro texto. Por el momento alcanza con decir que el cuerpo entre los fierros nunca es visto como una unidad constitutiva, por el contrario está formado por partes autónomas (piernas, pecho, espalda, hombros, bíceps y tríceps) con lógicas de entrenamiento diferentes que deben ser combinadas entre sí.

9. Algunos de los gimnasios donde localicé el trabajo de campo. Los nombres son ficticios.

10. De hecho, las cada vez más frecuentes clases de GAP (glúteos-abdominales-piernas) en muchos gimnasios porteños, a las que acuden en su mayoría mujeres, dan muestra de esta tendencia a enfocar el cuerpo femenino sólo en su parte inferior.

11. Con algunas excepciones menores, casi todos se consideraban así, ya sea en los gimnasios en los que trabajé o en el foro virtual de Internet.

12. Véase http://www.drugabuse.gov/drugs-abuse/steroids-anabolic

13. Por eso, muchas veces se relacionan los comportamientos violentos de los patovicas con el uso de estas sustancias.

14. No negamos el hecho de que en los gimnasios se consuman anabólicos. Lo que decimos es que esto se da en el marco más amplio de una relación entre drogas y deportes en general, que excede al demasiado estigmatizado mundo de los gimnasios.

15. Abreviatura de Deca-durabolin, nombre comercial del Decanoato de Nandrolona en nuestro país.

16. De todos modos, en los últimos años parece haber surgido otra manera de observar el consumo y observarse a sí mismos, de parte de algunos fierreros. Tiempo atrás, uno de ellos me indicó que las cosas habían cambiado, que ya no era como antes, que actualmente no existían tantos prejuicios respecto a dar cuenta de un conjunto de prácticas que antaño estaban estigmatizadas. Sin embargo, esto no anula que anteriormente Iván me dijera que tuviera cuidado, porque hay mucho loco que sobre esto no quiere hablar nada. Considero que algo de ambas perspectivas pervive hoy día respecto al consumo de esteroides anabólicos entre los fierreros de los gimnasios porteños.

17. Lo que él insinuaba con esto es que en esa farmacia se aplicaban las sustancias que habían conseguido de manera previa y/o las compraban ahí directamente. Aunque conocí muchos fierreros que se aplicaban directamente las drogas en su casa, porque habían aprendido a aplicar inyecciones intramusculares para ello, muchos otros se resistían y preferían que lo hiciera un especialista, como un farmacéutico o una enfermera.

18. En los gimnasios donde radiqué el trabajo de campo no se comercializan esteroides. Sí se intercambiaba información "por lo bajo" entre los fierreros respecto a los lugares y/o los contactos donde conseguirlos, siempre tratando de no alertar a los dueños y/o instructores.

19. Todo esto incluso a pesar de que muchos de los fierreros creen que los compuestos inyectables son siempre menos tóxicos que los comprimidos.

20. Pasta base de cocaína.

21. Dentro de este grupo entran una amplia gama de sustancias que, aparentemente, son más consumidas en contextos de recreación como fiestas, bares, y/o clubes. Seguramente la más conocida de todas sea el "éxtasis".

22. Tanto drogas de recreación como sustancias esteroides anabólicas se han hecho populares en las últimas décadas, casi al mismo tiempo, como parte de un proceso que tiene de un lado a las de la diversión y del otro a las del raciocinio. Sería interesante investigar con mayor profundidad en que se diferencian y/o en que se complementan. Asimismo, la pregunta que subyace en el fondo es ¿estamos asistiendo a la aparición de nuevas sustancias, con nuevos modos de consumo y con nuevos consumidores?

23. Bomba es sinónimo de papa. O sea que se refiere, en lenguaje coloquial, a los esteroides anabólicos.

24. Marombeiro es sinónimo de fisicoculturista para Sabino, también en la jerga de los gimnasios cariocas. Serían algo así como "colegas" de los tierreros que estudiamos en este trabajo.

25. Dos de ellos sí, sin embargo sus casos no son suficientes para abonar la hipótesis, aunque contribuyen. Preferimos argumentar la relación entre clase media y/o alta y consumo de anabólicos en función de las pautas de consumo que caracterizan a todos los fierreros, porque requieren de ciertas condiciones socioeconómicas de clase más o menos parecidas, desde cierto nivel de ingresos que solventen los gastos hasta pautas culturales que les permitan saber leer el modelo de cuerpo masculino hegemónico entre los fierros y las maneras en que es necesario (auto) construirlo.

26. Lo mismo ocurre con el consumo de alimentos y suplementos nutricionales. Solo en muy contadas ocasiones es posible observar a alguno de los fierreros consumir sus alimentos y/o suplementos en el gimnasio; esta parece ser más la excepción que la regla.

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